[2] Banshee II | Spider-Man:...

By IsaStilinskiMartin01

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Sinopsis
ACTO UNO: La Banshee y el Hombre Araña
Epígrafe
I | Dos meses después
II | Solo una investigación
III | ¡Feliz temprana Navidad!
IV | ¿Una vida adolescente?
V | Persecución en curso
VI | El deber llama
VII | Y finalmente me rendí
VIII | Chantajes e interrogaciones
IX | ¡Todos a bordo!
X | Oportunidad en la vida
XI | La promesa
XII | Baile de primavera
XIII | El hombre alado
ACTO DOS: La Banshee y la línea de sangre
XIX | Noche de churros
XX | La villana de la historia
XXI | Fin del libro
XXIII | Rutina
Agradecimientos

Epílogo

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By IsaStilinskiMartin01

     ERA OTRA NOCHE CUALQUIERA EN NUEVA YORK, RUIDOSA, MOVIDA E INTERMINABLE. Lyann estaba regresando al Complejo de los Vengadores luego de haber pasado el día con el tío Jonathan y sus primas, Ester y Lana, y un encuentro rápido con cierto chico con poderes arácnidos tras haberse cruzado con él mientras perseguía a una pandilla de crimínales por las afueras de Manhattan.

Había sido un encuentro efímero. Lyann se había detenido en un semáforo rojo cuando Peter de repente aterrizó frente a su motocicleta, sorprendiendo a los peatones que cruzaban la calle. Un grupo de turistas chillaron de emoción al verle.

Riéndose, Peter los saludó antes de centrar su atención en Lyann, inclinándose sobre la motocicleta.

—Hola, tu —dijo él.

Sintiendo una sonrisa estúpida tomar el control de su rostro, Lyann apoyó los antebrazos sobre el tanque de la moto.

—Hola, tu —respondió ella. Peter solo podía verle los ojos con el casco puesto, pero las irises de su máscara se achinaron de esa manera que le hacía saber a Lyann que estaba sonriendo.

—¿Cómo te fue con tus primas hoy?

—Bastante bien, nos montamos en casi todos los juegos del parque. Tío Jonathan quedó empapado luego de subirse a una montaña rusa de agua.

—¿Quién lo obligó, tú o sus hijas?

Los ojos de Lyann brillaron, traviesa.

—Peor aún, las tres apostamos.

Peter se rió.

—¿Qué ganaron, entonces?

—Unos buenos hot-dogs, eso te lo aseguro —Lyann vio que el semáforo de peatones estaba por cambiar, así que enderezó la espalda y tomó el mango de la moto—. Pero si yo fuera tú, no apostaría con las nenas a menos que estés de su lado. Son dos diablillas.

Peter ladeó la cabeza, considerándola.

—Suena a alguien que conozco —Lyann puso los ojos en blanco, pero sonrió. Luego Peter suspira pesadamente—. Bueno, tengo que volver a ser superhéroe, así que si me disculpas, ya les di mucho tiempo de delantera a esos idiotas.

—¡Quiero fotos de cómo los arrestan!

—¡Eso es una orden, comandante! —Peter fingió un saludo militar y la apuntó con un dedo después—. Escríbeme cuando llegues, ¿sí?

Lyann asintió justo al mismo tiempo que Peter lanzaba una telaraña y salía volando, el semáforo cambiando de rojo a verde para ella.

Un mes después de haberle propuesto salir, hizo falta cuatro citas más para convencer a Lyann de iniciar una relación con el chico Parker.

Nunca había tenido un novio, mucho menos sentimientos amorosos hacia alguien. Jamás. Ni siquiera había sido una idea que le haya cruzado por la cabeza durante el tiempo que Lyann había pertenecido a HYDRA.

Ella no recordaba una regla que le impidiese establecer una relación con una persona, pero Lyann era una niña en ese entonces y algo remotamente parecido a sentimientos íntimos por alguien era más que una idea bizarra para ella, sino que innecesaria. La Lyann de aquel tiempo vivía sabiendo que sus días estaban contados, por lo tanto, la palabra novio, compañero, pareja, amante, esposo y cualquier otro sinónimo no estaba dentro de su vocabulario.

Tampoco había sido algo que imaginó lograr a tener desde se libró de HYDRA. Lyann simplemente vivía, aceptaba las situaciones que se avecinaban y se adaptaba. Era así de sencillo.

Pero las cosas eran diferentes ahora.

Ahora, Lyann estaba descubriendo nuevas emociones que no creía capaz de sentir. Y el hecho era confuso, abrumador y emocionante.

Vivir era emocionante. Sentir era otra palabra para euforia. Lyann despertaba todas las mañanas eufóricamente emocionada por lo que el día le deparaba. Por saber cómo sería el día de hoy siendo la novia de Peter Parker.

El mero pensamiento le provocó aquella estúpida sonrisa que detestaba y adoraba al mismo tiempo.

La sonrisa no perduró, no obstante. Lyann había estado muy ocupada dentro de su cabeza como para sentir la inusual vibración que se apoderó de ella y su moto de no ser porque entonces sintió los oídos zumbarle.

Lyann miró por el espejo retrovisor. Nada. Sólo vio una calle con un tráfico pesado detrás de su motocicleta.

Pero sus oídos seguían zumbando y el cristal protector de la motocicleta continuaba vibrando. Así que dio un doble toque al cristal del casco y la pantalla interna se activó.

—Friday, escáner —ordenó con el ceño fruncido.

Escaneado —dijo la inteligencia artificial y Lyann vio cómo un triángulo rojo aparecía a quinientos metros sobre la tierra.

Una nave.

Es un jet, señorita Evans —informó Friday—. Un jet de tecnología wakandiana.

Lyann casi pierde el control de la moto.

—¿Qué? ¿Estás segura?

Positivo. Lleva unos diez minutos en total siguiéndole el rastro.

—¿Tengo una línea directa con la nave?

Sí, puedo conectarla con el piloto del jet... —Entonces, un ícono con el rostro de Tony apareció en pantalla. Una llamada.

—Esto debe ser bueno —masculló Lyann entre dientes y presionó el botón de teléfono en el comando de la motocicleta—. ¿Stark? ¿Por qué me está siguiendo una nave de Wakanda? ¿Qué oficios tiene el rey T'Challa conmigo?

Hola para ti también, demonio andante —contestó el científico multimillonario—. Esa nave vino a buscarte. Tienes hasta el lunes con ellos, después regresas conmigo. No me vas a dejar solo en las siete reuniones que tenemos ese día, ¿me oíste?

—Noup, resulta y acontece que me quedé en la parte de que me iré con ellos. ¿Te importaría elaborar un poco, hombre?

¿Y arruinar la sorpresa? Yo no soy Happy, gracias a Dios. —Antes de que Lyann pudiese replicar, Stark estaba hablando otra vez—: Estas son las coordenadas donde se van a encontrar. Estarás quedándote en Wakanda por el resto del fin de semana. Cancela tus planes con tu tío y desaparece de mi vista por setenta y dos horas, Evans. ¡Sayonara!

Y con eso, el Hombre de Hierro colgó la llamada.

Lyann suspiró.

—Friday, muéstrame la dirección —pidió—. Escríbele a mi tío y dile no estaré para almorzar con él este domingo. Avísale a Peter también. No creo que me permitan utilizar el celular allá.

—Entendido.

El mapa la llevó a un puerto de contenedores junto al río Hudson, donde se adentró hasta la otra punta del lugar para encontrarse con la nave wakandiana. No fue hasta que Lyann se hizo presente que la aeronave se deshizo de su camuflaje transparente y pudo apreciar el tamaño.

La puerta se abrió y por la rampa descendió una mujer morena de armadura roja con tatuajes en la cabeza calva, sujetando una lanza de metal en la mano derecha.

No cualquier metal.

Vibranium.

Lyann desmontó la moto y se removió el casco, observando a la mujer aproximarse.

—Lyann Elain Evans Archeron alías Banshee, Obscurus, Experimento 31-A, ex agente de HYDRA y fugitiva de la ley —recitó la mujer con un acento africano xhosanense—. ¿Confirmas que eres esta persona?

—Confirmado —asintió Lyann con severidad.

—Yo soy Okoye de Wakanda, le sirvo a Su Majestad el rey T'Challa como miembro y líder de las Dora Milaje —le guerrera saludó creando una X con los brazos y las manos cerradas en puños.

Lyann contuvo la urgencia de silbar.

Líder de las Dora Milaje, el grupo elite que defendía la sagrada tierra de Wakanda y personalmente cuidaba del rey T'Challa como sucesor y Pantera Negra.

¿Qué rayos quiere ella conmigo?

—Es un placer —le dijo Lyann con honestidad e inclinó la cabeza—. ¿Puedo preguntar qué hace aquí, líder de las Dora Milaje?

—Vengo a escoltarla a mi tierra natal, Wakanda, bajo las órdenes de mi rey —Okoye señaló a un contenedor abierto—. Puede dejar su motocicleta ahí, estará segura mientras usted se queda con nosotros.

Sabiendo que no alcanzaría a sacarle información, Lyann aceptó y llevó la motocicleta al contenedor. Okoye selló la puerta con un candado que, una vez cerrado, formó un capo de fuerza alrededor del contenedor para protegerlo. La luz del capo de fuerza se apagó una vez sellado completamente.

—Acompáñeme, por favor —ordenó la guerrera y Lyann la siguió hasta la nave.

Pudo darse cuenta de la diferencia de tecnología Stark y tecnología wakandianda al momento de pisar el jet. Incluso los comandos eran diferentes.

Instantáneamente quiso pilotear una nave como esa.

—¿Primera vez volando? —le preguntó la líder mientras la compuerta se cerraba detrás de ellas.

—No, ya he volado antes —Lyann giró sobre sus pies, silbando—. ¿Primera vez en un jet como estos? Definitivamente.

—¿Te gusta mi nave, americana?

Lyann contuvo una risa.

—Ya me agradas, líder de las Dora Milaje.

La guerrera no contestó, pero las comisuras de sus labios se tensaron un poco.

—El baño es esa puerta de allá —explicó mientras tomaba su lugar en la silla del piloto—. En caso de que tenga hambre, hay bocadillos en la gaveta izquierda de su asiento.

—Ja, chocolate americano —se burló Lyann.

Okoye presionó un par de botones y la nave cobró vida con un zumbido, pero ese fue el único sonido que emitió.

Oh, amo esta nave.

Banshee abordo —dijo Okoye en xhosa—. Regresando a Wakanda ahora.

Otra voz contentó.

Copiado. Muy bien, hermana. Nos vemos en casa.





Lyann estaba exhausta, cabeceaba y los párpados le pesaban, pero era reacia a dejarse llevar por el cansancio. No quería perderse ningún detalle del camino a Wakanda.

De niña había escuchado un sin fin de cosas sobre la tierra mágica de los wakandianos, la inteligencia que portaba el territorio y su gente, la tenacidad, lealtad, fortaleza. Antes no sabía separar los cumplidos por insultos y estas cosas solían ser observaciones que sus superiores enfatizaban con ocurrencia, celosos, ambiciosos y egoístas por tener hasta la más mínima cosa que Wakanda podría ofrecer.

Pero Lyann siempre quiso conocer el lugar. No pensó que llegaría un futuro en el que la probabilidad fuese posible, sin embargo, aquí estaba ella, volando en un Jet wakandiano de máxima tecnología con la líder de las Dora Milaje.

Esta es Okoye —dijo entonces ella—. Tres minutos para pasar el perímetro.

Copiado, líder. Bienvenida de vuelta, hermana.

Gracias —Okoye se giró para mirar a Lyann—. ¡No babeaste mi nave, me alegra saberlo! Estamos por llegar, así que trate de no llenar mi asiento de saliva, ¿sí?

—Voy a tomar eso como un insulto —resopló Lyann, aunque sonreía—. ¿La ciudad está tras la barrera o hay que volar un poco más?

—Me encantaría saber cómo es que usted conoce ese dato sobre nuestro territorio, pero tengo órdenes de tratarla como invitada de la familia real, así que lo ignoraré —Okoye presionó unos botones y Lyann pudo sentir la nave acelerando—. Y sí, hay que volar un poco más. Ya lo sabrá cuando estemos cerca.

Lyann frunció el ceño, pero lo dejó ir.

No tuvo que esperar mucho para darse cuenta. Traspasaron la barrera, la cual era translucida y sólo se volvía visible al pasar por ella, iluminada en pixeles azules, y volaron por un valle seco que daba la bienvenida a un bosque antes de que se pudieran visualizar los primeros destellos de luz que creaban los rascacielos de Wakanda. Lyann, inconscientemente, se inclinó hacia adelante en su asiento para ver mejor.

Era una cuidad de vibrantes colores y el oro estaba en todas partes. La presencia africana era palpable y la vida de Wakanda, retumbante. Mercadores estaban situados en medio de las calles, Jets eran los vehículos de la cuidad, había casonas entre las torres modernas, techos hechos de paja y la población iba y venía, confiados, protegidos y orgullosos de su nación.

Okoye aproximó el Jet a lo que Lyann supuso que era la instalación real, aterrizando en una rampa que proporcionaba la torre. Más Dora Milaje estaban postradas afuera alrededor de tres figuras significativas, dos mujeres y un hombre.

—Hemos llegado, Banshee —anunció la líder al desabrocharse el cinturón, mover interruptores y voltearse a verla—. Eres la primera americana que viaja conmigo, así que espero que mis habilidades de piloto hayan alcanzado sus expectativas.

Lyann se rió y se incorporó.

—Hablas como si yo fuera una Karen —Lyann la siguió hasta la compuerta—. ¿Me enseñarás a volar uno de estos algún día?

Okoye activó su lanza con un clic y le dio una mirada sobre el hombro antes de descender la rampa.

—Demuéstrame de lo que eres capaz, Banshee, y quizás lo considere.

Lyann ocultó su sonrisa.

Okoye se detuvo a una distancia prudente del rey de Wakanda, T'Challa.

Le he traído a la Banshee, Lyann Evans, como ordenó, Majestad —dijo esta y T'Challa asintió.

Gracias por tus servicios, hermana —respondió la Pantera Negra con solemnidad. Okoye se aportó del camino cuando el hombre se aproximó a Lyann, su madre y hermana pisándole los talones.

Lyann agachó la cabeza en respetos

—Majestad —saludó ella.

—Es un placer verte otra vez, señorita Evans —dijo T'Challa—. No tuvimos la oportunidad de despedirnos el otro día.

Lyann arqueó una ceja.

—Si mal no recuerdo, la última vez que le vi mi amiga la Bruja Escarlata estaba tratando de evitar que alcanzara el jet y atrapara al Soldado del Invierno —comentó ella, pero sus labios se tensaron en una pequeña sonrisa—. Fue una buena batalla, Majestad.

—Concuerdo. Aunque, si alguna vez nos volvemos a topar en el campo, espero estar de su lado que como su oponente —añadió el rey y le dio una mirada significativa.

Recuerdos de la batalla en Berlín cruzaron su mente, Lyann transformada en el Oscurus sosteniendo la vida de la Pantera Negra con sólo la palma de su mano. Sólo hacía falta cerrar la mano en puño para destruir su corazón y matarlo.

Lyann se encogió de hombros.

—Siéndole franca, Majestad, es lo que todos dicen cuando conocen mi otra yo.

El rey T'Challa se rió.

—Permíteme presentarte a mi madre, Ramonda, la Reina Madre de Wakanda, y mi hermana, Shuri —ambas mujeres asintieron la cabeza en saludo.

—Bienvenida a Wakanda, Banshee —dijo la Reina Madre, su voz rica, firme y regents—. Espero que trates nuestra tierra con el mismo respeto que tratarías tu casa.

Lyann captó enseguida la amenaza en esas palabras. Deshonra nuestra cálida invitación y atente a las consecuencias.

Lyann no estaba pensando en hacer tal cosa—todavía—, así que sonrió cordialmente.

—Agradezco su bienvenida, Reina Madre. Aunque todavía no comprendo por qué me han invitado —añadió, esta vez dirigiéndose a la Pantera Negra.

—Estoy seguro de que sabes que el Lobo Blanco está recuperándose aquí, en Wakanda. ¿No es así? —T'Challa se hizo a un lado e invitó a Lyann a que lo siguiera.

—Steve me lo contó cuando llegó a visitarme en Nueva York —Lyann le miró—. Dijo que se dio cuenta de su error al culpar a la persona equivocada por la muerte de su padre.

El rey asintió.

—Wakanda tiene la tecnología más avanzada de este mundo, lo menos que podía hacer era ofrecerle mis servicios por el daño que le causé a su amigo —T'Challa, dos Dora Milaje y Lyann tomaron un elevador, mientras la Reina Madre, su hija y otras guerras más tomaban otro—. El Lobo Blanco ha progresado bastante después de descongelarlo, pero aún no podemos descodificar el Libro Rojo de su mecanismo cerebral. Al menos la parte más violenta ha pasado, según me informa Ayo —el rey apuntó a la guerrera postrada a la izquierda de Lyann.

Ayo sólo le otorgó una inclinación de cabeza.

—Ayo está a cargo de las sesiones con el Lobo Blanco —explicó la Pantera Negra—. Le aseguro, señorita Evans, que su colega está en buenas manos.

Lyann sonrió un poco.

—No lo dudo, Majestad, y se lo agradezco inmensamente. Pero... —añadió ella entonces, frunciendo el ceño al llegar a la primera planta y ver dos vehículos 4×4 esperando por ellos—. Todavía sigo sin entender qué hago aquí. Es consciente de que estoy bajo la protección de Tony Stark, pero el gobierno estadounidense los tiene a usted y su gente en la mira y si se enteran de que estoy aquí, comenzarán a sospechar de mis acciones.

T'Challa abrió la puerta del auto para ella con una sonrisa relajada.

—No tiene por qué preocuparse, señorita Evans. Esa parte ya está cubierta.

Lyann se montó y el rey se subió después de ella. El auto se puso en marcha cuando los demás estuvieron listos.

—¿Por qué?

—Hace unas semanas recibí una llamada del Capitán América con una propuesta interesante. Una propuesta que involucraba a su guardián, Tony Stark —empezó a decir la Pantera Negra—. Desde entonces, he sido el mediador entre ambas partes para establecer una forma segura de que vengas a pasar un tiempo aquí en Wakanda y te encuentres con tu amigo el Lobo Blanco sin arriesgar a fastidiar a ninguno de los gobiernos que actualmente tienen tu nombre entre su lista de los más buscados.

La mente de Lyann se aceleró en cuestión de segundos.

—¿Por qué? —preguntó otra vez, mirando al rey de Wakanda directamente a los ojos.

La Pantera Negra le otorgó una simple sonrisa.

—Un pequeño pajarito me contó que todavía no te vas con Steve Rogers porque tienes cuentas por ajustar en Nueva York. Él respeta tus deseos, pero sigue queriendo verte.

—¿Quién quiere verme? —masculló Lyann, luchando para retener firmeza en su voz y fallando al instante.

No estaba segura de estar respirando siquiera.

El rey T'Challa todavía tenía esa sonrisa cálida.

—Creo que usted sabe de quién hablo, señorita Evans. —La Pantera Negra desvió la mirada entonces y justo ahí Lyann se dio cuenta de que el auto se había detenido—. Pero ¿por qué no lo averigua usted misma?

Confundida, el corazón latiendo a una velocidad peligrosa, Lyann siguió la dirección de su mirada y volteó a su ventana.

Estaban en una pequeña aldea junto a un lago. Estaba oscuro, pero las lamparas alumbraban el lugar perfectamente.

Pero dos figuras destacaban de entre la vida silvestre.

Steve...

Y Bucky.

—Yo... ¿Qué...? —Lyann se giró al rey otra vez—. ¿Por qué?

Y fue la primera vez que vio al hombre encogerse de hombros, un gesto tan ordinario a la excelencia que irradiaba su aura.

—Perdí a mi Baba... pero tú todavía tienes a tu padre contigo, en este mundo. Ve con él, Lyann Evans.

Lyann estaba llorando. No había por qué ocultarlo ni sentirse avergonzada por ello. El rey de Wakanda no la iba a reprender por eso.

—Gracias, Majestad —Lyann le tomó las manos y le dio un apretón.

Luego salió corriendo del auto.

Steve y Bucky voltearon al mismo tiempo, el primero sacando las manos de los bolsillos de su chaqueta mientras Bucky permanecía a un paso de distancia, dejando que Lyann se abalanzara sobre los brazos de Steve.

Hola, tú —suspiró Steve al oído suyo y Lyann soltó una carcajada húmeda.

—¡Esto es una locura! —rió ella y abrió los ojos para ver a Bucky observar la escena con una sutil sonrisa en el rostro—. ¿Y tú qué esperas? ¡Ven aquí!

Steve colocó a Lyann en el suelo para invitar a Bucky en el abrazo.

—Esto es extraño —masculló el castaño, pero la risa en su voz era evidente—. ¡No cuenta como abrazo si tengo un brazo!

—Prefiero eso a que me aplastes con el de metal.

Los tres, como familia, rieron.

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