"P" geminifourth

By g4utopia

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Gemini está en la cárcel, Fourth es su nuevo compañero de celda. adaptación, todos los derechos a @romadamned. More

Prólogo.
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29. FINAL

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By g4utopia


Fourth estaba sonriendo. La aspereza del filtro de su cigarrillo acariciaba el borde de sus labios mientras le daba una profunda calada. A poca distancia Gemini reclamaba y gruñía fastidiado porque su viejo y decadente saco de boxeo finalmente había terminado por romperse del todo.

—Seguro ahora usará tu culo para practicar —se burló Noah ganándose una risita baja en respuesta.

Mark intentaba tranquilizar a Gemini. Explicarle que había dos sacos más de boxeo y que podía seguir usando otro. Sin embargo, no. Su dueño parecía tener una pequeña ligadura emocional a ese bulto de cuero azul y arena que se encontraba en el suelo.

—¡No quiero otro! —gritó encolerizado.

Fourth rodó los ojos y botó el humo por la boca. Gemini era alguien bastante caprichoso y cuando su poca paciencia se sumaba, el resultado no era muy agradable.

—¿Qué le pasó al cavernícola de tu novio? —preguntó Ford llegando al lado de Fourth.

Tenía un pómulo hinchado y teñido de matices rojizos. Fourth frunció el ceño y recordó la escena del desayuno donde Ford se peleó con uno de los chicos de la mesa por una estupidez.

Sí, estupidez. Ya que definitivamente no era algo muy importante quien tuviera el cabello más rubio y, sin embargo, Ford había reaccionado bastante mal cuando el otro chico le dijo que solamente era "un mal teñido". Un espectáculo digno para comenzar el día. Con Gemini celebrando la "pelea de gatas" como lo había gritado a todo pulmón y con Mark vitoreando a Ford, "rubia loca, te amo."

—Rompió su saco de boxeo —respondió Fourth con voz traviesa—. Y ahora está como yegua en celo.

—Hombres —se burló el rubio tomando el cigarrillo de los labios de Fourth.

El castaño se encontraba sentado en aquella banca donde siempre se sentaban para ver a los chicos entrenar. Si aquello fuera una mala comedia norteamericana, serían algo así como las porristas, pero Fourth no tenía pompones ni falda, solamente un desgastado chándal y una camiseta dos tallas más grandes que tenía el aroma de Gemini. Tampoco animaba, ni siquiera le dirigía la palabra y aun así, a Gemini parecía gustarle verlo ahí. No lo decía, pero Fourth podía ver atisbos de sonrisas en el rostro de su dueño cada vez que él aparecía por la puerta para quedarse horas sentado, sin hacer nada más que fumar y ver a Gemini lanzar golpes.

—Oye Fou, ¿cómo está Jack?

—Mejor. En unos días saldrá de la unidad médica.

—Genial.

Nadie dijo nada más al respecto. No querían recordar el suceso del día anterior cuando Jack fue pillado en las regaderas, abusado y golpeado. Era el único del grupo que no tenía a alguien que velara por su seguridad y lo marcara como propio, dando la oportunidad a los abusivos para hacer y deshacer con él.

—Mira quién viene. —Señaló Noah a la entrada. Javier se encontraba ahí, con sus ojos de cachorro en busca de Gemini—. ¿Todavía piensa que Gemini lo protege?

Fourth se encogió de hombros. Como Gemini lo había defendido una vez, y debido a que el chico prácticamente vivía pisándole los talones, al parecer se había generado un pensamiento colectivo de que el chico era un protegido del emperador.

Preferiría que no fuera gracias a Gemini que el trasero de Javier estuviese a salvo, pero tampoco iba a desmentir tales rumores... Su conciencia no lo dejaría dormir si llegaba a hacerlo. Quizá estaba siendo tramoyista, fingiendo actuar por el bien de alguien más cuando lo único que quería era no sentir culpa. No le importaba.

Vio al chico caminar hasta Gemini y para su grata sorpresa, su dueño lo miró en el acto. Gemini pasó saliva y le dio un sorbo a una botella de agua que reposaba en el suelo; Fourth tuvo que apretar los labios para que estos no se curvaran en una sonrisita triunfal. En su lugar, sacó el cigarrillo de sus labios y sin quitar la vista de Gemini, llevó su dedo corazón a su boca. Lo introdujo en sus rosados y tiernos labios de manera mundana; succionando con mejillas ahuecadas. Un pequeño recordatorio de lo ocurrido.

—Golfa —se burló Ford en un chillido susurrante golpeando el hombro de Fourth—. Alguien va a azotar tu culo esta noche.

Los orbes de Gemini se incendiaron y su garganta se cerró, impidiendo el paso del agua y provocándole un ataque de tos muy poco disimulado. Fourth sacó el dedo de su boca, completamente ensalivado, y guiñó un ojo al emperador que respiraba lenta y pastosamente; limpiando su barbilla mojada.

Oh sí, Fourth sabía cómo jugar.

Gemini alzó una mano y con un gesto de desdén le dijo a Javier que se alejara. El chico intentó protestar, pero el emperador susurró a su oído. Fourth vio como Javier perdía todo rastro de color y asentía con una inclinación de cabeza antes de desaparecer por la puerta.

Un látigo de libido corpóreo y picante recorrió la espina dorsal de Fourth y se alojó en su ingle cuando Gemini, con una sonrisa indecente, gesticuló con la cabeza que iría al camerino. Quería que lo siguiera, Fourth estaba seguro.

Volteó su rostro para ocultar el azoramiento de sus mejillas. Su labio inferior entre sus dientes y una sonrisita suave. Un claro signo de que comenzaba a perder la cordura.

—Mañana es navidad. ¿Aquí lo celebran o algo? —preguntó Noah con un dejo de emoción en su voz.

—Yo dejo que Mark me rellene como pavo, ¿eso cuenta?

—¡Que puto asco! —chilló Noah.

Fourth tapó su rostro, ahogando una carcajada. No quería escuchar más al respecto, ya sabía demasiado de la vida sexual de Ford, por lo que simplemente se colocó de pie e ignorando los chiflidos y palabras obscenas de sus amigos caminó hasta el camerino de Gemini.

No tocó la puerta, simplemente se asomó, con sus ojos opacos de deseo ante las firmes y varoniles curvas que se presentaban frente a él.

Gemini le dio una corta mirada antes de comenzar a pasar un paño húmedo por su abdomen, por las curvas de sus marcados oblicuos. Sonreía, mostrando sus hoyuelos.

—Corderito obediente.

Fourth se colocó tras Gemini. Llevó sus dedos a la ancha y fibrosa espalda de su dueño, las yemas de estos parecían derretirse al mismo tiempo que comenzó a acariciar largos trazos de piel. Eran caricias suaves y delicadas; jamás podría tocar de otra forma a Gemini.

Besó una marca de piel que resaltaba sobre una escápula de Gemini. Una línea gruesa y que Fourth estaba seguro, guardaba una leyenda.

—Tus cicatrices.

—¿Sí? —Tiró su cabeza hacia atrás. Fourth ronroneó, colocándose de puntitas y tirando del lóbulo de la oreja de Gemini con los dientes. —Las he besado. Todas, mi dueño —susurró.

Deslizó sus manos por la cintura de Gemini, arrebatándole el paño húmedo para adjudicarse la deliciosa tarea de limpiar el sudor del cuerpo de su dueño. En sus oídos se escuchaba la respiración lenta y apacible de Gemini; contrarrestando con los latidos de su corazón frenético.

Gemini siseó y dejó caer las manos a sus costados.

—Tendré muchas más con los años.

—Sí. Lo sé.

—No siempre serán lindas. No siempre querrás besarlas.

—Pero lo seguiré haciendo. —Gemini colocó una mano sobre las de Fourth. Su risita ronca era un imán para Fourth—. Siempre.

—Pequeño masoca. — Fourth frotó la punta de su nariz en la espalda de Gemini, dando pequeñas y suaves mordidas en su piel. Gemini se volteó, con sus callosas manos vendadas acunando los pómulos filosos de Fourth, deslizando sus pulgares por la aterciopelada piel del más bajo. Era de esos momentos espontáneos que Gemini nunca ofrecía y que Fourth no buscaba, pero que simplemente ocurrían—. Hay tantas cosas buenas en ti, corderito mamón. Siento que podría simplemente sentarme y pasar toda una maldita vida viéndote.

—Gemini... estás siendo muy cursi. —Sonrió, feliz. Dolorosamente feliz, con una chispa en la mirada y un rubor en sus mejillas.

—Completamente maricón. Lo sé. —Gemini dejó salir un suspiro y pegó sus labios a la frente de Fourth—. Si alguien se entera de esto, azotaré tu culo.

—Deberías comenzar a buscar nuevos castigos.

—Debería, sí, pero no hay nada como darte de nalgadas mientras me ruegas. —El castaño se presionó contra el cuerpo de Gemini. Perezoso y consentido, buscando más de aquellos mimos que Gemini lentamente había aprendido a entregarle. Mimos que Fourth jamás supo que quería hasta que se enamoró de Gemini—. Corderito. Mi corderito.

—Tuyo.

—Sí. Tan mío... Solo mío.

Respiraron quedamente en el otro. Con el lento pasar de los segundos acoplándose al latido de sus corazones. Fourth se apartó de Gemini y buscó adosar sus labios en un beso tibio y cuidadoso, que era escaso dentro de la pasión bestial con la que deseaban todo el tiempo.

Gemini correspondió, paseando su lengua por la cavidad bucal de Fourth. Saboreó el tabaco y la espesa saliva del más bajo, quien gimoteaba de placer por las caricias que Gemini le daba al recorrer sus apetitosas curvas.

—Te quiero. Te quiero, Gemini —susurró perezoso. Embriagado en el dulce licor de sus sentimientos.

—Solo esas dos palabras, Fourth.

—¿Hm? —Gemini besó sus labios, sus parpados y su frente.

—Cuando ellos... —Tomó una mano de Fourth y la colocó sobre su pecho—. Cuando mis demonios quieran lastimarte. Solo dime esas dos palabras.

—No van a lastimarme.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque son parte de ti, al igual que yo —Gemini iba a responder, pero Fourth colocó un dedo índice sobre sus labios, torciendo una sonrisa traviesa y seductora—. Sí. Soy un corderito mamón.

...

Gemini se encontraba en la celda de Norman. Fumaba un cigarrillo, algo poco usual en él. Observó a Mark, quien se encontraba trabajando un nuevo tatuaje sobre la piel de Norman. El aroma de la sangre se sentía en el aire, era algo habitual en North Collan.

—Norman —preguntó con cierta comezón en su vientre—. Tú estás casado, ¿verdad?

Mark detuvo su trabajo y apagó la máquina. Volteó su rostro en dirección a Gemini, una ceja perfectamente arqueada.

—Sí. Desde hace diez años... Una mujer increíble.

—Ya. Uhm... Tú, bueno... —Carraspeó. Una nueva calada a su cigarrillo, sin mirar a Mark y su maldita sonrisa burlona—. ¿Cómo se hace esa cosa del nacimiento?

—¿Nacimiento?

Norman y Mark se miraron, completamente confundidos por las palabras de Gemini. El moreno comenzó a pasar un algodón con desinfectante por la piel de Norman, quien arrugó el entrecejo, pero no se quejó.

—Sí... eso, nacemos un día y cada año... se hace una cosa.

—¿Estás hablando de celebrar un cumpleaños?

—Puto cavernícola —se mofó con una sonrisa en los labios Mark.

—¡Bueno, venga! ¿Qué voy a saber yo de gilipolleces amariconadas?

—Gemini... Los cumpleaños son de conocimiento general. Todos sabemos lo que es un cumpleaños.

Las palabras de Norman fueron como un golpe directo al vientre de Gemini. No, no todos lo sabían.

—Bien. Supongo que me hace el único pedazo de mierda que nunca supo que tenía cumpleaños hasta que fue internado en una academia.

Mark borró todo rastro de diversión en su rostro. Abrió la boca para hablar, pero Gemini ya estaba demasiado molesto. Apagó el cigarrillo contra el suelo y salió de la celda de Norman con la irritación punzando en sus sienes.

Aún lo recordaba. Cuando su padre lo ingresó en el internado para hijos de militares... Él no sabía lo que era celebrar un cumpleaños. Su madre jamás le había dicho que tenía uno.

Una mujer deprimida, sumida en fármacos y drogas que vivía contando cuentos de hadas. ¿Qué podría saber ella de los cumpleaños? Los cuentos jamás tenían cumpleaños. Solo hablaban de príncipes, castillos y dragones.

Se enteró por su maestro de deportes un día cualquiera. Era un hombre seco y hosco que vio su ficha médica y palmeó su hombro. Las palabras salieron simples de su boca sin saber que era la primera vez que Gemini las oía.

"Feliz cumpleaños atrasado, Norawit"

Gemini, un pequeño niño que no comprendía a que se refería lo miró directamente a los ojos.

"¿Qué es un cumpleaños y por qué es feliz?"

Tan pequeño, tan infantil e inocente. Sus ojitos brillaron cuando su profesor le explicó a qué se debían aquellas felicitaciones. Gemini le creyó cuando le dijo que su nacimiento era algo que debía ser celebrado cada año. Que era importante...

Fue por eso que cuando vio a su padre, tres días después, le contó al respecto. Le dijo con orgullo que había estado de cumpleaños. Pensó que su padre también palmearía su hombro, que le diría las mismas palabras que su profesor. No fue eso lo que obtuvo...

"¿Tu cumpleaños? ¿Realmente quieres que celebre el día que una prostituta trajo al mundo a un bastardo que no quería?"

Y Gemini jamás volvió a hablar de aquel día.

Llegó a la celda. Fourth no se encontraba en ella.

No le molestaba su mierda de vida. Estaba resignado de buena gana a ella, pero ahora se había convertido en un pequeño inconveniente el haber sido criado como si fuese una piedra en un zapato.

No sabía nada. No sabía de cumpleaños, de citas... No sabía de navidades ni de noviazgos. No sabía vivir. Geminu creció sin saber lo que era dar algo que no fuese dolor o muerte.

Sus manos picaron y un vértigo lo hizo apoyarse en la pared. Golpeó con su nuca el duro concreto, sintiéndose impotente, una aberración fallida... ¿Cuánto tiempo podría jugar a ser humano?

Escuchó una sonrisita y vio a Fourth en el marco de la celda, despidiéndose de Ford con su mano. El castaño se quedó rígido al verlo, solo fueron unos segundos antes de que bajara la mirada y al levantarla, le diera a Gemini la única maldita cosa que estaba bien en su podrida vida.

—Es tu sonrisa.

—¿Qué?

—Nada... —Restregó su rostro y suspiró cansado.

Fourth se sentó en la cama y palmeó sus muslos, invitando sin palabras a que Gemini reposara su cabeza ahí. No sabía cómo lo hacía, pero Fourth parecía tener la solución a todo. El mayor llegó hasta él y se acomodó de costado, aferrándose con una mano a los suaves muslos de Fourth.

—Corderito.

—¿Sí? —Su voz fue un arrullo. Fourth comenzó a acariciar una mejilla de Gemini.

—Mañana es tu cumpleaños.

El silencio los consumió. Solo se escuchaban las voces ajenas a las afueras de la celda.

—S-sí. Lo es. ¿Cómo lo sabes?

—Eso no importa mucho... —Cerró sus ojos, intentando mitigar de esa forma el dolor de cabeza que lo hacía querer darse con un martillo en el cráneo—. No voy a celebrártelo, Fourth.

—¿Uh? B-bien, supongo. No estaba esperando algo.

—No sé cómo hacerlo —suspiró, sintiéndose derrotado—. No tengo idea de qué se hace en los cumpleaños... Una vez creo que lo celebré, no estoy seguro. Me ascendieron a teniente y nos embriagamos toda la noche. Terminé en un trio...

—Oh.

—No quiero embriagarte por tu cumpleaños y tener un trio... Ugh. A- acaso tú... ¿Quieres tener un trio? —Se irguió para mirar a Fourth. Sus ojos, grandes y expresivos, lucían casi amedrentados.

—No. No quiero tener un trio, eres muy amable por preguntar — respondió con fingida molestia. Su sonrisa picaresca lo delataba

—Bien. —Gemini salió de la cama y comenzó a caminar por la celda, sintiendo una lacerante ansiedad. Sintiéndose estúpido—. Seguro el Satang Kiphob o como se llame te celebraba enormes fiestas.

—Satang Kittiphob, Gemini. Sí, Satang es un amigo muy dedicado y siempre se juntaba con mi madre para organizar algo por mi cumpleaños.

—Lo que sea. No pienso quebrarme la cabeza por una mariconada. Es solo un maldito día. —Fourth tenía su labio inferior entre los dientes. Cepillaba sus dedos entre ellos y miraba con la cabeza gacha a Gemini. Sus pestañas se batían flojamente en cada parpadeo—. ¡No me mires así, guarra!

—Gem...

—Es solo un maldito día —repitió, intentando convencerse a sí mismo—. ¡¿Y cómo cojones se te ocurre nacer en navidad?! ¿Qué eres? ¿Jesús o alguna mierda así?

Fourth se colocó de pie y cerró la puerta de la celda. No quería ojos indiscretos en ese momento. Su dueño tenía el rostro tenso y una vena sobresalía de su sien, algo que solo ocurría cuando estaba muy frustrado.

—Gemini...

—¡¿Sabes lo increíblemente jodido que es eso?! Ahora resulta que me estoy follando a la puta reencarnación del maricón crucificado.

—Gemini, yo no...

—¡Y ni siquiera me lo habías dicho! ¿Es así como funciona esta mierda del noviazgo? ¿Tengo que enterarme de estas mariconerías por una puta ficha? —Vio a Fourth negar con la cabeza y soltar un suspiro. Iba a reclamar cuando el más bajo caminó hasta él y de un momento a otro cayó de rodillas al suelo—. ¿Corderito?

—Voy a mamártela.

—Oh. —Y Gemini sintió su garganta secarse de golpe.

Por alguna razón no lograba recordar bien porque se había enojado. En ese momento lo único ocupando su mente era la lasciva y obscena imagen de Fourth arrodillado frente a él, relamiéndose los labios y dejándolos mojados. El chico de ojos añil levantó la mirada al mismo tiempo que comenzaba a jugar con el borde del pantalón de Gemini, atrapando la tela con sus dientes y tirando de ella como un cachorro juguetón.

Inconscientemente enterró sus dedos en la desordenada cabellera castaña de Fourth. Sentía la respiración caliente y húmeda de este sobre su piel, despertando su crasa hombría.

—Mira que hacerme callar así, bastardo inteligente. ¿Tenías ganas de chupármela, corderito coqueto? —Fourth asintió. Sus apetitosos labios dejaron un camino de besos bajo el ombligo de Gemini—. ¿Quieres que folle tu boca?

—Sí. Quiero, lo quiero mucho. —Jadeó, su boca aguándose ante las notas saladas que dejaba la piel de Gemini en sus labios. Crispó sus dedos en el chándal de Gemini y lentamente, deleitándose con la tensión de los muslos de este, le bajó el pantalón hasta los tobillos.

Gemini tiró su cabeza hacia atrás. Las manos de Fourth, pequeñas y suaves, se sentían como el roce de una pluma sobre su piel. Un morbo que jamás había sentido con nadie, el deseo de sodomizar al chico que se encontraba de rodillas frente a él, dejando besos y lametones.

—Métela en tu boca, ahora —demandó. Voz ronca y pastosa. Fourth tomó la erección de Gemini, sus dedos envolviéndola mientras acercaba sus mojados labios para besar toda su generosa longitud—. Dije, métela en tu boca. Guarra desobediente.

—S-sí, tan bueno. Mi dueño.

Fourth abrió su pequeña y tibia boca, dejando la punta de su lengua pegada a su labio inferior. Apenas colocó la erección de Gemini en su boca cerró los ojos, dejándose follar de una cruda y rápida penetración. Gimió, con una ligera respiración saliendo por sus fosas nasales y la parte posterior de su garganta cosquilleando al sentir la hombría de Gemini golpear en ella.

—Mírame. Quiero que me mires.

El tono de voz de Gemini era delicioso. Lento y demandante, envolviéndose en libídine. Se impulsó con sus talones, aplanados en el piso frío, para volver a arremeter en esos rojitos y suaves labios.

Fourth obedeció, manso ante las palabras de su dueño, tomando todo lo que Gemini metía en su boca. Sus orbes cafés estaban brillosos por los primeros atisbos de lágrimas; hundido en el placer de la sumisión. Un leve dolor por las grandes manos de Gemini aferrándose a su cabello, sus brazos caídos a sus costados, sin fuerza alguna para moverse. Su cabeza en un dulce vaivén agreste que adormecía su razón.

—No hay nada como follar tu boca, corderito coqueto. Esa carita de puta que me pones. —Fourth ahuecó sus mejillas y apretó sus labios alrededor de la hombría de Gemini, forzando una fricción estrecha—. Mierda...

Pequeños trazos de saliva corrían por las comisuras de la boca de Fourth. Todo su cuerpo temblando en espasmos de placer al mismo tiempo que sus mejillas se afiebraban; teñidas de carmín.

Drogado con la mirada de Gemini sobre él, deslizó una mano sobre su propia erección. Comenzó a acariciarse lánguidamente, con sus caderas serpenteando por inercia en busca de más contacto. Sintió a Gemini tensarse, aumentar el ritmo de las penetraciones en su abusada boca.

—Gatita en celo, vas a tragarlo todo. —Suspiró en un jadeo excitado. Fourth intentó asentir, pero se sentía demasiado extenuado para hacerlo. Tratando dificultosamente de respirar, cepilló con sus dientes la tensa y caliente piel de la erección de su dueño. Gemini gruñó y se impulsó por última vez; corriéndose en caliente al interior de la boca de Fourth—. Córrete, amor. —Fourth, tragando toda la esencia de Gemini, había dejado de tocarse a sí mismo. Quiso sisear con la cabeza, pero un apretón en sus cabellos se lo impidió—. He dicho, córrete. Hazlo para mí.

Fourth tembló. Una corriente de calor arremolinándose en su vientre. Dejó de tragar, sin sacar el miembro de Gemini de su boca, y retomó su masturbación. Gemini presionaba la cabeza de Fourth a su entrepierna. Fourth se removió, trémulo por el orgasmo que se acentuaba bestialmente en su erección. Su dedo pulgar jugando en la punta de su pene, el aroma del sudor de Gemini impidiéndole pensar con claridad. No pudo aguantar más. Gimoteó un llanto lastimero y contrajo su vientre cuando finalmente estalló en un delicioso orgasmo.

Se separó de Gemini y con el dorso de su mano limpió sus labios. El emperador se agachó y volvió a colocarse su pantalón de chándal. El hijo de puta sonreía socarrón, luciendo satisfecho y complacido.

—Boquita de muñeca y carita de puta. ¿Cómo podría alguien no caer por ti? —Se agachó y tomó el mentón de Fourth, presionando un beso sobre los hinchados y afiebrados labios del castaño—. Eres precioso.

Fourth pestañeó, debilitado.

—Te quiero —Susurró con voz gastada.

—Coqueto. —Sonrió en respuesta—. Mi hermoso Fourth, solo mío.

...


En una sala de visitas particular, sin la molesta separación del vidrio blindado, Mark se encontraba frente a Reynolds. Su mecenas lucía serio y acongojado; apenas había hablado desde que se saludaron.

Mark decidió no preguntar qué ocurría, simplemente esperaría a que su mecenas decidiera hablar, así que limitó sus acciones a beber una lata de cerveza y mirar el techo.

Tenía que volver pronto, ayudar a Gemini con una mierda de sorpresa para Fourth o algo así; no le había entendido mucho cuando Gemini se lo dijo.

Ah, y la rubia. También tenía que ver a Ford y comprobar que estuviera bien después de la visita que en ese mismo instante su padre le estaba haciendo. Ford siempre quedaba afectado cuando ese hombre iba a visitarlo. Mark no lo entendía, puesto que nunca tuvo padre, sin embargo, eso no le impedía cuidar de su alocado rubio cuando este se encontraba mal por alguna pelea con su padre.

—¿Sabes, Mark? —soltó Reynolds de la nada—. La primera vez que te vi pelear, sentí algo... Algo que no sentía desde que había comenzado a boxear, tantos años atrás. —Tanteó en un bolsillo de su chaqueta por cigarrillos—. Lucías tan elegante y confiado arriba del ring. Como si supieras exactamente de qué manera destruirías a tu oponente.

—... ¿Qué demonios ocurre contigo, hoy? Esta mierda cursi no es normal.

Reynolds se carcajeó por la mirada de pánico de Mark.

—Y luego, resultó que no solo eres un buen peleador, sino una maldita buena persona.

—Venga, Reynolds...

—Me hubiera gustado tener un hijo como tú, Mark. —Sonrió melancólico—. Quizá las cosas hubieran sido distintas.

El moreno bajó la mirada. Sí, quizá para él también hubiera sido bueno tener un padre, alguien que lo alejara de la mierda en la que se metió a tan temprana edad.

—Hubiéramos sido un par especial —bromeó el príncipe—. Puedo imaginarlo y todo. —Volvieron a callarse, compartiendo el cigarrillo de Reynolds; con las cenizas esparcidas en el suelo—. Pero no lo somos...

La sentencia de Mark hizo a Reynolds sonreír.

—No, no lo somos... Tú solo eres mi peleador. El bastardo al que mantengo en este hoyo a cambio de victorias en el cuadrilátero. — Reynolds se colocó de pie y abrió su chaqueta, sacando un sobre de esta—. Pero estamos juntos en esto.

—¿Qué es eso?

—Ahora es cuando todo termina, hijo.

Le extendió el sobre a Mark, quien lo recibió con recelo. La mirada mortificada de Reynolds no vaticinaba nada bueno.

Tomó el sobre y lo rasgó, sacando un papel doblado de su interior. Sus ojos miel se abrieron desmesuradamente y sus manos comenzaron a temblar.

—Al menos no envejeceré en prisión.

...

Era navidad. Era la jodida navidad y Fourth sentía molestosas mariposas asentándose en su vientre. Gemini actuaba extraño y misterioso desde que se habían levantado... No había ido a desayunar al comedor y tampoco a entrenar.

Pero Fourth lo había visto a la distancia. Sí. Lo había visto cargando una pequeña caja... No hubiera sido extraño de no ser porque Gemini se dio cuenta y al cruzar miradas con Fourth, todo su rostro se colocó de un intenso bermellón.

Y ahora se encontraba en el patio. Matando el tiempo porque Gemini le había prohibido terminantemente entrar a la celda de ambos. Fourth, al pensar en un castigo, estuvo seducido a desobedecer.

Noah se encontraba a su lado, coqueteando con José sin vergüenza alguna. Fourth bufó y al girar el rostro vio la delicada figura de Ford a la distancia.

Se colocó de pie, corriendo hasta su amigo.

—¿Ford? Dios, ¡¿qué le pasó a tu cara?! —Fourth llevó sus manos hasta la golpeada e hinchada cara del rubio.

Los ojos rojos e hinchados de Ford indicaban que había estado llorando. Fourth miró a Noah, quien había llegado a ellos en ese instante. Noah se encogió de hombros sin tener mayor idea de lo que ocurría.

—Es-está bien, Fou.

—¡¿Cómo va a estar bien?! Estás todo golpeado, Jesús. ¿Quién demonios te hizo esto? —La sonrisita débil de Ford hizo que los propios índigos de Fourth se aguaran—. Fordcito. ¿Qué pasó?

El rubio tomó las manos de Fourth entre las suyas y soltó un suspiro.

—Yo... Joder. —Ford bajó la mirada. Suaves hipidos salían de su boca. Intentaba retenerlos pero era más fuerte que él, no podía reprimirse en aquel momento—. Amo a Mark.

—¿Qué?

—¡¿Él te hizo esto?! —preguntó Noah molesto.

Fourth comenzó a sentir la irritación palpitando en su pecho.

—Es... Es un maldito idiota. Y siempre está jodiéndola... —Soltó una risita mientras hipaba. Volvió sus orbes celestes hacia Fourth—. Pero puedo jurar que es mío. Es mi maldita alma gemela, Fou.

—Ford...

—Mi padre... Él pensó que ya era hora de sacarme de aquí. —Fourth sintió que todo el suelo se tambaleaba. Perdió el equilibrio y se sujetó de Noah—. Falsificó mi petición de libertad co-condicional y sobornó para que fuese aceptada.

—Mierda... No sé qué decir. Esto...D-dime que no es v-verdad. —Las palabras de Fourth salían como balbuceos torpes. No sabía qué hacer, estaba tan perdido—. P-puedes hablar con Mark, ¿no? Reynolds. Él puede... Gemini.

Ford se tensó ante el nombre de su moreno. Sacudió su cabeza en negación.

—N-no quiere.

—¿Qué?

—No me quiere... no me quiere aquí.

—Eso es... es imposible —susurró Noah. Fourth no se había percatado, pero sus ojos se encontraban aguados y sus mejillas húmedas—. Mierda, Fordcito. No le hagas caso, seguramente está dolido... Es porque va a extrañarte, pero sabes que te quiere. Solo, no... Debes hablar con él, debes intentarlo.

—Ford —susurró Fourth. Su voz ya no sonaba vacilante—. ¿Qué ocurrió? —Y hablaba del motivo por el cual Mark había decidido dejarlo marchar.

—Él... Mark. Él... —no continuó. No pudo—. No puedo decirles.

Ford se desplomó ahí, tiritando y lamentándose. Lágrimas mezcladas con sangre fresca sobre su bonito rostro cubierto en cardenales. Fourth sabía que había algo más, sabía que el moreno no dejaría ir a Ford así nada más.

Quiso apartarse del rubio y correr a los brazos de Gemini. Esconderse del dolor en la implacable armadura en la que su dueño lo resguardaba del mundo.

—¿Volverás?

El rubio sonrió a Noah.

—Ni siquiera sé si seguiré viviendo. ¿No lo ven? Estoy completamente jodido por ese imbécil.

Fourth tragaba cada palabra que amenazaba por salir de su boca. Ahogaba cada sentimiento en su pecho. No quería que Ford se fuera, no quería perderlo... Ford era parte de su vida en North Collan. Y no podía pedirle que no se fuera...

Negó con la cabeza y dio media vuelta. No pensaba despedirse, como el cobarde que era, huyó. Los gritos de Ford tronaron en sus oídos y vanamente cubrió sus orejas con ambas manos. Su labio inferior temblaba.

Era su cumpleaños y su regalo había sido perder a su amigo.

Un paso, luego otro... Desmoronándose un poco más a cada segundo. Respirando aun cuando no quería hacerlo. Llegó hasta aquella celda y se paró en el umbral de la puerta, con ojos lagrimosos inspeccionando al hombre que se encontraba sentado en el suelo.

Apoyado sobre la pared. Una jeringa en su mano y la expresión de la muerte reflejada en su mirada. Fourth había ido en busca de Mark, pero no lo encontró. Solo un aparente cadáver que aún respiraba y cuyo corazón aún latía.

—M-me quitaste a Ford —reprochó—. No lo detuviste... No... Tú, no.

—¿A quién le hablas? —respondió el peleador, sin reparar en el cuerpo de Fourth, como un hombre ciego.

—¿Mark?

—Mark... Él, él está muerto —ironizó. Bajó la mirada a su mano, moviendo sus dedos alrededor de la jeringa utilizada en su propio cuerpo. La droga haciendo efecto en su sistema—. La parte fea del amor siempre termina matando a las personas.

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