Una canción no fue suficiente...

By didi4garcia

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[EL ARTE DE UN CORAZÓN ROTO #1 🎤] ¿Qué harías si en medio de un concierto te das cuenta de que el vocalista... More

BOOKTRÁILER
1 | «Solo recuerdo personas significantes»
2 | «Anti-CorbynHood»
3 | «Trágame tierra»
4 | «No hables solo porque tienes boca»
5 | «Basorexia»
6 | «"La bitácora de los recuerdos"»
7 | «Es publicidad, nada más.»
8 | «No iré por la espalda.»
9 | «Wanna be yours»
10 | «Esta es mi melodía favorita.»
11 | «Engendro del diablo»
12 | «Eres como un perro viejo»
13 | «Muéstrame el puto celular.»
14 | «¿Siempre buscando una excusa para pelear?»
15 | «Cuñada»
16 | «Es mi ex novio»
17 | «Aquello que parece un culo»
18 | «Tu propio diseño»
19 | «¿Por qué no quieres decir que es tu novio?»
20 | «Esa gorra es de él»
21 | «Two hearts beating here»
22 | «¿Eso me convierte en tu musa?»
23 | «Todo es cuestión de límites»
24 | «Solo iré porque tu quieres ir»
25 | «Collywobbles»
26 | «Se llama "Fenómeno".»
27 | «Supe que no quería estar solo»
28 | «Una canción no fue suficiente»
29 | «Cafuné»
30 | «¿Casa del lago?»
31 | «El futuro»
32 | «Meant to be»
33 | «Luz roja»
35 | «Te juro que lo haré»
36 | «Adiós»
Epílogo
Didi ak
PLAYLIST «Sabyn»
PORTADA SEGUNDO LIBRO
EXTRA - ¿Qué habría pasado si nada hubiera pasado?

34 | «Amarillo y blanco»

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By didi4garcia

—¡Está despertando! —siento la voz de Eri como si estuviera lejana, en otro planeta, casi inaudible—. ¿Qué hago? Mierda, se está despertando.

—Tranquila, señorita —giro mi cabeza hacia un lado tratando de encontrar el portador de esa voz.

—¿Dónde estamos, Eri? —lo último que recuerdo es la maldita luz roja.

—En la ambulancia camino al hospital, te saltaste una luz roja y los autos que venían desde la avenida te llevaron puesta con ellos.

—¿Están todos bien? —Dios, juro que como alguien haya salido muy mal de ahí no me lo voy a perdonar jamás.

—Nadie murió, Sam, no te alarmes —vuelvo a respirar—. Tu fuiste la más afectada, el parabrisas se quebró y te cortó un poco la cara, el más grande es en la frente y van a tener que ponerte puntos. Vas a parecer Frankenstein...

—Señorita —dice el hombre a nuestro lado con un tono de regaño.

—Está bien —aseguro yo porque sé que el lenguaje amoroso de Eri se basa en decir cosas que no a todos les parece amigables y que cuando está nerviosa eso empeora—. ¿Le has dicho a alguien de esto?

—No, no me dio tiempo de nada. Estaba cruzándome de vereda cuando escuché a la señora de la esquina, aquella que tiene como mil gatos, gritar que hubo un accidente y justo tu dejaste de responderme así que salí corriendo. 

—¿Puedes avisarle a mamá? Le dije que la llamaría cuando llegara al apartamento y va a preocuparse si no lo hago.

La ambulancia se detiene y al segundo siguiente se abren las puertas. Eri baja primero y luego mi camilla es cinchada fuera. Durante todo el trayecto hasta la sala de emergencias Eri no suelta mi mano, puedo sentir su pulso acelerado y lo sudorosa que la tiene, también soy consciente de las caras de asco que pone mientras el practicante me sutura la frente y de como cierra los ojos cuando están haciendo lo mismo en mi pierna.

—¿Para qué es eso? —pregunta cuando una enfermera se acerca a sacarme sangre.

—Solo es por rutina. La señorita quedará en observación esta noche porque sufrió un fuerte golpe en la cabeza, según como resulte podrá irse mañana —la enfermera le sonríe y ella asiente.

—¿Quieres que le avise a Liam? —pregunta acomodándome el cabello.

—Todavía no —niego con la cabeza—, debo de verme horrible con estos puntos en mitad de la frente.

—Como si a él le importara eso —rueda los ojos—. Escucha, si pasaremos la noche aquí iré a comprarme algo de comida. ¿Quieres que te traiga algo?

La enfermera la mira de reojo y Eri capta el mensaje.

—Bueno, nada para ti, tienes que comer la horrible comida de hospital, lo entiendo —me guiña un ojo dándose media vuelta.

—Enseguida vendrá algún enfermero y te subirá a la sala de observación —comenta la chica dándole unos pequeños toquecitos al tubo que contiene mi sangre.

Y así es, al cabo de unos minutos un chico vestido completamente de azul me informa que será él quien me lleve hasta la dichosa sala y que a mi acompañante se le avisará en cuanto regrese. Llevo un rato entredormida con la tos del señor de unas cuantas camas a la derecha como melodía cuando siento la voz de Eri hacerse presente en la sala y abro los ojos. Ella se sienta en el sofá junto a mi camilla cruzándose de brazos y al ver que estoy despierta sonríe.

—Ya he hablado con Grace, está viniendo para acá —comenta—. ¿Arreglaron las cosas o terminaron peor de lo que estaban?

—Estamos bien —me encojo de hombros—. Le conté lo que pasó con Joaquín, absolutamente todo hasta con lujo de detalle y está indignada porque no me hayan concedido la orden de alejamiento, así que no le digas que la razón por la que choqué fue porque él me estaba siguiendo.

Eri pasa sus dedos sobre sus labios sellándolos y luego hace como si tirara la llave invisible lejos de nosotras.

—Traje un mazo de cartas, ¿quieres jugar? —no espera a que responda cuando ya está colocando la mesa con ruedas por encima de mi camilla y se sienta entremedio de mis piernas quedando frente a mi.

Cuando mamá llega se nos une a la partida y así nos mantenemos jugando, o sobreviviendo a las trampas de mamá, hasta que el médico entra en la habitación con un chico detrás.

—Buenas noches, yo soy el doctor Albert Martins y él mi interno Diego Heleer —dice con un tono sofisticado—. Nada más pasábamos a verla antes de terminar las rondas nocturnas ¿Cómo se ha sentido desde que la subieron a piso, señorita Kein?

—Perfectamente —respondo yo asintiendo con la cabeza a la vez.

Mamá le susurra algo a Eri y sale de la habitación haciéndome señas con los dedos de que irá a fumar. No me gusta que lo haga, pero en general es un cigarrillo casual y solo por eso no la molesto para que lo deje definitivamente.

—Al final lo único malo que sacarás de ese choque será la cicatriz de tu frente —dice el practicante y se gana una mirada de desaprobación por parte del doctor que le ordena darme el panorama general—. Bien, Samantha, te quedarás esta noche aquí en observación solo para descartar dudas y mañana a primera hora se te llevará a la sala de ecografías para asegurarnos de que está todo bien con el embrión, aunque no hay señales de nada malo con él, pero de todas formas debe hacerse.

Eri me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué embrión? —pregunta formando una línea con su boca.

—¿El que se está desarrollando dentro de su útero? —el practicante se gana otra mirada de desaprobación. 

—¿Estás embarazada? —los ojos de Eri parecen desorbitarse.

—¿Estoy embarazada? —mi ceño está casi unificado.

—Sí —responde el doctor con tranquilidad—. Estarías entrando en la sexta semana de embarazo aproximadamente.

Seguramente ha de ver el miedo en mi rostro, porque se acerca con una expresión amable y me sonríe cálidamente.

—Si no es lo que deseas puedes interrumpir el embarazo todavía...

—No, no, no —niego con la cabeza—. No, yo... no.

—Perfecto, entonces mañana yo mismo vendré a buscarte para la ecografía —otra mala ojeada al pobre practicante.

—Gracias, Diego —le sonrío buscando que al salir de aquí no se lleve un tremendo regaño.

Los doctores abandonan la habitación a la vez que Eri se recuesta a mi lado.

—Seis semanas son como dos meses en lenguaje bebé, Sam —dice ella contra mi hombro—. ¿Te ha bajado?

—Sí.

—Eso tienes que decírselo al doctor, hay algo mal con eso, se supone que no deberías tener pérdidas.

Parece imposible creer que hace tres días estuve bebiendo cerveza mientras hablaba con Liam sobre formar una familia y tener vacaciones en Disney y ahora pase esto.

—A menos que vayas a abortarlo, si vas a hacerlo no importa lo de las pérdidas.

—¿Qué harías tu? 

—Primero que nada, es imposible que me quede embarazada —junta sus dedos haciendo señas de tijeras y ríe—, pero en el hipotético caso de que sucediera lo abortaría sin pensármelo siquiera un segundo. No nací para ser madre, Sam, no tengo el instinto que tienes tu y me siento mejor siendo al tía borracha. De hecho, vengo entrenando para serlo desde que cumplí dieciocho.

—Maldito practicante, ¿cómo se le ocurre soltarlo así sin más?

Me daba lástima, pero ahora tengo un revoltijo de emociones en la cabeza y en el pecho y necesito culpara a alguien.

—Pobre —ríe—. Estaba cagado hasta los pantalones.

Eri me abraza hundiendo su cabeza en mi cuello mientras palmea mi espalda.

—No importa qué hagas, Sam, yo voy a estar aquí para lo que sea.

—Tengo que decírselo a Liam...

—¿Tu quieres tenerlo? 

—Creo que sí, o sea, todavía soy joven, pero soy independiente y tengo cierta estabilidad económica, mental y lo esencial para poder criar a un niño ¿no?

—Tienes una madrina también —sonríe de oreja a oreja.

—Jamás dudé de eso.

—¿Quieres que llame a Corbyn? 

—Por hoy déjalo, le enviaré un mensaje diciendo que nos quedaremos en casa de mamá, es tarde y no quiero que venga hasta aquí, aparte que no sé como va a tomárselo y...

—Está bien, Sam, no voy a decirle nada.

—A mamá tampoco —agrando los ojos—. Todavía no.

Otra vez pasa los dedos por sus labios y lanza la llave lejos.

[🎤]

Eri apunta la cámara de su celular al ecógrafo cuando la imagen se hace presente. Algunas lágrimas corren por mis mejillas al ver la pequeña figura con forma de nada en la pantalla blanca y negra.

—Todavía no podremos saber el sexo, pero en unas cuantas semanas ya no será una incógnita —dice la chica sonriendo—. ¿Ya contemplaron algunos nombres?

Eri niega con ambas manos casi que en modo automático, lo que me hace reír como idiota.

—Nosotras no somos pareja, ella es mi mejor amiga y yo seré la madrina de esa cosa —suelta con rapidez señalando la pantalla.

Los doctores nos explicaron esta mañana que de puro milagro no he sufrido un aborto espontáneo. Mis pastillas anticonceptivas son de las más fuertes y aún no pueden explicarse cómo es que sucedió, ni yo misma puedo explicármelo porque no me he salteado ni siquiera una puta pastilla en todo este tiempo.

—Tus controles serán cada tres días solo porque debemos controlar que la continuación con el uso de anticonceptivos no afectó el desarrollo del embrión.

La chica nos explica unas cuantas cosas más y luego vuelven a llevarme a la sala de observación, solo que esta vez con el premiso de volver a casa. Mamá se fue temprano, tenía que pasar a buscar a Laura y no pudo quedarse más tiempo, así que solo somos Eri y yo.

—¿Vas a decírselo al llegar? —pregunta Eri estirando el brazo para detener el taxi que se aproxima.

—Se va en cinco días...

—¿Crees que si se lo dices no va a querer irse?

—No lo sé, pero temo que pase eso. La gira es importante para él, no sé siquiera si querrá tenerlo, Dios...

—No nos estresemos por eso ahora. Liam quiere esto, estoy segura, más si lo estuvieron hablando como una posibilidad. No va a reaccionar mal.

Quizá él no, pero mamá... Siento que todo lo que hablamos ayer quedará en la nada y pensará que soy una irresponsable que no sabe usar la cabeza.

—¿Sigues pensando que no es apresurado? —esa pregunta se ha instalado en mi mente desde que el practicante habló sobre un embrión.

Vivir juntos, ser novios otra vez, comprometernos y ahora un bebé, todo en un lapso de tres meses. Tal vez mamá tenía un poco de razón y esto sí es demasiado apresurado.

—Ambos son adultos, Sam. Algunas parejas tardan años en dar un paso, otras lo hacen tan simple como beber un vaso de agua, no hay regla universal para ello, cada uno va a su propio tiempo y si este es el de ustedes está bien.

—¿Puedes quedarte mientras se lo digo? —ella aprieta mi mano asintiendo y luego me da un beso en la mejilla—. Te quiero, Eri.

—Yo también, Sam.

Al detenerse el taxi frente al apartamento rebusco mi cartera en la bolsa que me entregaron en el hospital, pero antes de que llegue a encontrarla Eri ya ha sacado su tarjeta y me sonríe con suficiencia mientras se la pasa al taxista. Me ayuda a bajar tomándome de la mano como si no pudiera hacerlo por mi misma y no me suelta sino hasta que estamos entrando en el apartamento.

—¡¿Liam?! —grita ella adentrándose en la sala—. ¡¿Estás en casa?!

Al segundo siguiente él aparece caminando desde el pasillo mientras se coloca una remera negra.

—¿Por qué gritas? —sus ojos dan conmigo y sonríe de lado—. Hola, fenómeno.

Se acerca a mi pasando su mano por detrás de mi cintura para besarme.

—¿Todo bien con Grace? —pregunta frunciendo el ceño, pero sin dejar de sonreír y yo asiento—. ¿Entonces por qué volvieron tan temprano? Supuse que iban a estar allá hasta pasado el mediodía...

—Es que jamás estuvimos en casa de mamá —su sonrisa desaparece—. Estábamos en el hospital.

Su mirada viaja a Eri y otra vez a mi.

—¿Están bien? ¿Les pasó algo? ¿Grace está bien? ¿Estás bien, Sam? —suelta tantas preguntas que mi cerebro no es capaz de procesar siquiera una y crear una respuesta coherente.

—Sam está bien, Grace también y yo también —aclara Eri, pero eso no lo tranquiliza.

—¿Segura que estás bien, Sam? —asiento con la cabeza viendo a Eri por encima de su hombro que agranda los ojos alentando a que se lo diga de una vez por todas.

—Te lo dije, estamos bien —dice ella haciendo que Liam voltee a verla por unos segundos.

Segundos que son suficientes para sacar la foto de la ecografía y ponerla a la altura de mi rostro cubriendo mis ojos en espera de que Liam la note.

—¿Qué es esto, fenómeno? —toma la ecografía con su ceño totalmente fruncido.

Eri se acerca caminando paso por paso como si tuviera miedo de hacerlo mientras saca a Harriet de su estuche y nos apunta con ella. Mis ojos pasan de ella a él y en cuanto noto la sonrisa que se forma en sus labios al entender qué es lo que tiene en manos siento una corriente de alegría recorriéndome el cuerpo entero.

Sus brazos me rodean alzándome del piso y me hace girar. Mis pies vuelven a tocar el suelo mientras nuestros labios se encuentran en un beso que se me hace extremadamente tierno y que volvería a repetir una y mil veces.

Liam niega con la cabeza lentamente sonriendo.

—¿Es en serio? —vuelve a ver la ecografía y otra vez a mi—. ¿Vamos a tener un hijo?

—Bueno, sí... Todavía no se sabe el sexo, pero sí...

Vuelvo a girar en el aire otra vez.

—Y yo que creía que no podía ser más feliz... —vuelve a besarme sonriendo ampliamente—. ¿Tienes que hacer reposo? ¿Poner los pies en agua con sal? No sé qué se cuando estás embarazada, nunca estuve embarazado...

—Y esta... esta es su estrellita engreída dejándose comer por la alegría de saber que será padre —Eri aparta las lágrimas de sus mejillas para luego meterse en plano ella también—. Pequeño o pequeña embrión, cuando crezcas y tus padres no te dejen salir de fiesta y grites, patalees y te enojes con ellos, haré que veas este video solo para recordarte que no importa que tan molestos sean, ambos te aman desde el primer momento. Luego de eso, yo misma te llevaré de fiesta.

—¿Esta loca será la madrina? —Liam la mira de arriba a abajo con mala cara, pero no puede aguantar el teatro por mucho tiempo y termina riendo.

—Yo voy a ser la mejor madrina del mundo, ya lo verán.

—Creo que necesitamos un padrino con cierto balance —da unos pequeños toquecitos en su cabeza—. ¿Qué te parece Fausto?

—¡¿Ese idiota?! —Eri agranda los ojos como platos—. Apenas siquiera lo has visto, al menos desde que nosotras estamos aquí.

—Mi amistad con Fausto está a otro nivel, uno que no entenderías Erika porque lo que tu tienes con Sam es completamente diferente. Puede que no lo vea a diario, a veces una vez al mes o incluso ninguna, pero sé que cuando necesite su apoyo para lo que sea ahí estará, es mi como mi hermano y él único que estuvo conmigo cuando ni siquiera yo me quería como compañía.

—¡Corbyn! —chilla ella comenzando a llorar—. No digas esas cosas... ¿Qué no ves que estoy sensible con todo esto?

Liam rueda los ojos volviendo a abrazarme.

—¿Quieres recostarte o algo? —pregunta en un susurro—. Puedo llevarte a la cama si quieres.

—¿Así van a ser los siete meses que nos quedan por delante? —alzo las cejas.

—Quizá —él se encoge de hombros—. Yo me muero por seguir durmiendo, fenómeno, vamos a la cama de una vez.

Suspiro tomándole la mano y tirando de él hacia la habitación. Sinceramente yo también necesito dormir, la camilla me dejó la espalda dura y por más que lo intenté apenas pude pegar ojo en toda la noche.

—Descansen, fenómenos —dice él recostándose contra mi cuerpo una vez que nos tiramos encima de la cama.

—¿Ahora usarás mi apodo en plural? —no puedo evitar reir.

—Ahora amos son mis cositas raras y especiales —besa mi cabeza y me abraza.

Me quedo dormida a los pocos minutos y para cuando vuelvo a despertar ya no está, sin embargo, a mi lado hay un postit amarillo igual al que venía con el vestido, los piercings y las caravanas que me regaló para acompañarlo a la entrega de premios.

Sonrío leyendo el final. No esperaba que se lo tomara tan bien, supuse que le alegraría aunque claro tenía mis dudas, pero jamás pensé que iba a hacerlo tan feliz. 

—Al fin te despertaste —Eri entra en la habitación y se lanza sobre la cama con los ojos cerrados—. Tu hombre se marchó hace como dos horas, dijo que...

Deja de hablar al ver la notita y se cubre el rostro.

—Quiero creer que estas cursilerías no van a seguir todo el tiempo restante, por favor dime que no porque mi corazón no lo va a resistir —rueda los ojos—. Antes de que se marchara me preguntó qué pasó que tuviste que acudir al hospital... Y no, no le conté que Joaquín te estaba persiguiendo como un puto psicópata, solo le dije que te saltaste la luz roja por estar hablando conmigo por teléfono y que la culpa es totalmente mía.

—Gracias —dejo la notita encima de la mesa de luz—. Eventualmente voy a decírselo, pero no ahora, está feliz por lo del bebé. Es raro decirle bebé...

—Digámosle «Fetusaurus» —propone ella subiendo y bajando las cejas.

—Erika, ni se te ocurra —no pienso llamar así a mi hijo—. ¿Sabes a dónde fue Liam?

Ella niega con la cabeza.

—No tengo ni idea, pero deberías seguir durmiendo, sabes, por todo eso de que gestar a alguien requiere muchas horas de sueño y mucha comida y esas mierdas... no sé si sean ciertas, pero las acabo de ver en internet y suenan bastante lógicas.

—Ya dormí lo suficiente, mejor veamos una película o algo, no seas aburrida.

—¿La masacre de Texas? —yo asiento y ella sonríe acomodándose en el lado de la cama de Liam.

Estamos ya casi por acabarla cuando él entra en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja y muchas cosas en sus brazos. Eri no duda ni un segundo en sacar su celular y ponerse a grabar con él.

—Compré de todo —dice dejando miles de cosas encima de la cama—. Mira, hay mucha ropa, toda en color amarillo y blanco porque no quiero ser de esos padres que ponen el color azul para hombre y el rosa para mujer. También traje estos —alza unos mordedores en el aire—, la mujer de la farmacia me dijo que eran buenos para los dientes y eventualmente va a necesitarlos. Traje estos zapatos que tienen unas guitarras en la suela, ¿no son adorables?. Hay muchas cosas más en la sala, pero lo que yo considero más importante es esto, mira, me basé en lo que la mujer me dijo, pero según ella los niños cuando son pequeños suelen pegarse mucho a una mantita o peluche o algo así y pensé en que si algo va a acompañarlo hasta que deje de usar pañales tiene que ser algo lindo.

Saca de la bolsa un peluche de ovejita que sostiene un micrófono en una de sus manos y me lo enseña moviéndole los brazos.

—Hola, pequeño fenómeno —golpea con las manitos de la oveja en mi abdomen—. Soy papá.

—Basta, ustedes solo me recuerdan lo sola que estoy —suelta bajándose de la cama—. Me iré a llorar a mi habitación. Adios.

Ni bien Eri cierra la puerta Liam sigue contándome sobre las cosas que ha comprado y todo lo que la dichosa mujer de la farmacia le ha advertido sobre la paternidad; los primeros meses que serán los más duros porque no nos dejará dormir, cuando comiencen a salirle los dientes y llore cada medio segundo por ello, cuando se suelte a caminar y caiga antes de dar dos pasos seguidos, todo, habla y habla y con cada segundo que pasa su emoción aumenta más y más.

Cualquier duda que pude haber tenido en las pasadas veinticuatro horas se esfuma tan rápido como apareció. Esto es lo que quiero para mi futuro.

Él, nuestro fenómeno y yo.

Y Eri, por supuesto.

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