"P" geminifourth

By g4utopia

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Gemini está en la cárcel, Fourth es su nuevo compañero de celda. adaptación, todos los derechos a @romadamned. More

Prólogo.
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29. FINAL

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By g4utopia

Un mes en prisión y seguía vivo. Es que era un tipo duro. Uno de los machos de pelo en pecho y barba de leñador. Deberían darle una medalla de honor por su valentía y....

—¡No, Gemini! ¡Me duele! —gritó, un poco más agudo de lo que le hubiese gustado.

Su dueño tenía una mueca ácida en el rostro y quizá no era para menos. Porque la situación no era de lo más agradable. Ahí estaban, en la celda de ambos en vez de estar comiendo el almuerzo.

El paño húmedo que Gemini presionaba contra la mejilla golpeada de Fourth, en un intento por bajar la hinchazón, comenzaba a entibiarse debido al calor que emanaba de la zona lastimada.

—Puto maricón. Mira que chillar por un golpe.

—Pero duele —se defendió.

—A ver si así aprendes a no meterte en peleas que no te conciernen.

Y quizá, solo quizá Gemini tenía razón. Porque Fourth en definitiva no debería haber actuado como un súper héroe he intentado detener una pelea entre dos de los chicos con los que se sentaba a comer. Simplemente fue mayor a él. Cuando los vio tirándose el pelo y gritando como dos locos dementes, saltó para separarlos y a cambio obtuvo un empujón que lo hizo trastabillar con los pies y golpearse el rostro con la esquina de una mesa.

—Solo quería ayudar —gimoteó por el dolor punzante.

—Ayuda a tu culo a permanecer apartado de los problemas, mamón.

—Ugh.

Algunas veces, siempre, Gemini podía ser realmente desagradable.

—Ya. Me aburrí de jugar al doctor. —Soltó sobre los muslos de Fourth el paño que había estado presionando sobre la mejilla de este y se colocó de pie, caminando hasta el corroído lavamanos.

—Me duele —refunfuñó con un puchero a punto de formarse en sus labios. Presionando el paño sobre su propia mejilla lastimada—. Y ahora luzco feo.

Gemini lo vio a través del reflejo del espejo, presionando la punta de su lengua en la comisura izquierda de su boca.

—Joder, mamón. ¿Acaso te estás poniendo todo maricón para que te diga lo lindo que luces? Porque no, corderito. Luces como la mierda.

—Gracias. —Rodó los ojos.

Gemini enjuagó sus manos y volteó para ver a Fourth.

—En realidad, no lo entiendo. Te digo que no te metas en problemas y lo haces. Ni siquiera sé si debo protegerte, con lo que te gusta andar causando conflictos.

Fourth bajó la mirada. El paso de aire se le cerró y se atragantó con una bocanada de aire.

—No lo hago —respondió de inmediato—. No, yo... No, Gemini.

—Ya. ¿No lo haces? ¿Y qué es eso en tu mejilla entonces?

—Lo siento. —Fourth quizá solo quería ser valiente.

—Da igual. No espero nada de ti. —Se encogió de hombros y tomó sus guantes de entrenamiento—. Me voy a entrenar.

Fourth levantó el rostro, sus bonitas y largas pestañas agitándose quedamente. Gemini se estaba colocando los guantes, con la mirada fija en Fourth.

—Pu-puedo... —Tragó saliva—. ¿Puedo ir contigo?

—No.

—B-bien, sí. De acuerdo.

—Si tú vienes, no me concentro.

Dios. ¿Cómo Gemini podía soltar cosas así de la nada? ¿No entendía cuan perjudicial era para el frágil equilibrio emocional de Fourth que este escuchar algo así?

—Está bien. No importa.

Iría a buscar a Ford o algo para matar el tiempo ya que ese día no tenía que ayudar en la unidad médica. Demasiado tiempo libre, simplemente demasiado; el suficiente para hacer que una persona normal comenzara a desesperarse.

Gemini avanzó hasta quedar cerca de Fourth, se agachó y aplanó sus manos sobre las rodillas del castaño, quien lo miraba en silencio, sin comprender que quería su dueño.

—Beso —fue todo lo que Gemini dijo.

Y Fourth no debería haber sonreído, pero lo hizo. No debería haberse humedecido los labios, pero lo hizo.

—Beso —repitió el ojicafé. Llevando sus manos hasta las mejillas de Gemini para sostenerle el rostro. Cerró los ojos y juntó sus labios en un beso suave.

Se sentía como un primer beso; tenía sabor a inocencia y a primavera.

Picoteó los labios de Gemini tres veces antes de apartarse. Ninguno dijo nada; comportándose como eternos cobardes jugando a ser valientes.

—De nuevo —exigió el emperador. Había un brillo malsano en sus ojos, como quien descubre una nueva droga y se ha vuelto adicto a ella.

—Sí. —Fourth obedeció y volvió a presionar un beso suave y casto sobre los labios de Gemini. Era tan simple, un acto nimio que no debería provocar un burbujeo en su vientre, o un temblor en sus manos; pero lo hacía. Duró cientos de segundos, minutos. Hasta que Fourth necesitó boquear por aire—. ¿Suficiente?

Gemini negó con la cabeza.

—No —gruñó—. Beso.

Fourth sonrió y lo besó, una y otra vez. Picoteos tibios y cuidadosos. Los labios de Gemini sintiéndose como almohadas perfumadas en las cuales posarse.

—Cuando no estás siendo un gruñón, eres lindo —susurró sobre los labios de Gemini.

—Coqueto —sonrió en respuesta, colocándose de pie cuando escuchó un golpe en la puerta.

Fourth lo vio apartarse y abrir la puerta oxidada. Escuchó a Gemini murmurar algo inentendible y luego observó cómo se marchaba. No estaba esperando que su dueño se despidiera, ya estaba demasiado acostumbrado a que no lo hiciera.

...

Fue a ver a Ford a su celda, sabía que el rubio alocado estaría ahí ya que este había mencionado algo sobre una tarde de belleza para chicos finos. Sí, cosas de Ford.

A esa hora había varios convictos transitando por los pasillos de North Collan, buscando alguna actividad en la que ocupar su tiempo; sin mucho éxito. Todos simplemente vagando a allá para acá en un bucle.

Uno de los reos, un hombre a quien recordaba porque días atrás le regaló unos analgésicos en la unidad médica, lo interceptó en el camino. Lucía un poco acongojado y se restregaba el cuello con ansiedad. Pálido y menoscabado, con un ligero suéter y zapatos rotos. Se veía miserable, como casi todos.

—¿Sí? —preguntó Fourth con un poco de inseguridad. El hombre miró en distintas direcciones antes de volver a centrar sus ojos en el ojicafé —. ¿Ocurre algo?

—No, no. Yo solo quería darte las gracias, por los analgésicos.

—Oh, está bien. No hay problema. —Se encogió de hombros e intentó seguir su trayecto a la celda de Ford cuando una mano ceñida a su muñeca se lo impidió—. Oye, amigo...

Giró en dirección al reo, con un rictus molesto plantado en sus facciones.

—Sí, sí. Lo siento. Es que, quería darte algo en agradecimiento.

—No, así está bien. No tienes que darme nada.

—De verdad quiero hacerlo.

—Y yo de verdad te digo que no es necesario.

—Solo tómalo, ¿sí? —El hombre soltó a Fourth y rebuscó en un bolsillo de su pantalón. Una cajetilla de cigarros apareció ante los ojos de Fourth—. Es lo menos que puedo hacer.

—Uhm.

—No me gusta estar en deuda. Solo acéptalo.

—Bien. De acuerdo, gracias. —Tomó la cajetilla, guardándola en su propio pantalón y agradeció varias veces al convicto antes de continuar su paseo hasta la celda del rubio. Ignoró las miradas que se posaron en él, inquisidoras.

¿Por qué siempre parecía estar siendo observado? Bien, sí sabía por qué, Gemini era el por qué. El problema era que no entendía por qué era importante lo que él hiciera. Él tenía una especie de, ¿relación?, lo que fuera, con Gemini, no con los miles de convictos. Además, era primera vez que le daban algo en agradecimiento y sí, se sentía bien. Una simple cajetilla de cigarros, en North Collan era un pequeño tesoro.

Sin más contratiempos llegó a la celda de Ford, cuya puerta estaba abierta por lo que ingresó sin necesidad de tocar.

—¡Oh, joder! —Tapó sus ojos con una mano aplanada sobre su rostro. Retrocediendo tres pasos y chocando con el umbral de la puerta.

—¡Fou! Justo estaba pensando en ti.

—Bien. No sé cómo deba tomarme eso considerando que te están rasurando el culo.

Mierda. Mil demonios... ¡Que alguien vertiera ácido sobre sus ojos! Acababa de ver como Ryan, un recluso, estaba pasando una rasuradora entre los pliegues del culo de Ford. Tendría pesadillas por el resto de su vida.

—¡Exagerado! Es algo normal. Ya deja de taparte los ojos.

—No hasta que hayas tapado tu trasero y la rasuradora esté a mil metros mí—. Escuchó a Ford bufar y una risa cómplice por parte del otro convicto.

—Bien. Ya estoy tapado. —Fouth se destapó los ojos con recelo, entreabriéndolos y parpadeando con un mohín de asco. Ford rodó los ojos a eso, sentado con piernas cruzadas y su entrepierna cubierta por una camiseta—. Pobre de tu novio, tener que comerte el culo con pelo y todo.

—¿Es en serio? Estamos en una puta prisión. No creo que tener el culo depilado sea importante.

El rubio se llevó las manos al pecho, luciendo horrorizado por las palabras de Fourth. Ryan, el otro reo, lavaba la rasuradora en el lavamanos, sin dejar de sonreír. Fourth se dejó caer a un lado de Ford, apoyando su espalda en el frío concreto de la pared.

—Bien, ya debo irme. Tengo un trabajo pendiente.

—Sí, cuídate. Usa condón.

—Lo intentaré —bromeó, con un amago de tristeza delator en la mirada—. Nos vemos luego —se despidió Ryan, dejando la rasuradora en una arcaica mesa al lado de la litera.

Fourth y Ford se despidieron con un movimiento de mano. Sonriendo condescendientes al reo cuyo trabajo implicaba tomar hombres por alguna limosna.

—¿Por qué no tiene a nadie que vea por él? —preguntó Fourth. Un molesto pinchazo en su pecho al pensar en el miserable reo—. Es lindo.

—No es tan fácil, Fourth. No es como si todos aquí pudieran tener un protector. La mayoría debe valérselas por sí mismo ya que no hay muchos hombres dispuestos a cuidar de otro, ni siquiera a cambio de sexo.

—Pero...

—No pienses más en eso. Así es la vida aquí, te acostumbrarás. — Fourth dudaba bastante que eso llegara a ocurrir, sin embargo, no dijo nada. Bajó su rostro y se encogió de hombros. Apretando los labios y enfocando la vista en el suelo—. Ahora, volviendo a lo que es importante, Fou. Si piensas que puedes andar sucio como un puerco y no cuidarte solo porque... bien, estamos en una prisión. Entonces, déjame decirte que estás en el grupo equivocado de amistades.

Fourth miró a Ford. Parpadeando lentamente, porque no, no podía creer lo que estaba diciendo el rubio y mucho menos la forma en que lo decía. Casi sonaba a amenaza y sí, era un poco divertido.

—Pareces una maldita porrista popular. De esas abusivas que tienen nombres chulos.

—¡Ay, sí! ¿Ves que puedes ser lindo conmigo si lo intentas, Fou?

—No te estoy halagando —ironizó con una sonrisa traidora.

—Me da igual, yo elijo que es un halago y que es una ofensa. Ahora, ven y ayúdame a tener el culo lindo y suave. —Se intentó destapar sin éxito ya que Fourth de inmediato colocó una mano sobre la cubierta entrepierna de Ford, negando con la cabeza.

—No, olvídalo. —El rubio bufó y llevó los ojos al techo rebeldemente—. Grosero. ¿Tienes un encendedor? —Tanteó su bolsillo izquierdo y sacó la cajetilla de cigarros.

—Sí, en mi pantalón. Ese de ahí. —Señaló un sucio pantalón gris que se encontraba en el suelo. Fourth llegó a él de un salto y sacó el encendedor para prender un cigarrillo.

—¿Quieres un cigarro?

—Oh, pero que elegante, ya incluso puedes ofrecer —bromeó, aceptando el cigarrillo que Fourth estaba estirando hacia él—. Asumo que las cosas con Gemini van bien.

—No es... —Se sofocó, con las palabras en su garganta—. Es decir, sí, van bien... Creo. —Arrugó la nariz al recordar el carácter apático de su dueño. Prendió el cigarrillo, dándole una profunda calada para llenar sus pulmones de aquella sustancia—. Pero esto no me lo dio él.

Y estaba casi orgulloso por eso. Mas el rostro de Ford se contrajo en una mueca de desaprobación. Ya no había ningún rastro de diversión en sus facciones. Sacó el cigarrillo de su boca y se remojó los labios, pasando la lengua por estos.

—Fou... ¿Cómo que no te los dio Gemini? —preguntó con cierta cautela.

Fourth, algo perdido por el notorio cambio en el tono de voz del rubio, no sabía por qué todo se había tornado repentinamente serio; cuando pocos segundos antes estaban hablando de culos depilados.

—¿Cuál es el problema? Son solo cigarrillos y me los dio uno de los hombres que traté en la unidad médica como agradecimiento.

—¿Alguien te vio? —Fourth le hizo un gesto con las manos, indicándole que no comprendía su pregunta—. ¡Te estoy preguntando si alguien vio cuando el sujeto te dio los cigarrillos!

—Sí, bueno. Eso es obvio, ¿no lo es?

—Oh, mierda. —Ford pellizcó el puente de su nariz y se colocó de pie, tomando su pantalón gris del suelo y colocándoselo rápidamente—. Vamos.

—¿Qué? ¿Dónde?

—Devolverás estos malditos cigarrillos. —Arrebató el cigarrillo de la boca de Fourth y lo pisó con la suela de uno de sus zapatos.

—No. Ford ¿Qué? Dios, estás actuando como un demente. ¿Qué demonios te pasa?

—¡Fourth! No estás entendiendo... ¿No recuerdas cómo es que se obtienen las cosas acá en North Collan? —Fourth parpadeó y se mantuvo en silencio. El rubio soltó un gruñido desesperado y dejó caer su cabeza hacia atrás, como si estuviera resignándose—. Eres tan idiota, mierda.

—Ford, no estoy entendiendo tu mierda. Son unos putos cigarrillos.

—¡Y te los dio un hombre que no es Gemini!

—¿Cuál es el problema con eso?

—¿De verdad no ves el problema? No lo puedo creer. —Siseó, cruzándose de brazos y con el entrecejo arrugado. Lucía molesto y su voz era dos octavas más alta—. El maldito problema es que ahora todos en North Collan deben estar esparciendo el rumor de que te estás prostituyendo, imbécil.

—¡¿Qué?! No, yo jamás...

—¡¿Ahora logras entender el problema?! —gritó, alzando los brazos—. Aquí nadie regala nada, Fourth. Nadie y si te ven aceptando cosas de un reo van a pensar que estás abriéndote de piernas para él y van a llevarle la mentira a Gemini.

Fourth bajó la mirada. Lágrimas se formaban en sus ojos debido a la impotencia. Todo su cuerpo estaba tenso y sus manos hechas puños a los costados de sus caderas. ¿Cómo podían decir eso solo por haber aceptado una maldita cajetilla de cigarros? No tenía lógica.

—¿Por qué? —preguntó ahogando un hipido—. Solo quise... Solo intentaba ser amable.

Ford pareció suavizarse ante el tono vulnerable y arrepentido de Fourth.

—Pero aquí no existe la amabilidad, Fourth. Aquí necesitas tener un medio de pago para obtener cosas. Yo tengo a Mark y Mark pelea, así obtiene las cosas que él necesita y que yo le pido, pero no tengo otra forma de obtener beneficios si no es a través de Mark. Todos lo saben y lo mismo ocurre contigo. Tú quieres algo, se lo pides a Gemini. Así es como funciona para nosotros.

—So-solo era una cajetilla de cigarros. No quiere decir que... — Hipó—. A veces acepto cosas de ustedes, ¿no? E-es lo mismo. —Ford negó con la cabeza.

—Fou, puedes aceptar cosas, regalos... de mí, de Mark y de los cercanos a Gemini, pero no, no confíes en sujetos que no conoces. No sabes... —Se detuvo de golpe. La figura de Gemini estaba en el marco de la puerta. Su rostro no lucía expresión alguna—. Gemini.

Fourth se volteó, sintiendo un frío calarle los huesos al ver a su dueño ahí.

—Entrégame los putos cigarrillos. —Fourth ahogó un jadeo. La voz de Gemini nunca había sonado tan profunda y fría. No le gustaba, no quería ser el objeto de su rabia. Estiró su mano, la cual temblaba, en dirección al emperador. La cajetilla de cigarros apenas si podía ser sostenida entre sus dedos trémulos—. ¿Sabes lo que anda diciendo tu amigo?

Gemini ladeó una sonrisa, una que marcaba su hoyuelo izquierdo. Y Fourth solo quería que dejara de verlo así, con aquella malsana diversión pintando sus atractivas facciones.

—Y-yo... —Ford se paró a su lado y tomó su mano, quizá intentando darle valor, quizá intentando apoyarlo.

—Dijo que se había acostado con mi puta a cambio de una cajetilla de cigarros.

—¡No! —sollozó, negando con la cabeza—. Yo jamás...

—Que cualquiera puede venir y follarse a mi puta, incluso un cerdo. —Apretó la cajetilla hasta que esta se rompió—. ¿Es esto lo que buscabas?

—Por favor —pidió. Dando un paso en dirección al emperador cuyo veneno podía sentirse como un perfume tóxico—. Solo quería...

—Ser amable, sí corderito. Lo escuché. —Se acercó y tomó el mentón de Fourth, sus dedos apretando con vesania la piel del más bajo—. Y tu amabilidad me está jodiendo los sesos.

—No lo haré nunca...

—Por supuesto que no lo volverás a hacer, maldito. Como vuelvas a andar aceptando chulerías de otro, te cortaré los cojones. —Gemini soltó a Fourth y lo recorrió con la mirada. Decir que irradiaba cólera era bajar el perfil al enojo del emperador—. Odio que seas tan fácil.

Fourth negó con tanta fuerza que su cuello dolió. No quería pelear con Gemini, por nada del mundo quería volver a lo que tenían un mes atrás. Había demasiados besos y caricias de por medio y no, realmente no podía arruinarse por su culpa.

—No sabía —intentó justificarse. Limpiándose las mejillas con el dorso de la mano.

Gemini alzó el mentón, mirándolo con reproche. Esos mismos labios que Fourth había besado horas antes, estaban apretados con amargura.

—Hoy no te quiero en la celda. Ya verás tú dónde vas a dormir.

Fourth abrió la boca para protestar, pero Ford le apretó la mano, indicándole que guardara silencio. Aceptó con un movimiento leve de cabeza y Gemini salió de la celda sin decir una sola palabra más. Ford sobó su espalda baja durante algunos minutos, susurrando palabras consoladoras.

—Vas a estar bien, Fourth. Vas a estar bien —suspiró Ford, apoyando su cabeza en el hombro de Fourth.

—Voy a volverme loco, Ford. Esta prisión va a volverme loco. —Se jaló los cabellos con rabia.

No podía ser parte de eso, nunca encajaría y seguramente terminaría pagando el precio por ello.

...

Fue difícil retomar el ritmo después de eso. Fourth estaba demasiado asustado de hacer cualquier cosa que molestara a Gemini y este parecía no querer hablarle siquiera. Habían tenido demasiados encuentros desde la última vez. Parecía que Gemini buscaba motivos para alejarse de él y Fourth no encontraba la forma de mejorar la situación.

Para empeorar las cosas estaba enfermo. Realmente mal. Una gripe que se sentía como una tortura en vida y que lo tenía transpirando en frío debido a la fiebre. Por lo que ahí estaba, envuelto en las mantas y temblando como una hoja al viento. Su frente mojada por el sudor y sus cuerdas vocales irritadas. Ni siquiera se había levantado para ir a desayunar, mucho menos almorzar. El mareo se hacía presente apenas se intentaba sentar en la cama, por lo que ya se había resignado a morir de hambre.

Y como Gemini nuevamente no le hablaba, este no sabía del precario estado en el que se encontraba el castaño. Fourth tampoco se hacía falsas esperanzas con que a su dueño le importara.

Sí, miserable. Ese era él, un aplauso por favor.

Estornudó, sorbiendo su nariz la cual estaba roja e irritada. Hecho un ovillo y recordando como su mamá lo cuidaba siempre que se enfermaba. Mierda, para empeorar las cosas, se estaba poniendo sensible.

En realidad, Fourth era de por sí, demasiado sensible y eso no era bueno. No cuando se encontraba en una de las peores penitenciarias del gobierno, cumpliendo una condena por cinco malditos años. Hundió su rostro en la almohada para ahogar un grito de frustración y tristeza. Se sentía demasiado solo y vulnerable; algo a lo que no estaba acostumbrado.

Escuchó unas pisadas y como cerraban la puerta de la celda. Quiso salir de su escondite para ver quién era, pero simplemente no pudo.

Las mantas sobre su cabeza pesaban demasiado y su cuerpo no tenía fuerzas.

—¿Ya estás muerto o qué?

Gemini. Naturalmente...

Fourth se acurrucó en sí mismo y no respondió a la molesta pregunta. La cabeza le dolía demasiado y lo último que necesitaba era tener una discusión en ese momento.

—Oh, así que andas valiente. No respondes, perfecto. —Las mantas sobre su cuerpo fueron removidas bruscamente. Sorbió su nariz y levantó la vista, sacudiendo sus pestañas con delicadeza—. ¡¿Qué demonios te pasó, mamón?!

Gemini lo observaba con labios entreabiertos y ceño fruncido. Notoriamente sorprendido por el mal estado en el que se encontraba Fourth.

—Me... —Tragó—. Me enfermé.

—Sí, eso veo. Estás horrible y apestas —se burló, pinchándose la nariz con dos dedos. El labio inferior de Fourth tembló y un hipido escapó de sus afiebrados labios. Gemini dejó de sonreír en ese momento—. Oye, ya. No vas a llorar por eso, ¿verdad?

—Eres... —Sorbió su nariz. Frotándose los ojos con sus pequeñas manos hechas puños—. T-tan malo conmigo.

—Venga...

—N-ni siquiera... —balbuceó, tragando su llanto—. Te importa que, que me sienta mal.

Gemini parpadeó. Llevándose una mano a la nuca para frotársela en un gesto que denotaba incomodidad.

—Joder, ya. Uhm, ¿quieres agua o algo? —Y Fourth estalló en un llanto dramático. Volteándose y escondiendo el rostro en su pequeña almohada. Era simplemente demasiado y la fiebre no ayudaba. Gemini tampoco—. ¿Pero qué...?

—Me odias —sollozó. Negando con la cabeza y sus hombros sacudiéndose en pequeños espasmos debido al llanto—. ¡Todos me odian!

—Hombre...

Fourth permaneció llorando unos cuantos minutos más. Siendo consciente de que se veía patético, pero no le importaba. En ese momento nada le importaba, ni siquiera el idiota sin sentimientos de su dueño, al cual seguía recriminando entre balbuceos e hipidos.

Y escuchó la puerta ser abierta y cerrada nuevamente.

—I-idiota —lloriqueó—. Tonto, ins-insensible.

No quería dormir. Quería seguir maldiciendo a Gemini hasta que no le quedara voz, sin embargo, su cuerpo parecía tener otros planes por lo que se quedó dormido al cabo de unos cuantos minutos. Preso de la fiebre y de su pobre condición física.

Fourth no comprendía con exactitud qué ocurría, solamente que estaba teniendo un buen sueño. Aun cuando debía respirar por la boca y todo su cuerpo tiritaba, pero hey, eso se sentía bien. Era como una caricia en su rostro y estaba fría. Fourth se removió, jadeando al sentir el contacto frío en su frente.

—¿Estás despierto, insolente?

Pestañeó, haciendo uso de sus pocas facultades motrices. Y sí, estaba malditamente alucinando. No, quizá ya estaba muerto. Eso era mucho más probable que tener a Gemini sentado a su lado, limpiándole el rostro con un paño mojado y una expresión de preocupación en el rostro.

Fourth quería llorar nuevamente. —L-lo sien...

—Shhh —siseó su dueño. Haciéndolo callar en el momento—. No hables corderito. Mira que ya casi y te mueres.

Asintió débilmente. Cerrando los ojos y dejando que la cruel bestia siguiera cuidándolo. Una parte de él insistía en que estaba soñando, pero la sensación de alivio en su cabeza, al tener un paño bajándole la fiebre, le demostraba que sí, era real.

Gemini estaba cuidando de él. Después de todo, su dueño seguía ahí.
¿Cómo decía sentirse al respecto?

Escuchó unos ligeros golpes en la puerta y sintió como el colchón dejaba de estar hundido en el lugar donde Gemini se encontraba. Gimoteó lastimeramente al sentir la perdida de contacto. Porque en ese momento necesitaba más, necesitaba todo.

Gemini abrió la puerta, encontrándose con su compañero de crimen, Mark, al otro lado. El moreno estiró una bolsa de papel al emperador, quien la abrió en el acto, revisando su contenido.

—¿Me trajiste todo lo que te pedí?

—Sabes que sí. Ahora le traen comida y Ford manda sus condolencias por el muerto.

—Imbéciles. Se me muere el mamón y quemaré toda la prisión, con ustedes dentro.

—Qué bello es el amor —suspiró Mark, dramáticamente.

—Saca tu culo de aquí antes de que te demuestre mi amor con golpes, imbécil —gruñó. Indicándole con la cabeza que desapareciera o llevaría a cabo su amenaza.

Mark se carcajeó y palmeó el hombro de Gemini antes de retirarse, gritando como nadie lo valoraba y lo poco amado que se sentía.

Fourth tosió, quizá exagerando un poquito, pero no podían culparlo. Quería toda la atención del mundo. Quería sentirse querido y ser acurrucado, que le dieran mimos y besos por el rostro y...

—Ya, pedazo de mierda. Levanta el culo para que pueda tomarte la temperatura.

—¡No! —gritó con pánico. Llevándose ambas manos a su trasero, de manera protectora. Gemini chasqueó con la lengua y sacó un termómetro de la bolsa, caminando hasta la cama en donde un tembloroso y sollozante Fourth negaba débilmente—. No quiero, no quiero, no quiero.

Gemini lanzó la bolsa de papel sobre la mesa que estaba al lado de la litera, encajada contra la pared de concreto.

—¡¿Pero y a mí qué me importa lo que tú quieras?! Más encima eres un desagradecido. Levanta el culo y deja que te tome la puta temperatura. —Comenzó a forcejear con el pantalón de Fourth, incrustando los dedos en el borde de este con una mano mientras la otra sostenía el termómetro. El ojicafé se removía intentando soltarse del agarre de Gemini sollozando que iba a doler y que no quería esa cosa en su culo—. ¡Deja de moverte, hijo de puta!

—¡No quiero e-esa cosa! —lloriqueó, plantando sus pies en el colchón e intentando alejar a Gemini sin éxito—. ¡Pu-pu-puedes ponerlo en mi boca!

—¡Venga y más encima te pones guarro!

Y sí. Para variar no se estaban entendiendo por lo que continuaron en aquella extraña y nada fructífera discusión, hasta que Fourth se sintió demasiado mareado para continuar, por lo que tuvo que dejarse caer sobre el colchón con peso muerto. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos vidriosos e hinchados. Labios partidos debido a la fiebre y todo el cuerpo le dolía.

—N-no quiero —gimoteó en un último intento y Gemini bufó, pasándose los dedos de una mano por el cabello y maldiciendo en un murmullo—. Por favor, mu-muy mucho.

—Mierda, eres imposible, corderito. —Fourth hizo sobresalir su labio inferior, sorbiendo su nariz. Sí, estaba usando la artillería pesada, pero era una situación extrema y no, no quería tener esa cosa en el culo—. Ya, pues entonces te mueres y listo.

—¿P-puedo? —preguntó estirando su mano al termómetro. Gemini puso los ojos en blanco y se lo entregó, sin decir una sola palabra al respecto.

Fourth comprobó que el mercurio estuviera en la temperatura adecuada y abrió un poco la boca, acomodando la punta metálica del termómetro bajo su lengua.

—¿Qué demonios haces? —preguntó Gemini. Una ceja perfectamente enarcada y rascándose la mandíbula con una mano. Fourth, con su rostro hecho un desastre, se encogió de hombros y palpó el termómetro con su dedo índice—. No soy un puto adivino, Fourth.

Fourth exhaló pesadamente por la nariz y cerró los ojos. Esperando unos cuantos minutos antes de abrir la boca y sacar el termómetro. No alcanzó a ver los grados marcados ya que Gemini le arrebató el fino artilugio de un manotazo.

—¿Ves?

—¿Es en serio? —preguntó, realmente sorprendido el mayor—. ¿Puedes saber tu temperatura poniéndote esta cosa en la boca?

—Uh. Sí... Generalmente así es como funciona, Gemini.

—Ya. —Se rascó el mentón, la curiosidad reflejada en las líneas de su rostro, al igual que un niño pequeño—. Me hubieras dicho antes.

—Lo intenté.

—Bueno, no me puedes culpar. Meter esta cosa en tu culo sigue pareciéndome una mejor idea. —Sonrió triunfal, agitando el termómetro entre sus dedos. Llevó una mano a la frente de Fourth, borrando la sonrisa de su rostro—. Esto dice que estás con mucha fiebre. Voy a darte una pastilla de esas que te bajan la temperatura.

—¿Cómo se llama?

—¿Qué importa? La conseguí para ti y vas a tomarla. —Abrió la boca para contestar pero la mirada poco amistosa de Gemini le dijo que no era buena idea, por lo que se limitó a asentir—. Así me gusta, cuando eres un buen corderito. ¿Ves? Te pones mono y dejamos de pelear.

—Eres tú el que pelea.

—Voy a perdonarte eso solo porque estás enfermo. Seguro es la fiebre. —Se colocó de pie y caminó hasta el lavamanos, girando el paso del agua y llenando un vaso con esta.

—No fue la fiebre quien me ha estado ignorando.

—Mierda. Me jodes como no tienes idea —gruñó y tomó la bolsa de papel haciendo crujir el material. Se acercó nuevamente a Fourth con la bolsa de papel en una mano y un vaso de agua en la otra.

—Lo siento. —Gemini hizo un sonido ronco en respuesta. Sus ojos en la bolsa la cual escarbaba con una mano.

—Aquí está. Ten, esta cosa es buena... Abre la boca. —Fourth sonrió, recordando la primera noche que llegó a North Collan y Gemini le dijo eso mismo—. ¿De qué te ríes ahora?

—Cuando... cuando recién llegué, me dijiste eso. —Gemini frunció el ceño, intentando recordar. Colocó la tableta sobre los labios de Fourth, quien aceptó el medicamento.

—¿Eso?

—Abre la boca —respondió Fourth. Bebió del agua que Gemini colocaba frente a sus labios. Su garganta sintiéndose áspera e inflamada. Gimió bajito a causa del dolor y Gemini no le quitaba los ojos de encima, lucía preocupado. O era la fiebre que lo hacía ver cosas que no existían.

—Hmmm.

—Y luego lamiste mis labios.

—Sí. Lo hice, ¿verdad? —Se miraron unos segundos en silencio. Era la primera conversación decente que tenían desde la pelea a causa del malparido mentiroso que inventó que Fourth se prostituía—. ¿Cómo no hacerlo? Tienes esa boquita de puta que me calienta tanto.

—¿Y por qué no me has besado entonces?

—¿Quieres que te bese, corderito?

—Quiero. Siempre, aun cuando estemos enojados.

—No tienes derecho a enojarte, mamón. Lo sabes.

—¿Vas a besarme o no? —preguntó Fourth con un puchero en los labios. Ojitos brillantes debido a la gripe.

—La fiebre te vuelve un insolente. —Y Gemini se acercó, y lo besó. Simples labios encontrándose gentilmente, casi con timidez. Fourth respiró el aliento de Gemini unos segundos hasta que tuvo que separarse para respirar profundo a través de la boca. Maldita nariz congestionada.

—¿Otro? —preguntó casi sin voz.

—No puedo decirle que no a un enfermo.

Y se besaron nuevamente. Con una mano de Gemini acunándole el rostro, acariciando su mejilla con dedos ásperos y fríos; se sentía tocar el paraíso.

—No quiero pelear contigo. —Llevó una mano al pecho de Gemini, aplanándola sobre su pectoral izquierdo, justo a la altura del corazón—. Porque duele aquí.

—¿Sí? Me gustaría saber que se siente tener uno de esos.

Fourth curvó sus labios con tristeza, porque no sabía hasta qué punto eso era una broma o era la innegable verdad.

...

Fourth se preguntaba constantemente que habría ocurrido si en vez de Gemini le hubiera tocado otro compañero de celda. La conclusión siempre era la misma; habría terminado muerto.

Para los que eran como él, débiles o tranquilos, la estadía en North Collan era prácticamente una tortura. Iba más allá de una simple restricción de la libertad y mal entorno; era un infierno. Eran abusados por otros reos y vivían a base de migajas que lograban obtener de los que llevaban las riendas de la prisión.

Los guardias eran tan inútiles como despiadados y solo por obtener algo de diversión, eran capaces de permitir las más viles atrocidades. Fourth ya lo sabía; ya los había visto mofarse de un chico siendo abusado y apostando cuanto duraría antes de desmayarse.

Era horrible y había días en los que no tenía ni fuerzas para salir de la cama, a sabiendas de lo que encontraría afuera. A Gemini parecía no importarle en lo más mínimo lo que ocurría en North Collan y Fourth no tenía el valor para pedirle que hiciera algo al respecto. Tampoco era tan ingenuo para creer que algo cambiaría si llegaba a hablar con Gemini sobre sus miedos y lo mal que dormía pensando en que podría ser él quien terminaría siendo abusado en algún momento.

Ford le decía constantemente que dejara el miedo de lado, que nadie se acercaría a él porque Gemini siempre le tenía un ojo encima. Fourth no podía fingir que no lo había visto, como siempre parecía haber algún perro de Gemini a su espalda, cuidándolo o vigilándolo. La diferencia no importaba.

Como en ese preciso instante. Fourth se encontraba en el patio; un cigarrillo en su boca y su menudo cuerpo estando cubierto por las enormes ropas de Gemini.

—Creo que voy a comenzar a pelear —dijo Ford de la nada, ignorando al subordinado de Gemini, quien a poca distancia los miraba fijamente, apenas parpadeando.

—Ford... —suspiró Fourth en respuesta.

—¡¿Qué?! Es una idea maravillosa, Fou. Seré el emperador y créeme. —Apuntó a un grupo de hombres quienes peleaban en ese momento—. Esas cosas dejarán de ocurrir.

—... Como digas, Fo.

—¿Fo?

—¿Te suena Fou? Sí, ¿ese ridículo apodo que tú me pusiste? Bien, esto es simplemente la venganza.

—Tu corazón es negro, no me gusta, pero Fo es lindo... Duh, yo soy lindo, obviamente todo me queda. —Sonrió socarrón y guiñó un ojo a Fourth—. Buen intento, Fou.

—Tu ego a veces es más grande que mi culo.

—Dios me libre.

Se mantuvieron en silencio unos cuantos segundos, hasta que Ford, quien por naturaleza no era bueno manteniéndose callado, decidió que debía hablar:

—¿Y cómo va tu cosa esa? La de ser médico.

—Pues bien, creo. —Suspiró, intentando en vano ordenarse el flequillo que caía frente a sus ojos—. Es increíble la cantidad de reos que llegan a medio morir.

—Qué horror. No entiendo cómo puedes trabajar en eso... Realmente eres tan raro.

—No soy el único médico en el mundo, ¿sabías? Es una vocación... Todos merecen la oportunidad de vivir decentemente, aun los criminales.

—¡Ay, basta! Odio cuando haces que me sienta mal... Eres como una conciencia, pero enana. —Fourth rodó los ojos. Ford siempre se metía con su estatura, lo cual no, no era agradable—. Pero bueno, al loco de tu dueño le gusta... Mark dice que Gemini siempre anda como chulo pomposo, hablando sobre lo inteligente que es el mamón que llegó a su celda.

—¿E-en serio? —preguntó. Mejillas ruborizadas y su labio inferior siendo mordisqueado.

—Sí. —Ford se recogió de hombros y entornó los ojos al ver como Mark aparecía en su campo de visión. Un delgado moreno intentando colgársele del brazo—. Ese hijo de puta...

—¿No piensas detenerlo?

—¡No! Ni siquiera me importa. —Hizo un desdén con la mano—. Por mí, que se muera ahogado en semen.

—Creo que tú eres más cercano a ese tipo de muerte —bromeó.

—Ojalá Gemini te pegue las pulgas.

—Le mencionaré tus buenos deseos —contestó Fourth, triunfal. Ganándose un golpe en el hombro por parte del rubio.

—Genial y de paso le das el cuchillo, perra traidora.

—Prefiero perro traidor, gracias.

—¡No en mi reino! —exclamó exageradamente. Como era normal en él. Típico de Ford—. Eres de las mías o eres de esos... —Apuntó al moreno con el que estaba Mark, casi con indignación.

—Sí, sí. Como digas...

Ford le puso una mano en la boca y lo obligó a callar. Gruñendo sobre como Fourth era el peor amigo del mundo. El castaño ya estaba acostumbrado al carácter magnánimo y exagerado de Ford, pero era su amigo. Sí, Ford m
lo era, ¿verdad? Dentro de aquel infierno, era la única persona en la que Fourth confiaría. Bueno, no la única, quizá había alguien más en quien Fourth confiaba, pero se negaba a admitirlo.

Gemini, maldito idiota. Sí, maldito estúpido idiota, con su cabello mojado y su cuerpo bien tonificado. Con esos ojos tan oscuros y esas grandes manos que lo tocaban como si...

¡Dios! ¿Podía dejar de usar su polla para pensar?

—Hey, ahí viene Gemini —avisó Ford.

Genial, simplemente genial, ¿no?

Ahí estaba su dueño, caminando hacia él con largos pasos y espalda erguida. Los demás reos bajaban la cabeza por inercia cuando Gemini pasaba por su lado; tétrico.

Era un hombre horrible, tan macabro. ¡El peor!

Y Fourth estaba sonriendo como estúpido en su dirección. ¡Bravo!

—¿Por qué cojones estás sonriendo, mamón? —gruñó Gemini al quedar a poca distancia de Fourth.

¿Cómo podía existir un hombre tan encantador?

—No era por ti —respondió bajando la vista—. Ford, él... acaba de contarme un chiste, ¿verdad Fo?

El rubio bufó y asintió lento. Como si no quisiera seguir la mentira de Fourth.

—Ya... ¿Me ves cara de imbécil?

Fourth apretó los labios para no responder algo de lo que después se arrepentiría.

—Sí, todos en realidad —respondió el rubio dando un brinco de su asiento para luego salir corriendo, apresurado. Gemini intentó agarrarlo, pero no fue lo suficientemente rápido.

—Ese hijo de puta...

—¿Necesitas algo? —preguntó el castaño velozmente. Escavando con los dedos de su mano izquierda la muñeca de Gemini, en un intento por sostenerlo.

Gemini se soltó bruscamente y recorrió al más bajo con la mirada.

—No te he visto en todo el día. No me gusta —dijo como si nada. Y no, no era "nada" era mucho, tanto que el corazón de Fourth dolía por la rapidez con la que latía—. No lo hagas.

—Uhm... Estuve, ya sabes, ayudando en la unidad médica —intentó justificarse. Su voz siendo un arrullo avergonzado, a la par de su rostro sonrojado—. Y después vine por un cigarrillo, con Ford.

—Ya... ¿y no hay tiempo para mí? Oh, bien, si lo ponía de esa manera.

—¿Me extrañabas? ¿Quizá? —preguntó Fourth tentando su suerte. Gemini sonrió en respuesta, labios estirados y pomposos hoyuelos a la vista.

—Es que eres algo especial, hombre... Lo eres. —Se pasó una mano por la extensión de su barbilla, sin dejar de sonreír. Sus orbes estaban fijos en Fourth—. No creo que alguien alguna vez, además de ti, haya insinuado que yo podría hacer eso, extrañar a alguien.

—Uhm. Es no-normal hacerlo, ¿sí? Eres humano...

—Estás tan loco, corderito. Con razón terminaste aquí. —Se inclinó para sujetar el rostro de Fourth mediante su mentón. Dejando un rastro brillante de saliva sobre sus propios labios al humedecerlos con la lengua—. ¿Por qué no vamos a nuestra celda? Así te demuestro cuanto este ser humano te ha extrañado.

Y Fourth no podía sentir mariposas. Era hierro caliente atravesándole el vientre. ¿Lo peor? Comenzaba gustarle sentir eso.

...

Es una teoría bien fundamentada y argumentada que el ser humano es un animal de costumbre. Que si se le expone a ciertos estímulos durante un periodo prolongado de tiempo, adquirirá respuestas condicionadas.

Fourth Nattawat era un ejemplo de ello. Su estimulo era Gemini y su respuesta condicionada; bueno, eso se vería más adelante.

Ese día cumplía dos meses en North Collan y ya se había adaptado a su estadía no tan temporal en la cárcel. Sus días transcurrían en un antagonismo de sosiego y adrenalina; por una parte, se centraba en su trabajo como ayudante en la unidad médica y, por otro lado, en su dueño.

Gemini, su desequilibrado e insensato dueño.

Fourth ya había perdido la cuenta de las veces que estuvieron a punto de follar, pero siempre era él quien se acobardaba y por alguna razón, que científicamente no tenía explicación, Gemini se detenía. El mayor gruñía, pateaba cosas y maldecía, quebraba unos cuantos huesos debido a la frustración y amenazaba a Fourth con ofrecerlo a cada recluso de North Collan para que lo violaran; pero eso no ocurría. Dios, no.

El médico incluso podía apostar que Gemini había impuesto alguna clase de barrera invisible a su alrededor y es que absolutamente nadie, además de su grupo de amistades, se acercaba a él. Hasta su amigo el toro mutante le quitó los ojos de encima después de cabrear a Gemini y que este le fracturara todos los dedos de ambas manos, le botara unos cuantos dientes y amenazara con castrarlo; se lo merecía, había intentado acorralar a Fourth en el patio.

Ford era quien más disfrutaba de la situación, incluso se pavoneaba como un loco histérico diciendo que él y Fourth eran como las cortesanas de la realeza, protegidas por la corte imperial. ¿Demente? Sí, Fourth ya se había resignado a eso.

Por su parte, él intentaba mantener un perfil bajo, no incitar problemas y mantenerse al margen de situaciones que podrían cabrear a su dueño; el problema era que Gemini se cabreaba por todo. Y por alguna razón los problemas perseguían a Fourth.

Como la vez que aceptó una cajetilla de cigarrillos de un convicto al que curó en la unidad médica. Sí, Fourth en ese entonces no sabía la cantidad de problemas que podría traerle algo tan simple como aceptar un regalo. Y ese era el problema, que en North Collan nadie regalaba nada. Por lo que los rumores esparcidos distaban bastante de la verdad y a los oídos de Gemini llegó algo bastante distinto; algo que Fourth jamás sería capaz de hacer, prostituirse. Y aun cuando su dueño supo la verdad, en castigo, lo echó de su celda esa noche. Fourth tuvo que esconderse de los gendarmes, quienes lo molerían a golpes si lo pillaban fuera, en los baños viejos, unas instalaciones putrefactas que ya nadie usaba y que lo dejaron con un dolor de estómago por una semana. Sí, ese día comprendió que su labor como médico debía limitarse a sus escuetas horas en la unidad médica.

O la vez en que Fourth le reprochó a Gemini por Francesco y su dueño se llevó al puto a la celda de ambos, donde se lo folló toda la noche en la cama de Fourth. El médico se negó tres días completos a dirigirle la palabra al emperador y éste terminó usando el colchón de Fourth como saco de boxeo luego de que el ojicafé se negara a corresponderle un beso.

Así mismo, ocurrieron más situaciones que colocaron a Gemini como una bestia y que fustigaron a Fourth, pero maldita fuera la debilidad del médico, siempre terminaba perdonando, mentalmente, a su siniestro dueño. Y es que Gemini seguía haciendo cosas que le impedían a Fourth odiarlo del todo.

Como cuando mandó a cambiar el colchón de la cama de Fourth y le consiguió un juego de sábanas nuevas, limpias y suavecitas. Fourth podría jurar que fue su manera de remendar lo que ocurrió con Francesco. ¿Que no era mucho? ¡Vamos! Era un colchón nuevo, sábanas nuevas. Incluso Ford había gritado cuando Fourth le contó. Es decir, un colchón real, uno en el cual Fourth había encontrado su pasatiempo favorito; acurrucarse y fingir dormir mientras Gemini peleaba con el saco de boxeo.

O cuando Fourth se resfrió y Gemini lo cuidó durante tres días con la excusa de que no quería salir de la celda, por lo que se quedó ahí, haciéndole compañía y asegurándose de que el desventurado corderito tomara sus medicamentos y comiera como correspondía. Incluso consiguió un hervidor de agua eléctrico para hacerle sus tazas de té herbales; según Ford fue una petición que le hizo a su mecenas y eso era decir mucho. Gemini odiaba pedirle cosas a su mecenas.

Oh sí, Gemini sabía cuándo la cagaba y aunque jamás lo llegase a aceptar, el menor estaba seguro de que, de alguna forma, el demente emperador buscaba disculparse con sus acciones aparentemente desinteresadas y caprichosas. Como un niño, así actuaba Gemini a los ojos de Fourth; como un niño que no comprendía la magnitud de sus acciones hasta que el daño ya estaba hecho y luego no sabía cómo remediarlo.

Así mismo, Fourth tenía sus propias maneras para demostrar su descontento; como no dejar a Gemini follárselo. Ese era un secreto de ambos, algo que nadie en North Collan podría siquiera imaginar. El aterrador Gemini Norawit sucumbía ante los ruegos de su puta para que no se lo follara. Y no lo haría hasta que Fourth estuviera completamente seguro de que su integridad emocional no corría riesgo alguno si se entregaba a ese hombre.

O ese era su plan, mas no lo estaba llevando muy bien con Gemini arriba suyo. Comiéndole la boca mientras frotaban sus cuerpos semidesnudos bajo las mantas de la cama de Fourth.

Sus uñas se enterraban en la espalda sudada de Gemini, su cadera se mecía en un vaivén magistral y necesitado. Los gemidos que su garganta formaba por la contracción de sus músculos vocales, eran tragados por el contrario. El aroma de Gemini, tan varonil y sensual, embriagaba sus sentidos. Estaba absorto, sumido en la deliciosa y agonizante sensación de tener a su dueño, su semental, encima. Enjaulándolo con su enorme cuerpo, hundiendo sus pies en el colchón para simular duras y gruesas embestidas mientras con sus manos apretaba los pectorales de Fourth, frotando sus pequeños y rosados pezones; sensibles por la sobre estimulación.

El cabello de Fourth se pegaba a su frente por el sudor, todo su cuerpo quemaba y las pulsaciones de su músculo cardiaco se pegaban, como un eco ensordecedor, en las paredes.

¿Cómo habían terminado así?

Se suponía que estaba enojado con Gemini. ¿Por qué estaba enojado? Quizá le costaba un poco recordarlo teniendo a Gemini encima, jadeando denso en su oído.

Oh, ya recordaba. Fue un caso fortuito en el que un reo, un paciente en la unidad médica bromeó sobre Fourth dejando a Gemini para irse con él. Una broma, fue una broma y Fourth sabía que era una maldita broma. Porque lo que sí, se carcajeó ya que no había posibilidad de que su paciente lo dijera en serio y mucho menos de que eso ocurriera. Lamentablemente para el convicto, Gemini había entrado a la unidad médica justo cuando el comentario salió de su boca.

Y sí, quizá el hombre ahora tendría una estadía mucho más larga en la unidad médica de no ser porque Gemini le prohibió la entrada a dicha estancia. No importaba las veces que Gemini repitiera que solo estaba cuidando lo que le pertenecía, para Fourth eran estúpidos y simples celos.

Algún día se lo diría...

Quizá. O simplemente se tatuaría una "G" en el culo para hacerlo feliz. Dios. Estaba comenzando a desquiciarse.

—Mi dueño. Mi dueño —ronroneó suplicante cuando Gemini finalmente dejó libre sus labios para enfocarse en su cuello. Sintió la succión de su piel, a sabiendas de que al día siguiente presumiría furiosas marcas de besos en matices rojizas y violáceas.

El clamor de su voz hacía a Gemini ronronear complacido.

—¿Qué voy a hacer contigo, mamón coqueto? —Llevó una mano a las mejillas del trasero de Fourth y apretó con poderío—. ¿Te gusta, verdad? Que ande rompiendo huesos porque no puedes dejar de moverle el culo a esos bastardos.

—No. —Negó con la cabeza, retorciéndose cuando Gemini comenzó a jugar con el borde de su bóxer.

—Sí. Te gusta que te reclame, te gusta que todos sepan que eres solamente mi puta, Fourth. No mientas.

—N-no me gusta la.... No quiero que lastimes a mis p-pacientes.

—¿Pacientes? —se mofó—. No te engañes Fourth. Ninguno de esos hombres te ve como un médico. Para ellos no eres más que una puta fácil que se escuda en la polla del emperador.

—No soy una... —Gimió agudo, hundiendo su cabeza en la almohada—. Dios... No, n-no soy una puta fácil.

—¿Ah, no? —Introdujo su mano en el bóxer de Fourth.

—No. N-no.

—¿Y que eres? Porque yo solo veo un jodido mancebo que quiere dejarme en vergüenza, comportándose como si no tuviera dueño. —Deslizó su dedo índice y corazón por la división de los glúteos de Fourth, presionando con su pulgar el rosado orificio del ojicafé.

—Soy tuyo.

—¿Qué dijiste? Repítelo.

—Soy tuyo, mi dueño. Tu Fourth, tu corderi... ¡Joder! —La entrada de Fourth palpitaba en anticipación. Llevaba un jodido mes entre juegos, sin llegar a la consumación del sexo. Comenzaba a necesitarlo más de lo que podía admitir.

—Entonces respétame. O me obligarás a encadenarte a esta cama.

En ese momento las amenazas de Gemini poco efecto tenían en el menor. En su cabeza lo único que circundaba era la necesidad por volver a sentir los gruesos y suaves labios de Gemini. Llevó sus manos temblorosas al rostro del otro y lo jaló para que volviera a besarlo. El deseo se retrataba en su rostro, en cada pincelada de sus lustrosas y delicadas facciones.

Gemini podría castigarlo y negarle tan ansiado beso, mas no lo hizo. El hombre volvió a subir, lamiendo la dulce piel de Fourth y depositando besos en su barbilla. Gemini le perfiló los labios con la punta de su caliente y rosada lengua antes de introducirse de lleno en su boca.

Volvió a perpetuar bestiales estocadas para friccionar sus pelvis, deleitándose con las piernas de Fourth que se enredaban a su cadera con afán, como si no quisiera dejarlo ir. Su apetito por el castaño crecía de manera desmesurada con cada día y poco a poco iba perdiendo el control sobre lo que ese ingenuo y bondadoso médico le hacía sentir.

—Gemini. Ya n-no aguanto —le susurró agónico. Presionando sus dedos en el rostro de Gemini y con los labios entrecerrados. Era una imagen digna de un dios, un capricho de la creación humana. Sus mejillas ruborizadas, sus labios cereza que se sentían afiebrados y llenos. La forma en que el aire salía de su pequeña y respingona nariz, dulzón y espeso. Como sus orbes añil parecían querer tragárselo con glotonería.

—Ruega por ello, Fourth. —Con una sonrisa malvada ladeándose en su perfecta boca, deslizó su mano del trasero de Fourth hasta su hinchado y húmedo miembro. Apretándolo con fuerza y presionando sobre la punta con su dedo pulgar. Su dócil corderito arqueó su espalda y jadeó en anticipación. Gemini sentía las pulsaciones de las venas en la hombría de Fourth—. Ruega a tu dueño si quieres correrte.

Fourth chupó su labio inferior y negó con la cabeza. No era que no quisiera rogar, en realidad le daba igual, pero le gustaba desafiar a Gemini en momentos así; en la intimidad donde su dueño no se sentiría amenazado. Podía ver como su dueño se enardecía lascivamente con aquel sórdido juego, con sus provocaciones.

—Fourth —amenazó con voz ronca y seca.

—Voy a llegar —insistió, cerrando los ojos y moviendo sus caderas en busca de más placer.

—No te atrevas...

—Beso, Gemini. Quiero un beso.

—No voy a... —No pudo terminar. Fourth se presionó contra sus labios y demandó un beso, convirtiendo a Gemini en un sirviente de sus caprichos. Con un gruñido dejó ir la caliente hombría de Fourth para poder tomar la propia y comenzar a bombear.

Fourth jamás tomaba la iniciativa en un beso, siempre lo dejaba follar su boca a gusto. No en ese momento. Sintió como su corderito se movía provocativamente en su cavidad bucal, tomando el control del contacto de sus bocas. Lamió su paladar, succionó su lengua y mordió sus labios.

La excitación los estaba consumiendo como un fuego calcinador. Tórrido y peligroso; amenazaba con no dejar nada a su paso.

Fourth se tensó bajo Gemini y pegó sus frentes cuando no pudo contener más el cosquilleo de su ingle. Los dedos de sus pies se encogieron y su mandíbula se apretó al sentir como el orgasmo lo alcanzaba. Abrió los ojos, corriéndose al ver la forma en que Gemini alcanzaba su propio placer. Podría morir en ese preciso instante.

Gemini se dejó caer sobre Fourth, respirando agitadamente y removiéndose como un pesado felino que acababa de comer y necesitaba una buena siesta.

Fourth llevó sus manos a la espalda de Gemini y con un movimiento lento, comenzó a acariciarle la piel. Deslizando las yemas de sus dedos en distintas direcciones y respirando pesadamente por sus fosas nasales.

La garganta le dolía. Puto Gemini, aún estaba enojado con él.

...

Fourth se encontraba junto a su círculo de amistades. Estaban al interior del recinto donde Gemini y los otros peleadores entrenaban. El castaño se encontraba dándole una calada a su cigarrillo mientras escuchaba las idioteces que decían los otros.

Sus ojos se desviaban de vez en cuando en dirección a Gemini, quien golpeaba con fuerza un saco de boxeo que Mark sostenía.

Afuera llovía como nunca, dándoles a entender que la época de lluvias había llegado. Eso significaba encierro y encierro era sinónimo de hombres más irritados, peleas y muertes.

—¿Vas a ir a la pelea de esta noche? —Preguntó Noah. Un chico recién llegado y muy bonito que Fourth había tomado bajo su alero.

Gemini no había estado de acuerdo, sobre todo cuando Fourth lo defendió en las duchas de ser abusado por unos hijos de perra y se ganó a cambio algunos golpes que no llegaron a mayores porque su dueño tuvo que intervenir. Gemini le gritó a Fourth aproximadamente una hora, reprochándolo por su actitud de mamá gallina y al final Fourth le prometió que no volvería a hacerlo. No fue necesario, el propio Noah fue lo suficientemente inteligente para envolverse con un atractivo e intimidante latino llamado José, quien cumplía una condena de diez años por tráfico de armas. Quizá la diferencia de edad podría haberle molestado a Fourth, pero no en North Collan.

—Ya te dije que no voy a las peleas de Gemini, Noah. —Rodó los ojos.

No comprendía esa insistencia de todos por que bajara a ese pútrido lugar solo para ver seres humanos masacrarse.

Noah se encogió de hombros y le arrebató el cigarrillo a Fourth.

—Es divertido. Ayuda a eliminar tensión.

Ford y el resto asintieron, dándole la razón al inglés de tan solo diecinueve años, que había obtenido una sentencia de 2 años por estafa; en realidad había cobrado un seguro por enfermedad que no le correspondía.

—Yo no pienso así... —Todos guardaron silencio y eso hizo a Fourth girar el rostro. El oriental, llamado Ley Han acababa de ingresar. Con su larga cabellera en una coleta baja y su torso al descubierto. Llevaba guantes protectores y los pies descalzos. Fourth sintió sus mejillas calentarse cuando el hombre le obsequió una mirada.

Ley Han era el segundo peleador que Nicholas, el mecenas de Gemini había introducido en North Collan. Un artista marcial profesional y que había derrotado a Mark ganándose el respeto de los convictos de la penitenciaría. Fourth siempre pillaba a Ley mirándolo de lejos.

Era extraño, se veía siempre calmado y en control. Algo que distaba bastante de los reclusos de North Collan, y a Fourth le llamaba la atención su indiferencia y miradas de soslayo. Todos los de su círculo bromeaban respecto al aura misteriosa que envolvía al peleador, al hecho de que no parecía interesado en obtener ningún tipo de placer carnal. Y es que el hombre tenía un cuerpo de increíbles proporciones y un rostro estoico. Quizá no tan apuesto como su dueño, pero sí un digno ejemplar.

Fourth volteó el rostro con indiferencia fingida. No sabía si Gemini lo había vislumbrado mirando al oriental, pero no quería arriesgarse. Ya llevaba demasiado construido con su peleador demente como para destruir todo, solamente porque su polla no podía permanecer quieta ante un hombre sexy, de grandes músculos, bonitos labios, cabello largo y.... ¡Joder!

Carraspeó al darse cuenta de sus pensamientos. Algunas costumbres eran difíciles de erradicar.

—Creo que está enamorado de mí —soltó Ford de repente.

—¿Qué? —Pestañeó incrédulo y Ford le señaló con la cabeza en dirección a Ley Han—. ¿Ley Han? Estás loco.

—¡No estoy loco! Ese hombre me desea. Alguien debería multarme por ser tan sexy. —Una pequeña carcajada emergió de la boca de Fourth y la ocultó con su mano para no llamar atención indeseada—. Pobrecito Ley. Debe ser tan doloroso estar enamorado de alguien como yo.

—Ford. A veces me pregunto si no se equivocaron contigo. Lo que tú necesitas es un psiquiátrico —comentó Noah con una enorme sonrisa.

Fourth sacó otro cigarrillo de su cajetilla. Ya no los atesoraba tanto como antes y es que Gemini lo suministraba de todos sus pequeños caprichos. Lejos había quedado la época donde pasaba hambre y se lavaba el cabello con jabón de barra. De acuerdo, no tan lejos pero ya llevaba unas dos semanas siendo cada vez más y más consentido.

—Joder. Ahí viene Francesco. —Fourth bufó y prendió su cigarrillo. Llevando su mirada al francés que caminaba hacia Gemini con un movimiento exagerado de caderas.

Fourth no entendía cómo Gemini le aguantaba tal descaro. Él ni siquiera podía sentarse en la misma mesa que Gemini, y Francesco incluso se le colgaba del brazo cada vez que quería.

—Deberías hablar con Gemini. Es humillante compartirlo con esa zorra. —Fourth se encogió de hombros y en ese momento escuchó un quejido de dolor.

Llevó su mirada en todas direcciones y al ver que Ley Han se encontraba sobando su tobillo, con un amago de dolor en su rostro, se colocó de pie y caminó en su dirección. Llevaba el cigarrillo en su boca, respirando a través del filtro para la nicotina.

—Déjame ver —dijo colocándose de rodillas frente al peleador. No podía evitarlo, estaba en su naturaleza ser médico.

Quizá también había un poquito de interés personal. Quizá, y solo quizá, quería provocarle celos a Gemini.

—¿Sabes de medicina? —preguntó el oriental con una ceja arqueada. Fourth asintió y tomó el pie del hombre, haciendo una mueca con los labios al verlo fruncir el ceño.

—Soy médico pediatra. Dime que estabas haciendo para provocarte un esguince.

—Ejercitando patadas laterales. ¿Se me pasará pronto? —Fourth negó y le palmeó el torso del pie con la mano.

—Lo siento campeón. Es un esguince por desgaste. Puedo decirlo porque este tipo de lesiones se provoca cuando ha habido daño previo y no ha sanado como es debido. Debes hacer un tratamiento como corresponde, de lo contrario cada vez sufrirás más lesiones en tu tobillo y... —Un jalón lo hizo colocarse de pie de golpe. Giró y el encolerizado rostro de Gemini lo saludó. Mierda.

...

Fourth secaba los restos de lágrimas que nacían en sus ojos. Esa fue en definitiva la peor pelea que había tenido con Gemini. Su dueño lo había lastimado con palabras y acciones. Rompió los libros que Fourth tanto se había esmerado en conseguir, el hervidor en el que Fourth preparaba el té que tomaban todas las mañanas y hubo lanzado fuera de la celda todos los productos de limpieza y comestibles que le había dado al castaño.

Las palabras de Gemini se repetían cruelmente en la cabeza de Fourth. Llevándolo una y otra vez a un rincón de angustia y sufrimiento. Había sido cruel y humillante; atacando sus sentimientos. Burlándose en su cara de su miserable condición de reo y esclavo. Lo comparó con un animal rastrero y utilizó todas las palabras de Fourth en su contra, trastornándolas y haciéndolo ver como si realmente fuera una puta.

Lo peor fue la manera en que Gemini lo miró todo el tiempo. Como si Fourth lo hubiese traicionado, lastimado.

Fourth nunca se disculpó, no sentía la obligación de hacerlo. No estaba de acuerdo con el actuar de Gemini no fingiría estarlo solo para evitar una pelea entre ambos.

Gemini le dijo que buscara otra celda, que ya había tenido suficiente de su juego infantil. Le restregó la misericordia que tuvo con él al no follárselo y luego desecharlo para el disfrute de los otros prisioneros. Rompió a Fourth una y otra vez antes de irse a su pelea, dejando a su prisionero desmoronado en un lastimero llanto.

Fourth se hizo un ovillo en la cama, buscando la forma de calmarse y no entrar en pánico. Temía por su sanidad mental y por su estabilidad emocional. Y es que debería estar furioso, sentirse encolerizado por el trato de Gemini, e incluso sentirse aliviado de que el hombre le hubiera dicho que ya no quería nada más con él. Sin embargo, no se sentía así. El dolor que se expandía por su pecho, que le hacía dificultosa la respiración, estaba ligado a las últimas palabras de Gemini, al cese de su relación.

¿Por qué le gustaba un hombre tan cruel?

¿Podía seguir usando el ambiente de la prisión como excusa para lo que estaba comenzando a sentir por Gemini?

El ruido de la oxidada puerta metálica se hizo escuchar y Fourth sorbió su nariz antes de sentarse. Limpiando el mar salado que le recorría las mejillas. Salió de la cama, ahogado en emociones contradictorias y que lo empujaban a los brazos de ese hombre bestia que tanto lo había lastimado.

Sus húmedos ojos cayeron en el desasosiego al ver a Gemini frente a él. El hombre lucía un rostro lleno de magulladuras. Su labio tenía una horrible cortada y su ojo izquierdo estaba hinchado, prácticamente no lo podía abrir.

Gemini jamás había lucido tan mal después de una pelea en el Under. Fourth quería preguntarle el motivo por el cual lo habían golpeado así. ¿Podía ser un poquito engreído y pensar que fue debido a la pelea de ambos? Que de alguna forma Gemini también estaba afectado por lo ocurrido.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó el lastimado peleador antes de girarse en dirección al lavamanos y abrir el paso del agua para sacar la sangre de su rostro.

Fourth miró a Gemini, agitando sus pestañas y sin saber que responder. Quería lanzarse sobre él, curar sus heridas y hacerle jurar que nunca más iba a pelear. Le estaba estrujando el corazón verlo así.

—¿Q-qué te pasó?

—Como si te interesara —gruñó en respuesta.

—Me interesa —murmuró apenas con voz, Fourth. No mentía.

—Puto mentiroso —bufó antes de beber agua del grifo y enjuagarse la boca—. Estoy seguro de que te dije que te largaras. Que ya no me interesa ser tu dueño. Búscate otro. —Fourth sintió sus piernas flaquear cuando Gemini repitió las palabras malditas.

¿Cómo iba a dejar de ser su dueño? Eso era inconcebible puesto que se necesitaban.

Una verdad que prevalece en la historia de la humanidad. Un esclavo no vive sin un dueño, un dueño no es nada sin su esclavo.

Y Fourth no era idiota, sabía lo que se encontraba oculto bajo las palabras venenosas de Gemini. Miedo, celos...

—N-no me iré. 

—No me enfrentes Fourth. No estoy de humor y como vuelvas a joderme, quebraré cada hueso de tu pequeño cuerpecito. —Colocó la boca bajo el grifo y tomó agua para hacer gárgaras, botando la mezcla de agua y sangre en el lavamanos.

—Umh. De, de todas formas... no me iré, Gemini.

Gemini negó con la cabeza y cerró el paso del agua. Secándose el rostro con una vieja y usada toalla. Miró a Fourth una última vez antes de encogerse de hombros y caminar hasta su cama.

—Haz lo que quieras, pero ten presente que ya no soy tu dueño. No es mi deber protegerte.

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