"And here it is, our final night alive"
—¿Estás bien? —cuestionó Marion en cuanto salió del baño—. Rick me contó lo que sucedió.
—No deberías meterte en estos asuntos, Marion.
—Mataste a Kenny, Jess —recordó, como si no lo supiera—. No te estoy culpando, ni siquiera pienso que eres un monstruo, pero me preocupa.
—Pues, no lo hagas. Soy yo la que debe preocuparse por ello. Y me siento correctamente, lista para continuar con el día, así que no vuelvas a repetir mis actos, Marion, porque juro que no pensaré en lo que hago, y tengo mucho miedo de ello. —Acabó con la voz quebrada y sus ojos llorosos. Marion la abrazó y acarició su espalda.
No quería salir de la casa por un largo tiempo, no quería tener que afrontar sus problemas allá afuera. Sin embargo, como había dicho antes, las cosas no siempre salían como ella quería.
Habían escuchado el motor de la caravana por la calle y vieron cómo Rick estacionaba frente a la casa de Maggie y sacaba a la mujer débil. Fue suficiente para que Jessica saliera de la suya sin pensarlo dos veces, siendo seguida por su querida hermana.
—¿Qué sucede? —preguntó ella, desconcertada.
—Es Maggie. Algo sucede con el bebé. Habrá que llevarla a Hilltop para que la revisen —dijo Rick, manteniendo la calma.
—Entonces, los acompaño.
—¡No! —gritó—. No irás. ¿Te olvidaste de lo que sucedió hace unas horas? No puedes salir en este estado, debes quedarte en tu casa. Es lo mejor que puedes hacer.
—Me tratas como una maldita loca, pero eso me importa un bledo. Yo iré con Maggie, y no podrás detenerme. —Rick insistió en que no lo permitiría—. ¡Rick! Por favor, no me hagas esto —suplicó—. He estado con Maggie desde la granja, y no me permitiría dejarla en un momento tan crucial como este. Y si piensas que me quedaré aquí, preguntándome si llegaron o murieron en el intento, estás muy equivocado —argumentó—. Se acabó, Rick. No quiero que nadie más muera, en serio. Quemaré mis armas, si es necesario. Me convertiré en una puta monja, si eso quieres, pero por favor, déjame sostener la mano de Maggie hasta Hilltop. Necesito saber que llegará bien.
Grimes lo pensó muy serio, se tomó un gran tiempo, tiempo que hizo que el estómago de Jessica se retorciera como chicharrón. Finalmente accedió, con la condición de que Marion se quedaría allí.
—Yo quiero ir contigo —pidió Marion.
—Estaremos bien, cariño. No debes preocuparte —acariciaba su hermoso cabello corto y ondulado—. Iremos a Hilltop y encontraremos a Daryl y a Glenn, si es que primero no vienen aquí. Por cierto, lamento haberte tratado...
—No te preocupes, lo entiendo —sonrió dando a entender que entre ellas todo estaba bien—. Si ves a Glenn en Hilltop, ¿podrías decirle que lo quiero mucho? —solicitó la más chica—. No pude despedirme de él cuando se fue.
Con un mensaje en la cabeza y un saludo muy amoroso como última voluntad, Jessica entró al fin a la caravana para ver a Maggie, gimoteando y transpirando como si tuviera fiebre. Un esbozo de sonrisa se formó en cuanto la vió.
—Jessie...
—Estoy aquí, Mags —comentaba entre lágrimas, mientras tomaba su mano—. No debes preocuparte, todo saldrá bien. Estoy contigo en esto.
Se sintió más en familia cuando vio que Aaron también venía a bordo y se quedaba junto a ellas a cuidarlas. Jess besó su mejilla en cuanto lo vió y le sonrió mientras acariciaba el cabello de Maggie. Rick, antes de salir, le advirtió a Jess que Marion estaría con Gabriel y Judith en todo momento, dato que calmó un poco la ansiedad de la mujer. Más por tener compañía que quién era la compañía.
A medio camino, Rick se acercó a la mujer embarazada para decirle que resista, ya que se encontraban cada vez más cerca de Hilltop. Sin embargo, a unos metros, se encontraron con un grupo de Salvadores bloqueando el camino con sus autos. Rick y los demás bajaron para hablar con ellos y Jess decidió quedarse junto a Maggie, como había pedido ante Grimes.
—¿Qué sucede? ¿Por qué nos detenemos? —preguntó Maggie.
—No tengo idea —mintió—. No te preocupes, ya llegaremos.
En cuanto volvieron a entrar a la camioneta, dieron marcha atrás y tomaron otro camino. Esto a Jess le pareció algo raro, pero no quería distanciarse de Maggie por ningún motivo, ni siquiera para preguntarle a Rick qué significaba este cambio de ruta. Por suerte, Aaron quiso tomar su lugar en cuanto ella se durmió, a lo que Jess aprovechó para ver lo que estaba pasando delante.
Se suponía que era fácil; tomarían un camino diferente al anteriormente acordado y en donde los Salvadores no puedan encontrarlo y así llegar con éxito a su destino. Pero cualquier camino que tomaran estaba cercado por pequeños grupos de Salvadores.
—Algo está mal —comentó Jess ante la coincidencia—. Planean algo.
—Asustarnos; eso planean. Pero no nos dejaremos intimidar —contestaba Rick con mucha seguridad.
En otro camino, se encontraron con una fila de caminantes atados a una cadena, y la cosa de misteriosa pasaba a ser maquiavélica. Jessica le preguntó a Grimes si necesitaba ayuda con esto, pero él se negó a que ella bajara. Eso, sin embargo, no le impidió ver por la ventana lo que pasaba.
Y en cuanto vió que algunos de esos caminantes tenían el chaleco de Michonne y las flechas de la ballesta de Daryl, supo que algo andaba muy mal.
Los tenían, de eso no había duda. Fue entonces cuando Jess tuvo que apartar los ojos de la escena y volver al lugar donde Maggie estaba acostada, tratando de reprimir su llanto. Se asustó cuando oyó los disparos que no venían de parte de sus amigos. Abraham arrancó el motor en cuanto todos subieron.
Rick tenía unos mechones de Michonne en sus manos y Jess no podía quedarse sentada por la ansiedad. Necesitaba respuestas ahora, cosa que Rick notó y trató de calmar. Ella se derrumbó en su hombro, preocupada por su novio y sus amigos.
Novio, era la primera vez que usaba ese término.
—Están tratando de cercarnos —comentó Rice, ya un poco calmada.
—Sí, lo supuse. Quieren que vayamos por su camino —confirmó Grimes.
Los problemas continuaban en la pequeña caravana; ahora además de que estaban en la mira de aquellas personas, a Maggie se le había subido la temperatura. Jessica se quedó con ella en lo que restara el viaje, ya que había oído que el tanque de gasolina se estaba vaciando.
Eugene propuso un plan, pero su compleja manera de explicar las cosas provocó que Jess le dijera que se lo explicara en lenguaje normal. Lo que este proponía, gracias a la explicación de Sasha, era salir de noche a pie hasta Hilltop mientras él los distraía manteniendo en curso la camioneta.
Al llegar la noche, prepararon a Maggie para comenzar la larga caminata hacia su destino, dejando a Eugene detrás haciendo de cebo para los otros tipos. Jess agradeció la valentía de este, después de todo lo que pasaron.
Mientras Carl y Jessica apartaban a los caminantes del camino, Rick, Sasha y Aaron cargaban a Maggie. Esta última no quería ser una carga y pidió que la dejaran caminar, pero Aaron se lo negó. Jessica iba adelante, con paso pesado. Necesitaban llegar, debían llegar. No iba a permitir que Maggie enfermara o empeorará. No ahora. No ella.
De pronto, unos silbidos se hicieron presentes, por lo que no costó mucho adivinar que, a pesar del ingenioso plan de Eugene, los habían encontrado. Rick ordenó que corrieran hacia el bosque. En la oscuridad no podrían encontrarlos.
No obstante, las luces de autos se encendieron, haciendo ver que todos los hombres con los que se habían topado en el camino estaban allí mismo, silbando una tortuosa melodía que ahuyentaría al Diablo mismo.
Estaban rodeados, el miedo cercenaba el corazón de Jessica. Se sentía atrapada e impotente. Vio frente a ella a Eugene, arrodillado frente a la camioneta que, en teoría, los distraería. ¿Cómo era que habían llegado ahí? ¿Qué harían ahora?
Cuando Jessica estaba a punto de desenvainar su machete, un tipo se acercó, obligándolos a entregar todas sus armas o mataría a uno de ellos. Se vieron obligados a hacer lo que este decía.
—Hermosa decoración, cariño —halagó el tipo cuando Jess entregó su machete—. No te importará si me lo quedo, ¿verdad? —Jessica solo lo miró—. Ahora quiero que se arrodillen. Esto tomará un tiempo.
Un grupo se acercó a atreverse a tocar a Maggie, pero advirtieron que ellos mismos la bajarían. Jess le pidió a su amiga que no soltara su mano en ningún momento y la ayudó a ponerse de rodillas para luego hacerlo ella.
Era humillante, pero más que eso, era terrorífico. Ante esto, recordó el grupo al que Randall pertenecía, y temió por lo que le fueran a hacer a alguno de sus amigos. No quería ver a ninguno de ellos ser lastimado; le temía más a eso que a la muerte misma.
Oyó que aquel tipo llamaba a un tal Dwight, y se llenó de odio cuando resultó ser el muchacho que habían encontrado en el bosque incendiado, ahora luciendo horrible con su cara quemada. Dwight abrió las puertas de una furgoneta, y el corazón de Jessica se partió cuando vio a Glenn, Michonne, Rosita y a Daryl particularmente con una bala en su hombro, salir de aquel vehículo.
Lloraba, lo hacía porque no sabía qué más hacer en un momento como este. Quería acercarse a él y abrazarlo, pero temía hacerlo y que terminaran por matarlo. Nunca se perdonaría eso, ni en un millón de vidas. Se sintió peor cuando vió que él también lloraba.
Jess aún sostenía la mano de Maggie, y podía sentir todo el dolor que su compañera sentía en este momento con solo sentir su mano. Llamando su atención una vez más, el tipo que los había obligado a arrodillarse llamó a la puerta de la caravana en la que ellos venían.
—¿Ya se orinaron encima? —preguntó un hombre alto, delgado, que vestía una chaqueta de cuero y portaba un bate algo peculiar. Caminó hasta acercarse un poco más hacia ellos—. Bueno, presiento que falta poco para ello.
Jessica no lo miraba a él, solo quería cerciorarse en todo momento de que Daryl estuviera bien. Estaba tan lejos que apenas podía escucharlo temblar; Abraham y Michonne estaban en medio, separándolos. En cuanto este hombre se acercó a Rick para hablar con el líder, Jess ajustó sus oídos.
El hombre, cuyo nombre nunca olvidaría, le reprochó a Rick el haber matado a sus hombres. Dijo que lamentaría haberse metido con él en unos minutos. Esto asustó un poco a Jessica, quien no paraba de temblar y apretar la mano de Maggie.
Negan era el hombre detrás de todos los problemas. Ahora que los tenía atrapados, los obligó a aceptar el mismo trato que tenía con Hilltop; la mitad de todo sería para él y su grupo de Salvadores. Era una forma de dictadura retorcida que no concebía que siguiera existiendo en este arruinado y pútrido mundo.
—No quiero matarlos, quiero que trabajen para mí —explicaba Negan, con una sonrisa retorcida en sus labios—. Sin embargo, mataron a muchos de mis hombres, y por ello, van a tener que pagar —exigió—. Así que ahora... Uno de ustedes se irá con el cráneo destrozado.
Jessica quería protestar ante esto. Quería hacer un trato con el hombre en nombre de todo el grupo, pero ni siquiera podía pensar correctamente y su voz se encontraba ausente por el miedo que cruzaba todo su ser. Este tipo caminaba desde Carl hasta Glenn, pensando a quién mataría, ¿cómo no sentirse nerviosa?
—¡Cielos! —escuchó decir a una distancia muy cercana—. Tú te ves como la mierda, linda —se refirió a Maggie.
—No la toques —mencionó entre dientes Jess, mirando a los ojos al demonio en persona. Este solo sonrió y se arrodilló ante ella.
—Tú —señaló a su dirección— debes ser la mujercita que encontró a Dwight y a su preciosa novia en aquel bosque, ¿verdad? Ibas acompañada de otra persona, ¿no es así? —Jessica no dijo una palabra—. Tranquila, no le haré daño a tu amiga. Solo acabaré con su sufrimiento.
—¡No! —gritó Glenn, intentando tomarlo, pero siendo interceptado por Dwight, quien lo golpeó y le apuntó con la ballesta de Daryl.
—Que vuelva a su lugar —ordenó, y como un perro obediente, hizo lo que dijo—. Escuchen: que ninguno de ustedes vuelva a hacer eso, o yo mismo lo mataré. Sin excepciones. Además —prosiguió—, estaba hablando con Mujer Maravilla, e interrumpir es de muy mala educación. Pero lo dejaré pasar, solo por esta vez.
Las siguientes palabras fueron referidas a Rick; el darse cuenta de que en realidad no saben una mierda de lo que el futuro les depararía fue algo que sorprendió hasta Jess, y mientras Negan decidía quién debía morir hoy, ella pensaba en eso.
Había descubierto que no le gustaba ser subestimada por nadie, pero ella también había cometido el error de subestimar la situación en la que ahora todos se encontraban, incluso los que no estaban presentes. El pensar que tenían el mundo ganado y que eran imbatibles los puso a todos en una nube de ilusiones de la que ahora bajaron repentinamente y se estrellaron contra el suelo.
Y mientras Negan jugaba al "tin marín de do pingue" con la vida de todos sus amigos y familiares, ella pensaba en cómo las cosas no siempre salían como una esperaba. Que de estar en una zona de total confort, con la esperanza de volver a vivir una vida normal, surgía un problema que pondría su vida de cabeza.
Y recordó, de pronto, el lema al que debía ligarse desde que todo el apocalipsis empezó: debías acostumbrarte a la espontaneidad o morir por falta de ella, porque como decía en un principio, el caos siempre prevaleció en la vida.
No necesariamente por acciones de uno mismo, sino también de otros. Sea como sea, siempre vuelve a surgir. Sin ninguna excepción.