Before the baby ║ Kookmin/Vmin

Autorstwa neremet_001

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Precuela de A BABY FOR MINNIE ||Las parejas de colegio no siempre duran. Especialmente cuando se trata de Ji... Więcej

PRÓLOGO
CAPÍTULO 1: "Alumno nuevo"
CAPÍTULO 2: "Patrulla anticrimen"
Capítulo 3: "Cigarrillos"
Capítulo 4: "Primer contacto"
Capítulo 5: "Hacer novillos"
Capítulo 6: "Secreto polverulento"
Capítulo 7: "Celos y desconfianza"
Capítulo 8: "Beso al ángel"
Capítulo 9: "Sinceridad y confrontación
Capítulo 10: "Explosión de ira"
Capítulo 11: "Corazón dividido"
Capítulo 12: "Olvídate de mí"
Capítulo 13: "Vulnerable"
Capítulo 14: "Necesitado de ti"
Capítulo 15: "Distanciamiento"
Capítulo 16: "Vacío y consumido"
Capítulo 17: "Él 'junto' a nosotros"
Capítulo 18: "Al borde"
Capítulo 19: "Mucho mucho mucho"
Capítulo 21: "Invitación"
Capítulo 22: Señora Park
Capítulo 23: Beso ajeno
Capítulo 24: Ultimátum
Capítulo 25: Tres
Capítulo 26: Trío en acción
Capítulo 27: Los suegros
Capítulo 28: Bebés
Capítulo 29: Placentero recibimiento
CAPÍTULO 30: El principio del resto de nuestras vidas
Extra 1: Atados para la eternidad
Extra 2: Tríada consolidada

Capítulo 20: "Fusión de amor"

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Autorstwa neremet_001

Taehyung


Park Jimin era maravilloso.

Desde la primera vez que lo vi, supe que tenía que ser mío. El instinto me gritaba que era el chico correcto. No sólo porque físicamente era mi ideal, sino porque me había comprado con su actitud enfadada y la sutil confiscación de mis cigarrillos. Un chico que tiene las bolas bien puestas para enfrentarme se ganaba mi atención de inmediato.

A medida que lo fui conociendo, que bajamos nuestras barreras, le enseñé mis vulnerabilidades. Sabía cómo tratarme, qué cosas decirme con el tono de voz adecuado, y yo me desarmaba para él.

Sus pomposos labios absorbieron los míos y nuestras lenguas batallaron en una atractiva lucha por el poder. Sus manos pálidas vagaron por mi pecho tatuado, sintiéndome, acariciándome. Descendieron hasta lidiar con el botón de mis pantalones y el cierre. Me ofreció una sonrisa atrevida cuando abandoné su boca y juro que ninguna otra persona volvería a hacerme sentir esa sensación de cómoda intimidad.

Estábamos tan pegados que le costó meter la mano bajo el bóxer para sacar mi polla y masturbarla. Me tenía empalmado, húmedo, botando líquido preseminal alrededor de sus dedos. ¿Cómo no iba a estar caliente? Podría correrme ahí mismo, mojando su mano y salpicando sobre su estómago.

—Eres tan grande, Tae —susurró, mordiéndose el labio. Era un chiquillo pecaminosamente ardiente, con esa falsa carita de niño inocente que daba ganas de deshacer a base del placer más puro y duro.

—¿Vas a poder tomarla toda? —lo desafié.

Tan pronto como asintió, me puse de pie para bajarme los pantalones junto con la ropa interior. Era suficiente de charla porque ya no daba más. Quería a toda costa rebautizar su interior, hacerle gritar mi nombre hasta que los vecinos conocieran su voz y llenarle el maldito vientre con mi corrida.

Sus ojos me escanearon de arriba abajo y no se me pasó desapercibido el brillo que emitieron, como si estuviera emocionado por la perspectiva de tenerme dentro suyo casi tanto como yo de meterme en él.

Volví a colocarme encima de su delgado cuerpo, continuando con besos alrededor de su cintura, sobre sus costillas, encima de sus clavículas. No me cansaría nunca de probar cada angelical centímetro de él.

Agradecí que la chimenea encendida entibiara el ambiente. Estaba seguro de que no podría aguantar a llevarlo a mi habitación para hundirme en él. Me gustaba y me aterraba ese pensamiento. Era sinónimo de darle las riendas para que hiciera lo que quisiera conmigo. Le daba el poder de destruirme, en pocas palabras.

Jimin se enderezó un poco, poniendo una mano en mi pecho para apartarme. Anticipó mi reacción y me indicó que espere, levantando el dedo índice. Rebuscó en el interior del abrigo bajo su cuerpo hasta dar con lo que quería: un condón.

A todo esto, yo estaba prácticamente sentado sobre mis talones, con mi erección a pocos centímetros de su interior. Me entristeció tener que sepultar en mi mente la idea de correrme en él, pero lo entendía. La seguridad estaba primero.

—¿Puedo ponértelo? —sugirió batiendo sus pestañas, con una vocecita dulce que no daba lugar a un no por respuesta.

—Adelante. Mi polla ya es toda tuya, cariño.

Rio con timidez y bajó el rostro para ocultar el rubor adorable de sus mejillas.

Abrió el sobre con los dedos y sacó el condón para colocármelo. Lo hizo con gentileza y fue deslizándolo con tanta suavidad que creí que lo llenaría de semen antes de ocuparlo como se debe.

—Acabas de hacerme el hombre más feliz con sólo ponerme látex alrededor de la polla, nene.

Me miró a la cara aguantando una sonrisa. Terminó empujándome el pecho hasta hacerme caer sobre los almohadones del sillón y se montó encima de mí, con sus musculosas piernas de bailarín a cada lado.

—Entonces qué dejas para cuando termine contigo —puntualizó.

Tuve la magistral vista de mi vida desde abajo. Jimin tenía las mejillas rosadas, los ojos entrecerrados y el cabello rubio flotando a su alrededor. Con confianza, sujetó la base de mi miembro para guiarlo a su borde y bajó sus caderas para penetrarse lentamente.

Jodido infierno.

Se apoyó con las manos en mi pecho mientras descendía y tiró la cabeza hacia atrás en pleno éxtasis, dejándome ver cómo su pecho se inflaba al respirar de forma pesada.

Mierda. El enano estaba tan estrecho que cada centímetro abriéndolo era una exquisita tortura. Su interior hervía y apretaba, sometiéndose. Entreabrió la boca tentadora y escuché mi nombre pronunciado en un quejido adolorido que me hizo gruñir.

Volvió a mirarme y, por la humedad en las comisuras de sus ojos cerrados junto al leve temblor de su cuerpo, me dio la impresión de que estaba tratando de manejar la estimulación. Puse mis manos en sus muslos y lo masajeé.

—Estás aguantando mi polla muy bien, bebé —lo tranquilicé, estando completamente enterrado en él, dándole tiempo hasta que se moviera.

Tras unos segundos, empezó a subir y bajar, empalándose profundo. Sentía cada penetración demasiado sensible, pero aun así lo ayudé sujetándolo por debajo de las nalgas para que no cargara con todo el peso de su cuerpo.

Me sentí afortunado por hacer el amor con Jiminnie. De seguro mi cara era un poema, demostrando sin ningún pudor lo fascinado que me tenía. Pasé del sentimiento de no tener nada importante en el mundo a estar sosteniendo en mis manos al tesoro más valioso.

Incrementó el ritmo, sintiéndose más a gusto. Me provocó con la mirada y con sus sonoros gemidos, que correspondí con gruñidos de satisfacción.

Aparté sus manos de mi pecho y él entendió lo que quería. Dejó la espalda recta y se apoyó con las palmas sobre mis muslos, dejándome ver cómo mi polla entraba y salía de él. Su propia erección se balanceaba mientras buscaba su liberación, así que decidí ayudarlo, masturbándolo.

—Me cabalgas tan bien, Minnie —lo animé, levantando la pelvis para chocar su interior. Le gustaba que le dijeran cosas sucias, por la forma en que me apretó a propósito.

—¿Te gusta?

—Me encanta, bebé. Te ves tan hermoso desde aquí.

Nos perdimos en nuestro mundo, dejándonos guiar por el calor de nuestras pieles y el sonido morboso de nuestra unión.

Jimin superó por completo cualquier sueño húmedo, cualquier estúpido momento que hubiera creado mi imaginación. Esta vez era real. Lo tenía entre mis manos, su interior me calentaba y su sudor se fundía con el mío.

Después de tanto tiempo, la felicidad no fue un simple anhelo. Estaba siendo amado, consentido y tocado por él, mi pequeño querubín de ojos verdes. Mi angelito personal.

—Mierda. Te quiero tanto —le confesé de nuevo, atrayéndolo por la nuca para poder besarlo antes de acabar.

Él estaba a punto también y, tan pronto como le hablé, se desmoronó sobre mi pecho en gemidos, con el cuerpo convulsionando por haber llegado a la cúspide.

Sus suspiros en mi oído desgarraron mi autocontrol, haciéndome llenar el condón dentro de su sedoso culo. Seguí arremetiendo hasta vaciarme, desbordado por el orgasmo de mi vida. Fue tan explosivo que me hizo ver estrellas al parpadear.

Jimin intentó normalizar su respiración, refugiado en el hueco de mi cuello. Nuestros corazones palpitaron al límite, rebotando uno sobre el otro.

—No me contestaste el "te quiero" —bromeé con él. Abandoné su interior para quitarme el condón y gimió despacito, abrazándose a mí.

—Tú tampoco me contestaste al principio.

—Creí que ya estábamos a mano —contraataqué, anudando el condón y dejándolo en el suelo.

Apoyó sus codos sobre mis pectorales y me dedicó una expresión enfurruñada desde lo alto.

—Si hicimos el amor fue porque te quiero.

—Pudiste haberlo hecho por lástima —le piqué la naricita de botón.

Su ceño se acentuó y exageró una expresión dolida.

—¿De verdad crees que haría algo como eso? ¡Taehyung!

Me carcajeé sonoramente. Sabía que no era así, nada más quería molestarlo.

Girándome a un costado, lo derribé contra el respaldo, apresándolo con mi cuerpo. Repartí besos sonoros por toda su cara, borrándole la cara agria hasta hacerle reír de cosquillas.

—Sabes que bromeo, niño bonito.

—No, no sé —dijo, golpeándome el pecho de manera juguetona—. Me desconciertas a veces.

—Y tú a mí. ¿Qué hacías con un condón en el abrigo? ¿Tenías planeado aprovecharte de mi vulnerabilidad?

—¡Eso no es cierto! —volvió a pegarme en los pectorales y escondió el rostro entre las manos para tapar su sonrojo.

—¿Entonces?

—Siempre llevo uno encima por las dudas.

—¿Por si pinta con Jungkook?

Bajó las manos y me miró serio. Cualquier rastro de diversión se borró con la sola mención de ese nombre.

—No quiero hablar de él hoy —me pidió.

—Está bien —se lo concedí, dándole su espacio. Me senté al borde del sillón y busqué mi bóxer, poniéndomelo. Luego, rebusqué en la parte inferior del mueble hasta dar con las mantas que allí guardábamos y extendí una para abrigar su desnudez—. ¿Quieres que te traiga algo de la cocina? Les di el día libre a los del servicio así que me toca preparar mi propio café.

Jimin se abrigó con la manta, ocultándose con ella y dejando al descubierto de su nariz hacia arriba. Sus ojitos volvieron a ser los mismos dóciles y sumisos de siempre, remarcados por su rubio cabello alborotado. Era tan tierno.

—Sólo leche caliente.

—A la orden —le sonreí.

Después de limpiarme en el baño, me tomé mi tiempo en la cocina, aprendiendo cómo mierda se usaba la cafetera. La servidumbre solía hacer todo por nosotros, a tal punto de que estábamos acostumbrados a tener preparado sobre la mesa cualquier plato o bebida que necesitáramos.

Para cuando pude hacer un café decente y calentar la leche para Minnie, temí encontrarlo dormido. Pero no fue el caso. Estaba de pie frente a la chimenea, cubierto con la manta y observando las fotos familiares.

—¿Hay alguien ahí que te llame la atención? —dije, pasándole su taza con leche caliente y abrazándolo por detrás.

—Este niño bueno —respondió. Agarró uno de los portarretratos donde aparecía mi versión de hace tres años atrás, al lado de mi abuela.

Viejos recuerdos llegaron a mí.

Por empezar, en ese entonces ni siquiera tenía tatuajes, llevaba el cabello corto como todos los demás y me sentía en paz conmigo mismo. Tenía a personas que consideraba mis amigos y contaba con su apoyo. Claro que esa relación se fue desgastando cuando me mudé a Seúl.

Y mi abuela... Era la persona que más confianza depositó en mí, en mi futuro. Ella era la única de mi familia que entendió lo difícil que fue para mí encajar en el molde de hijo perfecto. Por eso siempre me contuvo.

—Confirmo entonces que te gustan los ñoños —le tomé el pelo a Jimin, haciendo referencia a mi atuendo en la foto. Dios, ¿por qué vestía esos horribles pulóveres con cuello en V y camisa debajo? Me parecía al estirado de Jeon.

—No luces como uno.

—Eso es porque dejé de serlo, bebé. Mi libreta del colegio puede dar fe de eso —deshice mi abrazo y le quité el portarretrato, volviendo a colocarlo donde estaba. No quería seguir hablando de eso.

—¿Ella es tu abuela?

Golpe bajo.

—Era —susurré, acariciando el borde del marco.

—Lo siento mucho, Tae —se apresuró a responder el enano, apretando su taza entre las manos.

—No pasa nada. Es inevitable que a los abuelos les llegue la hora, por más que deseáramos que sean eternos —sonreí tristemente—. Le hubiera encantado conocerte. Apuesto a que te la habrías ganado de inmediato.

—Le tenías un gran aprecio, por lo que noto en la forma en que te refieres a ella.

Asentí.

No quería que nos pusiéramos sentimentales. Ahora, eso que me faltaba lo compensaba él con sólo existir a mi alrededor.

—No probaste tu leche —señalé a su taza, evadiendo el tema. Él pareció recordar entonces lo que tenía entre las manos y sorbió.

—Está perfecta, gracias.

Bebí mi café y él hizo lo propio. No cortamos la conexión visual en ningún momento. Era cómodo estar así, de pie, siendo calentados por el crepitar de los leños en la chimenea. Había confianza ya entre nosotros, podíamos descifrar nuestros pensamientos con tan sólo echarnos una ojeada.

Y, hablando de ojeadas, no dejé pasar la suya. Observó mis tatuajes con mayor detenimiento. Incluso se acercó más y acarició la tinta sobre mi piel en los sectores donde había dibujos que le gustaban.

—¿Te dolió hacértelos?

—Diría que el proceso valió la pena. Al final del día, me ayudaron a cazar a cierto niño bonito.

Sonrió y sus mejillas se colorearon de un rosado pálido. Era una cosita tan dulce e inocente por momentos.

—¿Quién dijo que fui cazado? —me retó.

—El condón que fui a tirar a la basura —me encogí de hombros. Sentí el picor de su mano golpeando mis pectorales con fuerza. Así se desquitaba cuando le decía cosas subidas de tono que le daba vergüenza escuchar—. Mira que si te pones violento, yo también, y no voy a ser gentil la próxima vez que te la meta.

—No te pedí que fueras gentil.

Abrí la boca para replicar. La cerré, sin saber bien cómo responder. ¿Qué habían hecho con mi bonito y adorable Park Jimin? Porque este frente a mí era codicioso.

—¿Probamos? —tanteé, dejando sobre el borde de la chimenea mi café sin terminar.

—Me parece bien —contestó, poniendo su taza al lado de la mía y deslizando la manta que lo cubría para mostrarme las curvas acentuadas de su desnudez.

Esta noche no me cansaría de sentir su piel. Memorizaría cada parte de él por si luego se arrepentía y volvía con Jungkook. Al menos me quedaría el recuerdo de la primera vez que mi niño bonito me hizo el amor. 

Tae me puede. Tiene su lado picantón pero por dentro es una masita que se deshace con Jimin. Al fin estuvieron juntos y lloro brillitos ahora porque se lo que se viene después. Disfrutemos mientras duren 😢💔

Espero esto les haya alegrado el comienzo de semana, chiquis. Gracias por hacerme el aguante cuando me cuelgo por mucho tiempo. Pasen un buen día/tarde/noche y manténganse bien! 😘💕

-Neremet-

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