LA SACERDOTISA

By Joss_Books27

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En una sociedad futurista cada nacimiento es una prioridad cuando nace una niña con la marca Lunar son arreba... More

CAPITULO: 1
CAPITULO: 2
CAPITULO: 3
CAPITULO: 5
CAPITULO: 6
CAPITULO: 7
CAPITULO: 8
CAPITULO: 9
CAPITULO: 10
CAPÍTULO: 11
CAPÍTULO: 12
CAPÍTULO: 13

CAPITULO: 4

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By Joss_Books27

Atlas

"La oscuridad nos lleva al cielo o infierno" Atenea.

Intento escapar de la oscuridad, de aquella sombra que me rodea y me asfixia cada segundo, pero no logro escapar ni siquiera de respirar. Mi vida estaba apunto de arrodillarse a la muerte, pero una ola de recuerdos se abalanzaron sobre mí, haciendo que resistiera a semejante oscuridad.

Escuché su voz a lo lejos llamandome, pronunciando mi nombre con tan delicada voz, sus labios me hacían recordar la primera vez que tocaron los míos y se refugiaron en ellos.

Siento la calidez y su aroma embriagador a rosas.

-Despierta, mi amor.

Desperté de golpe.

Mis mejillas estaba ardiendo, pues, mi amada esposa se atrevió a despertarme con una bofetada.

-Que tus manos benditas sean de angeles-cite.

Bolton me llevó hacia la habitación para descansar, la bofetada innecesaria de Rose aún seguía doliéndome, pero la chica lo hizo apropósito aprovechándose de mi desmayo para desquitarse por lo menos de una pequeña parte de mí. Al entrar a la habitación, miré alrededor y las cortinas estaban abiertas, ordené inmediatamente a Bolton mi hombre de confianza para que las cerrara. No me gustaba tener las cortinas abiertas, necesitaba oscuridad en mí, para sentirme cerca de lo prohibido.

-¿Quién ha abierto las cortinas?

-La sacerdotisa Pierce-acusó Inés.

Sí, claro que debió ser ella. Me senté en la cama, mientras que Inés me ayuda a quitarme la ropa ensangrentada.

El jardín sagrado se había vuelto un baño de sangre entre sacerdotisas y demonios. Aun no comprendo cómo es que llegaron a burlar nuestra seguridad, aunque las hermanas Morrison y yo pensábamos lo mismo. Un traidor entre nosotros, pero ¿quién sería?

Rose entró a la habitación.

-Abran las cortinas-ordeno.

-Usted, no ordena aquí-dice Inés molesta.

Vi la mirada furiosa de la chica

-Déjennos-digo sin mucho esfuerzo en mi voz.

Tanto Inés como Bolton se marcharon. Rose por otro lado, tenía una cara de amargura, no era precisamente lo que esperaba en este día.

-Todo es oscuridad aquí, Atlas. No me gusta.

La miré fijamente.

En oscuridad he vivido toda mi vida y no me he quejado, al contrario, la he sabido controlar.

-La oscuridad puede ser más atractiva que la luz.

Fui a darme una ducha, la tina estaba recién usada por ella, la llené de agua fría y me sumergí en ella por completo.

Cierro mis ojos e intento borrar el día de hoy, al menos hasta que llegaron los demonios a atacarnos. Diez minutos después, salí del baño y me visto de inmediato para bajar a ver a Sasha gracias a ella me encontraba sin ningún rasguño. Al descender las escaleras, vi aun lado de la sala de estar a Rose, Con los brazos cruzados mirando frente a ella a las hermanas Morrison siendo consentidas por Inés, la mujer adoraba a las sacerdotisas como a unas hijas.

-Comandante, ¿Cómo se siente? -dice Sasha.

-Bien, ¿Y tú?

-Mucho mejor, Inés me ha preparado un brebaje para mejorar.

Bolton me informó que los heridos habían sido atendidos de inmediato y que algunos demonios huyeron.

-No sé, como se burlaron el anillo de seguridad. Todo lo había preparado cuidadosamente-se molestó Sasha.

-De eso nos encargaremos luego, ambas se quedarán por esta noche. Inés preparar dos habitaciones para las sacerdotisas.
Inés sonrió.

-Por supuesto. Niñas síganme.

-Vaya, si sonríe la monja-se quejó Rose.

-¿Porque? ¿A ti no te sonríe?

Rose me miró detenidamente, y luego se marchó.

Estar viviendo en un mismo lugar, vernos todos los días sería complicado y satisfactorio al mismo tiempo.

Caminé hacia mi despacho para servirme un trago de whisky cuando Selin entro mirándome con miedo y tristeza. Corrió hacia mí, abrazándome.

-¡Atlas!-chilló.

-Esta bien, Selin. Está bien.

Selin a pesar de lo irritable y molesta que puede llegar hacer, siempre estaría a mi lado, era un maldito bastardo con ella, pero siempre volvía conmigo. Me sentía mal por ella, en ese instante.

-Cr-ei que te perdía-dice separándose de mi cuerpo.

-Cómo puedes ver...,estoy completito.

-Debemos encontrar ese puto traidor .

-Eso ya lo creo.

Me siento en mi silla giratoria de cuero negro y está frente a mi.

-Este acto no debe ni puede quedarse impugne, mis hermanas fueron heridas-me dice molesta y con rabia.

Tomé un sorbo y la miré.

-Calma, Selin, calma. Lo que ha pasado hoy no quedará impugne te lo juro-continúe-No hay que confiar en nadie que no seamos nosotros.

-¿Y que pasará con Rose?

-De ella, me encargo yo.

Selin se acercó a mi, me miró con picardía y Vi deseo en sus ojos.

Abrió mis piernas con sus agilidosas manos. Y se puso en cuclillas, sentí sus manos en mis muslos estaba desendiendo hacia arriba cuando la detuve.

-Déjame complacerte, nadie ni ella podrá darte los orgasmos que te doy...,Atlas Morgan-aseguró.

Ella no se daba por vencida.

-Aleja esas manos de mi pene, Selin, porque no entrarán aquí-digo señalando mi regazo.

Me levanté de la silla y fue lo mejor que pude hacer cuando la puerta se abrió dejando ver a Rose con una mirada fría e diferente.

-La cena está lista-anunció.

Asistí y fuimos al comedor, sentí a Rose molesta desde que salió del despacho, espero que no crea que haya pasado algo entre Selin y yo.

Como todas las cenas en casa, Selin se sentaba a mi lado, pero Sasha con la mirada la detuvo y dejó que Rose estuviese a mi lado. Inés y Bolton se sentaron luego.

-Por la mañana iremos al complejo, personalmente quisiera recibir a los nuevos novicios-digo tomando un sorbo de vino.

-Entendido, es bueno que lo vean fuerte después de esta noche-dice Sasha.

-¡También quisiera ir! -exclamó Rose.
Todos la miramos detenidamente.

-Las esposas sacerdotisas se quedan en casa-mencionó Inés.

-Tengo dieciocho años, soy joven y soy libre de tomar mis propias decisiones y lo primero que haré es ir al lugar donde debí estar-espetó.

Inés abriría la boca en cuanto me adelante a ella.

-Te quedaras en casa, hasta que las aguas se calmen. Lo que paso hoy...

-Lo que paso hoy no tiene nada que ver conmigo.

-Pero que insolente...

-Sí, si soy y que-dice mirando a Inés sonriente.

Se lo que intentas hacer, pequeña y no te lo dejare tan fácilmente.

-¿Qué harías en ese lugar? -pregunté.

-Formar parte de los novicios, no me diste la oportunidad sabrás los Dioses por qué.

-Si me permites, Atlas, no sería bien visto que la chica estuviese en la fila de los novicios estando casada. Va en contra de las escrituras de Atenea-explico Selin.

No pude evitar sonreír por aquello último.

-¡Quiero pertenecer a la Atenea!-exige.

Rose siempre ha querido pertenecer a la academia, pero cuando ingresaria le negué la entrada. Y ahora se aprovecha de nuestra alianza.

-¿Que actitud es esa, jovencita? Por los Dioses y Atenea pide disculpas a tu esposo-Ordeno Inés.

Una sonrisa burlona me dedicó Rose.

-Quiero mi lugar en Atenea, el lugar que me arrebataste.

Le miré detenidamente.

-¿Que te arrebate?

-Si, que me arrebataste. Me exiliaste del lugar donde cada una de las Sacerdotisas han pasado-su tono de voz era altanero-. Dejaste claro a la Nación que no era digna de Atenea.

«Vi en sus ojos tristeza, enojo y rabia hasta odio. Todos esos sentimientos es gracias a mi» pensé.

-Hablaremos luego de ello, mejor come que se enfriará la comida-le digo tomando un sorbo de vino.

Ella me miró con determinación.

-Lo único que se enfriará son tus manos cada vez que me toques y, ¿Quien sabe? Si te mueres.

La chica se levantó y se marchó. Inés iría tras ella cuando la detuve.

-¡Es una insolente!-Exclamó Inés.

Cada una de las palabras de Rose llegaron a mi corazón congelandome como lo había anticipado, no fue necesario tocarla para congelarme y sentir pena por ambos.

-Rose Pierce es un verdadero problema para nuestros planes-comentó Selin.

Golpeé la mesa antes de levantarme.

-¡Es una Morgan! Me pertenece solo a mi y no a los Pierce. Te cortaré la lengua cuando vuelvas a pronunciar su apellido mal o algunos de ustedes lo haga también-amenace.

Subí las escaleras despacio, le di un vistazo a la habitación roja y luego a la mía, me tente en entrar, pero no pude así que termine por entrar a la que comparto con Rose.

En cuanto abrí la puerta, ella estaba llorando, pero secó sus lágrimas en cuanto me vió.

-¿Que haces aquí? ¿Que quieres?

-Es mi habitación, nuestra habitación-corregí.

Alzó su mirada hacia mí.

-Espero que te congeles.

-Mañana me acompañaras a Atenea-solté.

La mirada de Rose cambió radicalmente en cuanto le dije aquello. Sus ojos se iluminaron como faros entre la oscuridad.

-¿En serio?

-Si.

Una sonrisa hermosa salió de sus labios deliciosos y provocativos que deseaba devorarlos.

-¿Seré una novicia?

-No, lo siento. Eres una mujer casada y tu deber no es ese, pero puedes ir cuando quieras-explique.

Tristeza ví nuevamente.

-No me parece justo.

Me acerque a ella y la miré con deseo.

-Mejor déjame quitarte el vestido para llevarte al cielo.

Sus ojos se abrieron demás...


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