La Leyenda Áurea

By Kia020

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Esa noche, Xylia nunca olvidaría esa noche, en la que los habitantes del bosque salieron a celebrar sus ritua... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capitulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 20
Capítulo 25
Capítulo 21
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 22
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 (Anuncio)
Capítulo 50 (Nuevo Anuncio)
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61 (Especial)
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68

Capítulo 12

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By Kia020

-Por favor señorita, debe calmarse -dijo con desesperación el pobre curandero que trataba de mantenerme quieta para poder continuar con el tratamiento pero era imposible, ni con los dos soldados que me sujetaban de los brazos pudieron mantenerme quieta.

Aquello dolía muchísimo, no sabía qué tipo de aceites me estaban aplicando pero dolía mucho y no podía soportarlo. Gruñía y chillaba de dolor cuando ese hombre con cuidado, pasaba una tela con el líquido y me la colocaba en la planta del pie. Era muy lastimoso y mis ojos inundados por las lágrimas, veían borrosos la situación.

El monarca de aquellas tierras tenebrosas seguía aún en la sala, expectante de la escena que estaba creando pero no era de menos, los pies los tenía realmente mal y habrían sufrido demasiado pero saber que su remedio dolía aún más, me mantenía contradecida.

-Si sigue así, no voy a poder acabar con el tratamiento, majestad.

No se dirigió hacia mí sino a su rey que observaba con cautela y quien mantenía los brazos cruzados. Escuché cómo soltó un leve suspiro y con la mano ordenó que s detuviera por unos instantes, algo que me alivió. Mi respiración agitada y mis rápidas palpitaciones simbolizaban el sufrimiento por el que estaba pasando. Se acercó a mí e incluso se agachó para estar a la misma altura que yo, obligando al curandero a apartarse. Lo miré dolida, muy dolida mientras que yo tan solo vi oscuridad y cómo esa mano con esas largas uñas se posaron en mi rodilla sin llegar a clavarlas, tan solo las colocó encima de ellas.

-Si quieres volver a ponerte de pie sin quejarte de dolor, tendrás que soportar esto, pequeña guardiana.

Mi respiración no se calmaba, estaba muy confusa para poder entender sus palabras. Tan solo quería que aquello parase y que volviera a la normalidad junto a mis seres queridos en el poblado, no allí con desconocidos y criaturas mágicas, ese no era mi lugar.

-N-no p-puedo -dije con la voz entrecortada.

Era realmente doloroso y si seguíamos así, iba a desmayarme tarde o temprano.

-Xylia, si que puedes y me lo vas a demostrar ahora -con la mano ordenó a los presentes que se prepararan -sigue centrándote en mi y en todo el odio y dolor que te he causado.

Averigüé sus intenciones pero aún así, cuando volví a notar ese líquido, volví a chillar y a sollozar. Aunque ahora notara un leve apretón en mis rodillas como si ese ser quisiera recordarme que seguía allí con ellos. Me removí y temblé por aquella sensación, mis ojos empezaron a nublarse y no era por las lágrimas que derramaba, sino por el suplicio y por el inminente desmayo que iba a sufrir. Aún así, lo soporté y parecieron horas interminables, hasta que noté como ese líquido se desvaneció hasta que no quedó rastro de él y simplemente pude volver a respirar con normalidad. Estaba empapada de sudor, todo mi pelo mojado y mi vestido pegado a mi cuerpo marcando cada curva.

Los soldados me soltaron y el curandero finalizó su trabajo vendándome los pies y las pequeñas heridas que se encontraban en la clavícula. Una vez finalizó, se marchó dejándome con aquel regente que ahora, ya de pie, me miraba desde la altura.

-Pediré que te traigan algo de ropa, por si deseas cambiarte.

Al decir aquellas palabras, el regente tuvo la intención de irse dirigiéndose a la puerta pero mis preguntas le frenaron.

-¿Por qué? ¿Por qué haces esto?

Se giró con cautela y volvió a centrarse en mí. Temblaba por el sufrimiento que había experimentado pero podía notar su intensa y frívola mirada, haciéndome temblar aún más.

-Porque necesito mantenerte con vida.

Me sentí como si hubiese caído en un estanque recién congelada. Qué quería decir con eso, porqué necesitaba mantenerme con vida. Creí que una vez estuviera con él, moriría pero sus palabras desvelaron la verdad, una cruel verdad que escondía un secreto inmenso. No supe qué era peor, si la ignorancia o el conocimiento porque a estas alturas, no sabía que iba depararme el futuro, o mejor dicho, ese ser.

A continuación, salió por la puerta sin mediar ninguna palabra después de aquella confesión. Me quedé sentada en el suelo sin llegar a comprender qué es lo que había pasado o simplemente, porqué era tan necesario mantenerme con vida. Necesitaba respuestas y parecía que nadie fuera a concedérmelas. Estaba tiritando totalmente empapada del sudor que había producido ante tal sufrimiento pero ese era el menor de mis problemas. Mi mayor enigma en esos instantes era que estaba sola en un mundo ajeno al mío y que era posible que tuviera que luchar por lo que quería, y mi único deseo era salir de allí, de ese mundo lleno de criaturas mágicas y seres feéricos. No quería vivir con ellos, era humana, ese no era mi lugar.

Tiempo después, apareció uno de los soldados con una toalla y lo que parecía ser una capa. Así que una vez se marchó, me sequé todo ese sudor, incluyendo mi cabello y toda la pintura corroída que acabé quitándola. Era realmente increíble cómo el cuerpo reaccionaba ante el sufrimiento y una vez estuve totalmente secada, me puse aquella capa que me cubría entera y llegaba hasta los tobillos. Era muy cálida, e incluso me olvidé de lo mojado que estaba el vestido porque aquella prenda era realmente reconfortante.

Cuando decidí salir de la habitación, una vez ya estuve conforme y preparada para dar mis primeros pasos, me encontré con varios soldados aguardando en la puerta, cinco para ser exactos. ¿Qué pensaba ese rey, que iba a escaparme? No tenía fuerzas para ello y tampoco tenía la voluntad para conseguirlo. Estaba realmente cansada y dolorida, además no podía meterme en más problemas de los que ya estaba. Así que cuando me observaron, me sorprendí ya que no me colocaran las esposas pero lo que me dejó con la boca abierta, fue ver cómo me conducían hasta esa chimenea en la que anteriormente se encontraban esos niños pequeños. Tuvimos que atravesar por las decenas de mesas que habían en ese lugar, captando la mirada de todos los presentes que pudieron dejar de respirar por un momento al verme, al ver a una humana en ese lugar. Era raro e incómodo que me miraran como si fuera un animal totalmente nuevo para ellos pero al y al cabo, eso era lo que era.

También debía ser porque estaba horrible pero a parte de eso, no había nada más que me hiciera parecer alguien realmente extraordinario, si no todo lo contrario, una patética. Aún así, soporté aquellas miradas y mientras evaluaba aquel lugar, no pude encontrar la figura de la bestia ni tampoco del resto de soldados que era posible que estuvieran con su rey. Sin embargo, esos cinco soldados, dos enfrente mía y tres detrás, me escoltaban como si fuera alguien peligroso, porque importante en ese mundo no era, no tenían que tenerme miedo, no era un ser sobrenatural como ellos. En cualquier caso, cuando esos dos soldados llegaron hasta la chimenea se apartaron y con una voz suave y no muy firme, uno de ellos habló.

-Entra en calor ,humana y una vez estés bien, partiremos, así que tómate tu tiempo.

Asentí con la cabeza levemente sin dejar de apartar la mirada de la chimenea. Las llamas siempre me habían hipnotizado y pensar que hacía unas horas, había podido casi ofrendar a los dioses con mi luz, me hacía realmente estremecerme. Di un paso hacia delante y con cuidado, aparté la capa para que el calor abrasador, secara del todo ese vestido que había acabado convirtiéndose en un desastre. Me quedé quieta durante un rato largo, notando como ese calor empezaba a sentirme cómoda y bien, realmente necesitaba aquello ya que si íbamos a partir una vez yo acabara de calentarme, debía de cvolver a concienciarme del frío que hacía en ese lugar. Pasé mucho frío durante el trayecto y esperaba que con esa capa, ese frío se reduciera un poco aunque fuera mínimo y que por lo menos, no me provocaran todos esos temblores.

No sé cuantos minutos pasaron ni cuánta gente me miraba y murmuraba sobre mí, tan solo me dejé llevar por la nostalgia que me daban ver esas llamas. Era un recuerdo de aquello que había sido real, esas llamas me recordaban lo feliz que había sido sin haberme dado cuenta de que podría haber perdido la razón por querer volver a mi hogar. En unas horas me habían arrebatado mi felicidad, mi seguridad y mis ganas de querer vivir. No volvería a ver a nadie de todas las personas que quería, nunca las volvería a abrazar y nunca volvería a sentir cariño. Una lágrima descendió por mi mejilla, mi corazón dolía y el alma debía de tenerla fracturada en miles de piezas que serían imposibles de reconstruir. Estaba rota y angustiada por todo pero debía ser más fuerte que todo aquello, no es que me estuvieran tratando mal pero no era mi casa, no era mi sitio y menos, mi mundo. Así que cogí una bocanada de aire y me calmé antes de volver a dirigirme a los soldados que esperaron pacientemente en su lugar.

-Ya estoy lista.

Ninguno de ellos dijo nada y tan solo asintieron sabiendo que era a hora de marcharse y poner rumbo al destino final, el cual no quería ni llegar a pensar en qué sería. Así que empecé a caminar, una vez los soldados reanudaron su marcha, volviendo a ese silencio sepulcral y tenso que reinó en aquella sala repleta de gente y de vida con instrumentos totalmente exóticos para mí. Su cultura era desconocida para mí, al igual que ellos mismos pero dentro de mi interior conocía el hecho de que iba a pasar todo el tiempo del mundo para poder aprender todo sobre ellos y sobre su mundo aunque eso significara adentrarse en un destino que no quería.

Esos mismos soldados abrieron la puerta principal y una vez la atravesé, me congelé y no por el frío que sentía porque este para mi en esos momentos era inexistente, si no por el hecho de ver a todo un pequeño batallón de soldados perfectamente posicionados para empezar a marchar mientras que ahí lo encontré, sentado ya en su caballo bien erigido. Ese ser irradiaba esa oscuridad que atemorizaba a la luz que se albergaba en mi interior. Todos se giraron al escuchar la puerta, las miradas se intensificaron quedando totalmente a su merced, me removí incomoda y como ya había sucedido anteriormente, ese mismo ser se percató de mi estado una vez más.

-Prepararos para marchar -fue una simple orden que sirvió para que todos aquellos desviaran sus miradas.

-¡Sí señor! -esos mismos soldados vociferaron al unísono provocando que mi piel se erizara.

Eran unos malditos soldados que le debían la lealtad a su monarca y que estaba segura que darían la vida por él si hiciese falta. Nunca había visto a un grupo de soldados tan grande reunidos por una misma causa aunque fuera simplemente proteger al monarca de un reino.

Y como se esperaba de ellos, acataron las órdenes con rapidez instigándome a que caminara y que con su ayuda montara uno de los caballos dejándome confusa. Me giré hacia el regente de ese lugar y sin vergüenza hice lo más estúpido que pudiera haber hecho.

-¿Voy a ir a caballo? -pregunté yo contradecida, no es que me opusiera a ello pero me parecía muy raro.

-Si prefieres ir a pie las próximas seis horas, no voy a ser yo quien te quite la ilusión.

Abrí los ojos sorprendida ante su reacción y su contestación, esa bestia debía de estar jugando conmigo porque aquello no debía ser normal pero no me iba a negar que prefería mil veces ir a caballo que tener que caminar y más con las heridas que tenía en los pies. Así que volví a centrar mi mirada en el caballo y una vez estuve subida, noté como otra persona se sentaba detrás mía y me quedé más estética de lo normal pero cuando un susurro me rozó la oreja, reconocí su voz, la voz de ese hombre que me había descubierto.

-No deberías tentar a la suerte, humana.

Fruncí el ceño sin saber qué significaban aquellas palabras dichas más como un consejo que como una advertencia pero no tuve tiempo para procesarlo ya que la voz del líder de aquellos guardias, reverberó en el lugar haciendo que mi atención volviera a centrarse en él.

-En unas horas volveremos a estar en casa, así que reanudemos la marcha.

Seguido de sus palabras, empezó a galopar y todos copiaron sus acciones, al igual que el caballo en el que iba montada. Todos obedecieron y pude notar que esas palabras también fueron transmitidas con nostalgia como si extrañara su hogar, cosa que a mi no me importaba ya que yo también añoraba mi hogar pero a pesar de ser quien era, podía sentir y eso me hacía pensar si alguna vez ese ser habría sentido culpa por sus acciones porque si no era así, yo sería la primera en provocarle tales sentimientos.

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