Boda por escándalo

By EasyCuteWat

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La cama equivocada, un escándalo y una esposa poco convencida. Camila no esperaba despertar junto a Lauren J... More

Capítulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo

Capítulo 6

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By EasyCuteWat

A Camila le resultó extraño estar en una boda sin sus padres, pero después de todo, ella misma había insistido en una ceremonia impersonal, sin familiares ni amigos. Por eso mismo se había puesto un vestido corto, de un rojo rabioso. Era el vestido más apropiado para interpretar el papel de la fulana de la familia.

Pero en cuanto llegó y vio la mirada de furia que Lauren le dirigía se sintió incómoda. Era evidente que estaba enfadada con ella, y que su enfado se acumularía por no poder expresarlo hasta que estuvieran a solas.

La noche anterior se había marchado de casa de Lauren, dejándole una nota para cuando regresara de su viaje, en la que le informaba de que dormiría en casa de unos amigos. En realidad había alquilado una habitación en un hotel barato y había pasado las horas comiendo chocolatinas y diciéndose que todavía estaba a tiempo de cancelar la boda.

Pero no lo había hecho. Y seguía sin saber por qué.

Cuando el funcionario dio permiso para besar a la novia, a Camila le desconcertó que Lauren la besara apasionadamente y le recordó que se había unido a una mujer a la que apenas conocía y con un extraño poder sobre ella.

En cuanto salieron del juzgado se vieron rodeados por una nube de fotógrafos que las siguió hasta el coche. Los lentes de sus cámaras se pegaron a los cristales para intentar conseguir una última fotografía.

Hubo un silencio tenso hasta que se adentraron entre el tráfico.

—Espero que tengas una buena excusa—Dijo Lauren al fin.

—No tengo por qué dar ninguna explicación—Replicó Camila con molestia.

—Puede que no. Pero me gustaría saber qué van a pensar tus padres cuando mañana aparezca tu fotografía con ese vestido tan poco apropiado.

Camila apretó los labios.

—No tengo mucha ropa. Y éste es mi mejor vestido.

Lauren la miró con desesperación.

—¿Por qué no me los has dicho? Podría haberte comprado algo. Eres una mujer verdaderamente complicada.

Camila se cruzó de brazos enfadada con Lauren.

—No necesitabas casarte conmigo para llegar a esa conclusión.

La risa de Lauren rompió la tensión.

—Supongo que tienes razón.

—Entonces, ¿por qué lo has hecho? —Camila se giró para mirarla de frente.

Lauren tardó en responder.

—Me parecía una buena idea.

—¿Y ahora? —Camila le sostuvo la mirada.

—También—Lauren aceleró—Y ahora que hemos aclarado las cosas, vamos a disfrutar.

Camila no quiso preguntar a qué se refería pero creía intuirlo. Cuando vio que no tomaba el desvío hacia su casa, la miró de soslayo.

—¿Dónde vamos?

—Quiero enseñarte algo. Le he pedido a la asistenta que preparara una bolsa con tus cosas.

Camila no sabía qué la irritaba más, si el hecho de que una desconocida tocara sus cosas o que Lauren no le hubiera comunicado sus planes para el fin de semana.

—Podía haberlo hecho yo misma—Refunfuñó.

—No te preocupes, no volverá a suceder.

—Si crees que va a cambiar algo porque me compres ropa, estás muy equivocada, y cuando necesite renovar mi vestuario, me ocuparé yo misma—Advirtió con seriedad.

—¿Con qué dinero?—Lauren le lanzó una mirada retadora.

—Tengo lo que necesito.

—Vives como si fueras pobre. ¿Es sólo para acentuar las diferencias entre tú y tu familia?

Camila se tensó.

—Eso es absurdo. No veo la necesidad de usar ropa cara cuando hay niños que no tienen qué comer.

—Si esos niños gastaran menos en bebida y en drogas, podrían encontrar un lugar en el que vivir.

Camila la miró despectivamente ante ese comentario.

—¡Qué burgués! ¡Habla la niña que nació con una cuchara de plata en la boca!

—Cuidado con lo que dices—Le advirtió Lauren.

—La gente como tú me repugna—Siguió ella, perdiendo el control—Jamás te has tenido que preocupar por buscar comida y sin embargo te atreves a criticar a aquellos que no tienen nada, ni siquiera el afecto de sus padres...—Se calló en cuanto fue consciente de lo que acababa de decir. Lauren no tenía padres desde los cuatro años y era evidente que le había faltado cariño—Lo siento —Masculló—He hablado sin pensar.

—No te preocupes—Dijo sin mirarla.

Lauren adelantó a cuatro coches seguidos con expresión impasible, pero Camila observó que apretaba el volante con fuerza y se sintió fatal. Guardó silencio mientras pensaba cómo disculparse. Estaba acostumbrada a que Lauren bromeara, pero no a su ira, y hubiera dado cualquier cosa para que alguien le aconsejara cómo actuar.

Pasada media hora empezó a sospechar dónde la llevaba. Iban rumbo a Pelican Head. Dejaron a un lado la casita de la amiga de su madre y tomaron un desvío que conducía a una gran casa victoriana. Camila había pasado junto a ella en numerosas ocasiones, con la sensación de que estaba habitada por fantasmas que la contemplaban a través de las ventanas. Jamás hubiera imaginado que algún día entraría en ella con su esposa.

—Voy a meter las bolsas. ¿Quieres ir a dar un paseo?—Preguntó Lauren.

—Muy bien—Murmuró ella, esquivando su mirada. Una vez más, la desconcertaba que pudiera leer su mente, lo que necesitaba en aquel instante era estar a solas. Se quitó los tacones y se puso unas deportivas.

Lauren entró en la casa mientras ella respiraba el aire fresco, perfumado por los eucaliptos que rodeaban la casa.

Se alejó y caminó hacia el arroyo. El murmullo del agua deslizándose sobre las rocas la calmó. Sus dedos acariciaron el agua y aspiró con placer el aroma a musgo y a humedad que tanto le gustaba.

Aquél era el primer día de su vida de casada. Giró la alianza en su dedo y se preguntó cuánto tiempo la llevaría puesta. Casarse para contentar a sus padres y para que su esposa consiguiera el dinero de su madre parecían dos motivos muy poco comunes. Pero nada en su vida lo era. Siempre había sido distinta a su familia. Incluso su aspecto era diferente. Y cuanto más tiempo pasaba, más se sentía como la pieza de un rompecabezas incompleto.

Anochecía cuando inició el camino de regreso, Lauren había encendido algunas luces en la casa y resultaba menos fantasmagórica. De hecho Camila pensó que parecía viva, como si todos aquellos años hubiera estado esperando a ser habitada.

Cuando llegó a la puerta, Lauren la abrió y Camila dio un salto atrás.

—Parece que has visto un fantasma—Se burló Lauren.

Camila ocultó su turbación tras indiferencia

—No creo en la vida después de la muerte—Se encogió de hombros, e intentó pasar, pero Lauren le bloqueó la entrada.

—¿No deberías cruzar el umbral en mis brazos?—Cuestionó con ojos maliciosos. Camila la miró con frialdad.

—¿Y tú no debes amarme y protegerme hasta que la muerte nos separe?—Lauren cambió de expresión y dejó caer los brazos.

—Lo que yo sienta por ti es lo de menos. Es mucho más importante lo que tú sientas por ti misma.

Camila la miró desconcertada, pero se protegió con su habitual sarcasmo.

—Aunque las dos nos arrepintamos, lo cierto es que eres mi esposa, no mi psicoanalista.

—Entonces tengo que hacer lo que debo—Y sin esperar respuesta, Lauren la tomó en brazos y la metió en la casa.

Camila se retorció y protestó, pero Lauren, en lugar de hacerle caso, la besó. Y Camila dejó de luchar con ella para luchar consigo misma y tratar de controlar el fuego que amenazaba con quemar su interior. Cada poro de su piel respondió a aquel beso, cada rincón de su cuerpo fue alcanzado por el calor de su llama. El deseo de sentir a Lauren dentro de ella se hizo casi doloroso. Sus brazos se aferraron a su cuello, asiéndose a ella como a un salvavidas que pudiera rescatarla de aquella tormenta de pasión desbocada.

Sintió que Lauren la dejaba en el suelo, haciéndola descender pegada a su cuerpo, apretando contra ella su sexo endurecido para no dejarle duda de que la deseaba.

Pero de pronto alzó la cabeza y Camila entreabrió los ojos y vio que la miraba intensamente, con una expresión indefinible que no pudo sostener.

Se apartó de Lauren y puso unos metros de distancia entre ellos. Cada vez que la tocaba perdía el sentido. Un solo beso bastaba para hacerla enloquecer.

Miró a su alrededor para evitar su seductora sonrisa.

—¿Qué vas a hacer con esta casa?—Preguntó, al tiempo que tocaba la pintura desconchada de las paredes.

—Esperaba que tú me aconsejaras. Suponía que habrías estado aquí alguna vez y que me sugerirías algo.

—No había venido nunca.

—¡Qué poco sociable!

—Cuando venía a Pelican Head, lo último que quería era ver a gente. Además, se decía que la persona que vivía aquí prefería estar sola.

—¿Nunca sentiste curiosidad?

—No. Yo respeto el derecho a la intimidad de los demás—Mintió Camila. La verdad era que sí había sentido una enorme curiosidad, pero por una mezcla de respeto y de falta de tiempo, nunca había hecho ninguna averiguación— Lo que está claro es que no se han ocupado de conservarla.

—Eso es verdad, pero me gusta enfrentarme a retos —Lauren se acercó hacia la estantería en la que había montones de libros desordenados y cubiertos de polvo—Al verla, pensé que necesitaba un poco de atención y, como a ti, me atrajo la sensación de soledad que transmitía.

Camila la miró desde el otro lado de la habitación y sus miradas se encontraron. De pronto se dio cuenta de que en realidad no sabía nada de su trabajo ni de sus preocupaciones cotidianas.

—¿Te gusta tu trabajo?—Indagó bruscamente.

—Paga las facturas—Respondió simple—¿Y a ti el tuyo? ¿Alguna vez piensas en dejar la clínica y hacer algo menos exigente?

—No.

Lauren la miró fijamente.

—Estás obsesionada con que te necesiten, ¿verdad? Por eso trabajas a cambio de nada.

—Lo que yo cobre no es asunto tuyo —Camila esquivó su penetrante mirada y tomó un libro de la estantería—¿Qué te hizo comprar esta casa?

Aun sin mirar, percibió que Lauren se encogía de hombros.

—Me atrajo su misterio.

En aquel instante, las luces parpadearon, se apagaron y se encendieron de nuevo en cuestión de segundos. Camila se estremeció.

—¿Tienes miedo?—Jugueteó Lauren, esbozando una sonrisa.

—¡Claro que no!—Chilló Camila con rotundidad. Pero al oírse un trueno en la distancia dio un respingo.

Lauren se acercó a ella y le acarició la mejilla.

—¿A qué temes, a los rayos o a los truenos?—Preguntó, con voz de terciopelo.

—No me gustan las tormentas porque son impredecibles —Camila tragó saliva—Nunca sabes cuándo van a caer, y de pronto, están sobre ti.

—¿Como cuando te enamoras?

—No lo sé. ¿Qué sabes tú del amor? A los playperson sólo les importa lo físico—Pudo notar la risa en los ojos de Lauren ante su ingenio de palabra.

—Hasta los "playperson" se enamoran alguna vez—Dijo entre comillas sin perder la dulzura con que habló.

Camila miró al suelo.

—¿Cuántas veces te has enamorado?—Cuestionó con fingida indiferencia.

—No las bastantes como para ser un experta.

Camila no supo por qué aquella respuesta la desilusionó.

—¿Y tú? —Lauren regresó la pregunta.

Camila estaba preparando una respuesta evasiva cuando un rayo iluminó la habitación, seguido de un trueno que hizo temblar la casa. De un salto se refugió en los brazos de Lauren en el preciso momento en que la luz, tras parpadear, se apagaba definitivamente, dejándolas a oscuras.

—Tranquila—Susurró Lauren acariciándole la cabeza—Pasará en unos minutos.

—¿Tienes una linterna? —Inquirió ella inquieta, al tiempo que alzaba la mirada hacia Lauren.

La contemplaba con ojos llenos de ternura, y Camila fue súbitamente consciente de sus dos cuerpos en contacto en medio de aquella vieja casa llena de recuerdos.

—No tenemos linterna—Contestó.

—¿Y velas?

Lauren sacudió la cabeza.

—Pero he puesto leños en la chimenea. Y tengo cerillas.

—¡Menos mal! —Exclamó ella, con un escalofrío—Pensaba que teníamos un serio problema.

Hubo una peculiar pausa.

—Y lo tenemos —Admitió Lauren.

—¿Qué tipo de problema?—Camila la miró con inquietud.

—Éste—Respondió Lauren. E inclinó la cabeza hacia ella.

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