Acepto, supongo || Dibu x Och...

By iknesaur

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"Que no soy joto". Donde gracias a una mala venganza de Diego y motivado por algo de dinero, Memo se termina... More

Día[s] 0: dejar de oler a tristeza.
Día 2: Chucky siempre tiene razón.
Día 3: encantar desde el estómago.
Día 4: dar material.
Día 5: donde comen cuatro.
Día 6: te mueres y ya.
Día 7: pásele, güerito.
Día 8: te lo dije bien clarito.
Día 9: señales de humo.
Día 10: tenemos que hablar de Kevin.
Día 11: date cuenta.
Día 12: más de mil pasos.
Día 13: nada se rompe igual.
Día 14: quizá.
Día 15: lo más sencillo del mundo.
Día 16: ¿cómo te gusta el café?

Día 1: a mal paso, darle prisa

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By iknesaur

Aquel atardecer de domingo estaba engalanado de flores y telas blancas. Las tres parejas armadas para el programa tendrían su celebración en lugares distintos elegidos por la producción: a Memo lo citaron en una quinta bonita situada en la periferia de la ciudad.

El set estaba armado sobre el jardín de la terraza, siendo remate visual un arco blanco lleno de magnolias y gardenias enredadas. Bajo el artículo había un atril de madera donde estaría el supuesto juez dictando la ceremonia. Más alejado, un puñado de sillas cuidadosamente ornamentadas con moños de vaporoso tul en color claro descansando sobre el césped.

Personas con cámaras, micrófonos y contados reflectores se movían en todas direcciones para encontrar el punto adecuado y realizar sus labores correspondientes: todo tenía que correr a la perfección para evitar que Hernán les diera cuello antes de siquiera empezar el proyecto.

—Voy a vomitar —Ochoa le avisó a sus compañeros.

—Relájese compa —Kevin seguía anudando con cuidado la corbata sobre el cuello de Guillermo—. No pasa nada, deja que los demás se estresen.

—Hazle caso Memito, tú déjate llevar —secundó Diego que se dejaba acicalar por una maquillista.

—¿Cómo por qué te están arreglando también a ti?

—Para que no me brille la jeta por la luz, duh —explicó en tono obvio, agradeciendo seguido a la mujer cuando culminó con su servicio—. No queríamos dejarte solito y pedimos permiso para salir este episodio contigo porque te queremos mucho.

Memo se tranquilizó un poco y casi se compadece por la razón que le estaban dando, aunque olía que había intenciones ocultas.

—Bueno, también Hernán nos dio quinientos varos por prestar nuestra presencia al programa —completó Kevin.

Bingo. De ser por ellos lo dejaban perecer ahí aunque fueran los eternos culpables del manojo de nervios que era en ese momento.

Fijándose con detenimiento, los únicos invitados que conocía eran los más chicos: todos los demás emperifollados asistentes eran extras que no identificaban ni en su casa, o intuía que entre ellos también hubiera cercanos de quien sería su pareja.

Henry le había sugerido a Memo que llevara a alguien de su familia en quién confiar para que también saliera en ese primer día de grabaciones como un instado más; sin embargo, en cuenta estaba que todo se trataba de un show y su madre posiblemente se infartaba si le decía que se casaría con una completa extraña de la que se podría divorciar en un mes, aunando a que todo su periodo matrimonial sería ventilado por televisión. Tener al tanto a Natalia Magaña no era viable, y en cambio contaba con Kevin y Diego (que ni siquiera los había contemplado).

—Muy considerados ustedes, muchas gracias —comentó molesto.

Álvarez por fin terminó de colocarle el accesorio y Memo se conformó con que no lo había hecho con la fuerza suficiente para acabar con su vida: no siempre se tiene lo que uno quiere.

—Ya Memo, no te pongas así —Diego movía frenético sus brazos en el aire cuando divisó a dos conocidas figuras que hacían entrada al lugar sin que Guille tuviera idea—. Pa' que te alivianes, te tengo una sorpresa...

—No Dieguito —intervino sin mirarlo, con un notable puchero en la cara—, estoy harto de tus pinches sorpresas: por ellas es que me voy a terminar casando a lo wey con alguien que no conoz...

No terminó la oración cuando un agradable cambio de voz le hizo girarse sobre su eje de manera inmediata: —¿Ni esta sorpresa te va a gustar?

—¿Andrés? ¿Javi? —los nombrados le sonrieron grande y no dudaron en abrazar al comprometido con fuerza. Intentó aguantar las ganas de ponerse sensible, pero los ojos le empezaron a segregar felicidad líquida al sentirlos—. ¿Qué hacen aquí, malditos? ¡Yo los veía en otro continente hasta fin de año!

Se separaron para dejarse ver la misma expresión alegre.

—No sabemos de ti en meses, y cuando nos contactan los niños resulta que ya hasta te vas a casar —Andrés Guardado fue el primero en justificar.

—Imagínate la sorpresa —Javier Hernández -Chicharito para los compas- prosiguió—: nos marcó el Dieguín ayer en la noche y en chinga nos lanzamos al aeropuerto para venir lo más pronto posible: no es algo que quisiéramos perdernos.

El firmamento se coloreó en demasía, y le había mejorado un mil por ciento la tarde a Memo ver a sus mejores amistades acompañándolo en su momento más vulnerable. Todos se integraron en una amena plática que un joven camarógrafo no despreciaría, captándola con su artefacto para que después el departamento de Edición la usara de fondo con el testimonio que Ochoa les había dado un día antes.

—Guillermo —Henry irrumpió en el gustoso reencuentro—, me alegro que me hayas hecho caso trayendo a tu gente.

—Son como mis hermanos —sonrió contagiosamente.

—Se nota, luego les doy su remuneración —. Asistir a la boda repentina de su mejor amigo donde además les iban a pagar: Dios si tenía a sus favoritos—. Escucha, quiero hacer que todo quede listo antes de que se oculte el sol. Tu pareja ya está por venir, ¿crees que tus amigos me puedan apoyar? Solo quédate con uno junto a ti por si se necesita, de preferencia de los que ya me firmaron consentimiento de aparición porque no tengo tiempo de traer más.

Javier y Andrés acataron las indicaciones y fueron a tomar lugar entre el tumulto de desconocidos. Kevin y Diego disputaron el puesto restante con un piedra, papel o tijera, resultando el último responsable de ser el apoyo moral de Guillermo: así fuera por un juego de azar y muy por encima de provocarle dolores de cabeza constantemente, la despreocupada sangre y espíritu libre de Diego siendo el más joven lo reconfortaba mucho sin reconocérselo, lo necesitaba a su lado.

—Ya viene, Henry —al aludido le avisó una voz distorsionada que provenía de su radio. Dio indicaciones a todo mundo menos a los extras y su protagonista, quien se había volteado a con Diego para que le diera sus últimas palabras de aliento y le ayudara con pequeños detalles de su presentación física.

Detrás de él, el factor inesperado se estaba acercando. Las luces de todas las cámaras indicaban que ya estaban en funcionamiento.

El siseo de la audiencia apenas perceptible se hizo presente: Andrés y Javier vieron confusos a Kevin que tampoco estaba al tanto de lo acontecido (o no del todo).

—Me estoy cagando de miedo, boludo —el otro participante que se subía al altar cuchicheó a uno de sus amigos, pero su voz fue lo suficientemente fuerte como para que entrara a los oídos de Ochoa y los micrófonos esparcidos.

Esa voz. Ese acento. Esa jerga. Se torció sin la señal previa de nadie para quedar de frente y sentía cómo su alma abandonaba su cuerpo al percatarse de la realidad.

—Ay verga...

—Comes —Lainez no desaprovechó la oportunidad musitando ante aquella vulgaridad y se asomó por un lado de su amigo para saber a lo que se refería—. ¿Qué sucede wey?

Guille estaba atónito, y más que eso, estaba encolerizado. Parecía otra especie de mofa mal hecha por parte del ejecutivo mediático.

—¿Él? —se dirigió iracundo hacia Henry—. ¿Me emparejaron con él? ¿Con él y no con una mujer? ¡¿Qué clase de chingaderas son estas?!

El director hizo una señal agitando la mano delante de su cuello para indicarle a las cámaras que cortaran la grabación, aunque la reacción de Guillermo era la que menos esperaban los enterados y de lo pasmados que estaban dejaron rodando la mayoría de los dispositivos. —Ochoa, por favor, tranquilízate.

—¿Cómo carajos quieres que me calme? ¡No soy joto, debe haber un error! ¡Dime qué mierda sucede!

Emiliano estaba plantado en su lugar, incrédulo. Lionel y Sergio, que acudían como sus invitados familiares, también se mostraron aturdidos desde los asientos en los que se acomodaron, mirando con pesar a su compatriota al repara en que no tenía idea de lo que pasaba.

Una chica llegó corriendo a con Henry entregándole los papeles de la inscripción del disgustado mexicano. —Te pido por última vez que te serenes —el mayor le dio vueltas inquietas a un par de páginas hasta llegar a la sección necesitada y se la mostró a Guillermo—. Ahí está, no hay ningún error.

Resaltado se encontraba con tinta rosa neón el campo de preferencia sexual. Había poco menos de siete casillas, pero la que estaba marcada con una "x" era encerrada para distinguirla aún más: tácitamente sostenía bisexual (con preferencia masculina).

"Por eso me eligieron", pensó. Por obviedad, los otros chicos que alcanzó a ver en la sala de espera al día anterior eran heteros, y toda esa responsabilidad moral de visibilidad e inclusión le iba a hacer rentable el negocio a Hernán si agregaba una pareja homosexual.

Él no había llenado esa forma. Sus ojos inyectados en rabia, mientras arrugaba los papeles, se fijaron en quien si lo hizo.

—Diego, ¿tú pusiste esa mamada? —el menor tragó en seco, sabiendo que no evadiría la respuesta ni por milagro, pero su boca era incapaz de pronunciar su defensa ya que el miedo se apoderó de su ser.

Era costumbre ver a Ochoa enojado, regularmente gracias a él, pero la faceta que desencadenó en ese instante nunca la había conocido, y estaba aterrado.

Guillermo ya no dominaba sus instintos y emociones, acortando la distancia entre ambos sin saber qué hacer o no.

—¡No fue él, ¿de acuerdo?! —Kevin saltó de su lugar y corrió a colocarse frente a su pareja para evitar el disturbio—. ¡Toda esa página la llené yo, ya déjalo en paz!

Álvarez había mentido, porque a pesar de que bien merecido tendría Diego un castigo por actuar sin medir consecuencias, estaba harto de que Guillermo se fuera siempre sobre Lainez.

Diego concibió la idea de que, tal vez, Guillermo era infeliz tratando en el amor porque seguía atorado con las mujeres, así que tachó la variante de la discordia para que experimentara en otro ámbito, aprovechando que el peso de la mala broma aumentaría (y eso que tampoco se pasaría de lanza como para indicar que era 100% homosexual). Todo se lo explicó Kevin, cambiando el nombre de su amante por el suyo, sin recordar que las cámaras captaban aún cada una de las palabras y acciones emitidas.

Emiliano si era gay. Súper gay. El "rey de los trolos", si le era permitido citar el apodo que le dio su última ex novia cuando supo el motivo por el que la estaba cortando. Él si dio su consentimiento para que Sergio marcara el recurso correspondiente, aunque continuaba en duda si se identificaba sincero con la comunidad o si más bien era solo Messisexual. De cualquier forma, las actitudes de su falso prometido le iban quitando todas las ganas de persistir en el desastroso rito, así como el deseo de quererlo conocer a fondo: ya vivió suficiente.

—Valió la pena no meter todas mis vacaciones del año hasta ahora para venir a presenciar esta joyita —Javier dijo con un divertido gesto y luego tomó un trago de la copa que le habían brindado de cortesía. Provocó un discreto "cierra la boca, Chicha" por parte de Andrés.

Guillermo estaba por cometer un crimen de odio contra él mismo. La fatiga le nublaba la consciencia, intentando disiparla fregando las manos contra sus ojos.

—Ya está, me largo, no voy a hacer esto —dictaminó firme su postura y casi todos los presentes cuchichearon de nuevo. El drama estaba bueno.

Martínez viró los ojos. La paciencia se le estaba agotando: sabía que no era tanto un mal partido y que el berrinche del rizado no lo dejaba en evidencia, pero la crítica de ajenos era algo que no se iría con facilidad y terminaría haciéndolo sentir inseguro. Fuera como fuera, se encontró en un punto donde ya no le importaba el rumbo que tomara el programa con tal de que lo dejaran de humillar porque resultó que su pareja no quería estar con él sin conocerle antes. No era su culpa.

Antes de que el barullo se transformara en una discusión más grande y Ochoa cumpliera su irracional cometido, Henry lo detuvo colocando una mano en el pecho y plantándose frente de él para dejar las cosas claras

—No Guillermo, tu no puedes hacer eso: ya gastamos en esto, ya te pagamos y me firmaste un contrato. —. Memo era más alto que el productor, pero aún así éste tenía la voz de mando desarrollada para intimidarlo, incluso los asistentes guardaron completo silencio cuando comenzó a reprenderlo—. Tenemos las pruebas suficientes para demandarte con cárcel si quieres romper las reglas, mis reglas, ¡no te voy a tolerar el desacato! ¿De acuerdo?

Guille intentó refrescar su garganta con dureza. No había dilema alguno en el cual dispusiera de varios caminos para elegir: quedar como estúpido en televisión nacional -y como el villano después de la escena que acababa de hacer-, o irse al bote por incumplir un contrato que incluía dinero de por medio. Así tuviera al mejor abogado del mundo, sabía que la reinserción a la vida cotidiana después de procesos penales en su país no era la de mejor trato, sumándole el hecho de que tomaba a Henry como una especie de mafioso con el que no era seguro jugar: tener tanto dinero para producir un espectáculo contratando gente con buenos insumos de trabajo, persuadiendo con fuertes sumas de pasta a sus elegidos y que todavía le sobrara para soltarle un poco a los amigos de los mismos que aparecerían en pantalla con ellos le era en alto sospechoso.

Miró a su alrededor, todos expectantes a su respuesta. El grupo de trabajo de Hernán temía nuevamente la posibilidad de quedarse sin trabajo antes de capturar completo el primer episodio. Las miradas preocupadas de sus amigos y la tensión que desprendía el cuerpo de Diego por presentir que no saldría vivo de ahí le hizo recordar que no estaba solo, que ya se metió en un gran problema y que debía empezar a comportarse como alguien de su edad, enfrentándolo sin desearlo

No dijo nada, caminó de mala gana a su lugar original manteniendo innecesaria distancia de su futuro cónyuge, accediendo a que todo pasara "como estaba planeando".

Henry indicó a las cámaras que volvieran a rodar pensando que habían dejado de hacerlo, y festejó para sí por haber logrado su cometido manipulando (con hechos) a Ochoa. Kevin regresó a su lugar para que la maldita boda sucediera de una buena vez, no sin antes golpearle con fuerza el brazo a Diego.

Dibu le sacaba 10 centímetros de altura a Memo, lo cual le era extraño a este último al tener que reclinar la cabeza y poder verle a los ojos: se acostumbró tener a la talla de su rostro las caras de los demás, o en casos más particulares a mirar hacia abajo. Hace mucho no se sentía tan incómodo.

Emiliano no demoró en desviarle la mirada. Buscaba desesperado consuelo en sus amigos que ahora parecían estar alejados por kilómetros enteros. Lionel y Sergio no atinaron más que a mostrarle su apoyo con dos desabridas sonrisas. Suspiró y regresó a tratar de prestar atención a lo que decía el hombre bajito de lentes raros tras el atril.

El silencio abrupto le hizo voltear hacia las argollas simbólicas que descansaban cerca del papel que les habían estado leyendo. Tomó uno de los aros, despidiendo varios monosílabos incoherentes y movimientos ansiosos al no saber qué hacer con el. El dichoso juez le indicó en un gesto sutil que se lo pusiera al contrario en el dedo anular, pero Guillermo tuvo otros planes: agarró el anillo restante y se lo colocó él mismo.

—Creo que podemos solos, ¿no? —dijo sin darle la oportunidad de reaccionar.

Emiliano no se distinguía por ser una persona violenta, pero en ese momento quería tronarle un puñetazo en la cara a Memo. No tuvo de otra y repitió las acciones del contrario con el anillo sobrante.

Ochoa jugó un poco con el accesorio que se deslizaba en su falange. "Pinche chingadera toda corriente". No le cabía en la cabeza cómo Hernán pudiera tener tanto dinero para rentar una terraza fifí para un capítulo de 3 horas de grabación pero le diera a los novios dos argollas de fantasía que se decolorarían una vez se laven las manos con ellas puestas. El material económico le hizo dudar una vez más de la veracidad civil del circo en el que actuaba.

Las palabras pronunciadas por el notario se diluían con lentitud en la brisa que mecía con cautela los manteles del mobiliario. Guille se había disociado hasta que la particular voz del argentino lo sacó de su ensoñación.

—Acepto, supongo —dijo a la par que firmaba el papel a su costado, no muy convencido, pero consciente de que la amenaza de no hacerle caso a Henry iba también para él.

Al terminar, el interés de todos cayó en automático sobre Guillermo. El hombre detrás del estrado continuó con el código leyendo el acuerdo marital para mantenerlos al tanto.

—A mal paso darle prisa, ¿no? —comentó Diego entre dientes intentando motivar al tapatío, poniéndose también a la defensiva en caso de que quisiera soltarle un derechazo por seguir abriendo la boca.

Viviendo lo acontecido, Guillermo no se encontraba con ánimos de seguir firmando papeles; sin embargo, tuvo que ceder ante lo establecido por esa ceremonia de cuestionable legalidad.

—Si si si ya, a la chingada—. Remarcó tanto el bolígrafo que su autógrafo casi rasgó el contrato social al que se ató. La firma se veía más forzada que su relación, con justa razón.

En un último impulso que no meditó, no volvió a su lugar: se acercó peligrosamente a Emiliano y lo atrajo hacia sí jalándolo de las solapas del traje para besarle en la boca y dar por terminado el desastroso festejo.

Si Henry quería show, le iba a dar show.

El beso posiblemente fue el más tosco e insípido que Emiliano había recibido alguna vez en su vida, y sin duda lo tomó por sorpresa como a todos los demás presentes. Se separó de Guillermo en cuanto éste le soltó y le evitó la mirada. Aún estupefacto volteó a con sus colegas que aplaudían copiándole a los demás, con sus caras llena de vergüenza, y le hicieron sentir de igual manera.

La pena ajena que sentían los conocidos de Guillermo -o la mayoría- no se la deseaban a nadie. Kevin y Diego se miraron preocupados mientras batían palmas imitando a los personajes de relleno, Andrés quería que se lo tragara la tierra y Javier parecía ser el único que disfrutaba ese calvario.

—¡Vivan los novios! —Hernández ni se inmutó y gritó para hacer enfadar más a su compadre. Andrés bajó la cara cubriéndose los ojos con una mano, negando suave, mientras que con la otra intentaba calmar la imprudente euforia de Javier tirándolo del brazo.

Las cámaras pararon su quehacer con un último encuadre de la polémica pareja en el que Guillermo no dejó de poner su jeta fastidiada.

Henry era el significado mismo de satisfacción: se mostraba renuente a generar un guion preestablecido para coaccionar a que las cosas resultaran interesantes, pero si lo hubiera aplicado, jamás se le habría ocurrido la pieza de culto que acababa de producir.

Los amigos de los ahora esposos acudieron a con sus respectivos paisanos; los coordinadores del montaje empezaron a desmantelar una vez los trajeados ajenos se retiraban por indicaciones generales del recinto.

—Memo, ¿qué putas fue eso? —Andrés fue el primero en demandar explicaciones, pero era él hablando por todos sus amigos atónitos por la escena que habían presenciado.

—No estoy pensando claro —se excusó evadiéndolos y volvió a tensionar la mandíbula al seguir frustrado.

Por otra parte, Agüero y Messi se acercaron a Martínez para preguntarle cómo se sentía al respecto, apartándose considerablemente de la banda de mexicanos. Emiliano no tenía idea de qué responder; no sabía lo que le esperaba el mes completo siguiente con el, ahora conocido, morocho de cabello rizado. No estaba cómodo, no creía verle futuro de ni una semana a su falsa unión; se sintió completamente rezagado ante cualquiera que fuera el ser omnipotente al que le confiaba su vida.

—Anda Dibu, solo serán treinta días —Lionel enmarañó sus extremidades al fornido brazo del menor para confortarlo con contacto físico, cosa que lograba con facilidad cuando se trataba de él—. Si podés, vos podés con todo.

Las pequeñas reuniones grupales fueron suspendidas por Hernán para juntar de nuevo a los novios y acordar la inexistente noche nupcial. Ambos chicos estaban emocionalmente exhaustos, solo querían estar lejos de ese trágico escenario. Determinaron que el desarrollo de su mísera vida marital fuera documentada desde el hogar de Memo por ser quien tenía arrendamiento propio.

—Estupendo, mandaré a tu domicilio a alguien de mi equipo para que sea quien se encargue de lo que hagan ustedes —el señor tecleó con agilidad en su celular al tiempo que les explicaba—. Les va a caer muy bien: se llama Julián, también viene de Argentina y no es tan jodón a pesar de estar verde; buen chamaco.

La pareja ya no dijo nada. Cuando les dieron el visto bueno para marcharse de ahí, Guillermo se encaminó a su auto sin decirle a Dibu, quien le siguió sin instrucción pero tampoco reproche.

—¡Nosotros nos llevamos a los muchachos! —gritó Javier para avisarle a Memo del plan armado a último minuto. Originalmente era él quien se llevaría a los menores a sus respectivas moradas con o sin autorización de Hernán, pero lo mejor para todos era no tenerse cerca por un tiempo.

Memo no giró a verlos y solo aprobó estirando uno de sus pulgares sin importarle si ellos lo notaron.

Damián ingresó al auto que lo trasladaría a un lugar incierto. El dueño del transporte era un ser apático por excelencia: no le abrió la puerta, no le dijo que pusiera el seguro ni que se colocara el cinturón; durante todo el camino Francisco mantuvo su atención al frente con el ceño fruncido, sin siquiera darle un vistazo por seguridad a su copiloto.

El manto oscuro adornado con destellos blancos asfixió el ambiente exterior de la misma manera que el silencio embarazoso al par de recién casados dentro del vehículo. El viaje de regreso a la urbanización céntrica les pareció eterno, incluso con el nulo tráfico inusual para un domingo por la noche.

Arribaron al hogar del mayor, éste dando un leve portazo cuando salió del automóvil, esperando hasta escuchar el impacto de la otra puerta para activar la alarma.

—¿Tú eres Julián? —le preguntó estúpidamente al joven que se encontraba próximo a su ingreso principal con una cámara y una gran maleta negra junto a él. Se iba a presentar formalmente hasta que Memo se contestó solo al mismo tiempo que abría la puerta del inmueble—. ¿Sabes qué? No me interesa. Entren.

La actitud del moreno desconcertó por completo a Julián buscando solución en el semblante de Emiliano, quien sólo alzó los hombros sin dar esclarecimiento. Ambos entraron a la casa seguidos por Memo. Una vez el último ingresara y cerrara la puerta tras de sí, desanudó su corbata, aventó el saco al sillón más cercano sin importarle que se arrugara y comenzó a otorgar disposiciones a sus nuevos inquilinos:

—Tú te dormirás en la habitación de acá, es la de invitados —le señaló a Emiliano—, y tú te duermes ahí en donde quepas porque mi crédito Infonavit no dio para una casa más grande.

—Le agradezco señor, pero...

—Agarran lo que quieran de la cocina, que igual no tienen mucho de dónde escoger —no se molestó en dejar seguir hablando al pequeño camarógrafo, tampoco en corregirle por haberle llamado señor hiriendo la susceptibilidad de estar rayando los 40—, y por favor, no toquen pinches nada que no sea sano compartir, ¿quedó claro?

Dibu y Julián acabaron perplejos, ni siquiera le asintieron, pero Guillermo se dio por entendido y se encerró con llave en su habitación.

—Qué luna de miel de mierda —Julián rompió con el silencio—, no me dio tiempo ni de grabar, este.

—Fue un día difícil —Damián también se quitó la prenda de gala que le cubría, pero lo mantuvo en sus brazos antes de pasar a la alcoba asignada—. Ah, mi nombre es Emiliano. Un gusto Juli, creo —y lo dejó en la sala con más preguntas qué respuestas.

Definitivamente no le iban a pagar ese día. Exhaló hondo y mejor realizó otra labor, buscando los mejores espacios para poder colocar su equipo de trabajo y que las tomas dentro de la vivienda de Ochoa fueran al menos decentes. Enredó micrófonos, posicionó y transportó el tripié de su elemento más costoso para saber desde qué ángulos resaltaría la vida diaria del matrimonio que le encomendaron; inclusive pudo empotrar una potente cámara de dimensiones más compactas en un librero frente a la estancia para no tener que mover la prioritaria en ese rango y ahorrar tiempo.

Terminada la tarea, se echó en el sillón más largo de la estancia. Apenas habían pasado un par de horas, pero el tic-tac del reloj de pared y los chirriantes grillos de temporada sosegaban sus inquietudes: la pareja en cuestión no se veía del todo contenta, no sabía a qué se estaba enfrentando ni qué tan difícil sería sacarles algo de contenido para que el asunto no fuera monótono. Quería hacer bien su trabajo, ganar reconocimiento por su iniciativa, pero para ello Emiliano y su esposo enojón también debían hacer un esfuerzo del que no estaba seguro si accederían fácil.

Esa noche Julián tenía que volver a su casa, pero Guillermo ya había cerrado su piso con llave y se la había llevado con él. Esa noche Julián no durmió.

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Notas de autora que nadie pidió, siuuu.

Intentaré actualizar los viernes (no prometo nada); este se los adelanté de regalo por el recibimiento que tuvo el primer capítulo jaja, no me lo imaginé. No se preocupen que igual este fin hay otro c:

No me es posible subir diario porque la universidad me está matando. Si tienen la oportunidad de estudiar arquitectura/carreras afines, neta, desaprovéchenla.

So, dejen aplaco tantito las tareas para también likear y responder sus comentarios. Dejen muchos que me encanta leerlos, así como ver los nombres de sus listas de lectura a las que agregan este bodrio JAJAJAJA, muy originales, ustedes.

¿Se esperaban otra cosa en la boda? Jiji, Diego jodiéndole la existencia a su figura paterna es mi religión.

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