Apuesta ¿conseguida? (1) #PGP...

By maridie98

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Alyson hará un cambio radical al regresar al instituto para vengarse de Matthew Hemmings, el popular y egocén... More

Booktrailer y fanarts
1. Introducción
2. Comienza el plan, ¿o no?
3. La maldita fiesta
4. La no tan maldita fiesta
5. Recuerdos fragmentados
6. Vuelo con destino al desastre
7. Fin de semana completo
8. Por una buena razón
9. Conociendo al sujeto
10. Rompiendo las reglas
11. Piensa en tu futuro
12. Olvido necesario
13. El partido
14. ¿Entendiendo?
15. Huída
16. Catarsis
17. Océanos en la mirada y cicatrices en el pecho
18. Friki
19. Lejos
20. Realidad difusa
21. Caja de recuerdos
22. Dolor ¿infundado?
23. De mal en peor
24. Límites
25. Inquebrantable
26. Desvanecimiento y otros exámenes
28. Melodía celestial
29. Un Halloween especial
30. Algo no encaja
31. Sentir nos hace humanos
32. Dientes de león
33. Futbolín
34. Ensayo intensivo
35. Voces a juego
36. Caída
37. Jugando con fuego
38. Sinceridad ante todo
39. Problemas a la vuelta de la esquina
40. Sueños inmersivos
41. Las cartas sobre la mesa
42. Impotencia cristalina
43. Inefable
44. Propuesta
45. El baile
46. Convertida en azul
47. Extraños
48. Estrella fugaz
49. Revelación robada
50. Recuerdos al completo
Epílogo
Agradecimientos

27. Desinterés forzado

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By maridie98


"Infeliz es quien piensa en su infancia y solo evoca recuerdos de miedo y tristeza."

-H. P. Lovecraft


He decidido alejarme de Matt. Después de dos meses sin mirarme ni hablarme, (a no ser que esté borracho, que ahí me busca desesperadamente) ,estoy cansada. No puede actuar así, y mucho menos sin yo merecerlo. Sin ningún tipo de explicación.

Al principio dolía. Un fuego abrasador que recorría mis arterias desde el corazón, quemando cada rincón de mi cuerpo. Me estremecía esa sensación, me era tan familiar que en cierto modo me asustaba. Había llorado, incluso me había dado ansiedad. Esa incertidumbre sólo la había experimentado en mi caótico y putrefacto pasado del que apenas tenía memoria y no quería sentirme igual. Mucho menos dejar que mis sentimientos y emociones quedaran inertes en un intento fallido de atención suplicante carente de unos ojos azules que cada día me congelaban más.

Podría seguir engañándome, decir que no sentía mi corazón acelerarse cada vez que el rubio me llamaba "friki" o me sonreía antes de morderse el piercing. Podría decir que su mirada oceánica no alteraba cada célula de mi cuerpo, haciéndome actuar de forma errática. Podría decir que no se movía el tiempo más lento, amenazando con pararse cada vez que cantaba o pasaba la lengua por sus labios. Pero simple y llanamente estaría engañando a todos, y a mí.

Por eso decido alejarme. No puedo seguir a la espera de que unos ojos me miren pero no me vean.

¿Por qué no me ves? —Me había preguntado.

Sencillo. Nunca ha querido lo hiciera, por eso me aparta después de cada pequeña señal de acercamiento. Todo falso.

No puedo seguir siendo mártir de las malas elecciones del resto, suficiente tengo con las mismas propias. Mis cadenas de culpabilidad que no me dejan avanzar hacia un lado que no sea destrucción, pues no tienen un sentido real para mí, al menos, no de momento. Las noches desde que Matt decidió pasar de mí se han vuelto más angustiosas. Me he acostumbrado a que su luz azul inunde cada una de mis carmesí pesadillas, salvándome constantemente.

Ahora soy yo la que no puede auxiliarle a él, que yace noche tras noche, inerte y pálido en medio de un charco de sangre rodeado de hojas secas. Después caigo de forma seca, y todo se vuelve negro. Al final, ninguno de los dos podemos salvarnos. Él no es merecedor de mis demonios, y por consiguiente, yo de los suyos tampoco.

Sigo haciendo vida normal. Voy al instituto, apruebo, vuelvo a casa, me hago pasta.

A veces viene Leia, vemos películas de amor asquerosas y tristes con las que acabamos llorando (inclusive yo). Me habla de Matt, la callo al instante. No me interesa lo más mínimo.

Él apenas viene al instituto. Algún que otro examen, impregnando las clases de olor a maría y recibiendo llamadas de atención y visitas al despacho del director. Lo poco que sé es que el chico que yo he conocido ya no existe.

Matt, el alumno sobresaliente y perfecto se ha marchado. El jugador de fútbol, el que perseguía su sueño de ir a una gran universidad, se ha marchitado. Estará entre caladas a cigarros demasiado largas y borracheras que acaban de rodillas en algún váter desconocido.

Matthew Hemmings ahora es un completo idiota. Un mujeriego sin sentimientos, pasota y con la mirada más indiferente que he visto en mi corta vida. Todo le da completamente igual. Vive por y para destruirse y no quiere, bajo ningún concepto, ser salvado. Solo pretende acabar cada noche en la cama de alguna chica desconocida después de una noche de pasión desenfrenada.

Ojos rojos y sabor a colonia es lo único que conoce el ángel, que tentado por los pecados, se ha transformado en un demonio.

Está dispuesto a echar su vida a perder, y le da igual quién caiga con él en el intento.

—Friki —la voz de Paul me retorna a la realidad.

Me encojo sobre mí misma, aún no me siento del todo cómoda con aquel chico.

Me limito a posar mis ojos grises en él, que con una mano se coloca el séptum que tiene torcido.

—Me preguntaba si me puedo sentar aquí. —Me mira de forma recelosa y suelto un pequeño gruñido en señal de aprobación.

Saca un libro de su mochila y lo empieza a leer en silencio.

—¿Qué me ibas a contar de Matthew? —Gira la cabeza hacía mi, sonriente y levanta una ceja.

—Te lo cuento si me dejas invitarte a un helado.

Me lo pienso detenidamente mientras lo observo. Es un chico bastante curioso. Alto, de piel demasiado pálida y unos ojos verde azulado que recuerdan al de una esmeralda. Tiene una melena negra azula, larga y despeinada con varios mechones parados hacía arriba con gomina y unas cejas oscuras junto a una nariz pequeña. Unos labios finos de un color rosa intenso envidiable adornan su boca siempre sonriente. Tiene las orejas adornadas con pendientes y siempre viste de negro. Pantalones no muy anchos y algo apretados con muchos bolsillos y cadenas junto a sus Converse, al igual que el rubio. Suele llevar camisetas de bandas de rock con algún que otro roto.

Después de dos meses he llegado a la conclusión de que no es una amenaza, como me había hecho creer Matt. Paul solo es un incomprendido. Alguien demasiado adelantado a la era en la que vivimos. Acepto la invitación de buena gana. Y aunque sé que es inofensivo, algo en él no me termina de cuadrar, algo que revuelve una pequeña parte dentro de mí.

Matt, me duele, perdóname. No puedo salvarte. Pero quizá, si averiguo sobre ti... Pueda entender el por qué.


La tarde de helado con Paul resulta, contra todo pronóstico, bastante
agradable. La única objeción posible era el hecho de que me ha traído al mismo sitio que Matthew. De todos modos el lugar me es familiar, de mi infancia, cosa que le da un toque sentimental y acogedor.

Paul es cuánto menos, extravagante. Tiene unos prontos bastante curiosos y es muy gracioso, por lo que no puedo evitar desternillarme de la risa en algún que otro momento. Su humor bastante negro y agridulce al que suma las caras raras que hace, dan esa característica tan peculiar y diferente de su personalidad y en cierta forma, me hace sentir tranquila.

—Debería haberte invitado a una pizza, me gusta más.

Juguetea con la cuchara en su helado, sabiendo que mis ansias por saber iban a acabar conmigo, llevándose la poca paciencia que me quedaba mientras los rayos del sol que se filtran por el cristal que tenemos al lado hacen que su pelo brille en matices azules oscuros.

—¿Entonces me lo cuentas ya? —suelto lo que llevo guardándome toda la tarde en medio de una carcajada.

Se limita a chasquear la lengua y a sonreír de forma burlona, rascándose la parte trasera de su oreja. Sus ojos verdes me escudriñan detenidamente, sopesando mi pregunta como si no me lo hubiera propuesto él.

—Verás... Sobre eso. —Hace una pausa—. No te lo puedo contar.

Mis cejas se arquean por la sorpresa y abro mis ojos, junto a mi boca en una perfecta "O", estupefacta.

—¿C-cómo? —pregunto atónita, buscando apoyo en la mesa, aferrándome al helado ya derretido.

—Que no puedo. —Sigue sin quitar la sonrisa del rostro—. Lo he prometido.

Mis manos se crispan en torno al helado, sintiendo el frío penetrar mis dedos. Una oleada de indignación recorre mi cuerpo, intentando procesar su negativa. ¿Cómo puede negarse así después de haberme mantenido en vilo durante toda la tarde? Me cruzo de brazos, molesta, después de apartar el helado hacía un lado.

—Pero si fuera por mí ya lo sabrías, Alys —prosigue—. Sólo no quiero que me vuelvan a partir la cara.

Ríe, y de la manera en la que lo hace, me da a entender que la situación realmente le hace gracia. Sus ojos brillan con una mezcla de diversión y complicidad, como si compartiera un secreto que me está negando a propósito.

—¿Entonces me has engañado? —susurro enfadada, aunque sé que no debo estarlo.

El calor que empiezo a sentir enciende mis mejillas cuando contemplo el helado convertido en sopa de oreo que yace intacto en el recipiente. Inhalo profundamente, algo decepcionada por la evasiva, aunque desde el principio ya sabía que iba a ser algo más complicado que  una tarde de helado y charla amistosa. No quiero que le peguen y menos por algo que no me concierne en absoluto.

—Siempre es agradable compartir un helado. —saca la lengua y pongo los ojos en blanco —. ¿Qué te hizo venir a este pueblo de mala muerte y dejar Londres?

El aroma dulce del lugar y de los bollos recién horneados inundan mis fosas nasales, relajándome y destenso el cuerpo, convirtiendo mi boca en una fina línea cuando me doy por vencida. Todo el mundo parece conocer mucho más de mí de lo que me dejan averiguar de ellos, cosa que cada vez me enfada un poquito más.

—Veo que has hecho los deberes. —Suelto una leve carcajada —. Digamos que he venido en busca de respuestas.

Asiente con la cabeza antes de añadir:

—¿Y las has encontrado?

Mis pensamientos se agitan, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar mis motivos sin revelar demasiado. ¿Cómo puedo explicarle que he venido buscando respuestas a preguntas que apenas me atrevo a formular? ¿Cómo puedo decirle que estoy tan rota que no recuerdo gran parte de quién soy ni de lo que fui?

—Estoy en ello. —Sonrío al igual que él, volviendo a coger mi helado y suspiro.

—Todos buscamos respuestas de vez en cuando. —Su mirada, aunque me mira directamente, parece ausente mientras habla—. Tampoco hay que enfocarse en el resultado, ¿no? Simplemente.... Disfrutar el camino.

El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados mientras la tarde llegaba a su fin, haciendo que el cabello de Paul vuelva al tono negro sin matices que lo alteraran. Su piel pálida adquiría un tono dorado cuando coge su helado medio vacío y se apoya en el respaldo de la silla, observándome con curiosidad.

—Si... —Hago una mueca.

Disfrutar el camino... Puedo disfrutar como cualquier otra adolescente descerebrada de las que se apelotonan en el instituto. Me dan algo de lástima, viendo como malgastan su juventud en cosas que creen divertidas carentes de tiempo de calidad, pero a la misma vez las envidio. Yo debería ser otra de ellas. Salir, beber, follar... Volver a casa. Castigos, malas notas, romances efímeros y corazón roto rodeada de pañuelos haciendo un maratón eterno del "El diario de Noa" y "El diario de Bridget Jones" en bucle mientras maldigo a cualquier idiota que me ha ilusionado para jugar conmigo.

Rodeo mi cuerpo con mis brazos de forma inconsciente, sintiendo el cosquilleo de la brisa del atardecer sobre mi piel, mientras una sensación gélida se cuela en mis huesos, alimentada por la incertidumbre que bulle en mi interior como de costumbre.

—¿Tienes frío? —pregunta el chico apartando algunos mechones que ya caen sobre su frente.

—Solo divago mucho —bromeo, tratando de desviar la atención de mis propios pensamientos—. Siempre ando en las nubes.

—Me he dado cuenta de ello. —Se deja resbalar por la silla, poniéndose cómodo y relajado—. He estado observándote.

Mis mejillas se colorean ligeramente, sintiendo el calor irradiar desde mi interior. La sensación de ser observada me hace sentir vulnerable, pero también curiosa por saber qué pensamientos han pasado por la mente de Paul mientras me observa y por qué razón lo hace. Si todo se resume a Matthew o hay algo más.

—¿En serio? —digo de forma irónica —. Fíjate, si no me lo llegabas a decir no se me habría pasado por la cabeza...

Una risa larga escapa de sus labios, contagiándome con su alegría mientras niego con la cabeza. Sus labios se curvan en una sonrisa juguetona, mostrando una hilera de dientes blancos y perfectos que brillan bajo la tenue luz del local.

—Eres... Diferente —suelta cuando salimos del establecimiento —. Me gusta la gente diferente.

—¿Sí? —Levanto una ceja.

—Sí, por eso era amigo de Matt. —Guiña un ojo—. No puedo decirte más, solo que tengas cuidado.

—¿De qué? —Lo miro confundida.

Mis manos se aferran con fuerza al borde de la mesa, anhelando encontrar alguna pista en sus palabras y el por qué de crear tanto misterio y llenarme de tantas dudas.

—La verdad aveces duele, friki. 

Paul hace un gesto con la mano, como si fuera un militar dando órdenes antes de proseguir su camino, en la dirección opuesta a la mía. La brisa de la tarde juguetea con los mechones sueltos de su cabello, añadiendo un toque de misterio a su figura mientras se aleja lentamente metiendo las manos en sus bolsillos.

Aquel chico realmente no sabe cuan ciertas siento esas palabras.

¿Por qué todos te guardaban los secretos a Matt? ¿Acaso son igual de oscuros que los míos?


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