Capítulo 3.
—Izana... —mi voz resonó en su habitación.
Ambos teníamos entre quince y dieciséis años y ya había tenido mi primera vez junto a él, no por amor, solo por intereses. Él me entregaba un poco de si, y yo contribuiría a la octava generación de los Black Dragons ofreciéndoles riqueza.
Mi corazón palpitaba en mi pecho con mucha fuerza. Yo me encontraba tumbada sobre las sábanas mientras que él estaba sentado en la orilla de la cama. Intenté sentarme junto a él, y con un ligero dolor, logré colocarme junto a él, lo abrace y nos quedamos unos segundos así. El sudor de nuestros cuerpos desnudos se entrelazaban y es sonido de nuestros cansados suspiros se sincroniza a poco a poco.
—Gracias Izana, te debo mucho. —dije entre suspiros. Él solo acaricio mi cabeza, pasando la mano también por la espalda.
—Si.. —su voz desanimada terminó con esa pequeña conversación.
—¿¡Cómo que no somos hermanos?! —grito Izana ese día lluvioso a su supuesto hermano mayor Shinichiro Sano. Este había contactado con él para conversar tranquilamente sobre esto, pero Izana perdió los estribos de la convención y empezó a gritarle a Shinichiro por una respuesta, sin embargo, está no llegaba. —Me estás mintiendo, ¿cierto? Somos hermanos de sangre, ¿cierto?.
Yo me encontraba detrás de Izana mientras esté seguía gritándole al pobre adulto delante de él. El peliblanco en algún momento se acercó al pelinegro y comenzó a golpearlo, pero mucho más débil y desordenado. Yo seguía observando la conversación desde lejos, no quería interponerme en ningún asunto personal de mi rey. Cerca de allí había un dispensador de refrescos y me acerqué para comprar una cola y un té verde. Ambas estaban frías pero así era mejor.
—¡Nirigana! —la voz de Izana hizo que me sobresaltara. Me giré para ver a Shinichiro sentado en el suelo, con un golpe en su mejilla, y a Izana con una mirada amenazante que hablaba por si sola. Me acerqué a Shinichiro y le di el refresco.
—Para la herida, hasta luego. —me despedí del chico que había ayudado hace seis años y que mantenía una relación de admiración casi igual que Izana. Sin embargo, ese hasta luego sonó como un adiós para siempre. Me alejé de él siguiendo al peliblanco, que ahora tenía una sonrisa en su rostro.
—Tsumugi, ¿Tu me amas? —el peliblanco yacía en su cama, tumbado boca arriba con los ojos cerrados mientras yo estaba apoyada en el marco de la puerta de su habitación.
—No lo sé, pero haré lo que sea para hacerte sentir satisfecho. —mis palabras fueron claras ante su pregunta, no me gustaba enrollar a la gente con mis pensamientos, además de que no era lo mío.
—Ven. —levanto su brazo indicando que me sentara ahí con él. Él es un chico muy tierno, pero también es muy bruto, sobre todo al pelear y al tener relaciones sexuales.
Como él indicó, me fui a sentar a su lado y me tumbé mirando su rostro de perfil. Realmente era muy guapo, además sus ojos violeta resaltaban en con atractivo. Él se recoloco y me miró también. Pocos minutos después, él se encontraba encima mía, haciendo que me retorciera por en beso que me estaba dando. La tarde terminó teniendo lugar al sexo.
Mis puños no paraban de darle golpes al chico que tenía delante.
—¿Una niña? ¿Debe ser broma? —los sujetos empezaron a reírse, cosa que me hizo enojar mucho, mucho más que mis propios padres.
—Cómete tus palabras, pedazo de mierda. —dije mientras me acercaba a él. Ya a su lado empecé a golpear su fea cara con mis puños. Ciertamente, mis golpes hacían que el chico salpicara sangre por su nariz y boca, y cuando iba a darle un golpe, su sangre salpicaba mi cara, sobre todo la boca. Era desagradable.
—Bien, ¿alguien más piensa que, por ser mujer, soy débil? —los demás chicos empezaron a temblar al ver a su líder todo golpeado, en el piso, inconsciente. —¿No? Bien. —dije para luego alejarme del lugar y dejarlos ir.
Ahora el uniforme blanco estaba lleno de asquerosas manchas rojas. Llegué a casa y entre por la ventana para que, ni mis guardias, ni las sirvientas supieran que me había escapado, aunque había una sirvienta que conocía todo lo que hacía. Ella me ayudaba a escapar, me cubría las espaldas, mientras que yo le cobraba más por su trabajo. Ella me esperaba en la ventana de mi habitación.
—Bienvenida a casa, Nirigana-sama. —dijo junto cuando entre por la ventana.
—Ya cállate. —me quite la chaqueta del uniforme. —Pon esto a lavar ahora.
—S-si. —tomo mi chaqueta y salió de mi habitación.
En mi habitación había una cama de matrimonio, un escritorio, dos armarios y un baño con ducha. Me metí al baño a ducharme y saqué la ropa íntima de los cajones del armario del baño. Deshice mi coleta, dándome cuenta de que tenía varios mechones mojados de sangre, lo cual era pegajoso y desagradable. Puse el grifo para que saliera agua caliente y se puso enseguida, por lo que me metí a la ducha y pase ahí unos treinta minutos. Sentía el agua caliente aterrizar en mi cabeza, recorrer mi espalda y caer al suelo. Me relajé a la hora de salir, nadie me diría si tardo o no.
Cuando salí, me enrollé una toalla en mi cuerpo, y otra en el pelo para quitarle humedad. Salí de nuevo del baño y me senté en mi cama. Encima de esta había un vestido liso negro, y me lo puse. Me senté en el escritorio y me puse a estudiar. Izana había sido arrestado y metido en el reformatorio tras un pequeño conflicto en el que tuvo que intervenir la policía. Con suerte, yo no fui arrestada porque Kakucho me cargó hasta que la policía dejo de perseguirnos.
Es ese momento, mi teléfono sonó mostrando una notificación de un número desconocido.
Número desconocido
Te esperamos el jueves en la zona de reunión, líder suplente.
Líder suplente tus cojones.
Devolví el comentario del ser que envió ese mensaje. En ese momento, sentí que algo extraño estaba por suceder. Mañana era jueves así que debía preparar un par de cosas antes.
( ◜‿◝ )♡
Feliz año nuevo algo atrasado.
Nos vemos
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