Mentirosa | Bilogía Mentiras...

Nadiaerguia tarafından

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Sexo por dinero. Mentiras y secretos. Un amor oculto. Y una joven, que no se detendrá hasta conseguir su libe... Daha Fazla

NOTA
ADVERTENCIA
CAPÍTULO 0
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CHAT - MEMES
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
COPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
CAPÍTULO 70
NOTA

CAPÍTULO 54

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Nadiaerguia tarafından

Los nervios no tardaron en hacerse presentes.

El frío del clima convertía nuestras respiraciones en vapor. Lucian no vestía su traje de ejecutivo, sino un abrigo hecho a medida. Por mi parte, yo tuve que cubrirme con los brazos para evitar morirme de frío.

—Buenos días —mostró una sonrisa cerrada—. ¿Sorprendida?

Miré en dirección a los guardias. Ellos no parecían querer apresarme, ni siquiera noté la presencia de Barb cerca del auto.

—Buenos días.

Me ofreció su mano al tiempo que abría la puerta del copiloto del vehículo.

—Me he dado la libertad de ser yo el privilegiado de llevarte. Espero que no eches de menos a nuestro viejo amigo. Solo será por el día de hoy.

El dibujo de Lia ardió allí donde lo tenía escondido, dentro de mi calzado.

Me quedé en mi sitio, contemplando el auto como si este cobrara vida y estuviera a punto engullirme. Si no fuera porque Lucian estaba presionándome con la mirada a que tomara asiento, no habría podido moverme.

Mis instintos me gritaron que me pegara lo más cerca posible de la puerta. Sin embargo, la columna de mi espalda se mantuvo recta al igual que un palo contra el asiento.

Lucian accionó el auto, y me echó un breve vistazo antes de arrancar.

Mantuve la vista al frente, consciente del ardor de mi pie derecho donde tenía guardado el dibujo de Lia.

El trayecto fue silencioso, lo único que se distinguía eran los árboles y la carretera a cámara rápida mientras intentaba adivinar lo que su presencia podía significar. Lucian solo me había acompañado al trabajo una vez, y no había sido precisamente porque disfrutara de mi compañía. Sin embargo, a diferencia de esa ocasión, esta vez no parecía molesto o irritado, más bien animado, lo que en términos estrictos podría significar cualquier cosa menos buena, al menos para mí. No dudé en mantener una cara de lo más inexpresiva.

Cuando llegamos a la ciudad, Lucian no maniobró por las concurridas calles que estaba acostumbrada ver con Barb o en el autobús. Con el corazón al galope, contemplé cómo se desviaba en diferentes direcciones que daba la impresión que las tomaba al azar. No me atreví a formular ni una pregunta, podía ver que le divertía verme tan perdida.

—Es bueno variar la rutina de vez en cuando —lo escuché decir—. Mantiene lo interesante de lo cotidiano.

Comencé a pensar que no había otro propósito más rebuscado que simplemente llevarme a un sitio, tal como ese día en el que me impidió la libertad; sin embargo, al poco rato descubrí con verdadero estupor que por fin nos deteníamos en una calle que no tardé en reconocer. Se trataba de una de las desviaciones que se ubicaban cerca del café. Lucian había variado el trayecto, pero el destino había sido el mismo.

—Me gusta ver ese desconcierto en tu rostro —habló orgulloso—. Fue el mismo desconcierto que reflejé yo ayer en la noche.

¿Ayer en la noche?

—Tu cliente —explicó—, se mostró muy encantado con el servicio que le proporcionaste. No creí que volvería a repetir esto pero, mis sinceras felicitaciones, Samanta. Te has ganado mi completa admiración.

Lucian permitió que la sorpresa me sobrepasara. Había sonado sincero, pero seguía sin poder creérmelo.

—No es la primera vez que ocurre casos esporádicos como este —siguió diciendo—. Pero sí la primera para ti, y lo has manejado tan bien en el tacto social. Considerando lo ocurrido la otra noche con el cliente que nos hiciste perder, ha sido un gran salto en tu avance como profesional en el área. Siéntete orgullosa de eso.

—No quería que ocurriera lo mismo —musité.

—Y el resultado te ha beneficiado.

Dejamos que el silencio se prolongara. Lucian se removió en su asiento, hasta que sacó un pequeño sobre color amarillo que ofreció delante de mis ojos.

—Esto es para ti. Ábrelo.

En cuanto lo hice, mi sorpresa inicial se hizo demasiado pequeña en comparación con lo que sentí al ver el contenido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había visto una cantidad considerable de dinero, y no supe qué responder a continuación.

—Un pequeño pago extra que el cliente pidió que se te entregara. No me lo agradezcas a mí —y como si quisiera mofarse de ello, añadió—. No es suficiente para liquidar tu parte de la deuda, pero un abono de esta cantidad siempre te otorga ciertas ventajas. Por ejemplo, una renovación en tu contrato.

—¿Renovación?

—Es una nueva propuesta, una que estoy seguro que aceptarás sin pensártelo dos veces.

Deseaba que nada de lo que me estaba diciendo despertara mi interés, sin embargo, lo hacía. Lucian lo notó con un solo vistazo a mis ojos, enmarcando sus labios en una sonrisa muy parecida a la de un cazador que sabe que tiene atrapada a su presa.

—Termina con el asunto de la chica —pronunció en tono seductor—, acepta un último trato que tengo preparado para ti y todos tus dígitos se minimizarán a cero. Después de eso, tendrás libertad absoluta para replantear tus prioridades. Luego, si todavía lo quieres, podrás salir.

Por fin nos detuvimos frente al café. Iba a entrar con varios minutos de retraso, pero aquello me daba igual.

Lucian besó mis nudillos antes de que abriera la puerta, y me detuvo cuando estuve a punto de cerrarla.

—Un último detalle —sacó del cajón delantero una pequeña fotografía que me dejó petrificada. Cuando habló, toda señal de cortesía desapareció, sustituida por un deje de amenaza—. Evita el contacto físico. Sé que te sugerí seducirlo, pero ya sabes, mientras no haya dinero de por medio, lo mejor será que evitemos lastimar a nadie.

Asentí de forma automática. Escudriñó mi cara mientras la imagen de Derek besando mi mejilla fue guardada de nuevo en su sitio.

—Ten un agradable día, Samanta.

Mis ojos siguieron la dirección de su vehículo al marcharse hasta verlo desaparecer, luego aproveché para examinar mi mano. Ya me la lavaría estando adentro.

Las palabras de nuestra conversación me golpearon, tan duras que casi pude sentir las frases impregnadas en el aire, sofocándome. Miré al cielo, y pensé en lo que había hecho. En lo que ambos habíamos dicho y acordado dentro de ese auto. Sabía que estaba tomando la decisión acertada, había hecho uso de la lógica y no de mis emociones para pensar con la mente fría y decir lo que él quería que dijera, como aquel mantra que había empezado a repetir desde la mañana.

No te dejes llevar por tus emociones.

—No te dejes llevar por tus emociones —me escuché decir, una forma de infundirme un poco de valor. Quería pensar que cada vez que lo repitiera en mi mente, más convencida estaría de que no volvería a cometer ningún error.

Una vez en el café mi cuerpo se dirigió por inercia hacia la barra para saludar a Wilma, pero mi vista hizo una mala jugada y lo primero en lo que me fijé fue en aquella mesa donde Derek se ponía a trabajar. Por un instante, un sentimiento de repentina decepción me embargó al no encontrarlo allí. Molesta, regañé a mis impulsos para que se mantuvieran concentrados. No era momento de pensar en eso.

Decidí seguir buscando a Wilma, hasta que la encontré discutiendo por teléfono.

—¿Estás loca? Por supuesto que no haré eso —habló furiosa—. Escúchame bien, tú ni siquiera la conoces, ¿no te parece que eso es ir demasiado lejos? —al percatarse de mi presencia, se apresuró a terminar—. Tengo que colgar.

Quien sea que hubiera estado al otro lado de la línea estaría irritado, incluso me pareció oír un gruñido antes de que ella guardara el teléfono en su bolsillo.

—¡Hola desaparecida! —se acercó a mí y susurró—. Normalmente tu brote de herpes te dura... ¿qué será? ¿Una semana? Han pasado sólo tres días.

A diferencia de lo que habría sentido al principio, esta vez no me pareció nada bochornoso que ella pensara en mí con un problema de enfermedad sexual. A ese grado había crecido nuestra confianza como compañeras de trabajo. Además, sí que había sido una mentira perfecta para cubrir mis futuras faltas en el café. Una ingeniosidad por parte de Wen.

Pensar en ella me amargó un poco más el día.

—En realidad, esta vez fue una excusa —respondí sin más.

—Ya me lo imaginaba —se acercó a las tazas y saludó a uno de los nuevos meseros que andaba de paso, quien también me saludó con un asentimiento de cabeza—. Deberías enseñarme eso. ¿Qué enfermedad crees que pueda ir conmigo? Ya sabes, para esas ocasiones en las que Jesper anda de mal humor. ¿Gonorrea? ¿Sífilis? ¿Algún otro herpes genital?

Negué con la cabeza, aunque con una sonrisa.

—No sabes lo que dices, Will.

—La mayoría del tiempo es lo que hago —me pasó mi cuadernillo de pedidos y nos aproximamos a las mesas ya ocupadas por clientes—. Aunque te agradecería que aproveches tu estado de salud en situaciones diferentes. El otro día uno de los nuevos meseros derramó las órdenes de tres mesas. Hacían falta unas manos extra en este sitio. El lugar se ha vuelto un verdadero caos sin el equipo completo.

—Lo tomaré en cuenta.



Minutos después estaba completamente centrada en el trabajo, permitiendo que el mantra siguiera repitiéndose en mis pensamientos.

No te dejes llevar por tus emociones.

Poco a poco empecé a notar el efecto, o puede que se debiera al hecho de que me encontraba ocupada. Esperaba estar así el resto de la mañana, en un esfuerzo por alejar las nuevas preocupaciones que Lucian había plantado en mi cabeza. Terminar con el pendiente de la chica seguía siendo uno de esos.

Pasó una hora tranquila. Me encontraba envuelta en medio de las órdenes y había conseguido olvidarme un poco de lo ocurrido, incluso de las chicas, pero no pasó mucho antes de que reconociera a un hombre que se presentó en la puerta, vestido con su singular suéter beige, maletín en mano y un cabello rebelde.

En cuanto entró, Derek me buscó con la mirada. Y sonrió.

Oh por el amor de todos los amantes. Ese hombre me gustaba muchísimo.

Sacudí la cabeza y miré hacia otro lado. Esos eran los pensamientos que más me asustaban, a los cuales me esforzaba por no hacerles ni el más mínimo caso. Los borré de la pizarra que tenía por mente y repetí el mantra con más ímpetu. No debía dejarme guiar por mis emociones.

Tenía que estar centrada, ser objetiva.

Sin errores.

No obstante, como si se trata de una avalancha emocional, mi propia mente me hizo recordar todo lo que había descubierto que sentía por él, pensamientos tan estúpidos y molestos como los sonidos de un mosquito.

Respiré hondo, y esforzándome para pensar en otra cosa, me acerqué a otro cliente para atenderlo. Me obligué a recordar que en ese momento dos de mis hermanas se encontraban heridas por mis malas decisiones, a causa de mis estúpidas ideas y por mis erróneas emociones. No estaba en circunstancias adecuadas para reflexionar en lo que sentía por él, mucho menos con el acuerdo de Lucian tan reciente.

Estuve a punto de creer que lo estaba logrando, pero entonces, como si la ruleta del destino decidiera concordar los deseos de Lucian con mi mala suerte, vi que detrás de Derek aparecía otra silueta.

Se trataba de la chica.

No supe si dejé escapar varios minutos en los que lo único que hice fue contemplarla patidifusa. De algún modo, obtuve fuerzas para seguir moviéndome, atendiendo a un hombre mientras que con el rabillo del ojo todavía la miraba a ella. Fingí no haberla visto, hacer de la vista gorda y concentrarme en el pedido del...

Revisé mi libreta de órdenes.

—Ah, perdone. ¿Podría repetirme lo que pidió? —pregunté con cierta vergüenza.

El cliente frunció el ceño, pero asintió. Repitió el pedido y procuré prestar más atención a sus palabras.

"Concéntrate" me recriminé. "Recuerda que estás haciendo esto por las chicas. Ellas son tu prioridad, nadie más. Katy solo es un medio de distracción para Lucian, así que relájate y continúa como si su presencia no te afectara".

Terminé de anotar la orden y luego me dirigí a la zona de la cocina para que la prepararan. En el camino, vi a Derek ubicarse en su concurrida mesa, mientras que Katy discutía con Wilma a saber de qué.

—Tu idea suena tan estúpida que me parece increíble que consideres... —alegaba mi compañera. La notaba tan indignada al pasar por su lado que decidí no molestarla.

Aunque tener a Katy tan cerca casi hizo que me comiera los dedos.

Mientras esperaba la orden, recordé mis fortuitos encuentros con la chica. No había intercambiado con ella más que una sola palabra, si es que lo había hecho. Las únicas ocasiones en las que nos habíamos visto resultaron extrañas. ¿Cómo iba a abordarla sin que se sintiera planeado?

En un arranque de ansiedad me giré hacia ella, dispuesta a soltar una palabra.

Y vi que Derek me estaba sonriendo desde su mesa.

Amantes, qué lindo era. Me encantaba esa sonrisa, me encantaba...

¡No! Nada de emociones. Tenía que recordarlo.

Nada. De. Emociones.

La voz de la cocinera anunciando que la orden se encontraba lista me regresó a la realidad. ¿Qué demonios estaba pensando? Distraerme por lo que sentía por él sonaba estúpido, patético y poco racional.

Objetiva. Tenía que ser objetiva.

Tomé el pedido y me apresuré a llevárselo al cliente. Wilma y Katy seguían discutiendo.

—O lo haces tú, o lo haré yo —decía en ese momento la chica en tono que no aceptaba réplica—. Sabes por qué lo estoy haciendo, me preocupa que esto...

Cuando entregué el encargo y me di la vuelta, Derek estaba enfrascado en su computador para mi gran alivio. Mientras él no me viera...

Hasta que lo hizo.

Rápidamente volví a apartar la vista, gruñendo en mi fiero interno por no ser capaz de hacer caso de mi propio mantra.

En definitiva, fingir que seguía con la orden de Lucian continuaba siendo una tarea difícil de cumplir.



Katy. Debía enfocarme en Katy.

Mientras atendía al resto de la clientela y meditaba en ello, no apartaba mi atención de ella de forma sutil. Después de la indiscreta discusión que tuvo con Wilma, la chica había regresado con Derek y observaba distraída su teléfono, mientras que él escribía como loco en el teclado de su computador.

En mi cabeza pensé en las distintas maneras de abordarla. Lo común habría sido por medio de un saludo, dedicarle una sonrisa amigable o simple y sencillamente comenzar por hacerle preguntas insignificantes. Tenía a Derek a su lado, y desde que me percaté de que él no dudaba en lanzarme más miradas agradables, posiblemente lo normal hubiera sido que me acercara con la excusa de saludarlo, y de paso, saludarla a ella.

Pero por alguna razón, ninguna de las opciones anteriores me infundía suficiente valor para atreverme a intentarlo. Una parte de mí quería pensar que estaba planeando una estrategia mejor, pero la verdad era, que no deseaba hacerlo. No quería hablar con Katy. Saber que Lucian la tenía en la mira como su siguiente víctima me revolvía el estómago. Pero, también sabía que si no lo hacía pronto, sino le demostraba a él que avanzaba en su plan para ganarme a la chica, tarde o temprano se daría cuenta de que yo no le servía.

Y lo más probable, es que enviara a alguien más.

Lucian era un hombre de recursos, podía hacerlo sin mi ayuda. Pero en ese caso, me tendría más vigilada. Haría algo contra mí por no hacer lo que quería, por no cumplir sus expectativas. Así que pensé en algo que fuera lo suficientemente convincente para que pensara que pretendía llevarla ante él, pero no lo bastante como para que su deseo se volviera realidad.

Suspiré. Debía hacerlo, no tenía de otra. Además, sólo sería por el tiempo que Helga tardara en sacarnos, después nos libraríamos de Lucian y el asunto de la chica quedaría zanjado.

Sólo debía fingir.

Mentir. Una. Vez. Más.

Consciente de ese nuevo plan, pensé en algo con lo que poder acercarme a ella, sin que se viera raro para Derek. ¿Acercarme a charlar con Katy de golpe y con plena confianza? Él no se lo creería. Haría preguntas. Además, si podía mantener mis distancias con él, mucho mejor.

El nuevo mesero pasó cerca de mí, con varias tazas de café tambaleándose con peligrosidad.

Y entonces se me ocurrió.

Recordé mi primer día en el trabajo. Claro, había sido un desastre, pero podía rememorar el momento exacto en el que las tazas de café que llevaba encima estuvieron a punto de caérseme de las manos. Ser mesera en un principio cuando había tanta gente era una carrera de malabarismo, debías pensar tanto en la paciencia del cliente como en llevar la orden correcta, además de mantener el brazo fuerte para llevar varias tazas al mismo tiempo.

Miré al nuevo. Iba a sentirme mal por el pobre chico después de aquello.

Mis ojos siguieron sus movimientos. Iba de una mesa a otra con una ansiedad demasiado palpable. Cargó primero con una bandeja de tazas vacías que había recuperado de una mesa recién abandonada. Cuando pasó de nuevo por mi lado rumbo a la entrada de la cocina, procuré seguirlo de cerca mientras fingía que estaba atendiendo mis otras órdenes pendientes. Y cuando él volvió con sus encargos, esta vez con algunas tazas llenas de líquido, también seguí sus pasos como si no ocurriera nada.

Hasta que pasó cerca de la mesa de Derek y Katy.

Mucho más cerca de Katy.

El chico casi hizo malabarismos, y fue el momento que aproveché para hacer un movimiento imperceptible con mi pie lo que hizo que él perdiera el equilibrio.

Y dejara caer el contenido sobre ella.

El líquido se derramó, aunque atrapé algunas tazas justo a tiempo para evitar que cayeran, sobre todo con la computadora de Derek tan cerca del peligro. El líquido y la ropa de la chica, sin embargo, no corrieron con la misma suerte.

Su cabello terminó empapándosee, escurriendo hasta manchar todo su conjunto.

El chico se quedó paralizado, muchos de los presentes miraron la escena con los ojos muy abiertos.

Yo no dudé en qué hacer a continuación. Me apresuré a tomar uno de los paños para limpiar con premura el líquido de la mesa. Katy, por su parte, se había levantado como resorte y Derek había hecho lo mismo, ambos conmocionados por lo ocurrido. No me atreví a mirar en su dirección mientras limpiaba.

—Una disculpa, señorita —hablé nerviosamente—. Mi compañero es nuevo en el trabajo, por favor, perdónelo.

El chico espabiló en ese instante. Dejó el resto de las órdenes en una mesa cercana y comenzó a limpiar ofreciendo sus propias disculpas sin parar. El repentino silencio del café sólo fue interrumpido por los tartamudeos del joven y algunos cuchicheos. La chica, en cambio, seguía parada secándose el líquido de encima.

Por fin me atreví a mirarla.

La ira se reflejaba en toda su cara.

—¿Pero qué mierda te sucede? —ladró.

Al chico se le enrojecieron las orejas.

—Señorita...

—Tú no —me miró—. Ella.

Parpadeé sorprendida.

La chica me lanzó una dura mirada, y antes de que yo pudiera decir algo, Derek le puso una mano en el hombro.

—Kat...

Ella se volvió a él con ira.

—No. Ahora no.

—Yo... lo siento —alcancé a balbucear—. Pero no entiendo a qué...

Con la misma ira en sus ojos, me arrebató el paño y comenzó a secarse las manchas de té de la ropa. Soltó un gruñido y se alejó furiosa a la salida. Derek suspiró con pesadez. No le vi el rostro, pero sentía sus ojos sobre en mí. Poco después también lo vi alejarse.

Los clientes seguían mirando en mi dirección, al igual que el chico. Con una mala sensación en el estómago, ayudé al nuevo a recoger todo lo que había quedado en la mesa, terminé de repartir mis órdenes y las de él (me sentía un poco avergonzada por lo que el pobre había tenido que pasar), hasta que finalmente decidí llevar a cabo la siguiente parte de mi plan.

Fui por otro par de trapos secos y salí a buscar a la chica.

—Kat, cálmate —le decía Derek, levantando las manos.

—Es lo peor que le puedes decir a una mujer cuando está molesta, ¿sabías?

El cambio del clima entre el café y el exterior me golpeó, enchinándome la piel. Ambos discutían fuera del establecimiento, con Katy esforzándose por quitar lo que quedaba de las manchas. Al acercarme apretó la boca y me miró con odio.

—Lo siento —le ofrecí los trapos limpios—. Te he traído esto, pero en serio, no entiendo a qué te referías con...

—A otro perro con ese hueso —me arrebató los paños—. Como si no hubiera notado que me mirabas todo el tiempo.

Estuve a punto de hablar, pero su confesión me tomó desprevenida.

—Yo... yo no... ¿Qué?

Sus duros ojos me retaron.

—¿Me lo vas a negar?

—Kat —habló Derek—. Ya está bien.

Ella lo fulminó con la mirada. Él puso los ojos en blanco.

—Vale, lo capto. Estoy siendo demasiado grosera —siguió sacudiéndose, y su mirada dejó de irradiar odio, pero estaba tan seria que me descubrí sin saber cómo seguir el libreto que me había construido en la mente—. Un error lo comete cualquiera, ¿no?

Dudé.

—En verdad lo siento.

—Sí, yo también.

Siguió limpiándose, aunque ya no con fuerza. Que ella me hubiera dicho que había notado que la vigilaba me había echado para atrás. ¿Cómo debía abordarla entonces?

—Yo... —vacilé. Ni una palabra se me vino a la mente.

De pronto, ella me examinó de arriba abajo, pasando revista de todo lo que tenía puesto. Me sentí bastante insegura y desvié la mirada.

—¿Te parece si te cambias de ropa? —preguntó Derek.

Katy no le respondió en seguida.

—Me basta con eso.

—En serio lo lamento —dije en un nuevo intento de recuperar la situación—. No pensé que lo del chico...

—Tú ya te disculpaste —me devolvió los trapos, los cuales acepté cohibida—. Supongo que el hecho de que me hayas mirado todo el tiempo hizo que imaginara cosas, ¿verdad?

—Vamos Kat —Derek tomó a la chica de un brazo—, estando empapada y con este clima te dará frío.

La chica se alejó. Estaba segura de que si se hubiera quedado más tiempo habría descubierto lo acertadas que habían sido sus palabras. En cuanto a Derek, él se quedó un momento.

—Iré por mi maleta —dijo. Yo todavía no me atrevía a mirarlo—. Le hacía falta beber un poco.

No respondí ante su intento de aliviar el ambiente, así que entré de nuevo al café. En fin, había sido un acercamiento. A Lucian debía bastarle con eso. Por ahora.

Seguí pensando en las palabras de Katy, "Como si no hubiera notado que me mirabas todo el tiempo" o el "¿Me lo vas a negar?" Con eso me daba cuenta que había hecho un mal trabajo al fingir. Una especie de miedo me invadió al pensar que estaba echando todo a perder, pero tampoco debía martirizarme tanto por eso ¿cierto? Es decir, por fin había hecho un primer contacto, aunque eso conllevara una conversación incómoda.

Llevar el asunto sin sentimientos sí que podría haberme facilitado las cosas.



Dispuesta a no darle más vueltas, me apresuré a tomar todos los pedidos y mantener limpio. Wilma tenía razón, el lugar estaba al borde del colapso. Comprendí por qué a pesar de ser un establecimiento pequeño el anuncio decía que requerían de mucho apoyo. Incluso alcancé a escuchar sonidos desde la cocina de que necesitaban provisión de alimentos.

Cuando pasé a lado de Wilma, vi que ella abría la boca en mi dirección, pero dudó a último segundo y negó con la cabeza.

Sintiéndome libre de una preocupación menos por ese día, me limité a seguir con mis labores. En la cocina noté que la basura se había acumulado, por lo que procedí a sacarla. La tomé y me dirigí al exterior, a través de la entrada del servicio.

—Sam, cuando termines necesito que me ayudes a reagrupar los víveres de la despensa —dijo Wilma cuando pasó de nuevo a mi lado. Su rostro se veía muy acalorado—. Son la provisión para la siguiente semana. Jesper quiere que ahora lo que guardemos allí nos dure hasta el fin de mes. ¿Crees que puedas adelantar algo antes de irte?

Asentí, ocupada en llevar la bolsa de basura hasta la puerta del servicio. Empujé con el peso de mi cuerpo, pero inesperadamente esta se atascó.

Extrañada, empujé una vez más. Algún extraño peso, tal vez alguien, estaba obstruyendo la puerta al otro lado.

Resoplé. No tenía tiempo para eso, necesitaba...

—Te digo que no me gusta.

Me detuve.

—La he visto y no me gusta nada —siguió la voz que no tardé en reconocer.

La voz de Katy.

—Kat, ya hablamos de esto.

—Hablaste, yo escuché. Y ahora hablo yo.

—Ya te explicó que lo anterior fue un accidente, ¿no viste lo que...?

—Esa mujer te está viendo la cara y no te das cuenta.

Hubo un breve silencio.

—¿Cómo lo sabes?

—Se le nota en los ojos.

—Por favor.

Dejé la bolsa en el suelo. Sin saber en lo que estaba haciendo pegué el oído en la puerta.

—¿Esa cara de niña bonita? Puede convencer alguien más, pero a mí no.

—Kat, no puedes juzgar a las personas por su aspecto.

—No es su aspecto lo que me molesta, es... Mira, no sé por qué, pero algo me dice que esa chica solo atrae problemas.

—¿Todo por un accidente? Perdóname si no me muestro de acuerdo contigo, pero eso no fue culpa suya. Tú viste lo que pasó.

Me recargué contra la puerta, y lentamente me deslicé hasta quedar sentada en el suelo. Escuchando.

—Esa chica no paraba de mirarme, ¡estoy segura! De alguna manera teme que descubra que está jugando contigo.

—Ni siquiera estamos... —resopló—. Kat, estás siendo demasiado paranoica.

—Y tú deberías de borrar esa sonrisa de idiota cada vez que te atrapo mirándola.

—Es mi sonrisa de siempre, ¿ya no te gusta?

—Oh, cállate.

Hubo una segunda pausa, y aunque sabía que no debía seguir escuchando, me era imposible no hacerlo. Oír esa conversación debió haberme sentido bien, ¡había llamado su atención! No obstante, estaba conmocionada. ¿Katy sospechaba de mí? ¿Pero cómo?

—No le he estado hablando solo porque me atraiga —lo escuché decir a él.

—¿Ah no?

—No. Bueno, tal vez tiene mucho que ver.

La chica bufó.

—No te tomaba por alguien que se cegaba por una cara bonita.

—¡Que no me estoy guiando por su atractivo! Aunque, estoy seguro de que si la vieras sonreír, sonreír de verdad, me darías la razón. Y cuando la veo leer me hace querer decirle...

—¡Oye! Lo estás haciendo otra vez.

Hubo un suspiro.

—A lo que quiero llegar, Kat, es que no la viste ese día. No viste lo que yo vi.

—¿Cuándo me dejaste plantada quieres decir? Lo siento, continúa.

—Yo... yo vi su expresión. Ella me tenía miedo.

—Con un salario mínimo como el que Jesper ofrece, cualquiera se aterraría por arruinar un aparato como lo era el tuyo.

—Hablo en serio. En verdad creyó que iba a golpearla.

—Pues yo en tu lugar hubiera derramado el café sobre su cabeza.

—¿Quieres olvidar ese accidente y escucharme?

No hablaron durante un momento.

—Derek, si esto es por lo de Amy...

Él gimió.

—Por favor, no de nuevo.

—Sé... sé que sientes que fue tu responsabilidad. Pero no puedes tomar el papel de héroe y procurar salvar a cualquier alma en desgracia con la que te encuentres. Amy no habría querido eso, ¿no se suponía que habías vuelto a escribir por ella? Ahora te has distraído de ese objetivo. Yo... solo no quiero que...

—Kat, ya basta.

—¿Has considerado la propuesta de tu madre?

—Esta discusión se termina aquí. ¿Quieres volver o te acompaño a tu casa?

—Sam —levanté la vista. Wilma miraba en mi dirección con el ceño fruncido—. ¿Qué haces ahí? ¿No ves que necesitamos manos?

—Sí —me apresuré a levantarme—. Sí, lo siento.

Sujeté de nuevo la bolsa de basura. Vacilé en salir y escuché a través de la puerta para averiguar si continuaban afuera. Ya no se oía nada. De todas maneras esperé unos segundos para asegurarme de que se encontraba despejado. Lo que menos quería era enfrentarme a una discusión privada. Cuando me aseguré de que ya no se escuchaba nada, reintenté abrir la puerta con mucha suavidad. Esta cedió por fin.

Al salir no vi a nadie, y dejé salir un poco de aire retenido.

Deposité la bolsa en el basurero.

—No confío en ti.

Me giré de golpe.

—Por todos los... —me llevé una mano al pecho. Al darme la vuelta me encontré a Katy justo a un lado de la puerta, recargada contra la pared y cruzada de brazos.

Con una expresión glacial.

—Katy, no te había visto.

—Guarda tus mentiras para alguien que sí se las crea —se alejó de la pared—. No me tragaré nada de lo que digas.

—No sé de lo qué me estás hablando.

Ella volvió a examinarme de arriba abajo con una mueca.

—Sé muy bien que lo que pasó no se trató de un accidente. No soy tonta.

—Katy...

—E ignoro a qué juegas con Derek, pero no me agrada.

—No juego a nada con él.

Bufó.

—Los he visto. Y tampoco es que él sea muy bueno ocultando lo que piensa. No hay que ser adivino para saber qué rumbo tomará todo esto.

La situación se me estaba yendo de las manos de nuevo. Si Lucian llegara a saber que ella...

—Te vi bajar de ese auto —escupió, haciendo que me tragara todo intento de salvar la situación—. Un auto elegante con un sujeto elegante. Tú pareces encajar más con ese hombre que con este sitio. Dime, Samanta, de todos los lugares bien pagados de esta ciudad, ¿por qué escogiste este precisamente? ¿Qué tuvo de especial?

Estaba acorralada.

—Nada —respondí—. Fue el sitio más cercano que encontré. Me quedaba más cerca de casa.

No se interesó por mi respuesta, en cambio, siguió escrutándome con severidad.

—Seas quien seas y hagas lo que hagas no es de mi incumbencia. Pero lo que sea que estés haciendo con Derek sí, y deberías de dejarlo —su expresión fluctuó, como si se hubiera desprendido de una máscara—. Él es demasiado buena persona.

Pasaron unos segundos en el que creí que añadiría algo más, hasta que dijo:

—Quedas advertida —me fulminó con los ojos una última vez, luego se dio la espalda y se alejó.

Lucian debía estar observándolo todo. Sabía que debía ir tras ella, hacer las paces, mostrar un papel de chica agradable que buscaba su aprobación y ganar su confianza.

Una punzada de ira contra mi ineptitud me lacerócuando, simplemente, la dejé marcharse con libertad.



Coloqué el último de los frascos de mermelada dentro de la caja. Revisé la lista y taché una última casilla, luego contemplé las cajas dispersas en el suelo desde arriba.

Chequé mi reloj. Faltaba cerca de hora y media para que terminara mi turno. Wilma había pedido solamente que me dedicara a adelantar la organización de los ingredientes de la despensa, ¿debía regresar a las mesas? Les eché una ojeada a las cajas y pensé que tal vez si las acomodaba les ahorraría a los demás el tedioso trabajo de guardarlas. No parecían muy pesadas. Tomé una de ellas y... sí, sí lo estaban. Consideré el dejarlas y regresar a mi puesto de mesera para así...

No. Podía con ellas. Solo tenía que hacer un poco más de esfuerzo.

Tomé mucho aire y levanté la misma caja sobre las rodillas para soportar el peso. Los frascos tintinearon en consecuencia al movimiento, pero aun así, con los brazos en gelatina pude posicionarla en la despensa. Aunque con mucha dificultad.

—Sam —llamó Wilma con voz apagada desde el otro lado—. ¿Sigues ahí?

—S-sí. —¡Por fin! La caja se había quedado en su sitio, y tuve que respirar una bocanada de aire antes de reafirmar mi respuesta—. Estoy aquí.

—¿Necesitas ayuda?

Respiraba entrecortadamente. El sudor ya resbalaba por mi frente y sentía la cara acalorada. A ese paso no podría terminar de acomodar antes de que concluyera mi turno.

Era exactamente lo que necesitaba.

—¡Estoy bien! —respondí—. Solo son cajas.

Wilma no agregó ningún otro comentario. Supuse entonces que la habrían llamado para algún encargo.

Escogí otra caja, y repitiendo el mismo procedimiento, respiré hondo para levantarla sobre las rodillas.

La puerta se abrió.

—Will, te dije que puedo hacerlo.

—¿Por qué me esquivas? —inquirió la voz deDerek.

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