GATO: Deséalo y perderás [+18...

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Una joven oficial de policía deberá entrar al mundo del boxeo clandestino en los suburbios lugares de Londres... Більше

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EPÍLOGO
E X T R A

D I E C I N U E V E | C R U D A R E A L I D A D

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«No me gustaba verla dirigirse hacia aquel despacho y menos saber que es lo que ocurría dentro de ahí»

Serpiente.

AFRODITA

Adoraba ver la lluvia tras la ventana mientras observaba como las personas pasaban por la calle metidas en su propio mundo.

Mentía si decía que adoraba todo de la lluvia. Era cierto que adoraba verla, escucharla e incluso notar como las pequeñas gotas caían sobre mi mano extendida. Pero odiaba que me pillase de improviso cuando estuviese en la calle, sin paraguas y terminar completamente empapada.

Adoraba ver la lluvia, si. Y ese día era un día lluvioso en Londres, pero no lo disfrutaba como otros días.

Observé a mi pequeña, quien miraba a su peluche favorito que su tía le había regalado en su primera quimio hacía tiempo. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que para nosotras parecía que habían pasado años y años.

Cada vez que la acompañaba para su tratamiento, no podía evitar recordar la mala noticia de la doctora en aquel despacho. Aquella horrible noticia que mi hija no entendió cuando salí y me vio aquel rostro.

Mi pequeña observaba aquel peluche con un rostro lleno de cansancio. Hacía un rato que acabábamos de llegar del tratamiento y, cada vez que llegaba después de la quimio, me mataba por dentro verla sufrir, lo mal que lo pasaba con los vómitos, cualquier olor a perfume que le provocasen náuseas. Verla, tan pequeña y sufriendo de esta manera y, a pesar de ello, sacaba su sonrisa diciéndome a mí que todo iba a ir bien. A mí... Cuando debía ser al revés.

Pero los días que llegábamos de la quimioterapia, ella no estaba de humor y ahí era cuando se la veía decaída. Pero ahí estaba yo, para lo bueno y para lo malo. Siempre.

Le quité el pañuelo de colores para que estuviese más cómoda dentro de casa y lo dejé junto a otros de sus pañuelos que solía ponerse para salir.

Traté de sonreír, pero no me salía del todo.

Por fuera todos me veían bien, pero por dentro estaba rota. Y por eso, hoy día de lluvia, no quería ni asomarme a la ventana. No era un buen día para mi pequeña y para mí tampoco lo era.

Su rostro pálido me decía que estaba con nauseas, y sabía lo que significaba; no quería comer. Era normal, cualquier cosa que comiese, terminaría por vomitarlo, pero debía comer, era algo que la doctora recalcaba bastante.

Me agaché, arrodillándome en el suelo y, tras besarla en la mejilla, acaricié su cabeza con delicadeza y ella me observó con una sonrisa.

—¿Te encuentras mejor?

Ella asintió.

—Si... Pero no quiero comer —dijo, antes de que yo le dijera nada sobre la cena.

Me entristeció por dentro verla así y respondí;

—Debes comer, mi vida. La tía Ailym está haciendo la cena.

Si no fuese por mi hermana Ailym, no sabría que sería de mí si debía trabajar. No iba a dejar a mi hija con cualquier persona, la única era mi hermana y juntas podíamos vivir en el mismo piso para así cuidarla.

—Si como un poco más seguiré vomitando y lo odio —susurró con la voz cansada, cosa que me hizo destrozar a mí.

Hice que me mirase a los ojos, sonreí y acaricié su dulce rostro, consiguiendo que se tranquilizara un poco.

El sonido de la lluvia al chocar las gotas de agua contra el cristal de la ventana, relajaba y podía ver como Paola miraba hacia la ventana, mirando ese temporal con los mismos ojos con los que lo miraba yo.

—Lo sé mi vida, pero debes comer. La médica ya lo ha dicho. ¿Te acuerdas la bronca que te echó?

Ella puso un rostro triste al recordar la conversación con la doctora y susurró;

—Si...

Negué con la cabeza, deseando poder entregar mi propia alma con tal de que mi hija se curase y disfrutase de su infancia, que no conociera el sufrimiento de una enfermedad siendo una niña y ojalá sin descubrirlo jamás. Pero la vida tenía otros planes y nos había dado esto, pero nosotras haríamos lo posible para Paola se recuperase. Y se iba a curar, tenía la esperanza de que sí.

—Te prometo que todo va a salir bien —murmuré. —Esto es solo una época.

—¿Me voy a curar? —cuestionó, destrozándome más todavía.

Asentí, costándome bastante hacerlo y respondí;

—Por supuesto, cariño.

La doctora me había dado buenas noticias ese mismo día, pero no quería hacerme ilusiones hasta que todo saliera bien. Tener la ilusión y luego que te la quitasen, era una sensación horrible. Y quería seguir con la misma mentalidad, sin necesidad de decaer.

Juntas éramos fuertes, las 3 lo éramos y lo seguiríamos siendo.

Observé el reloj, el cual daban casi las 8 de la noche, y sabía lo que significaba. Faltaba poco para comenzar con mi trabajo, irme al despacho de Magnus y hacer mi trabajo. Ojalá pudiese tener un trabajo diferente y no tener que depender de una persona tan cruel como Magnus... Pero no había un trabajo con el que cobrase lo suficiente para poder pagar el tratamiento. No llegaba y con el trabajo de administrativa de mi hermana, tampoco llegaríamos muy lejos.

Y ahora no podía salir de ahí. Solo deseaba proteger a mi pequeña y a mi hermana y ya lo demás lo solucionaría yo más adelante.

—¿Vas a trabajar hoy? —preguntó mi hija al verme mirar el reloj.

Asentí.

—Me temo que si, cariño. Pero no llegaré muy tarde. —Acaricié su rostro con una sonrisa, consiguiendo contagiarla—. Estaré aquí para arroparte cuando te vayas a dormir y leerte un cuento.

Mi pequeña me abrazó y yo se lo devolví con mucho cariño, disfrutando de ese abrazo a más no poder.

Ambas nos levantamos y nos dimos la mano, dirigiéndonos hacia la cocina, donde mi hermana se encontraba haciendo la cena.

—Vamos con la tía Ailym.

Paola caminó hacia la cocina y la ayudé a sentarse al ver que estaba algo débil para mover la silla.

El sonido de la tele llegaba a la cocina y es que, aprovechando que el salón conectaba con la cocina, mi hermana solía cocinar con la televisión puesta para no perderse ninguna noticia importante.

Podía oler el olor a la comida deliciosa que suele hacer normalmente y vi que estaba preparando algo suave para que ella no lo vomitase y pudiese comérselo. Sonreí, agradeciéndole que me ayudase tanto, aún sabiendo a que es lo que me dedicaba.

Ailym se giró, mirando a su sobrina y dándole un beso en la mejilla.

Mi hermana era algo más mayor que yo, una mujer guapa y bastante parecida a mí, si no fuese porque los trabajos que tuvo en su vida han sido bien diferentes a los míos. Comenzando por ser camarera en un bar, luego trabajar de dependienta en una tienda de ropa y ahora administrativa en una empresa que solo le ocupaba por la mañana, así que por la tarde tenía todo el tiempo libre para poder cuidar a Paola, quien la quería como una hija.

—Pero mira quien está aquí. ¿Cómo vas, Paola? —preguntó Ailym.

—Un poco mejor.

—Pues vamos a pasar una noche de chicas. Cenaremos y luego veremos cualquier película que quieras —susurró.

Yo me acerqué a mi hermana, preparando el abrigo y ocultando con bastante ropa la ropa que solía llevar al trabajo, para que mi hija no me viera así y mi hermana tampoco.

Estaba preparada para irme a mi trabajo, para ver a Magnus, pero vi a mi hermana preocupada por mí.

No hacía falta conocerla mucho para conocer la mirada que estaba poniendo, y la escuché;

—¿Ya tienes que irte con ese cerdo? —preguntó con la voz baja para que Paola no nos escuchase, pero estaba pendiente a la televisión.

Miré a mi hermana y asentí.

—Ya sabes que sí.

Ailym negó con la cabeza para decir;

—No me gusta que vayas a ese sitio.

—Lo sé. Pero no me queda otra... —Miré a mi hija y suspiré fuertemente—. Gracias a eso puedo pagarle el tratamiento a Paola.

Ailym asintió mientras observaba que la comida no se le pegase.

—No estoy tranquila cada vez que sales por esa puerta. —Miró a mis ojos y susurró. —El otro día llegaste con el rostro destrozado por ese cabrón. A ver si un día lo detienen y se pudre en la cárcel.

Levanté mi mirada, cansada por escuchar eso, no solo a mi hermana, sino a algunas chicas que trabajaban para algunos luchadores y algunos de esos luchadores, por no hablar de que también Felina me lo había comentado cuando sanó mis heridas. La policía no hacía nada, era incapaz de pararle los pies a ese hombre. Si ellos hubiesen querido, ya lo hubiesen detenido desde hacía años, pero no lo iban a hacer. Y si lo hacían, seguramente les saldría otro jefe peor que Magnus. Así funcionaba esto, no había escapatoria una vez entrabas. Y era difícil salir.

Al principio no lo sabes. Pero cuando ya estás metido hasta el fondo del asunto, ya no veías la luz del sol para salir de ese lugar.

—La policía no hace nada —contesté cansada de siempre lo mismo.

—Porque tu lo dices. No todos los policías son iguales —aclaró ella.

Y negué con la cabeza.

No confiaba en ellos, ni lo haría nunca. Nadie nos iba a ayudar y eso estaba más que claro. Y más viendo como muchos de esos policías eran clientes para ver esas peleas, gastándose el dinero en un lugar tan lúgubre y que tanto daño hacía a otras personas que no tenían ni para comer.

Miré a mi hermana y continué;

—Para mí si. —Ella sabía que no podía cambiar mi opinión sobre ellos, por lo que dejó el tema y dije. —Cuídala y si pasa cualquier cosa, llámame.

Ella asintió, entendiéndome.

—Sabes que no tienes ni que pedírmelo. Ten cuidado y llámame cuando hayas llegado, Venus. —dijo aquel nombre que no solía escuchar muy a menudo y que solo mi hermana decía.

Para el boxeo clandestino era Afrodita, pero en mi vida privada era Venus Wright. Siempre sería Venus

—Te llamo ahora.

Besé en la mejilla a mi hermana y luego le di un beso a mi hija en su frente.

—Dentro de un rato vuelvo, cariño.

—Si, mami.

Me despedí de mi hermana y, costándome bastante en marcharme, salí de casa para subirme a mi coche e irme hacia mi lugar de trabajo.

Al llegar llamé a mi hermana para decirle que ya había llegado.

Me quité la ropa que me sobraba y me miré en el espejo del coche, para maquillarme, pintándome los labios de color carmesí. Salí de allí y toqué la puerta para ver como Venecia me abría. Me saludó, tan serio como siempre, pero tenía la sensación de que siempre que estuviese a su lado, me sentía protegida, la misma sensación que me pasaba con Felina. No entendía el motivo, pero me gustaba sentirme así después de estar mucho tiempo con tanta gente extraña en el boxeo.

Al pasar por el bar del lugar, algunas mujeres trataron de hablar conmigo y algunos hombres ligaban. Sabían que era la prohibida del lugar y que solo Magnus me pagaba para hacerle mi trabajo, pero lo prohibido llamaba y mucho.

Al subir las escaleras, la mano de alguien me sorprendió, tratando de gritar, pero su mano libre la puso sobre mi boca y al ver a Serpiente que me llevó por el pasillo, arrugué mi frente y me guie por él. Observé cada rincón, por miedo a que Magnus nos viese, pero no había nadie, por lo que me calmé al instante.

No entendía que es lo que quería, pero me tranquilicé al ver que era él. Serpiente y Gato eran 2 personas con las que también me sentía tranquila, aunque para mí, ellos eran muy importantes para mí.

Me arrastró por el pasillo y abrió la puerta de su cuarto para esconderme allí, sin que nadie nos viese. Cerró la puerta y se puso en medio de esta para no dejarme salir.

—Pero, ¿qué haces? —cuestioné.

Traté de empujarlo para poder irme a mi trabajo, pero él me miró con aquellos ojos tan azules y perfectos que me despistó bastante.

Su cercanía era la que nunca llevaba bien y me sentía en otro mundo cada vez que su piel se pegaba a la mía y muchas veces me pregunté como serían sus labios sobre mi cuerpo.

—¿Qué estás haciendo, Serpiente? —Volví a preguntar. —Debo irme. Poeta me espera.

Al decirle aquello último, pude ver la preocupación en su mirada. Sabía que él no le gustaba, como a mí, que me metiese en la boca del lobo con Magnus, pero no me quedaba otra. Y yo era la primera en que no me gustaba. Quería estar en casa, con mi hija y disfrutando de esos momentos con ella, mientras la cuidaba y también al lado de mi hermana. Pero no podía pedirlo todo y ese era mi trabajo, por poco que Serpiente le gustase.

Él negó con la cabeza y dijo;

—He encontrado trabajo de camarera en un bar que hay en Londres... Les he enviado tu currículum y estoy seguro que te van a llamar.

Reí al escuchar lo que me estaba diciendo. Negué repetidas veces mientras mi miraba se dirigía hacia el reloj que Serpiente tenía en la pared y que, cada vez, faltaba poco para ser la hora y a Magnus no le gustaba que llegase tarde.

—¿Qué currículum? Soy prostituta, ¿vas a decirles que llevo varios años en la calle? —ironicé.

—Afrodita...

—Un trabajo de camarera no me ayudará a costear el tratamiento de mi hija —respondí con un tono bastante brusco que odié al hablarle así a alguien que le tenía mucho aprecio.

Pero Serpiente no me ayudaba así, por muy buenas intenciones que tuviese.

—Lo sé. Por eso te voy a ayudar.

Negué varias veces al escuchar aquello último.

—Serpiente, ¿te estás escuchando? —Los ojos de él, preocupados y llenos de miedo cada vez que me veía entrar al despacho de Magnus, estaban ahí—. No puedo salir de aquí, desde que pise un pie fuera de la ciudad, Magnus hará lo posible por matarme, a mí y a mi familia y eso no lo pienso permitir.

Pude ver en su mirada como se daba de cuenta y su mirada bajó al suelo, en busca de algo más para poder ayudarme a salir de esa.

—Es increíble que estemos teniendo esta conversación, cuando tu eres el primero que debes saberlo —confesé, enfadada y no por él, si no por las "soluciones" que me estaba dando.

Estaba por llegar tarde, tenía un mal día al ver a mi hija sufriendo por la quimio y odiaba dejarla, a pesar de que estuviese con mi hermana. No me gustaba dejarla cuando no se encontraba bien.

Caminé hacia la puerta, al ver que Serpiente me daba espacio para irme, pero su voz me interrumpió.

—No te vayas.

Enfadada, lo miré y dije;

—Para que me des ideas de mierda, prefiero irme.

Agarré el pomo de la puerta, pero la mano de él se puso sobre la mía y me dijo;

—Espera...

—¿Qué?

Nos quedamos ahí, parados, callados y mirándonos. Había algo entre nosotros, algo que llevábamos escondiendo mucho tiempo y por miedo a esa prohibición, no lo dejábamos salir. Sabía lo que pasaba si alguien que no fuese Magnus me tocaba, y no me pasaba a mí, sino a la otra persona y Serpiente no quería que le ocurriese nada. Absolutamente nada. Pero ahora estaba jugando con fuego, ambos lo estábamos dejando, porque yo, aunque no lo inicié, le estaba dejando que me tocase.

Quiso besarme, lo veía en su mirada y si me hubiese besado, yo le seguiría ese beso y quizás seguiríamos hacia su sofá que tenía apenas unos metros. Pero La hora estaba en contra y Poeta no perdonaba.

Puse mis dedos sobre los labios carnosos de Serpiente y negué con la cabeza.

—Sabes que no es posible.

Él asintió, entendiéndome.

Dejó de tocarme y susurró;

—Ojalá fuera posible.

"Si, ojalá", —me dije a mí misma sin que él no supiera lo que sentía también.

Abrí la puerta y dije;

—Debo irme. Cuanto antes acabe esta noche con Magnus, antes podré irme con mi hija.

Él me comprendió y luego me marché, dejando solo a Serpiente en su cuarto, triste.

Caminé hacia el ascensor y luego subí hacia la planta más alta, caminando luego por ese pasillo y tocando la puerta de Magnus, quien ya me estaba esperando tras su mesa.

Con la puerta abierta, lo miré, y él me observó de aquella forma tan obscena y asquerosa con la que solía mirar a todas las mujeres, pero sobre todo a mí. Señaló hacia la puerta para que la cerrara y, cuando lo fui a hacer, vi de fondo a Serpiente, bastante mal y mirándome desde la distancia. Sabía que Magnus no podía ver desde su posición, pero como no la cerrase rápidamente, se enfadaría y sería peor.

Nos dedicamos una mirada que ambos sabíamos que significaba. Quise susurrarle algo, mover los labios para que solo él supiera que le estaba diciendo, pero Magnus esperaba, por lo que cerré la puerta con el pestillo para empezar mi trabajo.

***

Y hasta aquí el capítulo de hoy.

Ha sido diferente, algo más corto y con menos acción de lo que les tengo acostumbrados, pero necesario para conocer más a los personajes.

Espero que les haya gustado y que entiendan más a Afrodita y conozcan a sus seres queridos.

¿Que les ha parecido el capítulo?

¿Conseguirán tener algo entre Serpiente y Afrodita?

Nos leemos el viernes.

Patri García.

Pd; mañana les espero con el primer capítulo de «Secreto A Voces»

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