El cómo Todoroki llegó a preguntarle al de ojos rubíes sobre si podría hacerles galletas es un hecho curioso. Quizás no tanto como el hecho de que el contrario hubiese accedido, claro está.
Todo comenzó un día cualquiera. Era Viernes por la tarde y la mayoría de los estudiantes hacían de las suyas. En esta ocasión el ya bullicioso grupo de amigos con los que se juntaba Bakugō habían decidido ver una película en la zona recreativa del recinto. El rubio aceptó muy a regañadientes, no podía contra la sonrisa de su mejor amigo y la insistencia de la chica con ojos de mapache. Antes de que le explotara una vena, tiró su mochila al sofá más cercano y se dirigió a la cocina, ya que Jirō comentó que sería genial si tuviesen palomitas.
—Por un carajo los voy a dejar comer tanta mierda por una estúpida película, iré a hacerlas yo.
Eso dijo ignorando a su grupo sonriendo victorioso. No hacía falta decir que probar la comida de Katsuki era lo mejor que sus lenguas podían haber probado. Mina balanceaba sus piernas enérgicamente en ese sofá, mientras que Kaminari y Sero veían qué película iban a escoger. Kirishima, como el mejor amigo que es, se dispuso a tener la mochila de Bakugō consigo.
Todoroki tuvo la casualidad de toparse con el extravagante grupo cuando iba de camino a su habitación. El olor a mantequilla y las palomitas explotando junto al ligero calor provocado por el fuego de la hornilla le dió una sensación de calma por algún motivo. Claro, hasta que un sonido de exclamación por parte de la única chica ahí retumbó en sus oídos.
—¿Y esto?— fijó sus ojos en una libreta de color negro que sobresalió por accidente de la mochila del rubio— Kiri mi vida, déjame ver.
—No deberías coger las cosas de Blasty sin su permiso— un poco avergonzado, el de dientes afilados titubeó—. Te va a matar.
—Claro que no, ¡¿verdad Kats?!— preguntó al aire recibiendo un gruñido en respuesta, puesto que Bakugō estaba muy concentrado en lo que hacía— ¿Ves? Me quiere. Anda y deja que lo agarre.
El rubio eléctrico y su compañero dejaron lo que se suponía estaban haciendo cuando la de pelos rosados consiguió finalmente sacar la dichosa libreta negra. Estaba bien cuidada, aunque por el ligero olor a viejo se notaba que tenía ya años en manos del chico con ojos rubí. Todoroki pudo ver, en la seguridad de su lejanía, como las expresiones de aquel grupo cambiaban drásticamente a una grata sorpresa al abrir y leer el contenido de esta.
—Ka... Kachan, bro...— Kaminari fue el primero en pronunciar palabra.
—Kats, ¡que lindo!— saltó Mina hacía el rubio, aún con la libreta en sus manos—¿Quién diría que tuvieses ese lado tan tierno como para guardar recetas de cocina?
—¡Hey! ¡¿Qué mierda haces con eso?!— se quejó el rubio, tratando de arrebatarle el objeto a la chica en vano.
—Fuah, quien lo diría— sonrió Sero—. Bakubro, sabíamos que eras bueno cocinando, pero no sabíamos que también hacías postres.
—¡Y nunca nos preparaste tan siquiera uno!— se quejó Kaminari
—¡¿Y quiénes se creen para andar mirando si se hacer algo o no?!
—Blasty es tan masculino que anota todo con detalle, claro. No podía esperar nada menos de mi bro— comentó un Kirishima orgulloso de su descubrimiento, limpiándose una falsa lágrima. Katsuki rodó los ojos por lo dramáticos que estaban siendo por esa estupidez.
—Hey, hey, Kats. ¿Y si nos preparas galletas? ¿Si?— preguntó Mina abrazando a su amigo sin miedo.
—¡No me jodas, ojos de mapache!
—¡Kaaachan! ¡Yo también quiero probar!
—Kamibro, ahora ya no se si estás siendo dramático o estás llorando de verdad.
—¡Váyanse a la mierda, imbéciles!
Todoroki, aprovechando que ninguno de los presentes lo había notado, retrocedió lentamente, no le apetecía tener otra cicatriz nueva en el rostro.
(｡☬｡)
Era lunes por la tarde, esta vez Shōto, Uraraka y Midoriya estaban sentados en uno de las mesas de la sala. El de pelo verde les había propuesto estudiar para los exámenes que se avecinaban, ya que aparte del bicolor ellos eran algo mediocres con sus notas últimamente. Aún así, tampoco es que Todoroki estuviese en sus cinco sentidos últimamente.
Desde aquel pequeño descubrimiento, los amigos que rodean a Bakugō fueron bastante insistentes con ello. Bueno, más que nada porque era una nueva forma de molestarlo, como si sus vidas no importaran mucho. Y Shōto valoraba un poco la suya como para no meterse cuando el rubio perdía la paciencia e iba directo a golpear al primero que veía. Casi siempre le tocaba a Kaminari.
Pero, también por eso, Todoroki se sentía inquieto.
Solo tuvo una oportunidad de probar algo bajo las manos de Katsuki, y fue en el campamento (quizás el único buen recuerdo antes de la tragedia). Era deliciosa, no, mucho más que eso. Era algo que esperarías de una madre cuando cocina para sus hijos. Perfecto y equilibrado. Luego de eso, nunca pudo tener la dicha de probar algo así otra vez, también porque si le preguntaba estaba seguro que Bakugō le explotaría la cara seguido de una gran lista de insultos hirientes. No obstante, su subconsciente no dejaba de molestarlo con la misma pregunta.
¿A qué saben las galletas de Bakugō?
—Uh, Kacchan antes, cuando éramos más cercanos, solía ayudar a mi mamá a hacer galletas y otros postres. Siempre le quedaban muy bien— sonrió Midoriya cuándo su mejor amigo le preguntó de forma sorpresiva.
—¿Oh, Bakugō?— Uraraka miró al peliverde sorprendida— No me lo esperaba de él.
—Si— afirmó con pena—. Ya sabes cómo es él, le gusta ser bueno en todo. Pero, eh, ¿a qué venía la pregunta Todoroki?
Maldita sea, ahora sus ganas de probar esas galletas eran grandes.
Una estupidez, teniendo en cuenta de que no era alguien tan cercano al rubio (y mucho menos cuando a palabras de este, lo humilló en el evento deportivo). Pero bueno, cuando se trataba de dulces, se volvía un estúpido por alguna razón. Así que, carente del sentido de supervivencia, se dispuso a levantarse de su asiento y se dirigió a buscar a una persona en concreto.
Katsuki era una persona con un horario muy notable, aunque no lo pareciese. Supo que estaba en lo correcto con su suposición al escuchar el ya familiar bullicio de dos personas en particular, seguido de gruñidos de quién estaba buscando. Los chicos se habían apoderado de la cocina mientras que, abandonado en el sofá de al lado, se encontraba sus cuadernos y libros de algún curso que no llegó a identificar.
El olor a comida estaba ahí, así como el sonido de un cuchillo cortando y las risas cómplices. Katsuki era el centro de todo, diligente como puede serlo en la cocina, centrado en hacer algo perfecto mientras que sus amigos ayudaban a preparar la cena. Aunque más que ayuda solo estaban jugando con lo que tenían o a veces, pensando que Bakugō no los estaba mirando, picaban de lo que sea que estaba preparando. Obviamente si lo hacía, pero no estaba con ganas de quejarse, y bueno, Shōto pudo ver que sonreía cuando los atrapaba. Parecía una madre cuidando de sus crías, a decir verdad.
Bueno, amigos presentes o no, Shōto y su bajo instinto de querer comer no iban a detenerse por nada. Así que, ignorando olímpicamente al cuarteto quienes fueron los primeros en notar la presencia del bicolor, se acercó al rubio.
—Bakugō— lo llamó.
Lo último que el grupo supo es que Todoroki le preguntó algo a su amigo y esté en respuesta y con la cara roja había lanzado al bicolor al otro lado de la cocina con una explosión.
(｡☬｡)
Todoroki estaba recostado en su cama, algo adolorido por los entrenamientos de la UA... también por la golpiza que le propinó el cenizo el día anterior. ¿Qué le ocurría? No era necesario haberlo casi matado por lo que hizo.
¿Qué tan malo era preguntarle al oído por unas galletas? Es decir, pensó ser mínimamente considerado para que el resto no lo escuchara, no entendía si extraña reacción. Lo recuerda temblar un poco, eso sí, también que de repente contuvo la respiración, deteniendo lo que hacía. La cara de Katsuki se enrojeció— de la ira, supuso— y terminó como terminó. De verdad no comprendía al rubio para nada.
Estaba dispuesto a dormir cuando sintió un golpe en la puerta de su habitación, una muy demandante. Shōto arqueó una ceja. ¿Quién podría ser a esas horas?
Suspiró, no iba a ser maleducado así que se levantó para abrirla, topándose con una sorpresa.
—Hey, bastardo— saludó Katsuki.
—¿Bakugō?— Todoroki pensó que estaba soñando— ¿De verdad eres tú?
—¿Y quién más iba a ser, eh? ¿Estás bien de la cabeza, tarado?
Fuera de enojarse por el insulto gratuito habitual, notó algo detrás del rubio. Algo envuelto en un pañuelo de color blanco.
—¿Y eso?— curioso, preguntó, sin esperarse que el otro se sobresaltara por ello. Katsuki agachó la cabeza, pero Shōto pudo jurar ver sus orejas de un color rojo que contrataba bastante con su piel.
—Vine porque el viejo metiche del profesor Aizawa me reprochó por golpearte ayer— escupió—. Así que me obligó a... bueno...
—... ¿A qué?— juraba que por dentro su mente sonreía burlona por captar el mensaje.
—Agh, ¿sabes qué?— levantando la voz, empuja al contrario—¡A la mierda con esto! ¡No lo volveré a hacer ni porque seas tú, así que vete a cagar en otro lado!
Katsuki salió corriendo antes de que el de ojos de diferente color dijese algo, dejándole el dichoso paquete en el proceso. Ok, ahora sí estaba algo molesto. ¿Tan difícil le era pedir lo siento? Pero que infantil podía llegar a ser.
Bueno, hablando del rubio, ¿qué se supone que había en ese paquete? ¿Era para él? Al ver que el otro no regresaba para reclamarle supuso que también era parte de sus disculpas. Por lo menos no lo hubieses aventado, pensó.
Ahora que se fijaba en lo que traía en sus manos, pudo notar un olor a vainilla y chocolate juntos de forma armoniosa. Al Todoroki menor se le hizo agua la boca con solo oler el potente aroma que, tras mirar a todos lados, se dió cuenta de dónde provenía. Quitó el pañuelo con cuidado de ensuciarlo, revelando tras de este lo que Katsuki llevaba consigo todo ese tiempo.
Eran galletas grandes con chispas de chocolate.
Todoroki pudo jurar haber probado la gloria por primera vez en su vida al darle el primer mordisco, de verdad eran incluso mejor de lo que esperaba. Valió la pena, totalmente. Le daba pena incluso comerlas sabiendo que se iban a acabar. Aunque su adicción a estas hizo que se comiera todas las que habían, para luego lanzarlo a la cama repleto.
Al día siguiente fue a devolverle el pañuelo al chico explosivo, después de todo no le pertenecía. Era temprano, y como siempre, ahí estaban Kirishima y Bakugō charlando de cualquier cosa, más el pelirrojo que el propio rubio pero una charla si era. Se acercó a ellos, llendo casi al lado del chico con dientes puntiagudos como precaución, cosa muy obvia para este quien sonreía nervioso.
—¡Hola Todoroki! ¿Qué se te ofrece?
—Venía a devolverle esto a Bakugō— dijo sin más, poniendo el pañuelo perfectamente doblado en el escritorio del rubio. Este chasqueó la lengua en molestia.
—Sin dudas eres un glotón de mierda— dijo, captando la atención de los dos presentes— ¿Y qué tal?
Shōto sonrió amable.
—Perdonado.
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¡Hola!
Si haz llegado hasta aquí, muchas gracias por haber leído hasta ahora 👉👈💦
De verdad a veces me siento perdida porque quiero que quede bien pero, no se, a veces creo que me lo pienso mucho. De verdad gracias por gustarles este experimento, saber que lo leen me motiva ✨