Nunca digas nunca

By MichelleDuran__

39.7K 2.4K 536

COMPLETA Ivory Spencer tiene claras dos cosas en la vida. La primera, que estudiará Derecho en Columbia. La s... More

NOTA Y AGRADECIMIENTOS
UNO
DOS
TRES
CUATRO
CINCO
SEIS
SIETE
OCHO
NUEVE
DIEZ
ONCE
DOCE
TRECE
CATORCE
QUINCE
DIECISÉIS
DIECISIETE
DIECIOCHO
DIECINUEVE
VEINTE
VEINTIUNO
VEINTIDÓS
VEINTITRÉS
VEINTICINCO
VEINTISÉIS
VEINTISIETE
VEINTIOCHO
VEINTINUEVE
TREINTA
TREINTA Y UNO

VEINTICUATRO

1K 79 16
By MichelleDuran__


Cuando Hunter me besa pierdo la noción del tiempo y el espacio. Dejo de comprender conceptos como «arriba», «abajo», «horas» y «minutos». Se me olvidan todas las definiciones y solo existe una palabra. Más. Más. Más. Más.

Aunque, al parecer, Hunter no piensa igual.

—Espera —me dice. Y joder, no quiero. Por favor, que no tenga ganas de hablar, porque no hay nada que me apetezca menos que eso—. ¿Estás segura, Iv? ¿Quieres...?

Nunca he visto a mi mejor amigo tan inseguro. Y no es porque no quiera, porque es evidente que desea esto tanto como yo, sino porque... duda. Me está dando la oportunidad de olvidar esta locura y dar media vuelta.

No lo hago.

Asiento. Le tomo de la mano y tiro de él hacia las escaleras.

He venido hasta aquí. Si me marcho ahora, sé que no volveré a reunir el valor suficiente para dar el paso.

Por una noche, solo por unos instantes, quiero fingir que esto es real. Que somos dos personas que se gustan en lugar de un par de amigos que están a punto de dinamitar su relación.

Hunter se muestra mucho más seguro cuando me besa en su habitación. Me acuna la cara con las manos y acaricia la piel de mi mejilla con su dedo pulgar. Un beso, y luego otro. Y otro más. Docenas de besos desordenados mientras yo retrocedo. Roces torpes y respiraciones agitadas cuando tropiezo y caigo sobre su cama y lo arrastro a él conmigo. Y ya no solo nos besamos, porque eso no es suficiente. La impaciencia nos puede, su lengua me nubla la razón.

Hunter me besa el cuello mientras sube mi vestidito con las manos. Yo araño la piel de su abdomen cuando sube y muerde mi lóbulo inferior. Se acomoda mejor entre mis piernas y empieza a rozarse contra mí, consiguiendo que suelte un gemido quedo.

Joder.

Cuando me quita el vestido, siento un escalofrío. Hunter me observa unos segundos, los suficientes para prender una llama en el interior de mi estómago. Nunca me había mirado así. Nunca se me ocurrió que pudiera mirarme así, con tanto deseo. Me hace sentir poderosa y valiosa. Con él no tengo ganas de taparme. No tengo la necesidad de ocultar ni uno solo de los defectos de mi cuerpo, porque dan igual. No importan las estrías, o los michelines. No importa que tenga el pecho desigual o que no me haya depilado bien las axilas.

—Joder, Iv —gruñe, la voz ronca y yo vibro—. ¿Puedo...?

Asiento y me incorporo un poco para facilitarle la tarea de quitarme el sujetador. Dios, cómo me gusta que me pida permiso. Me hace sentir como si fuera yo la que tuviera las riendas de la situación en lugar de estar dejándome llevar.

Hunter acerca los labios a mi pezón derecho y yo contengo la respiración, expectante. Cuando lo lame, me estremezco. No ha sido más que una toma de contacto, una prueba para comprobar mi reacción. Satisfecho, mi mejor amigo sonríe y juguetea con más seguridad. Su lengua me hace unas cosquillas agradables. Presiona con suavidad el izquierdo y yo tengo que contener un sonido exagerado. Tan concentrada estoy en lo que está haciendo en mi pecho que no veo venir su siguiente movimiento. Su mano libre baja y baja hasta la cinturilla de mis bragas y continúa su aventura entre mis piernas. Cuando me toca doy la batalla por perdida y gimo sin vergüenza alguna. Cierro los ojos y me dejo llevar por las sensaciones.

Al principio, solo me acaricia. Explora un poco, tratando de averiguar qué es lo que me gusta. Me lo pregunta directamente, muy cerca del oído. «¿Qué quieres que haga?», me susurra, y yo solo atino a pedirle que me meta un dedo, «pero solo uno», insisto. Y Hunter obedece. Pero no tardo en darme cuenta de que no es suficiente, así que le pido que sean dos. Mi mejor amigo suelta una risita. Me quita las bragas, las tira al suelo y cumple con mis órdenes. Me besa el cuello mientras sus dedos entran y salen y yo me fundo. «¿Te gusta así?», pregunta, y yo asiento. Le susurro un «un poco más... así, mejor», entrecortado y Hunter me lame el pecho una vez más, como si no quisiera dejar ni un solo centímetro de piel sin probar. En la cama es un alumno de lo más aplicado.

Cuando vuelve a atrapar mis labios entre sus dientes, yo no puedo más.

—Hazlo —le suplico—. Por favor, Hunter. Hazlo.

Mi mejor amigo me mira por encima, y ojalá los ojos tuvieran la habilidad de sacar fotos, porque me encantaría inmortalizar este momento para siempre.

Que se aleje de mí para hacerse con un condón de la mesilla de noche me parece un sacrilegio. También hace que me dé cuenta de que, al contrario que yo, él todavía está vestido.

Y eso no puede ser.

—¿Iv? —pregunta. Me incorporo y le obligo a tomar asiento en el colchón.

No dejo que hable. Lo beso y mis manos se cuelan por dentro de su camiseta. Acaricio la piel de su abdomen y él me ayuda a deshacerse de la molesta prenda. Ahora es mi turno de besar cada recoveco. Me he propuesto memorizar cada sensación, sus gemidos roncos, la piel de gallina.

Mis manos bajan y desabrochan el botón de sus vaqueros. Es una tarea mucho más complicada de lo que esperaba, porque ambos estamos demasiado calientes y nos hemos transformado en unos impacientes. El botón no quiere colaborar y maldita sea, la cremallera se ha atascado. Lo consigo entre palabrotas y expresiones malsonantes poco propias de mí que hacen que mi mejor amigo se tronche de risa. El muy idiota...

Hunter se quita los pantalones de varias patadas y me empuja hasta que mi espalda vuelve a chocar contra el colchón y él se coloca entre mis piernas. Ropa interior fuera y ahora sí, el roce es mucho, mucho mejor, pero sigo sin saciarme.

En las películas y en esos libros que tanto les gusta leer a Willow y Nil, este tipo de escenas son perfectas. Están coreografiadas con focos que iluminan los lugares oportunos y una banda sonora de fondo que te eriza la piel. En ellas, se busca la belleza. No la que encuentras en la cotidianeidad, sino la artificial, la que trata de esconder lo que sobra y no deja espacio a los errores.

En la vida real no pasa. La vida real es improvisada, y puede que algo torpe. Da lugar a escenas tan tontas como cabezazos y risitas flojas que se escapan en los momentos más inoportunos. Como cuando Hunter intenta abrir el condón con los dientes de forma erótica y no lo consigue y tengo que ayudarle yo. O como cuando me echo a reír por culpa de los nervios cuando empieza a introducirse dentro de mí. O ese choque de dientes demasiado brusco que nos damos al unir nuestros labios segundos después, como si fuéramos dos principiantes que se estuvieran besando por primera vez.

Nada de esto es perfecto.

Y, sin embargo, no me importa.

Porque es real.

Hunter se mueve, al principio lento, hasta que le hago una señal y aumenta el ritmo. Poco espacio queda para la risa o para la conversación. De todas formas, tenemos los labios ocupados. Nos besamos hasta que los gemidos nos lo impiden, hasta que es necesario tomar aire, hasta que dejamos que sea la piel quien se comunique por nosotros dos. Enredo las piernas alrededor de sus caderas y le apremio. Hunter sonríe y me hace caso, porque hoy he descubierto que mi mejor amigo es una persona bastante complaciente. O puede que solo lo sea conmigo, no lo sé. El caso es que Hunter entra con más necesidad, y tiene que apoyar una mano en el colchón y agarrar el cabecero con la otra. A mí no me queda más remedio que aferrar las sábanas entre las manos. No cierro los ojos, no aparto la mirada del rostro de Hunter hasta que mi mejor amigo se corre y suelta un último suspiro que me eriza la piel.

Y creo que ya está.

Dejo caer las piernas y Hunter sale de mí. Se aleja para tirar el condón en la papelera y, aunque vuelve a la cama, yo estoy segura de que se acabó. Ha llegado el momento de volver a la realidad y dejar la magia para los cuentos de hadas, a pesar de que yo no haya terminado.

A ver, no es porque no me haya gustado o Hunter no le haya puesto ganas. Es solo que... este no es el tipo de conversaciones que tienes con tus amigos. O sí, pero no de una forma tan específica. No les dices «ah, sí, es que me cuesta llegar solo con la penetración». Solo mencionas un poco por encima que la penetración está sobrevalorada y cambias de tema.

Hunter me observa. Le brilla la piel por el sudor y tiene varios mechones de pelo pegados en la frente. Me muerdo el labio inferior y se los quito.

—¿Qué quieres que haga? —susurra una vez más. Me sorprende con un beso y más caricias en la piel.

—¿Qué? —pregunto, la voz apenas un susurro.

—Esto no ha terminado, Iv. No hasta que tú también te corras.

Es una mierda lo que voy a decir, pero la verdad es que me enternece. Brody nunca tuvo tanta deferencia conmigo. Sí, era consciente de que yo necesitaba más para llegar, pero no siempre tenía tiempo o estaba dispuesto a seguir una vez que él ya no estaba cachondo. A veces era yo quien tenía que tocarme para terminar.

La vergüenza casi me hace negar con la cabeza. En su lugar, mis ojos bajan hacia sus labios. Hunter sigue el ritmo de mis pensamientos y sonríe de esa forma que consigue que mi bajo vientre pulse con excitación.

—No hace falta que... —intento decir, pero Hunter se inclina sobre mí y me muerde el lóbulo de la oreja izquierda y un gemido me corta la voz.

—Shhh —me chista él—. ¿Sabes? No es por echarme flores, pero se me da realmente bien. Es como un don.

Alzo una ceja, pero la broma muere en mi garganta y nunca llego a pronunciarla.

Sus labios bajan. Me besa el cuello y se acomoda entre mis piernas. Sus manos acarician la piel de mis ingles mientras su lengua se entretiene con mi pecho. Lame uno de mis pezones y consigue que se me escape un gemido quedo.

No se queda ahí. La lengua desciende y desciende. Me lame la piel del estómago y el ombligo mientras sus manos me hacen caricias en el interior de los muslos. No puedo mirar. Ladeo el rostro y cierro los ojos cuando Hunter llega a su destino. Y, joder. Tiene razón, porque resulta que no es solo bueno con los besos. No es solo chulería. El muy imbécil sabe muy bien lo que se hace.

Me va a volver loca.

No duro mucho. Entre la lengua de Hunter, sus caricias en mi piel y el deseo acumulado me corro poco después.

Y entonces... llega el silencio.

Hunter se levanta y sale de la habitación y yo, en un ataque de pudor repentino, me tapo el pecho y me incorporo hasta sentarme. Intento peinarme el flequillo, sin mucho éxito. Mi cuerpo se siente ligero después del orgasmo, pero mi mente no para quieta. La ansiedad me come por dentro y cuento los segundos hasta que Hunter vuelve a hacer acto de presencia. Sigue desnudo y, ahora que ya no está empalmado ni yo estoy tan caliente, la situación se me hace tan incómoda que no puedo evitar soltar una pequeña carcajada.

—¿Qué? —pregunta. Vuelve a la cama y se sienta a mi lado con una sonrisa divertida—. ¿Te estás riendo de mí? Porque me vas a destrozar la autoestima.

—No —digo—. No me río de ti. Es que estoy... nerviosa, lo siento. No sé qué decir. No sé...

Hunter no contesta. Lleva una de sus manos a mi frente y me peina el flequillo con los dedos­­.

La risa se corta y yo me pierdo en esos ojos de color verde que tan bien conozco. Me ahogo en ellos. Me falta el aire. La lengua se me atora dentro de la boca.

Quiero decirle tantas cosas.

Ahora que ¿qué?

Qué significa esto.

Qué somos después de lo que acaba de pasar.

¿Te ha gustado?

Por favor, dime que te ha gustado tanto como a mí.

Dime que has sentido no solo placer, sino las mismas ganas de llorar que yo porque me he dado cuenta de que te quiero tanto que me duele el pecho, de que te anhelo incluso cuando estás cerca de mí, de que te echo de menos, aunque aún no te hayas ido.

Pero no me salen las palabras.

Me humedezco el labio inferior y Hunter baja la mirada. Mi corazón se salta un latido cuando se inclina sobre mí y su rostro se queda a un palmo del mío.

—Me muero de ganas de besarte.

—¿No has tenido suficiente? —me burlo.

Hunter niega, serio. Me acaricia la mejilla con el pulgar.

—Nunca tengo suficiente de ti, Iv.

Pierdo la respiración. De golpe y sin avisar.

Tomo aire de manera temblorosa.

—¿Y a qué estás esperando? —susurro.

—A que me des permiso.

«Lo tienes», quiero gritar. «Puedes hacerme lo que quieras.»

En su lugar, llevo una de mis manos hacia su nuca y tiro de él.

Me pregunto a cuántas chicas les habrá dicho lo mismo que a mí. A cuántas les habrá dicho que las desea, que le vuelven loco. A cuántas les habrá dicho que sus labios son como un imán.

Conozco la respuesta. Y, precisamente como la conozco, prefiero no pensar en ella.

El beso es dulce. Es curioso. Jamás hubiera relacionado ese sabor con él porque, hasta ahora, besar a Hunter siempre ha sido como introducir una pastilla de mentol en una soda. Y, sin embargo, ahora es delicado, tierno. Me hace sentir frágil y valiosa al mismo tiempo. Al principio, un pequeño roce. Luego Hunter me acaricia la mejilla con el pulgar, me muerde el labio inferior y me derrito. Abro la boca para soltar un gemido quedo y él aprovecha para jugar con mi lengua.

Esta vez, nos tomamos nuestro tiempo. Dejamos que las caricias hablen por los dos, que nuestros labios digan todo lo que no somos capaces de decir con las palabras.

Cuando me echo hacia atrás y mi espalda da contra el colchón, Hunter aparta las sábanas y se coloca otra vez entre mis piernas.

Llegan más besos. Más roces.

La noche es larga, pero siento que me faltan horas cuando mi cuerpo se enreda con el suyo. 

Continue Reading

You'll Also Like

1.6K 184 34
Hanne Meyer era tan cálida como el verano, pasando todo su tiempo centrada en distintos lienzos cubiertos de hermosas pinturas y en la lectura, vivie...
855 381 25
La vida de Lucas es aburrida ,lo normal para un adolescente de dieciocho años. Pero tras ayudar a la chica extraña que encuentra cubierta de sangre s...
254K 12.1K 50
Lili Puline Reinhart la chica estudiosa pero rebelde que no quiere ninguna distracción y menos la de un chico, así es esa chica enfocada en los estud...
295K 19.9K 46
Alex Parker es un adolescente mujeriego con una lista larga de novias que ha tenido por apuestas, ninguna chica se le ha podido escapar de sus encant...