Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 36: El filo de la esperanza|

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By CazKorlov

—Me obligaron a notar la verdad,

mi dominio no era más que un plano

la parte más oscura,

los retazos olvidados de la realidad.

—¿Qué fue lo que le hicieron a tus ojos, mi niño? —El tono de voz que empleó su padre al hacerle esa pregunta dejaba claro que ya lo sabía, le produjo náuseas, una sensación sin sentido si contaba con que habían pasado un tiempo desde la última vez que probó un bocado.

Estaba cubierto de sudor, después de liberarlo un par de amalgamas enormes como puertas lo habían obligado a pararse sin un gramo de conciencia sobre sus huesos rotos. Se le desgarró la garganta por los gritos de dolor, pero aun así lo trasladaron a una pequeña oficina con enormes paneles de vidrio espejado en las paredes laterales. Tenía tanta sed y hambre que se sentía como una esponja puesta al sol, pero creía que iba a poder sobrevivir algunos días más si al menos lograba ingerir cualquier líquido.

No era la primera vez que pasaba por esas condiciones inhumanas de existencia.

Después de que lo curaran con la sangre del monstruo de su padre había notado cómo sus huesos poco a poco comenzaban a fortalecerse. Sus sentidos se volvieron demasiado sensibles al ambiente, todas las superficies sobre las que se apoyaba le parecían ásperas y hasta el más mínimo sonido le producía dolor de cabeza. Incluso llegaba a percibir la vibración entera del cuarto, lo cual le permitió saber que tenía cámaras. Estaban grabando su conversación, era muy probable que algún empleado del laboratorio estuviera del otro lado de los cristales.

Podía oírlos susurrar, inclinó la cabeza tratando de comprender algo, pero Mare adivinó sus intenciones y estrelló la mano enguantada contra la superficie metálica, sus anillos bajo la tela resonaron con fuerza, se encogió.

—Quítenle la venda —ordenó a un enfermero—. Necesitamos comprobar si el daño es irreversible.

Unas manos heladas rozaron su mejilla y se alejó por instinto, el ruido del metal le hizo soltar un grave gruñido animal. Tenía las manos esposadas a la mesa y le habían atado un tobillo a la pata de la misma con una gruesa cadena.

—No te preocupes, no va a morderte, querido. —La voz de su padre que pretendía causar simpatía dio un intenso escalofrío, no le hablaba a él.

La suavidad y delicadeza con la que el enfermero tiró de su venda no hizo que la piel herida de su rostro dejara de arder demasiado. Reina le había arañado hasta perforar los globos oculares. Lo que a cualquier humano le hubiera causado la muerte por la brutalidad de la presión que puso en sus manos a él solo le dejó una herida encapsulada, producto de una profunda infección que había intentado curar desde entonces.

—Ya que no vas a hablar, dejame contarte una historia —comenzó Mare—. Sobre nosotros las quimeras.

Antes de dedicarse a restaurar cadáveres en la morgue de Mikaela, incluso antes de trabajar para la policía, Luís había querido ser profesor de historia. La materia le entusiasmaba lo suficiente, pero ese hombre no admitía cuestionamientos a los planes que tenía para él. Durante un tiempo lo quiso intentar por su cuenta, investigó sobre las hazañas de Caos y sus hijos las quimeras, una historia había logrado sobrevivir en la memoria colectiva de todas las criaturas del plano.

Mare empezó a hablar y se sintió empequeñecido por el efecto que causaba la voz de mando de su padre, seguía demasiado sensible, le dolía la herida en su rostro a pesar de que le habían limpiado mientras estaba inconsciente. Lo escuchaba contar la historia que ya conocía de memoria. No quería mirarlo, tenía miedo de siquiera mover los párpados, en parte porque eso le iba a decir si el poder de la asquerosa sangre de su padre había podido curarlo, y así iba a confirmar que se encontraba entre las entrañas de lo que su niño interior prefería llamar el infierno.

—Los originales fuimos hechos para guiar a la humanidad, pero el creador nos arrebató la inmortalidad y la posibilidad de dejar descendencia. ¿Tenés idea de como lo hizo?

Pensó en volver a escupirle en el rostro, pero una pequeña voz en su cabeza le dijo que si quería regresar con Mikaela debía al menos dejarle creer que había perdido su voluntad. Asintió en completa sumisión.

—Veneno —soltó con brusquedad—. Los envenenó, señor.

—Exacto. —Mare aplaudió complacido, le provocó una mueca—. Pero Caos fue muy listo, no iba a matarnos si todavía nos necesitaba. Los originales fuimos un experimento exitoso que se torció con el paso del tiempo. Teníamos la capacidad de ver en la lejanía los conflictos de la historia, y adaptarnos a tantas circunstancias como nos fueran posibles, en resumen: éramos demasiado poderosos para él, por eso se volvió en nuestra contra. Pero no le servíamos muertos, por lo que nos dio el veneno que robó con sus propias manos, se volvió parte de nosotros, tiñendo la sangre de una muerte asegurada para cualquier descendencia.

«El veneno también afectó nuestra capacidad de soportar el paso del tiempo, dejamos de ser inmortales, y solo los originales nos convertiremos en seres longevos, el resto perece demasiado temprano para nuestro bien. Pasó el tiempo, tantas muertes de por medio y por fin la tecnología nos ayudó a descubrir la forma correcta de multiplicarnos después de su partida, el control reproductivo estricto, y la modificación del genoma quimera hizo posible que vos estés acá.

Se sentía enfermo, con cada palabra le recordaba que él lo había ayudado con esa investigación.

—Sin embargo, siguiendo los pasos del Creador, lo que queremos ahora es modificar la raíz. —Sus ojos se iluminaron con esas palabras—. ¿Sabías que existen humanos cuyos órganos son capaces de soportar el veneno de una quimera original? Eso es posible cuando su cuerpo ya sufre los efectos de un mal diferente, las sombras. Me alegró tanto saber que esas criaturas salvajes sirvieron de algo, aunque luego de dar a luz los sujetos de prueba sufrían una terrible mutación que bueno... Era un precio justo a pagar por tanto poder. Tu madre fue uno de esos humanos privilegiados, la sombra le permitió cargarte vos en su vientre.

Luís pudo sentir la bilis ascender por su garganta producto del asco, no podía hablar porque se arriesgaba a que Mare viera la verdad, la mentira que trataba de mantener para volver con Mikaela.

—Así fue como yo hice posible lo que nadie en este lado del continente pudo lograr y acá estás vos, mi niño milagro, sangre de mi sangre. ¿Ahora comprendés el porqué de todo esto? —Estiró las manos a través de la mesa para apretar las de su hijo—. Para que pudiéramos sobrevivir, gracias a que naciste grande y fuerte tu cuerpo asimiló mi veneno a la perfección, y gracias a los genes alterados de la sombra de tu madre, vas a ser capaz de soportar la manifestación de ese parásito en tu interior.

La quimera no pudo aguantarlo, su estómago se contrajo y antes de que terminara de pronunciar aquellas palabras se había inclinado a un costado para devolver el contenido de su vacío estómago. Una vez se detuvieron las arcadas, el hombre tomó su cabello y lo obligó a levantar la cabeza. Estaba mareado, su sensibilidad hacía que sintiera cuchillas atravesarle cada parte de su cuerpo.

—Lo que pasó con tu hermano fue un pequeño contratiempo, Lucio no fue lo suficientemente fuerte, pero vos sí. Pasaste y esta es la prueba —anunció Mare, con alegría—. Abrí los ojos, hijo. Vos sí podés ver.

Sus párpados se movieron con rapidez, no pensaba hacerlo, no quería enfrentar la realidad y perder la mentira que se había formado en su mente para obligarse a guardar un poco de absurda esperanza, porque sabía que apenas lo hiciera la guadaña de Mikaela iba a cortar a través de su corazón como le encargaba su deber.

«Podríamos ser uno si estuvieras dispuesto a colaborar, podríamos matar a ese monstruo si tan solo tuvieras el valor.»

Hambriento y cansado como se sentía no pudo resistir el impulso. Miles de imágenes se derritieron cual ácido frente a sus ojos, las luces hicieron que le ardieran las pupilas enrojecidas, y la silueta de su padre se recortó contra la oscuridad grisácea de la habitación. La piel azulada contrastaba con las encías enrojecidas impresas en aquella enorme sonrisa.

✴ ✴ ✴

Una vez que Luís dejó de vomitar el vacío de su estómago lo trasladaron a una habitación ubicada en el ala de estricta internación. No lograba caminar por sí mismo, pero si se mordía el interior de la mejilla era capaz de soportar el dolor para no soltar algún sonido que pudiera delatar lo roto que se sentía por dentro. Sospechaba que a su padre le complacía verlo así, ver sufrir al hijo que habría podido reemplazarlo en sus funciones, pero terminó por traicionarlo una enorme cantidad de veces debía llenarlo de alguna clase de placer personal.

—¿Tenés hambre? —Mare se había interrumpido solo para hacer esa pregunta, mientras la quimera se dedicaba a escanear de forma torpe el espacio con sus ojos. Le dolía mirar debido a esa nueva sensibilidad adquirida, pero no pensaba dar su brazo a torcer nunca más, tenía que encontrar una forma de salir de ese laberinto.

Iba a escapar de ese lugar cuando él bajara la guardia y creía tener la ventaja por la simple razón de que ya había estado ahí en varias etapas de su vida.

Ese hospital subterráneo era el hogar de las pesadillas de cualquier niño. A las quimeras jóvenes que presentaban las características adecuadas eran llevadas ahí para hacerles diversos controles que prueben su valía ante La Sociedad. La gran mayoría pasaba por ahí, ya que los médicos tenían como tarea poner en orden la cadena biológica de su sangre, hacerles exámenes crueles para calcular cuál era el porcentaje de veneno que poseían y de qué especie específica descendían. Los etiquetaban con números en los archivos generales. Así determinaban si habían sido bendecidos por la divinidad como para patrocinar su crecimiento, o si solo eran una pobre criatura perdida en el espectro y merecían ser ignorados por su propia raza como si no existieran.

Su padre tocó un botón bajo la mesa y las puertas a espaldas de Luís se abrieron para dejar pasar lo que parecía su cena. Logró olfatearlo antes de que lo pusieran frente a él, una enorme bandeja que casi ocupaba toda la mesa, pero no fue eso lo que hizo que Luís volviera a sufrir dolorosas arcadas, sino la montaña de carne y órganos humanos que parecía respirar por sí misma frente a él.

—Hice que trajeran lo mejor —dijo Marcel, asintió con la cabeza como si sintiera orgullo de eso y empezó a mencionar las características que tenía el mejunje sangriento frente a él—. No te preocupes por la temperatura, los cosechamos en el mismo momento en el que vamos a usarlo y las sales que les inyectan favorecen su conservación.

Su cabeza iba a explotar, todo su cuerpo ardía por la indignación, temblaba, volteó para tratar de eliminar aquella vista, pero la mano firme de su padre lo tomó por la barbilla, obligándolo a mirar.

—Sabes lo mucho que odio que desperdicies la comida. ¿No me habías dicho que ibas a obedecerme sin importar qué?

—Comer carne medio cocida es una cosa, pero esto...—se interrumpió.

—Se pierden muchas bacterias en la cocción, necesitamos reforzar tu sistema inmunológico, haceme caso.

Luís reconoció con rapidez el tamaño de esos órganos.

—Son personas.

Marcel estrelló las manos contra la mesa.

—Sí ¿Y? —cuestionó impaciente—. Nuestra existencia en la cadena los vuelve alimento, además, ni siquiera eran tan importantes en su mejor momento. En realidad, nosotros los volvimos importantes al dejarlos permanecer en nuestra planta. ¿Qué podría ser más gratificante que servir para un propósito mayor en los planes del Creador?

Su padre tomó un trozo de lo que reconoció como hígado crudo y lo acercó a sus labios, pero las contracciones de su estómago volvieron demasiado pronto. Luís se dobló a la mitad desviando la comida, y manchando con sangre su cara en el proceso. Su visión se quemaba, y se volvía borrosa en los bordes. Iba a desmayarse.

—Estoy bien por ahora —soltó apenas logró articular palabra.

—Todavía estás ciego —suspiró, se limpió la sangre de los dedos con un pequeño pañuelo azul que devolvió al bolsillo de su traje—. Pero no te preocupes, ya vas a entender, me voy a encargar personalmente de eso.

No le sorprendió no volver a verlo desde entonces, tampoco le llevaron la comida normal que solían dar en el hospital. Era obvio que lo estaba castigando de la manera que ya conocía, pero para su buena suerte la indiferencia ya no le afectaba tanto.

Apenas llegó a la que iba a ser su habitación Luís se recostó sobre la incómoda cama entre quejidos y trató de observar sus detalles. Debía recordar el camino que había hecho al salir de esa sala, de lo que llamaban el área de prueba. Un ancho pasillo de paredes verde grisáceas con suelos oscuros como el alquitrán se extendía a ambos lados, el techo cerca de su cabeza delataba que se encontraba bajo tierra, y según sus recuerdos era la red de túneles más grande de Buenos Aires. Lo conocía, había investigado al respecto, si se concentraba lo suficiente en aislar la voz de aquella sombra iba a poder recordarlo, tenía que esforzarse.

«Esforzarte no va a hacer que salgas vivo de ese infierno, pero estás de suerte, yo podría ayudarte.»

Trató de ignorarla, la voz iba y venía, a veces con más fuerza, otras como un débil susurro que le costaba despegar de sus pensamientos. Se concentró en la habitación, no era muy diferente de la sala de pruebas, a pesar de que estaban en pisos distintos. La diferencia se encontraba en los detalles, paredes espejadas que servían de tortura al mostrarle su propio cuerpo, cámaras y micrófonos variaban su ubicación. Localizó la suya con facilidad, en la esquina superior, sobre su cama.

La única salida era una puerta de acero con dos cerraduras, una que debía activarse de la sala de control, y otra que se abría desde afuera, pero tenía una pequeña ventana con material transparente que le permitía observar la oscuridad del otro lado.

Las luces del pasillo exterior se encendían si alguien importante quería anunciar su llegada, ya que la mayoría de los trabajadores quimera eran capaces de observar en la oscuridad. No tuvo manera de calcular el tiempo, más que contando sus superficiales respiraciones, a medida que sus huesos terminaban de sanar y lograba moverse sin suspirar de dolor. Sin embargo, no quería dormir, sabía que si lo hacía el recuerdo de Mikaela iba a quemarle la conciencia.

Boca arriba se cubrió el rostro con el antebrazo, revivió el momento en su bar, cuando después de pelear de una manera tan violenta él igual había sabido consolarlo a costa de sus propias heridas. ¿Creía que no lo notaba? ¿Su estúpida tendencia a soportar lesiones de muerte priorizando el bien ajeno? Idiota, por eso se había ido en primer lugar, no quería involucrarlo más en sus asuntos.

Las lágrimas picaron en sus ojos.

—Perdoname.

Debía disculparse por no decirle la verdad en el momento. La incertidumbre le acuchillaba la herida infectada, no sabía si iba a poder sobreponerse a lo que le esperaba, solo por eso se dejó arrastrar por el falso sueño que la sombra creó para él.

Su imaginación ganó un poder monstruoso, el cazador aparecía frente a él, le sonreía con calidez y sentía que iba a tocarlo con solo extender la mano. El peso de sus piernas descansaba sobre él, el olor de su cabello le relajaba y sus caricias lograban desarmarlo por completo, mientras de a poco, subía las manos sobre su pecho desnudo y enterraba los dedos en su cabello para exponer su garganta. Con aquel desparpajo autoritario teñido de amabilidad Mikaela había sido capaz de controlarlo desde que su vida se convirtió en una cadena de desastres sin fin. Le devolvió el placer que le hizo sentir tan culpable en el pasado, controlando cada una de sus reacciones.

«Despertate.»

«Arriba, Lulú.»

«Hay alguien mirándonos.»

«Podríamos invitarla, sé que te va a gustar.»

Fue como si lo hubiera dicho en su oído, gruñó, esa asquerosa criatura imitaba la voz de Mikaela, notó la diferencia. Abrió los párpados, pero creyó que seguía dormido.

Una figura de cabello oscuro estaba sentada en una silla frente a su cama. Su piel morena y grandes ojos de un intenso tono miel lo observaban con gran interés. Llevaba una bata de hospital, pero no portaba barbijo, al contrario de los otros profesionales que había visto. Era alta, torció la cabeza un poco y se acercó a la puerta, donde un par de amalgamas esperaban para escoltarla.

Era imposible no ser consciente del parecido, pensó que sus ojos lo engañaban.

Juró en nombre de los dioses al mismo tiempo que se levantaba con rapidez alarmante, mareado, la agarró del hombro y las criaturas estuvieron a punto de taclearlo para defenderla. Una orden atravesó sus tímpanos, obligándolos a quedarse en su lugar. Incluso Luís se había encogido, trató no sentir nada cuando lo vio sobre su hombro.

No encontró amabilidad en su cara.

—¿Quién sos? ¿Qué haces acá? ¿Por qué me estabas mirando mientras dormía? ¿No se supone que tienen cámaras que monitorean las habitaciones para que no pueda ocurrir ninguna clase de desastre?

—¿Cómo cuál? —cuestionó ella molesta, clavaba los ojos en él sin parpadear. Luís pudo oler el sudor de su piel y lo más importante, el miedo agitando su corazón a pesar de ser también una quimera—. Soy la encargada del ala de internación, me preocupo por controlar personalmente cómo mis pacientes responden al tratamiento para que no haya ninguna complicación, y vine a revisar que no quedaran restos de la infección que en tu rostro. ¿Eso responde a todas tus preguntas?

Se dio cuenta de que fue ella quien limpió las heridas en sus ojos para evitar que los perdiera por completo. Como agradecimiento él había llegado a apretarle el hombro con la fuerza de una bestia, desacomodando su uniforme, hasta se podía ver una parte de su clavícula brillante como el cobre.

No tenía cicatrices visibles.

—Uh, yo... —La soltó avergonzado y se alejó con perturbación—. Perdón, señora.

—Señorita, soy Alyssa —corrigió acomodándose la ropa, leyó la planilla que sostenía entre sus manos—. Vos sos Luís ¿no? Luís Blanco dice acá, hijo de...

—Alyssa disculpame, no sos de acá ¿no? —interrumpió con brusquedad no quería volver a escuchar el nombre de su padre—. Por tu acento quiero decir.

Por un momento lo observó extrañada, tenía algo intimidante en la forma de mirarlo sin despegarse de sus ojos, era probablemente lo que más se le hizo parecido a Mikaela. El resto fue una consecuencia de sufrir un sueño tan vivido. Ella lucía el rostro más redondo y las pecas marrones esparcidas sobre su nariz se fruncieron junto a su mueca de fastidio. Se paraba muy recta, aunque podía oler en su miedo que él era el más fuerte de la habitación.

Además, se veía demasiado pura en ese ambiente lleno de monstruos como las amalgamas a sus espaldas, era obvio que era nueva.

—En realidad te equivocas, nací en Argentina y viví un tiempo en España, solo parezco turista —bufó—. Tus ojos están mucho mejor, de hecho, voy a venir en la noche a revisar el resto de tus huesos y a sacarte sangre, así que por favor guardate tus comentarios racistas ¿Tan difícil es actuar como una persona decente en este lugar?

Alyssa se fue golpeando la puerta como si no hubiera estado a punto de desmayarse de miedo momentos atrás, y el ruido repentino causó una punzada directa a su cerebro. Luís se quedó ahí parado un buen rato, repasando la conversación con la sensación de que habían protagonizado un terrible malentendido.

La doctora volvió ese día, entró y cerró la puerta. Se encontró a la quimera con las piernas cruzadas frente al muro espejado. Había pensado que era su padre, cuando la reconoció en el reflejo, se veía cansada, probablemente por tratar de sobrevivir a demasiado trabajo. Entonces, se dio cuenta de que la reacción frente a su comentario era una prueba de tener que enfrentarse sola a un sistema que la había discriminado incontables veces.

Trataba de demostrar su valor en el trabajo, pero era un peón más de las grandes empresas de la sociedad a las que les gustaba fingir que eso era un hospital, y no un moderno centro de tortura desalmada. Inspiró mientras ella se preparaba para hacer una simple extracción y trató de disculparse como había estado ensayando.

—No quería parecer racista, de verdad noté el acento en tu voz —empezó—. Desde que desperté en este lugar mis sentidos se volvieron muy sensibles, puedo escuchar... mucho mejor que antes —explicó de forma torpe, no podía decirle que le gustaba el aroma a frutas en su cabello, ni que le hacía acordar a su pareja, un muerto viviente—. Y lo reconocí porque... eh, bueno me encanta tu acento, es decir, no el tuyo en realidad, el de los españoles en general —terminó, ella había alzado ambas cejas y notó el fantasma de una sonrisa opacada por su orden sepulcral.

—Es bueno saberlo —cedió—. Ahora dame tu brazo, y aprieta el puño.

Obedeció al instante, trató de bajar su intenso sonrojo mientras la observaba fruncir el ceño, su brazo todavía tenía rastros de los golpes que le habían dado, todas sus extremidades en realidad. Ella maniobró para sacarle sangre a pesar de los moretones violetas que lo teñían, inclinó la cabeza hacia abajo, y él no pudo evitarlo, inspiró el aroma que traía, era igual a Mikaela, no lo había olvidado. Lo hizo hasta que, de repente, su estómago rugió y Alyssa se alejó.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —balbuceó, de los nervios por poco se cayó de la silla en la que se sentaba.

—La aguja se rompió —murmuró ella.

✴ ✴ ✴

Se encontró contando las visitas de la doctora, cada vez más seguidas. Disfrutaba de su conversación, pero se preparaba mentalmente antes de verla, ya que su estómago se encargaba de recordarle que no había ingerido más que agua. El vacío arrasador se extendía como la desesperación de un animal en cautiverio. El hambre interrumpía sus fantasías, hacía que se retorciera en la cama tratando de dormir, y la sombra se ponía conversadora, susurraba en su oreja y deformaba su percepción de la realidad de una manera cruel.

En aquella ilusión las luces que controlaban sus horas de sueño comenzaban a aclararse de a poco y un intenso pitido se colaba a su cerebro como cuchillas afiladas que lo obligaban a sentarse en la cama. Allí se encontraba de frente con aquel rostro otra vez, tenía el uniforme de la doctora, pero no era ella. Mikaela lo miraba con las pupilas dilatadas, brillantes de diversión antes de explicarle que había forzado la cerradura con su guadaña, mientras gateaba hasta subírsele encima.

—Voy a sacarte. —Lo tocaba y lo besaba, su instinto liberaba sus alas, y las acariciaba con suavidad, pero a pesar de la presión, su piel no se calentaba como solía suceder, seguía fría, ambos estaban helados y los moretones se extendían por todas partes—. Pero primero tenés que hacerme un favor, es fácil ¿sí?

No se veía igual, parecían convivir ambas facciones en su rostro. Debido a la necesidad él ignoraba aquello y cerraba los ojos, olía como él, sonaba como él, y sentía sus manos colarse en todas partes. No había nada que no estuviera dispuesto a hacer para satisfacerlo, incluso lamer la sangre que resbalaba de su garganta una vez que se cortaba el cuello. Lo guiaba con una mano contra su nuca y no dejaba de presionarlo hasta que sentía los dientes despellejar su propia carne.

—Comeme, solo así vas a poder salir.

De repente, el rostro de Alyssa frunció el ceño, había logrado sacarle sangre cortando su piel con un bisturí, algo que a cualquiera le causaría una grave hemorragia en él sanaba casi a los minutos. Ella llenó el tubo de ensayo y colocó una toalla de forma descuidada contra su brazo, se alejó sin la falsa tranquilidad que solía mostrarle al entrar.

—Mierda, no puede ser.

El aroma inundaba el aire, Luís se sentaba en su cama el tiempo que a ella le costara realizar aquel procedimiento. Clavó la vista en la pared espejada, no pudo desviar la atención de la palidez de su piel, la forma en que sus venas se marcaban en su cuello al más mínimo movimiento y la irritación presente en esos ojos que no parecían pertenecerle. El color amarillo verdoso se oscurecía más con cada día que pasaba.

—¿Cómo es posible que todavía no te hayan dado de comer? —cuestionó ella con indignación, había empezado a notarlo después de los primeros días y le aseguró que iba a hacer algo al respecto, siempre le ponían alguna clase de pero.

«Podés escuchar su corazón.»

Luís desvió la vista del espejo, y apenas lo hizo su piel se pudrió, sus ojos comenzaron a chorrear ese líquido negro y la sonrisa dentada del monstruo centelleó al mismo tiempo que arrastraba las garras por el cristal.

«Quizás sí lo hicieron, quizás vos sos el plato principal.»

Parpadeó para deshacerse de aquella sensación, se sentía flotando en alguna clase de nube de ensueño. Todavía tenía el control de sus movimientos, pero esa cosa se encargaba de recordarle cómo se sentía saborear la sangre, y apenas ella aparecía la boca se le hacía agua. Fue un problema que se le acercara de repente para sostener sus manos.

—Al llegar me dijeron que eras la quimera más peligrosa de esta planta, pero cuando te curé el rostro me di cuenta de que algo andaba mal —murmuró con nerviosismo, tan bajito que el repiqueteo de su corazón estuvo a punto de opacarla, su rostro se encontraba muy cerca—. Te están dejando morir, Luís.

Ella miró un momento a la cámara instalada en la esquina de la habitación y volvió a él. No respondió al instante, había tenido tiempo de sobra para ver su cuello, y calcular cuando iba a tardar en morir si le perforaba aquella artería marcada contra su piel de bronce.

—Tendrías que escuchar las advertencias de los guardias y valorar un poco más tu propia vida —dijo en cambio, no sonaba como su voz.

—No lo hago, es obvio. —Ella rebuscó debajo de su blusa y dejó dos paquetes cerrados en el extremo de su cama más cercano a la pared—. Logré que no me quitaran estas magdalenas cuando me revisaron antes de entrar, tomá, cometelas.

«No lo hagas.»

Bajó la mirada en confusión y agarró una con demasiada violencia. Apenas alcanzó a quitarles el papel antes de meterlas en su boca, sabían extrañas, amargas, pero no le importó más que la imperiosa necesidad de clavarle los dientes a algo que su cuerpo pudiera asimilar.

—Gracias —soltó, tenía la boca llena.

—Voy a volver esta noche para abrir la puerta, esperá unos minutos a que las luces empiecen a aclararse, es cuando hacen el cambio de guardia los de la entrada, entonces vas a poder salir ¿bueno? No deberían retener a nadie en contra de su voluntad, eso es inhumano, incluso para nosotros.

«Todavía creo que arrancarle la garganta es el mejor plan.»

De repente, sus ojos se habían llenado de lágrimas. Por primera vez en días se sintió una persona y no como un animal en cautiverio.

—No te merecés estar acá, prometeme que vas a buscar ayuda en otro lado —dijo con perturbación, y él sabía a lo que se refería.

Solo un recolector podría ayudarme ahora.

Ella apoyó la mano en su mejilla y asintió con seguridad. Estaba cálida, demasiado buena para ser real. Lo comprobó cuando luego de que la doctora se fuera la comida le quemara el estómago. El fuego se extendió a su garganta e hizo que se le saltaran las lágrimas. Obligándolo a doblarse sobre sus rodillas para expulsarlo todo.

«Te lo dije, la comida normal ya no te sirve. Tendrías que haberla matado.»

Trató de no pensar en eso mientras esa misma madrugada atravesaba con rapidez el pasillo. Al principio no quiso creerle, toda su presencia amable, pensaba que Alyssa también era producto de las alucinaciones que le provocaba ese parásito debido al parecido que guardaba con Mikaela, pero confirmó que no, al escuchar el complicado entramado de cerrojos abrirse.

El sistema subterráneo de ese laboratorio estaba sustentado por ascensores. Oía las poleas vibrar. Si caminaba unos metros más estaba seguro de que iba a encontrarse con la caja metálica que lo llevaría a la cima, y después, afuera.

«Ja, dudo de vayas a hacer algo inteligente.»

No había nadie a la vista, eso lo llenó de energía a pesar de sentir su cuerpo se movía cada vez más lento. Le costaba, pero no tenía otra opción y no iba a arriesgarse, treparía a través del hueco oscuro hasta que le sangraran las manos con tal de salir de allí. Observó las luces del ascensor parpadear en un tono blanquecino, y clavó los dedos en las puertas de acero, su fuerza inhumana hacía tiempo había superado la del Luís del pasado, pero igual se sorprendió al notar sus manos oscurecidas cual carbón mientras el metal macizo cedía para él.

«Gracias a mi no morirás, de nada.»

Gracias, parásito asqueroso.

Permitió que la sombra se regocijara dentro de él al pedirle su fuerza prestada. Sentía la libertad en la punta de sus dedos. Mikaela seguro iba a gritarle por alejarse, iba a ponerse nervioso pensando en el procedimiento de sacarle la sombra, o lloraría de preocupación al ver el estado de su cuerpo, pero no dudaba de que ambos pudieran sobreponerse a la situación como tantas veces lo habían hecho en el pasado. Incluso estaba dispuesto a apoyarlo en su trato con Génesis para que pudiera esfumarse de su vida de una vez, como había querido hacer al principio.

«Vos y esa traidora se parecen más de lo que pensás, Lulú.»

La voz de esa cosa, suave y provocativa se derritió como cera caliente sobre sus acciones, apenas logró reaccionar cuando el ascensor comenzó a bajar a una velocidad alarmante. Seguro cargado de profesionales que querían cumplir con su trabajo a primera hora. ¿Cuándo había pasado tanto tiempo?

Un intenso pitido penetró en sus oídos como cuchillas ardientes, gruñó mientras la ligera abertura se cerraba con un golpe seco y tomó su cabeza para tratar de ignorar el dolor, jadeó. El sonido aumentó la frecuencia y hasta la sombra se revolvía inquieta en su interior. Sentía su sangre punzar en sus venas como si quisiera reventarlas. Se manchó las manos al comprobar una abundante hemorragia nasal, no podía pensar con claridad si la boca le sabía a muerte y todo su cuerpo parecía querer decirle que era el mejor momento para dejar de respirar.

No podía moverse, no servía mientras todos sus sentidos sangraran, cayó de rodillas al suelo, y observó su reflejo, el líquido oscurecía su visión y se escapaba de sus orejas. La silueta deformada de Mikaela apoyaba el codo contra su hombro y acercaba los labios cálidos a su cara.

«¿De verdad crees que yo querría volver a ver un monstruo así?»

El ascensor llegó, las puertas se abrieron con un halo blanquecino que bañó el pasillo. No llevaba científicos, tan solo dos pares de zapatos brillantes. Reconoció la vestimenta de su padre, levantó la mirada y ese olor a frutas se coló en sus fosas nasales. Esa mujer, Alyssa estaba a su lado, detallaba a Mare como si esperara su felicitación.

—Le dije que mentía, señor.

✴ ✴ ✴

BUENAS BUENAS, malas en realidad. Alguien ayude a Luís, por favor. Hay que darle un abrazo grupal.

Me disculpo de antemano por la extensión del capítulo (me temo que la mayoría de los que encabezan el final van a ser así), y la cantidad de información que tuvo este en particular ¿les pareció pesado o confuso en algún momento? Más allá de los delirios de Luís, obvio. Saben que siempre me pueden preguntar.

¿Qué opinan de Mare contando historias sobre Caos? No le cae tan bien como hace ver *inserte carita pensativa*

¿Opiniones sobre los experimentos humanos?

¿Les dio asco alguna parte especifica del capítulo?

¿Esperaban las acciones de Alyssa?

¿Desconfiaron de ella en algún momento?

¿Cómo creen que nuestro Lulú vaya a salir de esto?

Creo que eso es todo por hoy, muchísimas gracias por leer. La próxima actualización va a ser de un capítulo, pero a partir de las siguiente van a ser dobles porque la cuestión viene MUY cargada y necesitamos el testimonio de todas las perspectivas posibles.

Cuídense, y nos leemos el domingo que viene

PD: Recuerden que está disponible el libro de teorías, todavía no lo voy a cerrar, pero sé que en un par de caps más si tengo que hacerlo. 

—Caz.

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