Vidas cruzadas: El ciclo. #2...

By AbbyCon2B

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Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.
Un trailer que tenía guardado.
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

Olivia vio que la mansión tenía múltiples habitaciones iluminadas así que asumió sus hijos estaban despiertos, probablemente esperando por todos ellos. Bajó rápidamente del carro mientras este seguía andando lentamente y empezó a correr por el camino que descendía en una pequeña colina, para llegar a la casa donde acababa de ver que sus hijos salían.

Levantó el frente de su vestido al correr por el camino y se dejó caer de rodillas cuando los más pequeños la alcanzaron y se lanzaron a sus brazos. Acarició la melena dorada de Elizabeth y llenó sus mejillas de besos con una enorme sonrisa. Ella y Grayson habían sido los más rápido en alcanzarla.

—¿Cómo se han portado? ¿Hicieron caso a sus hermanos?

—Sí, pero te extrañamos mucho —confesó Grayson ocultándose en su cuello.

—Por favor, no vuelvas a irte, mami.

Se le encogió el corazón al poder escuchar su voz después de tanto tiempo y finalmente pudiendo sostener a su pequeña en sus brazos y acarició su mejilla apartándose. Sus hijos eran su mundo entero y estar con ella en esos momentos, habiendo leído la carta que les había dejado en el futuro, se sentía especial. Quería poder abrazarla y no soltarla jamás.

—Mamá siempre estará con ustedes —les aseguró y se puso de pie para poder recibir al resto de sus hijos—. Oh, Dios, los extrañé tanto. ¿Cómo han estado? ¿Alguna complicación?

—No en la casa —aseguró Jian—. Hemos mantenido todo como a ti te gusta, mamá.

—Que orgullosa me siento. Pero no deberían estar despiertos a esta hora, especialmente todos ustedes —dijo, señalando a los menores de la familia—. Hora de irnos a la cama.

—Pero recién vuelves y los extrañamos mucho —protestó Elizabeth colgando de su brazo—. Por favor, no nos mandes a dormir todavía.

Vio a sus hijos cuando empezaron a suplicarle y no encontró las fuerzas para decirles que no. Cedió, riéndose cuando todos gritaron emocionados y fue con ellos hacia la mansión para entrar al recibidor como lo conocía. Encendido con todas las velas y decorado con esmero y mucho amor, ella había decorado cada rincón durante los años que habían pasado, dándole vida y formando la esencia que definía el hogar de los Morgan.

Había demasiado alboroto en el recibidor con todas las personas reunidas. Sus hijos, los empleados, Rowland y su familia y también todos los amigos que habían viajado desde White Oak.

Jonathan se reunió con sus amigos y charló con ellos, hablándoles del futuro y todo lo que había visto, Adrian y Eli se acercaron para escucharle otra vez con Chester, aunque ya conocieran la historia. Olivia le agradeció a los empleados por todo su apoyo y charló un poco con Charlotte sobre las novedades, tendría que hacerse cargo de algunos detalles en la mañana, pero esa noche simplemente se concentraron en estar todos juntos como una familia.

Los niños se apilaban alrededor de ella para mostrarle los dibujos que habían hecho durante su ausencia o compartirle sobre sus juegos y actividades del día. Las muchachas querían saber todo sobre el viaje y preguntarle sobre distintos temas que habían surgido en ese mes y afortunadamente los muchachos estaban rodeando a Jonathan para conocer su historia así que no aumentaban el caos entorno a Olivia.

Se sentaron en el salón a comer algo mientras charlaban y esta vez todos querían saber como había sido el viaje para Jonathan. Olivia estaba sentada en el sofá junto a él, sus niños estaban en el suelo rodeándolos y también algunas de las mujeres. Los varones o estaban en el sofá o de pie y también se encontraban sus amigos.

—¡¿Volaste en los cielos?! —chillaron las mujeres—. ¿Tenías alas?

—Era una caja enorme de metal. ¿Verdad, ángel?

—Se llama avión —explicó con su boca llena de macarrones dulces.

Viéndolos a todos escuchando a Jonathan, riéndose de sus bromas o haciendo comentarios que provocaban confusión, risas o ambas, se percató de lo realmente feliz que era en ese lugar. No podía imaginarse en ningún otra parte del mundo o de la historia, salvo allí; en mil ochocientos ochenta, rodeada de sus amigos y familia, escuchando como su esposo detallaba absolutamente todo lo que había visto en el futuro y disfrutaban el momento dejando las preocupaciones y los problemas a resolver para mañana.

Tenía un gran sentimiento de logro en su pecho, de haber vivido en el siglo veinte, probablemente jamás se habría casado o habría esperado a cumplir los cuarenta para hacerlo. No tendría hijos y no tendría una historia tan dinámica e interesante como esa. En el futuro era solo una psicóloga con experiencia en el periodismo que vivía en una pequeña casa en Inglaterra y repetía la misma rutina todos los días, pero en mil ochocientos era una madre de más de veinte asombrosos niños y niñas, era esposa de un General de guerra retirado, quien había formado su propio imperio férreo y minero desde los escombros y poseía una fortuna. Había sido atacada, insultada, pero había luchado y vencido cada vez, había sido doctora, maestra, General y ahora era una dama de clase alta que tenía una mansión más grande de lo que cualquiera podía soñar y múltiples pueblos que le pertenecían a ella y su marido. Tenía influencia en la sociedad, poder para hacer el bien o el mal según eligiera, estaba construyendo el mundo del mañana y cada día era una nueva sorpresa con nuevas aventuras...Tenía una vida interesante y dinámica, una gran familia y esas eran cosas que jamás habría conseguido en el siglo veinte.

Esa noche los mayores solo pudieron dormir por un par de horas hasta las diez de la mañana, cuando les tocó despertar para retomar las obligaciones del día. Olivia dejó que los más pequeños durmieran toda la mañana y decidió que revisaría toda la casa para asegurarse de que todo estuviera en orden.

Jonathan estaba mucho más cansado que ella cuando amanecieron, lo vio bostezando cada dos o tres minutos mientras aceptaba la ayuda de su sirviente para que lo vistiera y no pudo evitar reírse un poco de él.

—¿No quieres dormir un rato más, mi amor? Puedo llamarte para almorzar.

—No, estoy bien —. Bostezó y terminó de acomodar su chaqueta—. Debo visitar el pueblo antes de que se salga de control. Oliver me ha comentado que la gente planea marcharse.

—¿A dónde?

—Pues no creo que sepan eso parte, están actuando por impulso y miedo y eso terminará matándolos.

—Debemos impedirlo entonces —. Asintió calzándose los zapatos—. Y debes traer a tu hijo y su madre de regreso, Amelia me comentó que los ubicaron en una casa de White Oak, pero no podemos permitir que se queden allí solos.

Se quedó sentado al borde de la cama mirando hacia la pared y bufó.

Tenía tantas cosas para hacer que ni siquiera sabía por dónde empezar.

Debía hablar con las familias que planeaban dejar White Oak para intentar detenerlos, debía hablar con la madre de su hijo para que se mudaran con ellos y también debía evitar que los soldados colgaran a su hijo por el homicidio del sheriff que él no había causado. Tenía que buscar a Dalai o al menos aumentar la protección para que no volviera y debía revisar la situación con sus negocios que habían quedado parcialmente abandonados durante ese mes. Tampoco podía olvidar que el padre del estúpido de Ethan planeaba mudarse a la propiedad y ya era demasiado tarde para prohibírselo, por lo tanto, tendría que conseguirse una cadena para atar a Elizabeth y mantenerla alejada de ese niño...aunque eso último dudaba mucho Olivia se lo permitiera.

—Hablaré con ella cuando vaya al pueblo y veré que me dice. También debo evitar que cuelguen al muchacho, Dalai lo obligó a asumir la culpa y probablemente tengamos que ir a juicio para impedir que lo arresten.

—Pero tu viste que no fue él ¿no puedes simplemente decírselo a los soldados y listo?

—Puedo, pero si descubren que es mi hijo, no me creerán. Pensarán que solo lo digo para protegerlo —. Abandonó la cama y se puso su sombrero—. Así que debo pensar en otro plan.

—Ten cuidado ¿sí? No quiero que vuelvas a salir lastimado y no quiero que te esfuerces demasiado —. Le sujetó de los hombros para que la enfrentaran y enderezó su rostro desde el mentón—. Es una orden, señor. Me pondré muy histérica si veo que no me haces caso.

Lo vio sonreír, una sonrisa burlona y traviesa y soltó un chillido cuando él la pegó a su cuerpo apretándole las nalgas y devoró sus labios.

—Me portaré bien, señora —. Se rio contra su labio y lo abrazó, colgándose un poco de su cuello—. Pero tengo una misión para usted.

—¿Qué cosa, señor?

—Quiero que preparé esas deliciosas hamburguesas con papas fritas que me enseñó en nuestro viaje.

—¿Con mayonesa y kétchup? —. Asintió contra sus labios y la mordió suavemente—. Lo estaré esperando con la comida y su baño listo cuando regrese entonces, de preferencia que no sea muy tarde.

—Estaré atendo al reloj. Te amo, ángel.

—Yo a ti, amor, de aquí hasta el infinito.

Jonathan se marchó, dejándola sola en el dormitorio para que terminara de aprontarse y se agarró algo rápido para comer de camino a la salida y luego se reunió con Faith (su caballo) con el cual se marchó hacia White Oak.

Rápidamente se percató, mientras llegaba que el caos no había sido una simple exageración de sus hijos. Kyle, el sheriff del pueblo, se encontraba intentando contener a una multitud de mujeres furiosas que protestaban frente a la comisaría. Querían justicia y respuestas, porque sus maridos habían sido asesinados durante el enfrentamiento contra Dalai y ahora ellas debían mantener a sus hijos por sí solas, perdiendo no solo el sustento de sus vidas, sino también a un miembro de la familia. Un miembro sumamente importante.

Cuando Kyle lo vio bajarse del caballo al otro lado de la calle, el alivió pinto su rostro y se abrió paso entre la multitud de mujeres para reunirse con él.

—Debes hacer algo antes de que nos maten a todos con sus escobas.

Jonathan miró hacia las mujeres que ahora comenzaban a rodearlo y forzó una sonrisa.

—¡¿Qué sucederá con nosotros, señor Morgan?

—¡¿Cómo es que usted sigue vivo pero mi pobre Norman está muerto?!

—¡Nos dejaron abandonados y ahora moriremos de hambre por su culpa!

Empezó a murmurar disculpas mientras las apartaba de su camino para llegar al bar y una vez empujó la puerta y entró con Kyle, unos hombres bloquearon la puerta con las mesas y cerraron las cortinas cuando las mujeres empezaron a apretarse contra las ventanas.

—Joder...Que bienvenida —musitó y se acercó a la barra para pagarse un trago—. ¿Dónde están los soldados?

—En el hotel, los he mantenido ocupados con un par de prostitutas, pero...Te saldrá caro, han estado abusando de absolutamente todos los servicios que tenemos.

—Mientras estén calmado y lejos de mi hijo lo demás no importa. Envíale a otro par de mujeres para que se distraigan aun más. ¿Alguien puede servirme un trago en este lugar? —. Se apoyó en la barra para intentar ver hacia la trastienda—. ¿Dónde está todo el mundo?

—Se fueron —le dijo uno de los hombres.

—¿Se fueron?

El mismo hombre asintió desde la mesa donde estaba sentado con otros dos compañeros, jugando a las cartas.

—No querían irse, pero sus esposas estaban gritando por todo el lugar y soltando tonterías sobre el pueblo estando maldito que no les dejaron opción. Pero querían quedarse, Jona.

—¿Y tu por qué no te has ido?

—Porque le dije a mi mujer que cerrara la boca y dejara de joder —. Se rieron entre ellos y el hombre agregó—. No abandonaré a mis compañeros, especialmente a ti, Jonathan. Has hecho mucho por mi familia y aquí me quedaré a morir.

—Pues me alegra saber que aun tengo hombres fieles, ahora que me dices si te pongo a cargo del bar por cinco dólares al día.

El hombre dejó las cartas en la mesa y se puso de pie.

—Diría... ¿Qué quieres beber?

Una serie de aplausos y silbidos de los pocos hombres en el bar acompañó al nuevo bartender hasta que se ubicó detrás del bar y empezó a servir algunos tragos. Jonathan se pagó un whisky y luego regresó su atención a Kyle.

—¿Qué hay de todas estas mujeres?

—Están furiosas porque quedaron viudas.

—¿Tienen hijos? —. Kyle asintió—. ¿Adultos?

—Algunas tienen varones mayores que están trabajando por la familia, pero no sirve para calmarlas. ¿Qué hacemos?

Se apoyó en el bar y acarició su sien ante los gritos y golpes que no dejaban de sonar afuera del bar. Realmente lo que ansiaba en esos momentos era volver a su casa y acostarse a dormir por el resto del día, todavía le dolía un poco su herida y no haber dormido definitivamente no ayudaba.

—¿No podemos callarlas de alguna forma?

—He intentado todos los métodos más amables y no se callan.

Jonathan frotó su rostro y se alejó del bar para ir hacia la puerta. La empujó abierta, golpeando a algunas de las mujeres apilada detrás y cuando ellas se amontonaron entorno a él gritando y demandando demasiadas cosas que él no podía atender en el momento, sacó su revolver y disparó hacia el cielo. El silencio reinó.

—De acuerdo, señoras, comprendo su molestia y lamento mucho sus pérdidas, pero molestando lo único que lograran es irritarme y no soy muy amable cuando estoy irritado, así que les diré lo que vamos a hacer —. Guardó su revolver y juntó las manos—. Todas volverán a sus casas mientras yo termino de resolver otros asuntos y mañana a las cinco de la tarde, mis compañeros las recibirán una a la vez en las oficinas del sheriff para atender a sus dudas y necesidades ¿comprendieron? Bien, ahora largo... ¡Largo!

Todas se marcharon despavoridas, corriendo por el camino para dispersarse y Jonathan respiró aliviado y regresó hacia el bar.

—Por compañeros... ¿No hablas de nosotros ¿verdad? —curioseó Derby, entrando detrás de él con Chester y Terrell.

—¿Ven otros compañeros por acá? —inquirió—. Ustedes se harán cargo.

—Pero Jona —lloriqueó Derby apoyándose en la barra junto a él—. No quiero pasar todo mi día escuchando a un montón de mujeres llorar y quejarse de la vida.

—Estoy de acuerdo con el irlandés en eso —apoyó Terrell—. No soy muy paciente para esas cosas y realmente creo que sería más de ayuda si me dejas ir contigo a donde debas ir.

—De acuerdo, Terrell puede venir conmigo, pero ustedes tres... —. Los señaló y Kyle y Derby rodaron los ojos—. Serán caballeros y escucharán a esas mujeres así deban pasar todo el día con sus culos pegados a la silla.

Chester fue el único que no se quejó, en cierta forma prefería pasar su día escuchando a un montón de mujeres lloriquear que tener que viajar bajo el rayo del sol. Además de que estaba acostumbrado porque siempre escuchaba a Cate compartirle todos sus problemas y dudas, así como los chismes que ella escuchaba en sus días.

Jonathan pidió otro trago y movió el taburete para sentarse.

—Cambiando de tema... ¿Recuerdan aquella época en el cincuenta y siete cuando un montón de prostitutas empezaron a llegar al campamento "embarazadas de mi hijo"?

—¿Poco después de que tuvieras a tu primer hijo no fue? —inquirió Kyle y Jonathan asintió—. Me acuerdo un poco, sí.

—¿Se acuerdan del nombre de la mujer que estaba con Dalai?

Kyle y Derby lo miraron como si hubiera perdido la cabeza.

—Apenas me acuerdo de su cara.

—Ag, joder, necesito su nombre y no lo recuerdo.

—Tu fuiste quien se la folló.

—Sí, pero no iba a preguntarle como se llamaba, Derby...Ni siquiera sabía su edad —. Se enderezó en el banco y gruñó—. Olivia me matara si la ofendo de alguna forma, ya bastante enojada estaba cuando le comenté que tenía otro hijo.

—¿Qué mujer no se enojaría si descubre que su marido tiene un hijo con otra mujer? —señaló Kyle.

—Es Olivia —le recordó Derby—. Dudo que se haya enojado por eso.

—Estaba enojada porqué no me hice cargo del niño, pero afortunadamente entendió las circunstancias y ahora solo debo...Ser responsable.

—Su nombre es Stacia Pierce —informó Chester.

—¿Tu la recuerdas?

—No, pero hablé con ella mientras no estaba, cuando tus hijos le dieron una casa aquí en White Oak. Ella sí te recuerda y muy bien, pero su hijo no tiene idea de que eres su padre o la tenía...Ahora ya lo descubrió —. Se pidió un trago para hacerle compañía y tomó asiento a su lado—. Tiene treinta y nueve años y el muchacho veintitrés.

—¿Treinta y nueve? —repitió Jonathan y Chester asintió—. Treinta y nueve...Nueve menos tres seis...Tres menos... ¿Tenía dieciséis años cuando estuve con ella? Oh, no...No, no, mierda...

—¿Qué tiene eso? Yo me acosté con tu hija cuando tenía quince.

Jonathan apretó los dientes ante el recordatorio y sujetó a Derby desde la camisa para acercarlo.

—No me recuerdes que aun debo molerte a golpes por eso ¿sí? —. Asintió, tragando saliva con fuerza y se acomodó la ropa cuando Jonathan lo soltó—. Olivia no estará muy contenta cuando sepa las edades.

Era como si el Universo se lo hiciera apropósito, cada vez que se comportaba y lograba mantener la paz entre ellos dos, algo aparecía que provocaba problemas y ellos terminaban discutiendo. Realmente no le gustaba discutir con Olivia, era de las peores sensaciones que existían y le golpeaba una culpa tremenda cuando la discusión terminaba y él no sabía como disculparse o resolver las cosas.

—Iré a hablar con ella y luego Terrell y yo intentaremos resolver el asunto con los soldados —. Se terminó su trago y abandonó su banco poniéndose el sombrero—. Ustedes escuchen a las mujeres mañana en la tarde...Sin excusas.

Dejó el bar completamente solo para irse hacia la casa dónde habían ubicado a Stacia Pierce. No se sentía muy cómodo yendo a hablar con la madre de su hijo a quién había visto un par de veces hacía veintitrés años y con quién su última conversación había sido breve y cruel; él no le había creído que el bebé fuera suyo.

Encontró la pequeña casa que le había dado al borde del pueblo, en una de las calles que desaparecía hacia los pies del bosque. La casa estaba armada sobre un par de rocas de tamaño mediano que la levantaban un poco del suelo dejando una brecha entre la tierra y el porche, este último siendo accesible gracias a una escalera de madera. Tenía una sola ventana sin cristales y con cubierta de madera que se encontraba abierta en esos momentos y la puerta también estaba abierta, permitiéndole ver parte del interior donde se apreciaba una minúscula mesa y la estufa encendida.

Se quitó el sombrero cuando vio que Stacia llegaba por el camino de tierra con una canasta con comida cubierta por un pequeño trapo blanco. Ella levantó el frente de su falda para subir los escalones y lo pasó de largo entrando en la casa. Vestía ropa muy sencilla; una falda que caía de forma natural con algunas enaguas debajo y que cubría hasta sus pies, una camisa ajustada en la cintura con algo de volumen en la cadera, el corsé por debajo y un delantal. Su ropa estaba bastante empercudida.

—¿Qué necesita, señor?

Se detuvo en la puerta, mirando hacia una única habitación que incluía cocina, comedor y dormitorio. Solo una cama que Stacia compartía con su hijo. Se fijo en el muchacho, quien se encontraba sentado en la cama enmendando una de sus camisas y buscó unas monedas en su bolsillo.

—¿Por qué no vas a comprarte algo?

—No quiero su dinero, señor —le espetó sin mirarlo—. No quiero nada de usted.

Stacia suspiró ante la actitud de su hijo y se limpió las manos en su delantal antes de acercarse a él y quitarle la camisa y la aguja de las manos.

—Pregúntale al carnicero si nos puede dar un poco de carne que tenga para desechar ¿sí?

Wilton se marchó, chocando su hombro con Jonathan cuando pasó por su lado sin esquivarlo y Jonathan se abstuvo de hacer comentarios pues estaba seguro de que merecía eso y mucho más.

—Es un muchacho fuerte —fue todo lo que pensó en decir.

Stacia le lanzó una mirada al asentir y luego se concentró en sacar todo lo que traía en su canasta.

—Desearía me hubieras buscado después de su nacimiento.

—¿Para qué? Ya me había humillado suficiente llamándome mentirosa en presencia de todos esos otros hombres —. Levantó la pesada olla que se apoyaba junto a la estufa y la dejó junto a la mesa—. Ver al niño no haría diferencia.

—Lo habría hecho, habría visto el parecido y eso me habría confirmado que no mentías.

—¿Tener sexo conmigo más de una vez no fue confirmación suficiente? —. Jonathan decidió no decir lo que pensaba en esos momentos—. Agradezco mucho me ayudara a salir de ese terrible lugar, pero si espera le pague no tengo dinero y no le daré mi cuerpo.

—No iba...No iba a pedirte por ninguna de esas cosas —. Se alejó de la puerta para acercarse a la mesa y arrastró una silla para sentarse—. No deseaba abandonarte sola con un niño, Stacia, debes creerme cuando te digo que no fue mi intención.

—Pero lo hizo —le espetó sosteniendo su mirada.

—Y me arrepiento demasiado de haberlo hecho, pero fuiste la octava mujer en llegar a mi en un mismo día jurando estar embarazada de mi hijo, debes entender que en mi posición aquello no tenía mucho sentido. Y sé que no justifica lo que hice, pero quiero compensarles.

—No se moleste, ya he escuchado mucho sobre usted en este lugar; su reputación y su familia. Veo que tuvo éxito en la vida y tiene una belleza mujer que mantiene su cama caliente, así que yo no necesito su lastima.

Jonathan apartó la mirada hacia la puerta y se quedó pensando que podía decirle.

—Tenemos espacio en la casa, Stacia. Ambos pueden vivir cómodamente en la mansión...

—Dudo a su señora le agrade tener a otra mujer en su territorio.

—A ella no le molestará, es una buena mujer.

—No, gracias, señor. Mi hijo y yo estamos bien aquí y en lo que a él respecta, no tiene ni necesita un padre.

Jonathan se le quedó mirando por unos segundos antes de ponerse de pie y recuperar su sombrero.

—Al menos acepta mi dinero para que tu y tu hijo estén bien.

Le extendió una bolsa con unas cuantas monedas que le serían de gran ayuda para conseguirse una mejor casa, mejor ropa, incluso hasta pagarse una empleada y después de mirarla unos segundos, Stacia se limpió las manos en su vestido y la aceptó, con sus dedos rozándose fugazmente.

Él se giró para marcharse hacia la puerta, pero su voz lo detuvo en el marco.

—Te amaba ¿sabes? Siempre fuiste amable conmigo e incluso cuando me humillaste ante todos esos hombres lo hiciste con educación y te amaba demasiado, soñaba poder entregarme a ti como tu esposa.

Jonathan apretó los ojos, sin girar su cuerpo para mirarla y dejó escapar el aire en un largo suspiro.

—¿Por qué no pudiste amarme también?

La miró por un breve momento y ella estrujó la bolsa con monedas.

—Lo siento —fue todo lo que pudo decirle—. Desearía haberte creído y que no tuvieras que pasar todo esto sola.

—¿Te habrías casado conmigo si me hubieras creído?

—No —respondió con honestidad, aunque a ella le doliera—. La realidad es que nunca tuve deseos de casarme hasta que conocí a mi esposa. Mi corazón le pertenece a ella y jamás le pertenecerá a otra mujer.

—Es una mujer afortunada...Espero que al menos ella sepa eso.

Se colocó el sombrero, disculpándose otra vez y abandonó la casa sin mirar atrás. Se cruzó con su hijo cuando él regresaba de la carnicería cargando un trozo de carne envuelto en unas telas ensangrentadas y sus ojos se encontraron por unos momentos fugaces hasta que se pasaron de largo sin hablarse y sus caminos partieron rumbos opuestos.

Probablemente era mejor de esa forma, que el muchacho continuara a vivir sin él y la madre lo olvidara por completo tras haberle roto el corazón. Él no podía pertenecerle a otra mujer y dudaba mucho haber pensado diferente si Olivia nunca hubiera llegado a su vida. Stacia merecía un buen hombre en su vida y merecía volver a empezar.

Se reunió con Terrell quien lo esperaba sentado en el porche del bar y aceptó la botella de whisky que lo entregó cuando se sentó a su lado.

—¿Cómo te fue?

—No mejor de lo que esperaba, aunque al menos ahora sé que tengo solo veintitrés hijos y son de Olivia.

—El muchacho no te aceptó ¿uhm?

—Nop —. Le regresó la botella y se limpió los labios con el dorso de su mano—. ¿Pero puedes culparlo? Yo tampoco me aceptaría si fuera él...Está bien que cuide de su madre, es una buena mujer.

—No estaba con ustedes cuando sucedió aquello, pero imagino tuviste tus motivos para darle la espalda.

—Ya no estoy seguro, Terrell. Creo que simplemente era estúpido e inmaduro y no quería tener otra boca para mantener —. Recuperó la botella y leyó la etiqueta pensativo, antes de beber—. Comienzo a preguntarme si quizás alguna de las otras mujeres que se presentó ante mi aquella vez no decía también la verdad.

—¿Recuerdas sus nombres? —. Negó—. ¿Dónde viven?

—Algunas...

—¿Alguna que viva aquí en Minnesota?

—Uhm... —. Le devolvió la botella intentando hacer memoria y se encogió de hombros—. Si las hay estará en mis diarios.

—Pues fíjate y cuando terminemos con todo por aquí podemos hacerles una visita y sacarte la duda.

Se rio y lo miró pensando que era una broma, hasta que encontró su rostro serio y convencido.

—Lo dices enserio.

—¿Y por qué no? Lo peor que puede pasar es que ya no vivan ahí o estén muertas.

—O que realmente sean mis hijos —agregó—. No necesito más motivos para enfurecer a Olivia.

—Yo creo que ella estará orgullosa de ti si decides hacerte responsable a pesar de todo el tiempo que ha pasado.

Y le molestó saber que Terrell tenía razón.

—Terminemos con toda la mierda que hay aquí y luego veremos.

Lo último que necesitaba en esos momentos era volver a discutir con Olivia por otro hijo que desconocía...O más de uno. 


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