Los Secretos del Rey ❘ Libro...

By Miriam_Rubies

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|Novela COMPLETA| Vanora Cadogan es la primera vez que sale de su reino, la Corte Norte. Preparada para empr... More

Información
MAPA
PRIMERA PARTE _Las pruebas de la Unión_
Capítulo 1 ✺
Capítulo 2 ✺
Capítulo 3 ❆
Capítulo 4 ✺
Capítulo 5 ✺
Capítulo 6 ✺
Capítulo 7 ✺
Capítulo 8 ❆
Capítulo 9 ❆
Capítulo 10 ✺
Capítulo 11 ✺
Capítulo 12 ✺
Capítulo 13 ❆
Capítulo 14 ❆
Capítulo 15 ❆
Capítulo 16 ✺
Capítulo 17 ❆
Capítulo 18 ❆
Capítulo 19 ✺
Capítulo 20 ❆
Capítulo 21 ❆
SEGUNDA PARTE _Las sombras del Bosque Muerto_
Capítulo 22 ❆
Capítulo 23 ❆
Capítulo 24 ❆
Capítulo 25 ❆
Capítulo 26 ❆
Capítulo 27 ❆
Capítulo 28 ❆
Capítulo 29 ❆
Capítulo 30 ❆
Capítulo 31 ❆
Capítulo 32 ❆
Capítulo 33 ❆
Capítulo 34 ❆
Capítulo 35 ❆
Capítulo 36 ❆
Capítulo 37 ❆
Capítulo 38 ❆
Capítulo 39 ❆
Capítulo 40 ❆
Capítulo 41❆
Capítulo 42 ❆
Capítulo 43 ❆
Capítulo 44 ❆
Capítulo 45 ❆
Capítulo 46 ❆
Capítulo 47 ❆
Capítulo 48 ❆
Capítulo 50 ❆
Agradecimientos

Capítulo 49 ❆

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By Miriam_Rubies

El enfrentamiento con Hedas Meradiel había sido inevitable.

Novara lo sabía desde el primer día en el que había llegado al campamento, en como los ojos de aquel hombre se clavaron sobre ella, analizándola, juzgándola. En como en cada una de las ocasiones que había podido retarla lo había aprovechado para hacerlo, para llevarla al límite. Nunca le había preocupado lo que podría llegar a pasarle si ella abusaba de su poder, si no lo contenía, si no lo gestionaba. Si se consumía.

Su poder.

Mientras cabalgaba, Novara recordaba la charla que había tenido con Dullahan mientras volvían de la cabaña. Si ella deseaba recuperar la Triveta, era elección suya, pero ahora que había visto lo que era rozar la muerte, lo que significaba consumirse por su magia, tal vez esta recularía antes de actuar. Ella podría probarse ahora que sabía a lo que se enfrentaba.

Pero si no era así, siempre estaba a tiempo de decirle a Arterys que le devolviera el canalizador para no correr ningún riesgo. Pero, ¿y él? Si la necesitaba no se la pediría, no iba a dejar que Arty se consumiera porque ella no hubiera aprovechado su tiempo con la Triveta para aprender a canalizar su poder.

Mientras sus pensamientos la distraían, el viento la golpeaba. Los cascos de Tempest, el corcel de su amigo, galopaba con fuerza, con determinación por la orilla del río siguiendo el rastro que Hedas había dejado para ellos como un camino de migas de pan.

El viento sacudió el cabello burdeos de la chica que, aferrada a las riendas, terminó por alzar su cuerpo del asiento para evitar el golpe seco ante los saltos que daba el animal por las ramas y árboles caídos que se encontraban a su paso.

Lo tenía muy claro, no se detendría hasta llegar a su objetivo.

Cabalgó como nunca lo había hecho, como si Tempest supiera a quien iban a buscar. Como si supiera que Arterys estaba en peligro y necesitaba de su ayuda. Nunca había entendido la relación entre el corcel y su amigo, sabía que Tempest había sido un potro cuando ellos habían llegado al campamento. Eso debía de haberlos unido, porque Arterys no se había separado de él durante años.

Novara se percató al instante de donde estaban, en medio del bosque había un desnivel donde se encontraba una cascada que caía al río que comenzaba en aquella ubicación. Así que redirigió al corcel por el camino hasta encontrarse con Hedas que estaba cruzado de brazos y se mantenía frente al lago que había en el que terminaba la cascada.

—¡Hedas!

Antes de que Tempest hubiera frenado, ella ya había saltado del caballo. Sus pasos fueron veloces, rápidos y silenciosos como si se tratase de una sombra. Antes de que Hedas pudiera asimilar qué era lo que estaba sucediendo, ya tenía a la joven frente a él con una de sus hachas rozando su garganta.

—Vanora. —Le saludo él con la voz fría, sus ojos negros clavados en ella con fiereza.

—¿Dónde está? —Exigió la joven.

—No sé si a ti también te pasa, pero comienzo a tener cierto déjà vu. —Hedas miró el arma, en el brillo que llevaba y supo en aquel instante que la chica la había afilado al máximo. Un movimiento y él solo se rajaría la garganta.

—No lo tendrías si no cometieras siempre los mismos errores.

—¿Y qué error es ese, chica?

—Lo creas o no, Arterys y yo nos protegemos. A nuestra manera, claro está, pero no tocarás a uno sin enfrentarte al otro.

—Curioso...Por lo que tengo entendido, no se ha cerrado el corte, pero ya tenéis cierta conexión. Tal vez se deba a vuestras Magias Mayores. —El hombre alzó una de sus manos y acarició el arma ante los ojos de la chica bajándola lentamente. —¿Crees que él querría verte después de mandar a la tumba a su mejor amigo?

—Zelik escogió sus acciones, me salvó la vida porque él decidió hacerlo. Ambos sabemos que, si él no hubiera dado su vida por mí, sería mi nombre el que adornase la lápida.

—¿Y no sería eso lo justo? Unas acciones terribles, impulsivas e idiotas. Nunca has tenido el temple que tanto caracteriza al norte y eso que eres de allí. —Los ojos de Hedas la analizaron con cada una de sus provocaciones—. Tal vez después de todo no seas una norteña.

—¿Qué vas a saber tú de dónde soy? No tienes ni idea de lo que he vivido. —La chica bajó el hacha para enfundarla en su cinturón y apartarlo de un empujón para ver en la dirección donde el hombre miraba. —Yo he cambiado después de esa batalla, no soy la misma y no tomaré las mismas decisiones.

—Sé perfectamente quién eres Vanora Cadogan, aunque Dullahan te haya tenido entre algodones, tu destino siempre ha estado escrito. La muerte de Zelik tenía que suceder para que tú tomases tu lugar en la Orden. Su muerte te ha centrado, te ha hecho ver que sigues llevando esa corona. ¿Si o no?

—¿Qué le has hecho...? —Murmuró Novara dejando caer los brazos a su lado. Sus oídos ya no prestaban atención a Hedas. Le importaba una mierda si él y Dullahan habían esperado a que algo así sucediera para que ella despertase y viera quien era.

Bajo la cascada se encontraba Arterys, Darak. Su amigo. Sin camisa, con los pantalones y las botas caladas. Su cuerpo estaba erguido bajo el agua torrencial que caía sobre él y tenia los brazos alzados adoptando la posición de una cruz. ¿Allí había estado todo ese tiempo?

El agua le estaba arrancando la piel. ¿Pero cuantos días llevaba allí parado? Su piel estaba roja y llena de quemaduras producidas por el sol. Su cabeza echada hacia delante totalmente empapada. Un escarmiento por lo que había pasado.

—¿No es un castigo original? —Se burló Hedas con una sonrisa para cruzarse de brazos observando al chico. —Creo que ambos habéis aprendido cual es vuestro lugar y lo que significáis para el campamento. De una forma terrible, por supuesto...Pero al menos habéis aprendido la lección.

—Eres un monstruo, Hedas Meradiel, siempre lo has sido. —Novara clavó sus ojos plateados en los del hombre, deseando matarlo. Solo había un pensamiento en su mente, rajarle la garganta de lado a lado por todo lo que le había hecho a Arterys durante todos esos años—. ¿Sabes? Te llevarías bien con mi padre, lord Cadogan y tú tenéis más en común de lo que crees. Creo que entre bestias os entendéis.

Y fue en ese instante, en el que algo cambió en los ojos del hombre. Aquellas perlas oscuras la miraron como si hubiera mencionado algo que le hubiera tocado algo en lo más profundo de su ser. Pero aquella duda, aquel sentimiento que Novara no supo reconocer, se esfumo ante una mirada cargada de hielo.

—Entonces debe ser cosa de familia. —Y con ello se retiró de su lado.

Novara no hizo caso a las palabras de Hedas, solo corrió una vez que él se apartó de su camino. No se lo pensó dos veces. Saltó las piedras, se tropezó con ellas, las manos manchadas de barro al igual que sus botas y sus rodillas avanzaron sin mirar atrás. Sus músculos gritaron bajo su piel rogándole por que no hiciera más esfuerzos de los necesarios, pues aún estaban resentidos por lo sucedido.

Solo siguió corriendo, sin prestar atención alguna a lo que su propio cuerpo le exigía. Saltó por las piedras, se resbaló con ellas, pero también se aferró con fiereza a las que no estaban tan mojadas. Escaló el desnivel y sin pensar en la cascada se lanzó contra ella.

Su cuerpo chocó contra Arterys que aun mantenía los brazos en alto, en un castigo autoimpuesto por la reciente pérdida de Zelik, de ella...Hedas no había sido quien le había ordenado ese castigo, se lo había sugerido. Había dejado que él se hiciera eso.

Las manos temblorosas de Novara acariciaron los brazos y los músculos heridos de Arty y no pudo dejar de observar sus cicatrices recientes, los cortes, los moratones, todos y cada uno de ellos por ella. Sus dedos se deslizaron hasta su cuello y agarraron su rostro para que él alzara la cabeza para mirarla.

Necesitaba verla y ella necesitaba verle él. Su corazón latía desbocado ahora que lo tenía frente ella, necesitaba que aquellos ojos la volvieran a mirar y así poder recuperar ese aliento que no había tenido desde su llegada al campamento.

—Arty...

El chico parpadeó bajo el agua alzando la cabeza completamente aturdido, sin saber exactamente dónde estaba o cuanto tiempo había pasado. Sus ojos magenta la vieron con una necesidad y un dolor que Novara sintió que su propio corazón se había encogido al instante.

—¿Eres tú...? ¿Vanora...?

—Soy yo, soy yo. Estoy aquí Arty. —La chica alzó más su rostro y lo ayudó a salir de la cascada para ver al chico a los ojos. —Estoy aquí...

No creyó que fuera posible, nunca se le pasó por la cabeza la posibilidad de que aquella situación pudiera darse, pero así fue. Los brazos de Arterys se movieron con velocidad rodeándola, aferrándose a su cintura mientras su frente descansaba contra el hombro de la chica, temblando.

Sus manos también temblorosas lo abrazaron de vuelta, enredando una de sus manos en su cabello negro, acariciándolo. Su cuerpo estaba mojado, helado y seguramente padeciendo de hipotermia, pero ella lo abrazó con más fuerza y sintió como si el fuego de su interior hiciera de ella una estufa para calentarlo un poco más.

—Pensaba que te había perdido a ti también...Pensaba que estabas muerta Vanora, pensaba...—El chico separó ligeramente su frente del hombro de ella para verla a los ojos con aquel sentimiento que hacía latir su corazón. —Pensaba que estabas muerta...

—No lo estoy, mírame. Darak, estoy aquí. Contigo. —Los ojos de Vanora brillaron con el mismo sentimiento que los de Arterys y el chico asintió respirando hondo aun cuando todo su cuerpo temblaba. —Solo haz eso.

—¿El que...?

—Mírame, Darak. Solo mírame.

Y en aquel momento en el que los ojos de ambos se encontraron por primera vez la sinceridad brillaba entre ambos y los sentimientos que durante tanto tiempo habían estado entre ambos, ahora brillaban con más y más claridad. Solo necesitaban verse, sentirse al lado del otro para que todo estuviera bien. Un amor que había crecido en el lugar más inhóspito de Alstaen. Un romance que había nacido en las sombras y solo podía florecer en la luz.

—Vanora...

—Estoy aquí. —Las manos de la chica acariciaron sus mejillas, el corte que él tenía en su pómulo al igual que ella. El Corte que los unía. —Estamos aquí.

Los ojos de la chica bailaron por su rostro ante la mirada del chico que parecía que le habían robado el aliento y Vanora se permitió por primera vez ver aquellos ojos que la habían cautivado desde el primer día en el que los había visto. Los disfrutó; disfrutó de su brillo, de su fuerza y de su poder.

Acarició su cuello bajando por su torso empapado, sintiendo bajo sus dedos la piel mojada del chico, la respiración acelerada que Arterys era incapaz de controlar y sus ojos viajaron hacia aquellos labios que nunca se había permitido mirar. Porqué sabía, muy conscientemente, que, si tan solo se permitía mirarlos, los desearía como en cada uno de sus sueños. Y ahora que casi lo había perdido no podía pensar en la posibilidad de que, si ella moría, de que si él sufría aquel terrible destino jamás iba a poder hacerlo.

No quería eso, no quería aquel destino para ellos.

Las manos del chico se apretaron con más fuerza contra las caderas de Vanora sin saber muy bien a que se debía su silencio y su rigidez, pero Vanora simplemente se dejó caer en sus deseos. Si iban a morir pronto o no, era cosa del destino, era elección de sus dioses los Ementals. Pero hasta entonces, ella disfrutaría de él hasta su último aliento.

Vanora se lanzó contra el cuerpo del chico que aun aturdido la recibió como una ola inesperada. Las manos de ella se aferraron a su cuello al tiempo que sus labios se estrellaban con fuerza contra los de él y el gruñido que salió de la garganta del muchacho les indicó a ambos que era algo que los dos habían estado deseando. Juntos tropezaron contra las piedras y cayeron contra la cascada en la que su beso se fundió con más fuerza. Con más necesidad.

Cobijados por la cascada, los brazos de Arterys la rodearon con más fuerza, cargados de una necesidad abrumadora. Y por primera vez, Vanora supo que estaba dispuesta a perderse en aquellos brazos, en aquel beso y en lo que viniera después de aquello. Que lo deseaba, que lo amaba, aunque aquella palabra le siguiera aterrando tanto. Ahora tenía la certeza de que su corazón siempre le había pertenecido a él y sonrió contra los labios del chico al saber que, al fin, el corazón de Arterys también le había pertenecido a ella durante aquel tiempo y hasta ahora.

Al fin y después de su viaje, entre el fuego y las tormentas, en los días y las noches, se habían encontrado.

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