Anhelo

By NAE_JAZ_97

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"Anhelo", guarda para desatar una tormenta de emociones que solo se intensifica después de haber recorrido la... More

♠️ PERSONAJES ♠️
♠️ Nota de Autora ♠️
PARTE 3
PREFACIO
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Extra: Konexiõ
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22 parte I
Capítulo 22 parte II
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26 parte I
Capítulo 26 parte II
Capítulo 27
Capítulo 28
Extra: Pasado.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34 parte I
Extra: LOVE YOU LIKE A LOVE SONG
Capítulo 34 parte II
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
PARTE 4
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45 parte I
Capítulo 45 parte II
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60 parte I
Capítulo 60 parte II
EXTRA: COME AND SAVE ME
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65 parte I
Capítulo 65 parte II
Capítulo 66
Capítulo 67

Capítulo 13

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By NAE_JAZ_97

Nenas el maraton es largo asi que ponganse comodas, pongan su play list favorita y preparense un cafe antes de iniciar.❤️🫣

Es el primer maraton que subo despues de mucho, denle mucho amor votando en cada capitulo para seguir subiendo maratones. 

Seattle

—Señor —entra Max con una expresión preocupada.

—Dije que necesitaba estar solo.

—Lo sé, pero este asunto con Samuel se está saliendo de control. Valeria y Jack se la pasan peleando como perros y gatos. Intentaron inyectarle el suero a Samuel, pero le causó una reacción alérgica que le provocó un paro cardíaco.

—¿Supongo que ya hablaste con los malditos científicos para empezar a crear un suero que pueda tolerar? —respondo, apretando el puño mientras firmo los documentos. El maldito dolor de cabeza no cesa. El recuerdo de ella tomando su mano me atormenta.

«¿Cómo se atrevió a elegirlo sobre mí?» «¿Te recuerdo que fuiste un maldito idiota?»

—¿Solo eso le preocupa? Samuel estuvo a punto de morir.

Me masajeo la sien con frustración, mirándolo con un destello frío en mis ojos.

—Sí, ya hablé con los científicos. Empezarán a crear un nuevo suero, mientras tanto, Samuel estará vigilado las 24 horas del día y no sé le permitirá participar en nada relacionado con la misión —me dice, soltando un suspiro de exasperación.

Me importa un carajo quién haya regresado de entre los malditos muertos. Ese hijo de puta tiene una maldita conversación pendiente conmigo. Aún no sé me olvida que él era el único que sabía que Alena tenía un jodido rastreador. Más le vale recuperar la memoria y darme una explicación convincente, o lo arrojaré a una maldita trituradora por traidor.

De todos, podría tolerar fallas, menos de él. Es por eso que ya no confió ni en mi propia sombra, no desde que por culpa de una maldita rata, todo lo que tenía se desmoronó por un maldito acto de deslealtad.

—Bien, aprovechando que estas aqui, arregla todo para mi regreso, la anciana murió, en dos días se firmaran los acuerdos y se cerrará la compra, pero eso lo hará el administrador —ordeno con voz cortante. No puedo soportar ni un maldito día más aquí. Si vuelvo a verla con él, si ella vuelve a mirarme con odio, no podre contener todo este jodido torbellino de celos y desesperación que está acabando con mi cordura.

—Como ordene.

Lo veo salir mientras concluyo con mis obligaciones. Esto es lo que debería haber hecho desde el principio, debería haberme alejado antes de que ella volviera a arruinarme la vida. Si tan solo se hubiera entregado a otra rata, no estaría hirviendo en esta maldita furia. Pero no, tenía que correr a los brazos de ese pedazo de mierda humano.

Estoy a punto de salir de la oficina, pero algo me hace regresar. No puedo dejarlo así, tengo que hacer algo para aplacar esta sensación de impotencia y rabia. Tomo el teléfono y llamo a Briden.

—Señor.

—Quiero que des baja y sin honores al coronel Thomas Edward Warnock. Para hoy mismo, lo quiero fuera de las malditas líneas. —ordeno con un tono que refleja mi completa falta de paciencia.

—Señor, eso...

—Hazlo, y quizás me piense el que debas reponerme el armamento que perdiste.

—Como ordene, señor.

Veremos qué tan alto se siente ahora que quedará desempleado. Como dije, lo llevaré al borde de la desesperación. No descansaré hasta verlo arrastrándose, suplicándome que acabe con su miserable agonía. Le mostraré que nadie, absolutamente nadie, se mete con lo que es mío y sale impune.

Subo al jet donde Max y dos hombres más me están esperando para salir de esta ciudad, para esta hora ya el hijo de perra se debió enterar de que se quedo sin empleo, hubiese pagado lo que fuera por poder ver su rostro, pero ya me tocara, es de dominio público donde me encuentro y solo es cuestión de días para que se arrastre como la rata que es.

—Señor, es su asistente, me dice que no logra contactarlo pero que es urgente —me dice Max entregándome el celular.

—¿Qué quieres?

—Señor, la princesa Narel nos respondió, le reenvié el correo, creo que debe verlo —me dice y eso termina por hacerme estallar. ¿Que acaso esa mujer no entiende que no deseo verla?

—¡Eres una inútil! Ya te había dicho que no queria saber nada de esa tipa, me importa una mierda si es princesa, así sea la maldita reina de Inglaterra, no puede venir a tratar a mis empleados como monigotes, me estás decepcionando Domina, arregla eso para ya, demandala por acoso, o por lo que sea pero que detenga la puta insistencia.

—Lo sé, sé lo que me dijo pero es que...—se detiene ¿Nerviosa? Ella no es una mujer que se ponga nerviosa con algo —Señor es que mando una foto, es de una pulsera, de la misma pulsera que usted...—se calla.

Saco el maldito celular apenas la escucho, abro el correo y ahí está ¡¿Qué mierda?! Es la pulsera que esa... Que ella me dio, llevo mi mano por impulso a mi cartera donde...

Asunto: Cita Importante.

Estimado Sr. Hoffmann,

Me permito comunicarle que tome la decisión de reunirnos en un encuentro personal en Saison Restaurante, ubicado en Juneau. La cita está programada para el día 31 de agosto a las 5:00 pm.

La importancia de esta reunión radica en la necesidad de tratar asuntos de interés mutuo. Agradeceré su puntualidad y disposición para abordar estos temas de manera cordial y constructiva.

Espero contar con su presencia en el lugar y fecha mencionados.

Saludos cordiales,

La princesa Narel R.

«¿Pero quién se cree?»

La rabia vuelve a consumirme. ¿Quién demonios se cree que es? Esto no es una solicitud, es una orden disfrazada de formalidad. ¿Acaso piensa que puede manipularme con una maldita foto? ¿Qué pretende con esta reunión? ¿Qué asuntos de interés mutuo podemos tener ella y yo?

Las preguntas giran en mi mente, pero solo obtendré respuestas hasta que me enfrente a ella. Por mucho que odie ceder ante esta provocación, sé que no tengo elección.

—Cambio de planes, dile al capitán que vaya a Juneau —le ordeno a Max y asiente.

Miro la hora en mi reloj, son las 2 de la tarde así que llegaré a tiempo «Por su propio bien espero que valga el encuentro, o de lo contrario me va a conocer»

Me levanto yendo a una de las recámaras del jet, si no descanso unos minutos en mi lista de víctimas estará la cabeza de un princesa.

Llego al restaurante media hora antes de lo acordado.

—¿Tiene reservación? —me pregunta el camarero, lo miro frunciendo el ceño.

—Señor Hoffmann que honor tenerlo por aqui —habla otro hombre acercándose al inútil quien palidece con algo que le dice el que supongo es el gerente. —Pase señor es bienvenido.

Los murmullos y miradas no sé hacen esperar cuando cruzo el umbral del restaurante. La gente no puede evitar comentar y señalarme, como si fuera un animal en un zoológico. Comentarios absurdos sobre mi apariencia y mi posición inundan el aire, y aunque me desesperan, decido ignorarlos. Avanzo con paso firme hacia la mesa que ha llamado mi atención, ubicada en el centro y apartada de los demás.

—Señor Hoffmann, no quiero ser grosero, pero esa mesa ya se encuentra reservada. Es la mesa de una persona muy importante para el restaurante —el camarero me informa, y ​​una chispa de irritación cruza mi mirada.

—¿Más importante que yo?

—Sí, señor, es una princesa —me responde, y no puedo evitar asentir con una mezcla de fastidio y resignación. ¿Otra vez ella?

—Tengo una cita con ella. Deja tu insolencia a un lado porque no estoy de humor para lidiar con tus tonterías. Pero ten claro que es la última vez que insinúas que alguien es más importante que yo. Podría comprar este restaurante en un abrir y cerrar de ojos si me lo propusiera. ¿Entendido? —le advierto, dejando en claro que no toleraré ningún menosprecio.

—Lo siento mucho, señor, no volverá a ocurrir.

El camarero regresa minutos después con una botella de vino, llenando mi copa con una cantidad mínima para que pueda degustarlo. No puedo evitar notar su aire de profesionalismo mientras realiza su tarea, y asiento levemente, indicándole que sirva un poco más generosamente. Aunque pueda parecer un simple detalle, ese detalle supera mis expectativas de este lugar. Aunque sea un pueblucho, este restaurante parece tener un estándar más alto que muchos otros.

La comida podría ser deliciosa, pero me cuesta imaginar que podré disfrutarla. No he comido bien desde la maldita fiesta, pero dudo que pueda siquiera tragar en presencia de esa misteriosa mujer. Max y mis hombres se aseguran de rodear el área, vigilando cada rincón para asegurarse de que no sea una trampa. No puedo permitirme bajar la guardia.

Los minutos pasan, pero parecen transcurrir más lentamente de lo que había anticipado.

No soy un hombre que espera y cuando el reloj marca las 5:05 me levanto, ninguna mujer va a venir a tratarme como su títere, tomo mi saco y camino hacia la entrada pero de repente los murmullos me dejan estático por algunos momentos, son demasiados los halagos, veo como la puerta del restaurante se abre dando paso a la causante de tanto escándalo.

«¡No puede ser!»

Todo lo que he conocido queda eclipsado por la visión que se despliega ante mis ojos. No hay palabras suficientes para describir la belleza que acaba de aparecer, algo que va más allá de lo terrenal.

«¡Hija de puta!»

Mis piernas se doblan involuntariamente, sin siquiera pensarlo, sin verlo venir me arrodillo ante esta presencia que desafía mi comprensión. Es pequeña en estatura, pero su esencia abarca el universo entero. Su mera existencia provoca sensaciones que jamás imaginé posibles, una mezcla de asombro y devoción.

«El universo está enfermo por hacerme sentir todo esto»

Es un momento etéreo, un instante suspendido en el tiempo. Mi mirada queda atrapada en la suya, unos ojos que destellan con una luz intensa y misteriosa atrapando el mar en esos ojos que desde ya, puedo jurar que son mi condena. El cabello rojo cae en cascada sobre sus hombros, y su piel parece tener una luminiscencia sutil. No puedo apartar la vista de ella, como si estuviera hechizado por su mera presencia. Cada detalle, cada matiz de su ser, me mantiene hipnotizado.

No ha pronunciado una sola palabra, pero su influencia en mí es profunda. Su sonrisa es como un faro que ilumina mi oscuridad interior, sacando a la luz emociones que ni siquiera sabía que existían en mí. El mundo entero parece contener la respiración mientras nuestros ojos se encuentran, como si el cosmos entero se hubiera detenido para presenciar este momento.

Mi corazón late con una intensidad desconocida, como si quisiera escapar de mi pecho para unirse al ritmo del universo. La gravedad de su mirada me envuelve, y me siento envuelto en una corriente de energía que me hace sentir más vivo que nunca. Es como si esta niña hermosa fuera la clave para sanar todas mis heridas.

Es imposible describir completamente lo que siento en este instante. Parece como si la muerte misma hubiera perdido su dominio, como si hubiera trascendido la realidad y me encontrara en un plano superior. Mi mente lucha por encontrar explicaciones racionales, pero mi corazón sabe que esto va más allá de la lógica y la razón.

«No es real» «Ella no puede ser real»

En sus ojos, veo un mundo que se despliega ante mí, un mundo lleno de maravillas y misterios. Cada segundo que paso a su lado parece una eternidad, y cada sonrisa suya provoca una oleada de alegría en lo más profundo de mi ser haciéndome reír como un completo idiota.

Esta niña, esta presencia que desafía todas las leyes de la realidad, es tan hermosa que me hace sentir que he muerto y he llegado al cielo. Cada instante frente a ella es un regalo inmerecido, una visión que trasciende lo mundano y lo terrenal. Es como si estuviera presenciando la esencia misma de la belleza y la maravilla en su forma más pura.

El mundo hizo una paréntesis en el tiempo cuando sus ojos se expanden cuando me mira, cuando abre su boquita sorprendida por tenerme de rodillas, su mirada está avivando mi corazón y encendiendo un fuego que nunca había sentido antes. Es un sentimiento que se mezcla con admiración, devoción y un profundo deseo de proteger y cuidar. Es una conexión que va más allá de las palabras y las acciones, una conexión que se siente en lo más profundo de mi ser.

Estoy ante una belleza que desafía toda descripción, una belleza que ha cambiado mi percepción del mundo para siempre.

—Hola —escucho su voz, y cada palabra que pronuncia parece rozar mi piel, erizando cada centímetro de ella. Mi corazón late con más fuerza, queriendo escapar de mi pecho. Mi mirada se encuentra con la suya y el mundo entero parece congelarse por un instante.

Ella está aquí de pie frente a mí, como un sueño hecho realidad. «Narel» Ese nombre suena en mi mente como una melodía, una melodía que no sabía que anhelaba escuchar. Su presencia es abrumadora, su aura exuda un encanto y una belleza que trasciende lo humano.

Su vestido rojo destaca en medio del lugar, haciéndola brillar como un faro en la noche. No puedo apartar los ojos de ella, me tiene hipnotizado. Sus cabellos rojos parecen arder con una llama interior que me consume, y sus ojos, ¡Oh Dios!, sus ojos... Son como dos zafiros radiantes que me atrapan en un hechizo del que no quiero escapar.

Mi mente se nubla, mis pensamientos se vuelven incoherentes. La realidad parece difuminarse, y solo existe ella y yo en este momento etéreo. Su mano se extiende hacia mí, ofreciéndome un gesto amable, y mi cuerpo reacciona sin que pueda controlarlo. Mi mano se encuentra con la suya en un presionado firme, y el contacto es como una descarga eléctrica que recorre mi piel.

—Alexander Hoffmann —respondo, tratando de recuperar mi voz y mi compostura. Sus ojos, intensamente azules, me miran con una calidez y una profundidad que nunca antes había experimentado. Parece como si pudiera ver a través de mí, como si estuvieran explorando cada rincón de mi ser. Mi mente lucha por mantener el control mientras me pierdo en su mirada.

—¿Seguirá de rodillas? —pregunta sacándome una sonrisa genuina, ¡Dios! Esto no puede ser real, esto...es asombroso, lo que ella está causando en mí, en mi ser, es asombroso.

—No —respondo recuperando un poco la razón, noto que Max entra y sé queda igual tan absorto como yo al verla, al detallarla, su cabello sigue atrapando mi atención trayéndome a la mente un solo nombre. «Alena»

—Princesa —el gerente la mira con asombro posando su mirada en su cabello, como si nunca antes lo hubiese visto—. Qué grato es verla de nuevo, venga por favor —tartamudea, le indica el camino tratándola con devoción. Todos a su alrededor parecen estar dispuestos a complacerla en todo momento, como una reina. Mi orgullo se eleva al ver cómo la tratan, pero al mismo tiempo, una sensación extraña de celos se apodera de mí al ver como se le acercan, al ver las miradas de la gente sobre ella.

No merecen verla, no le llegan ni a los talones, un cabello de ella vale más que los insignificantes que susurran alrededor, le hago una señal a Max quien entiende mi solicitud.

—Quien salga de este restaurante en este preciso momento recibirá una tarjeta premium válida en los hoteles y restaurantes del Grupo Hoffmann —dice, mientras yo sigo sin apartar mi mirada de ella. La gente reacciona rápidamente y comienza a dispersarse, dejándonos a solas.

—Retírate tú también —ordeno a la mujer que la acompaña.

—No, no puedo dejar a la señorita sola.

—Ella es mi cuidadora, dejala. —me ordena y estúpidamente asiento. «¡Estoy jodido!» Hago una señal a Max para que se lleve a la mujer a otra mesa, mientras yo extiendo mi mano para ayudar a Narel a subir a su silla.

—Así que es la princesa Narel —comento finalmente, intentando romper el silencio incómodo.

—Sí, así es —responde con una sonrisa suave, y su voz es como música para mis oídos.

—A sus ordenes su alteza ¿Digame para que queria verme? —pregunto, tratando de mantener mi compostura, aunque ya sé el motivo, solo necesito confirmalo de sus labios.

—Quería conocerle en persona, señor Hoffmann —«¿Señor?» —He oído mucho sobre usted. —dice mientras sus dedos juegan con la copa frente a ella.

—Y ¿qué es lo que ha oído? —pregunto con una ceja levantada, intrigado por su respuesta.

—Cosas, ya sabe esto y aquello —responde, y su mirada se encuentra con la mía poniendo sus mejillas rojas y a mi sacandome una sonrisa.

—¿Qué cosas? —cuestiono, sintiendo una conexión extraña entre nosotros, algo que no puedo explicar con palabras.

—Quería conocerlo, señor Hoffmann—«Señor»— Quiero saber quién es realmente.

El tiempo parece detenerse mientras nuestras miradas se mantienen unidas. En sus ojos veo una profundidad que me atrae, una historia que no conozco pero que estoy ansioso por descubrir. En este momento, sé que mi vida nunca volverá a ser la misma.

—Pero antes, lo escucho. —dice en un tono serio.

—¿Qué desea escuchar alteza?

—¿Sabía que las disculpas pueden tener un impacto emocional profundo en la persona a la que te disculpas. Puede aliviar su enojo, heridas y resentimientos, lo que puede mejorar la relación y la comunicación entre ambas partes? Por ende señor Hoffmann disculpese, ahora.

«¡Puta madre!»

—Discúlpeme su majestad, no fue mi intención ofenderla, ni mucho hacerla enojar —me disculpo sinceramente por primera vez en mi vida.

—Disculpa aceptada. —dice con una sonrisa—. ¿No tiene hambre señor Hoffmann? «Señor» —me pregunta, supongo que ella sí tiene por lo que hago la señal al camarero quien se acerca con la carta. —¿Tiene dinero señor Hoffmann? «Señor» —pregunta mientras sus ojos leen el menú.

—Usted ordene lo que desee princesa. —ella asiente con una sonrisa, la elegancia que emana, la forma en la que sus manos toman el menú es indescriptible.

—De inicio serán Gazpacho de Camarones, carbonara para compartir y como platillo fuerte Ribeye vaquero de corte de 1,5 pulgadas acompañado de espárragos asados, puré de patata y chirivía, demi-glace de melocotón, lo mismo para el señor —dice entregando el menú.

«¡Suficiente!» La saliva se me vuelve acido, el pecho se me comprime, ya no soporto escucharla llamarme "El señor". Trate de ir a su ritmo, pero si vuelvo a escucharla decir eso, iré directo por la persona que no ha dejado de aparecerse en mi mente desde que descubrí su maldita mentira.

—No soy "El señor", soy tu papá —digo con firmeza, haciendo que el camarero deje caer el menú y provocando que Narel me mire con la boca abierta.

Procesa lo que acabo de decir por algunos segundos, la detalló viendo como sus ojos se tornan rojos momentos después.

—¡Tonto! —grita levantándose, y antes de que pueda reaccionar, ya está corriendo hacia la puerta. Mi instinto me lleva tras ella, tomando su brazo suavemente para detenerla. Le doy la vuelta, encontrándome con esos ojos enrojecidos y una expresión de enojo en su rostro. Su rabia me atraviesa como un puñal. —¡Lo sabías! ¡Sabías de mí y me abandonaste! —me acusa, y cada palabra es como una daga a mi corazón.

—No sabía de ti, Narel —intento explicar, pero ella no está dispuesta a escuchar.

—Entonces ¿cómo sabes que eres mi papá? ¡No me trates como tonta! —continúa su reproche, y siento un nudo en la garganta. No puedo soportar verla así, herida y enojada.

—¿Has visto el color de mis ojos? —pregunto, y sus ojos se enfocan en los míos, buscando respuestas. —A kilómetros de distancia, proclamas que eres mía, mi hija —le digo, limpiando con cuidado sus lágrimas con mis pulgares. Ella me mira, esta vez en silencio, procesando mis palabras. Luego, su expresión cambia, formando una amplia "O" en sus labios, una sonrisa brota en su rostro, y es como si un rayo de sol iluminara el lugar.

—Dilo otra vez —susurra, su voz temblorosa pero llena de esperanza.

—Eres mía, mi hija —reitero, y su sonrisa se ensancha aún más. La emoción que siento es abrumadora, y por más que trato no puedo evitar sonreír.

Hago el intento de levantarme pero antes de que pueda anticiparlo, se abalanza sobre mí, rodeándome con sus brazos el cuello, siento su pequeño cuerpo temblando contra el mío, y mi pecho se llena de una mezcla de ternura y alegría indescriptible. El aroma de su cabello y la sensación de tenerla tan cerca, tan mía, me llenan de una felicidad que nunca antes había experimentado. En este instante, en este abrazo, encuentro una paz y una conexión que nunca creí posible.

«Mia»

La vida parece recompersarme de todo el sufrimiento, y el mundo parece temblar por sabe lo que se acaba de desatar en mi interior al tener a mi hija aquí, en mis brazos. La levanto acomodándola en la silla de nuevo.

—Y yo que venía preparada —dice de la nada.

—¿Con qué su alteza?

Ella mira a la mujer que parece una leona cuidando a lo lejos a su cachorro, está de pie, mirando cada acto.

—Inés —la llama y la mujer se acerca con un portafolio, de este saca varias cosas, un cepillo de dientes y varios álbumes —Pensé que querría una prueba de ADN.

—No me interesa.

—Ni a mí, me hubiese... Me hubiese. Inés.

—¿Molestado? —contesta la mujer. —La señorita tiene Asperger, es por eso que no entiende sus emociones —me explica y la miro acallándola, no le pedí explicarme nada.

—¿Crees que es raro? —me pregunta Narel.

—No, es único. —respondo y ella expande su sonrisa. —También tengo memoria eidética, estoy en segundo de primaria, aunque debería estar en un grupo más avanzado, pero mami dice que debo convivir con niños de mi edad ¿Pero sabes? Esos niños son ton... de enfoques únicos, no los entiendo, me empalagan y molestan.

—Digalo como es, tontos. —le digo y asiente sorprendida.

—No lo digas frente a mami —dice en voz baja y asiento, tratando de disipar la imagen de su "mami" de mi mente.

—Yo también tengo memoria eidética —le comento y ella vuelve a emocionarse.

—Ya sabia yo, el 38% de niños obtienen esta condición por herencia —dice orgullosa. —Por cierto, ¿estás disponible el 20 de septiembre?

—Para ti, siempre voy a estar disponible —le respondo con una sonrisa, sintiendo una calidez inusual en mi pecho al escuchar cada palabra que sale de sus labios.

—Genial, leí que eres un empresario, ¿eso es más que ser abogado? ¿Tienes más dinero que él? —me pregunta sin rodeos, directa y sin tapujos. Su franqueza me sorprende y me agrada.

—Soy mucho más que un abogado, y por supuesto tengo mucho más dinero que cientos de abogados juntos —le reveló, y observo cómo sus ojos se ensanchan con sorpresa.

—Y ¿qué se puede comprar con eso?

—Lo que usted desee, incluso un castillo, por ejemplo —le respondo con una sonrisa, disfrutando de su expresión de asombro. Cada vez que abre sus ojos o separa sus labios, una chispa de auténtica felicidad se enciende en mi interior.

—¿Con coronas? Porque eso es lo que nos faltó hoy. ¿Verdad, Inés? —le pregunta a su acompañante, quien asiente.

—Bueno, había algunas, pero estaban fuera de nuestro presupuesto —explica la mujer, y veo cómo Narel la mira con un gesto molesto.

Miro a Max, quien asiente y sale discretamente del lugar sin decir nada.

—¿Por qué no me lo dijiste? Mami nos habría dado dinero para comprarlas —le reclama a su acompañante.

—Su mami está muy ocupada, señorita.

«Ocupada con el pedazo de parasito que tiene a lado» pienso con ira. «¿Cómo se atreve a estar con ese pedazo de estiércol y descuidar lo mío, dejándola con quién sabe qué clase de mujer?»

La ira amenaza con involucrarme, pero no lo permitiré. No hoy, no cuando tengo al ser más importante de mi vida justo enfrente de mí.

Observo a Narel mientras empiezan a servir los platillos. La veo acomodarse la servilleta y mirar con asombro los alimentos que le presentan. Me siento inundado por una ternura y una intensidad que no puedo contener. La miro venerando cada acción, idolatrando cada sonrisa, repitiendome miles de veces que es real, que esta aqui y que es mia.

—¿Me lo cortas? —pregunta, y asiento. Tomo su plato y corto el pedazo de carne para ella. En cada acción que realiza, en cada pregunta que hace, su presencia ejerce un efecto magnético sobre mí. Su curiosidad y conocimiento para su edad son asombrosos, y cada detalle que descubro sobre ella me deja perplejo.

— ¿Tú no vas a comer? —continúa, y mi mente divaga por un momento. ¿Cómo podría concentrarme en la comida cuando su sola presencia me sacia de una manera que nunca imaginé? —. ¿Sabías que el cerebro necesita un suministro constante de nutrientes para funcionar correctamente? Los ácidos grasos omega-3 y ciertas vitaminas y minerales son especialmente importantes para la salud cerebral y la función cognitiva —dice mientras enrolla la pasta en su tenedor.

¿Cómo podría explicarle que el único alimento que me satisface es su presencia, sus palabras y sus sonrisas?

—Lo sé, los alimentos nos proporcionan nutrientes esenciales que nuestro cuerpo no puede producir por sí mismo, como los aminoácidos. Estos nutrientes son vitales para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de la salud —le respondo, y veo cómo se emociona, su rostro se ilumina con una sonrisa que me desarma.

Ella sigue comiendo, cada bocado que da me llena de sensaciones que no puedo describir. La observo con una mezcla de admiración y amor. Cada movimiento de sus manos, cada palabra que sale de su boca, solo me recalca que es mía, que lleva mi sangre. Pero también me enfurece pensar en cómo su madre pudo ocultarla de mí todo este tiempo.

¿Realmente pensó que podría mantenerla alejada de mí? ¿Tapar el sol con un dedo? Esa maldita mentirosa se creyó con el derecho de privarme de conocer a mi propia hija.

Cada vez que escucho su voz, mi enojo aumenta. Quiero enfrentar a su madre, quiero escuchar la explicación que esa mujer tiene que decirme por haberme ocultado la verdad, para privarme de la oportunidad de estar con ella desde el principio.

Tarde o temprano iba a descubrir la existencia de Narel. No podía mantenerla oculta para siempre. Pero lo que realmente me saca de quicio es que su madre prefirió que fuera mi propia hija quien me encontrara, en lugar de ser honesta desde un principio. Si no fuera porque Narel decidió investigar por su cuenta, ¿seguiría escondida bajo el yugo de esa escoria? ¿Le llamará "papá" a ese pedazo de parasito humano? Esa mujer no tenía derecho a mentirme, a ocultármela, a privarme de esta conexión que ahora siento, que debía haber existido desde el principio.

La idea de que alguien más tenga un lugar en su vida, en su corazón, me llena de celos y rabia, y si por su madre era capaz de convertir el mundo en cenizas, por Narel soy capaz de reconstruirlo a su antojo. Cada latido de mi corazón me recuerda que ahora tengo un motivo más poderoso, más peligroso, para aferrarme a mi control, a mi poder. No me importa cuánto deba desmoronar, cuánto deba destruir, cuánto deba enfrentar. Incluso si debo desatar un maldito armagedón sobre la tierra, ella es mía, y no dejaré que nadie más reclame ese lugar a mi lado.

—Entonces ¿podrías ir a mi escuela? —me pide, y siento cómo mi corazón da un vuelco al escucharla nerviosa. —Una niña fea siempre me dice que no tengo papá —continúa, y sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco doloroso. Sus acusaciones, sufrimientos y confusión se hacen presentes en mi mente—. Me dice que soy Cenicienta, pobre y huérfana. Me dijo que si no te llevo, quedaré como mentirosa, y seré su esclava personal. No lo puedes permitir, ¿verdad? Me basta con que tengas más dinero que los papás de esas odiosas.

Cierro los puños bajo la mesa mientras intento contener la avalancha de emociones que me embarga. Sus palabras son como una daga que se clava en mi pecho, recordándome la mentira que Alena tejió a su alrededor. La rabia hierve en mis venas y siento cómo mi mente se nubla por un momento.

Las palabras de Narel me rasgan y me llenan de ira. La traición y la mentira de Alena se manifiestan de una manera brutal en este momento. Quiero gritar, quiero maldecir, quiero que esa mujer pague por todo el dolor que ha causado. Mis puños están apretados con tanta fuerza que siento cómo mis uñas se clavan en mis palmas. «¡Maldita mentirosa!» Siento como un odio empieza a nacer en mi, un odio que amenaza con arrasar con mi cordura. «Por tu bien Alena, por tu bien escondete, por que te juro que si te vuelvo a ver lamentaras haber nacido»

Me obligo a mirar a Narel a los ojos que me observan con inocencia y esperanza, y eso detiene mi furia por un instante. Respiro hondo, luchando por controlar mis emociones y ocultar mi tormento.

—Narel, primero que nada, quiero que sepas que no eres pobre ni huérfana —digo con firmeza, tratando de controlar mi voz para que no revele la tormenta de emociones que estoy sintiendo—. Tienes más riqueza a tu disposición de lo que podrías imaginar. Podrías comprar castillos, islas, casas, cualquier cosa que desees. No permitas que nadie te haga sentir menos, porque eres poderosa en todos los sentidos, nadie está encima de ti, tú con solo 3 años tienes el poder de destruir el mundo si me lo pides ¿Esta claro?

Ella me mira con esos ojos llenos de confusión y vulnerabilidad, y eso solo hace que mi enojo crezca. Mi mente sigue atormentándose con la imagen de Alena, y la necesidad de enfrentarla y exigir respuestas se vuelve aún más urgente. Miro directamente a sus ojos, tratando de comunicarle mi convicción en cada palabra. Quiero que entienda que su valor no sé mide por lo que otros puedan decir o pensar. Su confianza y autoestima deben ser inquebrantables.

—Y en cuanto a esa niña que te dice esas cosas, no permitiré que nadie te lastime ni te menosprecie. Si alguien se atreve a hacerlo, haré que se arrepienta de haber nacido que para eso me tienes, conmigo siempre te debes sentirte protegida, respaldada, haz y deshaz que yo te voy a acolitar todo, pero jamás Narel dejes que esos parásitos te afecten —mis palabras son frías y duras, pero no puedo evitarlo. Mi instinto protector se despertó apenas supe de su existencia, y no permitiré que nadie le haga daño a mi hija.

Narel me mira con una mezcla de asombro y sorpresa, quizás asustada por la intensidad de mis palabras. Pero no me importa, porque en este momento solo quiero que sepa que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerla, incluso si eso significa mostrar mi lado más oscuro y despiadado.

—Me gustas —dice comiendo su postre con una sonrisa.

—¿Te gusto? —cuestiono cruzándome de brazos.

—Tú me no me lo has dicho, debes decirlo primero.

—Tú perdida si no lo dices —le contesto encogiéndome de hombros.

—¡Papá! —exclama con un gruñido, y ¡Joder! Incluso el mismo Diablo sintio un escalofrío ante la poderosa sacudida que acaba de causar en mí el escucharla llamarme así.

—Narel —le contesto, jugando con su nombre y provocando una expresión divertida en su rostro.

—Dímelo como lo dice mami —insiste.

—Tú primero.

Ella se cruza de brazos con determinación, y yo termino de beber mi copa de vino mientras observo a Max entrar con una caja de terciopelo rojo en la mano.

—Mira lo que te he mandado a traer —le anuncio, pero la señorita sigue manteniendo su actitud molesta. —Si no lo aceptas en tres segundos, se lo aventaré a un vagabundo. Uno... dos... —ella hace un gesto de fastidio mientras observa la caja que Max le entrega, él la mira fijamente durante unos instantes. —Voy a regalárselo a alguien más.

—¡Espera, espera! —exclama, rodeando los ojos y mirando la caja con interés, mientras Max se retira con una sonrisa divertida, no sin antes mirarme por algunos segundos.

—Discúlpeme señor, es que es... Es hermosa. —me dice y Narel lo mira con seriedad, como si acabara de decir lo obvio.

—Lo sé, señor empleado. —le dice sacándome una carcajada que resuena en todo el restaurante.

Mi hija abre la caja y saca la corona, no es lo que esperaba pero supongo fue lo mejor que se puedo lograr conseguir en este pueblucho.

—Es una corona de rubíes señorita Hoffmann —le dice Max. Narel lo mira mal y me jala la manga de la camisa.

—Discúlpelo su majestad, el señor empleado no sabe distinguir a una princesa —miro a Max quien palidece.

—Lo siento princesa Narel —dice y Narel asiente.

—Disculpado señor empleado. —le dice extendiéndome la corona —¿Me la pones?

Miro a la empleada que no para de repararme y de reparar a Narel y esta se acerca a colocarle la corona, mi hija debe entender que a partir de este momento tendrá empleados a su disposición para hacer lo que le plazca.

Terminamos de cenar, saco de mi cartera la tarjeta mirando de reojo la pulsera que debí haber tirado hace años.

—¿Qué es eso? —pregunta señalando la tarjeta, poso mis ojos en su muñeca viendo como tiene la pulsera de su madre atada.

—Una tarjeta de crédito.

—¿Y se puede pagar con eso? ¿No necesitas efectivo? —pregunta y niego.

—Esto ahora es tuyo, contiene dinero ilimitado, puedes gastar lo que desees.

—¿Comprar castillos e islas? —pregunta emociona y asiento.

Pago y la mujer que viene con ella se acerca a ponerle su abrigo.

—Bueno, fue un gusto conocerlos —dice y contengo la risa que estuvo a punto de ganarme.

No sé quién es más ingenua si ella o Narel al pensar que dejaré que se vayan así.

—Tú te vienes conmigo —le digo y asiente emocionada.

—¡No! No puede señorita su madre, se va a enojar.

Narel me mira confundida.

—¿Y si vienes a Douglas con nosotras? Mami viene en dos días, podemos darle la sorpresa, ella estará contenta de verte —me dice y suspiro antes de decirle la verdad, de decirle que su madre ya me vio y que es una maldita mentirosa.

Ahora entiendo su insistencia de querer alejarme del maldito pueblo, de decirme que desapareciera, queria seguir con sus malditas mentiras, siempre será una...

—Por que no. —digo y me acerco a la empleada. —Tienes prohibido informale a su madre, ella sabrá que estoy con Narel cuando yo lo decida, un paso en falso y me la llevo —sentencio de forma fría, ella asiente, pero no sé inmuta, se ve que es de temple fuerte y eso me agrada.

—¡Vamos! A las 9 mi mami me llama —dice Narel y asiento.

El ferri avanza sobre las aguas, y el viento trae consigo una sensación de libertad mientras escucho las risas y las historias de Narel. Sus ojos brillan con cada palabra que pronuncia, su entusiasmo es contagioso, y no puedo evitar sonreír ante su energía inagotable.

—No puedo creer que nunca antes haya venido a Douglas —comenta mientras observa el paisaje marítimo que nos rodea. —Es tan hermoso aquí, papá.

Cada vez que pronuncia esa palabra, mi corazón da un vuelco. Es como si una fuerza imparable me hubiera lanzado a un abismo de emociones contradictorias. ¿Cómo puede un solo término evocar tantos sentimientos a la vez?

Narel sigue sumergiéndome en relatos sobre su vida en Alaska. Sus palabras fluyen como las aguas del mar que tanto ama, y ​​cada historia que comparte me hace sentir más cerca de su mundo. Habla con tal pasión y alegría que es imposible no contagiarse de su entusiasmo.

—¿Sabes que mi nombre significa "la que viene del mar"? —pregunta, sus ojos brillando con emoción. El viento juega con su cabello y las olas parecen susurrar en complicidad con sus palabras. Siento el calor de su cuerpo al recostarse contra mi pecho, y una sensación de protección y conexión me invade. No puedo resistirme a acercarme a su oído y susurrarle lo que sé que desea escuchar.

Un brillo de asombro y felicidad ilumina sus ojos, y su risa se mezcla con el suave murmullo de las olas. Se voltea hacia mí, sabiendo que puede moverse como desee, ya que jamás la dejaría caer.

—¡Lo dijiste!

—Es nuestro secreto —le digo con complicidad, acercándome aún más a ella—. Nadie más debe saber que te lo dije, ¿de acuerdo?

Asiente, su pequeña mano se mueve para invitarme a acercarme. Me inclino hacia ella, y sus labios se posan en mi oído mientras repite las mismas palabras. Palabras que resuenan en mi interior, reviviendo un sentimiento que creí perdido, despertando un lado de mí que creía enterrado bajo capas de oscuridad.

En ese instante, me doy cuenta de que no hay manera de que alguien o algo pueda alejarme de ella. Ni la sombra de mi pasado ni la oscuridad de mi vida pueden competir con la luz que ella trae consigo.

Llegamos a la cabaña, es pequeña pero se nota que tiene todo lo que necesita Narel, me da un recorrido por ella, mostrándome cada parte de la casa, continua con su oficina donde entro y veo un pizarrón con mi nombre y fecha de nacimiento, su oficina está implacable, como si acabara de ser ordenada, tiene tres libreros, me dice que ama leer, que es la cosa más entretenida de su vida, me platica de un libro que ya había leído y yo me pongo a debatir con ella las teorías que Hawking aborda en su libro.

—Señorita Narel, faltan 30 minutos para que su madre llame. —le informa la empleada y asiente.

—Debo cambiarme, y asearme, ¿Me acompañas? —pregunta y asiento.

Llegamos a su recámara, sorprendiéndome, pensé que su cuarto estaría decorado acorde a su edad pero no, su cuarto es amplio, completamente blanco y minimalista.

Narel me dice que me siente en su cama mientras ella se cambia, volviéndome a sorprender, ya que no necesita de ningún adulto, la veo lavarse los dientes, ponerse su camisón, lavarse la cara, cosas que son tan triviales, cosas que jamás imagine que me llenarían tanto, que me harían tan feliz.

—¿Sabes hacer trenzas? —pregunta trayendo consigo el cepillo y una dona, asiento tomando el cepillo.

Cepillo el cabello de mi hija, sintiendo los rizos rojos en mis manos. Cada mechón me lleva a un torbellino de emociones encontradas. Recordándome a esa mujer, la mujer por la que habría dado mi vida. Sus rizos caen como llamas en mis manos mientras el cepillo se desliza con suavidad.

Mi mente lucha por mantenerse enfocada en el momento presente, en este pequeño ritual que compartimos. Pero cada rizo me transporta a ella, a Alena, y no puedo evitar que los pensamientos confusos y las preguntas sin respuesta llenen mi cabeza. Debería estar concentrado en Narel, en el hecho de que tengo una hija, pero el cabello rojo me arrastra de regreso a un pasado que creí superado.

Aun así, Narel irradia inocencia y alegría. Sabe que este momento es especial, que compartimos un vínculo que va más allá de las palabras. Sus ojos, esos mismos ojos azules que heredó de mí, brillan con una chispa traviesa. Me llama "papá" con seguridad, con la confianza en que soy parte fundamental de su vida. Su mirada es un recordatorio constante de la conexión entre nosotros, de que mi sangre que fluye por sus venas.

Pero por más que me resisto no puedo evitar que mis ojos se desvíen hacia su cabello, hacia esos rizos que parecen encender un conflicto interno en mí. Cada uno de ellos insiste en arrastrarme a un maldito abismo, a ella, a todo lo que sentí por esa mujer. Cada rizo me recuerda que Narel lleva consigo una parte de la mujer que aún no puedo olvidar, pero también me recuerda su mentira, el hecho de que perdí años de la vida de mi hija por sus malditos engaños, y eso me hace detestar a la mujer que la parió.

Y aunque odie aceptarlo, aunque mi orgullo y mi ego se resistan a admitirlo, no puedo negar que si Narel ha entrado en mi corazón como un relámpago, es precisamente porque es hija de esa bruja. Es como si la ironía del destino se burlara de mí, mezclando el amor y el dolor en una sola persona.

Le termino de trenzar el cabello y la recuesto en su cama, me siento a lado de ella, esperando la llamada de su madre.

—Recuerda, no puedes decirle que estoy aqui —le digo y asiente.

El reloj marca las 9 y la llamada entra puntal.

—Hola mami.

—Hola mi amor ¿Cómo estás? —su voz me reseca la garganta y me dispara la maldita presión.

—Muy feliz mami —le dice Narel mirándome asiéndome con uno de sus dedos un gesto de silencio.

—Me alegra escuchar eso cariño, ¿Cómo estuvo tu día? —le pregunta, siento que escucho a una Alena diferente, su voz es más suave, más dulce.

Narel le platica de su día, de como le fue en la escuela, se detiene justo cuando está a punto de soltarle lo del restaurante.

—¿Y tu día como estuvo mami?

—Bien cariño —mentirosa—Tuve un día muy feliz también —se le nota en la voz la mentira.

—Mami, ya quiero verte.

—Yo también cariño, ya falta poco, en dos días, en dos días estaremos juntas de nuevo y no volveremos a separarnos.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

—Alena, quieres...—la sangre se me sube a la cabeza cuando escucho a ese hijo de puta.

—¡Estas con ese señor! —Narel se altera incorporándose. «Lo conoce» Esa maldita se lo presento.

—Si mi amor, pero no es lo que piensas.

—¡Te dije que no quería que ese señor estuviera contigo! ¿Me abandonaste por ese señor? —Narel le reclama, esta fúrica, sus ojos se llenaron de lágrimas y su pequeña barbilla tiembla, quiero arrebatarle el teléfono y enfrentar a la mentirosa, pero me contengo, mi hija no presenciará como destruyo a su madre.

—No te abandone cariño, Thomas está aqui porque está acompañándome, ya que...

—¡No quiero escuchar tus excusas! ¡Sacalo! No quiero que esté cerca de ti —la interrumpe y una sonrisa se dibuja en mi rostro, al ver que Narel al igual que yo compartimos el repudio hacia esa rata.

Alena suspira y su voz se entrecorta, por unos segundos el celular se queda en silencio.

—Ya se fue Narel —suspira y su dolor es palpable—¿Sabes? Hay veces que me lastimas hija, hoy despedí a una persona importante, ya no está y me siento muy sola, soy un ser humano Narel, soy tu mamá y me lastima que me hables así, te amo cariño descansa.

—Mami —Narel trata de hablar pero no puede, Alena se escucha rota, tan rota que una parte de mí quiere correr a su lado.

—Piwkenyeyu —le dice colgando la llamada.

Mi hija se queda un momento mirando el celular —¿Fui grosera? —me pregunta con sus ojitos tristes.

No sé qué contestarle, no puedo mentirle diciéndole que si lo fue, porque seria hipócrita de mi parte.

—Ese señor no me agrada, no me gusta que esté cerca de ella, no quiero hacer llorar a mi mami, pero no me gusta, siento aqui —señala su pecho—Aqui duele cada que la veo con ese señor.

—¿Se lo has dicho a ella?

—Sí, bueno no así, pero si le he dicho que no me gusta.

«¿Y aun así insiste en meterlo en su vida?»

—Ya no volverás a verlo —le aseguro y sus ojitos brillan.

—¿Tú cantas? Mami se despidió sin cantarme mi canción —dice, está triste, la felicidad de hace un momento se esfumo por culpa de ese hijo de puta, por culpa de ella quien se empeña en meterle a personas que no le agradan.

Esto me deja claro que no le importa lo mío, de nuevo deja claro que prefiere a esa maldita rata. Empiezo a cantarle con tal de volver a ver su sonrisa.

—Want to be king in your story, I want to know who you are, I want your heart to beat for me, Oh, I want you to sing to me softly. Because then I'm outrunning the dark, That's all that love ever taught me Oh, I...Call and I'll rush out All out of breath now, You've got that power over me, my my, Everything I hold dear, Resides in those eyes, You've got that power over me, my my...—ella suelta esa sonrisa que vuelve avivarme el corazón.

Me quedo con ella hasta que se queda dormida, le doy un beso en la coronilla, apago sus luces y salgo de la habitación, me encuentro con Max y la empleada tomando café en la cocina.

—Prepara sus cosas, quiero que arregles todo, se van mañana a la amanecer a mi departamento en Seattle. —le digo a Max y la criada se levanta nerviosa.

—Usted no puede hacer eso, ella no le pertenece —dice con la voz temblando.

—No estoy pidiendo tu opinión, piensa muy bien tus palabras, no me hagas alejarte de su vida, agradece que dejaré que ella te lleve consigo, pero ojo con decirle algo a esa maldita mentirosa, por que te juro que ni tú ni ella la vuelven a ver.

—La señora no es ninguna mentirosa, ella le dijo a la señorita que nunca pudo encontrarlo, que se fue de su vida sin poderle decir que tenían una hija en común. —suelta y me le burlo, es una ingenua.

—¿De verdad crees que no me encontró? ¡Ha estado trabajando conmigo semanas! —le suelto, no tendría que darle explicaciones pero quiero que vea que su señora no están honesta como dice ser.

—¿Ella le mintió a la señorita? —pregunta incrédula.

—¿Tú que crees?

—No, no puede ser, ella jamás le ha mentido a la señorita, ella es su mundo.

—Pues ha de ser un mundo muy pequeño porque mientras esa maldita mujer se revuelca con su amante, mi hija lloro hasta que se quedo dormida extrañando a su madre.

—¿Su amante?

—¿Qué? ¿Tampoco te dijo que está casada conmigo? —me burlo al verle el rostro.

—Señor, no puede decirle eso a la señorita, no puede decirle que su mami le mintió, que siempre supo donde estaba usted, no sé lo va a perdonar, mi señorita es muy dura, no acepta las mentiras, ella queria encontrarlo para darle una sorpresa a su mami, si sabe que su madre estuvo con usted este tiempo ya no la querrá.

—Tú decides, empacas sus cosas y partes con ella mañana, o le llamas a Alena y de una vez decimos toda la verdad, estoy cansado de las mentiras de esa mujer, de sus manipulaciones y trucos baratos.

—Pero la señora, va a pensar que yo me la robe.

—¿Me escuchaste decir que iré con ustedes? No soy ningún cobarde, me quedaré a esperar a esa mujer, pero porque yo si me preocupo por los sentimientos de Narel, no quiero que este presente cuando enfrente a esa...

—No me voy a separar de Narel, soy su guardiana, mi vida gira en torno a la señorita, por lo mismo mi lealtad está con ella, no quiero verla sufrir al descubrir las mentiras de la señora, por eso me iré con ella, pero no crea que voy a permitir que la aleje de su mami. —me amenaza.

—¿Tú su guardiana? —suelto en modo de burla.

—No me subestime señor, que soy mucho más fuerte que cualquiera de sus hombres.

Su seguridad me hace dudar, había pensado en contratar alguien como su guardaespaldas, pero durante lo que llevo conviviendo con Narel me he dado cuenta de que está muy apegada a su "guardiana"

—Pruébalo, ese hombre —señalo a Max—Es el tercero mejor de mis hombres, vencelo y podrás seguir con Narel como su guardiana.

—Señor no creo que sea justo.

—Te callas, es por la seguridad de mi hija ¿Acaso no es importe eso?

—Lo es señor y por eso no pienso contenerme —me dice y los tres salimos al patio para no despertar a Narel.

Sin más los golpes empiezan a resonar en el aire, un choque de fuerzas titánicas que sacuden el suelo bajo mis pies. Max avanza con un puñetazo dirigido a su oponente, pero ella esquiva con una agilidad sorprendente. Sus movimientos son fluidos como si estuviera bailando en medio de la lucha. Es una danza letal, llena de gracia y ferocidad.

La mujer africana contraataca con una serie de golpes rápidos y precisos. Sus puños parecen ser extensiones naturales de su cuerpo, y cada uno de sus movimientos es calculado y efectivo. Max intenta bloquear los ataques, pero ella es ágil y elude cada uno de sus intentos. Sus técnicas son primitivas pero poderosas, como si estuvieran conectados con una antigua sabiduría de combate.

La pelea se intensifica a medida que ambos se miden el uno al otro. La mujer africana se desliza hacia los costados, evitando los ataques de Max mientras busca su oportunidad. Sus patadas son tan rápidas como certeras, impactando en los puntos vulnerables de Max con una precisión quirúrgica.

Max no es un adversario fácil de vencer. Sus músculos se tensan y su determinación es férrea. A pesar de los golpes que recibe, sigue en pie, lanzando golpes contundentes en un intento desesperado de derrotar a su oponente. Pero la mujer africana no cede, su resistencia es asombrosa y su agilidad le permite mantenerse fuera del alcance de Max.

La batalla llega a su clímax cuando la mujer africana ejecuta una maniobra inesperada. Con un giro elegante, se lanza hacia adelante y golpea a Max en el costado, desequilibrándolo. Aprovecha ese momento de vulnerabilidad y lanza una serie de golpes que impactan en su torso y cabeza. Max cae al suelo, agotado y vencido.

La mujer africana se acerca a mí —Que le quede claro, que mi vida es por y para la señorita —suelta con una voz firme y decidida. Sus palabras resuenan en el aire como un juramento inquebrantable. Observo la seriedad en sus ojos y la convicción en su tono de voz, y sé que no está hablando a la ligera.

Asiento lentamente, es evidente que esta mujer es más que una simple luchadora; hace una seña con las manos, seña que reconozco de una vieja tribu, sus movimientos no me dejan dudas de que es una de las famosas guerreras de Brasil, más en específico de las tribus tikunas.

—¿Estás seguro de que me vas a alcanzar? —me pregunta Narel y asiento, ha estado rara desde que amaneció, ayer no paraba de hablar de su madre y hoy apenas la menciona.

—¿Narel escuchaste algo anoche? —le pregunto no me voy a andar con rodeos con ella.

—Sí, mi madre me mintió, estoy muy enojada con ella. —dice frunciendo el ceño.

Esto era justo lo que quería evitar.

—No debes molestarte con tu madre, ella tuvo sus razones y...

—¡No la defiendas! Ella me dijo que jamás me mentiría, es una promesa, y las promesas deben cumplirse, ¿Ahora como sé que lo que me dijo todo este tiempo es verdad? Que no me abandono para irse con ese señor, tú lo dijiste que ella está con su amante, ella está casada contigo y estuvo con ese señor de novios, eso no sé hace.

«¡Maldita sea!»

—Narel, ella y yo ya no estábamos juntos, puede rehacer su vida, además yo también estuve con otras personas —confiezo y me mira mal—. Así que los dos hicimos mal, lo de ayer, lo que dije ayer fue un momento de ira, cuando uno está molesto dice cosas de las cuales después se arrepiente —tengo contenerme las ganas de decir lo que realmente pienso, ya que no quiero que mi hija se sienta mal con su madre.

—¿No la amas? —me pregunta con los ojos rojos. —Porque ella dijo que te queria, que seria feliz si volvieras, ahorita estoy enojada pero mami es mi corazón, ella y yo nos amamos mucho.

«Más y más mentiras»

Contengo el maldito nudo que se forma en mi garganta. —Yo solo quiero pasar unos días contigo, solo eso.

—Bien, dile a mi mami que debe disculparse, porque eso es lo que se hace cuando mientes y no cumples tus promesas.

—Eso le dire.

—Y dile que la amo, y que la extraño, pero se lo dices después de que se disculpe ¿Está bien?

—Está bien.

Estoy sentado solo en la oscuridad, rodeado de cuatro botellas vacías de vino. La rabia sigue consumiendo mi ser, como un fuego incontrolable que no cesa. Cada trago solo parece avivar aún más la tormenta que arde dentro de mí. La amargura llena mi boca, y la traición que siento parece consumirme por completo.

Cierro los ojos y repaso una y otra vez todos los momentos que compartimos, buscando una señal, una pista de que merezco este golpe que ella me ha dado. Pero no hay respuesta. Desde el inicio, he sido honesto con ella, he estado ahí, la he cuidado, la he amado con una pasión que creí que sería suficiente para mantenernos juntos. Pero ahora, todo eso parece insignificante frente a su traición.

Cada recuerdo de nuestras caricias, de nuestros encuentros, de su sonrisa, se vuelve una cuchilla que corta a través de mi alma. No puedo entender cómo alguien a quien amé y cuidé con tanta devoción pudo haberme ocultado algo tan vital, algo que cambiaría mi vida por completo.

Sostengo un álbum de fotos en mis manos temblorosas, observando las imágenes de Narel cuando era apenas un bebé. Cada instantánea es como un recordatorio doloroso de los momentos que me perdí, de las risas y las lágrimas que no compartimos juntos. Cada foto es un golpe directo a mi corazón, un recordatorio de lo que podría haber sido si ella no hubiera decidido mantenerme en la oscuridad.

La imagen de ella embarazada es como una puñalada en mi pecho. Verla llevar mi legado en su vientre es una mezcla de orgullo, de dolor, de ego incontrolables. ¿Por qué tiene que verse tan hermosa incluso en este momento? ¿Por qué no puedo simplemente odiarla y seguir adelante? Mi mente y mi corazón siguen en guerra, mientras los sentimientos que he tratado de reprimir durante tanto tiempo emergen con una fuerza devastadora.

Las lágrimas corren por mis mejillas sin que pueda detenerlas. Me siento exhausto, rendido ante la avalancha de sentimientos que me consumen. Narel ha derribado la coraza de hielo que había construido en torno a mi corazón para protegerme. Ahora todos esos sentimientos que había reprimido durante años se desbordan, abrumándome con su intensidad. Me siento burlado por mis propias emociones, por no haber sido lo suficientemente fuerte para resistir este golpe.

Sé que, por mucho poder que tenga, por mucho que pueda controlar el mundo a mi alrededor, hay algo que está más allá de mi alcance. Ella. La mujer que logra hacerme sentir vulnerable, la que ha dejado una huella imborrable en mi alma, ella quien ha logrado penetrar las defensas de mi corazón de una manera que nadie más ha podido. Pero que aunque me diga que es mía, que se arrepiente, nunca podré volver a confiar en sus palabras. La traición ha sido demasiado profunda, demasiado dolorosa.

Mi corazón se debate entre el amor que siento por ella y la ira que me consume. No merece mi amor, no merece esta tormenta emocional en la que me encuentro. Pero aquí estoy, atrapado entre el deseo de odiarla y el anhelo de volver a tenerla en mis brazos. En este momento, estoy perdido en un mar de sentimientos contradictorios, y no sé si podré encontrar una forma de navegarlo sin hundirme por completo.

Max: Señor, la princesa Narel ya está instalada, le he montado un cordón de seguridad de 10 hombres, todos pasaron por el suero recientemente y son los mejores de la armada en Seattle.

Dejo el teléfono sigo pasando las imágenes del álbum atormentándome hasta que logro dar con una memoria USB, la cual está a lado un pequeño mechón de cabello rojo y lo que supongo es el cordón umbilical.

Me levanto tratando de buscar donde poner la memoria, pero no hay televisión, ni ningún electrónico, entro a la oficina de Narel pero se llevo su computadora consigo, bramo furioso y sigo mi camino, llego hasta la recámara de Alena, su aroma me avasalla, mandándome al suelo.

«¡Maldita sea! Maldita bruja»

Me levanto tratando de reponerme ante esto, de ignorar todo lo que su aroma provoca en mi sistema, no hay ninguna computadora pero sí tiene en su cuarto un televisión y en equipo de DVD.

«¿Piensa que aun está en el año 2000? ¿No conoce las plataformas de streaming?»

Sonrió pero inmediatamente disipo estos malditos pensamientos.

«¿Qué mierda te pasa Alexander?»

Enciendo la pantalla y el DVD, colocando la memoria en su lugar. El video comienza a reproducirse de inmediato, y me dejo caer sobre la cama, sintiendo una extraña mezcla de anticipación y temor en mi interior. La imagen aparece en la pantalla y mi corazón da un vuelco al verla a ella, en la orilla de una playa. Su figura luce diferente, una hermosa panza de embarazada adorna su vientre, y su cabello corto y de un tono distinto le da un aire renovado. A pesar de los cambios, sigue siendo hermosa, impactante.

Ella camina con gracia sobre la arena, vestida con un elegante vestido blanco que parece ondear con la brisa. Alguien más está grabándola, y siento una punzada de celos al pensar que podría ser ese maldito. Pero entonces escucho una voz familiar, la voz de la africana, quien le pide que mire hacia la cámara. Alena obedece, y sus ojos se encuentran con la lente de la cámara.

En ese instante, siento como si estuviera mirándome a mí. Sus ojos, esos ojos que siempre han tenido un efecto magnético sobre mí, ahora parecen estar mirándome desde la pantalla. Es como si a través de ese video, ella estuviera conectada conmigo de una manera que va más allá de la distancia física. Mis celos e ira se desvanecen momentáneamente, reemplazados por una extraña sensación de conexión y nostalgia.

Observo el video mientras Alena continúa caminando por la playa, su figura bañada por la luz dorada del atardecer. Puedo ver la felicidad en su rostro, la serenidad en su mirada. El hecho de que esté embarazada solo hace que la escena sea más conmovedora y desgarradora para mí. Siento un nudo en la garganta mientras mi mente lucha por procesar todas las emociones que me embargan en este momento.

La pantalla captura su sonrisa, su belleza etérea y la forma en que la cámara la adora. Mi mente se llena de pensamientos confusos y contradictorios. Por un lado, siento el dolor de haberme perdido momentos tan preciosos en su vida, de haber estado ausente durante su embarazo, de no haber estado ahí para cuidarla y protegerla. Pero, por otro lado, también surge la cruel realidad de que esta es una muestra más de su capacidad para seguir adelante sin mí, para ser feliz incluso en mi ausencia.

La imagen en la pantalla cambia, y una serie de momentos se despliega ante mis ojos. Momentos que logran arrancarme una que otra sonrisa en medio de mi tormento emocional. Veo a Alena en diferentes situaciones, disfrutando de su embarazo, compartiendo risas con la africana y otros amigos. Puedo sentir la felicidad que la rodea en esas escenas, y aunque me duele, me alegra verla sonreír genuinamente.

Pero mi verdadero tormento comienza cuando aparece Narel, recién nacida, en brazos de Alena. La escena me golpea como una avalancha. Alena la está bañando en lo que parece ser un pequeño río. El cuerpecito de mi hija brilla bajo el sol, y sus rizos rojos parecen competir con la propia luz del día. Narel suelta una risita que logra escapar de la pantalla y resonar en el espacio de la habitación. No puedo evitar que algunas lágrimas se escapen de mis ojos mientras la observo con una mezcla de dolor y amor.

Es increíble pensar que en ese momento, Narel tenía solo días de nacida. Su delicadeza, su vulnerabilidad, me hacen darme cuenta de cuánto me perdí de su vida. La imagen de Narel con el cordón umbilical aún en su ombligo es una imagen conmovedora que se graba en mi mente. Ella es tan pequeña, tan frágil, y, sin embargo, su simple existencia tiene un impacto descomunal en mí.

Los videos siguen proyectándose, y ahora cambian radicalmente de tono. Veo a Alena viajar de país en país, siempre en movimiento, siempre huyendo. Las palabras que me dijo aquel día en la isla resuenan en mi mente con una intensidad devastadora. Ella tuvo que vivir huyendo, arriesgando a mi hija en el proceso, exponiéndola a peligros que nunca debió enfrentar. La ira se enciende dentro de mí al imaginar que algo malo pudo haberles ocurrido, que mi propia hija estuvo en riesgo debido a las decisiones de su madre.

El enojo me consume mientras observo las imágenes. Veo a Narel dar sus primeros pasitos en un barco destartalado, veo cómo aprendió sus primeras palabras en una comunidad mapuche rodeada de pobreza. Cada uno de esos momentos me perfora el corazón como una aguja, haciéndome sentir impotente y furioso. ¿Cómo pudo Alena arriesgar de esa manera la seguridad y el bienestar de nuestra hija? ¿Por qué eligió mantenerme en la oscuridad y negarme la oportunidad de ser parte de la vida de Narel desde el principio?

Siento una ira intensa hacia Alena por haber tomado decisiones tan imprudentes, por haber puesto en riesgo a Narel de esa manera. Mi mirada se torna sombría mientras sigo viendo las imágenes que cuentan parte de su historia, una historia que nunca debió haber sido así.

—Tú mi princesa hermosa, el mundo eres para mí, tu mi canción preciosa, mi cantar ha nacido en ti, hoy vamos rumbo al mar, que un día fue tu hogar, que maravilla que haya nacido un ser así de fuego y mar...

El canto de Alena llena el aire, sus palabras fluyen como un bálsamo en medio de la tormenta de emociones que me abre. Cierro los ojos un instante, permitiendo que su voz penetre en lo más profundo de mi ser. Las palabras de la canción parecen dibujar un retrato perfecto de Narel y de lo que significa para mí. Aunque mi corazón sigue lidiando con la ira y el dolor, la dulzura de su canto logra calmar en parte el torbellino de pensamientos y sentimientos...

Despierto cuando los rayos naranjas me dan en el rostro, miro el reloj en mi muñeca entendiendo que Alena tardara todavía un par de horas en llegar, me obligo a levantarme, me meto a bañar mientras me toca esperar a ella aparezca.

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