Bandolera

By JeseeD1004

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Una Bandolera que le dan por la cabeza y termina perdiendo en su propio juego. Unas risas + algo de drama More

Bandolera
Génesis
Pride
Ben Wa
Desmadre
Postres
Luces. Cámara. Acción
Date Cuanta Amiga
Margaritas
Reagruparse
Parker
Cliff Edge
Ensalada
Honor
Gatas
La Intensidad Bolleril
La Despedida
Hay que joderse
Abrázame, Ámame, Tócame...
La Bandolera
Extra

Sorpresas

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By JeseeD1004



-¿Amelia? –

-¡¿Amelia?! –

Sacudió la cabeza. – ¿Qué? – Espabiló frenéticamente como tratando de desprenderse de todos aquellos pensamientos bastantes subidos de tono.

Luisita se rió. – Que te has quedao ida, hija mía, ¿estás bien? –

Amelia cerró las piernas sintiendo la leve humedad en sus bragas. – Jumm estupendamente. – La miró desde el sillón, sus ojos inevitablemente rumiaron su cuerpo semidesnudo otra vez.

-Vale, ¿entonces qué te parece este? – Se atusó el cabello rubio y apoyó una mano en su cintura.

La morena tragó grueso para luego morderse el labio, ¿Que qué le parecía? Pues justo lo que había imaginado segundo antes, que se veía como un puto monumento y que lo único que le provocaba hacer era quitarle esas pequeñas bragas y volar su mente de un orgasmo tan intenso que les dejara a ambas un poco inconscientes... En cambio, tenía que fingir que su cuerpo no estaba a punto de entrar en combustión con solo mirarla lucir así de sexy.

Ni ella misma entendía como es que podía estar tan encendida con solo mirarla, no es como que ella no estuviera acostumbrada a ver a otras mujeres en iguales condiciones y hasta con menos ropa que esa, pero lo único que podía concluir es que aquella no era cualquier mujer de la que se pierde de los detalles. No, esa mujer era Luisita, con ella quería perderse EN los detalles de su cuerpo y sus reacciones y su olor y todo lo demás.

Sacudió la cabeza de nuevo. – Pues fíjate que no sé. – Respondió finalmente con dificultad.

Luisita frunció el ceño. – ¿Pero qué? ¿Cómo que no sabes? Se supone que vas a ayudarme a escoger mi conjunto de noche de bodas, necesito tu ayuda por fis. – Hizo un puchero.

-Ok, primero nada de pucheros, no funcionan en mí. – Mintió. – Y lo que creo es que este pues no más no me convence. – Se levantó acercándose a ella.

-¿En serio? Pero yo pensaba que era lo suficientemente sexy. – Se miró a sí misma sin comprender.

-Ya, pero necesitas cubrir un poco más. – Amelia respondió nerviosamente quitándose su chaqueta y colocándola sobre los hombros de su amiga.

-Estás de broma, ¿cierto? – La rubia se echó a reír.

-No bromeo, Luisi, debes dejar algo a la imaginación, chica. – Habló muy seriamente sacando sus mejores dotes de actuación.

-Pero yo pensaba que...

-Nada, tu pediste mi ayuda, esta soy yo ayudándote. – La interrumpió.

-Vale, vale, ya entendí. – Luisita la miró de reojo un poco confundida con la actitud de su amiga. – Yo pensaba que de todas las personas a quien podría gustarle este conjuntito sería a ti. –

-Oh a mí me encanta, créeme. – Amelia respondió mirándola de arriba abajo sin ser realmente consciente de ello. – Y de no ser por las circunstancias ya te lo habría quitado aquí mismo. – Agregó sacando gallardía, se acercó mucho más a Luisita sin apartar la mirada de aquellos marrones, podía sentir su corazón bombear estruendosamente en su pecho. Estaba nerviosa, ella nunca se ponía nerviosa cerca de las mujeres... Hasta ahora.

-Ya te gustaría. – Luisita le sostuvo la mirada antes de negar con la cabeza y reírse. – Eres una guarra, siempre con ganas de zorrear. – Se alejó de ella cerrando la cortina para cambiarse.

Amelia soltó el aire atrapado en sus pulmones, cerró los ojos y volvió a mirar aquella cortina que las separaba. – Esa soy yo, ya me conoces. – Agachó la cabeza algo resignada.

- Flor, hay algo de lo que quiero hablar contigo. – De repente el teléfono de la rubia empezó a sonar desde su bolso. – Me lo pasas, por favor. – La morena le pasó el bolso a su amiga sin decir nada. detrás de la cortina Luisita leyó los mensajes que tenía ya que no alcanzó a contestar. – Mierda, tenemos que irnos ya. – Dijo colocándose los pantalones rápidamente.

-¿Qué ha pasado? –

-Ahora te lo digo. –

Salieron de la tienda con un par de compras regulares.







-Pausa. – Dijo Luisita, Amelia le dio su atención. – ¿De verdad te gustó mucho ese conjunto? –

Amelia puso los ojos en blanco. – Chica, tuve que llegar a casa a cambiarme las bragas, ¿tú que crees? –

Luisita se rió. – Pues que sepas que luego volví a por él y aún lo conservo sin usar. – Le guiñó el ojo.

-Y yo todavía conservo las ganas de quitártelo. – Le respondió tan naturalmente como siempre. – ¿Alguna posibilidad de que me dejes? Es una pena mantenerlo ahí sin estrenar. – Achicó los ojos con una sonrisa ladina.

-Más quisieras, guarra. – Luisita esquivó su mirada, poniéndose algo nerviosa.

-Es que quiero, lo he dicho. –

-Mira, mejor sigamos. – Intentó cambiar el tema.

-Vaya, ahora que se ponía interesante la cosa. – La morena se rió y Luisita chocó su hombro. – Sigamos, pero no creas que no me doy cuenta de lo que haces. –

-¿Ah sí? ¿Y qué es lo que hago según tú? –

-Buscarme la lengua, aunque ya me gustaría que me la buscaras de otras maneras, ¿sabes? – La rubia soltó una carcajada que hizo reír a su compañía con ella. – Podrás llamarme guarra todo lo que quieras y zorra aún más, pero sé que te encanta que sea guarra y zorree contigo. Admite que es verdad. – La retó.

-Nunca dije que no lo fuera. – Movió las cejas de arriba abajo con una sonrisa pícara.

-Touché. –







Salieron a la calle en dirección del carro de Amelia en el que se estaban transportado. – Vale, ya me dirás porqué las prisas. – Preguntó la morena.

-Olvidé por completo que tenía que ir al aeropuerto. –

-Al aeropuerto, ¿para qué? – Preguntó confundida. – ¿Ya ha regresado Sofia? – Y rogó a todos los dioses en los que no creía que esa no fuera la razón.

-Que va, aún le quedan cosas allí que arreglar y supervisar. – Llegaron al carro de la morena. – Es... mi hermana. – Dijo en voz baja.

Amelia se detuvo en seco. – ¡¿Tú qué?! – Prácticamente gritó en medio de la calle.

Luisita se acercó a ella con cara de pena. – Ya lo sé, sé que debía habértelo dicho, pero entre una cosa y otra se me pasó, flor. – La agarró de los hombros. – Pero no pasa nada, ha pasado el tiempo, son dos adultas y va a estar todo bien. –

-Luisita, la última vez que nos vino me llamó "maldita perra sin corazón" no creo yo que todo vaya a estar muy bien que digamos. – Ahora estaba nerviosa por razones diferentes.

-Eso fue hace ya mucho tiempo, mi hermana ya ni se acuerda de eso y tú tampoco deberías darle mayor importancia. –

Amelia suspiró resignada. – Al menos promete que esta vez no va a tirarme una plancha de cabello a la cabeza. –

Luisita hizo una mueca recordando el suceso. – Me aseguraré de que no tenga nada que pueda hacerte daño a su alcance, ¿vale? Si eso se tranquiliza. –

-Eso no tranquiliza a nadie. – Amelia juntó las cejas, muy seria.

-Anda, no será para tanto. – Agarró su mano y caminaron de nuevo hasta el carro. – Estará para la cena de las damas de honor, una que otra cosa y luego se irá para volver el día de la boda, no te va a pasar nada si convives con ella por lo que dura una cena. –

-Sí tu lo dices. – Respondió Amelia poco segura. – Te dejaré en el aeropuerto y así minimizaré el tiempo de convivencia con tu hermana. – Encendió el carro después de ponerse el cinturón de seguridad.

Y su comentario solo hizo carcajear a la agente de bienes raíces. Así como dijo la dejó en la puerta 8 y salió de allí como alma que lleva el diablo, necesitaba un cambio de ropa interior igualmente.

Por la noche y como ya se había organizado las amigas se reunirían para hablar más sobre los detalles de la boda, Amelia en su mejor papel de dama de honor había hecho reserva en un fino restaurante y estaba allí para recibir a las invitadas a esa cena.

Las primeras en llegar fueron Marina y Andrea. – Vaya, vaya, esto si que es estilo. – Dijo la castaña levantando la mirada admirando los lujos de aquel lugar.

-Es ir a lo grande o irte, ¿no? – Amelia le respondió sonriente con un beso en la mejilla.

-Por fin lo has entendido, cari. – Andrea fue quien saludándola también le elogió. – Somos las primeras, ¿cierto? –

-Sí, Alina me dijo que había tráfico, pero llega en breve. –

-Y aparte de nosotras y la rubia, ¿quién más vendrá? – Preguntó curiosa la pelinegra.

-Somos nosotras... y su hermana. – Respondió muy a su pesar.

Marina abrió mucho los ojos. – Uhhhhhh esto está por ponerse bueno, de haberlo sabido me habría traído unas palomitas. – Dijo entre risas.

Amelia puso los ojos en blanco. – Cabrona. –

Andrea las miró confundidas. – Pero ¿qué pasa con la hermana? –

-Pues verás...

Amelia la pellizcó en el brazo. – Cállate, cada vez que cuentas la historia lo haces ver peor de lo que es realmente. –

Marina se sobaba el brazo y Andrea cada vez estaba muy curiosa por saber de qué iba la historia. – Pero cuéntamelo, no me dejes fuera del marujeo. –

-No seas cotilla. –

-¡Oye! No es ser cotilla, es interesarme por ti y tus asuntos. – Dijo orgullosamente.

-Aja, claro. – Amelia puso los ojos en blanco. – Ahí está Alina, hola guapa, ¿qué tal? – Saludó al ver a su otra amiga entrar.

-Hola chicas, vaya lugar has escogido eh Amelia. – Comentó mirando los techos estilo imperial, impresionada también. – ¿Qué me he perdido? –

-Amelia estaba por contarme el marujeo de la hermana de la rubia. – Andrea comentó casualmente.

Amelia negó con la cabeza. – Oh uhhhh ¿viene la hippie? – Alina preguntó en voz baja. – Esto se pondrá interesante. –

-Eso fue lo que yo dije. – Marina se rió ofreciendo su mano a su amiga para que la chocara y esta aceptó entre risas.

-Que bien que puedan echarse unas risas a mis expensas. – Amelia se quejó.

-Y mientras tanto aquí sigo yo sin saber de qué va un coño, fenomenal. – Andrea comentó ofendida.

-El de Ximena sí que sabes de qué va. – Marina comentó y Andrea la miró confundida. – Su coño, digo. –

-Serás idiota. – Le dio un puñetazo en el hombro.

-Todo el mundo me maltrata. – Se quejó la castaña.

-Eso fue tan inapropiado. – Alina la miró con desaprobación.

-Como si tu no lo hubieras pensado. – Marina rebatió y Alina se quedó callada. – Es lo que pensaba. –

-Podemos pasar ya a la mesa, no sé qué hacemos aquí de pie, la gente empieza a mirarnos. – Andrea dijo mirando a todos lados.

-Ustedes adelántense, yo voy a esperar a Luisita y su hermana chiflada, quiero empezar con el pie derecho. –

-Creo que un buen comienzo seria no llamarla la hermana chiflada. – Las cuatro amigas se dieron vuelta al escuchar la quinta voz allí con ellas, y efectivamente allí estaba la hermana en cuestión junto a la rubia, llevaba zapatos de tacón aguja, un vestido de tela fina y tirantes negro con un escote bastante pronunciado mostrando su piel lechosa decorada con uno que otro lunar, los labios rojos y el maquillaje le daba un toque rasgado en los ojos, llevaba un moño alto de rastas y un aro plateado colgaba de su nariz. – Marina, Alina, ¿qué tal están? – La mujer se acercó a éstas saludándolas con un beso en la mejilla. – Tu eres nueva, no recuerdo conocer a otra amiga de mi hermana, soy María Lucía un gusto. – Extendió la mano presentándose a la pelinegra que la miraba algo intimidada.

-María Lucía, ¿en serio? Y ella María Luisa. – Andrea no pudo evitar la risa burlona que se le salió. – Perdona, soy Andrea. – Se disculpó y se presentó.

-No te preocupes, Andrea, nuestros padres no tienen ningún sentido a veces. – Estrechó la mano de la chica y luego miró a la morena.

-Hola María...

-Deberíamos entrar ya. – La mujer la ignoró por completo pasando por su lado sin decir nada más, las demás solo la siguieron con cara de no saber ni dónde meterse.

-La hermana chiflada, ¿en serio? – Luisita se acercó a su mejor amiga.

-Ya lo sé. – Amelia se llevó las manos a la cara. – Y me sigue odiando, ya la has visto. –

-Bueno, yo también me enojaría contigo me llamas nombres. –

-Yo nunca te llamaría nombres y lo sabes. –

-Bueno, tú me entiendes. –

-Sí, te entiendo, flor, pero en serio, ¿la hermana chiflada? – Luisita quiso decirlo con cara de enfado, pero la risa no se hizo esperar. – Es que tú también. –

-Es que estoy nerviosa y no sabía que estaba ahí, podrías haberme avisado, ¿sabes? – Amelia la miró con cara de circunstancia.

-¿Así que ahora es mi culpa? – Se echó a reír otra vez. – Y ¿Por qué te pone nerviosa ver a mi hermana de nuevo? ¿Algo que quieras decirme? –

Amelia la miró. – Serás tonta. – Luisita se rió. – Estoy nerviosa porque quiero que esta cena salga bien, no quiero que nada la arruine para ti, esto es importante para ti y por ende para mí, pero ahora tu hermana, que ha odiado mi culo por años, ahora me odia más por se una bocazas y no sé ya ni que hacer, lo siento mucho, Luisi. –

-Amor, respira por favor. – Luisita tomó sus manos y le sonrió tiernamente. – Veo que se te pegan mis cosas, ya hablas sin respirar y todo. – Aquello hizo que la tensión en Amelia se rebajara un poco. – Esto es solo una cena entre amigas, no es el día de mi boda, así que puedes relajarte y por mi hermana no debes preocuparte. –

-Pero ella es importante para ti, su opinión es importante para ti. –

-Lo es, pero también lo eres tú, me importas tú también y no quiero que estés incomoda con su presencia ni nada. – Acarició su mejilla con cariño. – Solo debemos ser todas adultas y ya está, podemos hacer eso, ¿verdad? –

-Si, podemos. – Amelia respiró profundamente y luego reparó en su amiga y su aspecto. – Estás muy guapa esta noche. – Puso las manos en la cintura de Luisita acercándola a ella.

-Gracias, lo sé. – Respondió con chulería. – Tú también lo estás, mucho. – Le dejó un beso en la mejilla.

Caminaron tomadas de la mano hasta donde tenían su mesa reservada, Amelia corrió la silla para Luisita quien le sonrió con cariño y luego se sentó a su lado pegando sus sillas como usualmente, la única que lo vio raro fue María quien no compartía con ellas mucho tiempo como para saber lo unidas a la cadera que solían ir aquellas dos y a medida que avanzaba la cena más iba notando cositas que empezaban a levantar alertas en su mente sobre la relación de su hermana pequeña con su mejor amiga.

Sobre todo, había notado como se ponían de acuerdo para ordenar platos diferentes y después comer prácticamente de ambos platos, las bromas internas, la mano de Amelia en el muslo de su hermana, los besos imperceptibles de su hermana al hombro y mejilla de Amelia, las sonrisas dedicadas solo para la otra, pero más directamente la mirada de anhelo que Amelia le dedicaba a la rubia cuando esta estaba mirando para otro lado.

Se las quedó viendo hasta que Amelia sintió aquellos ojos claros e intensos en ella, se apartó un poco de Luisita sintiéndose pillada por la hermana de su mejor amiga.

-Entonces, Luisi, ya has pensado en que temática usarás para la boda. – Preguntó Alina mirando antes a Amelia.

-Pues ya al menos sé que no la quiero en un lugar cerrado. – Respondió entusiasmada la rubia. – Quiero algo al aire libre, en un campo o la playa o algo así, que haya mucha naturaleza alrededor. –

-Bueno habría que mirar las fechas para no tener sorpresas con las lluvias y eso. – Aportó Andrea. – Podría ser en el verano. – Propuso. – Hará un calor de los mil infiernos, pero al menos vas a lo seguro con el clima. – Las chicas se rieron.

-No es mala idea, Andreína. – La rubia la molestó con el pequeño apodo a lo que la pelinegra solo le sacó la lengua.

-Pero creo que no funcionará. – María comentó, había hablado poco durante la cena siendo más contundente y directa en sus intervenciones.

-¿Y eso por qué? – Marina preguntó curiosa, la idea del verano era excelente porque todavía muchos meses para que llegara y en ese tiempo su amiga podía lograr que Luisita no se casara con una perfecta desconocida.

-Bueno porque la boda se hará en menos de un mes. – Respondió como mero hecho.

-¿Qué? – Amelia dejó caer el cubierto con el que estaba compartiendo su postre con la rubia.

-¿Un mes? Pero eso es, eso es poco tiempo. – Andrea dijo nerviosamente mirando a su amiga.

-Una locura es lo que es. – Marina sin filtro comentó. – ¡Auch! – Y recibió una patada bajo la mesa por parte de Alina.

-Lo que Marina quiere decir es que estamos sorprendidas, Luisi, ¿Por qué las prisas? – Preguntó esta vez Alina intentando mantener la calma.

Luisita iba a responder, pero su hermana se le adelantó. – Bueno es lo que tiene cuando te quieres mudar tan lejos, lo mejor es dejar todo arreglado. – Dijo sin más.

-María...

-¿Mudarte? – Amelia susurró solo para su amiga, sintiendo como su cuerpo se helaba de repente.

-Sí, ¿no te lo ha dicho? – María siguió hablando. – Ella y Sofia se mudan a otro país y todo, nuevos horizontes, ya sabes, la gente madura, evoluciona y sigue adelante. – Sonrió satisfecha con la cara de horror de la morena.

Amelia frunció el ceño sintiendo una tristeza muy grande dentro. Miró a su mejor amiga que le devolvía la mirada de reojo como con temor a enfrentarla. – ¿Piensas mudarte? –

Luisita tragó grueso antes de moverse para mirarla directamente. – Pensaba decírtelo cuando tuviéramos un momento a solas y explicártelo con calma, antes de que alguien decidiera irse de la lengua. – Dijo aquello último mirando a su hermana con enojo.

-¿Te irás? – Era lo único que registraba Amelia en ese momento. – No puedes irte. – Su respiración empezó a agitarse.

-Flor...

-Joder, tú en serio te vas. – La miró incrédula y Luisita asintió con los ojos acuosos.

-Déjame explicarte. – Pidió la rubia, pero Amelia en cambio se levantó soltando su mano y se fue de la mesa. – Amelia, espera por favor. – Pero esta no escuchó yendo en dirección de los baños. Luisita volvió la vista a su hermana. – Dos horas, es todo lo que la has visto y ya tenías que molestarla, ¿en serio Mery? Lo que pasó entre ustedes fue hace años, ella y yo hemos pasado página, la única aquí que parece no haber avanzado eres tú y ese es tu problema, no de ella y ciertamente no mío. – Le dijo claramente enojada. – Hazme un favor y cierra la puta boca cerca de Amelia. – Se levantó también en búsqueda de su mejor amiga.

Un silencio tenso se instaló en la mesa y María sin inmutarse tomó su copa de vino para seguir como si nada hubiera pasado. Andrea y las demás la miraron incrédulas. – Me caes mal y ni quiera te conozco. – Le dijo la pelinegra con una mueca de fastidio, Alina y Marina asintieron secundando el sentimiento.

María miró a la chica y luego a las demás sin inmutarse. – Lo crean o no, le estoy haciendo un favor. –

-Gracias, pero no gracias. – Marina se cruzó de brazos mirándola acusatoriamente.

-Serás la hermana de Luisita, pero Amelia es nuestra amiga, no dudes ni por un segundo que no la defenderemos de ti y tus malas intenciones. – Alina le advirtió contundentemente.

María las miró con un dejo de superioridad que les sacó de quicio. – Entonces sean su amiga y evítenle una hostia más grande, mi hermana se va a casar con una chica que está disponible solo para ella, lo cual es mucho más de lo que Amelia puede ofrecerle. –

-¿Lo sabes? – Andrea se sorprendió.

María se echó a reír. – Hace mucho tiempo que no he visto a Amelia y puede que no la conozca lo suficiente, pero sé que esto de las bodas y damas de honor no son su cosa preferida, ¿y de repente es experta en todo esto? La he visto mirar a mi hermana durante toda la cena como si fuera una especie de sueño vuelto realidad, he sumado 2 más dos. – Las chicas se miraron preocupadas. – La única lo suficientemente ciega como para no verlo es mi hermana y es algo bueno, porque no voy a permitir que esa zorra de mejor amiga que tiene le arruine la oportunidad que tiene de ser feliz con alguien que la quiere y no se irá con otras a la primera de cambio. –

-Tienes razón, no conoces a Amelia de nada. – Marina fue quien respondió al monologo de María.

– Que por cierto, lo de hermana chiflada te queda corto si crees que una chica que lleva en la vida de Luisita tres minutos puede llegar a quererla más de lo que la quiere Amelia. – Fue el turno de Alina de intervenir. – Pensar eso te hace o una ingenua o una resentida y en ese caso deberías escuchar a tu hermana y avanzar. –

Marina escuchó todo lo que tenían que decir las amigas de su hermana sin ningún cambio en su rostro, miró a Andrea como esperando a ésta por decir algo más y alzó la ceja. – Lo que ellas dijeron... Plus eres una gilipollas. – Su comentario hizo reír a María.

Las tres amigas se levantaron todas al tiempo dejando sus servilletas de tela sobre la mesa y la dejaron sola con sus pensamientos y su copa de vino tinto. – Salud. – Brindó sola. 




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Se puso intenso esto 🙊

Gracias por sus múltiples comentarios y cariñitos a esta historia. You're the best 💋

Kudos ❤️

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