-Por esta razón es que no debes levantar cosas que te encuentres en la calle.
Una noche un joven iba por la calle cerca de donde vivía, iba de regreso a casa del trabajo cuando al pasar por la iglesia local afuera de la misma ve una fotografía tirada en el piso, la iglesia a este momento estaba cerrada así que él simplemente se detuvo para ver lo que era.
La tomó del piso y vio que era una foto de tres niñas pequeñas, la foto era muy antigua para la época estaba en blanco y negro, la vestimenta de las tres pequeñas también hablaba mucho de la época de cuando esa foto fue tomada, las niñas estaban muy bien vestidas, en vestidos blancos idénticos, peinadas y con zapatillas que parecían nuevas.
A simple vista podría decirse que eran hermanas pero algo estaba mal en la foto pues las dos niñas a los lados se veían descontentas, ambas tenían su mirada a la cámara pero en sus ojos se veía preocupación incluso miedo pero lo que más llamó la atención del joven fue la hermana del centro, sujetando la mano de las otras dos y con la mirada también a la cámara pero ella estaba sonriendo, una sonrisa exagerada y enervante como si fuera la niña más feliz del planeta pero no daba la impresión de ser una simple niña amable y buena, esa sonrisa tenía algo que no podía describir, él estaba seguro de que la felicidad no era lo que sentía la pequeña.
Al recoger la foto el joven trató de encontrar al dueño de la foto pero no había nadie en la calle más que él ni siquiera los autos pasaban por ahí a esa hora, estaba completamente solo. El pensamiento de la sonrisa de la niña lo hizo estremecerse, algo de esa foto le da una mala espina así que simplemente la dejó donde la había encontrado y decidió seguir caminando a casa.
Caminó unos metros cuando de pronto escuchó una risa, una risa de una niña pequeña, eso lo hizo asustarse porque sabía bien que no había nadie afuera a esa hora sobre todo, no una niña. Inmediatamente recordó la foto y comenzó a caminar más rápido, detrás de él escuchaba pequeños pasos de zapatillas pero al voltearse no veía nada, seguido de risas y otros sonidos el joven para ese momento sabía que tenía que irse de ahí. Comenzó a correr tan rápido como podía, los pasos detrás de él también se hicieron más rápido, ya ni siquiera se quería voltear sólo seguía corriendo.
Los pasos no cesaban de hecho estaban ahora más cerca, las risas también se incrementaron pero ya no eran risas normales eran unas risas desquiciadas y frenéticas de una niña pequeña. El joven tiró su mochila para correr aún más rápido, estaba desesperado sin saber qué hacer ni hacia dónde correr, sólo sabía que si eso lo alcanzaba sería su fin.
Entre sudor y lágrimas el joven corrió tan rápido que creyó que su corazón se saldría de su pecho, cuando por fin pudo ver su casa a lo lejos sintió un alivio como ningún otro, estaba sólo a unos metros de la seguridad de su hogar. Casi no podía respirar pero finalmente llegó a la puerta, la abrió con una velocidad impresionante y rápidamente se metió.
Al cerrar su puerta simplemente se desplomó en el piso exhausto y casi sin aliento se recostó sobre el piso de madera fría, no podía creer lo que acababa de pasar pero por fin había llegado a su hogar, por fin estaría a salvo. Mientras trataba de recuperar su compostura su alivio se convirtió en desesperación cuando escuchó a lo lejos en la oscuridad de su propia casa un par de zapatillas caminando seguido de una risa de una niña pequeña. El no podía creerlo pero antes de que pudiera reaccionar ya era muy tarde. Un grito desgarrador se escuchó por toda la calle seguido de un silencio súbito.
A la mañana siguiente el padre se preparó para abrir la iglesia listo para la misa matutina, cuando en la entrada de la parroquia vio una pequeña fotografía, se acercó más para verla y cuando la recogió vio lo que él pensó una familia. Tres niñas pequeñas acompañadas de un joven detrás de ellas, todos sonriendo.
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