Obstinado poder © (Markov I)

بواسطة justlivewithpau

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Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... المزيد

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Parte II
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Capítulo 27

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بواسطة justlivewithpau

—Eleanor no aparece hace dos horas ¿Has tenido novedades de Alek?

Moy ser, lo mismo que usted —respondió Nikolay con seriedad.

Emilio apretó el teléfono llevándolo a su frente. Algo no andaba bien, podía sentirlo. Intentaba comunicarse con Eleanor, pero sin éxito cuando lo enviaba al buzón. Eso no era lo extraño, porque sí, se esperaba que esa mujer le apagara el teléfono o directamente no tuviera ganas de hablar con él, pero dos horas sin informes de sus guardias, eso era algo muy distinto.

—Traté de rastrear la radio de la camioneta, pero no tenemos señal en la base. Es como si no existiera —prosiguió su jefe de seguridad con las manos en su espalda, presenciando cómo Emilio iba perdiendo la paciencia de a poco.

No se atrevía a decirlo, pero ambos en el silencio compartido sabían qué podía estar pasando. Emilio los sentía respirarles en la nuca, y aunque se tratara de lo que esperaba durante meses, no entendía por qué le molestaba que ya estuviese poniéndose en marcha.

—Estaban fuera del edificio de Eleanor, ¿Cómo carajos han podido desaparecer sin dejar rastro? —inquirió levantándose de aquella silla de cuero que le quedaba pequeña.

El caos proveniente de los pasillos de su empresa lo traían al borde del desespero. Caminó hacia el ventanal pasando sin cesar sus manos por su cabello. Su vista clavada en el suelo, maquinando, pensando en dónde podría estar Eleanor.

Moy ser...

—Tenemos a los mejores hombres de la organización cuidando a toda mi familia —sacudió su cabeza soltando una risa carente de gracia. Rabioso por saberse sin pronta solución ni tampoco novedades, y porque el nombre de la única persona que pudiera estar detrás de ello ya lo atormentaba.

Se sirvió un vaso cargado de whisky, ignorando los cubos de hielo.

—Nada le pasará a la señora Eleanor. Sabe que cualquiera de los guardias dará la vida por ella si es necesario. Incluso Alek —le recordó con firmeza atravesando la formalidad que su puesto le imponía, pero que los años de trabajo le regalaban.

—Alek ha estado demasiado distraído para su cargo, no puedes negármelo. Yo mismo he notado como anda detrás de la amiga de Eleanor. ¿Vas a decirme que esto no pudo haber sido un error de seguridad? —refutó cabreado.

Nikolay tensó su mandíbula dándole la razón.

Emilio aprovechó para volver a marcarle a Eleanor, pero cuando la voz de la operadora saltó de nuevo, pegó un golpe secó con la palma de su mano en el escritorio.

—Llama a León y Sergei, necesito que suban a hablar conmigo —informó sin mirarlo. Tiró su cabeza hacia atrás bebiéndose todo el whisky de un solo trago.

En la soledad de su oficina aprovechó para quitarse aquel pesado y caluroso saco de vestir. Sentía que le faltaba el aire. Su mano automáticamente fue hacia su pecho subiendo por su garganta como si eso fuese capaz de ayudarlo a respirar mejor. Cerró sus ojos apretándolos, imaginándose el agua ahogándolo, tragándose a sus hermanos mientras su madre los observaba desde afuera de la piscina.

No sabía nadar, y todavía no entendía cómo hizo para sacarlos de esa profundidad.

De pronto comenzó a toser. Apoyando sus manos en el escritorio, recargó su cuerpo escondiendo su cabeza. Se sentía fuera de rumbo, como si alguien le borrara la línea del camino a Dasha robándole a Eleanor. ¿Cómo haría para solucionarlo todo? ¿Cómo carajos recuperaría a la madre de sus hijos? Pero aun, ¿Cómo haría para borrar esa extraña sensación de ahogo solo por desconocer el paradero de Eleanor? ¿Qué carajos le estaba pasando?

—Otra vez dando pena —renegó León bufando al verlo.

—Cierra la puerta —le indicó a un callado Sergei que lo miraba confundido.

—Este lugar huele a encierro, a alcohol y a la pena que das Emilio pensando en Eleanor —atacó recargándose contra la pared como de costumbre —. ¿Estás al tanto de que la historia se está repitiendo otra vez? —volcó su mirada en su hermano menor.

Aunque Emilio no lo mirase, su atención yacía en sus palabras, y en el fondo era consciente que era cierto, poco a poco iba perdiendo el control por una mujer. Otra vez.

—¿Para qué nos has llamado? —preguntó Sergei acomodando su chaqueta, e ignorando la cizaña de León.

Emilio guardó silencio sacudiendo su cabeza.

YA teryayu vremya, mudak —refutó León encendiéndose un cigarro harto de la situación.

—¿Qué otra cosa más interesante tienes que hacer? ¿Eh? —inquirió Emilio alzando su cabeza molesto con su acusación, y sobre todo su insulto, pero proviniendo de León era tan común su mal genio.

—No lo sé —alzó sus hombros exageradamente —. Posiblemente firmar las autorizaciones de exportación del petróleo pendiente, llenarte las cuentas de dinero a ti y a Donovan, y seguir con el resto del trabajo sucio tratando de que Nueva York no se nos meta en el territorio mientras tú juegas a la familia, pero dime ¿Qué más necesitas, querido hermano? —farfulló entre dientes como si soltase el más letal de los venenos.

Y es que así era, incapaz de morder su lengua, y eso si que le jugaba una mala pasada una vez cada tanto, pero lo mal que tenía la cabeza, la sed de sangre y acción le hicieron ganarse su respeto. Ese mismo respeto que Emilio no tenía por haber cedido su plaza a los irlandeses. Algo que León todavía no perdonaba.

—Emilio —insistió Sergei antes de que todo se desmoronara.

Ante el cruce de miradas entre esos dos, Emilio habló por fin.

—Farrell tiene a Eleanor —admitió liberando la inmensa tensión de sus hombros.

León comenzó a aplaudir soltando un jadeo atónito.

—¡Se nos han metido los putos irlandeses y no nos hemos dado cuenta! —cubrió su boca riendo sin gracia.

Emilio giró su rostro, sus dientes rechinaban conteniéndose ante lo poco profesional que sonaba aquello, pero era cierto. Había visto a Farrell el día que almorzaron con Eleanor, pero lo que creyó fue una visita de negocios era una instalación de control para robarle a Eleanor antes de tiempo.

—¿Cómo sabes que la tiene?

—¿No ves la cara de imbécil que lleva? ¡Es obvio que la tienen! —rugió León perdiendo la sensatez —. Les has dado mi plaza para tenerlos contentos y se te han metido bajo tus narices a robarte a tu esposa. Es que no puedes ser tan estúpido, Emilio. ¿Qué carajos crees que haces? ¡Eh! Esperando aquí que Farrell venga a firmarte un puto contrato, eso no pasará, no seas tan mediocre ¡Por favor! ¡Mírate la pena que das ahí parado! ¡No has dado ni una orden en dos horas! —se acercó a él en dos zancadas.

Emilio lo dejó hablar, lo dejó enfrentarlo. Lo dejó estudiarlo, mecer su cabeza como un lunático y reírse de él. León nunca se había recuperado, pero a pesar de todo era el único de los tres hermanos que le decía la verdad sin pelos en la lengua y no entendía por qué necesitaba oírla tanto.

—Cálmate, León, no es la manera, no es co—

—¡Al carajo las maneras que tienes ustedes! —alzó su mano en el aire —. Hace meses llegamos a Houston y te crees que nos hemos ganado algo de respeto. No, claro que no, si tenemos a Emilio que se ha preocupado porque los irlandeses se nos metan sin previo aviso, y peor aún, a Donovan atrincherado en Rusia porque le ha robado la esposa a Di Ángelo en Nueva York —sacudió su cabeza —. Pero es que ustedes no piensan ¿A qué carajos estamos jugando con todo esto? —señaló la empresa sujetándose su cabeza —. A hacernos los empresarios cuando comercializamos ilegalmente petróleo, armas, y miles de negocios más.

—Es nuestro trabajo —le recordó Sergei.

Emilio seguía sosteniéndole la mirada, silencioso.

—Te equivocas. El trabajo es el que está en la calle, peleándonos con esos hijos de puta que han arruinado los planes de Emilio, con los de Nueva York y el lío que tiene Donovan con ellos —enumeró —. Sangre, tiene que correr sangre para que nos respeten, no un maldito papel firmado, eso no dice nada. Eso no compra honor ni territorio, Emilio, deja de buscarte la vida del CEO de Markov Industries, que lo tuyo viene de otro lado.

—¿Sí? ¿De dónde? —inquirió Emilio interesado, señalándolo con su vaso ya vacío.

—¿Debo recordarte la alimaña que eras cuando pasaste esos años en prisión? ¿Lo desesperado que te veías cada vez que Dasha no aparecía con tus hijos a verte? Eras capaz de tirar las paredes abajo, y ahora qué haces —lo miró con reproche, hasta con asco —. Esperando una llamadita de Farrell y realizarle una oferta, más nada, punto, así solucionas las cosas. Pareces un maldito político casi igual que nuestro padre —acusó fastidioso.

Recordarle su paso en la cárcel y a su padre eran dos cosas que no sentaban bien con la realidad que atravesaba ahora. Pero León sabía tocar donde más le dolía. Lanzar el veneno en el momento indicado.

—No podemos enfrentarnos con ellos, sin la autorización de Donovan y un armamento que p—

—Abre la boca para decir algo coherente, que ayude, para poner trabas mejor la cierras —vociferó pasando su mano por su cabello raso callando a Sergei —. Si Alek no responde es porque los tienen a todos, por tanto, juntaré a un par de hombres e iremos a recorrer la ciudad.

—Farrell no se esconderá en la ciudad —negó Emilio aflojando su corbata, desorbitado.

—No tienes idea a lo que me refiero cuando digo ciudad —sonrió astuto —. Tengo entendido que tienen un almacén con cargamento a punto de exportar ilegalmente sobre nuestras rutas —informó provocando que Emilio alzara sus ojos asombrado —. Tampoco estabas al tanto, claro —rodó los ojos —. ¿Crees que ya se quede con ella?

Emilio negó despacio, en el fondo temiendo equivocarse.

—Creo que es solo un recordatorio. El tiempo se me acaba.

—Si sabes que no te puedes encariñar con ella, ni tampoco tus hijos ¿O eso no se te ha pasado por esa cabeza que tienes?

—Suficiente con los insultos y ese tono —mugió cortando de raíz la conversación.

—Me cambias de tema porque has permitido más de lo que debías. Lo peor de todo es que lo sabías, conocías el límite, Emilio, y aun así lo permitiste.

—No he permitido nada —disertó escéptico.

—Eleanor te importa y estás preocupado por si no aparece. Pregúntate si es por seguir adelante con tus planes o porque al fin y al cabo quieres conservarla como madre de tus hijos —remató dándole fin a la conversación.

No hacía falta preguntarle qué haría para averiguar el paradero de Eleanor. Tampoco deseaba saber sus asquerosos métodos cuando su cabeza estaba tan débil, en cuerda floja.

Se sirvió otro trago y esta vez no esperó a cerrar la botella.

—¿Precisas algo más?

Sergei se acercó a él turbado, notándolo perderse de su propio camino. Algo que no veían hace mucho tiempo, era como si no lograra poner una orden clara y acatarla. Eleanor sin aparecer, y Emilio mareado en su propia cabeza.

—Nada más, Sergei. Gracias —respondió carraspeando. Su garganta ardía y no por el whisky.

—¿Quieres que acompañe a Enzo a sus prácticas de tiro?

—Te agradecería que sí, gracias de nuevo —mencionó amable.

Pasaron largos segundos cuando sintió la mano de su hermano apretar su hombro.

—No seas tan duro contigo. León no sabe lo que dice.

—Ese es el problema —rio a duras penas dejando el vaso en el mueble —, que esta vez tiene razón. No sé qué estoy haciendo con esta mujer. La he metido con mis hijos, Elliot no se despega de ella. Enzo le pidió que le haga un pastel de cumpleaños, y ahora desaparece...—dejó caer sus hombros, sus ojos miraron el suelo.

—Sientes que vuelves a empezar. Si ella no aparece debes darles explicaciones a tus hijos, cómo ocurrió con Dasha —adivinó con sencillez.

—Todavía no es el momento, todavía no. No entiendo por qué Farrell se ha adelantado —renegó en un berrinche sin importarle que fuera frente a su hermano.

—Tal vez sea un tirón de orejas, probablemente no sea necesario todo lo que León ya esta pensando en hacer.

—No lo sé, no —masajeó su nuca, alterado —. Mañana es el cumpleaños de Enzo y no ha parado de preguntarme por Eleanor, y es mi culpa, porque creí que ni ellos ni ella se tolerarían.

—En cambio yo siempre he pensado lo contrario.

—Tengo que encontrarla, esto no puede prolongarse más de dos horas a pesar de que sé Farrell no le tocará un pelo —indicó caminando rápidamente hacia su escritorio en busca de su teléfono.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Que sea rápido.

—¿Tú quieres a Eleanor como mujer? ¿Serías capaz de dejar ir tus planes por ella? —cuestionó interesado, ganándose unos cuantos segundos de profundo silencio.

Emilio se quedó congelado en su lugar, mientras el sonido esperanzador en la línea indicaba que alguien podría contestar, no sin antes él darle una respuesta a su hermano.

Sergei arqueó su ceja expectante, fijándose en las muecas de su hermano mayor o en el movimiento de su mano apretar el aparato contra su oreja.

Moy ser —la voz agitada de Alek al otro lado de la línea lo hizo abrir sus ojos de golpe.

De pronto su sangre hervía, su espalda se irguió y el leve pinchazo de alivio lo hizo soltar lo que pensó no saldría con tanta sinceridad, aunque supiese el fin de su matrimonio.

—¿Dónde carajos está mi esposa?

Sergei creyó ahí haber tenido parte de su respuesta.


🖤🖤🖤

Nadie dijo una sola palabra viendo a Eleanor ingresar intacta a la casa tastabillando un poco con su propio cuerpo. Emilio de brazos cruzados frente a la sala que usaban todos los días en la casa, la observó caminar hacia él notando aquellos ojos verdes risueños.

Eleanor estuvo bebiendo, y fuera de órbita por tres largas y dolorosas horas.

Moy ser —se anunció Alek detrás de esa mujer.

Emilio alzó su mano indicándole que se callara, lo menos que deseaba hacer era dirigirle la palabra. Ya tendría tiempo para reclamarle lo que había ocurrido y la falta de atención en la visita de Farrell.

¿Qué pasó en ese tiempo?

—Eleanor ¿Cómo estás? —sostuvo su brazo al darse cuenta que ella no iba hacia él, sino todo lo contrario.

—Suéltame —ordenó entre dientes apartándose.

—Acompáñame a la habitación, tenemos que hablar sobre lo ocurrido —volteó empezando a dirigirse a las escaleras.

—No —sentenció —. Traje las cosas para hacerle el pastel a Enzo, y eso es lo que haré. Con permiso —miró hacia su hombro a los presentes, sobre todo a León que la miraba con desaprobación, pero también un tanto nervioso.

Eleanor supo que los Markov querían sacarle de la boca cada palabra sobre el encuentro con Farrell, se comportaban extraño, pero no iba a darles el gusto de saber nada, porque ni siquiera ella lo había procesado aun todo el enredo que provocó aquel irlandés.

—Eleanor, tenemos que hablar. Sube —insistió acercándose nuevamente.

Uno de los guardias apareció con unas cuantas bolsas hacia la cocina.

—Tengo que hacerle el pastel a Enzo ¿Qué parte es que no entiendes y quieres que te la dibuje? ¿Eh? —alzó su mentón a centímetros de su rostro.

Sentía rabia, tanto coraje, tantas ganas de gritarle, pero primero estaba lo que prometió.

La suave risa de Sergei se oyó de fondo.

—Laisha puede hacerle. Sube y hablemos, es importante —disertó estudiándola, analizando su carácter y su mirada cargada de enfado. Necesitaba saber qué demonios había dicho Farrell —. Has bebido con ese tipo —adivinó tensando su mandíbula.

La sola idea de imaginárselos tan íntimos y riendo por esas horas donde él casi pierde la compostura y empezaba a dudar de sus propios planes, le daban ganas de ir a buscarlo y matarlo hoy mismo.

Pero Dasha, siempre estaba Dasha presente.

—¿Me estás acusando de algo? —se cruzó de brazos provocativa —. Supongo que tienes pruebas de lo que dices, esas mismas pruebas que me exigías cada vez que venías con perfume de otra mujer.

Mirando hacia sus hermanos, Emilio la trajo contra su pecho acercándola a su rostro.

—Ahora no es el momento, por favor sube y hablemos. Necesito sa—

Necesitas, necesitas y necesitas. Tú solo necesitas, ¿Y yo qué? ¿Eh? ¿Yo qué necesito, señor? —Tiró su cuerpo hacia atrás abruptamente, tomándolo por sorpresa con su reacción. Estaban dando un espectáculo frente a Alek y algunos guardias, y sus hermanos —. Te doy una pista; ahora mismo que salgas de mi vista y me dejes hacerle el pastel de cumpleaños, porque no le fallaré a Enzo solo porque tú y tus hermanos quieran saber qué fue lo que pasó con Farrell —concluyó mirándolo con desprecio, como si no sintiera a la par del enojo las mismas ganas de besarlo porque joder que había notado en su rostro el deje de preocupación porque no aparecía.

Pero ¿Era porque le importaba ella o lo que pudiese averiguar?

—Farrell es un tipo peligroso, es parte importante de la región irlandesa, se nos ha metido a nuestro territorio sin avisarnos y te ha ido a buscar a ti. Así que sí, necesito saber qué te ha dicho —habló en voz alto provocando que ella detuviera sus pasos a mitad del pasillo de la cocina. Cada vez que la veía enojada comprobaba más que tenía uno de los peores caracteres, y aquella tentadora boca era peligrosa, y no solo para él.

—Emilio —se quejó León preocupado.

Ignorándolo, contempló a Eleanor perder un poco el equilibrio en aquellos tacones, pero se las apañaba para mostrar otra cosa.

—¿Y tú que eres, Emilio? ¿El tipo más bueno de esta ciudad? —ironizó volteando a mirarlo —. Porque según lo que tengo entendido no eres mejor que él, les has cedido la plaza por la que tu hermano casi llora, y has montado un casino para que vinieran. Entonces, no vengas a decirme que se te han metido sin avisar porque es claro que los estabas esperando —sonrió cínica.

—¡Que hija de—

—¡Si eres un imbécil es culpa tuya, lunático! —Eleanor calló el insulto que León estuvo a punto de largar. Ahora era ella contra dos Markov.

—¡Silencio! —bramó Emilio hacia León quien ya se había puesto de pie —. ¿De dónde has sacado eso? —inquirió respirando agitadamente.

—Me lo ha contado él, y algunas cosillas más que prefiero guardármelas por mi propio bien, pero puedo asegurarte que bastaron tres horas para darme cuenta de todo, incluso que me ha tratado mejor que tú en dos meses —sacudió su cabeza riendo, buscando ocultar sus lágrimas que Emilio notó enseguida —. Increíble ¿cierto? —murmuró dolida escabulléndose en la cocina junto a Laisha.

—Emilio, le ha dicho sobre Dasha, estoy segurísimo que Farrell le habló de esa mujer para ponerla en alerta. Mira además si no le ha dicho de los pactos que tenemos. ¡Joder con esta mujer! —Acusó León en cuanto quedaron solos.

Con la cabeza aun en lo que Eleanor había dicho, y sobre todo con la acusación del buen trato de Farrell, Emilio asintió. Desprendió los primeros botones de su camisa sintiendo la falta de aire, la incomodidad en su propio cuerpo por saber que Eleanor comparó tres horas con dos meses, que no tenía ni idea de quién era Farrell y lo que buscaba, y aun así, tuvo el lujo de beber frente a él, perder el control.

Y todo permitido por sus guardias.

—Yo sugiero que tienes que hablarle de tu ex esposa. Adelantarte a lo que sea haya dicho Farrell para ensuciarte, es lo mejor. Y de paso ir pensando en reunirte con él. Esto no puede quedar así —comentó Sergei peinando su rubio cabello hacia atrás.

Emilio jugó con sus anillos, sintiendo la falta de un cigarro en su ser. Seguía con el desorden que le dejó no saber de su esposa por horas. Necesitaba ponerse a pensar para arreglar todo lo que Farrell ocasionó en Eleanor, averiguar lo que hablaron.

—Todavía no es el momento —maldijo refregando su rostro y colocando sus manos en su cadera.

—Lo peor es que no se han escondido, ni siquiera tuvimos que buscarlos mucho porque estaban en un maldito restaurante como si fuese una cita. Eso si que es jugar sucio, Emilio, eso sí.

Emilio carraspeó acariciando su nuca. Las palabras de León era echarle más sal a la herida, a la idea de saber que a los irlandeses los traía colgados del cuello si no daba una respuesta cuanto antes sobre sus planes con Dasha.

—Debemos atacarlos, esa debe ser nuestra respuesta a lo que han hecho —sugirió su hermano regocijándose en la idea.

—No, León. Aún no.

—¿Cuándo? ¿Cuándo se folle a tu esposa y lo siguiente que sepas es que te has quedado sin nada? —farfulló cabreado.

Todo ocurrió en cuestión de segundos. Los guardias sacando a Emilio de encima de León, tratando de que soltara su agarre de su camisa, pero estaba tan absorto que no le importó proporcionarle un golpe seco en la mandíbula a su propio hermano.

—Te lo has buscado, ...lo has buscado —murmuró desorbitado, mirando hacia todos lados. Los mechones de su cabello caían sobre su rostro, su ropa desaliñada indicaba el desastre que estaba siendo su propio autocontrol.

Masajeándose el fuerte golpe, León tomó su chaqueta con más fuerza de la necesaria y salió hacia la puerta.

Yo mismo daré la orden del ataque. No tienes ni cabeza para estar al frente de todo esto —vociferó harto.

Antes de que Sergei emitiera la mínima palabra, o notar las caras de sus guardias observándolo desorientados, Emilio se marchó hacia su habitación, dispuesto a darse una ducha que lo hiciera volver a ser el de antes, aquel que no le temblaba la mano para ir detrás de Dasha.


🖤🖤🖤

—¡Feliz cumpleaños para Enzo!

Los gritos de Ethan sobre la larga mesa de la sala no culminaron hasta que Eleanor no dejó la delicada y enorme torta de menta frente al cumpleañero, aunque el más entusiasta fuera otro.

—Se ve genial, Eleanor —halagó Enzo sonriendo.

Su padre, desde la cabecera, asintió despacio, permitiéndoles ese momento a ellos. Lo cierto es que, si la torta sabía de la misma forma en la que se veía, aquello era un manjar.

—Tiene bastante menta y chocolate, espero que te guste porque hemos demorado horas —sonrió con ternura hacia su hijo, y por una milésima de segundo Emilio sintió envidia.

—Está perfecta, gracias por aceptar hacerla.

—Por favor, es un placer —chasqueó su lengua —. Ahora colocamos las velas y cantaremos —enumeró como si ya lo hicieran todos los años.

Emilio pudo notar como las mejillas de Enzo enrojecían, bien sabía que era porque odiaba que le cantaran el feliz cumpleaños, pero a Eleanor no se lo iba a negar. Al final de cuentas, no era el único confundido.

Fue como si se hiciera una bola en medio de la sala, o como si tuviera una capa de invisibilidad y se permitiera observar todo el escenario siendo un extraño por primera vez en la mesa.

Eleanor de pie al lado de su hijo mientras este revolvía su cabello nervioso. Ethan parado en su silla únicamente con su bóxer, moviendo sus brazos en el aire mientras acompañaba el canto a medianoche. Porque todos estaban despiertos para saludar a Enzo en sus quince, incluso Elliot que desde su silla miraba con atención el fuego de las velas.

No se dio cuenta que en todo ese momento estuvo solo aplaudiendo, pero sin dejar de contemplar uno a uno a sus hijos, a Eleanor que luego de que posiblemente lo ocurrido con Farrell llegara a asustarla, cumplió con su palabra hacia su hijo.

Miró a Enzo, y fue como si una película pasara por su cabeza. Lo tenia con él desde sus cuatro años, desde el día que su mejor amigo se lo encargó, y desde ahí había jurado dar su vida por él, porque aunque no tuviera su sangre, era suyo. Y nunca creyó que verlo cumplir años iba a ponerlo tan sentimental, y es que nunca se acostumbraba a verlos crecer. Al grado de apoyar su mentón en su mano y disfrutar en medio del caos del torbellino que era Ethan pidiendo un trozo grande de pastel y Eleanor diciéndole que lo comiera despacio. A Elliot beber agua de su vaso, o a Enzo ya teclear en su teléfono recibiendo otras felicitaciones.

Cuando vio que el platillo con pastel ahora se acercaba hacia él sin otras intenciones más que dejárselo al frente cual comida carcelaria, Emilio aprovechó la oportunidad y la sentó sobre sus piernas.

—Suéltame —susurró queriendo ponerse de pie, pero el fuerte brazo contra sus piernas afirmándola a aquel torso se lo imposibilitaban.

—Quiero que hablemos, milaya —habló sobre su oído, inhalando el fresco y dulce aroma de su perfume.

—No me llames así.

—Lo seguiré haciendo —advirtió sereno, preocupándose por probar aquel pastel. Cada gesto capturado por la absurda atención de esa castaña que seguía los movimientos de sus gruesos labios relamer el merengue —. Te ha quedado delicioso —halagó perforándola con aquellos ojos azules, transmitiéndole tanto...

Eleanor se removió ante las caricias en su pierna, ante el roce de aquellos anillos.

—Quiero más pastel —irrumpió Ethan arrodillado en su silla.

—No toques nada —demandó Enzo al ver sus intenciones de robar un trozo de chocolate.

—¿Quién? —preguntó indignado. Sus rulos cayendo sobre su frente.

—Tú.

—Te preguntó, ja —carcajeó quitando el chocolate y extendiéndole el plato a Eleanor.

Emilio negó ocultando su risa.

—Solo un pedazo más —mencionó Eleanor poniéndose de pie de la comodidad y el calor que abatía ya sus piernas. Dios, era demasiado.

Sujetándola nuevamente, y ante el rezongo que Enzo empezó a darle a Ethan por hacerle aquella broma, aprovechó para decirle una última cosa.

—Quiero hablarte sobre Dasha, hay algo que tienes que saber —carraspeó ahora si dejándola ir y enfocándose en su platillo.

Estática en su lugar, Eleanor tragó en seco la ola de miedo e inseguridad que esa mujer que desconocía, provocaba en ella.











Ay, ¿Qué creen que sepa Eleanor? ¿O qué fue lo que le dijo Farrell?

Y León 😂🙈 cantándole la justa es que no puedo 😂😂🙈🖤.

¿Qué tal Emilio pretendiendo hablar de Dasha? 😜

Recuerden que en Instagram subí los adelantos de los restantes capítulos, por si no lo han visto, vamos hasta el 33 😩😩✨.

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