𝐑𝐨𝐬𝐞 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐧 ➵ jacaery...

By L_T_Nov

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ROSE THORN ᴇᴠᴇɴ ᴛʜᴇ ᴍᴏꜱᴛ ʙᴇᴀᴜᴛɪꜰᴜʟ ʀᴏꜱᴇꜱ ᴀʀᴇ ꜰᴜʟʟ ᴏꜰ ᴛʜᴏʀɴꜱ ꕥ ✦ ╮ todos la subestimaron, la creyeron solo una... More

Rose Thorn
Prologo
1 : ᵃ ᵐᵒᵐᵉⁿᵗ ᵒᶠ ˡⁱᵇᵉʳᵗʸ
2: ᵈʳᵃᵍᵒⁿᵇᵃᶜᵏ ˢᵘⁿˢᵉⁿᵗˢ
3: ʰᵒˡᵈ ᵒᶠ ᵖᵒʷᵉʳ
4: ˡᵃˢᵗ ˢᵃˡᵛᵃᵗⁱᵒⁿ
5: ⁿᵒᵗʰⁱⁿᵍ ᵉᵛᵉʳ ᶜᵒᵘˡᵈ
6: ᵉʸᵉˢ ᵗʰᵃᵗ ˢᵃʷ ʰᵉʳ
7: ʷⁱⁿᵉ ᶠᵒʳ ᵇˡᵒᵒᵈ
8: ⁿᵉⁱᵗʰᵉʳ ᵒᶠ ᵘˢ
9: ʰᵉᵃᵈ ᵒᶠ ᵗʰʳᵉᵉ ᵈʳᵃᵍᵒⁿˢ
10: ˢˡᵒʷˡʸ ˡᵒᵒˢⁱⁿᵍ ˢᵃⁿⁱᵗʸ
11: ᵇᵘʳʸⁱⁿᵍ ʷʰᵃᵗ ʷᵃˢ ˡᵉᶠᵗ
12: ⁱⁿ ᵇˡᵒᵒᵈ ʸᵒᵘ ʷⁱˡˡ ᵇᵃᵗʰ
13: ᵗᵃᵏᵉ ⁱᵗ ᵃˡˡ. ᵖᵒⁱˢᵒⁿ ⁱᵗ ᵃˡˡ. ᵇᵘʳⁿ ⁱᵗ ᵃˡˡ
14: ᵗʰᵉ ᵇᵉᵍⁱⁿⁿⁱⁿᵍ ᵒᶠ ᵗʰᵉ ᵉⁿᵈ
15: ʸᵒᵘⁿᵍ ʷᵒˡᶠ
17: ⁿᵒ ᵒⁿᵉ ᶜᵒᵘˡᵈ ˢᵃᵛᵉ ʰⁱᵐ
18: ᵗᵃˢᵗᵉˢ ᵒᶠ ʷⁱⁿᵉ ᵃⁿᵈ ᶜʰᵉʳʳʸ
19: ᵒˡᵈ ᵈᵃʸˢ
20: ᵗʰᵃᵗ ᵇⁱᵗᵗᵉʳ ᶠᵉᵉˡⁱⁿᵍ
21: ᶠᵃᵐⁱˡʸ
22: ⁿᵉᵉᵈ ᶠᵒʳ ᵇˡᵒᵒᵈ
23: ᵇʳᵃᵛᵉ
24: ˡᵒˢᵗ ᵃ ᶠᵃᵗʰᵉʳ
25: ʷʰᵉⁿᵉᵛᵉʳ, ʷʰᵉʳᵉᵛᵉʳ
26: ᵉᵛᵉʳʸᵗʰⁱⁿᵍ
27: ᵛᵃˡʸʳⁱᵃⁿ ᵇˡᵒᵒᵈ

16: ᶜʳᵘᵉˡ ᶜˡᵃʷˢ

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By L_T_Nov

☁️ ·̩͙✧
C A P I T U L O  D I E C I S E I S

JACAERYS

APUNTÓ CON cuidado al ciervo ajeno a su presencia y tomó aire profundamente. Cuando el disparo atravesó el bosque, cedió justo en su objetivo.

—¡Eso es! —alentó Cregan Stark, señalando a los lobos y demás compañeros para que fuesen a terminar el trabajo.

Esa mañana, Jacaerys se había levantado temprano, demasiado temprano, y Cregan le había ofrecido salir de caza para despejar su mente un rato. Sin poder negarse, accedió, y fueron escoltados al bosque en compañía de unos cuantos compañeros de Cregan y sus lobos.

—¿De qué hablaste anoche con Mevanya? —una vez estaban ellos dos solos organizando las flechas que quedaban, Jace trató de sonar lo más desinteresadamente discreto posible.

—De ti, de ella, realmente no hablamos mucho —Cregan levantó un hombre, ignorando la mirada que Jacaerys le daba mientras organizaba las cosas en la bolsa de su caballo.

—¿De mi? —cuestionó el príncipe, curioso.

—Le pregunté cómo habías estado, y ella me dijo que no tan bien. No habla mucho, o al menos ciertamente mucho menos de lo que todos la habían pintado. Es más...oscura, de lo que las historias cuentan.

—Sí, bueno, perdió mucho, sufrió mucho, sin contar que está a punto de entrar en guerra con toda su familia, oscuridad es lo que se puede esperar en este momento. Me temo que las historias no volverán a ser reales, al menos por un largo tiempo, Mevanya ha...cambiado, sus ojos ya no contienen el mismo brillo que solían —no logró evitar todas las palabras dichas, mientras sentía el pecho en llamas al pensar en el antes y en el ahora, lo mucho que los verdes habían destrozado a alguien que siempre quiso reparar cosas, que parecía haber nacido para brillar.

—Tú también —habló Cregan sacándolo desprevenido, enfocando su total atención en él.

—¿Qué? —Jace dejó de hacer lo que estaba haciendo, confundido, y miró al joven lobo con las cejas fruncidas.

—Tú también haz perdido mucho, sufriste mucho, tu oscuridad también tiene razón, tu cambio también tiene razón.

—No me puedo dar el lujo de cambiar en este momento —negó, dejando de mirar al hombre y volviendo a su trabajo.

—Difiero. Los líderes tienen que cambiar, adaptarse a las nuevas circunstancias.

—Oh, lo siento, Gran Líder del Norte, se me olvidaba que tus poéticas palabras vienen de un hombre tan viejo como tú —intento poner un mejor ambiente al momento, rodando los ojos ante las palabras de su amigo.

Cregan río y le arrojó su carcaj y su arco para que lo guardara. Jace sonrió en respuesta y se volteó a su caballo.

Una vez el ciervo estuvo asegurado, el pequeño equipo de caza regresó a Invernalia mientras Jace y Cregan se sumergían en una amena charla. Para el más joven, era ciertamente refrescante volver a tener la compañía del Stark.

—¿A dónde fueron? —regresando, en el camino se encontraron a Mevanya, recién despertada, si su pequeño bostezo indicaba nada.

—De caza, Alteza, lamentó no haber extendido una invitación, pero supuse que quería aprovechar su sueño —contestó Cregan antes de que Jace pudiera, brindando, otra vez, una sonrisa ladina hacia la muchacha, tal y como había hecho ayer.

—A Mevanya no le gusta la caza, de todas maneras —remarcó Jace, rodando los ojos ante las miradas de los otros.

—¿Y tú sabes eso? —inquirió la platina, alzando una ceja, desafiante.

—Cuando Daeron y tu cumplieron 8, Viserys llevo a la familia de caza, no paraste de llorar por "los pobres animalitos que estaban matando, jamás volvimos a salir de caza de nuevo después de eso —dijo con tanta desigualdad, como si fuese un recuerdo de tan sólo ayer, pero a Mevanya le sorprendió que Jacaerys recordara aquello con tanto detalle.

—¿Recuerdas eso?

—¿Cómo olvidarlo? Fue de los momentos más irritantes de toda mi niñez, no paraste de quejarte hasta que no volvimos a Desembarco y mi madre te regalo un conejo —rodó los ojos, sin notar que la expresión de Mevanya bajó unos pocos tonos.

Tragó en seco y apartó la mirada de Jacaerys, disimulando sus sentimientos lo suficiente como para que él no se diera cuenta, pero no tuvo la misma suerte con Cregan Stark.

—¿Un conejo, y como se llamaba? —el hombre atrajo la atención de la muchacha, con una leve sonrisa y ojos interesados en escucharla.

—Timpa, blanco en Alto Valyrio. No tenía mucha imaginación de pequeña.

—A mi me suena como el nombre perfecto —la sonrisa suave del joven lobo la hizo sonreír también.

Eso, hasta que el carraspeo de la garganta de Jace los interrumpió, ni siquiera miró a Cregan, en cambio puso la mirada escrutinante en ella, haciéndola rodar los ojos sin que el Stark lo notará.

—Nunca supe, ¿qué le pasó al odioso conejito? —preguntó el príncipe esta vez, haciendo que Mevanya lo mirara ofendido.

—¡Timpa no era odiosa!

—Claro que lo era, se la pasaba haciéndome caer todo el día, era igual de fastidiosa que tú.

Mevanya refunfuñó levemente y rodó los ojos de nuevo, Jacaerys se veía dedicado a querer molestarla, cada palabra que salía de su boca venía con dicha intención. Si no fuera tan bueno cuidando sus expresiones, podría haber visto el pequeño estirón de su labio al ver su mirada irritada.

—Un día la lleve a conocer a Ilaxia, mala idea. Ese día aprendí la lección; jamás llevarle un conejito a un dragón.

Ambos hombres se miraron entre sí, y al mismo tiempo, trataron de suprimir una risa.

—¡Tenía 8 años! —se excusó Mevanya, cruzándose de brazos.

Cregan río mientras negaba levemente.

—Los dejaré con al discusión sobre el conejito y el dragón, ya que eso parece ser demasiado Targaryen para mí, mientras tanto, me temo que debo ir a asegurar el ciervo antes de comenzar nuestras charlas —se volteó hacia Jace y ambos se dieron una mano mientras le daban una palmada simultáneamente al hombro del otro—. Hermano —se volteó hacia Mevanya, y puso de nuevo la más coqueta de las sonrisas mientras agarraba su mano y la llevaba a sus labios para plantar un beso despacio en el dorso de esta—. Princesa.

Y con un sutil guiño solo dirigido a Mevanya, se dio la vuelta y caminó detrás de los soldados que llevaban el ciervo al interior de la cocina.

Mevanya, una vez Cregan Stark ya no estaba en su campo de visión, se volteó de nuevo a Jace y levantó una ceja, y sin más palabras, se dio la vuelta para, con la cabeza alta, marcharse.

Pero Jacaerys tenía otros planes cuando rompió su expresión y dejó salir una pequeña risa, agarrando su muñeca y trayéndola a él de nuevo.

—No te enfades, Mevanya, estaba jugando contigo. Perdóname —su disculpa venía tan suelta, que ladeó su cabeza levemente y lo miró de arriba a abajo.

—Si me ruegas, tal vez lo haga.

—Yo no ruego, Nya, soy el príncipe heredero.

—Está bien, entonces no —levantó los hombros con indiferencia, y fue a darse la vuelta de nuevo.

Tenía una largo tramo de camino ya recorrido hasta que Jacaerys la alcanzó otra vez. Agarrándola de la muñeca de nuevo y esta vez volteándola para dejarla acorralada en la pared de madera en la que ahora se encontraban.

—Está bien, está bien. Oh, mi amada Princesa Mevanya, ¿podría usted perdonarme? Se lo ruego, de rodillas.

Mevanya, con muchas fuerzas, sostuvo su expresión a raya y no sonrió ni dejó que su voz temblara al hablar.

—No te veo de rodillas.

Jacaerys suspiró con una pequeña risa, y bajo la cabeza mientras negaba levemente. Un segundo después, para su gran sorpresa, el muchacho se arrodilló frente a ella. Tenían suerte de estar ocultos entre paredes en aquel momento, nadie más que ellos era testigo de aquel acto.

—¿Así está mejor? —levantó los brazos, levantando su cabeza hacia arriba para poder mirarla.

Mevanya sonrió de lado, internamente demasiado satisfecha como para no pintar mentalmente aquella imagen para siempre.

—Supongo que eso deberá bastar.

Jacaerys se levantó del piso con una sonrisa ladina también, pero estaban ya tan cerca de cuando la acorraló contra la pared, que al levantarse, por poco roza la punta de su nariz con la de la platina. Una corriente de energía pasó tan fuerte entre ellos, que casi culparon al viento frío del norte.

Ninguno dijo nada por unos segundos que parecieron mucho más. Los ojos del muchacho inevitablemente fueron a parar a los labios contrarios. Y Jace se preguntaba, mientras su cabeza luchaba por mantener el control de su cuerpo, a qué sabrían esta vez. Aquella, habían sabido a vino, esta, estaba controlando cada fibra de su ser para no descubrirlo.

—Debemos irnos, hay asuntos pendientes con Cregan —su voz sonaba más estable de lo que ella estaba sintiéndose por dentro.

—Sí, asuntos pendientes —Jacaerys tenía mucho, muchos de esos, al parecer.

ੈ✩‧₊˚

En cada etapa de su vida, la política había tomado partido. Siendo el príncipe, segundo en línea de su décimo al trono de los Siete Reinos, su vida entera giraba entorno a ella. Su matrimonio siempre se supo sería en base a la mejor estrategia política, su manera de hablar, de moverse, de interactuar, de caminar, todo era para la mejor impresión política. Ahora, en tales tiempos, era obvio que esta reinaba por encima de todo.

El pacto de Hielo y Fuego fue nada más que ello, una movida estratégica, inteligente como fue, política.

Y todo, en sus tiempos, se sellaba con matrimonios. Era la manera más fácil y efectiva que conocían. Un matrimonio significaba alianza, una alianza de sangre que podría ser tan eterna como efímera, pero una apuesta segura para los momentos más desesperados.

La guerra por venir era, sin duda, de los momentos más desesperados.

—Esto culmina los preámbulos, al fin. Supongo que lo mejor sería celebrar este momento, la Casa Stark jura, por segunda vez, entera lealtad a Rhaenyra Targaryen, legítima reina de los Siete Reinos —Cregan Stark tomó una de las tres copas en la mesa y la alzó, esperando a que el Velaryon y la Targaryen lo siguieran.

Mientras Jacaerys levantaba su copa y sonreía de lado a su amigo, bastó con una mirada de reojo para ver la expresión perdida en el rostro de Mevanya, quien tardó más de unos segundos en unirse también, completamente en silencio.

—Salud, por las alianzas, amigos, y la nueva familia —celebró Cregan, una complacida sonrisa adornando su atractivo rostro.

—Salud —le siguió Jace.

Ambos esperaron de nuevo la continuación de Mevanya, y esta, al darse cuenta que ambos habían puesto sus miradas en ella, les dio una sonrisa un poco apretada y murmuró su salud.

—Caballeros, ha sido un verdadero placer habérmeles unido en esta importante velada, pero me temo que aún no revocó mis energías completamente y mi cansancio llega más rápido. Disfruten ustedes de la celebración, mañana compartiremos la cena oficial, por ahora, debo irme a la cama.

Cregan dio una leve reverencia con la cabeza y sonrió levemente.

—Por supuesto, princesa, mañana, en mejores condiciones, podrá disfrutar de la celebración, descanse.

Con un pequeño asentimiento y una sonrisa apretada, Mevanya miró a los dos hombres antes de salir de la habitación sin mirar atrás. Jacaerys noto, antes de que las puertas se cerraran, como sus manos jugaban entre ellas, nervios, frustración, no sabía lo que le pasaba, tampoco sabía si Mevanya jamás querría contarle. Pero justo cuando estaba por ir tras ella, Cregan puso una mano en su hombro, apretando levemente.

—Ven, vamos a celebrar.

Se quedó observando la puerta por un momento antes de poder moverse de su asiento. Volteó a ver a su amigo, y sonrió de lado apretado para asentir y levantarse. En la mañana hablaría con Mevanya.

—¿Alguna vez haz jugado a dar al blanco? —preguntó el mayor mientras caminaba hacia un extremo de su antecámara, en la pared había un blanco.

—¿Con arco?

—No, con cuchillos —Jacaerys negó mientras Cregan bebía su trago de una sola osada y caminaba hasta una mesita en donde cuchillos pequeños y delgados estaban puesto. Agarró seis, y le pasó tres a Jace—. Encontrarás que es un juego bastante...liberador —sonrió pícaramente de lado, y se dio la vuelta para arrojar un cuchillo al blanco, dando en el segundo aro, casi en el centro.

Jace realmente nunca había jugado al blanco, ni siquiera sabía usar un cuchillo así, pero trató de imitar las acciones de Cregan lo mejor posible y arrojó el cuchillo, un tanto torpe. Este fue a parar fuera del blanco, en la pared.

—¿Liberador? —cuestionó el muchacho alzando una ceja mientras miraba a su amigo, definitivamente no encontraba nada liberador en fallar.

Cregan simplemente rio, una de esas risas despreocupadas que a veces Jace envidiaba tanto.

—Ven, te enseño —puso los ojos en blanco y refunfuño, no quería sentirse más ridículo aun teniendo que ser sostenido por Cregan mientras le enseñaba a tirar un maldito cuchillo, pero aún así, siguió y escuchó sus indicaciones.

Jugaron un poco, Jacaerys crecía desesperado cada que fallaba, hasta que, por fin, después de dos rondas, a la tercera por fin le atinó en el blanco.

—¡Eso es! —ánimo Cregan, yendo a recoger los cuchillos. Cuando se dio la vuelta y vio a Jacaerys sonriendo levemente, sonrió también apuntándolo con uno de los cuchillos divertido—. ¿Vez? Te dije que sería liberador.

Hace río, de nuevo poniendo los ojos en blanco, esta vez, más por gracia que por frustración.

—Dale, intenta otra vez en el blanco —aceptó el cuchillo que le tendió, y volvió a tirarlo. En el blanco—. Otra vez —aunque comenzaba a sospechar de la situación, lo volvió a hacer—. Otra.

Llego un punto en donde sus arrojadas se volvieron más violentas, un tanto más frenéticas, como si estuviera desesperado por lanzar una tras la otra, y Cregan solo recogía y le llevaba los cuchillos cuando estos se acababan, una y otra vez.

El último cuchillo fue a parar en el piso, cuando su brazo comenzó a temblar de toda la fuerza sin parar que había estado usando. Su respiración era agitada, y sentía las gotas de sudor cayendo por su frente mientras el único sonido era el fuego de la chimenea.

—¿Para qué? —preguntó a Cregan sin mirarlo a los ojos, sabía que había una razón para el hombre de a acolitarle la rabieta.

—Parecía que lo necesitabas —respondió con simpleza, caminando hacia uno de los asientos cerca y desplayándose en él con un gemido cansada, mientras con una mano masajeaba su cuello.

—¿Mejorará? ¿La culpa? —Jacaerys no se movía de su puesto, tampoco apartaba la mirada del blanco.

—La mayor parte, sí. Con el tiempo, la sombra de la culpa desaparecerá lo suficiente para que por poco olvides que esta ahí, pero a veces, solo a veces, regresa, o estás muy borracho, o un mal sueño, una mención de su nombre, el más simple objeto que te recuerde a él, pueden detonar la culpa dentro de ti. Pero con el tiempo se hace soportable, aprendes a vivir con ella, aprendes a apartarla cuando debes y a ignorarla cuando es necesario. Sus rostros no se borran nunca, claro, esos últimos momentos siempre van a acompañarte y la pregunta de "¿y si...?" Pero, con el tiempo, también dejas de buscarle una respuesta a esa pregunta.

El silencio después era lúgubre, cargando de emociones y penas. Jacaerys registraba cada palada a dicha por Cregan con extremo cuidado, recordando aquella vez donde el hombre le contó que había perdido a su hermano menor. En ese entonces, Jacaerys, al ver el dolor que seguía permanente en los ojos del joven lobo, había estado agradecido de tener a sus hermanos con él, de tener a Luke con él. Nunca, sin embargo, imagino que llegaría un momento donde el agradecimiento sería lo único que le quedará. Agradecimiento por los momentos que se vivieron, por el hermano que tuvo, por los años que pasaron. Repitiendo constantemente la pena de los momentos que nunca se vivirían, el hermano que ya no tenía, y los años que pasarían sin él a su lado.

Claro, suponiendo que aquella guerra librara su vida de sus crueles garras.


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