Algunas cosas toman tiempo

By escritordefics

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La muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del... More

La tristeza nubló todo
Ultimo adiós
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Padre e hijo
Aprendiendo a ser un dios
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Audiencia ante el consejo I
Audiencia ante el consejo II
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Emociones desatadas
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Déjanos ayudarte I
Déjanos ayudarte II
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Desaparecido
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Se acaba el tiempo II
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Sin salida
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Buen recuerdo
Impacto
Perseguido
Secuestro
Consecuencias
Lejos de casa
Jackson
Sangre
Ausencia
Acercamiento
Reencuentro
Recuperación
Venganza I

Adversidad

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By escritordefics

1 AÑO DESPUES

Fue todo un revuelo cuando se enteraron de la presencia de un hijo de Percy en el campamento, sobre todo uno ya crecido, con algo de entrenamiento y con conocimiento de las cosas que se hacían en el campamento. No le fue fácil encontrar su lugar en el mundo, ya que todos tenía por lo general sus propios equipos o grupos ya constituidos, pero fue con los hijos de Hefesto que encontró un lugar para poder desarrollarse, también podía sentirse a gusto con las hijas de Deméter gracias a Katie que se encargó de guiarlo lo mejor posible y escucharlo cada tanto cuando se sentía abrumado por las cosas que pasaban por su cabeza.

Su padre era el dios de las armas y los hijos de Hefesto se encargaban de hacerlas, una alianza que empezó a ganar poco a poco popularidad por la calidad de armas que se empezaron a forjar, las ideas de Eskol eran simplemente revolucionarias, logró entender con mucho estudio de por medio la mejor manera de fusionar metales para obtener mayor durabilidad, ligereza y un filo mortal. Aunque todavía estaba lejos de ser ideas que podría usar un dios o un campista de nivel alto, pero era mucho mejores de las que muchos usaban. Solo había algo que nadie más que él podía hacer de una manera que fuera perfecta para sí mismo: sus flechas. Asi que al final siempre tenía que gastar mucho tiempo en hacerlas el mismo. Eso lo aburría.

No había día que no corriera algunas vueltas más al campo de entrenamiento mientras el resto se hidrataba, no pasaba un día en que faltara a su entrenamiento en la playa con Travis y en ciertas oportunidades con Atenea. Pero sobre todo nunca, nunca faltaba al entrenamiento especial con las cazadoras, era su momento para someterlas sin decir nada, solo bastaba llevarlas a un límite que el hacía mucho había pasado, se encargaba de doblegar sus egos con exceso de entrenamiento hasta que algunas vomitaban de agotamiento o peor aún se desmayaban. Atenea le había ofrecido muchas cosas para que pudiera tener su venganza con ellas. Se alegró cuando le dijo que tenía en mente. No servía de nada vencerlas en batalla, no servía humillarlas como lo había hecho su padre con desafíos y castigos, iba a doblegarlas a base de entrenamiento para que fuera el cansancio quien terminara quebrándolas hasta el punto de implorar parar.

La nieve era un buen lugar para hacer eso. Venían subiendo desde hace una hora corriendo. No sabía si era porque era agua en estado sólido o qué, pero sentía los pies ligeros aún, pero no podía igualar la velocidad de Atenea. Cada tanto iba al campamento y lo atacaba sin ninguna clase de aviso no importaba lo que estuviera haciendo. Una de esas veces estaba en el baño con los pantalones abajo, sí que fue vergonzoso, pero afortunadamente pudo mantener su dignidad intacta. Siempre era vencido por la diosa de la sabiduría, pero él no se dejaba en lo más mínimo intimidar por ella, sabía por qué lo hacía. Nadie del campamento podía saber que gozaba de su favor, asi que decidió mantener la misma loca rivalidad de antaño, más aún, viendo que había sido Poseidón quien había reclamado a Eskol en lugar de Percy alegando que Percy de momento no podía hacerse cargo de las labores de un dios.

—¡Vamos, corre! —Atenea le sacaba por lo menos 500 metros de distancia y la se iba acrecentando la lejanía con el tiempo, pero a veces bajaba la intensidad para mantenerse a su ritmo. —Estoy seguro que corres más rápido cuando sirven la comida —Atenea sabía cuánto amaba Eskol comer, comía lo primero que encontraba a la mano, no podía juzgarlo, quemaba cada cosa que se comía. Nunca olvidaba hacer sus ofrendas y Atenea se sentía satisfecha que nunca olvidaba quemar algo para ella. Estaba segura que también quemaba algo para Percy. No había podido quitar de su mirada la nostalgia que tenía.

—No hables de comida, muero de hambre —Atenea se rió pateando un poco de nieve.

—¡Silencio! —podía ser demasiado severa a veces, ya se lo había dicho, no podía aflojar delante de otras personas con él, no podía ser conocido como el consentido de algún dios porque debía imprimir una imagen de respeto por ser Eskol. —Acaso quieres un tiempo a solas con las señoritas —nada le haría más feliz que eso, Travis había empezado a llevar su entrenamiento a otro nivel, ya podía tocar algunas otras armas, pero aún no era ni siquiera decente como para poder portar una, suficiente con tu arco y tu agilidad le había dicho mientras todavía se resistía a llevarlo a alguna misión. Eres muy joven para ver la maldad que el mundo esconde fueron sus palabras. Con doce años creía que podía soportar eso, pero Travis no iba a dar su brazo a torcer.

—¿Enserio se podría? —Atenea no podía aguantar la sonrisa que tenía en el rostro al ver cómo podía ser tan descarado a veces.

—Ni pensarlo, seguro acabarías con ellas —ella no tenía miedo de reconocer que la caza estaba lejos de poder vencer a Eskol en un duelo equitativo. Lo había visto, había peleado con él y sabía que, en relación con cualquiera de las cazadoras, tal vez a excepción de Thalia que tenía algunas habilidades especiales, no lograrían vencerlo.

—Me haces sentir especial con tus palabras —le respondió con una fingida voz de timidez. En ese momento llegó Thalia. Aún no podía mirar a los ojos a Eskol después de lo que había pasado con la caza y mucho menos pensaba en que la tratara como familia por la forma en como la caza lo había tratado. Eskol ni siquiera la miró, sino que giró la cara y se agachó para fingir atarse las botas.

—Mi señora, las chicas no pueden más —Atenea se rió con algo de decepción. Eskol parecía estar entero aún. Era como su señal para desgarras sus egos poco a poco. Le daría todas las oportunidades necesarias hasta que una a una viniera pidiendo una tregua.

—Te veo en la cima —dijo dirigiéndose a Atenea sin siquiera mirarla. Le dolía, no podía negarlo, sabía que merecían ser tratadas como basura, pero a ella le dolía mucho más porque era hijo de Percy.

—Diles que descansen, de seguro no pueden contra Eskol... un muchacho —Thalia sabía lo que Atenea estaba haciendo, pero prácticamente Atenea las estaba moliendo con un entrenamiento al que nunca habían estado acostumbradas y Eskol disfrutaba ir más allá para dejarlas en ridículo lo cual no podía ser permitido y eso terminaba en toda la caza desmayada en el suelo descompensadas.

—Me pones en una situación complicada —a Atenea no podía importarle menos. Zeus le había dado el control de la caza y no pensaba dejar un rastro de engreimientos.

—Dijiste que querías arreglar las cosas —Thalia sintió una punzada vergonzosa. Ya había tenido una conversación con Atenea para poder dejar la caza porque no quería formar parte de algo que había hecho algo asi a un niño, peor aun sabiendo en como habían terminado las cosas para Eskol y para Percy. Atenea le había negado la petición y le había dicho que tendrían que pagar por lo que habían hecho con cada gota de sudor que saliera de sus cuerpos hasta que Percy volviera a la existencia. Suspiró con cansancio. No había nada que pudieran hacer.

Una vez más había logrado verlas tumbadas sobre el suelo, sin aliento y muchas de ellas completamente descompensadas, vomitando o desmayadas. Pasó en medio de ellas tratando de verse lo más fresco posible de regreso al campamento base, desde donde Atenea lo llevaría de regreso al campamento ya que estaban del otro lado del país.

||||—||||—||||—||||

Se había despertado de madrugada para poder recoger algunas especies y hojas especiales para algunos encantamientos y pociones que hacían falta en la cabaña, nada complicado, solo cosas que podían mejorar el estilo de vida de sus hermanos dentro de la cabaña, cómo una loción para captar la atención de las jóvenes campistas, obviamente todo tenía un precio. Si algo había aprendido de su pasado es que a todo debía sacarle un beneficio, nada podía ser gratis.

En medio de su recolección había visto la figura de un hombre "anciano" cargando a alguien rumbo a la enfermería y Quirón guiándoles, cuando vio la cara del niño que iba en brazos dormido se dio cuenta que se parecía demasiado a aquel niño que hacía casi 2 años le había salvado de la pocilga en la que tenía que vivir la peor de sus penurias.

La curiosidad le mataba, no había un nombre, nunca se lo dijo.

Pero tal vez ahora podría averiguarlo.

—Disculpe —Travis se giró para mirar a una linda niña de cabello negro azabache y una sonrisa algo tímida, pero no notaba inseguridad en la forma como hablaba. Había rescatado tantos niños que no podía saber con seguridad, pero estaba casi seguro que era alguien que había rescatado.

—¿Te conozco? —la niña ladeó la cabeza un poco curiosa del personaje. Vagamente podía recordarle. Dentro de la enfermería estaban aún Poseidón con Quirón.

—Soy Liz, hija de Hécate —en ese momento recordó, que tan simpático podía ser el destino que el día de la llegada de Eskol la única persona a la que había podido rescatar hasta el momento estaba a las puertas.

—Un gusto, Liz ¿Qué puedo hacer por ti? —supo enseguida que la curiosidad estaba dirigida a Eskol, seguramente no sabía ni su nombre.

—Ese muchacho ¿Cuál es su nombre? —Travis le sonrió con un poco de nostalgia de esos tiempos, en el plan que tenían con Percy, Eskol debía llegar a los 15 años entrenando en la clandestinidad antes de reclamarlo en el campamento. Nada de eso había podido ser.

—¿Sabes guardar un secreto? —no había porque mantenerlo en secreto al día siguiente sería presentado.

—Por supuesto —le hizo señas para que se acercara y miraron juntos por la ventana.

—Él es Eskol hijo de Percy Jackson —la niña abrió los ojos, sabiendo que no estaba hablando de cualquier sino del semidios que se convirtió en dios olímpico. Se sintió abrumada, esperaba que fuera hijo de un dios más "normalito".

—¿Le ocurrió algo malo? —claramente no estaba dormido, estaba desmayado.

—No, solamente está muy cansado —Travis la tranquilizó. —Si mi memoria no me falla, lo conoces, hace dos años, ambos salieron corriendo, él te llevaba a cuestas —ella nunca olvido ese momento de su vida, ahora el rostro tenía un nombre.

—Nunca me dijo su nombre —Travis estaba orgulloso de esa parte, no eran héroes o salvadores, simplemente gente al servicios de los héroes para ayudarlos.

—No debíamos, solo somos gente que ayuda —salieron de la enfermería Poseidón y Quirón charlando sobre como deberían ser las cosas para el hijo de Percy de ahora en adelante, Quirón mejor que nadie sabía lo que Percy quería para su hijo y no se interpondría en su camino, le daría el espacio para poder lograr sus objetivos en un ambiente seguro y rodeado de gente cómo él, algo que hasta el momento no conocía. —Ahora él estará aquí en el campamento —Liz se sentía un tanto feliz de ello, sabía que al menos podría agradecerle ahora.

—Me da gusto saberlo, siempre quise agradecele, agradecerles —Poseidón miró a la niña con simpatía mientras Quirón se percató que Eskol había estado involucrado en el rescate de Liz, ella había necesitado mucho tratamiento para poder quitar de su organismo los químicos que le habían inyectado.

—No hace falta niña, nuestro trabajo es ayudarlos —susurró Travis, pero Poseidón vio la oportunidad de ir más allá.

—Pero si quieres hacer algo por él, podrías ayudarlo a adaptarse aquí, siempre ha estado en su mayoría solo, seguro le vendrá bien tener gente amigable —Liz asintió con la plena certeza que estaba hablando con un dios. Aún no sabía mucho de ello, era muy floja para el estudio de los dioses y conocimiento del griego antiguo, pero era aplicada a lo relacionado con la magia y la forma de ayudar a otros con ella.

—Claro, será un placer —luego de ello tuvo que despedirse porque todos a excepción de Quirón brillaron a sus respectivas actividades.

—¿Supongo que querrás vigilarlo mientras termina de dormir? — Liz asintió, tal vez luego ya no podría agradecerle apropiadamente. Nadie le avisó que el niño podría ser tan escurridizo cuando se trataba de estar ocupado siempre que ella se acercaba.

||||—||||—||||—||||

Había llegado molido con la piernas tiritando, pero la satisfacción de haberlo logrado no se la quitaba nadie. Casi estaba trastabillando cuando sintió un mano tomando su brazo. Trago fuerte el verla, aún moría de vergüenza por lo que había pasado ya hace un año cuando llegó al campamento. No es que le importara, pero había sido un tanto vergonzoso, lo suficiente como para evitarla lo más que pudiera. Liz, hija de Hécate era la que lo había visto babear mientras dormía, por un momento odió sus hábitos de dormir, no sabía hasta el momento porque una hija de Hécate estaba en la enfermería mirándolo mientras dormía.

Eskol tenía una cosa clara sobre esa niña. No quería tener niñas cerca, las repelía, Travis le había dicho que era una parte de su vida y que pronto se le pasaría sin darse cuenta para pasar a la parte en la que querría tenerlas cerca. No podía entenderlo con la razón y los abuelos no había podido explicarle como debía actuar con ellas. Por el momento Eskol era un lobo solitario en una manada de hombres.

Las veces que Liz se había acercado a él luego de ese momento vergonzoso en la enfermería había sido simples saludos y respuestas cortas, nada significativo, pero ella lo había sentido distante con ella, que no pasaba cuando interactuaba con el resto del campamento, eso la incomodaba y no quería más de eso.

—¿Seguirás evitándome? —no podía negar que los ojos de Liz eran intimidantes, llenos de una determinación ahora que habían pasado casi dos años desde su primer encuentro. Retiro calmadamente su brazo del agarre de Liz

—Hola, no te estoy evitando —le costaba un poco mantenerse de pie, pero sabía que si daba algunos pasos seguro volvería a caer, necesitaba zambullirse en el mar, pero se veía muy lejano.

—Dime si mi presencia te molesta, parece ser que todos pueden acercarse a ti, excepto yo, supongo que te resulta incómodo sabiendo de dónde vengo —podía sentir la pizca de dolor en las palabras de Liz y se sentía un poco culpable de ello, le daba vergüenza decirle que no se sentía cómodo al lado de niñas, pensaría que era un tipo raro. —Por un momento pensé que eras diferente, Eskol —eso le pegó aún más, no era popular, no le importaba tampoco, él se divertía estando en la forja con los hijos de Hefesto ideando armas y trazando planos para futuros proyectos, el resto del tiempo lo invertía en la caza grande donde Atenea dejaba uno que otro libro para que lo leyera, alguno de su biblioteca personal que los disfrazaba de textos en latín en quien nadie estaría interesado y luego estaba el entrenamiento que era el 70% de su día. No había hablado con nadie sobre ascendencia, pero todos podían ver que tenía un biotipo diferente, era más grande que el resto y con una tendencia a soportar el entrenamiento por más duro que fuere.

—¡Espera! —gritó tratando de adelantarse, pero fracasó y cayó al suelo, solo atinó a tomarle del zapato. Liz no podía evitar sonreír, pero no le mostraria alguna sonrisa, no la merecía, ella sabía que Eskol vivía para entrenar, no conocía a ninguna persona más que hubiera estado o estuviera trabajando con Travis para rescatar semidioses, significaba que era especial. Sino podía ni dar dos pasos era porque estaba realmente molido. —Espera, por favor —le daba vergüenza arrastrarse de esa manera, pero no podía dejarla ir asi. —No es lo que tú crees, solamente tengo problemas para relacionarme con la gente —esa era la media verdad, pero verdad al fin, no tenía por qué saber todo pensaba Eskol.

—No te veo teniendo problemas con los hijos de Hefesto —todos en la forja en su mayoría eran hombres y las niñas eran igual de fuertes que los hombres y olían a hollín y leña. Siempre llevaban su equipo de seguridad encima que era imposible reconocer a uno de una.

—En realidad solo hablamos de metales y diseños —y era verdad, no había una interacción social adecuada, solo eran datos técnicos, proporciones y diseños, sueños y cosas raras que a veces terminaban en desgracias experimentales.

—No te veo con problemas con Katie la hija de Deméter —eso sí que le parecía un tanto extremo. Ella le sacaba como 10 centímetros de altura y lo trataba como un hermano menor.

—Prácticamente es mi tía, Travis y ella son una cosa —lo que tenían ahora era la cosa más irregular que alguna vez había visto. Ella seguía en el campamento, pero desaparecía de vez en cuando y había llegado a la conclusión de que ya conocía el campamento donde se establecía Travis.

—Entonces dices que me tratas diferente al resto por... —Eskol no sabía cómo responder a eso, no quería decir algo lamentable o de lo que podía arrepentirse, la guía del varón de su abuelo dictaba que no podía usar sus palabras para herir a la gente, menos a una dama.

—Porque tú me conoces de antes del campamento, me produce nervios —era cierto también, el hecho de haberse conocido en circunstanciás tan increíbles le hacían sentir unos nervios que no podía controlar a menudo.

—Eres un ser extraño Eskol hijo de Percy Jackson—le dio una sonrisa orgullosa, había llegado a ser considerado raro, porque de hecho lo era. Los hijos de Apolo no lo odiaban, pero vaya que lo desafiaban casi siempre por la habilidad que tenía, que era superior a la de ellos. Algunos otros lo percibían como alguien particular porque siendo hijo de Percy tenía un apego por el conocimiento que su padre jamás demostró. Los hijos de Ares se aprovechaban que aún no era decente con las armas fuera del arco para poder demostrar su superioridad, Eskol los tenía en su lista para arreglar cuentas. Luego estaba Liz que tenía una forma de hablar y de expresarse que denotaba un misterio profundo y que veía a Eskol como un divertido ser.

—Me lo han dicho, solo soy raro creo —ella sintió tendiéndole la mano para que se levantase, dudó por un momento, pero ella lo pateó ligeramente y tomo su mano para levantarse. Había sido suficiente por hoy.

—Creo que no hay forma de lograr que te sientas cómodo conmigo entonces —Liz se dio la media vuelta y empezó a caminar de regreso a su cabaña, tenía algunos pedidos que terminar.

—¡Idiota! —Eskol se dio una bofetada sabiendo que podría haber desilusionado a la hija de Hécate. No se percató que ella seguía escuchándolo atenta de que reaccionara de alguna manera.

—¿Qué acabas de llamarme? —la mirada afilada por una extraña razón lo hacía titubear.

—No, no, no a ti —se adelantó a cualquier malentendido. —En realidad, eres una de las pocas caras que conozco, no me resulta sencillo hacer amigos, amigos de verdad —Liz podía entender esa parte alguien que había pasado la mayor parte de su corta vida conociendo 2-3 personas solamente no era sencillo, ella en cambio en las calles había tenía que conocer e interactuar con miles de personas.

—Hey ¿Quién dijo que quería ser tu amiga? —la cara de decepción de Eskol fue el premio, se lo merecía pensó Liz.

—¿Quién actúa raro ahora? —le recriminó mientras se golpeaba las piernas suavemente para hacerlas reaccionar, no esperaba que Atenea lo depositara en una bañera con agua helada, pero al menos dejarlo en la playa. Quemaría un poco de pan rancio en su ofrenda, sería gracioso.

—Digamos que me interesa intercambiar conocimientos Eskol amigo de los herreros —no era sencillo tener una alianza con esa cabaña, eran gente reservada, noble, pero muy herméticos, tanto que su forja estaba bajo tierra, lo que se veía por encima era simplemente la forja para herraduras y trabajos menores que se comerciaban en la ciudad, pero la parte interesante sucedía bajo tierra. Los traviesos hijos de Hermes habían intentado un túnel para llegar a los dormitorios y la forja principal, pero se habían topado con un recubrimiento de titanio cercano el terreno.

—¿Que tienes en mente? —Liz tenía un plan desde hace unos meses que los pedidos de la tienda de Hefesto estaban al alza, todos querían el último modelo en colaboración con E. Jackson como firmaba el engreído que tenía al costado. Siempre se preguntó que hacía con el dinero que ganaba, pero no había podido dar con eso. Solo sabía que se adentraba en el bosque y supuso que estaba enterrando su dinero.

—Quiero el 20% de la ganancias si voy a compartir mis dones —Eskol negó con los brazos violentamente.

—Mejor pídeme que te regale mi arco, estafadora —Liz sonrió un tanto sorprendida y dándole una mirada de falso dolor. —Un 12% estaría bien, debo dar el 50% al campamento por los recursos, materiales y funcionamiento de la forja, 20% a los hijos de Hefesto por la mano de obra, me estas asaltando —Liz empezó a reír un poco, tenía todo calculado. Siempre llevaba su libreta con él. Su siguiente objetivo sería tomar esa libreta y poner uno que otro apunte en él.

—Tranquilo, podemos llegar a un acuerdo con una condición —Eskol sabía que no renunciaría a su porcentaje por nada.

—Te escucho —Liz murmuró un par de cosas que no pudo entender.

—Deja de evitarme, no muerdo, no tengo sarna, la peste o cualquier otra cosa —Eskol se avergonzó y no pudo mirarla por unos segundos.

—Nunca dije que la tuvieras —Liz sabía perfectamente que posiblemente la evitaba por el solo hecho de ser mujer. Le parecía absurdo y gracioso, pero no iba a explotar eso, podría ser contraproducente.

—Esperaba que asi como tuviste el valor de salvame tuvieras el valor de ser mi amigo —Eskol trago saliva con tanta fuerza que se le secó toda la boca.

—Pue... puedo con eso, creo —se odió a si mismo por tartamudear. No era lo que el abuelo le había dicho que tenía que suceder al hablar con una chica, mejor decir una tontería que titubear.

—Resuelto entonces —Liz le extendió el puño para chocarlos.

—Ahora cuéntame ese plan tuyo —Eskol respondió al puño y entonces empezó a arrastrar sus pies rumbo a la playa. Liz lo sabía, nunca lo pediría, era testarudo: necesitaba ayuda. Agarró su brazo y lo paso a través de su cuello, le daría una mano para llegar caminando y no arrastrándose.

—Oh muchacho, seremos millonarios —Eskol estaba resoplando porque no estaba acostumbrado al contacto físico, pero no podía evitarlo, realmente estaba necesitando un aventón.

||||—||||—||||—||||

Había sido muy duro, demasiado, sentía que por poco se había ahogado. Pero a duras penas había logrado sobrevivir. No podía vender la casa, solo vivir en ella, pero los impuestos y los gastos para mantenerla eran demasiado para ella, por lo que opto por compartirla con otras personas al estilo roomie, todas eran mujeres de mediana edad y con las suficientes recomendaciones como para no estar metiendo una asesina serial en su casa. No podía darse el lujo de vivir del alquiler porque era una zona de precios no tan accesibles, por lo que tuvo que pensar en que le sirviera para mantener el apartamento atractivo y que le generar ingresos, ya que había llegado al punto en que no tenía ni luz ni agua. Era un suplicio.

No habían tardado en llegar las preguntas incomodas, como donde estaba su esposo, quien era, en que trabajaba, porque nunca había venido a casa. Se avergonzaba de ella misma al pensar siquiera en que decir la verdad haría de ella una persona horrible y perdería a sus inquilinas. Dos habitaciones a parte de la suya eran suficiente como para pagar todo lo relacionado con la casa. Aun así, necesitaba buscar trabajo. Lo único que encontró fue en una tienda de conveniencia que para comenzar la necesitaba en turnos de 16 horas, no podía negarse ya que como le dijo el gerente de las tiendas había muchas personas detrás de ella esperando, pero que seguramente podía considerarla. Le quedaba como 30 minutos en bus, pero era mejor que atreverse a seguir siendo robada en los barrios aledaños.

Los turnos de trabajo eran agotadores, todo el tiempo estaba gente entrando y saliendo, estar pendiente que nadie robara nada, que todos los productos tuvieran precio y que se realizara el cobro correcto de los mismos o el sin fin de promociones del día que había simplemente le explotaban en la cabeza. No podía permitirse gastar en buses y menos en taxis, por lo que opto por una vieja bicicleta que algún vecino había dejado fuera de su casa para que se lo llevase alguien, ella era ese alguien. Al final de sus jornadas no le quedaba mucho físico para poder pedalear hasta casa, pero era la mejor forma de mejorar su estado físico y ahorrar unos dólares.

La paga no era la mejor, pero le permitía cubrir sus necesidades y ahorrar para algún imprevisto como cuando al administrador del edificio se le ocurría proponer mejorar el servicio de limpieza del edificio y eso venía con un aumento de los pagos mensuales por mantenimiento. Su corazón sangraba con cada dólar adicional que se filtraba de su bolsillo, pero no podía negarse, sería casi como demostrar que no podía vivir allí. Percy era el dueño del piso, pero no significaba que pudiera vivir como quisiese, debía mantener el estándar del edificio.

Lo días lunes eran los que más odiaba porque debía entrar unas horas antes para poder recibir la mercadería de abastecimiento. Nunca en su vida pensó que detrás de un tienda como la que trabajaba había una gran despensa llena de cajas de productos para reponer. Lo detestaba, no tenía la fuerza para cargar caja tras caja, ordenar, reponer, subir, bajar, desempaquetar, reciclar y luego de ello tener una sonrisa para atender a los clientes que no paraban de entrar. Fue su ritmo de vida desgastante y aterrador durante todo el año. Ni siquiera pensaba en celebrar alguna festividad porque eran los días donde peor terminaba el día, pero lo estaba logrando. Poco a poco lo estaba logrando.

Por primera vez pensaba que podía llegar a mejorar las cosas. O eso era lo que pensaba.

No contaba con que una gran enfermedad global iba a dejarla en el desempleo.

(N/A: No sé en otras parte del mundo, pero en LATAM fue muy duro el impacto del COVID y sus variantes, todo mi respeto por los que perdimos algún familiar o amigo)

||||—||||—||||—||||

1 AÑO DESPUES

Había tenido que abandonar la idea de emprender algo propio, apenas podía cumplir con sus gastos mensuales y había tenido que ajustar los precios para poder conservar sus inquilinas, las cuales estuvieron más que de acuerdo con fusionar los gastos de alimentación para poder conservar sus estilos de vida. No es que Artemisa viviera mal, pero prácticamente trabajaba para poder vivir, al final del mes no había dinero para nada más que lo esencial y necesario.

También tuvo que vivir este tiempo con la idea de que cualquiera de sus compañeras podría adquirir la enfermedad, contagiar al resto y desencadenar eventos desafortunados. Debían cuidarse las unas a las otras lo mejor que pudieran, pero era inevitable tener que ir a buscar alimentos y, sobre todo: trabajar. Ya de por si era un desafío para sus compañeras haber conservado sus trabajos a la par de sus estudios, pero con todos paralizado y en cuarentena era difícil no perder la cabeza de tanto encierro.

Alguna de ellas simplemente optó por seguir trabajando de manera presencial por temor a perder su trabajo por preferir el home office, pero también era un peligro latente para ellas y no paso mucho tiempo hasta que los primeros síntomas se presentaran en su casa. Fue una labor dura poder cuidar y vigilar el estado de salud de Sue, la roomie que cayó enferma. El sistema de salud se encontraba colapsado y no había forma de conseguir una atención medica adecuada, no podía quejarse de ello, se notaba por lo que decían en las noticias que los hospitales, clínicas, médicos y enfermeras estaban en su tope de capacidad para tratar de salvar a la mayor cantidad de personas. Quería gritar por ayuda al Olimpo y evitar que esta enfermedad se llevara a su compañera y a ella. Descubrió que de alguna manera había desarrollado una inmunidad a la misma, ya que tenía muchos días atendiendo a Sue con altas temperaturas de fiebre, escalofríos y muchas dificultades para respirar. No fue sino hasta que se asomó a la puerta que descubrió un paquete anónimo con unas pastillas que ayudaron a la recuperación de Sue, pero fue lento y doloroso.

No había pensado mucho en nadie más en esos días, pero un pensamiento vino a su mente que le aterró un poco. Ella conocía los protocolos del Olimpo, cuando estas cosas se habían suscitado en el pasado siempre se había mantenido a los semidioses en cuarentena, lejos de los efectos de esta clase de epidemias porque los semidioses podían generar nuevas variantes más peligrosas que podían acabar con aldeas enteras en el pasado. Pensó en los padres de Percy. No sabía porque, no entendía si era porque sabía que seguía siendo su esposo o porque la culpa y el arrepentimiento había terminado por ablandar cualquier vestigio de soberbia. Sentía que debía al menos decir lo siento por las cosas que habían sucedido por sus acciones en contra de Eskol y Percy, por lo que se puso su mascarilla, tomó su bicicleta y salió rumbo al apartamento de los padres de Percy, por lo menos saciaría su curiosidad de saber que estaban bien, solo eso para saber que podía estar tranquila.

Cuando llegó se sentía nerviosa sobre la idea de que Sally la despreciara y la tratara mal. Algo que había aprendido en estos dos años era que había sido tan sencillo ser despreciada y no poder hacer nada al respecto que pudo sentir el peso de sus acciones a lo largo de los siglos. La impotencia y humillación que debieron sentir todos aquellos a los cuales había maltratado y despreciado sin que pudieran siquiera explicarse o decir algo al respecto. No quería seguir estando en ese plano, no tenía poder, influencia o siquiera voz para poder cambiar las cosas aquí, pero por lo menos haría lo que pudiera para mantener a sus inquilinas a salvo y ahora ver que los padres de Percy estuvieran sanos y a salvo.

Llamó a la puerta un par de veces, pero no recibió respuesta alguna.

Espero algunos minutos por si tal vez habían salido a comprar algo.

Nadie salió a atender la puerta, no quería hacerlo, pero disimuladamente trató de forzar la puerta, fue un poco inútil, ya no tenía la fuerza de antes, por lo que tendría que optar por otras alternativas. Había visto que este apartamento tenía unas escaleras de incendios, solo esperaba que no la vieran y la tomaran por delincuente, por lo que trató de ser lo más discreta posible. Se sentía una mala persona por tratar de irrumpir en la vivienda sin siquiera saber si sería o no bienvenida. Cuando finalmente llegó al piso donde estaba el apartamento de Sally sabía que podía llegar a ser un peligro sorprenderlos de un momento a otro por lo que amablemente toco los cristales de la ventana, pero no recibió respuesta. No lo pensó más y se cubrió la mano con la sudadera y le dio un buen golpe para romperlo e ingresó. El olor era abrumador, se sentía congestionado, pero también sabía que no estaba sola. Sintió pánico e hizo lo primero que se le ocurrió tomo un pedazo de vidrio de la ventana y avanzó hacía una de las habitaciones y lentamente abrió la puerta, pero no había nadie, su corazón palpitaba con locura que no podía controlarlo, la adrenalina no le dejaba detenerse, siguió avanzando y cuando entro en la siguiente habitación vio algo que deseaba ni esperaba, pero que hizo que soltara el pedazo de vidrio sin percatarse que llevaba unos minutos chorreando sangre por el suelo.

Los padres de Percy estaban tirados sobre el suelo. Había sangre en el suelo, cerca de ellos.

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