MOTORSPORT

Diana_skk

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Se rumorea que una figura del mundo clandestino de Yokohama está organizando un concurso. El corredor calleje... Еще

✦ MOTORSPORT
1. Bienvenido a Mayonaka
2. Daifuku de albaricoque
3. Escúchame, idiota
4. Estás en chándal y pantuflas
5. Phantom
6. Responsabilidad
8. De vuelta al juego
9. Personas a las que salvar
10. Perdóname
11. Hermanos
12. Ultimátum
13. Chispas
14. Es bueno verte
15. Bajo control
16. Ojos en mí
17. Nivel de comprensión
18. Latigazo
19. Deseo de muerte
20. Respirar
21. El resultado
22. Solo una niña
23. Catarsis Parte 1

7. ¿No tienes frío?

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Diana_skk

tw: breve indicación de autolesiones pasadas

NdA: por cierto, la autora tambien es artista. Tiene varias ilustraciones para motorsport que encontrarás en el enlace al final de la historia si estás interesadx.

Además, si no estás escuchando la lista de reproducción porque no tienes Spotify, algunos amigos míos hicieron versiones para Apple y YouTube, nuevamente, te recomiendo que leas con la música, eleva la experiencia por mucho.

[Link apple music]

[Link YouTube]

Mira que hay uno justo debajo de la cubierta.

Los ojos de Chuuya se abren de golpe. El motel está completamente oscuro. Menos mal que no hay luz asomando por la rendija bajo la puerta. Todavía es de noche. Tal vez tenga la oportunidad de dormir un poco más.

Pero primero.

No. Solo estoy sintiendo cosas de nuevo.

Sucede. Los fantasmas de las patas de las cucarachas se arrastran por todo su cuerpo. Golpea la palma de su mano contra su piel todo el tiempo en estos días, solo para no encontrar nada debajo de su mano. Solo está en su cabeza.

Siempre está pendiente de la próxima cucaracha que se arrastra por el suelo, por la mesa, por su piel. Cada pelusa y cada pequeña sombra llaman su atención. Necesita asegurarse de que no es uno de los bichos.

Y ahora mismo, siente uno en su brazo. Frunce el ceño mientras mira al techo.

Seguramente solo está en su cabeza otra vez.

Su respiración se vuelve más pesada.

No es eso.

No. Lo. Es.

No quiere comprobar si hay algo. Está demasiado cansado.

De repente, algo lo lleva a asustarse. El cuerpo de Chuuya se estremece en piloto automático, contra la voluntad de su cerebro. Se quita la manta de encima, se pone de pie sobre el colchón y enciende la luz. Luego observa.

—¡MIERDA! —grita, su brazo izquierdo tiembla mientras el bicho más grande que ha visto hasta ahora descansa sobre él.

Chuuya está jodidamente horrorizado.

No quería tener razón.

MIERDA —vuelve a gritar, con lágrimas formándose en sus ojos. Tiene que quitárselo de encima, pero no quiere tocarlo. Su torso se tensa con fuerza.

Quítate, quítate, QUÍTATE...

Sigue gritando contra su voluntad, el brazo le tiembla. Ahora mismo no tiene control sobre su cuerpo. Necesita quitársela de encima. Quítatelo.

Está esperando a que suba por su brazo hasta su camiseta y luego por todo su cuerpo.

Que mierda. Que mierda.

Su cabeza da vueltas.

Simplemente se queda ahí. Esas asquerosas antenas se agitan. Comienza a arrastrarse hacia arriba en su antebrazo.

Está jodidamente paralizado.

Los ojos de Chuuya se abren de nuevo mientras su boca se queda abierta. Se está arrastrando sobre él. Lo siente en su pierna. Su clavícula. Su espalda, su cuello, su barbilla, su otro brazo, por todas partes.

Cree que podría desmayarse.

Su respiración se vuelve dificultosa. Ya ni siquiera puede llevar oxígeno a sus pulmones.

Respira. Respira. QUITÁTELO. Respira. Respira.

Chuuya siente que las lágrimas caen por sus ojos. Está congelado.

Mátalo. Muévete. Muévete, maricón.

Su cuerpo se sacude de nuevo en piloto automático, aplastando su antebrazo contra la pared. La cucaracha cae en la grieta entre la cama y la pared. No sabe si está muerta. Solo sabe que le duele el brazo.

—¡Maldita sea! —grita de nuevo, sollozando en voz alta mientras salta de la cama y corre a ponerse los zapatos en la punta de los dedos de sus pies, revisando el suelo antes de cada maldito paso para asegurarse de que no haga contacto con otra.

¿Dónde había estado esa cosa antes de su brazo? ¿Su cabello? ¿Su pierna? ¿Su rostro?

Chuuya solloza. Son mierdas como esta las que lo hacen sentir como si nunca más estuviera limpio.

Toma nerviosamente un Doc entre las puntas de sus dedos índice y pulgar mientras hace una mueca, gimoteando incontrolablemente mientras inspecciona cuidadosamente cada una de sus superficies. Lo lanza con fuerza contra la pared y lo sacude para asegurarse de que no hay ninguna cucaracha dentro. Se lo coloca en el pie y repite la operación con el otro zapato.

Revisa su maleta, dando pasos de tortuga en el poco espacio que hay y echando todas sus cosas en ella después de inspeccionar meticulosamente la superficie de todo, incluso cuando puede suponer que un objeto es demasiado pequeño para albergar siquiera una cucaracha. Solo deja fuera su pijama de repuesto, que coloca temblorosamente sobre la mesa después de comprobar que está libre de cucarachas y sacudir enérgicamente su ropa.

Apoya nerviosamente la maleta y vuelve a inspeccionar el suelo en busca de la gran cucaracha. No la ve.

Todavía está llorando. Su piel se eriza. Ya no puede hacer esto.

Chuuya entra corriendo en el baño, comprobando que no haya bichos allí. El moho del sellador en las esquinas también le da ganas de vomitar.

Casi lo hace, tragándose la bilis que sube por su boca mientras abre el grifo para que el agua esté un poco más caliente de lo que probablemente sea bueno para su piel. Se mete dentro, con cuidado como siempre de no tocar las paredes de la ducha.

Tan... sucio. Todo está tan sucio.

Sigue soltando gemidos ahogados mientras frota su cuerpo con una toalla de mano y demasiado jabón. Se frota la piel con tanta fuerza que le duele. Si pudiera, simplemente se desharía de su epidermis.

Su piel se enrojece. Le duele el antebrazo. Chuuya se lava bien el cabello y sale de la ducha en un tiempo récord de seis minutos.

Mira temeroso su toalla por un momento, agarra el borde de la misma e inspecciona cada centímetro antes de dejar que toque su cuerpo.

Apenas se ha secado cuando empieza a ponerse una camiseta gris de manga larga y unos pantalones cortos de algodón sobre el cuerpo aún húmedo. Se pone unos calcetines y vuelve a ponerse los Docs después de comprobarlos todos de nuevo, mete sus artículos de aseo en la maleta y hace el último barrido más rápido de la historia de la humanidad antes de salir de allí.

Para siempre.

Chuuya no llora con frecuencia. Se necesita mucho para llevarlo a ese punto. La última vez que lloró fue cuando visitó a su abuelo, e incluso esa había sido la primera vez que lloró literalmente en todo el año.

Ahora se siente tan estúpido porque no puede dejar de llorar. Sus manos tiemblan mientras está afuera, en medio del frío, con el pantalón corto del pijama y una camiseta que se está humedeciendo porque no se ha secado bien al salir de la ducha. Espera no desmayarse por lo mareado que se siente.

Chuuya se dice a sí mismo que deje de ser dramático.

Casi se le cae el teléfono mientras juguetea para pulsar un contacto conocido. Hace una mueca entre lágrimas mientras su pulgar se detiene sobre el nombre, porque él odia esto y odia a Dazai muchísimo, y se odia a sí mismo por ser débil y sucumbir ante él. Odia aceptar ayuda.

Odia que Dazai gane esta situación, como si tuviera a Chuuya envuelto alrededor de su meñique.

Chuuya odia que Dazai se salga con la suya, a pesar de toda esa mierda manipuladora que dijo ayer. Se siente como un tonto.

Pero no puede seguir haciendo esto.

Contesta, imbécil. Sé que son las 4:30 AM de un domingo, pero por el amor de...

—¿Qué carajo?

La respiración de Chuuya se entrecorta en su garganta.

—... ¿Dónde estás? —pregunta Chuuya, cerrando los ojos con fuerza.

—¿Q-Qué? Me despertaste...

—Joder, qué barbaridad —responde sarcástico—. ¿Dónde vives? ¿Adónde voy?

Todavía tiene problemas para respirar correctamente. La sensación de hormigueo aún persiste por todo su cuerpo.

Están sobre mí. Por todas partes.

Sacude la mano, tratando de poner los pies en la tierra.

Dazai le da una dirección que él marca en su teléfono.

—Chuuya, ¿estás a salvo en este momento?

Chuuya se pregunta si Dazai es consciente del inmenso cambio de tono que tiene a veces cuando dice las cosas. Ignora la forma en que lo hace sentir cada maldita vez que Dazai dice algo como si su voz pudiera curar por sí sola el corte si Chuuya está sangrando.

Es simplemente relajante.

Profunda. Suave. Clara.

Y Chuuya lo odia.

Odia que su ritmo cardíaco comience a equilibrarse.

—Estoy a salvo —se atraganta.

—¿Qué sucedió?

—Las malditas cucarachas. Ya no puedo más —escupe Chuuya, sujetándose el teléfono a la oreja con el hombro mientras mete su maleta en el maletero de Arahabaki. Se siente patético. Son solo un par de bichos.

Pero tal vez unos asquerosos escarabajos de cinco centímetros de largo, de color mierda, con patas de púas y largas antenas que revolotean no deberían compartir una cama contigo.

—Joder —la voz de Dazai llega en un susurro. Ahora solo suena cansado. Chuuya escucha un gruñido al otro lado de la línea y el crujido de las sábanas—. Bueno. Ven a casa entonces. Te espero en el vestíbulo.

Ven a casa.

Dazai definitivamente no tiene la intención de sonar tan... Chuuya ni siquiera tiene las palabras.

Él no puede explicar por qué la tensión desaparece de sus hombros después de escuchar eso. Es demasiado para pensar en ello ahora mismo. Chuuya le dice que está en camino y cuelga.

Se calma un poco más durante el trayecto, olfatea con fuerza y se seca las lágrimas. Su piel hormiguea. Está en carne viva y seca. Su antebrazo seguramente se lastimará. Sin embargo, es mejor que sentirse tan sucio.

Cuanto más se acerca Chuuya, más árboles aparecen a su izquierda hasta que tiene un camino forestal a un lado de él y un camino urbano al otro.

Hay un camino de entrada que atraviesa un pequeño arco frente a la entrada del edificio, como si fuera un hotel. Chuuya estaciona en la entrada.

Saca su maleta del maletero y tira del asa hacia arriba mientras se prepara para entrar y descubrir el resto una vez que haya encontrado a Dazai.

Se da la vuelta...

OH, carajo.

Chuuya salta, ese familiar pecho vestido con una camiseta gris a solo un par de centímetros de su cara.

—Joder. No te escuché —murmura, soltando el asa de la maleta y presionando las yemas de sus dedos medios en las esquinas internas de sus ojos.

Embarcarse con su rival no estaba en su lista de cosas por hacer. Odia sentirse tan empujado por la vida.

Odio esto.

No ayuda que Dazai sea tan imbécil.

—Te ves como la mierda.

¿Ves?

Chuuya simplemente suspira. En el segundo en que superó el shock inicial de la aparición silenciosa de Dazai, una ola de fatiga lo golpeó como un tren. Se inclina, sosteniéndose con las manos en las rodillas para no caer al suelo como una estúpida damisela en apuros, porque él no es así. Nunca ha sido así.

Es un tipo bastante independiente. Chuuya no necesita ser salvado.

Es solo esta única vez que ya no puede soportar más.

—Te cocinaré todas las malditas tortillas que quieras —respira Chuuya.

Tiene que mantener las cosas justas.

Dazai se ríe, y es entonces cuando Chuuya se da cuenta de que aún ni siquiera ha visto su cara en esta oscuridad. No es que necesite verlo para saber exactamente qué expresión de comemierda lleva ahora mismo.

—No traes cucarachas contigo, ¿verdad? —pregunta Dazai con una pequeña risa.

Chuuya se horroriza.

—NO —responde, un poco más alto de lo que pretende—. Lo revisé todo, incluso me duché...

—Está bien, está bien —calla Dazai, levantando los brazos en señal de rendición—. Te creo.

Chuuya respira hondo.

—Dejé la puerta principal abierta para ti. Vas a ir al piso 15. Nuestra puerta está al final del pasillo. Intercambia llaves conmigo —ordena Dazai, quien ya se aleja de Chuuya y se dirige hacia el lado del conductor del 370z.

Chuuya nunca confió en una sola maldita persona para dejarle a Arahabaki.

Hasta ahora.

Lanzan las llaves al mismo tiempo, dos tintineos se cortan al unísono cuando las atrapan.

—Dazai —llama Chuuya antes de desaparecer.

—Chuuya.

—Yo...—hace una pausa—. No... le digamos a la gente en Mayonaka. Sobre esto.

—Hecho.

Dazai se marcha.

Chuuya supone que incluso si está haciendo esa solicitud para evitar avergonzarse frente a Mayonaka, este acuerdo también es favorable para Dazai. No es bueno para ninguno de los dos que los votantes los vean como compañeros de ningún tipo. Debilitará la presencia de cada uno de ellos como conductores, hará que parezca que ninguno de ellos está tomando muy en serio la oferta de Gatsby.

Tiene tanto frío ahora mismo. La piel se le pone de gallina bajo la chaqueta (el acolchado interior se siente frío al tacto) y todavía está húmedo porque su camiseta ha retenido la humedad de su cuerpo en este punto.

Caer enfermo va a ser absolutamente perjudicial.

Chuuya agarra el asa de la maleta y entra corriendo, cerrando la puerta tras de sí.

La recepcionista enarca una ceja al ver a Chuuya.

Chuuya solo la mira.

Todavía no ha pensado en lo malditamente bonito que es este lugar. Su propia casa no es tan grande en absoluto. Chuuya extraña mucho la humilde casa de su abuelo en Osaka. La preferiría a esta absoluta flexión de un complejo de apartamentos cualquier día.

Chuuya casi se queda dormido en el ascensor, pero su columna se endereza en el momento en que el ascensor se detiene con un pequeño tintineo.

Frunce el ceño y sale corriendo al pasillo del piso 15, busca la puerta correcta y la abre. Se asegura de dejarla abierta y deja las llaves sobre una mesa a la derecha de la entrada. Hay una pequeña maceta en esa mesa auxiliar, encima de dos libros de Murakami.

Se quita los Docs una vez que está dentro.

Chuuya tiene sueño. Quiere tomarse un descanso y sentarse un rato en la mesa del comedor, aprovechado que está cerca. Tal vez descanse su cabeza sobre sus manos por un par de minutos.

Déjate de tonterías.

Se arrastra hasta la escalera, permitiéndose un pequeño suspiro antes de tomar su maleta por el asa lateral.

Se siente tan débil. ¿Por qué pesa tanto? Cuando llegó a Yokohama no le costó tanto levantarla.

Las piernas le tiemblan cuando llega arriba, pero Chuuya sigue adelante hasta el final del pasillo. La puerta opuesta a la habitación de invitados está abierta, y ve un colchón de felpa con ropa de cama desaliñada de color gris oscuro. La habitación parece bastante ordenada a primera vista, con una computadora portátil en el borde de la cama y algunas cosas en la mesita de noche que Chuuya realmente no puede distinguir en este momento.

Es muy Dazai.

Se gira y entra en su... nueva habitación, supone.

Chuuya deja la maleta junto al escritorio y se tumba en la cama, demasiado agotado para dedicarle siquiera una mirada a la Yokohama nocturna. Ya sabe que es bonito.

Está muy, muy cansado.

Necesita moverse. Acomodarse un poco; esperar a Dazai. Al menos quitarse la chaqueta de cuero.

Pero no puede.

Tiene sueño.

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Dazai frunce el ceño ante la vista que tiene delante. Dejaría dormir a Chuuya, si no fuera porque Dazai se siente inquieto por esta decisión, a pesar de que ya descubrió cómo la llevará a cabo. Hay varias discusiones pendientes, y Dazai se siente impaciente.

Suspira, se acerca a Chuuya y pronuncia suavemente su nombre.

No se mueve.

Dazai alza una mano para frotarse la nuca mientras suspira de nuevo, sentándose junto a Chuuya. El colchón se hunde bajo su peso.

—Chuuya —susurra de nuevo, dándole la espalda al chico.

Está noqueado.

Dazai se da la vuelta, preparándose para tocarle el hombro.

Detiene todo movimiento cuando ve las piernas de Chuuya, la tela de sus pantalones cortos de pijama se sube por sus muslos. La luna está iluminando su piel.

Oh, mierda.

La respiración de Dazai se atasca en su garganta y se queda inmóvil.

...

"¿Tu estufa es eléctrica?"

Dazai sospechaba que había algo raro en la forma en que había formulado la pregunta.

Entrecierra los ojos para ver el tejido cicatrizado que forma la mayor parte del muslo derecho de Chuuya. Parece vieja.

Unos cuantos años.

"Me he estado cuidando desde que tenía nueve años".

Tal vez... su herida debe tener una década, más o menos.

Hiperpigmentación rosada descolorida en parches sobre su piel, con un brillo diferente en la carne que en las zonas que la rodean, y algunas partes que tienen más textura que otras.

"Mis padres están muertos".

Está viendo los restos de lo que debieron ser quemaduras de tercer grado.

No me extraña que te preocupes tanto por tu familia.

Dazai se rasca los brazos a través de las mangas largas.

Te sientes culpable por ser el que vivió.

La vida de Chuuya ha estado llena de muchas pérdidas.

¿Y sabes qué? Se nota. Se nota en su actitud. Se nota en cómo trata sus tareas en la vida. Se acumula.

Sin embargo, Dazai está empezando a ver más allá de todos esos aspectos ásperos.

Hay algo dorado ahí dentro que Dazai sigue encontrando en pedacitos. Está fascinado por ello.

Está fascinado por cómo, a pesar de todo, Chuuya ha mantenido un corazón lo suficientemente bondadoso como para preocuparse por los demás a su manera.

Dazai siente que su propia vida tampoco ha sido la más fácil. Pero nunca ha encontrado en sí mismo nada parecido a Chuuya.

Frunce el ceño.

—Chuuya —lo llama una vez más, inclinando su mano lentamente hacia adelante para acomodar parte del cabello húmedo de Chuuya detrás de su oreja. Dazai se apoya en su codo y observa su rostro mientras duerme, la somnolencia lo apuñala por la espalda mientras peina suavemente el mechón que ha apartado de la cara de Chuuya.

Dazai frunce el ceño, un dolor repentino y extraño se extiende desde el centro de su pecho.

Chuuya tiene ojeras. Dazai retira su mano, escucha las exhalaciones uniformes y se fija en su piel seca. Su mandíbula es aún más delgada que cuando llegó a Yokohama. Todo su cuerpo está un poco más delgado que antes. Tenía más músculo cuando Dazai lo conoció, pero ahora todo se está desvaneciendo.

Él se está desvaneciendo.

Dazai ve partes de su yo más joven en Chuuya en ese momento.

Hay algo en esto que molesta levemente a Dazai, de esa manera en la que hay un ligero tirón de aprensión en su estómago que sabe que no podrá desterrar por un par de horas.

Algunos de los lugares en los que ha estado... Chuuya no es alguien a quien quiera ver en un lugar así.

Frunce los labios.

El sentimiento de estar obligado a cuidar de Chuuya ya no es solo un procedimiento que Dazai sigue. Ahora es personal, y lo sabe porque Dazai se da cuenta de que es como Fukuzawa.

De la misma forma que Fukuzawa mantuvo a Chuuya en la lista a pesar de las muchas razones para echarlo, Dazai decidió vigilarlo incluso después de que Chuuya presionara sus botones demasiadas veces.

Podría haber dejado de regañar a Chuuya después de la carrera en la pista abandonada. Después de todo, nadie le paga por ser un buen samaritano. Controlar a Chuuya es solo otra cosa que hace para mantener la moral que le inculcó alguien que ya no está en su vida.

Podría haberse detenido. Pero no lo hizo.

Y ahora está aquí.

Eso no es culpa de Chuuya. Es culpa de Dazai, y de su incapacidad para despreocuparse completamente de la gente a pesar de la cantidad de veces que le han hecho daño, y de la cantidad de veces que ha aprendido que preocuparse por alguien que no sea él mismo es absolutamente inútil a largo plazo.

Siempre se ve envuelto en este tipo de situaciones. Es una mierda, porque Dazai se preocupa, pero al final nunca lo suficiente. Nadie sale feliz de esta situación.

Dazai exhala lentamente, optando por dejar solo a Chuuya esta vez.

—Duerme bien —susurra en voz baja, pasando su dedo índice por la mejilla de Chuuya una sola vez antes de levantarse, se acerca a la ahora frágil figura del chico y dobla la manta sobre él.

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Chuuya se despierta sobresaltado por el sonido de unos rápidos y desiguales golpes y por el ritmo intenso de música phonk que proviene débilmente del otro lado de su puerta cerrada.

Se limpia los ojos, entrecerrándolos por la luz del sol que entra por la ventana. Se detiene un momento para simplemente escuchar, e intenta evaluar si el sonido de los golpes es algo de lo que preocuparse.

Chuuya comprueba la hora en su teléfono, el cual misteriosamente se está cargando y con la batería al máximo. Son poco más de las nueve. Le vendría bien dormir más, pero primero necesita investigar el origen del sonido.

Se quita las sábanas de encima, ¿cuándo se metió debajo de ellas?

Chuuya niega con la cabeza, crujiendo los huesos de su cuello, antes de acercarse a la puerta y abrirla en silencio.

Al instante, la música suena más fuerte. Frunce el ceño mientras baja de puntillas las escaleras. Aún no conoce bien la distribución de este lugar. La mesa del comedor está frente a él con otra ventana detrás, y la entrada está paralela a ella en la pared a la izquierda de Chuuya.

Los golpes definitivamente vienen de abajo. Los sonidos son agudos y rápidos. Suena como si le estuvieran dando una paliza a un saco de arroz.

Chuuya vuelve a hacer una pausa y luego decide que Dazai no se quedaría dormido si algo así fuera peligroso. Además, probablemente la mayoría de los ladrones no serían tan tontos como para crear este tipo de alboroto.

Chuuya se detiene en el segundo escalón desde abajo y solo mira a su alrededor. La zona de su derecha parece abrirse a la cocina. Detrás hay un balcón que se extiende por todo el lado derecho del lugar. Hay muchas plantas en el borde interior, en un largo cantero que está al ras de la barandilla.

Otra planta gigante a la izquierda de la escalera es lo bastante alta como para llegar hasta el segundo piso.

Chuuya recuerda la gran planta en maceta junto a la puerta de Dazai. Luego la que había sobre la mesa con la foto de Tsushima. También había algunas en el estudio.

Todas están en excelentes condiciones.

Dazai Osamu, 20 años, padre de las plantas. Muy inesperado, pero anotado de todos modos.

Chuuya aprieta los labios con fuerza cuando se sorprende a sí mismo sonriendo.

Se pasa una mano por la cara y vuelve a concentrarse en su tarea.

Los sonidos vienen de... ¿detrás de él? Gira a la izquierda, y la habitación parece unirse en una sala de estar en el otro extremo. Tiene sofás grises que hacen juego con las sábanas de Dazai.

Chuuya se acerca a ellos, entrecerrando los ojos porque cree que debería saber de dónde viene el sonido, pero no...

Oh.

Chuuya se aclara la garganta.

Una cosa que no puede negar es que este hombre está buenísimo.

Dazai se aleja del saco de boxeo, su pecho desnudo se agita por los jadeos mientras deja caer la cabeza hacia atrás, los mechones sudorosos se rizan por la humedad y cuelgan hacia el suelo. Lleva guantes de boxeo negros. Dazai rasga el velcro con la boca y se los quita de un tirón para revelar que sus manos están más protegidas con una envoltura negra sujeta alrededor de su muñeca con una lengüeta de velcro. Dazai rasga el velcro de su muñeca izquierda con la boca y empieza a desenredarlo, dejando al descubierto las vendas blancas que hay debajo. Esos vendajes suben por sus antebrazos y también rodean su cuello. Pasan un par de veces por debajo de sus axilas, probablemente para mantenerlas bien sujetas.

Se gira para mirar a Chuuya con la boca abierta en forma de una sonrisa de satisfacción mientras respira con dificultad, y es entonces cuando la imaginación de Chuuya tiene que dejar de trabajar para descubrir cómo se ven esos abdominales.

Los de Dazai están ligeramente esculpidos, con leves hundimientos entre sus músculos que definen un six pack. Su piel es tersa. Sigue pareciendo suave, como arcilla sin cocer, a pesar de su sólida constitución. Sus pectorales lucen fuertes y robustos, sobresaliendo por encima de la sutil curvatura de su pecho hacia su esbelta cintura y moldeándose en las hendiduras entre sus tríceps y bíceps.

No es mucho.

Dazai es la definición de estéticamente agradable, según los gustos de Chuuya.

Y tenía razón.

Los pezones de Dazai están perforados, con pequeñas barras plateadas que combinan en brillo y color con los dos aros de su oreja izquierda.

El dobladillo de su ropa interior se asoma por el pantalón de chándal gris que cuelga bajo sus caderas. El nombre Calvin Klein está copiado varias veces alrededor de la banda elástica blanca que abraza la delgada cintura de Dazai.

Le está haciendo cosas raras al estómago de Chuuya, pero apagó su cerebro en el momento en que registró que Dazai estaba sin camiseta.

—Buenos días, sol —saluda Dazai, su voz llena de sarcasmo como siempre mientras le dedica a Chuuya la misma sonrisa traviesa de siempre.

—¿Pasas todas las mañanas alimentando tu gigantesco ego haciendo ejercicio sin camiseta? —pregunta, ladeando la cabeza en dirección a Dazai mientras cruza los brazos sobre el pecho.

Además del saco de boxeo, en este rincón del apartamento hay otros equipos.

—... Ni siquiera te he dado todavía algo de comer para que te enojes —responde Dazai, arrojando los guantes y los envoltorios en una cesta de mimbre detrás de él.

Chuuya frunce la nariz para no sonreír, sus ojos se cierran mientras niega con la cabeza.

Abre los ojos para ver sus propias piernas al descubierto y se detiene al darse cuenta de que su cicatriz está a la vista. Sus ojos se abren de par en par y Chuuya traga saliva mientras se gira en un intento desesperado por hacerla menos visible. Es algo horrible de ver.

Si Dazai se da cuenta de eso, no dice nada mientras pasa junto a Chuuya, informándole de la ducha que está a punto de tomar.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

Dazai desaparece en el estudio después de que ambos compartan un desayuno tranquilo.

Chuuya se queda solo para desempacar su maleta. Tiene un montón de preguntas en la punta de su lengua que no se atreve a hacerle a Dazai, porque odia todo este arreglo con cada hueso de su cuerpo, y no quiere necesitar a Dazai más de lo que ya... lo hace.

Esto está jodido.

Que esté viviendo con su enemigo jurado no es todo lo que lo está jodiendo.

Claro, él está reflexionando sobre lo que va a hacer para que esto se mantenga justo, porque una cosa en la que Chuuya cree es en dar la misma cantidad que recibe. Sin embargo, además de eso, Chuuya está empezando a pensar que no conoce a Dazai tan bien como pensaba.

De hecho, Chuuya no lo conoce en absoluto. ¿Los entrenamientos matutinos, las plantas, el hecho de que su apartamento sea tan bonito?... Todo es más que suficiente para despistarlo.

Ha sido ignorante de todo este otro lado de Dazai, la persona que él es fuera de Mayonaka. Chuuya, en cambio... no tiene una identidad fuera de Prince.

No tiene nada más a su favor aparte de las carreras.

No debería ser así, pero es un poco sorprendente que el hombre que es McQueen no sea todo lo que Dazai es.

Nunca ha pensado en el tipo de vida que Dazai podría llevar en sus horas de vigilia fuera de las carreras. Nunca ha pensado que Dazai es un estudiante universitario de verdad que asiste a clases de verdad con compañeros y amigos de verdad de los que Chuuya no tiene ni idea. Dazai tiene tareas y exámenes de verdad, y hace todo eso además de trabajar en la armería, participar en la oferta de Gatsby y ahora alojar también a Chuuya.

Por alguna razón, a Chuuya no le sienta del todo bien que sea solo una persona más en la vida de Dazai, otro que no lo conoce mejor que alguien en su clase de lógica de datos.

Chuuya quiere conocer este lado de Dazai. Quiere aprender todos los lados de Dazai.

Quiere conocer a su enemigo. Quiere entender el cerebro de Dazai, averiguar cómo funciona.

Chuuya quiere catalogar las debilidades de Dazai.

Con el tiempo, sin embargo.

Ahora mismo, Chuuya está intentando averiguar cómo hacer algunos quehaceres en este lugar. Si va a dormir aquí, va a ser un maldito buen compañero de casa. Ser un vago inútil cerca de alguien tan productivo como Dazai Osamu es simplemente vergonzoso, sobre todo teniendo en cuenta su papel en la vida de Chuuya.

Mientras avanza por el pasillo, se da cuenta de que Dazai es el principal obstáculo que se interpone entre él y sus objetivos de mantener a su abuelo en el hospicio y enviar a Yoko a la universidad.

Excepto que ahora, Dazai es también... un aliado.

Es complicado.

Dazai tampoco conoce realmente a Chuuya. Ni una sola vez ha oído hablar del sofu de Chuuya, ni ha comprendido la gravedad de su situación financiera. No sabe por qué Chuuya necesita ganar la oferta de Gatsby.

Chuuya se apoya en la pared y observa cómo Dazai teclea furiosamente en su computadora, hay montones de apuntes a un lado de él y un par de libros de texto abiertos al otro.

Dazai teclea un poco y luego parece ejecutar cualquier programa que haya creado, algunas líneas de información se desplazan por la pantalla más rápido de lo que Chuuya puede leer. Un "FALLÓ" rojo aparece en los extremos de un par de esas líneas, en medio de la mayoría que terminan en un "APROBÓ" verde.

Chuuya da un respingo cuando Dazai cierra de golpe su computadora portátil, empujándola y golpeando su cabeza contra la mesa con un estruendo impresionante. Se le cae un AirPod.

Eso tiene que haber dolido.

Chuuya traga saliva, se aparta de la pared y se acerca a él.

Dazai no se mueve y, por un segundo, Chuuya sospecha que se ha desmayado. Contiene una carcajada mientras estira la mano para tocar el hombro de Dazai a través del fino algodón negro de la camiseta de manga corta que lleva hoy. El cuello redondo le da un aspecto elegante.

—¿Puedo ayudarte? —pregunta Dazai antes de que Chuuya pueda tocarlo. La mesa amortigua su voz.

Chuuya abre la boca, debatiendo si debe decir algo o no respecto a la frustración de Dazai con su trabajo.

Se da cuenta de que esta es una oportunidad para aprender sobre Dazai. Además, si se supone que va a vivir con este tipo, entonces será necesario algún punto en común para evitar que ambos se vuelvan locos.

A Chuuya no le gusta, pero lo sabe.

Entonces, aunque está lejos de estar en paz con la situación, fuerza las palabras.

—¿Estás bien? —pregunta Chuuya vacilante.

Dazai se sienta abruptamente, gira en su silla y presiona el dorso de su mano en la frente de Chuuya. Sus dedos están fríos. Parece preocupado.

—Chuuya, ¿te encuentras bien? —pregunta.

—¿Qué...?

—Acabas de preguntar sobre mi bienestar. Eso estuvo fuera de lugar. Tienes que tener fiebre, por lo menos. Oh, no-

—Idiota.

La preocupación se desvanece en el rostro de Dazai mientras estalla en risitas, esquivando el golpe cuando Chuuya intenta pegarle en la frente.

Chuuya ni siquiera sabe por qué intentó ser amable.

—Ciencias de la computación es frustrante —dice Dazai un momento después, recogiendo el auricular que se le ha caído y levantándose de la silla para mirar a Chuuya. Le sonríe suavemente—. Puedo hacerlo. Solo que...

Niega con la cabeza

Se queda en silencio unos segundos. Chuuya se cruza de brazos.

—Continúa —dice.

—Es agotador ponerme a trabajar —murmura Dazai tras unos segundos de más—. Concentrarse se hace difícil.

—¿Por qué elegiste ciencias de la computación, entonces? —pregunta Chuuya.

—Todo sería difícil sin importar la carrera que eligiera. Ciencias de la computación simplemente paga bien —responde Dazai, frotándose las sienes.

Chuuya asiente, masajeando su propio cuello mientras mira alrededor del estudio, el cual ocupa toda una esquina del piso superior. En el escritorio de Dazai caben dos personas. Si Chuuya camina un poco hacia la derecha, puede entrar en una pequeña alcoba llena de estanterías. Una mesa de té está en el centro de todas ellas, con cojines rodeándola.

La vista desde los grandes ventanales, como cualquier vista en este apartamento, es bastante impresionante.

—Bueno, entonces haznos un favor a los dos —le indica Chuuya.

Dazai lo mira con expresión inexpresiva.

—Tómate un descanso y enséñame el lugar.

Dazai se da vuelta para mirar hacia adelante, dejando que su cabeza cuelgue por un momento antes de ponerse de pie y hacer lo que le pide Chuuya.

Recorren el lugar rápidamente. No hay nada súper lujoso, pero es la limpieza general y el gran tamaño lo que le da un aire lujoso a todo.

Chuuya toma nota de los armarios y gabinetes llenos de sábanas de repuesto y artículos de limpieza, decidido a ocuparse de alguna mierda por aquí sin que nadie se lo pida.

—Y... he aquí mi habitación —presenta Dazai con indiferencia, moviendo su brazo para invitar a Chuuya a entrar—. Es muy interesante.

Chuuya frunce el ceño, devolviéndole la mirada.

Es... realmente muy bonita.

¿Sencilla? Sí. Pero lo simple es bonito, a veces.

Su armario está a la izquierda de su cama, la cual solo tiene almohadas grises, sábanas grises y edredón gris, y las paredes están desnudas de cualquier decoración. Chuuya va a mirar por la ventana de la derecha y descubre una vista muy parecida a la suya, ya que su habitación está en el lado opuesto del pasillo, solo a unos pocos pies de distancia.

Se da la vuelta y ve un frasco de pastillas naranjas en la mesilla de Dazai, junto a otras cosas. Chuuya mira a Dazai, quien parece haberlo sorprendido observando la medicación.

Dazai solo asiente con la cabeza, como si le estuviera dando permiso a Chuuya para investigar esto. Chuuya se da la vuelta, entrecerrando los ojos para leer el nombre de la receta.

Adderall.

Eh...

—¿Tienes TDAH? —pregunta Chuuya, volviéndose hacia Dazai.

Dazai vuelve a asentir.

Chuuya experimenta una extraña sensación de éxito, ya que Dazai se está sincerando con él.

Chuuya siente que Dazai podría estar empezando a confiar en él. Al menos es un poco aliviador, después de poner tanto de su destino en manos del otro. Los iguala. Lo mantiene justo.

—Probablemente no serías capaz de darte cuenta a menos que te lo dijera —dice Dazai—, ya que casi siempre estás conmigo en un ambiente altamente estimulante. Es más un problema en la universidad. Pero sí. Sobre todo por eso...

Se detiene y señala la botella de agua.

—No como mucho. Esta mierda mata mi apetito. También me da náuseas.

Chuuya ladea la cabeza al oír la palabra "náuseas" salir de la boca de Dazai. Él ya había dicho esa palabra antes.

En Minatomirai.

—Oh —asiente Chuuya, recordando cómo Dazai rechazó su sugerencia de comer algo hasta después de la carrera.

Chuuya se pregunta cuántas piezas más tiene que encontrar hasta armar el rompecabezas que es Dazai.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

Solo hace falta una semana para ver un poco más de color en las mejillas de Chuuya.

La octava carrera de Gatsby fue bastante decepcionante por parte de Dazai, consiguió otra victoria. Solo que no fue lo mismo sin Chuuya a toda máquina, pero al menos el impulsivo pelirrojo volvió al segundo puesto. Su récord es ahora de 5-3, pero Dazai sabe que su reñida rivalidad está lejos de terminar.

Todo el asunto de los compañeros de casa está funcionando sin problemas, algo que Dazai esperaba, a pesar de los conflictos que tiene con Chuuya. Se imaginaba que su única preocupación serían las facturas más elevadas, porque ni Chuuya ni Dazai tienen tiempo para pasar el rato en casa y estar atrapados en la presencia del otro.

Ya han caído en un ritmo.

La única forma que tiene Dazai de pensar siquiera en gestionar su vida con su horario de sueño (o la falta del mismo, en realidad) es evitar las clases matinales como si fueran la peste. Chuuya suele irse antes incluso de que Dazai baje las escaleras, porque su primer trabajo empieza antes que la primera clase de Dazai.

A Dazai le resulta desconcertante por qué Chuuya se preocupa por esto, pero le han dejado un desayuno completo con arroz al vapor, sopa de miso y pescado a la parrilla todos los malditos días de esta semana. Las porciones son incluso del tamaño adecuado para que pueda terminárselo todo antes de que le invada esa repentina sensación de asco por la comida.

Puede alimentarse solo. Dazai no es un mal cocinero. Pero dado que Chuuya se está esforzando de todos modos, Dazai no ve ningún sentido en desperdiciarlo.

Chuuya termina de trabajar a las cinco. Dazai llega a casa una hora más tarde, y ambos están demasiado cansados para molestarse mucho el uno al otro.

Chuuya duerme la siesta, Dazai hace sus tareas y un par de quehaceres domésticos, y luego cenan en un silencio colaborativo antes de dirigirse a la armería para su turno de noche.

Dazai se da cuenta de que Chuuya tiene mucho que decirle. Está enojado con él; enojado por estar atrapado aquí con él, y eso tiene sentido. Chuuya realmente lo odia.

Y en cuanto al odio de Dazai hacia Chuuya... bueno, a los ojos de Dazai, se necesita demasiada energía para odiar activamente a una persona durante tanto tiempo. Dazai simplemente es indiferente con las personas que no le agradan.

Chuuya es molesto. Pero ahora es una parte importante de la vida de Dazai (lo ha sido desde que puso un pie en Mayonaka) y es un poco inmaduro negarlo.

Hoy, Dazai regresa pronto de clase. Cuanto más se acercan los finales, menos materia estudian sus profesores.

Decide ir a la cafetería en la que trabaja Chuuya. Será interesante ver cómo es fuera de Mayonaka.

Dazai no puede imaginarlo siendo amable con extraños.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

—Chuuyaaa —llama Yuan, su voz es suave y no está del todo allí, como si estuviera tratando de susurrar a medias, lo que provoca un incómodo hormigueo en Chuuya.

Su pequeño y estúpido tono ASMR, que suena pegajoso cada vez que su lengua toca el paladar, lo hace sentirse jodidamente violento, y eso sin pensar en lo molesta que es ella misma.

Maldita sea, habla más alto. Lo juro por DIOS-

Está haciendo todo lo posible para no abrir la boca en este momento, porque cualquier cosa que quiera decir seguramente la hará llorar, y Chuuya simplemente no quiere lidiar con eso.

—Deberías llevarme a cenar esta noche —dice Yuan, y continúa con ese maldito medio susurro que está poniendo las extremidades de Chuuya rígidas porque apenas puede escucharla a través de sus intentos de sonar seductora. Esta es probablemente la 27ª vez que invita a salir a Chuuya.

Ella pasa por alto al cliente que tiene delante para hablar con él. Yuan juguetea con algunos de sus mechones color rosa bebé.

Chuuya está jodidamente harto. Todos los malditos días es la misma mierda de siempre.

—Estoy ocupado —responde Chuuya con toda la calma que es capaz de reunir, poniéndose delante de ella para atender al hombre de mediana edad al que está ignorando muy poco profesionalmente.

—Aw. Nos divertiríamos, te lo sigo diciendo.

—Sinceramente me divertiría más con un maldito ornitorrinco.

—¿Qué? Ni siquiera me has dado una oportunidad...

—Hola señor, siento lo de ella —empieza Chuuya, contorsionando su cara para ofrecerle al hombre una sonrisa plana—. Desertó del jardín de infantes.

—Eres tan grosero...

—¿Qué le sirvo? —pregunta Chuuya para suavizar la severa incomodidad que seguramente hará que este estúpido lugar tenga una mala crítica, tocando la pantalla conectada a la caja registradora mientras comienza a tomar la orden.

Es una locura que aún no hayan despedido a Yuan, pero Chuuya no es alguien que se queje con nadie solo para que eso suceda.

El aire acondicionado golpea su nuca y se estremece, la piel de gallina brota de su piel.

Su otro compañero está en el extremo izquierdo, detrás del mostrador, preparando bebidas y calentando aperitivos a gran velocidad mientras Chuuya toma nota de los pedidos. Yuan no hace precisamente nada.

Shirase es un tipo relajado. Chuuya no cree que sea gran cosa (solo le falta personalidad), pero prefiere a ese chico antes que a Yuan.

Chuuya está en la última hora de su turno, pero la última siempre es la más larga.

Se aleja del frente por un momento para ayudar a Shirase a preparar bebidas, trabajando en el chocolate caliente de un niño.

Chuuya le sonríe al niño (debe tener siete, quizá ocho años; le faltan un par de dientes) mientras le da la bebida, porque todos los niños que ha visto últimamente le recuerdan a Yoko.

—Es lindo cuando los hombres son buenos con los niños —le dice Yuan.

Chuuya quiere transportar su cuerpo a otro lado.

Levanta la vista hacia el siguiente cliente, y su cabeza se echa hacia atrás cuando Dazai le sonríe suavemente, con una mochila negra colgando de un hombro. Sus aretes y horquillas captan la luz del atardecer que empieza a entrar en la cafetería, y algunos de sus mechones castaños se vuelven rojos bajo el brillo naranja.

Chuuya simplemente se queda inmóvil, con los brazos cayendo a sus lados. No es fan de Dazai, pero cualquier cosa es mejor que Yuan.

—¿No tienes frío? —pregunta Dazai, frunciendo el ceño hacia Chuuya y señalando su pecho.

Chuuya se mira a sí mismo, y cómo lleva puesta su camiseta negra y gris y su franela bajo el delantal.

Hoy hace un frío del carajo, el único calor proviene de los tenues rayos de sol que llegan a la cara de Chuuya.

—Uh...—empieza, su cerebro se siente como una papilla absoluta por todo lo que está pasando.

—Él está bien —afirma Yuan, agarrándose al brazo de Chuuya.

El ojo de Chuuya sufre de un tic.

Dazai solo la mira fijamente, el brillo de sus ojos muere. Su expresión se oscurece en esa mirada que convence a Chuuya de que este chico es capaz de asesinar.

—Chuuya —enuncia Dazai, sin siquiera pestañear mientras la mira fijamente—, necesita explicarme por qué no tomo una de mis sudaderas esta mañana.

El agarre de Yuan sobre Chuuya se afloja mientras un pequeño jadeo sale de su boca. Los dos le dan ganas de poner los ojos tan en blanco que se desmaya.

—Estás estancando la fila, Dazai —dice, porque Chuuya tiene que espabilar. Aparta a Yuan de un empujón, pero conserva la cortesía de hacerlo con la delicadeza suficiente para no hacerle daño.

—Estoy bien —anuncia, aunque... tiene bastante frío.

Solo necesito dejar de ser dramático.

—¿Ah, es así? —canturrea Dazai, sacando la billetera de su bolsillo.

La única ropa "abrigada" que tiene Chuuya en su armario es su franela y su chaqueta de carreras, y esta última es demasiado llamativa y poco práctica para el trabajo.

Él está bien. De todas formas, debería acostumbrarse al frío, ya que el invierno llegará en uno o dos meses.

Chuuya es muy consciente de que Yuan está como estatua a su lado, observando cómo se desarrolla todo esto.

—Por supuesto —confirma Chuuya.

Es un poco gracioso que Dazai solo haya tardado diez segundos en darse cuenta de la dinámica que tiene con Yuan. Él no ha dicho gran cosa, pero Dazai aun así se las ha arreglado para dejarla callada de una puta vez.

Dazai finalmente aparta su mirada de Yuan, y Chuuya mira hacia la caja registradora mientras el otro abre su mochila y busca algo.

—Tomaré un café con leche helado —pide Dazai mientras está en ello—. Añade la cantidad de vainilla que necesites para que esa mierda sea lo bastante dulce como para ponerme en órbita.

Chuuya esboza una sonrisa acompañada de una risita.

Dazai le parecía el tipo de persona que pediría un café negro puro.

Tal vez en otro universo.

—Entendido —resopla mientras Dazai le pasa su tarjeta. Sus dedos se rozan brevemente en el intercambio, y Chuuya levanta la vista para ver cómo Dazai le guiña un ojo rápidamente antes de dejar su suéter negro sobre el mostrador, con uno de sus hoyuelos ligeramente marcado por el movimiento.

Maldito astuto.

—Te esperaré para que podamos irnos juntos a casa —dice Dazai, cerrando la cremallera de su mochila.

Y se marcha.

—¿Tienes novio? —pregunta Yuan con voz pequeña, y Chuuya hace lo posible por no reírse de lo dolida que suena.

Él la mira con las cejas levantadas y una sonrisa incrédula, luego se inclina un poco para verla a la altura de los ojos.

—¿Algún problema? —pregunta en un susurro, incapaz de contener la risa entrecortada en su garganta mientras se aleja.

Dazai está jodidamente lejos de ser su novio, pero Chuuya le debe cero explicaciones a Yuan.

Se quita el delantal para ponerse el suéter negro que acaban de dejarle. Después de todo, no sirve de nada abandonarlo en el mostrador.

Dazai saca su computadora portátil en una mesa circular no muy lejos de la caja registradora, encontrándose con los ojos de Chuuya de vez en cuando mientras se acomoda para trabajar.

Qué... ordinario.

Qué ordinarios se ven ambos.

Él no es un famoso corredor callejero ahora mismo, y tampoco lo es Dazai.

Solo es Nakahara Chuuya. Un tipo que trabaja en una cafetería.

Es casi como si nada estuviera mal en la vida de Chuuya. Es casi fácil fingir que ahora mismo no tiene ni idea de lo que significan frases como "la oferta de Gatsby" y "Prince" y "McQueen".

Esos son todos los pequeños secretos de Dazai y Chuuya mientras el sol todavía está afuera.

El resto de su turno transcurre con más facilidad.

▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄▀▄

Dazai está teniendo una buena sesión de estudio. Hacer el trabajo con un montón de gente alrededor hace que sea más fácil concentrarse, a pesar de lo cansado que está. Hay algo en la responsabilidad de parecer estudioso, y puede que el ruido blanco de los humanos simplemente existiendo también ayude. Además, Chuuya está ahí.

—Hey —llama esa voz familiar, profunda y áspera y completamente impropia para la estatura de su portador—. Ya terminé.

Dazai presiona el control S, apaga su computadora portátil y devuelve sus AirPods a su estuche, suspirando mientras empaca sin decir palabra.

Mira a Chuuya, con esta nueva tregua flotando en el aire que los rodea. Parece que cada vez es más fácil para Chuuya mantener la calma con Dazai.

Sin embargo, hay algo diferente en su expresión.

Chuuya no necesita decir nada para que Dazai lo entienda. Dazai ha notado, desde las comidas hechas hasta las habitaciones limpias y su cama tendida con las que llega a casa, que Chuuya se siente un poco en deuda con él.

Sin embargo, ha decidido no decir nada al respecto. Es egoísta de su parte, incluso maldadoso, pero lo está disfrutando. Le permite mentirse a sí mismo durante un rato; le permite fingir que alguien se preocupa por él.

Dazai se pone la mochila y sigue a Chuuya hasta la puerta. Se ve muy sexy en ese suéter negro de Dazai. Le queda muy bien.

El negro le sienta bien a Chuuya.

—¡Adiós, Yuan! —dice Dazai en tono cantarín, despidiéndose con su mano mientras sale por la puerta que Chuuya le mantiene abierta. Había leído la etiqueta con el nombre de la chica hace algún tiempo.

Chuuya estalla en carcajadas, carcajadas de verdad, mientras deja que la puerta se cierre. Como de costumbre, Dazai suelta su propia carcajada solo de oír la maldita risa de Chuuya.

—Eres un idiota —se ríe Chuuya, dándole una palmada en la espalda a Dazai mientras se alejan.

Dazai sonríe para sí mismo ante el contacto.

—Encontraste toda esa terrible experiencia increíblemente divertida. No me mientas —responde.

—Eso no cambia el hecho de que eres un imbécil. Solo significa que yo también lo soy —señala Chuuya.

Eso es algo con lo que Dazai puede estar de acuerdo. Le da unas palmaditas a Chuuya en la cabeza, peinando uno de sus mechones en el lado corto.

Cruzan la calle, se dirigen al estacionamiento y sacan las llaves de sus bolsillos en cuanto ven sus autos. Dazai había buscado a Arahabaki solo para estacionarse junto a ella, y ahora ambos autos están estacionados en reversa, de modo que sus luces delanteras miran hacia el frente.

Detiene a Chuuya con una mano antes de que abran sus autos y saca su teléfono de su bolsillo.

—Se ven muy atractivos juntos —comenta Dazai, tomando una foto.

Chuuya tararea.

Dazai no puede publicar esa foto en ningún sitio, por el bien de su reputación. Pero puede quedársela, solo para él. Supra a la izquierda, Z a la derecha.

El sol poniente se filtra a través de las paredes abiertas de la estructura. #

El anochecer tiene cierta luz que no es tan intensa como la del mediodía. Es más fácil para Dazai mantener los ojos abiertos incluso cuando está brillando directamente en su rostro, como sucede cuando él y Chuuya escapan de la estructura de concreto del estacionamiento.

Dazai sigue el automóvil familiar de Chuuya a través de las carreteras entre los rascacielos del centro, los dos aceleran lentamente hasta que entran y salen del tráfico a un ritmo que supera con creces el límite de velocidad. Conducen en formación coordinada, donde Chuuya gira y Dazai sigue sus huellas exactamente un segundo después.

Llaman la atención de los transeúntes mientras circulan por las calles. El alerón trasero GT de fibra de carbono de Chuuya y las enormes llantas negras de Dazai delatan que conducen autos cargados de adrenalina.

A medida que se acercan a una zona menos condensada de la ciudad, la cantidad de autos disminuye y las calles se expanden.

El cielo parece un cuadro esta tarde. Es melocotón y bígaro, y está cubierto de nubes espesas y esponjosas que brillan cuando les da el sol.

Dazai frunce las cejas por un segundo, resoplando con una sonrisa mientras algo diminuto en él estalla de emoción mientras conduce. Es una sensación extraña.

Se siente como la libertad. Buenos tiempos. Agua con cloro en una piscina en un día caluroso, aunque el invierno se acerque rápidamente. Dazai se siente ligero, y conducir detrás del Z de Chuuya tiene la culpa de ello.

Mientras Arahabaki acelera y frena suavemente por estas calles, Dazai puede imaginar exactamente cómo se ve Chuuya en su asiento de conductor. El pensamiento se apodera de la mente de Dazai, y está más que dispuesto a entretenerlo.

Se imagina a Chuuya recostado en su asiento mientras agarra el volante con una mano, mientras la otra descansa sobre la empuñadura de katana que es la palanca de cambios.

Piensa en Chuuya realizando todas esas maniobras bruscas con total tranquilidad, completamente despreocupado por la carretera porque la conoce como la palma de su mano.

La imagen es un poco demasiado atractiva.

Dazai desbloquea su teléfono, sujeto por el imán que lleva enganchado en la rejilla de ventilación. Llama a Chuuya.

—¿Eh? ¿Qué sucede?

—Enciende tus LED —pide Dazai, con una sonrisa que Chuuya no puede ver.

Se siente audaz.

—El sol se está poniendo. Anda. Vamos a dar una vuelta, tú y yo.

Chuuya no contesta, pero Dazai ve que la franja que descansa bajo su parachoques empieza a moverse entre los colores del arco iris, el resto de su brillo interior se enciende con él.

Dazai sonríe para sí mismo, deslizando su pulgar alrededor de su teléfono para encender sus propias luces. También tiene tiras LED integradas en sus ruedas.

El interior de Chuuya empieza a brillar débilmente a través de sus vidrios polarizados.

Dazai se está terminando de acomodar cuando Chuuya de repente sale disparado por la carretera, la cual está casi vacía ahora que se dirigen a la parte trasera de Yokohama.

—HEY-

—Ponte al día, imbécil.

Dazai se ríe, negando con la cabeza mientras pisa el acelerador para alcanzar la velocidad de Chuuya.

No va a pensar a cuál de los dos tiene que culpar más por el tirón que siente ahora mismo en el estómago.

—¿Por qué todo contigo tiene que ser una maldita competencia? —grita.

—Cállate. Te encanta.

Eso provoca una sonrisa en Dazai, quien acelera hasta poner sexta y pasar fácilmente a cien por el carril.

—Me vas a pagar la gasolina después de esto.

Dazai se ríe, negando con la cabeza mientras diseña una ruta turística para ellos.

—La autopista —dice—, en el circuito de Shutoko. Justo después del Laberinto...

—¿El qué?

—¡El túnel! —exclama Dazai, gritando para que se le oiga por encima del motor.

—¿Me estás pidiendo que te lleve hasta allí? —le pregunta Chuuya.

Esta pequeña mierda.

Dazai se burla, dejando caer la mandíbula mientras se ríe.

Eso que dice es muy propio de Dazai. Está intentando superarlo. A él. Esta. Pequeña. Mierda.

—Creo que preferirías que yo te llevara a ti —replica, presionando aún más fuerte el acelerador hasta que está al ras contra la izquierda de Chuuya.

—Responde a la maldita pregunta, McQueen.

Dazai suspira.

—Sí, Chuuya —responde en un tono burlonamente dulce, pero ¿sinceramente?... A Dazai no le importa dejar que Chuuya gane esta vez—. Quiero que me lleves allí.

—Eso no fue tan difícil, ¿verdad? —se burla la voz de Chuuya.

Dazai suelta una risita, la familiar sensación de que sus tripas son empujadas hacia atrás hace que este raro burbujeo sea aún más intenso.

—Tú también lo quieres —murmura, dejando caer la cabeza sobre su asiento mientras se relaja en la familiar sensación de conducir rápido.

—¿Quiero qué, exactamente? —pregunta Chuuya.

Así que ambos se sienten audaces hoy.

—Oh, ya sabes —responde Dazai con pereza, mientras sus labios esbozan otra pequeña sonrisa.

Retrocede para seguir a Chuuya nuevamente por detrás, quien desacelera lentamente por la carretera ancha y vacía. El ángulo de su auto cambia muy ligeramente.

Dazai conoce muy bien ese pequeño giro a la derecha, y sus labios se extienden en una sonrisa orgullosa.

—De acuerdo, Prince —comenta con un movimiento de cabeza, retrocediendo para darle a Chuuya un poco de espacio antes de seguir el movimiento, enderezando la espalda y cambiando de marcha mientras se prepara para el derrape.

Yosano no puede enterarse de esto. Dazai y Chuuya serán regañados por no llevar el casco.

De repente, Chuuya hace ese giro brusco a la derecha, y Dazai imita el movimiento, apretando el corazón y, al mismo tiempo, aflojando el agarre de su rueda durante medio segundo para dejarla volar hacia la izquierda mientras sus neumáticos empiezan a rozar el asfalto, como si estuviera volando. Su Supra derrapa cada vez más cerca del Z de Chuuya, hasta que sus costados están a solo una pizca de tocarse.

La cabeza de Dazai da vueltas, y no es por el derrape.

Su dramático giro en U llega a su fin cuando Chuuya comienza a enderezarse y Dazai le sigue para evitar cualquier choque, Arahabaki levanta un poco de polvo mientras emprenden el camino de vuelta a través de la ciudad.

Chuuya empieza a poner a prueba a Dazai varios minutos después, añadiendo pequeños derrapes poco profundos donde puede sin chocar con otras personas.

Dazai acelera con fuerza para permanecer al lado de Chuuya en todo momento. Aprieta su dolorido estómago con cada giro, un cosquilleo recorre todo su cuerpo con cada derrape.

A Dazai le recuerda demasiado a su primera carrera, que poco a poco se está convirtiendo en un agradable recuerdo, por alguna extraña razón.

Dazai prefiere no pensar.

Sabe que esto no va a acabar bien, pero a pesar del inevitable dolor, no ve ningún problema en perseguir el placer mientras pueda.

Pronto se encuentran en el circuito de Shutoko, con el túnel a un par de curvas de distancia, mientras el sol les desea las buenas noches.

Una vez dentro del túnel, Dazai empieza a recordar su segunda carrera, y aquella entrada de 360º que tomó a Chuuya completamente desprevenido.

Nunca olvidará el miedo en la voz de Chuuya al pronunciar el nombre de Dazai.

Se abren paso hasta el final del Laberinto, zigzagueando entre los autos que hay en el túnel antes de llegar finalmente al largo tramo de carretera en el que la mayoría de sus carreras han llegado a la meta.

Excepto que esta vez, Dazai no está calculando los movimientos que tendrá que hacer para llegar a la salida de la autopista antes que Chuuya.

Solo mira por la ventanilla y observa las nubes contorsionarse en el cielo con la certeza de que Chuuya está a su lado, sano y salvo bajo su vigilancia.

Respira hondo, saboreando el subidón, porque en cuanto todo esto acabe, volverá a golpearlo. Todo lo que tiene que cuidar. Todo lo que tiene que encontrar. Todo lo que necesita para sentarse y hacerle frente.

Hay una salida que los lleva a lo largo del borde del agua. Están en ella varios minutos más antes de que Chuuya señale una ruta que lleva a un puerto recreativo

La toman, reduciendo considerablemente la velocidad mientras ambos navegan por las estructuras del mismo. El olor del océano se infiltra en el auto de Dazai a través de las ventanillas cerradas, y lo respira profundamente hasta que finalmente se detienen cerca de la orilla del puerto.

Dazai cuelga la llamada y deja que sus ojos se cierren un momento antes de bajarse.

Va a extrañar esta falsa pretensión de que todo está bien y la idea de que no hay incertidumbre dentro de su cuerpo sobre esta entidad ardiente que es Chuuya.

Dazai está acostumbrado a tener razón sobre cómo irán las cosas.

La mano de Chuuya se cierne sobre el capó cerrado de Arahabaki cuando Dazai sale al aire frío y perfumado de sal, él claramente se encuentra verificando si su capó está lo suficiente frío como para sentarse en él sin quemarse el culo.

Dazai sabe que debe estar demasiado caliente, con la forma en que Chuuya acaba de acelerar su motor. Sabe que Chuuya también lo sabe.

Dazai ladea la cabeza, preguntándose si el problema de Chuuya es con el fuego o con el calor en general.

Cuando se acerca agarra a Chuuya por la muñeca cubierta por su suéter y lo guía hacia el lado del conductor de su auto hasta que ambos se apoyan en la puerta de Arahabaki y miran los reflejos brillantes de la luna en el agua.

Los sonidos de la ciudad son amortiguados por el mar que golpea los laterales del puerto de vez en cuando, y Dazai no puede concentrarse en nada más que en eso y en Chuuya.

Es pacífico.

—¿Y bien? —pregunta Dazai para romper el silencio—. ¿Cómo te sientes?

Chuuya respira hondo y mete las manos en sus bolsillos mientras mira fijamente al cielo añil. Está ocultando la mayoría de sus estrellas a la vista.

—Ligero —murmura, sus dientes delanteros captan la luz de la luna mientras sus labios se separan al exhalar.

Dazai resopla, dejando colgar la cabeza mientras observa el suelo.

—De acuerdo —acepta—. Pero... ¿qué te pareció conducir... conmigo? —Dazai continúa insistiendo.

No debería preguntar eso.

Realmente no debería.

Pero al final no importa.

Chuuya se limita a mirarle fijamente durante un segundo antes de que Dazai caiga casi paralizado al suelo por el agudo dolor que siente en el estómago. El golpe es seguido por un maldito placaje de Chuuya contra Arahabaki.

—Mierda —sisea Dazai con una risita ahogada, desplomándose sobre sí mismo donde Chuuya acaba de clavarle el codo, su espalda presionando el pecho de Dazai desde un lado.

Maldita sea, eso duele.

—Eso te pasa por ser un imbécil enorme —enuncia Chuuya—. Eso es todo lo que eres, Dazai Osamu. Solo una polla grande, gorda y andante...

Dazai estalla en carcajadas mientras se inclina para intentar abrazarse a sí mismo. No sabe por qué le hace tanta gracia; es solo una reacción tan claramente Chuuya...

Se detiene, dándose cuenta de repente de por qué no consigue que su mano cubra el trozo de piel en el que Chuuya clavó su codo. Dazai mira al impulsivo chico, quien aún no ha abandonado su posición en la que está apoyado en el costado de Dazai.

Chuuya se estremece contra él, sus dientes rechinan audiblemente durante medio segundo mientras se abraza a sí mismo, su cuerpo parece hundirse en el suéter negro de Dazai.

Todo el torso de Dazai duele como el infierno, pero no se está enfocando en eso ahora.

—¿No tienes frío? —pregunta Chuuya.

Nota:

Podrás dar clic en el enlace en la parte inferior para ir a una página donde la autora tiene varias cosas sobre motorsport.

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