DAISY DAISY ~ Eddie Munson

Von allthenolove

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Donde a Daisy siempre ha encontrado la humildad en el mundo. Donde Eddie Munson siempre ha encontrado la humi... Mehr

Daisy Daisy
Zona de Gráficos
CAST
SOUNDTRACK
El dia que la marea bajó
La clase de la profesora Smith.
La curiosidad.
El dia que los astros jugaron a su favor.
La muerte.
El dia que selló el pacto.
El dia que fue juzgada.
El dia de la unión.
La mañana antes del juego.
El dia de las cosquillas.
El dia gris.
El dia del cuestionario.
La tarde enredo.
La asamblea
La noche del té.
El encuentro.
El encuentro. (parte 2)
El garaje.
El colapso.
En lo profundo.
El portal.
El otro lado.
El trauma.
El otro lado (parte dos)
La maldicion de Vecna (parte uno).
La maldición de Vecna (parte dos)
La pelea.
La llamada.
War Zone
La batalla final.
El destino.
El camino.
hope is a dangerous thing
Lover (final alternativo)
"MIRRORBALL"

La tarde de los fuegos artificiales.

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Von allthenolove

Lo que más le gustaba del cuatro de julio eran los colores en el cielo, las explosiones de pirotecnia con aquel fin artístico, siempre le habían fascinado desde que tenía memoria. Daisy no recordaba muchas cosas de su infancia pero si recordaba una enciclopedia con información poco útil que había en una estantería en su casa, aquella donde había descubierto que los primeros "fuegos artificiales" fueron durante la dinastía Han, eran trozos de bambú que arrojaban al fuego para crear explosiones pero luego fueron evolucionando hasta tener distintos colores. Tal vez le gustaban porque los tiraban en ocasiones especiales, ocasiones alegres, lo que no le gustaba era como los animales y algunas personas se asustaban por los sonidos.

Se sentía protegida en su cama, arropada y abrazada a un muchacho que le sacaba varios centímetros de altura, aquel que desprendía calor y diferentes aromas, aquel que ahora le hacia suaves caricias en su cabello mientras sonaba una canción de rock en el fondo. Daisy se sentía querida y protegida, le gustaba aquella sensación casi tanto como los fuegos artificiales. De hecho, ella creía que enamorarse era una explosión en su interior.

Eddie había abierto la puerta de su casa con sus llaves, tal vez lo había hecho por lástima al verla tan rota, porque honestamente sabía que esa era la palabra que circulaba en su mente: rota. Se había tomado el trabajo de hacerle un té y guardar silencio, agradeció internamente aquello porque no sabía que decir o que no decir más bien. Su compañía era todo lo que quería en aquel momento. Notó como varias veces el chico hizo el amague de abrir su boca pero no salió nada de ella, también como su mano iba de su pierna a su cabello, y como su pierna derecha se movía inquietamente.

-Realmente no es necesario que estés aquí conmigo - su voz sonaba apagada, casi como un susurro perdido entre la nada y el todo- de todas formas aprecio demasiado que estés aquí -.

-Voy a quedarme de todas maneras - sonrió tímidamente para extender su mano hacia ella - yo - una vez que sujetó su mano la apretó manteniendo contacto visual- yo aprecio demasiado que tu estés aquí conmigo - fue algo íntimo,algo que quedaría entre esas cuatro paredes -.

No volvieron a hablar, no fue un silencio abrumador o incómodo por el contrario, fue el silencio más abrazador que ella tuvo en toda su vida. Cuando la rubia por fin terminó su té se levantaron de las sillas para caminar a la par escaleras hacia arriba, la segunda puerta a mano izquierda, aquella que tenía una D en cursiva con hojas de plástico color verde pegadas en la blanca puerta, una vez que ingresaron el muchacho se dedicó a examinarla como todas las veces que él había entrado: una cama de plaza y media con sábanas claras, dos mesas de luz color verde pastel donde un cuadro de una pequeña Daisy y lo que fue un matrimonio feliz sonreian, un reloj color beige y una lámpara del mismo color. En sus paredes habían distintas hojas de tonos verdes junto a algunos posters de cantantes, y unos cuantos discos de vinilo junto a un pequeño tocador de vinilos. La habitación de Daisy plasmaba tranquilidad, incluso, el muchacho juraba que olía a lavanda y frambuesa aunque ella le había dicho la primera vez que no olía a nada.

Se tumbaron ambos en la cama, arropandose con las colchas gruesas, pasaron unos cortos segundos hasta que el chico de rulos se dirigió hacia el aparato para colocar un disco, automáticamente ACDC comenzó a reproducirse, una vez cometida su acción volvió a su lugar, junto a la chica que lo miraba con admiración y ternura.

Tenía que admitirlo, Eddie estaba enamorado, lo que al comienzo había sido un pequeño "crush" había escalado tanto con sus tutorias y su amistad que finalmente podía admitir cuanto miedo tenía de sus sentimientos, así y todo, él lo tenía asimilado. La veía todas las mañanas, compartían las tardes, la veía reírse, la veía sería, observaba fijamente su rostro cuando explicaba algo, como su ceño se fruncía y como tomaba su ante brazo sin notarlo. Eddie admiraba la paciencia de la chica, admiraba su bondad, Eddie Munson admiraba a Daisy Summer. Le gustaba su sonrisa, le gustaba su risa, le gustaba su voz, el formato de su nariz, la forma de sus labios y sus suaves manos, le gustaba cómo caminaba y el formato de sus piernas, le gustaba su cadera y como movía la cabeza hacia un costado cuando algo no le gustaba. Había conocido cada una de sus facetas, y su instinto protector había salido más de una vez, pero ahora realmente quería cuidarla, sanarla y ayudarla a crecer, no le gustaba verla llorar, no le gustaba verla vacía o rota, no le gustaba que tuviese que cargar con el abandono de alguien. Asi que allí estaba él, acariciando su cabello, cantando en voz baja la mejor canción de amor (o al menos eso le había dicho ella) conteniendo las inmesas ganas de admitir las cosas. El problema era ese, Eddie no sabía callar, no sabía guardar secretos propios o al menos no le gustaba guardarselos a ella.

-Un dólar por tus pensamientos - habló su acompañante en voz baja -.

-¿Mhm? - lo desconcertó -.

-Un dólar por tus pensamientos - volvió a repetir - si tu me dices que corre por tu mente te daré un dólar-.

-¿Qué fue lo que te hizo sentir tan mal, Daisy? - bajó la vista a ella, quedando a pocos centímetros de distancia -.

-Una vez leí en un libro de psicoanálisis que la terapia puede ser desgarradora - miró sus ojos cafés- creo que siento mi alma desgarrada la gran parte del tiempo, eso no está mal porque intento sanarla - no quiso hacerlo pero desvió rápidamente la vista hacia sus labios para volver a mirar sus ojos - honestamente me siento feliz contigo, Eddie, como si pudieses sanar mi alma, ¿eso está mal? -.

-Lo siento Daisy, Daisy - si había oído sus palabras, pero fueron como ecos a distancia o al menos en eso se convirtieron en el momento que ella observó su boca-.

Pidió disculpas por sus sentimientos y pidió disculpas por el temor a perder su amistad, pero no pidió disculpas en por su acto. Unió sus bocas, fue una danza no, fue más que una danza, fue una unión, fue una explosión, fueron fuegos artificiales.
Besar a Daisy Summer era como tocar el cielo con sus manos, era lo impuro siendo bendecido, era el orden en el desorden, besar a Daisy Summer fue como besar a un ángel y lo que al comienzo fue un tímido beso poco a poco se fue convirtiendo en una guerra, una donde la muchacha iba ganando o al menos así lo creía porque él había perdido todo el poder cuando ella tomó su rostro con fuerza y depositó una mano en su pecho.

La respiración agitada, las mejillas sonrojadas y el cabello despeinado de ambos eran las pruebas vivientes del acto de amor cometido, eran sus cómplices. Sonrieron a la par, divertidos y tímidos, felices y apenados, la mezcla de los amantes vivos, los amantes felices por ser correspondidos.

Daisy volvió a pegarse a él, apoyando su cabeza en su pecho oyendo los latidos de su corazón, aquel que sonaba furioso como si quisiese salir de allí. Pasó su mano bajo la remera sintiendo el calor corporal y pegandose más si era posible intentando abrazarlo, no queriendo salir de allí jamás. Pero el tiempo era tramposo y el momento romántico se cortó cuando el reloj en la muñeca de su amado sonó brevemente avisándoles que ya era hora de partir. Suspiró agotada, levantando la vista hacia el chico, el cual mantenía sus ojos cerrados junto una expresión de felicidad plena, absortó del sonido.

-Eddie - llamó su atención- es hora de irnos -.

-Mierda - comenzó a reprochar al tiempo, a insultar en voz baja a sus amigos, a murmurar incoherencias mientras tomaba impulso para levantarse del lugar -.

Daisy comenzó a reír ante la actitud infantil que el chico había tomado, no conocía aquella faceta. Sin esperar más se digno a ser ella la primera en levantarse para empujar al chico hacia el suelo, volviendo a repetirle que tenían que irse ya. Compartiendo miradas cómplices en el trayecto, tomándose de las manos cual enamorados a escondidas.

La chica repetía el beso una y otra vez, de hecho, no había comprendido absolutamente nada de lo que había sucedido en el juego. Solo se perdió ante la sonrisa de Eddie cuando Erika se presentó como suplente de su hermano, se perdió en su memoria para luego volver en si y estar en la puerta de su casa de nuevo junto a un sonriente chico que le prometía volver en la mañana.

Debía admitir que un pinchazo se hizo en su pecho cuando el chico le admitió que debía hacer unas cosas con Chrissy y por eso no podía quedarse con ella, pero aquella inseguridad fue callada cuando la abrazó y besó su coronilla, volviendo a prometer que volvería en la mañana e irían a almorzar fuera o al cine, tal vez podían ir por unas malteadas, podía oír como tocaban en la banda, el chico le mencionó tantas ideas que podían hacer juntos, tantas que se emocionó por el tiempo de oro que pasarían, entró a su casa con una sonrisa boba para cerrar la puerta tras y correr hacia la habitación de su madre emocionada recordando nuevamente el beso y la promesa.

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