AMO© |TRILOGÍA AMOS 1|

By GenevaMorte

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[PRIMER LIBRO TRILOGÍA AMOS] Érase una vez un ángel y un demonio. El ángel conquistó al demonio con su perve... More

Introducción
1⛥The Beggining
2⛥Magic
3⛥Signs
4⛥Initiation
5⛥ Dream
6⛥Medallion
7⛥Heart
8⛥Help
9⛥Inusual
10⛥HeartBeats
11⛥Sweet Kimberly
12⛥ Angel
13⛥Possession
14⛥Soul
15⛥Problem
16⛥Fucked
17⛥Hunt
18⛥Bloody Night
19⛥Funeral
20⛥Cookies
21⛥Dreams
22⛥Efona
23⛥Rare
24⛥The Process
25⛥Spiritual
26⛥Aradia
27⛥Power
28⛥Cookies
29⛥Change
30⛥Reality
31⛥Experience
32⛥Protection
33⛥Caos
34⛥Strange Shaking
35⛥Mom
36⛥Feelings
37⛥Fear
38⛥Greenland
39⛥Distance
40⛥Questions
41⛥The Masters
42⛥The Whip
43⛥Hells
44⛥Gold Teeth
45⛥Answers
46⛥Liers
47⛥Favour
48⛥War
49⛥The Time
50⛥The Tramp
51⛥Intruder
52⛥The Truth
53⛥The Invitation
54⛥Plans
55⛥Traitor
56⛥ The Mansion
57⛥The Dinner
58⛥ Blood
59⛥The Perdition
60⛥The Union
61⛥Brothers
62⛥The Revenge
63⛥The Return
64⛥The Reunion
65⛥Exorcism
66⛥The Investigation
67⛥The Fog
68⛥The Invocation
69⛥Dissapointment
70⛥The Feathers
71⛥The Cure
72⛥The Control
73⛥The Explanations
74⛥Freedom
75⛥The Feel
76⛥Sister
77⛥Craziness
78⛥The Warning
79⛥The Revelation
80⛥The Mountain
81⛥The Pet
82⛥The Destiny
83⛥Lilith
84⛥Celestial Light
85⛥The Speech
86⛥The Sparks
87⛥Tragedy
88⛥Stones
89⛥Reality
90⛥Enemy
92⛥Daggers
93⛥The Creatures
94⛥Power
95⛥Bad Sensations
96⛥The Enemy
97⛥Help
98⛥The Plan
99⛥The Battle
100⛥The End
⛥Epílogo⛥
⛥Agradecimientos⛥
⛥AMA⛥

91⛥The Decision

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By GenevaMorte

Capítulo dedicado a YesiSalvadorMadrigal




La oscuridad es inevitable.

La oscuridad no sería algo de lo que podría desprenderme.

Sentía un profundo temor. Un temor que seguía creciendo con cada lágrima que Efona seguía derramando. Si una poderosa y sabia bruja no encontraba solución alguna a lo que se aproximaba, ¿cómo sería yo capaz de hacerlo? No había sabiduría en mí, al igual que tampoco había orden.

Era hija de Lilith. Hija de una de las más poderosas mujeres, al igual que también era hija de Samael, uno de los primeros traidores celestiales. Esa no era una buena combinación al parecer, ya que todo el caos y destrucción que esa unión parecía manar había sido depositada en mí. Podría ser capaz de hacer agonizar a ángeles y demonios con las venas de mis manos. Podría incluso devolverlos a sus hogares, pero eso no era suficiente. Nada parecía ser suficiente.

No tenía idea alguna de cómo derrotar a mis enemigos. No tenía idea alguna de cómo hacer para que estén dispuestos a mantener una conversación decente sin querer degollarme. Era consciente de que tenía a mis hermanos, los cuales estaban dispuestos a desmembrar al enemigo por mí. Pero el sentimiento de no llevar las cosas por ese camino me impedía dar orden alguna. Había algo erróneo en mí. Lo supe por cómo mi padre Samael me miraba, a la espera de que actuara con la misma oscuridad que mis hermanos. Pero esa espera lucía eterna.

A veces lograba arrepentirme profundamente. Arrepentirme de haber vuelto a tomar el control de mi cuerpo y mente y habérselo negado a mi oscuridad. Oscuridad que no quería volver a emerger. Al menos ella pensaba con la cabeza despejada. Al menos ella no permitía que las voces de su mente gobernaran sobre su razón. Y tampoco lloraba a cada hora.

Efona retornó a su hogar antes del amanecer.

No quiso quedarse y seguir llorando, al parecer. Ninguno de nosotros logró encontrar solución alguna a parte de la de aguardar tranquilamente al enemigo. Al segundo, enemigo. Antes de irse nos sugirió el poner una vela blanca junto al lugar donde falleció Priscila al igual que nos hizo prometer el sahumar el lugar para que ésta pudiera descansar en paz.

-Antes de poner la vela hay que sahumar primero. -me indicó Deimos una vez que Efona partió.

Asentí, sin prestarle mucha atención a sus palabras.

Me mantuve de pie y con la mirada fija en las llamas naranjas.

-¿Además de guerrero eras brujo? -murmuré distraídamente.

-¿Cómo crees que el ser humano a llegado a poseer tales conocimientos? ¿Por sí mismo? -preguntó burlonamente a la vez que me acompañaba, metiendo sus manos en su chaqueta de cuero negro.

-Creía que esos conocimientos provendrían desde abajo, no desde arriba. -contesté, mordiendo la uña de mi dedo pulgar.

Asintió, con su mirada puesta en mí.

-Lo celestial siempre le a otorgado al hombre las erramientas para mantener la magia viva. Claro que debe de haber siempre un equilibrio y lo oscuro tuvo que entrar en escena, manipulando ciertos ingredientes y palabras.

Asentí, absorviendo todo y nada a la vez.

-Saldré a comprar las velas y las plantas para el sahumerio. -me comunicó tras no ver más indicios de comunicación por mi parte.

Volví a asentir, sin desviar mis ojos de la chimenea.

Quise haber prestado más atención a sus palabras. Tal vez dijo algo antes de irse... ya que no volví a saber de Deimos en todo el día.

Sabía que no le daba mucha atención a la teconología pero siempre transportaba su teléfono móvil con él. Teléfono que no descolgó en todo el día. Por la mañana no me escandalicé ya que pensé que podría estar visitando a Tracy o incluso haber ido a la capilla. Pero cuando empezó a atardecer mi preocupación aumentó a tal grado que tuve que contárselo a los demás.

El último al que llamé fue a mi mejor amigo.

-¿No te dijo a dónde iría a comprar las cosas? -preguntó Alexander.

Me senté en el sofá a la vez que intentaba evitar el arrojar el teléfono a las llamas porque esa era la misma pregunta que todos los demás me habían hecho.

-No, Alexander. Ni siquiera presté atención a sus palabras.

-Complicado dar con él, entonces. Me pregunto si podrías invocarlo con algún ritu...

-Alexander. -gruñí, apretando el puente entre mis ojos al escuchar su carcajada.- Hablo en serio. Con los enemigos que tengo encima ahora me preocupa el que puedan hacerle algo.

-¿Enemigos? ¿Acaso no eran sólo los ángeles?

Abrí los ojos para fulminar a la nada.

Bajé la mirada a mis manos descubiertas y por unos segundos quise poder desintegrarme a mí misma.

-¿Kimberly?

Suspiré para después poner el teléfono contra mi pecho unos largos segundos. Estaba cansada de mentir y de guardarme las cosas para mí misma por lo que opté por dejarles saber sobre la amenaza que se acercaba por oriente.

Era algo inevitable y por lo tanto tarde o temprano se acabarían por enterar.

-Efona nos a visitado. Al parecer hay un nuevo enemigo, del cual no conocemos nada a parte de que es sangriento y despiadado.

Fue el turno de Alexander de quedarse en silencio.

Le escuché maldecir y tropezarse con algo. Acto seguido se escuchó una risa femenina. Mis cejas se alzaron a la vez que una pequeña sonrisa se asomaba por mis labios al identificar a la dueña de esa risa. Alexander le susurró algo para que no hiciera ruido.

-¿Todo bien? -pregunté sin poder evitar sonreír.

-S-sí solo que me has pillado desprevenido. -dijo a la vez que se escuchaba una puerta cerrarse con fuerza.- Joder, Kimberly...

Asentí para mí misma.

Levantándome volví a ver por décima vez por las cortinas pero seguía sin haber rastro alguno del coche de Deimos.

-Si no puedo siquiera vencer a un enemigo del que sé todo, ¿cómo demonios voy a vencer a uno del que no sé nada? -pregunté, apoyando mi frente contra el helado vidrio de la ventana.

-Venceremos, Kimberly. Todos estamos contigo, ¿recuerdas?

Inspiré hondo y retuve el aire por más tiempo de lo normal, impidiendo a mis labios el reproducir la verdad que ambos sabíamos.

Fue entonces que un coche apareció en mi campo de visión y corrí hacia la puerta. Salí descalza y la decepción se adueñó de mí cuando el coche pasó de largo. Jadeé a la vez que sentía mis ojos escocer. ¿Dónde demonios estás, Deimos?

-Son las nueve de la noche. ¿Podrías esperar unas horas más? La última vez desapareció más de un mes.

Sus palabras no ayudaron en nada por lo que opté por aceptar el esperar un poco más antes de entrar oficialmente en pánico.

-Esperemos un rato más. Si sigue sin aparecer entonces tomaremos medidas en ésto. -prometió.

Me despedí de Alexander justo cuando una diminuta bola blanca bajó del cielo para después reposar sobre mi nariz, convirtiéndose en agua. Mis cejas se alzaron con sorpresa al elevar la mirada al oscuro cielo.

Nieve.

Estaba nevando. Cerré los ojos, permaneciendo en esa posición por varios minutos. Fueron tantos que escuché a mi abuela llamarme desde la entrada de su casa. Abrigada con su albornoz azul hizo amago de avanzar hacia mí pero la detuve.

-¡Estoy bien! -grité, deteniendo sus pasos.- ¡Está nevando! -dije con una sonrisa llena de lágrimas en los ojos.

Mi abuela entonces pareció darse cuenta de ello ya que adoptó la misma expresión de asombro que tuve al principio.

No lograba recordar con exactitud el año en que Salem había visto por última vez algo que no fuese frío y lluvia. Pero sí recordaba el estar con mis padres terrenales, llena de júbilo y alegría mientras jugábamos con la nieve.

Mi sonrisa contagió a mi abuela.

-¿Quieres pasar? -preguntó, señalando la puerta entrecerrada.

Por unos segundos quise olvidarme de todo y sólo permanecer con ella, sentadas en el sofá con una gran bandeja de galletas recién horneadas y una pésima película reproduciéndose de fondo. Pero negué.

Negué tras mirar la carretera desierta. Deimos podría volver en cualquier momento y quería que me encontrara de brazos cruzados, esperándole con cientas de preguntas.

-Tengo cosas que hacer... -dije sin estar segura de que me hubiese escuchado.- Buenas noches, abuela.

Y bajo su atenta mirada volví a entrar a la casa de Melanka.

Cuando mi espalda chocó contra la puerta cerrada dejé las lágrimas fluir. Me dejé caer en el suelo a la vez que el silencio de la casa me taladraba los oídos. No podía lidiar con ésto yo sola sin perderme por completo a mí misma. Eso era algo que me empezaba a quedar demasiado claro. ¿Qué podía hacer en ésta situación? Había revisado el grimorio de Armadel pero empezaba a impacientarme el que últimamente no tuviera las respuestas que necesitaba.

Podía lidiar con tener a los ángeles pisándome los talones. También podía lidiar con el terror de tener un nuevo enemigo del cual desconocía todo... ¿Y ahora debía de lidiar con la ausencia de Deimos?

¿Cuándo demonios tendría un descanso?

Me levanté finalmente para dirigirme hacia el cuarto de baño. Esperaría una hora más. Si Deimos no aparecía en una hora entonces yo misma convocaría a quien hiciera falta para ayudarme en su búsqueda. No sería algo de mi devoción ya que los nombres que empezaban a aparecer no eran presencias agradables.

¿Sería mucho pedir el que siguieras conservando conmigo la esperanza? Sólo un poco más...

Mis labios temblaron cuando estuve en frente del espejo del baño. Observaba mi reflejo, con la única luz de la luna creciente escurriéndose por la ventana. ¿Por qué cada vez que decidía tener esperanza acababa por aparecer algo que me hacía imposible el conservarla? Apreté la mandíbula mientras las palabras de Deimos seguían reproduciéndose en bucle en mi mente.

Las tres primeras reproducciones las pude aguantar pero cuando me fue imposible el pensar en otra cosa que la expresión de su mirada al decir tales palabras perdí el control de mi mano derecha y con fuerza ésta se estrelló contra el espejo, rompiéndolo en cientos de pedazos pequeños. Un jadeo salió de mis labios a la vez que daba varios pasos hacia atrás. Mis ojos observaban con fascinación e inseguridad a la vez el agujero negro que tenía en frente de mí. Mi mano había atravesado la pared. Era un agujero hueco del tamaño del espejo.

Mantuve una larga lucha entre mi cerebro y mis piernas, las cuales se negaban a avanzar. Al menos no sin luz alguna. Corrí hacia el salón y tras unos segundos de intensa búsqueda al fin pude dar con mi teléfono móvil. Tras cogerlo de la mesa del comedor lo desbloqueé para encender la linterna y volví a encaminarme hacia el cuarto de baño. Logré subirme encima del lavabo tras retirar los cristales de éste y de cuclillas introducí el móvil en el agujero con la intención de vislumbrar algo. Cuál fue mi sorpresa que en el mismo momento en que el teléfono entró, la linterna se apagó.

Fruncí el ceño, volviendo a sacar el teléfono para encenderla de nuevo, pero en cuanto el teléfono salió del agujero ésta volvió a prenderse sola. Éste movimiento lo repetí más de cinco veces y enfadada arrojé el teléfono al pasillo.

La oscuridad que tenía en frente de mí enviaba escalofríos constantes a mi espina dorsal. Sin querer adentrarme a ciegas opté por vaciar el recipiente de los cepillos de dientes y sin dudarlo ni un segundo lo arrojé al vacío.

Uno... Dos... Tres.

No era una larga distancia. No me partiría los huesos si saltaba. Quise correr a la cocina a por un cuchillo pero me detuve a tiempo, sin poder evitar bufar ante lo absurda que podía llegar a ser a veces. ¿Qué función tenían mis manos, entonces?

Miré sobre mi hombro para después cerrar los ojos con fuerza y saltar.

Aterricé de cuclillas y no sentí nada a parte de un ligero dolor en mis talones. Poniéndome lentamente de pie me fue imposible el distinguir algo a mi alrededor. Me di la vuelta y subí la mirada hacia arriba. Tendría que hacer un buen salto para volver a entrar de nuevo al baño.

Lo único que se escuchaba era mi alterada respiración ya que a medida que empecé a avanzar los nervios empezaron a consumir poco a poco mi organismo. El camino no parecía tener fin. Seguí caminando derecho, sin querer desviarme de éste y de vez en cuando miraba el agujero a mis espaldas. Cada vez estaba más lejos de él al igual que cada vez empezaba a ser más consciente del error que había sido el bajar aquí sola.

El suelo que pisaban mis descalzos pies era liso. ¿Qué demonios era éste lugar?

Podría jurar el haber estado minutos caminando pero cuando el agujero a mis espaldas empezó a ser tan solo un pequeño punto de luz opté por regresar. Y en cuanto esa decisión se apoderó de mi mente una helada brisa puso mi piel de gallina. Frunciendo el ceño observé cómo a unos metros de mí se encendía una antorcha.

Esa antorcha alumbró a medida que avanzaba hacia mí al dueño de una risa de hiena. En frente de mí se encontraba una de las más horrorosas criaturas que mis ojos habían presenciado. Su cuerpo desnudo era rojo y carente de pelo. De su cabeza sobresalían dos cuernos de un largo de más de treinta centímetros y sus orejas eran más largas y puntiagudas que las de un elfo. Sus ojos eran de un llameante color rojo y éstos carecían de párpados. Su boca era escalofriantemente enorme. Las comisuras de ésta se encontraban a milímetros de sus orejas y sus dientes largos y afilados producían un temblor en el espíritu cuando éste sonreía. La antorcha logró alumbrar también el animal sobre el que estaba montado. Sus pies acabados en unas gruesas uñas negras estaban situados sobre el cuello de una cabra y noté cómo manaba sangre del cuello de ésta cuando le clavaba sus uñas de vez en cuando. El demonio reía a la vez que movía su larga cola roja, la cual acababa en una buena mata de pelo negro. La cabra era lo único normal que mis ojos habían vislumbrado hasta ahora. El animal me miraba en silencio, al igual que su dueño, quien con una antorcha en una mano y una hoz en la otra esperaba paciente un movimiento por mi parte. ¿Quién era? No podía estar soñando... ésto tenía que formar parte de la realidad y no sabía cuál era más escalofriante. El que ésto efectivamente forme parte del mundo terrenal o el que estuviera soñando sin recordar el momento en el que desconecté del mundo real.

Mis labios se entre abrieron a la vez que mis pies retrocedían. El demonio vió oportunidad en ese movimiento ya que azotó a la cabra y cuando ésta dejó salir un gran balido a la vez que corría hacia mí su dueño arrastró la hoz por el suelo, soltando chispas a la vez que un horroroso sonido a medida que avanzaba.

Y fue mi turno de correr.

Eché a correr hacia el agujero como alma que llevaba al diablo. El balido de la cabra junto a la risa de su dueño y el sonido chirriante de la hoz retumbaba alrededor en forma de un insoportable eco. El agujero cada vez estaba más cerca pero mis piernas empezaron a perder velocidad por el cansancio. Me negué a detenerme cuando miré por encima de mi hombro. El demonio pasó su larga y fina lengua por sus labios a la vez que azotaba con más fuerza a la cabra con la hoz. Me tropecé con mis propios pies pero cuando volví a retomar la carrera el animal se encontraba mucho más cerca que al principio.

Seguí corriendo a la vez que la risa del demonio aumentaba considerablemente. Y cuando estuve a unos pocos metros del agujero cometí el error de volver a mirar por encima de mi hombro. Con espanto observé cómo arrojó la hoz en mi dirección y automáticamente me dejé caer al suelo, soltando un grito al ver a la cabra dirigir sus cuernos hacia mi cuerpo.

-¡Suficiente, Barkelion!

Una voz femenina sobresalió de la oscuridad, ahogando mi grito.

Tapando mi cabeza con mis brazos me sorprendí cuando no sentí los cuernos de la cabra clavarse en mi cuerpo.

La risa del demonio había cesado.

-Te encomendé el traerla a mí, no el asustarla.

Al reconocer la voz de mi madre destapé al fin mi rostro.

Con los ojos abiertos como platos y la mandíbula a punto de desencajarse observé cómo el demonio volvía a reír de manera incontrolable. Soltó un chillido cuando Lilith le agarró de ambos cuernos y para mi sorpresa aplicó una fuerza tan sobrenatural que los quebró. Aún en el suelo llevé una mano a mi labios, anonadada ante los gritos de horror y dolor del demonio. Lilith tiró los cuernos al suelo sin emoción alguna y el demonio bajó de la cabra para recoger éstos, llorando. Tras dirigirme una mirada llena de miedo y de dolor echó a correr hacia la oscuridad, arrastrando su enorme cola roja y a la cabra, quien optó por seguir a su dueño. Cuando los llantos de éste desaparecieron Lilith caminó elegantemente hacia mi. Rápidamente me puse en pie y ella comprendió la indirecta de ese gesto por lo que frenó su avance. La antorcha del suelo seguía alumbrándonos por lo que me perdí varios segundos en su belleza. Varios me dijeron el haber heredado su belleza pero era algo que prefería poner en duda. ¿Cómo era posible que su apariencia lograra hipnotizar? Menciono el hipnotizar porque me fue imposible el apartar mis ojos de ella, por mucho que me desconcertara la situación.

-El talón de alquiles de éstos rebeldes demonios son sus cuernos. -mencionó, guiñándome un ojo.- Despójales de éstos y les despojarás de todo poder.

Asentí como autómata a la vez que volvía a ponerme derecha.

Su largo cabello negro estaba recogido en una cola de caballo que a su vez estaba trenzada en varias trenzas individuales. Sus ojos poseían un elegante diseño negro de delineado egipcio y sus labios como siempre parecían teñidos de sangre. Mi mirada se detuvo unos segundos de más en sus ojos.

Ésta vez su iris contenía un delgado aro de luz en la oscuridad de su alrededor. Si su mirada ya atemorizaba de por sí con ese detalle me fue imposible el sujetársela por más de tres segundos.

-¿Es de tu agrado? -preguntó al verme repasar con la mirada su vestimenta.

Sólo pude asentir, en silencio.

La elegancia parecía correr por su sangre. Un vestido blanco delineaba con sutileza su figura. El largo de éste llegaba hasta sus tobillos. Sus pies se encontraban descalzos. ¿Alguna vez usaba calzado? Volví a subir la mirada, siendo consciente de su orgullosa sonrisa. Una serpiente plateada rodeaba su cintura, burlándose de la pureza del color del vestido. Pero el detalle que capturó mi total atención fue lo que cubría sus hombros. Una capa nupcial de una fina tela negra caía con elegancia a sus espaldas.

-Noto que la capa es tu favorita. -murmuró, balancenado ésta con delicadeza.

Suspiré, volviendo a fijar mi mirada en su rostro.

-Cuando se acerque la ceremonia ordenaré varias para ti.

Mi ceño se frunció lentamente.

-¿La ceremonia?

Fue su turno de fruncir el ceño ante mi confusión.

-Para tu coronación.

El aire huyó de mis pulmones.

-¿Coronación? -susurré dando un paso hacia ella.

Sus cejas se alzaron.

-Hija mía, ambas sabemos que ya tienes la decisión hecha. Y antes de llevar a cabo nuestro plan, el primer paso es tu coronación ante el averno. -murmuró acercándose a mí- Deben de conocer el rostro de la hija de Lilith. El rostro de nuestra salvación.

Mis ojos empezaron a escocer a la vez que negaba lentamente para mí misma.

Las manos de mi madre viajaron entonces a mis hombros y el aire retenido fue expulsado por mis labios. Su tacto era demasiado cálido y cuando arrastró sus manos a mis mejillas cada vello de mi nuca se puso en punta. Observó mi rostro detenidamente y la neutralidad en éste no se hizo de esperar.

¿Tener la decisión hecha? Más bien tenía la derrota asumida. No esperaba ayuda alguna por parte de mis padres por lo que estaba preparada a caer. Sería un milagro si lograse salir de ésto ilesa pero no pensaba hacerme grandes expectativas. Ya que si llegaba la hora letal y perdía, no quería que me pillara desprevenida. Quería que me pillara preparada. Y apartando sus manos de mis mejillas procedí a mirarla sin emoción alguna en el rostro.

-¿Tanta ira hay en ti? -pregunté.- ¿Tanta ira hay en ti para no pensar en las atroces consecuencias que tendrá tu decisión?

No hubo vergüenza alguna en sus ojos.

-¿Porqué pensar en las consecuencias? ¿Acaso él pensó en éstas al darme la espalda?

Mi ceño se frunció a la vez que ladeaba la cabeza, curiosa.

-¿Él? ¿Quién?

Sólo obtuve su silencio cómo respuesta.

Pero por su despiadada mirada comprendí a quién se refería. Comprendí la razón de su ira. Su ira no era contra los ángeles... su ira era contra su creador.

Contra Dios.

-No puedes hacer ésto. -siseé a la vez que esquivaba su intento de agarrar mi brazo.- No puedes arriesgar a todos... arriesgarme a mí por el castigo que Dios te dió. Fue tu decisión no acatar sus órdenes. ¿Y ahora todos hemos de pagar el precio porque consideras injusto dicho castigo?

Sus cejas se juntaron a la vez que bajaba la cabeza, fulminándome con su oscura mirada.

No estaba de acuerdo con mis palabras y no creo que llegue a estarlo algún día.

-Cada vez que apareces he de confesarte que una pequeña parte de mi corazón se emociona. Se emociona porque piensa que mi madre a aparecido para ayudarme... Pero ya veo que sólo vienes por beneficio propio.

-¿Beneficio propio? ¿Acaso crees que esto se trata sólo de mi?

-¿No es así?

Mi gélida pregunta le hizo cerrar los ojos por unos segundos.

-¿Alguna vez me tratarás como algo más que tu arma de guerra? -susurré.- ¿Y si, por primera vez, empiezas a mirarme como una madre mira a su hija?

Desvié mi mirada a la oscuridad a sus espaldas cuando sus ojos me volvieron a mirarme fijamente.

-Sé que te duele el no recibir el afecto que deseas de mí. Lo comprendo, hija. -respondió.- Pero siento decirte que hay cosas más urgentes ahora. Cuando ganemos, tendremos más tiempo del imaginable para pasar tiempo juntas. Como madre e hija.

Apreté la mandíbula con fuerza a la vez que ella acariciaba mi barbilla con su dedo índice.

-Además, ¿ayudarte? Todo esto por lo que estás pasando es innencesario. Tienes las puertas de mi castillo siempre abiertas. ¿Por qué entonces prefieres quedarte entre esos humanos?

Su sabiduría a veces se ponía en duda.

¿Acaso olvidaba a los ángeles? ¿Acaso se pensaba que no intercederían al enterarse de que había preferido mudarme al lugar de donde provenía?

-Si siguiera tu consejo la guerra comenzaría antes de lo previsto. -respondí, volviendo a desviar mi mirada.

No obtuve respuesta alguna por su parte.

Estaba realmente cansada de éstos escenarios que montaban cada vez que querían comunicarse conmigo. Y estaba realmente cansada de que yo no tuviera ni voz ni voto alguno en eso. Llevé mis manos a mis espaldas y pensé un buen rato sobre la idea de contarle todo lo que Efona me dijo.

¿Pero de qué serviría? Únicamente me diría que la única solución sería unirme a ellos en el averno y así permanecer bajo su supervisión. Ya que eso era lo que querían, el tenerme vigilada. Así que tras darle un par de vueltas más opté por simplificar todo a una frase.

-Quiero hablar con Aradia.

No le hizo gracia alguna.

Dió un paso hacia atrás y elevó la barbilla para después rodar los ojos.

-Tu padre ya a hablado con ella.

-Me has escuchado bien, madre. -repetí, elevando una ceja.

Inspiró hondo y miró la oscuridad a nuestro alrededor.

Cada vez que mencionaba el hablar con Aradia parecía molestarles. Cuando negó mi ceño se frunció y formé mis manos en puños a mis espaldas.

-Aradia no es una buena compañía en éste momento, hija.

-¿Por qué?

-Porque a intercedido en cosas que no debería. -contestó.- Pero si tanto insistes en hablar con ella no podré impedírtelo. Aunque recuerda bien que yo fui la única en interceder, ignorando la orden de tu padre.

Mordí el interior de mis mejillas con fuerza.

¿Intercedido en cosas que no debería? Fue la única en advertirme del misterioso enemigo. Enemigo el cual mi propia madre parecía desconocer.

O actuaba como tal.

-¿A qué se debe tu visita ésta vez?

Una media sonrisa se dibujó en su rostro.

-Quería saber si al fin me dejarás saber la decisión que has tomado. -dijo y rodé los ojos.- Compréndeme, tengo ejércitos impacientes por tu respuesta.

-Y tú compréndeme, madre. No puedo decidir de la noche a la mañana el ir a jugar a tu castillo. Tengo cosas que arreglar antes.

-¿Como cuáles?

Esa pregunta puso a prueba mi paciencia. Si me ponía a recitar no acabaríamos en varias horas.

Mis ojos se cruzaron brevemente con los suyos.

-Necesito volver. Hay temas que necesitan de mi atención. -susurré, volviendo a caminar hacia el agujero.

-Pronto tendrás que darme una respuesta, hija.

Hice un esfuerzo inhumano para no sacarle el dedo a la mismísima Lilith.

No sería algo elegante por mi parte.

-Como tú digas, madre. Mándale saludos a padre.

Seguí caminando sin volver a escuchar respuesta alguna por su parte.

Al mirar por encima de mi hombro la antorcha ya no estaba encendida. Mi madre había desaparecido junto con el fuego.

Cuando estuve bajo el agujero di unos pasos hacia atrás y eché a correr para después pegar un gran salto. Mi pecho chocó contra la oscura pared y volví a caer al suelo. Fueron más de doce intentos y desistí al décimo tercero. Tumbada en el suelo miraba jadeando el dichoso agujero. ¿Cómo se supone que volvería si no?

Llevé mi mano derecha a mi abdomen ante los pinchazos que las heridas empezaron a emitir. Estaba esforzándome mas de lo debido. Incorporándome a duras penas me quedé sentada de rodillas. La desconfianza por escuchar de nuevo la risa del demonio emerger de la oscuridad empezó a ser grande.

-¿Madre? -pregunté al ponerme en pie.- ¿Sigues aquí?

No obtuve respuesta alguna.

¿Una coronación? ¿Por qué con cada visita que recibía me dejaban aún más descolocada? Un enemigo nuevo, Deimos desaparecido y ahora una próxima coronación. ¿Debía de preparar un discurso también?

Honestamente lo único que tenia claro era que no quería guerra alguna. Y la paciencia de mi madre parecía empezar a llegar a su fin por lo que no tenía idea de cómo le haría saber tal cosa. Su única hija en carne humana, la salvación del infierno según ella, había decidido no querer guerra alguna y no participar en el apocalípsis que eso supondría. De tan solo imaginar su mirada ante tal confesión las náuseas empezaron a abordarme.

Si aceptaba la coronación sería mi respuesta a estar de acuerdo con encabezar el ejército que iría contra Dios.

Mi madre estaba más ciega de lo que pensaba. No podía ser consciente de la desgracia que traería ésta sed de ganar. O peor aún, era consciente, mas no parecía importarle.

-Joder... -susurré, volviendo a mirar de nuevo el agujero.

Cansándome de ésta situación me alejé mucho más ésta vez.

El salto que realicé logró acercar mis dedos al borde del agujero y me sostuve con fuerza, soltando unos débiles quejidos de vez en cuando al querer levantar mis piernas para impulsar mi cuerpo. Los intentos resultaron nefastos y cuando mis brazos empezaron a desistir solté un gruñido de frustración a la vez que me dejaba caer. Mis ojos se cerraron con fuerza y mi cabeza sufrió un gran impacto.

Cogí una gran bocanada de aire a la vez que abría los ojos y mis ojos por poco de salen de sus cuencas al observar los cristales del espejo bajo mi trasero.

Me encontraba de nuevo en el baño. Frotando con delicadeza la parte trasera de mi cabeza me puse en pie. ¿Cuándo me había quedado dormida?

Debí de desmayarme al parecer porque no había agujero alguno tras el espejo roto. Solo pared. Miré el desastre en que se había convertido el baño y caminé de espaldas a la vez que retiraba algunos cristales adheridos a la tela de mi pantalón.

¿Ahora empezaba a confundir el mundo real con el onírico? Mi cordura entonces pendía de un hilo bastante fino. Más fino de lo que tenía pensado.

Escuché unos pasos entonces manifestarse por el pasillo y detuve mis movimientos. Lentamente enfoqué mi mirada en el dueño de dichos pasos.

-Necesitamos más leña.

Mi boca no podía estar más abierta.

El desgraciado desaparecía por un día entero y... ¿esas eran sus primeras palabras? Me miró sin comprender el asombro de mi rostro cosa que me sacó más de quicio. Cerré los ojos y conté hasta diez. Luego hasta veinte y luego hasta cuarenta. Abrí los ojos al notar que en vez de calmarme sólo acabé por enojarme más.

Y agachándome con rapidez cogí el móvil del suelo para arrojarlo con fuerza en su dirección.










⛥⛥⛥

Os agradecería el votar/comentar, por favor. ¡Es un apoyo importante para mi como escritora y no toma mucho tiempo!

Gracias por vuestro tiempo y aprecio.

Un abrazo, Genevaxxx

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