Capítulo 5.
Un montón de gente estaba enfrente del local de aquel héroe que salvo mi vida, ahí también estaban la ambulancia y policía que vimos anteriormente. Hice espacio entre las personas presentes y pude contemplar la escena, ahora todo encajaba.
Un par de niños, vestidos de negro eran arrastrados al coche de policía.
-¡¡Baji!! -una voz sonó. Mire a mi izquierda, era Manjiro. Solo lo había visto en fotos, nunca lo llegué a conocer de verdad.
-Mikey... -la voz de uno de los chicos sonó triste. Este empezó a llorar casi de inmediato. -Lo siento.
Ahí lo comprendí todo.
-Vámonos, Yūko. -mi voz monótona sonó más baja de lo usual.
-Ah. Si.. -ella desvió la mirada al suelo y nos alejamos del lugar. Momento después, el mismo coche de policía paso por delante nuestra.
Habían pasado dos años desde la muerte de Shinichiro Sano. A partir del quince de agosto de 2003 no volví a involucrarme en las pandillas, ni peleas, ni golpes, solo me concentre en mis estudios, como decían mis padres. Hablando de padres, ellos fallecieron en un accidente en año nuevo, ahora yo era la única heredera legítima de la fortuna de los Nirigana. Como tal, tenía que encargarme de una empresa multimillonaria a los diecisiete años.
A finales de enero de 2006, estaba observando la tumba de mis padres desde un banco que estaba justo enfrente de ellos. Al rato revisaba mi teléfono por si tenía alguna notificación urgente que atender, pero era relativamente tranquilo. Volví a observar la tumba de mis padres. Eran unos tontos hipócritas. Solo me tuvieron para tener un heredero para su fortuna, enseñándome las formas de engaño y fraude que hacían las empresas para pagar menos a sus empleados o más a los clientes, realmente hipócritas.
-Yo no seré como vosotros. -mi voz salió de forma monótona. -Seré mucho peor. -les regalé una sonrisa falsa.
-Señorita Nirigana, alguien quiere hablar con usted. -mi sirvienta más joven, Watanabe Yūko, estaba a mi lado, hablando con un tono respetuoso.
-Si. -gire la cabeza para ver a un rubio teñido de piel morena. -¿Tú eres? Si nos conocemos, no me acuerdo. -giré de lado mi cabeza.
-Kisaki Tetta. -el chico rubio habló dándome una malvada sonrisa, la cual devolví.
-Encantada. ¿Qué quieres? -volví a ver a mis padres.
-Tú conoces a Kurokawa Izana, ¿cierto?
-No hables con tanta libertad sobre él. -me moví inconscientemente. Le puse la mano en su cuello, amenazando con ahogarlo si seguía hablando.
-¡Señorita! -la voz preocupada de Yūko molestaba.
-Retírate, Watanabe.
-Si. -la chica se fue mientras yo seguía con mi mano en el cuello del chico.
-¿Qué es lo que quieres? -apreté mis manos en su cuello, impidiendo que respirase.
-¡Oye, oye! No seas tan grosera, Tsumugi. -una voz familiar sonó al lado nuestra.
-¡Izana!
-Pensé que no volvería a verte. -dije mientras abrazaba al chico moreno de cabellos cortos blancos más bajo que yo. -No has cambiado nada, sigues estando igual de bajito que hace cuatro años. -nos reímos mientras el rubio observaba la escena detrás nuestra.
—¿Volvemos a lo que estábamos hablando? —el rubio mencionó con tono enfadado esas palabras. Realmente parecía enojarle mucho que seamos tan cercanos.
Mi rostro amable cambio repentinamente a uno enojado —Escúchalo, ¿si? —comentó Izana.
—Si. —mi rostro volvió a estar tranquilo.
—Gracias Izana. Lo que quería preguntarte era si querías unirte a nuestra pandilla. —las palabras mencionadas me sorprendieron bastante. ¿Izana y él formaron una pandilla?
—Emm. —giré mi cara a donde estaba parada Yūko, realmente no quería dejarla sola con todo el trabajo que conviene estar en la empresa de mis padres.
—No te preocupes por eso. —tomó mi mentón e hizo que lo mirará solo a él. —Solo di que sí.
—Bien. —giré la cabeza para mirar al chico rubio. —Me uniré a vuestra pandilla.
Tenjiku, el reino que intentamos crear Izana, Kakucho y yo en el pasado, para poder ayudar a los niños sin familia. Ahora los tres éramos huérfanos, nos cuidamos entre los tres. Principios de febrero de 2006, la pandilla Tenjiku había podido contactar con todos los de la generación de la brutalidad, la S62, entre ellos estaban el capitán de la quinta división de la Tokyo Manji, los hermanos Haitani, en Roponggi, mi querido rey, Kurokawa Izana, y el noveno comandante de los Black Dragons, Shion Madarame, la persona que menospreció mis poderes de lucha y me sacó de la pandilla que más adoraba. Ahora me encontraba en conflicto con esa persona con el tatuaje de león y peinado ridículo. Uno. Dos. Tres. Así podía continuar hasta que quedara inconsciente ante mi. Mis puñetazos no se comparaban a ningún golpe de ese chico un año mayor que yo, que sólo servía para recibir, y no dar.
—¡Ya basta, Tsumugi! —una voz llegó a mis oídos junto algunos susurros a mi alrededor. La sangre que salía por su nariz y boca llegaba a mi cara, salpicando aquel traje rojo que me habían dado momentos antes, y mi cara. Mi puño fue detenido por el que tenía una cicatriz recorriendo su cara.
—Basta Tsumugi. —el chico bajo mía ya no se movía, apenas podía respirar bien. Un par de golpes más y dejaría de respirar. —Esta no eres tú, no es a quien conocí en el orfanato.
—Cállate —sin más palabras que decir, me levanté y me dirigí a la salida mientras que limpiaba la sangre con la manga de aquel uniforme rojo sangre.
Era realmente bello y hecho a medida para mi. En esos momentos juraba que si me cruzaba a alguien más, iba a destrozarle la cara hasta morir. La rabia me consumía por todo lo que había pasado en esos tres años. Solo tres años en los que mi vida fue estudiar, estudiar, estudiar, estudiar, estudiar y estudiar, nada más que eso. Los padres eran realmente egoísta.
Adivinen que?
Tengo el virus :D
¿Saben lo que eso significa?
Exactamente, más capítulos para las historias :D
Tengo en los borradores hasta el capítulo ocho :)
Así que hoy, si puedo, escribo el capítulo nieve y diez y a ver en qué capítulo se terminará la historia :D
Un besito a distancia y cuídense mucho (✿ ♡‿♡)
No se olviden de comentar, votar y seguir leyendo ( ◜‿◝ )♡