I Know Your Secret - (Jenlisa...

By -lwtlilsun-

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❝Jennie Kim, una agente del FBI especializada en investigaciones y rescate, se verá forzada a mantener guarda... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12

Capítulo 9

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By -lwtlilsun-

Estaba pegajosa, sudada y con el cabello seguramente enmarañado. Intentó abrir los ojos lentamente para que el sol no le diera de lleno y no la mareara. Al lograrlo, una habitación que no era la de su diminuto departamento se plantó frente a ella.

Asustada, se sentó de golpe y recién ahí cayó en cuenta que nada a su alrededor se le hacía familiar. La ropa que usaba menos, incluso si esto consistía en nada más que una enorme camisa y su ropa interior.

Lo único que podía levemente darle una idea de lo que sucedía era el fuerte y relajante aroma del café recién hecho.

Las imágenes llegaron como si de destellos se trataran, una tras otra y sin descanso. Su celo se había presentado luego de años de ni hacerlo, Lisa la encontró en su oficina, la llevó a su departamento y le hizo un nido improvisado.

Estaba arruinada. Ahora seguramente el chisme de que era una omega se estaba corriendo por todo el cuartel. Más de uno debía saber su secreto. Podía irse despidiendo de su empleo.

Con piernas temblorosas y todavía exhausta por un celo que no esperaba, se puso de pie.

La habitación era bonita, definitivamente tenía la escencia de Lisa, con poco muebles, espaciosa y bien iluminada. Se encontró con un espejo de cuerpo completo en lo que parecía ser la entrada de un enorme vestidor y una Jennie muy sonrojada y ojerosa se mostró en el reflejo.

Hace tiempo que no se paraba a estudiar a detalle su imagen y es que tanta carga de estrés, entrenamiento, supresores y reprimir a su loba la habían llevado a que su aspecto se desgastara notablemente. Ya no era la de antes y poco le quedaba a la de ahora.

Decidió que lo mejor era enfrentarse a su realidad, y como no encontró los supresores que estaba segura que había tomado la noche anterior, tuvo que hacerse la idea de que Lisa no solo vería su triste físico omega sino que también sentiría lo horrible del aroma dulzón.

En medio de un suspiro giró el pomo y se encaminó por el pasillo alfombrado. En la cocina se podía escuchar un suave murmullo. En realidad era la alfa, estaba de espaldas tarareando una suave melodía mientras parecía cocinar algo en la estufa.

Enseguida giró, Jennie teniendo en claro que su aroma no era algo fácil de pasar desapercibido, y sus enormes ojos verdes se clavaron en ella.

Jennie intentó cubrirse mejor con la camisa, que rozaba sus rodillas, pero la verdad era que el rosa pálido no resguardaba mucho sus curvas como solía hacerlo el traje de entrenamiento o el uniforme oficial.

Lisa le sonrió de lado antes de voltear uno de los panqueques de la sartén.

—Veo que despertaste, ¿cómo te sientes? —murmuró sin dejar de concentrarse en la tarea que estaba realizando.

Jennie se extrañó ante el trato tan "normal" que la alfa estaba teniendo con ella. No solo era una omega, el más bajo eslabón de la sociedad, sino que le había mentido por meses y ahora estaba en el medio de su casa luego de pasar un celo que ni siquiera lograba recordar con certeza.

—Mejor... Yo... Siento tanto todo lo que pasó. —Jennie retorcía sus deditos juntos producto del nerviosismo. A su vez, el aroma a vainilla se potenció, ya que no sabía controlarlo demasiado.

Vio a Lisa inspirar con fuerza y el rumor de un gruñido quedarse atrapado en su garganta. La alfa la rodeó para poder llegar a una mesa, que Jennie no había notado detrás de ella, y dejar una última torre de panqueques.

—Ya podremos hablar de eso, ahora necesito que comas algo, estuviste más de 24 horas sin probar nada.

Jennie asintió a duras penas. Le costaba trabajo pensar que no estaba siendo juzgada por lo que hizo.

Tal vez si se hubiera separado de su familia antes, si se hubiera topado con alguien como Lisa en su adolescencia ahora no estaría sufriendo tanto, y lo más importante de todo, no habría perjudicado a su parte animal como lo hizo.

Todavía le cuesta trabajo, y es normal porque al fin y al cabo fue criada para servir a otros y comportarse como un mero objeto de diversión para alfas, pero es que había sido tanta la agonía que se negaba a continuar ocultandose de Lisa. No de ella por lo menos.

Se sentó en silencio y pronto el gruñido en su estómago resonó haciendo que sus mejillas se sonrojaran completamente. Se acomodó su cabello con una de sus manos, que estaba cubierta por la camisa de la alfa, y estiró la otra lentamente sobre la mesa.

La verdad era que le daba vergüenza parecer una aprovechada, suficiente con que la alfa la hubiese apoyado en su celo y ahora estaba todavía de arrimada en su casa.

—Puedes servirte lo que gustes, cociné todo para ti. —Lisa le sonrió con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Por favor come conmigo, me sentiría muy mal si solo me observas. —Jennie frunció el ceño de forma graciosa pero lo que no sabía era que la alfa podría pasarse horas viéndola hacer las más monótonas cosas y continuaría perdida en sus suaves movimientos.

Estaba tan concentrada en deleitarse por el dulce aroma de la vainilla que no notó que Jennie la miraba con ojos curiosos, y es que hace tiempo que no olía a una omega tan atrayente como ella. Podría deberse a que se trataba de su omega destinada pero era demasiado pronto como para atosigar a Jennie con esta clase de cosas.

Tomó simplemente una taza de café y la acompañó con una tostada simple. Observó a Jennie atiborrar su panqueque de chocolate y caramelo y ponerle varias cucharadas de azúcar a su té.

—Yo sé que tengo muchas cosas que explicar... —Jennie fijó la mirada en su plato sin saber a dónde más llevarla.

—Claro que sí pero todo a su tiempo, Jennie. Debes saber que no juzgo tus acciones solo estoy algo... Confundida, tal vez dolida, por eso necesito escucharte. Sin embargo, no te estoy pidiendo explicaciones ni mucho menos, no me las debes. Es tu decisión si quieres hacerlo o no.

Jennie se sintió mucho más tranquila al saber que Lisa no iba a obligarla a nada. Pero, ¿por qué dudó en un principio si esa alfa era una de las mejores mujeres que conoció en toda su vida?

—Lo obvio es que soy una omega —Jennie levantó la mirada para estudiar cada reacción contraria pero solo se encontró con una suave sonrisa que la incitaba a continuar—. Me presenté cuando tenía 16 años. Todos pensaban que iba a ser una beta, no tenía "actitudes de omega", mi cuerpo no estaba muy desarrollado y tardé en presentar mi primer celo. En mi casa eran todos alfas y betas, a excepción de mi madre, por lo que fue toda una odisea descubrir que otra de la familia en realidad era un eslabón débil.

A Jennie se le cortó la voz haciendo que las manos de Lisa picaran por abrazarla con fuerza y nunca soltarla, aunque ambas mujeres en esa habitación sabían de sobra que era necesaria la conversación.

—Entonces, una noche, cuando me estaba retorciendo en mi cama producto del primer celo, mi padre ingresó y me obligó a tomar supresores. Fueron los primeros y definitivamente no los últimos —Jennie tragó con fuerza mientras jugueteaba con una migaja de pan. Había algo en el aura de Lisa que solo la empujaban a decir más y más.—. Mi padre me dijo que si alguien fuera de la casa descubría que su hija era una omega podía empezar a despedirme de mi vida.

—Hijo de puta... —oyó murmurar a la alfa haciéndola asentir lentamente.

—Luego de ese celo nunca más experimenté alguno, mi padre se encargaba de mantener a mi loba apagada con supresores que un médico amigo le recetaba. Me costó desvincularme al principio pero luego se me hizo fácil pensar que mi loba no existía, pese a que cada día los dolores, fiebres, mareos y temblores eran mayores. Mi loba lucha por salir. —Jennie no podía descifrar si la expresión de Lisa era de tristeza, enojo o pena pero todas ellas le generaban el mismo malestar.

—¿Solo tuviste un celo en toda tu vida? —preguntó Lisa en medio de un susurró sorprendido, a lo que Jennie sonrió con sorna.

—Dos. Por alguna razón, mi loba ayer se descontroló y logró superar la barrera de los supresores. Ahí fue cuando me encontraste.

La habitación se sumió en un profundo silencio en dónde las respiraciones erráticas de ambas era lo único que se oía. Había miles de incógnitas rondando por la cabeza de la alfa y Jennie solo quería desaparecer.

—¿Por qué? —fue lo único que Lisa atinó a preguntar.

—¿Por qué, que? —Jennie frunció el ceño antes de sentarse con las piernas sobre la silla y abrazarlas contra su pecho.

—¿Por qué odias a tu loba?

Jennie suspiró en alto y meditó por un largo tiempo su respuesta.

—No lo sé... Creo que el vivir rodeada de tanto repudio, ver lo que les sucede a los omegas que rescatamos casi todos los días en distintos operativos, pensar en lo que me habría costado estudiar o salir adelante solo me hizo detestar lo que la naturaleza me dio. Se me hizo fácil esconderme por un bien mayor.

Jennie terminó encogiéndose de hombros frente a la fría mirada verdosa, y es que Lisa comprendía cada palabra pero cada una de ellas le dolía de sobremanera.

—Ya no lo hagas, Jen... —rogó con un hilo de voz sintiendo las ganas de llorar en la base de la garganta.

—¿Hacer qué, Lisa? —sabía bien a lo que se refería pero quería escucharlo de su boca.

—No fingas más.

—No puedo hacer eso —le sonrió de lado—. Me gusta mi trabajo, no podría hacerlo siendo omega, y me traería muchos problemas. Estoy bien así.

—Te haces daño, Jen. A la larga no podrás ocultarlo más, tuvimos suerte de que te encontrara ayer pero, ¿y si en mi lugar era la capitana Yoo? Dime, ¿qué habrías hecho?

—¡No lo sé! Agradezco tu preocupación pero eres una alfa, no sabes lo que es estar en mi situación. —Jennie explotó de un momento a otro.

Se puso de pie de un salto y volvió con rapidez a la habitación. En una silla que reposaba en una de las esquinas se encontraba su uniforme, limpió y doblado. Se quitó la camisa de la alfa sin pudor alguno, inhalando una última vez, y colocó la ropa propia sobre su cuerpo.

No encontró sus pastillas, por lo que esperaba que fuera suficiente tiempo el que tenía para volver a su departamento y consumir alguna de las que guardaba en caso de emergencia.

—Jennie, no hagas esto... —Lisa resopló desde el marco de la puerta— ¡Basta! Te haces daño.

—¡Quítate, Lisa! —la empujó por el pecho haciendo que se tambaleara.

—¡Actúas irracionalmente, omega!

Jennie se congeló en medio del pasillo y con los ojos inyectados en sangre giró en torno a la alfa.

—No vuelvas a llamarme omega —farfulló entre dientes—. No soy una maldita omega.

Una solitaria lágrima escurrió por su mejilla y antes de que el arrepentimiento la abordara e ignorando cualquier llamado, tomó el resto de sus cosas y salió del departamento.

Bajó las escaleras de dos en dos y el viento la recibió moviendo sus cabellos.

Era momento de correr y no ver atrás. Mañana resolvería su puesto de trabajo. Tal vez podría pedir ser transferida o quien sabe pero solo dos personas sabían su secreto y así debía mantenerse.


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