『 ɢ ᴀ ɴ ʙ ᴀ ʀ ᴜ || jungkook...

By ssoftnana

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Para Jungkook, todo debía siempre estar organizado y dirigido. La prudencia y en análisis de situación regían... More

『ρяợℓσɢσ』
Capítulo 1 + booktrailer
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
『 personajes *・゚✧
『 booktrailer ─ 2 ─ special jungkook's day』
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
『 + personajes (♡ゝ◡╹♡)ノ・゚✧
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
fαηαятѕ ∂єℓ fαηfic (っ◔◡◔)っ
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 51
Capítulo 52
Epílogo
Escena extra + comentarios.
ʟᴏꜱ ᴘᴇʀꜱᴏᴀɴᴊᴇꜱ ᴅᴇꜰɪɴɪᴛɪᴠᴏꜱ... ¿? ┐ (¯ ヘ ¯) ┌

Capítulo 50

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By ssoftnana


bros sigo viva, namás hacer dos carreras a la misma vez no fue buena idea ಥ⌣ಥ




    —Entonces, —la Sra. Evelyn movió la copa de vino que tenía en la mano—¿Quién de todas estas damitas es nuestra invitada especial?

    Incluso a sus cuarenta años, la ropa no la amainaba en lo más mínimo. Era una mujer pequeña y esbelta, aquellas que cuando las veías en un vestido de cóctel pensabas que podría caerse y romperse en dos. Tenía un vestido verde esmeralda donde la parte superior se ataba a su nuca y dejaba gran parte de su espalda al descubierto. Sus tacones francamente me asustaban.

    —No es una invitada especial. —casi gruñí, sintiendo como el calor subía por mi cuello de vergüenza —Sólo fue tu marido siendo Hitler. —ella se rio.

    —Cariño, no hay nada nuevo en eso. —Luego de hacerme sonreír, se acercó sigilosamente a mí, lo cual fue chistoso con sus tacones, que dejaban eco por el gran pasillo. La miré extrañado mientras ella se colocaba a mi lado mirando a los invitados con grandes ojos y se inclinaba a mi oído. —Pero hablo en serio ¿Quién es?

    —Te estoy diciendo que no llega.

    —Eso explica por qué la estás esperando.

    Fruncí el ceño—Yo no espero a nadie.

    —Por supuesto —se alejó por el pasillo blanco—Que estés junto a los guardias en la entrada es una completa casualidad. —miró a los individuos, dos hombres de casi dos metros que se encontraban junto a mí custodiando la entrada forrada de tapiz rojo —De hecho, —sonrió más—Si te hubieras puesto el traje negro, fácilmente te confundía con uno de ellos.

    Le entrecerré los ojos, y cuando se fue miré el reloj en mi muñeca inmediatamente. Estaban media hora retrasados, aunque considerando los hechos era normal, y considerando los hechos en que Pecas siempre llegaba unos cinco minutos tarde a todos lados, también. Al principio no me hacía gracia, pero luego entendí que salía completamente de su control personal, así que me acostumbré.

    —Jungkook, la familia Min está aquí. —estuve a punto de soltar un bufido, yo ya ni siquiera era amigo de HyeMi, luego de su práctico casi acoso sexual estar cerca de ella ya no me hacía mucho chiste. Además, no quería salir de aquí, quería estar cuando... —Jungkook. —suspiré.

    —Enseguida.

    No supe cuánto tiempo pasó, sólo recuerdo vagamente el rostro incómodo y molesto de HyeMi abrazando el brazo de su padre. Namjoon y Yoongi solo se dedicaron a sonreír incómodamente, supongo que es una buena forma de saludar al tipo que antes era tu amigo. Bueno, probablemente nunca lo fuimos.

    Noté lentamente como ahora me costaba mantener las charlas y el interés en lo que se hablaba, todo aquel nerviosismo que me causaban las miradas sobre mí, la presión y las preocupaciones, la idea de mantener una imagen, todo aquello no estaba. Me sentí extraño, como alguien fuera de lugar. No sentía nada, estaba aburrido. Y me puso nervioso la idea de no sentir nada ¿Qué me pasaba? Creí que se debía a que había poca gente en la sala, pero en realidad, eran las mismas personas de siempre.

    Solo acababa inclinando la cabeza y haciéndome a un costado en la estancia. En una esquina. Parecía padecer de una completa ineptitud social de golpe, no sabía cómo seguir las charlas, me parecían sin gracia y aburridas. Deseé que estuviera Niwa, que cuando se hacían silencios hablaba sobre algún dato extraño del universo o el mundo. Bon, que cuando se aburría de las charlas comenzaba a hablar del libro que estaba leyendo, y como casi todos resultaban interesantes —de criminología o thrillers— nos gustaba oírlo con atención. Jimin siempre hablaba de sus hámsters y Pecas le decía coballos porque eran demasiado gordos, o Sohee, que leía libros de romance y Bon se burlaba de sus gustos, o incluso la rata Tae, que siempre nos recriminaba por no cuidar bien nuestra piel y nos daba consejos. Cualquiera de ellos, deseé que estuvieran aquí, ahora, sólo para charlar y pasar el rato. Eran mucho más interesantes que cualquiera de las personas presentes.

    Sonreí mirando mi copa, después de acercarme a Pecas de golpe era un inepto social. El chiste se cuenta solo.

    Mirando alrededor, todo me parecía aburrido y monótono, casi no toleraba las mismas charlas sobre los negocios de las familias y me forzaba a no hacer muecas de vez en cuando. Las muecas honestas eran una horrible demostración de personalidad que Bon y Pecas me habían contagiado. Antes era capaz de aguantarlas, ahora con suerte se me daba escuchar.

    Me pregunté qué era lo que me hacía feliz del entorno, qué era aquello que tanto me gustaba de todo esto ¿Realmente era feliz con esto? Si lo era, ¿qué clase de felicidad era? ¿O simplemente lo interpretaba como felicidad, ya que no conocía otro entorno?

    Recordé las notas que la Sra. Yonseo me había recomendado escribir. Cuando progresé en las sesiones estaba perdido y confundido, resultaba ser que el lugar que había sido mi lugar desde que era niño nunca lo fue. Por lo que me sugirió escribir cuáles eran los lugares que me causaban felicidad real, dónde me sentía cómodo y querido. Tuve la respuesta a aquellas preguntas cuando este entorno no aparecía en ninguna de esas notas. También descubrí muchos otros detalles que me descolocaron sobre mí mismo. Cómo lo mucho que odiaba las finanzas y la economía, y lo poco que había comenzado a interesarme por la opinión pública.

    —¿Cómo has... estado? —me giré de golpe, sorprendiéndome al ver a Namjoon. Tenía un práctico traje negro que se acoplaba a la perfección con lo aburrido que se veía.

    Pestañeé. —Eh ¿Qué hay? —quizá estar preguntándome por qué me hablaba no era muy amigable que digamos. Demonios, Jungkook, socializa bien ¿Qué carajos me pasaba?

    —La fiesta está buena... —me esforcé en no hacer una mueca.

    La fiesta era exactamente igual a la del año pasado, y el otro, y el anterior. Se hizo un breve silencio incómodo, y no sabía sí reírme por la absurda situación, o el hecho que, después de juntarme con Jihee y Bon era prácticamente un asocial como ellos, que no podía mantener una charla normal. Reírme o llorar, para ser honesto.

    —Sí, es...

    —Ayer fui a un duelo de rap. —lo miré de golpe. —... gané.

    —¿Ganaste? —lo miré con las cejas enarcadas. Por primera vez en mi vida, vi a un Namjoon casi tímido, jugueteó con la copa que tenía en las manos y evitó mi mirada. No estaba alardeando sobre nada como era costumbre. Me confundí—Eso es genial ¿Fue como practicado, o improvisado? —Vi un extraño brillo en sus ojos, me di cuenta que probablemente era la primera persona que se interesaba o le hacía una pregunta sobre eso. —¿Dónde fue? ¿Fue callejero, en algún lugar cerrado?

    Por primera vez, vi una sonrisa genuina en su rostro. Sus ojos se volvieron medias lunas y su boca se amplió hasta dejar ver dos hoyuelos bien marcados. No sabía que tenía hoyuelos. No se parecía en nada al Namjoon que conocía. Comenzó a contarme todo desde el principio, cómo llegó ahí, como fue todo, hasta las palabras culminantes que lo hicieron el primer lugar. Yo estaba feliz porque al fin tenía una charla interesante.

    —Y el chico... —pestañeé cuando hizo un silencio, y me di cuenta de que se había quedado viendo algo.

    Me giré.

    Estuve a punto de tambalearse sobre mis pies. Una jovencita que llegaba hizo que me quedara completamente inmóvil. Ella sostuvo delicadamente la tela de su vestido por las caderas y la levantó un poco para subir la escalinata.

    —Pecas... —mi voz sonó casi como un anhelo.

    Tragué saliva viendo sus tacones rojos y puntiagudos, tenían una cinta igual de roja que se enlazaba como serpiente y terminaba debajo de la rodilla. La imagen de mis manos grandes sujetándolos con fuerza se coló en mi cabeza de golpe, y apreté la mandíbula. Su vestido era de un bordó sangre que dejó deslumbrado a más de la mitad del salón. No tenía tirantes, era un corsé rojo que abrazaba a la perfección su torso y dejaba a la vista una sutil curva en sus pechos, la tela caía por sus caderas hasta tocar el suelo y tenía una abertura al costado, que dejaba a la vista gran parte de una pierna pálida, suave y tonificada. El cabello negro le brillaba peinado atrás, y se había oscurecido con maquillaje los bordes de los ojos, lo que le daban una mirada mucho más profunda.

    Tenía sólo unos pequeños pendientes rojos, y su cuello y clavículas desnudas le daban un toque inocente a diferencia de las otras mujeres del lugar, repletas de joyas y perlas grandes, de vestidos de colores extraños y tapados extravagantes y peludos.

    Jihee resaltaba de una forma desmedida con mucho menos, siendo un claro ejemplo que lo clásico siempre sería superior, y que menos era más.

    Me quedé quieto y pestañeé. Y luego de nuevo. Y de nuevo. Y quizá una vez más. Me vi completamente incapaz de hacer algo mientras ella subía la escalinata mirando al frente y caminaba con la seguridad de una reina en aquellos tacones rojos.

    No había nada, nada en ese lugar excepto ella y lo hermosa que se veía. Jamás habría creído que su belleza habitual fuera superada, pero también jamás creí verla de aquella forma. Tragué saliva escuchando mis propios latidos, ignorando que mi propia conciencia me había abandonado por completo para despertar todos mis instintos tan sólo viéndola.

    Miré mi copa por un segundo y sus palabras entraron a mi cabeza;

    "—Ni se te ocurra hablarme. —" Había dicho, yo la miré incrédulo a punto de reír, pero me alarmé notando que no había signos normales de chiste, cuando fruncí las cejas y le pregunté, su respuesta fue franca y honesta; "Si mi madre me ve hablando con el maldito heredero del Jeon's Imprium no me dejará en paz. Y si eso pasa, ya no me vas a caer bien." lo último había sido en broma, pero de todas formas ¿Cómo iba a presentarla a mi familia si ella me dijo que la ignorara? 

    Sobre todo ¿Cómo ignoraría a Pecas? Me estaba exigiendo algo que era imposible por naturaleza.

    Los siguientes minutos escuché cuchicheos, personas preguntando quién era ella. Y también entendí por qué ella exigió alejarme. Su madre era extravagante, pero no de la forma sutil y elocuente de una mujer mayor como Evelyn, sino de la forma grotesca de quién quería llamar la atención. Era incómodo solo verla. Hablaba fuerte, sus risas parecían gritos, y sus charlas eran sobre dinero, su tono arrogante era molesto para casi todos, incluso cuando algunos eran como ella.

    Entonces Pecas levantó la mirada y sentí un terrible nudo en el estómago.

   Algo pasaba.

    No era un genio ni mucho menos un buen entendido sobre emociones, cuando se trataba de ella, mis esfuerzos se multiplicaban inconscientemente... parecía ida, como si no pudiera concentrarse en la realidad. Parecía un zombie. Casi como si el maquillaje hubiera sombreado terribles ojeras, como si estuviera ocultando un terrible estado. Tenía la vista perdida y al frente, como alguien que caminaba sin vida.

    Se había cruzado junto a mí, y sentí horrible que el maquillaje que le desapareciera las pecas ¿Quién fue el imbécil que hizo aquello? Se merecía la muerte. Eran preciosas, eran su marca. Distraído, olvidé por completo su atuendo y la preocupación me invadió.

    Puede que el lugar no era el suyo, y probablemente se sentía demasiado incómoda, pero era obvio que algo pasaba. Una de las cualidades que admiraba de ella era la fortaleza personal que tenía y su infinita capacidad para bromear incluso en las peores situaciones. Esta vez su mirada me recordó aquella vez en el campamento, cuando me habló de su madre, el semblante pálido y la mirada caída, sólo se inclinaba ante la gente, casi no hablaba.

    Algo pasaba.

    —¿Ella no es... tu amiga? —volví la mirada a Namjoon, y reconocí la verdadera curiosidad en él. Respondí sin dejar de ver con el ceño fruncido el pasillo por donde ella desapareció.

    —Lo es. —y con una seguridad y atrevimiento absurdo, por si se hacía alguna idea loca con ella, añadí —Por ahora.



by; j i h e e


    Cuando cerré la puerta del baño sentí la seguridad de la soledad, tranquila y silenciosa, que hizo que me relajara. Sin multitud, sin gente mirándome, sin luces incandescentes. Sin la mirada de mi madre ni el Sr. Lee.

    De inmediato, mi acelerada respiración hizo presencia y me senté sobre el inodoro sintiendo como la angustia subía y subía de nivel. Recordar la charla de ayer con la abuela y el imbécil del Sr. Lee no ayudó en nada, cerré los ojos con fuerza e intenté estabilizar mi respiración.

    No te atrevas a llorar, imbécil.

    Separé los labios y dejé entrar el aire, como el Sr. Kim me había enseñado, aquella vez que entré en pánico en su consultorio. Pero de inmediato recordé como mi esperanza y anhelos habían sido cortados de raíz. Tragué saliva, sentí como si arena atravesara mi garganta y quise reírme de mi destino. Recordé el rostro del Sr.Lee, quise golpearlo con algo, hacerlo sangrar, romperlo de alguna forma.

    Sólo es drama, estoy siendo dramática. En realidad, no importa.

    Mis ganas de llorar aumentaron.

    —¿Esa mujer no es la viuda de un militar o algo así? —hice una pausa y levanté la cabeza. Sí, ya sabía a quién se referían.

    —Dios mío, su vestido es tan grotesco. —oí otra voz. A pesar del fuerte dolor de cabeza, sonreí, coincidiendo con la extraña, el vestido de mi madre era horrible. —Qué color tan chillón y expuesto, parece una...

    —Nunca había visto a esa chica ¿Es su hija?

    —De seguro sólo es otra perra demasiado arrogante ¿Sabe hablar, siquiera? —respiré hondo, intentando no hacer ningún sonido.

    Escuché las risas como un bucle que quemaba mi cerebro, las risas comenzaron a girar y girar alrededor de mi mente como el afecto adverso de alguna droga y mi cabeza parecía a punto de estallar. Me dolía como los mil demonios. Era una estupidez, me habían dicho cosas peores, pero quise llorar como una niña.

    Respire hondo. Vi un mensaje de Yuan.

    Su franqueza y preocupación estuvieron a punto de quebrarme.

    Ah, Tong probablemente hubiera mandado algún otro sticker y me hubiera reído en serio. Pensé en serio huir con Yuan en su motocicleta, y luego recordé los largos paseos por ruta que dábamos cuando nos escapamos de vez en cuando, sólo para sacarnos el estrés. Lo hacíamos desde que cumplí la edad suficiente para montar la motocicleta detrás de él y que sea legal. Mi humor mejoró recordando el viento en el rostro.

    Me calmé y me esforcé en volver a la realidad. Yo sabía de lo que era capaz mi madre. Me lo había demostrado demasiadas veces, además, solo quedaba un año para mi mayoría de edad, por lo que no tendría que soportar sus chantajes más tarde.

    Esta mierda no es nada. Sólo estoy siendo dramática.

    Respiré hondo y salí del baño, que era más grande que la sala de mi casa. Se hizo un silencio ensordecedor mientras las dos chicas me quedaban viendo y yo me ponía frente al espejo y me lavaba las manos.

    Pues no eran muy habladoras cara a cara, eh. Sonreí.

    Por suerte yo sí lo era.

    —Ah, —dije —Puede que no sepa hablar, —me señalé la boca—Pero al menos sé usar labial, cariño. —la castaña frunció el ceño y se miró al espejo confusa. Me reí cuando salí del baño. En realidad, lo había visto de reojo, tenía un diente apenas manchado de rojo.

    El pasillo era largo y todo a mi alrededor era blanco o color crema, en las esquinas de las paredes había estatuas extrañas de mármol y cada vez que miraba arriba había un candelabro del tamaño de una mesa encima de mi cabeza.

    Nunca dejaba de sorprenderme el lujo excesivo de estas familias, incluso cuando viví unos meses con el Sr. Lee, pero probablemente era porque mi cabeza se había acostumbrado a las plantitas del abuelo por donde sea que mirara, y las migas de pan que Yuan barría para abajo de los muebles para no tener que limpiar —costumbre que heredé de él, de hecho—.

    Intenté ignorar la molestia en mis tobillos mientras recorría el lugar, pero era imposible, a estas alturas ignoraba el dolor sentimental que sentía y lo concentraba en el físico porque maldita sea, estos zapatos fueron creados para la tortura.

    Intenté caminar decentemente, pero ignoré que existía un pequeño escalón al frente y mi tobillo dijo: pues hasta aquí llego, imbécil. Y entonces boom, se movió hasta que se torció y yo chillé de dolor.

    Me giré y miré el tapiz, como si fuera el culpable. Era rojo sangre, y las sombras oscuras tapaban el escalón hasta casi hacerlo invisible —Malditos escaloncillos ¿Cuál es tu propósito en la vida? —continué mirando el piso. Fruncí las cejas—¿Matar a los idiotas como yo?

    —Es una buena premisa. —Una voz masculina vibró en mis espaldas y me giré de inmediato.

    Era un hombre mayor, alto como el demonio, y su cabello rubio estaba prolijamente cortado a los costados, el fleco peinado atrás. Me tensé viéndolo, a pesar de la sonrisa amable que tenía, la autoridad que emanaba me golpeó de lleno. Lo había visto hablar con el dueño del Casino, además de otros inversores muy importantes. Era imponente y se veía serio, casi como ver a Nanami pero sin lo japonés. Él sonrió, yo seguía con mi estúpida mueca porque había sido pillada comportándome (de nuevo) como no se supone que debía hacerlo.

    —Cuando reconstruimos el lugar decidí agregar un escalón exactamente ahí, —puso las manos en los bolsillos de su pantalón gris y volvió a mirarme—Para medir la atención de los empleados.

    Compórtate. Me dije, sin embargo, su sonrisa torcida y su pose despreocupada me desconcentró un poco. No se veía en nada como los demás viejos estirados de la sala.

    —Culpemos al tapiz, entonces. —dije, volviendo a mirar el piso. Me miré los zapatos. El dolor me puso de mal humor. —Tampoco es culpa del escalón —hice una mueca —Conquistar China es más fácil que caminar con estas cosas.

    Agarré la tela roja de mi vestido y lo moví sobre mi pierna descubierta, ver la tela tan cerca del tacón me daba pánico, parecía que iba a enredarse en el zapato y bueno, adiós Jihee, todos te recordaremos como una buena amiga.

    Bueno, no. Bon y Niwa probablemente dirán algo como: Al fin se murió la porquería esta. Pero, en fin.

    Estuve lista para dar un paso, sin embargo, una risa femenina hizo que me congelara en mi lugar. Alcé la vista, confundida. Una mujer apenas más alta que yo apareció caminando y se colocó junto al hombre, apoyando una mano en el hombro del rubio. Maldita sea ¿Él continuaba aquí? Me maldije ¿Había ignorado la presencia de un tipo tan alto? Dios. Tengo que concentrarme o haré un jodido desastre.

    —Quizá sólo te falta práctica, querida. —la miré, no detecte signos de burla o sarcasmo en su tono, y me tranquilicé.

    Su pose era casi igual que el hombre rubio, dejó caer su peso en el hombro de él como sin nada, como si no fuera el tipo más intimidante del lugar. Entonces él puso una mano en la cintura de ella, y entendí muchas cosas.

    —Sí, —dije, suspirando —Ponerse unos deportivos es de lo más tentador, pero también será tentador para ellos darme una patada afuera si lo hago.

    Se hizo un pequeño silencio.

    Oh, Dios.

    Antes de justificar mi comportamiento, la mujer me interrumpió—¿Y quién lo dice?—pestañeé ante su gran sonrisa, ella se inclinó y me miró a los ojos. —Probablemente crees que agite un poco a estos vejetes, pero créeme, ya ni las jovencitas los agitan...

    —Evelyn. —reportó el hombre a ella, frunciendo ligeramente el ceño. Yo finalmente entendí el doble significado de la palabra "agitan" y solté un exabrupto que casi fue una risa, pero me tapé la boca inmediatamente.

    —Bueno, —ella dio un golpe en el hombro del rubio, como sí le importara un carajo la expresión de molestia de él y puso las manos como jarra. Me miró —¿Frente a quién tengo el placer?

    —Ah, yo, eh —hice la reverencia más imbécil que jamás había hecho. Justifiqué mi estupidez con nerviosismo —Jihee. —agité la cabeza —Woon. Woon Jihee. —Hice otra reverencia absolutamente innecesaria.

    Mi madre me había dicho que diga Lee Jihee.

    Ja.

    —¿Woon Jihee, dices? —el rubio entrecerró los ojos un poco.

    —Con qué Woon Jihee, eh. —ella repitió, asintiendo ligeramente y mirándome con demasiada atención.

    —Woon Jihee. —repetí por alguna razón, asintiendo ligeramente con la cabeza. Hice una mueca mientras movía la cabeza.

    —¿Entonces, linda? —la mujer sonrió— ¿Cómo va la fiesta? —me pareció extraña la forma en que me miraban, pero los ricos eran raros en sí mismos, mientras no estuvieran pensando en sacrificarme a algún dios todo estaba bien.

    —B-bien.

    Ella miró al hombre con una sonrisa sarcástica y volvió a mí. —¿En serio?

    —Claro —miré al pasillo detrás de mí—.... Si eres algún tipo de demonio que se alimenta del sufrimiento humano.

    Otro pequeño silencio. 

    Apreté los dientes antes de soltar otra maldición. Si continuaba así iban a terminar echándome, y no podía permitirme avergonzar al Sr. Lee, carajo. No con mi madre respirando sobre mi nuca.

    —Quiero decir... —mi voz fue interrumpida cuando ambos soltaron una carcajada. Se rieron fuerte y claro, sin ningún reparo, lo cual era todo lo contrario a la etiqueta. Me resultó tan extraño como divertido, tanto, que solté la primera sonrisa en toda la noche. Enarqué una ceja, divertida de golpe —¿Supongo que tampoco disfrutan mucho de... la compañía social?

    La mujer le dio otro codazo al hombre mientras me miraba —Somos bastante incapaces... pero nos las apañamos.

    —Ah, —sonríe más—Ese es el eslogan de mi familia.

    Ella me miró, hizo un pequeño silencio y volvió a reírse. Era una risa escandalosa y fuerte, que llamó la atención de algunos de los pequeños grupos que estaban esparcidos por el inmenso estar luminoso. Me agradó la manera en que ignoró de forma olímpica las miradas reprobatorias.

    —Oh, querida. Es bueno ¿Cuál es tu mesa? —yo me la quedé viendo ¿Hablaba de una mesa para mí? Quién en su sano juicio... —Quiero decir, linda ¿Te gustaría ir a nuestra mesa? Nuestra discapacidad social es digna de celebrar.

    Me la quedé viendo, no noté ninguna burla o mal intención, y también noté que mi ansiedad y nervios se habían calmado de forma increíble. Quizá fue por el susto del hombre rubio, pero inmediatamente noté como la tensión se había ido, luego de compartir una risa con esta extraña pareja.

    Miré alrededor distraída, la idea de estar con gente así me agradó. En una esquina, junto al gran ventanal se encontraba mi madre. Mi estómago se contrajo al notar como se tambaleó sobre sus tacones mientras reía de forma histérica y el Sr. Lee la sostuvo inmediatamente, incómodo. Las personas que estaban con ellos se la quedaron viendo y susurrando

    ¿Ya se había emborrachado?

    Miré de reojo al hombre rubio y mi mente comenzó a trabajar. No sabía quién era, pero era importante, lo había visto con el dueño del Casino un montón de veces en lo que iba de la noche. Me mecí apenas, el nerviosismo volvió. Si mi madre llegaba a verme en una mesa así de importante en su estado...

    —Yo... desearía ir, pero en realidad debería... —escuché un chillido y me giré nuevamente, reconociendo la voz. Mi madre corrió apenas al ver una mujer, y ella le sonrió y también chilló. Casi todo el salón las miró seriamente, yo sentí como los nervios comenzaban a escarbar en mi estómago como vidrio roto. —Estar con mi...

    Familia.

    —Con mi... —hice una extraña fuerza con mi estómago, como empujando la palabra a salir, pero mi boca parecía cerrarse a presión cada vez que pensaba en decir aquello. La angustia irrevocable volvió a mi pecho, expandiéndose como si me hubieran dado un balazo. —Ellos...

    —Oh, querida. — los tacones de ella resonaron en el pasillo cuando se acercó a mí. Sentía la calidez de su palma en mi hombro. No pude dejar de ver sus ojos, que brillaban sin ningún tipo de mala intención. —No escogemos la familia, no hay de otra, linda. ¿Por qué no pruebas los postres? Les diré que te dejen hacerlo si quieres. Un buen chocolate siempre es bueno cuando...

    —Evelyn. —cuestionó el hombre, entonces ella se encogió de hombro y caminó hacia el salón, no sin antes sonreírme. Cuando el rubio caminó hacia mí, estaba tan nerviosa que tardé en hacer una reverencia, sentí los nervios a flor de piel con un hombre que marcaba tanta presencia, me sentí demasiado pequeña.

    Él frenó un poco el paso mientras seguía a la mujer —¿Sabías que hace años se construyó un invernadero? —arrugué las cejas—Es una pena... nadie nunca lo visita. —movió la cabeza antes de desaparecer, y yo me quedé con cara de idiota pensando en lo que dijo.

    Nadie nunca lo visita.

    Ah.

    Sonreí cuando fui consciente, estuve a punto de reírme. Un invernadero... bueno. Mi abuelo muchas veces disfruta más de la compañía de sus plantas que de los seres humanos ¿Quién dice que yo no puedo?

    Quizá esa es la respuesta a los problemas de mi vida, comunicarme con plantas en lugar de personas. Pensándolo bien, no se oía nada mal.

    Algo golpeó mi hombro y paré en seco de golpe. De forma rápida y complicada, sostuve mi vestido de nuevo y levanté la cabeza para disculparme.

    Entonces dejé de respirar.

    —Las faldas largas no son lo tuyo. —si era posible dejar de respirar cuando ya no se respiraba, entonces lo hice. Mis pulmones tuvieron una contracción. Jungkook alzó ambas cejas y sonrió. —Pecas.

    Creo que solté algo como un titubeo, pero nada entendible salió de mi boca.

    Era increíble como cada vez podía brillar más, o como su belleza podría ser aún más resaltada. Estaba de blanco, simplemente. Nunca había visto a un príncipe, pero estaba segura de que él lo tenía todo para ser uno. Aquél traje hecho a medida se ajustaba con evidente perfección a su pecho y su cintura ridículamente estrecha, tenía una camisa de seda blanca y en la corbata del mismo color, tenía bordados dorados que parecían de oro, los mismos que tenía el traje en las solapas. Su melena negra estaba sujeta con un listón blanco que lo hizo parecer a algún personaje histórico de algún libro de Sohee. Se había penado atrás con algo que endureció su fleco, dos o tres mechones le caían sobre la frente quitándole todos los bonitos aires de inocencia que dejaba su acostumbrado fleco.

    Me había quedado por unos segundos completamente quieta, fascinada por la belleza de aquella criatura.

    —Jungkook.

    Él sonrió de tal forma que le apareció un hoyuelo. Hice esfuerzos por no derretirme allí mismo.

    —Pecas. —cómo se hizo otro silencio, él dio un paso más cerca. —¿Estás bien? —pestañeé, escuché cierto tono de inquietud en su voz.

    Clavé la mirada en el mármol del piso—Yo... si, lo estoy. Permiso.

    Cuando comencé de nuevo mi trayecto, dio un paso al costado, bloqueando el camino —¿Estás segura?

    Con la angustia hundiéndose cada vez más en mi estómago, levanté la mirada para ampliar mi campo de visión. Di un entrecortado suspiro, Jungkook dejó ver en aquellos ojos una abrasadora voluntad que me volcó por completo el corazón, vi la verdadera preocupación allí, la inquietud.

    Tragué saliva.

    Sentí ganas de vomitar.

    —Si.

    —Por ahí no es el invernadero. —Yo paré en seco ante su susurro, pero no me giré. —Es la salida derecha.

    —¿Donde está esa espantosa estatua del hombre sin brazos? ¿Bon fue el decorador o qué?

    Escuché una pequeña risa a mis espaldas —Esa misma.

    —Va.

    Mi estado de ánimo había mejorado considerablemente de pronto, estaba segura de que nada tenía que ver con escuchar la risita de Jungkook, sino porque estaba por el camino correcto para llegar a la salida al jardín.

    El camino a la gran entrada enmarcada por dorado se hacía cada vez más pesado, mientras esquivaba miradas lascivas de tipos que no conocía, e intentaba hacer una estrategia mental para que mi madre no viera cómo salía.

    Por alguna razón, me había dicho que debía quedarme en el salón cueste lo que cueste.

    Pero con lo que cuesta la terapia, la verdad no tenía ganas.

    Aceleré el paso entre las personas, mirando el piso, sentía una gran inseguridad con el maldito vestido, pero hice todo lo posible para que no se notara. Me sentía encerrada, como si las paredes se me viniesen encima. Odiaba tener que sostener el vestido para caminar, odiaba caminar con estos tacones, odiaba los tacones, al Sr. Lee, al estúpido edificio. Tenía ganas de llorar. De huir a donde mi madre jamás supiera de mi paradero. Quería salir con Tong a la ruta, con el viento azotando mi cara.

     —Pecas, joder. —antes de que me diera de bruces con unas hojas gigantes de alguna planta, vi como la mano de Jungkook se interponía y las subía de golpe para que no tocaran mi rostro. —Tiene espinas, carajo.

    —¿Por qué las ponen ahí entonces? —contraataqué, pero cuando lo miré a los ojos, seguí el sendero que daba al invernadero de inmediato.

    No quería verlo a los ojos, Jungkook hacía eso, me hacía débil. Odiaba mirarlo a la cara, daba la impresión de que él podía ver a través de mí, todas mis emociones se desnudaban ante él, la ansiedad, la incertidumbre, la tristeza, todo aquello que no quería dejar ver, todo aquello que aprendí a esconder en mi vida diaria, cuando aquellos ojos oscuros me atravesaban, sentía una sacudida en el cuerpo y el alma, realmente lo veían todo en mí. Y lo odiaba. Lo detestaba. Él causaba que bajara mis barreras, y aquello era inaceptable.

    Una brisa fresca mandó mi cabello atrás cuando pasé la salida, la noche era fría y húmeda, el ambiente era pesado cuando bajé por la escalinata al jardín trasero, o quizá todo se me hacía pesado por los tacones. No sé cuántas leguas tenía aquel campo, tampoco si era correcto llamar jardín trasero a algo tan inmenso. A mis costados las paredes del casino continuaban un poco más, separándose en dos alas, y en frente no veía nada más, excepto un complejo de albercas que se veía como una maqueta a esta distancia y el invernadero, que estaba a unos cuantos metros, se llegaba a él por un angosto camino de piedras, rodeado de pequeños arbustos perfectamente podados.

    —Llegas tarde. —anunció Jungkook a mis espaldas, yo gruñí sintiendo como los tacones se clavan entre los pedregullos.

    —Claro, como yo tengo todo el poder de decisión. Es más, obligué a todos a venir a tan maravillosa velada. Amo las fiestas de los ricos, sobre todo las comidas pequeñas esas que sirven, que no te llenan el estómago un carajo. 

    —Ah ¿Hoy mismo repasaste el manual de "Cómo ser una buena dama"?

    —Todos los días lo hago, de hecho. Y tengo tacones.

    —Y tienes tacones. —afirmó.

    Con la puerta del invernadero entreabierta, me quedé mirando las estatuillas que hacían guardia en la entrada, estaban sobre una base que era de mi altura.

    —Otra estatua sin brazos ¿Qué les pasa?

    —¿Me lo preguntas a mí?

    —¿Por qué no tiene brazos?

    —No soy predilecto a la escultura, como sabes.

    —La otra no tiene brazos también ¿La ves?

    —Probablemente, cuando crecía aquí desde pequeño.

    —Son perturbadoras.

    —Me parece que ya hablamos de este tema.

    Mi humor se desarrolló amablemente cuando entramos al invernadero, quizá la compañía de Jungkook había ayudado un poco. Sólo un poco.

    El lugar parecía salido de un cuento de hadas, sólo faltaban las mariposas revoloteando alrededor. Era de vidrio fortificado, y las paredes tenía enredaderas verdosas que crecían hacia todos lados. Había hileras muy largas de flores de todo tipo, una era rosa pálido, mientras que otras amarillentas y blancas, otras simplemente verdes. En el medio del lugar, una fuente circular que tenía una planta esculpida, de la cual en la punta de las hojas salían chorros de agua. Sentí paz inmediatamente, el aroma del lugar era suave y ligero, y el correteo del agua en la fuente hizo que los nudos de nervios en mi espalda se desataran un poco.

    —El techo es una cúpula. —mencioné, mirando la luna a través de los cristales del techo con la boca semiabierta.

    —Ah, qué observadora mi Pecosa. Te falto decir los colores de las florecillas y ya estamos.

    Me giré a él con una respuesta mordaz en la mente, sin embargo, mi voluntad volvió a ceder cuando lo vi alrededor de las flores. Era tan hermoso, no había algo que le hiciera competencia. No era sólo su belleza, era su mirada, su preocupación y el hecho de seguirme aquí. Sentí un cosquilleo en las costillas cuando me miró a los ojos.

    Metió las manos en los bolsillos de su pantalón color crema, mirando la fuente detrás de mí —¿Cómo lo llevas?

    Me giré a la fuente unos segundos —Si Voldemort tuviera problemas de vista ¿Cómo se pondría lentes, si no tiene nariz?

    Un pequeño silencio, luego lo escuché resoplar.

    —¿Quieres algo de beber? ¿Algo que te guste tomar?

    —¿Malas decisiones?

    —Bueno, basta. —sentí como el viento se aligeraba, como una leve brisa causada por un movimiento rápido. Antes de siquiera poder girarme, vi cómo se acercó a mi cuerpo en tres largas zancadas. Sus manos estaban cálidas, me sujetaron de los hombros de golpe y entre la confusión, alcé la cabeza para verlo a los ojos. —Lo estás haciendo genial.

    Respiré hondo. 

    —Yo... —él dio un paso más y su estómago rozó el mío, se colocó lo suficientemente cerca como para ser incapaz de bajar mi cabeza. No quería ver sus ojos. Mi voluntad flaqueó. Mis emociones me ahogaban. Pero no hubo nada, absolutamente nada, que hiciera para separarme de él.

    —Y estoy aquí. Para ti. Siempre.

    La tierra tembló y el piso se movió. 

    No hace mucho, había aprendido que esa era nuestra forma de decir te quiero. Tragué saliva viendo aquellos ojos de los que era incapaz de alejarme, su completa honestidad, el afecto más puro que se reflejaba en ellos, detrás de su dulce sonrisa que lo único que decía era todo lo que necesitaba en aquel momento; ánimo, tú puedes.

    Me vinieron unas horribles ganas de llorar.

    —No. —susurré apenas —No puedo. Yo sólo...

    Una vez más, él no se escandalizó cuando dejé entrever la manera en que mis emociones sangraban. Jungkook mantuvo la cabeza abajo para mirarme unos segundos más, con una expresión generosa y amable, lentamente, cerró sus brazos a mi alrededor. Yo respiré hondo, sintiendo que perdía fuerzas entre la voluntad de sus brazos y dejé caer todo el peso de mi cuerpo en él. Sentí un cosquilleo envuelta por su perfume, era agradable y ligero. Mi mente se nubló, como si estuviera bajo algún extraño hechizo y sentí la paz que nunca había experimentado antes.

    De golpe, Jungkook se había convertido en mi lugar de calma.

    Respiré hondo y dejé caer la mejilla en un lado de su pecho, su respiración era honda y suave, noté que la exageró para que yo le siguiera y obedecí desganada. Se me salieron unas lágrimas silenciosas, él no dijo nada. Sólo sentí su mano en mi momento de paz, que se deslizó desde mi cabeza hasta mi nuca, y repitió el movimiento, deslizando sus dedos por mi cabello. 

    De golpe mi mente era una gran armonía, había una gran quietud en mis pensamientos. Sentí que dejaba de sangrar de a poco, que aquel dolor en algún lugar de mi cuerpo dejaba de doler.

    —Sé que es difícil. Que hay cosas que duelen y quizá dolerán siempre, pero eso nunca te ha detenido, y nunca lo hará, porque eres la persona más maravillosa que existe. —me abrazó con más fuerza —Solo hace falta que tú lo entiendas.

    Ante el silencioso estallido de emociones que sufrí, cerré los ojos con fuerza y se fueron otras lágrimas, más abundantes que antes. Mi cuerpo cobró vida, levanté los brazos y le rodeé la cintura. No hice nada más que llorar silenciosamente, y fue lo más reconfortante y tranquilizador que pude haber hecho.

    Recordé los otros mensajes de Yuan, donde decía que se iba a quedar despierto, no importa si la fiesta se iba hasta muy tarde, porque quería esperarme con leche chocolatada y una mantita. Luego unos de la abuela, donde mandó un montón de stickers violentos y turbios que de seguro le había robado a Bon, y decía que no importa qué, si había que pelear ella lo haría. Y Tae, que me había mandado videos de gatos para ponerme de buen humor.

    Cuando Jungkook rompió el abrazo y me obligó a mirarlo, sus manos abrazaron mi rostro. No solté su cintura, tampoco pareció molestarle. Me mordí el interior de la mejilla viendo su sonrisa amable, una que pocas veces había visto en él.

    —Todo va a estar bien. —El sonido de su voz, bajo, íntimo, fue como una caricia sobre la piel. Sentí cosquillas de nuevo. Sonriendo, sus dedos pulgares frotaron mis mejillas.

    —Espera, quitarás... —él lo hizo más fuerte, presionado los dedos en mis pómulos, y agarré sus antebrazos, alterada.

    —Bastardo, arruinarás el maqui...

    —Dios nos libre de él, —imitó una voz chillona, que me sacó una súbita sonrisa—Qué desastre, maldita sea ¿Por qué dejaste que te ocultaran las pecas?

    —Porque son feas, —sus dedos se detuvieron de golpe —¿Por qué más?

    —¿Qué dijiste? —sentí una suave advertencia en el tono de su voz. Pero estoy segura de que sólo fue mi imaginación.

    Arrugué las cejas —Que son horribles. El tipo ese, el que me maquilló, me puso una crema anti-manchas por dos horas. Me dolía la cara. —él alzó ambas cejas, sus manos aún me sostenían el rostro. Pareció completamente escandalizado.

    —¿Y tú dejaste que te hagan eso, pequeña bastarda?

    —¿Que...?

    —¿Que, ¿qué? —arrugué aún más las cejas, me pareció que exageraba —¿Qué hay con eso de ser tú mismo?

    —¿Y?

    —Tus pecas son tu esencia, parte de ti.

    Hice una pausa —¿En serio?

    —¿Qué clase de pregunta es esa?

    —No... lo había pensado.

    —Pues piénsalo. —soltó, con brusquedad. —Qué bestialidad, en serio.

    Yo sonreí viéndolo confusa, mientras continuaba frotando sus dedos en mis mejillas.

    —Jungkook.

    —Esperarme, queda un poco. —cuando hice la espalda atrás, di un traspiés. 

    Solté un chillido de pronto, cuando perdí el equilibrio. Jungkook se vino al frente bruscamente, uno de sus brazos se apoyó en mi espalda baja y me empujó a sí mismo, pero fue demasiado tarde para él. Debido al movimiento brusco, dio dos pasos al frente, su pantorrilla golpeó la fuente de agua y todo lo que escuché fue el escandaloso sonido de un chapuzón, gotas frías se derramaron en mi vestido y un poco en mi pierna.

    Oh no.

    Nos quedamos viendo, simplemente. No hicimos nada más. Él, despatarrado en la fuente, apoyándose en los codos y mirándome con grandes ojos. Yo tenía la misma expresión, mirándolo de pie frente a él.

    Luego de unos segundos, reaccioné. Me agaché y le tendí una mano, el pánico se apoderó de mí imaginando que alguien hubiera visto todo —Toma mi mano. Mierda, carajo. Estamos jodidos, oye...

    Él no hizo nada, parecía medio en shock. Luego lo vi. Sus ojos, de pronto saltaron pequeñas chispas, luego, una pequeña sonrisa que parecía querer esconder. Sus labios se tensaron mientras sus comisuras se levantaban. Comenzó a reírse, no tenía sentido. Pero yo también comencé a reírme, y brotaron cosas de mi interior que hace mucho no salían. De golpe fue muy gracioso verlo allí sentado, recordé su cara de idiota cuando cayó y me dio más risa.

    —¿Jungkook? —me puse de pie, medio riendo medio preocupada —Debes salir de ahí, maldita sea, es... —me tenté de nuevo, con un sonido ahogado. 

    Él se sacó el agua salpicada de la cara, se había quedado mirándome. Aún no se ponía de pie.

    —¿Jungkook? Sal de ahí. —no podía quitar la sonrisa de mi cara —Dame la mano, idiota.

    Él la sujetó, pero no se movió, ni tampoco me soltó. Las tenía frías por el agua, y sentí una sacudida cuando su dedo pulgar frotó una zona de mi muñeca.

    —Ojalá pudieras verte en mis ojos.

    —¿Por qué?

    —Entenderías lo hermosa que eres.

    Volvió a frotar su dedo en mi muñeca, y todo lo que pude hacer fue tragar saliva con fuerza. Sentí como todo el cuerpo se me estremecía, volví a morder mi mejilla de los nervios. Esta vez no fueron solo cosquilleos, sentí algo mucho más punzante en medio de mi pecho. Algo que clavaba en mi interior, algo que tenía su nombre y su apellido.

    Escuché una voz desde el jardín, que hizo que me girara inmediatamente.

    —¿Ah?

    —Vamos.

    —¿Te volviste...? —él se puso de pie en ese mismo segundo, enseguida escuché como toda su ropa chorreaba agua. Nunca me soltó la mano.

    Nerviosa, miré atrás, a la voz que había escuchado de afuera.

    —Cálmate. De seguro es un guardia. —comenzó a dar unos pasos rodeando la fuente, pero yo agarré su mano con fuerza y no dejé que me llevara.

    Mis nervios estallaron —¿Qué haces? ¿A dónde vamos?

    —Crecí aquí, conozco un camino para que nos crucemos a nadie. Tengo que cambiarme la ropa, apura.

    —¿Y no puedes hacerlo solo o qué? —rápidamente, él bajó la cabeza para mirarme a los ojos, con seriedad.

    Sonrió de forma brillante, pero la sonrisa nunca llegó a sus ojos, de hecho, fue escalofriante, casi sarcástica. De un tirón, me atrajo a su cuerpo. Di otro traspiés con los estúpidos tacones, los movimientos rápidos no eran lo mío en ellos. Jungkook no me soltó la mano, sino que cuando llegué su cuerpo, apoyó una mano en mi cintura para que no cayera y agachó tanto como pudo su rostro al mío. Mis nervios chillaron con fuerza, los escuché gritar mientras apretaba los dedos, sentí calor en las orejas cuando su nariz rozó la mía, incliné la espalda atrás rápidamente. Sonrió aún más.

    —Déjame que te explique, dulce ¿Qué crees que pasará si a un guardia se le escapa que estoy aquí, contigo? —a mi mente le costó reaccionar, quizá estaba relacionado con que su aliento entró a mi boca, o que sus ojos estaban demasiado cerca de los míos. Sentí chispas calientes recorriéndome las venas, en los muslos.

    —Pues...

    —¿Qué crees que diga tu madre cuando te vea salir de un lugar íntimo, con el hijo del dueño empapado de agua? —mis ojos se expandieron como si explotara una bomba.

    —Mierda.

    Jungkook sonrió aún más.

    Yo tenía un mal presentimiento, pero no tenía alterativas, así que lo seguí. 

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