Quiero Amarte

By artistacaotica

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Alex Bruce Schwarzengger: bromista, coqueto, romántico... Y también idiota. A Skylar Bannerman le encanta, sí... More

E P Í G R A F E
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43. Con ojos de amor
Capítulo 45. ¿Cuánto te mide la v...?
Capítulo 46. Somos amigos, acuérdate.
Capítulo 47. Dame una oportunidad
Capítulo 48. Nosotros estamos bien
Capítulo 49. Todo lo que tú me pidas.
Capítulo 50. Te quiero complacer.
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54. Final
Epílogo
SEGUNDO LIBRO
SIEMPRE TÚ
Prólogo. [Continuación]
Capítulo 1. ST
Capítulo 2. ST
Capítulo 3. ST

Capítulo 44. Sit down beside me

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By artistacaotica

C A P Í T U L O 4 4

«Sit down beside me»

SKYLAR BANNERMAN


Miro el grande edificio de la preparatoria frente a mí y trago saliva, sintiendo el nerviosismo en mis venas.

Cada que una clase termina dan de diez a quince minutos libres, en donde puedes salir fuera mientras que los maestros llegan a sus respectivos salones, así que no me asusta encontrar a la mayoría de los alumnos pasando el rato en las bancas del plantel o en sus autos, pero preferiría haber llegado más tarde para no encontrarlos.

Busco mi labial en mi mochila y al hallarlo lo saco, mirándolo con duda, elevo mi mirada para saber si alguien me está mirando, sin embargo, al estar algo alejada y tras de un árbol compruebo que no. Le quito la tapa al labial y uso mi celular como espejo, para proseguir a pintar mis labios de guindo.

Determino mi aspecto en la pantalla de mi teléfono una vez que termino y respiro hondo. No sé si he tomado el consejo de Charlotte en el punto correcto, pero sé que aplicarme corrector bajo las ojeras y rímel en las pestañas me ayuda a verme presentable, e incluso arreglada por traer el pelo recogido.

Guardo de nuevo mis cosas y enderezo mi postura. Me duele el cuerpo, como si tuviera cortadas por todas partes, me duele la cabeza por no dormir y me sigue doliendo aún el corazón. Ha sido un fin de semana muy pasado, tal vez el más doloroso que recuerdo, pero ya he tenido que venir a la escuela para no tener mas faltas y reprobar.

Armándome de valor y sintiéndome más segura de que ya está el plantel más desalojado comienzo a caminar por el pabellón. Busco instintivamente como una tonta el carro de Alex, pero al no encontrarlo suspiro con decepción. Ni siquiera estoy tan segura de que haya venido a clases. Quizás ha faltado.

Mi corazón parece morir por cada falsa ilusión que yo sola me doy.

Forzo una sonrisa, ignorado el dolor en la boca de mi estómago y miro el mensaje de Daniel que tengo desde hace veinte minutos.

Daniel: «Cuando llegues pasa directo al audiovisual, juntarán al grupo A con el D para una actividad :p«

Guardo mi celular y me apresuro a entrar al edificio. El pasillo se va desalojando conforme más pasan los minutos, así que me apuro en llegar primeramente a dirección.

Coloco mi mano sobre la manija de la puerta y la empujo sin dudar. El ruido es escaso, pareciera que las bisagras están nuevas, porque no rechinan mientras se abre y nadie dentro se da cuenta de mi presencia.

Entro a la oficina de dirección sin hacer ruido y me detengo al escuchar su voz por algún lugar.

—Solo necesito dos justificantes, por favor.

Mi respiración se atasca y no puedo evitar sentir de nuevo el nudo estorboso en mi garganta y las ganas de llorar. Han sido días muy largos sin verlo y escucharlo.

Me volteo para comprobar que es él y todo se agolpa en mi cabeza. Mi tormento y mi calma se unen al tenerlo frente a mí.

—¿Por qué necesitarías dos, Alex?

El mencionado suelta una risilla, sin percatase que estoy tras de él y se recarga sobre el mostrador de la prefecta.

Alex viste completamente de negro, desde los tenis, hasta su playera. Y no puedo evitar mis ganas incontenibles de querer ir a abrazarlo y preguntarle todas las dudas que tengo en mi cabeza.

—Es que me lo está pidiendo el entrenador —responde y me quedo quieta como una estatua a lado de la puerta. Ni la prefecta se da cuenta de que alguien más ha entrado a la oficina.

Ella le entrega las dos hojas de justificantes que pide y él las dobla para luego agradecerle.

Agacho la cabeza para no mirarlo y doy un paso hacia delante, fijo mis ojos en mis zapatos y de pronto otro par de tenis se detiene frente a mí.

Su familiar perfume varonil inunda mi nariz y mi corazón da un vuelco violento, comienzo a sentir los latidos golpeteando mis oídos y temo que él pueda darse cuenta por el silencio que hay.

Elevo mi vista y el océano de sus ojos azules me miran fijamente. Un mar de emociones se le mezclan y a mí se me congela la lengua. No puedo moverme ni hablar, entro en trance al verlo tan cerca de mí, y él se aclara la garganta luego de unos segundos donde parecía embelesado.

—Skylar —me da un asentimiento de cabeza y pasa por un lado mío para irse —. Qué bueno verte.

Alex pasa de mí y abre la puerta para irse sin decir algo más o sin esperar a que yo diga algo.

Aprieto mis dientes y parpadeo continuamente para alejar el ardor en mis ojos. Me encuentro extrañándolo, extrañándonos, y extrañándome a mí, extraño cómo me sentía y lo que me hacía sentir. ¿Por qué me tuvo que hacer esto?

Bajo la mirada y me acerco al mostrador dónde estaba Alex recargado.

—Hola, Skylar, ¿qué te trae por acá? —la prefecta me sonríe con amabilidad, mientras que su cabello rizado se mueve por el pequeño abanico que tiene frente a ella.

—Eh... quería ver si puedo entrar a hablar con el director.

Ella me sonríe y asiente con la cabeza. —Pasa, ahora está desocupado.

Le agradezco devolviéndole la sonrisa y camino hasta la puerta de su oficina. Toco tres veces esperando la respuesta de que pueda entrar y al obtenerla me adentro en ella.

El director me mira desde el escritorio y levanta las cejas como si tuviera sorpresa de verme.

—Qué milagro verte por aquí, Skylar.

Tomo asiento en una de las sillas y sonrío con vergüenza. No sé si lo dice porque he estado faltando o porque no he estado aquí desde la última vez que me castigó por culpa de Carrie.

—Lo sé... —me retuerzo los dedos de las manos, intentando recomponerme luego de ver a Alex —. Es que..., venía a preguntarle si ya puedo volver al equipo de porristas.

El director saca un expediente de los cajones del escritorio y evito mirarlo a los ojos cuando leo que en la esquina está escrito mi nombre completo.

—Bueno, creo que no hemos tenido más problemas acerca de tus comportamientos —asiento y el director frunce el ceño mirando algo de mi expediente —. Solo que has estado faltando últimamente la semana que pasó.

—Estaba enferma —miento.

—¿Ya sacaste justificante? —cuestiona, mirándome a través de sus lentes —. ¿O apenas lo sacarás con la receta médica?

—Sí, apenas lo voy a sacar —vuelvo a mentir, porque no es cierto, no tengo ninguna receta médica para comprobar mis faltas —. Pero antes venía a preguntarle eso de volver al equipo.

—Sí puedes volver, Skylar —sonrío de pronto, sintiendo alivio —. Ya puedes volver a integrarte desde hoy, para que vayan ensayando con más tiempo, porque tienen la competencia estatal para el día veintinueve de este mes.

Frunzo las cejas.
—¿Tan rápido? ¿No era a mediados del siguiente mes?

El director guarda mi expediente y enlaza sus manos. —Nos cambiaron la fecha a todas las instituciones, ahora se va adelantar, pero ya sabes, tienen el total permiso de estar ensayando en horarios de clases.

Me cuelgo la correa en el hombro para ponerme de pie e irme.
—Está bien, me integraré.

—Espero que este año puedan ganar, el año pasado perdimos, y este año sería bueno porque también ganó el equipo de fútbol gracias a Alex y todos los chicos.

Una punzada se expande en mi interior al escuchar su nombre, pero solo sonrío y me levanto de la silla.

—Haremos lo posible para que esta vez todo salga bien.

Me despido del director y salgo de la dirección. El pasillo ya está completamente vacío y en silencio.

Me recargo sobre el mural y tallo mi cara.

Mis faltas.
El equipo de porristas.
Alex.
La universidad.

¿Por qué todo se junta a la misma vez? ¿O solo estoy exagerando?

—Hey, ¿qué haces? Tenemos una actividad juntos.

Volteo para saber quién me habla y Daniel me mira extrañado, como si me hubiera perdido.

—Estaba ocupada en dirección —le explico, despegando mi espalda de la pared.

—¿Te regañaron por faltar? —niego con la cabeza —. Entonces vámonos, tenemos una actividad.

Daniel me toma de la mano para inducir a que lo siga.

—¿Sobre qué es? —inquiero, interesada.

—No lo sé, solo nos dijeron que esperáramos en audiovisual —contesta y con confianza pasa un dedo por mi cabello recogido —. ¿Estás mejor? ¿Han arreglado algo?

—No, ni lo he visto —me encojo de hombros —. No has hablado con él, ¿verdad?

Daniel me mira y navega sus ojos por toda mi cara. —Aún no, esperaba que lo arreglaran el fin de semana.

—No hables con él.

—Pero Skylar... —Daniel menea la cabeza —. ¡Mira lo que está haciendo!

—Son problemas nuestros, por mí no tienes que dejarle de hablar —murmuro —. Por favor.

—Agradece que no lo he encontrado cuando ando borracho, porque sabes que así no tengo pelos en la lengua por decir las verdades —advierte, señalándome, a lo que río y comenzamos juntos a caminar al audiovisual.

—No he podido dormir nada —digo, sacando otro tema de conversación mientras caminamos.

Él me mira con una ceja levantada.
—Puedes tomarte una aspirina con una coca-cola.

Hago una mueca.
—¿Y eso en que serviría?

—Que funciona como pase, te activa y te quita el sueño, solo que te pone el corazón a latir a todo lo que da —explica —. Una vez lo hice cuando tenía resaca y un partido, sentía que me moría mientras corría, pero al final ganamos —se encoge de hombros con diversión —. Lo que es más feo son los efectos secundarios del siguiente día, te sientes todo zombie, tenía que exponer en la clase de Historia y no pude ni venir.

Sonrío. —Entonces prefiero no hacerlo, no quiero sentir que muero.

Daniel me da un leve empujón por el hombro.
—Tú te lo pierdes.

Jadeo aún con mi sonrisa. —Tú quieres que muera, ¿verdad?

—Seh... —hace una mueca de excitación fingida, mordiéndose el labio inferior —. Para quedarme con Alex.

Le doy un golpe en el hombro con indignación y nos detenemos frente a las puertas del audiovisual. Una bola de nervios se acumulan en mi estómago y una mujer vagamente conocida se adentra cargando una caja de cartón, Daniel y yo entramos después de ella. Él se adentra sobándose el hombro.

El audiovisual está completamente lleno, con más de cuarenta personas. Todos dentro están platicando y haciendo ruido, algunos están sentados y otros parados en grupitos conversando. Paso la lengua por mis muelas y veo a Karen acercarse a nosotros con una sonrisa en la cara.

—¡Hola, Sky! —me da un beso en la mejilla —. ¿Recuerdas a estas personas? ¡Son las mismas que una vez fueron de salón en salón para hablar de cómo poner un condón! —Ella mira con complicidad a Daniel que permanece a mi lado —. ¿Te acuerdas que yo te lo puse a ti?

Cierro mis ojos con vergüenza ajena cuando Daniel le responde riéndose.

—¿En tú salón a quién le tocó poner el condón? —me pregunta la pelirroja, entrelazando nuestras manos.

Aplano mis labios. ¿Cómo olvidarlo?
—A mí.

—¡¿Y a quién se lo pusiste!? —chilla, con la emoción chispeante en sus ojos almendrados.

—¿Cuánto apuestas que a Alex? —Daniel levanta las cejas pícaramente hacia Karen.

Me pregunto si se la vivirán de apuestas.

—¡Por eso quedaste enamorada! —me da un empujoncito con la mano, con una grande sonrisa deslizándose en su cara. No tengo que negar nada, porque seguramente mi expresión ya me ha delatado.

Sin decir algo nos encaminamos a los asientos disponibles y busco a Alex con la mirada, no debo buscarlo porque ya lo vi, pero siento la necesidad de mirarlo otra vez, y por más rápido que navego mis ojos por todas partes no lo veo. Con resignación me siento en la primera fila con Karen y Daniel a mi lado y cruzo mis piernas, esperando saber de la nueva actividad.



—¿Qué has hecho ayer, Sky? —me pregunta Karen, animada por hablar.

Abro mi boca para responderle, pensando en los sucesos que hice ayer. Después de pasear a Beni con Dante no hicimos algo más, él recibió una llamada y yo le dije que tenía que volver a casa, así que solo nos despedimos y yo me encerré en mi cuarto a... ya sabrán o deducirán a qué.

Ajam ajam... llorar.

—Pues...

Antes que pueda responder, una sonora carcajada resuena detrás del foro del audiovisual y se me revuelve el estómago al reconocer a quién pertenece.

Aprieto mis labios cuando Alex sale del foro junto con Raúl, que parecen estar pasándosela muy bien burlándose de algo o quizás alguien.

¿Cómo él puede estar luciendo tan bien después de terminarme? ¿Acaso no le afecta tanto como a mí?

Disgustada lo observo bajarse de un salto del foro y encaminarse a la segunda fila de asientos, justamente tras de mí.

Aspiro una grande bocanada de aire y de reojo veo que Raúl le enseña su celular a Daniel, quien también comienza a reírse con ganas.

—¿De qué se ríen tanto? —pregunto, aunque no me corresponde saberlo, pero escuchar a Alex estar tan divertido hace que la sangre se me caliente.

Raúl me mira con una sonrisa en su cara y después dirige su mirada a Alex, como preguntándole si debería decirme o enseñarme la razón por la que actúan así.

—¿Amaneciste amargada hoy? —el que arrastre la letra R me hace apretar mis dientes y me hace enojarme más. Si vendría la pregunta de cualquier otra persona solo la ignoraría, pero me sorprende que venga de Alex.

Volteo para darle una mala mirada y lo encuentro atento a mis movimientos, está sentado con comodidad sobre el asiento y tiene el brazo derecho apoyado sobre el reposabrazos, me sonríe con genuinidad y se coloca la mano en la mandíbula, observándome con atención.

¿Cómo puede lucir tan malditamente guapo y mirarme así?

¡Argh!

Maldito Alex y maldita su guapura.

Y si así fuera, ¿qué? —todos hacen una mueca de sorpresa ante mi respuesta brusca y contienen la risa.

Alex sonríe aún más, mostrando sus perfectos dientes y se encoge de hombros, entretenido.

—¿Te la quito?

Sí, por favor, hazlo.

Mi mente casi quiere suplicarle todos sus deseos, que sí lo haga, y mi rostro casi quiere sacar una impredecible sonrisa, sin embargo, dejo de mirarlo para que no pueda ver lo que me ha causado.

Karen a mi lado aplana sus labios, conteniendo sus ganas de sonreír. —Sonó muy sexual.

—Uff, problemas en el cielo... —comenta Raúl, suspirando dramáticamente.

—¡Es en el paraíso, idiota! —le corrige Daniel, echándose a reír.

Me quedo en silencio, sin querer decir algo más y trato por calmar el ritmo acelerado de mi corazón. Una de las mujeres que ya había visto se sube al foro y todo el audiovisual se queda en silencio para escuchar de qué trata la nueva actividad.

—Primero que nada, buenos días —saluda ella, sonriendo —. Anteriormente ya habíamos estado con ustedes con una actividad que al parecer les gustó mucho —siento un pie golpear contra el mío y el calor sube por mi cuello. No tengo que voltear para saber que lo ha hecho Alex y precisamente por recordar que yo fui quién le puso el condón.

—Y se nos hizo realidad y todo, ¿no? —contengo la respiración al sentir su aliento caliente golpeando contra mi oreja y no me muevo. Él está inclinado detrás de mí y trago saliva. No sé qué juego pretende jugar, pero yo no quiero caer, así que lo ignoro.

—. Hoy hemos regresado con una nueva actividad para ustedes —continúa hablando la mujer en el foro y me relajo cuando siento que Alex se aleja de mí —. Por eso hemos juntado a dos salones, el A con el D. Y la actividad será muy entretenida e interesante, serán padres por un día —al instante que dice eso, todos voltean a verse entre sí —. Hemos traído muñecos que simulan ser bebés reales, y ustedes estarán a su cuidado lo que resta del día. El muñeco tiene un sensor de vida, si el sensor baja, significa que morirá por malos cuidados, si se mantiene en un porcentaje mayor a sesenta significa que lo cuidaron bien —todos comienzan a murmurar en voz baja y yo me cruzo de brazos —. Por favor todos escojan a su pareja de mamá-papá y vengan por su nuevo hijo. Y también vayan pensando el nombre con el que se llamará, porque tienen que firmar una carta tipo acta de nacimiento.

Todos dentro del audiovisual se ponen de pie y comienzan a hacer dúos, suelto un suspiro mientras que miro a la primera pareja pasar a recoger al dichoso muñeco. Es Raúl con Suhail.

—Si quieres podemos ser juntas —propone Karen, girándose en su asiento para verme mejor—. Seremos unas mamás súper sexys a cargo de un bebé.

—Será conmigo, no te preocupes —la voz de Alex tras nosotras me pone los vellos de punta.

La pelirroja le entrecierra sus ojos. —Pero a lo mejor quiere ser conmigo, quizás le mola más la idea —ella se pone de pie y yo hago lo mismo —. ¿O tú qué prefieres, Sky?

—Está bien, tú deberías ser con Daniel —menciono, y acepta sin molestia. Lo toma de la mano y ambos se van a hacer fila para recoger a su muñeco.

Yo me trueno los nudillos y siento a Alex colocarse a mi lado, rozándome el hombro a propósito.

Una de las mujeres que son parte de la actividad se acerca a nosotros con una carpeta en su mano y una cordial sonrisilla.

—¿Ustedes serán la pareja de papá y mamá? –cuestiona, pero no soy capaz de responder con rapidez.

—Sí —responde Alex por mí.

—Muy bien, ¿prefieren niña o niño? —siento la penetrante mirada de Alex en mi nuca pero sigo sin poder emitir alguna respuesta ante la mujer.

—Niña.

—Muy bien, les tocará de dos meses —masculla asintiendo —. ¿Qué nombre le quieren poner?

Alex me da un leve empujoncito por el hombro para que reaccione, y por fin lo hago.

—Eh... nosotros no hemos pensado el nombre todav...

—Danielle —me corta Alex —. Se llamará Danielle.

La mujer nos sonríe con satisfacción y lo anota sobre una hoja.
—Bonito nombre.

Alex sonríe, como si no lo supiera ya. —Así lo tiene la madre.

La mujer suelta una risita y nos hace firmar en la hoja a ambos lo que simula ser la acta de nacimiento.

—Muy bien, ya pueden ir a recoger a su bebé —dice antes de alejarse e ir por otra pareja.

Cierro mis ojos por unos segundos y voy hacia los apartados dónde están los muñecos. Tomo el primero que veo y me sorprendo por lo que pesa. Pesa como un bebé real. Y tiene ropa color rosita y ojos celestes. Cada bebé tiene su propia pañalera. Lo vuelvo a dejar sobre la mesa y Christian llega a nuestro lado.

—Hacen una buena pareja de padres, ¿no me quieren adoptar? —inquiere —. Puedo ser la alfombra.

Suelto una risita y niego con la cabeza, Christian agarra uno de los demás muñecos y lo carga con confianza, como si fuera un muñeco, y lo es, sí, pero supuestamente no.

—El sábado tengo una fiesta de disfraces, es en mi casa —nos informa —. Empieza a las diez, ya los invité al grupo de WhatsApp.

Reviso mi celular con curiosidad para saber si es real.

Fiesta loca de disfraces 😜

Christian te añadió

Mi casa.

10:00 pm

Trae tu propio consumo y un original disfraz 👺🍾

—Espero que vayan, ¡hay que ponernos ebrios hasta el puto culo! —exclama, ansioso.

—¿Por qué una fiesta de disfraces? —frunzo mis cejas, guardando mi celular —. No es Halloween.

—Es que quiero presumir mi disfraz de Batman ¡Y el que no lleve disfraz no entra! —nos señala con el dedo índice y Alex se ríe —. Así que espero verlos con disfraz de pareja.

—¿Y de dónde pretendes que saque un disfraz en una semana?

—Ah, no, no —niega con la cabeza —. Yo estuve informando a todos desde la semana pasada, pero alguien —vuelve a señalarme —. Se le ocurrió no venir a clases, faltista.

Una chica que no es de nuestra clase llama a Christian y él nos vuelve a dejar solos para irse con ella junto con el muñeco.

—Perfecto, como ya todos están organizados pueden salir a pasear al plantel y estar a cargo de sus respectivos bebés, en unos segundos los vamos a activar para que cumplan su función, estaremos monitoreando su cuidado, pueden llevarlos a casa y traerlos de vuelta aquí a las seis de la tarde, es cuando acabará la actividad —maldigo entre dientes. ¿Por qué tiene que durar más la actividad que una clase? —. Se supone que la actividad que estarán por hacer debe durar una semana, pero aquí solo durará unas cuántas horas.

Miro que todos cargan a su respectivo muñeco y descubren la manera de acomodarlo en cuanto los activan. Clavó mis ojos en Alex, quien me mira con fijeza, entreabro mis labios para dirigirle la palabra pero me callo cuando Suhail pasa por su lado y le brinda una sonrisita.

—Qué bien te vas a mirar de papá, Alex.

Aprieto la mandíbula y el mencionado evita mirar y responder. Aprieto mis manos en puño. Ella sabe que estamos saliendo, ¿qué necesidad de decirle eso frente a mí? ¿O sabrá que ya no estamos juntos?

—Carga al muñeco —me pide Alex, ignorando lo que dijo Suhail y para desviar mi atención. Quizás ha notado que me ha puesto de malhumor.

—No sé cargarlo —contesto cortante y él sonríe de lado.

—No es como si fuera de verdad.

—¡Pues entonces cárgalo tú! —tomo el muñeco y se lo impacto en el pecho. Inmediatamente el muñeco comienza a reproducir un lloriqueo insoportable y las miradas de todos se posan en nosotros.

Me arrepiento rápidamente y me pongo rojísima. Pienso que Alex se va a enojar conmigo; sin embargo, al verlo a la cara solo sonríe, encogiéndose de hombros y tomando al muñeco para cargarlo.

—Está bien, cómo quieras —el bebé deja de reproducir su lloriqueo y Alex se lo acomoda entre los brazos, como si realmente fuera uno de verdad. Me sorprende que sepa cómo cargar un bebé siendo que no tiene más hermanos.

Salimos del audiovisual al pasillo y las chicas de otros salones se alborotan al verlo y murmullan que se ve tierno cargando a un muñeco.

A lo que ruedo los ojos y ambos llegamos al patio de la preparatoria.

Nos sentamos sobre el césped verde y deja al muñeco en una posición de acostado sobre el césped, dudo que deba ponerlo ahí, pero no le diré nada porque sé que no es de verdad.

Alex saca una caja de cigarros del bolsillo de su pantalón y extrae uno, para después encenderlo.

¿Me das uno? —le pido, viendo el humo esparcirse por el aire.

El pelinegro me da una leve mirada de reojo mientras se lleva el cigarro a los labios.
—Tú no fumas, Skylar.

Levanto una ceja, retadora.
—¿Y desde cuándo me conoces?

Agarro sin su permiso la cajetilla y saco un cigarro, no obstante, Alex se guarda el encendedor antes que pueda tomarlo.

—No sé con qué pretenderás encenderlo.

Sonrío apretando la mandíbula y me coloco el cigarro entre los labios.

—¿Vas a desayunarte un cigarro? —se burla.

—Sí, con una Coca-cola, desayuno de campeones —ironizo —. ¿Qué tiene de malo?

Contiene las ganas de ponerse a reír y de un momento a otro me quita el cigarro de la boca.

—No me puedes decir nada porque somos amigos, ¿no? —le intento por quitar el cigarro que antes tenía entre mis labios.

Él estira el brazo para que no lo alcance y respiro con molestia.

—Tú no fumas, Skylar –repite, sin bajar su brazo con los dos cigarros, el de él encendido y el mío apagado.

—¿Qué tal si desde el miércoles comencé a hacerlo? —esbozo una sonrisa amarga —. Desde el miércoles que me dejaste.

Alex borra toda expresión de su rostro y se mantiene neutral, baja su brazo y entonces me tiende su cigarro encendido y humeante.

—Ten, fuma del mío.

Lo miro para ver si lo dice en serio, y lo hace, me espera pacientemente a que lo tome y le dé una calada. Con mi mano temblorosa lo sostengo y lo llevo a mi boca.

—Pero te recuerdo que la última vez que te di un cigarro me juraste que no volverías a hacerlo.

Mierda. Claro que lo recuerdo bien. Es imposible no acordarme de todos los momentos que he tenido junto a él.

Entonces no le doy una calada, pero tampoco se lo entrego a él, solo lo presiono contra el tronco del árbol apagándolo.

—Ninguno de los dos fuma.

El pelinegro a mi lado parece aceptarlo y se guarda la cajetilla.

—¿No has desayunado?

—Sí, ya.

Mentiras.

—Vamos a mi casa —propone —. Allá pediré algo para comer los dos —no respondo y tampoco volteo a verlo —. Nos han dado el día libre, hay que irnos a mi casa y cumplimos con lo del muñeco.

—No.

—¿Por qué no?

—Mi casa está sola, mejor vamos a la mía.

Asiente sin tener problemas y se pone de pie.

—Tendrás que llevarte el muñeco para yo manejar.

Elevo la cabeza. Está parado frente a mí y luce tan alto. Me tiende una de sus manos para ayudarme a ponerme de pie y ladeo la cabeza.

—Solo aceptaré llevarte a mi casa si me dejas conducir a mí.

Sonrío victoriosa. Imagino que no querrá aceptar por miedo a que choque su carro.

Sin embargo, Alex lame sus labios y se mete la mano en el bolsillo del pantalón, luego me tiende sus llaves.

Contengo mi mueca de sorpresa y las tomo. Me pongo de pie sin aceptar su ayuda de un salto y él carga al muñeco y la pañalera de este.


—¿Sabes? —doy saltitos como niña cuando nos adentramos al estacionamiento subterráneo de la prepa —. Una vez mi papá me prestó su carro y casi lo andaba chocando contra un poste.

Miro por sobre mi hombro a Alex para ver si se asusta y se arrepiente.

—Qué mal.

Desactivo la alarma de su carro y le quito los seguros.

—¿No te da miedo que vaya a chocar el tuyo?

—Me da miedo pensar que te puede pasar algo, el carro es lo del menos —ruedo mis ojos y abro la puerta del puesto de piloto para subirme.

Guau.

Sentarme en su carro para conducirlo se siente diferente. Meto la llave en el contacto y lo enciendo. Los números del tablero se iluminan y también la pantalla de su estéreo.

Guauuuu.

Acomodo el asiento y reduzco la distancia que lo separa del volante. Aspiro una bocanada de aire. Huele a él.

Él se sienta en el puesto de copiloto y deja al muñeco que por suerte no ha dado lata en los asientos de atrás.

Saco mi celular para conectarlo al Bluetooth de su carro y Alex me mira con una ceja levantada, preguntándose el porqué me tardo tanto.

—Es que no puedo manejar sin música —me excuso, buscando una canción para reproducir.

Él asiente, dándome mi tiempo y acomodándose en una posición relajada en su puesto. Me abrocho el cinturón de seguridad y Humble comienza a reproducirse por las bocinas.

Guauu, hasta el sonido de su carro suena espectacular. Ahora que estoy por manejarlo quiero un carro para mí así.

Nobody pray for me —canturreo —. It's been that day for me. Waaaaay. ¡yeah, yeah!

Sostengo el volante y hago marcha hacia atrás, mirando por el retrovisor, después me dispongo a salir del estacionamiento sin titubear y sin ningún miedo de chocar.

Sin hablarle a Alex conduzco por las calles a mi casa, con la música a todo vuelo y con los vidrios abajo y el aire despeinando mi cabello.

Sonrío y me atrevo a pisar más el acelerador. Alex desde su puesto me mira con una sonrisa orgullosa.

Llego a la cuadra de mi casa y reduzco la velocidad, aparco el carro en la acera de mi casa y saco las llaves del contacto.

—Ya manejas bien, ahora te lo confiaré siempre —murmura antes de bajarse y muerdo mi labio inferior.

Entramos a mi casa y me encargo de dejar nuestras cosas sobre los sillones. El muñeco no llora ni pide nada y se me hace extraño, ¿no debe pedir de comer, que le cambien el pañal, o que le hagamos unas cuántas caricias? Solo lloró cuando se lo arrojé a Alex y ya. Los muñecos de los demás les pedían de comer en cuanto los activaron.

—¿No crees que debería llorar o pedirnos algo? –le pregunto cuando lo pone en un sillón.

—Quizás nos salió defectuoso —elude sin preocupación —. Pero es mejor, así no nos estresamos.

No respondo, solo voy a la cocina y me sirvo un vaso de agua. Mi casa está sola, a excepción de Beni quien debe estar dormido en mi habitación y no nos ha escuchado llegar.

—No has dormido nada, ¿verdad? —Alex se asoma por el marco, recargando su hombro en la pared.

Dejo el vaso en la tarja. —Sí.

—Se nota en tu cara que no.

Suspiro.
—¿Te importa?

Agacha la cabeza. —Claro que sí. Ya he pedido algo de comer a domicilio, para que comas.

Se acerca a la barra y empiezo a sentir la vulnerabilidad llegar a mí.

¿Piensas en mí? Quiero preguntarle. ¿Aún me quieres?

—No tengo hambre.

¿Aún puedes amarme?

—Cuando llegue la comida te dará hambre.

Apoyo mi cadera sobre la encimera y me cruzo de brazos, guardando silencio. Quiero llorar y abrazarlo, ya me he estado conteniendo bastante, y si lo he tratado borde solo es porque lo extraño y no quiero que lo note.

Sus ojos azules y resplandecientes navegan por mi rostro y el nudo se instala en mi garganta. ¿Por qué me has pedido tiempo?


Desvío la mirada para que mis ojos no se llenen de lágrimas y sorbo por mi nariz. Él saca su celular y comienza a buscar algo en él.



—¿Has escuchado alguna vez Sit down beside me de Patrick Watson?

Me armo de valor para que mi voz no salga aguda.
—No.

Se acerca a mí con pasos lentos. —Te la dedico.

El corazón se sacude dentro de mi pecho bruscamente.

—¿Es sobre mandar a la friendzone?

Alex se atreve a emitir una pequeña risita y acorta nuestra distancia.
—No, no lo es.

Él vuelve a buscar algo en su celular, y tras unos segundos que pasan la pista de una canción comienza a sonar entre toda la estancia.

Me descruzo de brazos, y las yemas de sus dedos tocan las mías, sus dedos suben en una ligera caricia por el dorso de mi mano, y continúan su recorrido por mi brazo descubierto. La piel se me eriza al sentir su toque frío, y entrelaza nuestras manos.

—¿Alguna vez has bailado con un amigo?

Siéntate a mi lado y quédate un rato

Deja que nuestros corazones hagan su parte...

Mi pecho se oprime y una corriente eléctrica se dispara dentro de mí al sentir su toque apretando el mío. —Los amigos no se dedican canciones.

—Tienes razón —me sonríe genuino —. Y menos una como ésta, porque trasmite un mensaje y un sentimiento que todos pueden sentir.

Me dejo tomar por él y pasa uno de sus brazos por mi cintura. No me opongo, no me quejo, porque tenerlo cerca de mí alivia todo dolor que siento.

Permito que me mueva a su antojo, permito que se adueñe de mí y permito dejarme llevar por la canción y su destreza tan sublime para bailar.

Levanto la mirada y me encuentro con el azul de sus ojos.

Suspiro.

Lo amo, lo amo irrevocablemente. Con mayor intensidad que ayer, como una desquiciada que lo daría todo por verlo feliz.

Apoyo mi cabeza sobre su pecho y cierro mis ojos.

Sé que lo seguiré amando hasta el final de mis días.

—¿P-por qué me dejaste? —pregunto, sintiendo las equinas de mis ojos mojadas por las lágrimas que no quiero dejar salir.

Me proporciona un beso en la cabeza y aprieto los costados de su playera negra.

—Por idiota.

Suelto un débil sollozo que sale amortiguado contra su playera.
—P-pero... ¿vamos a volver?

Su agarre se intensifica en mi cintura.
—Sí... pero aún no es el momento.

—Yo siempre te amaría, Alex, aún con el corazón hecho trizas —susurro —. Porque los pedazos gritan tu nombre, t-te amaría aún si me sacarás el alma... te amaría a pesar de todo porque eres el hombre con el que deseé tanto estar...

Siéntate a mi lado y quédate un rato

Hasta que la noche acabe...

No me responde nada. Solo entre nosotros la canción habla.

Hasta que la mañana llegue y nos separemos

Hasta el final de nuestros días...

  •  •  •
ALEX
BRUCE

Subo a Skylar a su habitación y dejo su cuerpo inerte sobre la cama. Está dormitando, debe estar muy cansada para haberse quedado dormida entre mis brazos estando de pie.

Y sé es mi culpa que esté así. Sé que es culpa mía que esté desvelada y con ojeras en su cara.

Acomodo con delicadeza su cabeza en la almohada y una sonrisa se desliza en mis labios. Hasta durmiendo se ve preciosa.

Me pongo de cuclillas al final de la cama y con cuidado aflojo los cordones de sus tenis para quitárselos.

Mi sonrisa crece aún más. Tiene dos pares  de tenis favoritos, que son los que usa más a menudo: unas Converse blancas de botín, y unos Nike color negro y blanco también de botín.  Le retiro los zapatos con cuidado de no despertarla y los dejo en el piso.

Su respiración se torna tranquila, así que sé que ya ha caído en un sueño completo. Me atrevo a tumbarme a su lado y observar su bonita cara.

Su pelo recogido deja al descubierto todas sus facciones, sus ojos cerrados están adornados de sus largas pestañas negras, sus cejas están peinadas a la perfección, y su pequeña boca sigue pintada del tono guindo que le gusta.

Acaricio su mandíbula con mi dedo índice y todos los sentimientos me inundan. La extraño más de lo que ella podría imaginarse, y es como una tortura tenerla lejos de mí.

«No tienes que quererme mucho, solo regresa conmigo, y yo me esforzaré por los dos.«

Se me quiebra el corazón cada que recuerdo su mensaje. Y me arrepentí, pero por más arrepentido que estaba sabía que no podía regresarme y decirle que lo olvidara todo.

Te amo —le confieso por primera vez en voz alta, y una calidez arrolla mi corazón al expresarlo sin ningún miedo. Se siente tan bien poder decírselo sin nada que me lo pueda impedir  —. Te amo y no me gusta estar así, pero para que nuestra relación dé para largo era necesario tomarme cierta distancia, pero me afecta mucho, porque te extraño y me es imposible verte y no poder abrazarte y besarte —presiono mis labios en su frente y cierro mis ojos —. Tú eres la correcta, Skylar, contigo tengo todo lo que busqué... y espero que duremos toda una vida juntos, porque mi vida sin ti ya no sería un arcoíris.

Skylar se remueve en la cama y pasa su brazo por encima de mi pecho, abrazándose a mí.

Compruebo que sigue estando dormida, y continúo hablándole entre sus sueños.

—¿Sabes por qué ya no sería un arcoíris? —esconde su cara en mi cuello y me aprieta a ella —. El hombre con el que voy a terapia me preguntó hace días que cómo me siento cuando estoy junto a ti..., y la respuesta más fácil que pude dar fue que como un arcoíris. No sé por qué se la dije, solo llegó a mi cabeza y la disparé... pero después de pensarlo a fondo lo entendí. Entendí que mi arcoíris eres tú, porque le das muchas emociones a mi vida, emociones que son inefables y éteras, así que siempre sé mi arcoíris, por favor.

Sin poder guardar mis ganas planto un corto beso sobre sus labios y evito apretarla contra mí y despertarla.

—Te juro que te voy a compensar todo el daño que he hecho en ti, preciosa.


Clavo mi vista sobre su muñeca y el brazalete que tiene puesto. No se lo ha quitado ni porque me fui sin darle explicaciones por ponerme nervioso y no saber la manera de comunicárselo. Y tampoco se ha deshecho de las flores marchitas que le regalé, aún están en la esquina de la habitación, a lado de sus muñecos de Chucky.

Sonrío como un estúpido enamorado y escucho una notificación desde mi celular. Sé que debe ser la comida que he mandado a pedir.

Así que aunque no quiera me despego del cuerpo de Skylar y me pongo de pie, dejándola durmiendo sola.

Bajo a recibir la comida y me cuestiono si debería marcharme o quedarme hasta que despierte. Aunque sé que su sueño puede tardar horas.

Decido buscar una hoja blanca para dejarle una nota.

«Me tuve que ir, no quise despertarte. Por favor cuando despiertes come, te dejaré todo en el micro. Me llevaré al muñeco defectuoso para entregarlo hoy.
Y por favor, tira las flores que te regalé, ya están marchitas, te juro que te regalaré más.«

La pego sobre la pantalla de su celular para que sea lo primero que vea y le doy una última mirada antes de irme.

•••

Ahhh, ¿qué piensan de Alex? ¿Ustedes han notado un cambio en él? ¿Por ejemplo han notado que ha cambiado entre los capítulos donde eran amigos hasta ahora? Siento que sí se ha hecho un poco más maduro ahora que está en una relación con Skylar.

Ahora besties,

¿Ideas de disfraces para ALEX?

¿Ideas de disfraces para SKYLAR?

¿Qué se imaginan que puede pasar en esa fiesta? Déjame tus comentarios
🤔🤔🤔🤔

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