Cerré los ojos con el cristal en la mano y decidí aparecerme en Greenwood, pero una media hora más tarde, porque mi teléfono me dijo que desde mi ubicación hasta el orfanato había ese tiempo estimado en auto. Observé hacia todos lados, esperando ver el auto de James o a alguien moviéndose, que me de una pista o algo. Pero cuando no vi ningún movimiento ni oí ruidos supe que había llegado temprano.
El orfanato Greenwood se veía imponente frente a mi. Pero aún no estaba quemado. Lo que me sorprendió, porque según Irina y su versión de la leyenda, el edificio se había quemado hacia muchísimos años. Oí un auto llegando y fue entonces cuando corrí detrás de una de las paredes del antiguo lugar para esconderme.
James detuvo el auto rápidamente, haciendo chirriar las ruedas para bajarse. Tomó a Renzo en sus brazos, quién seguía dormido y caminó lo más silencioso posible hacia la puerta. Su puño se estrelló en la madera varias veces. En el minuto en que tardaron en recibirlo, no dejó de observar hacia todos lados, como si sintiera que alguien lo perseguía.
Una mujer de quizá cincuenta años y un poco más apareció frente a él. Lo observó a los ojos y luego al niño en sus brazos. Él dijo algo que no pude oír mientras le extendía su hijo a la mujer. Ella abrió los ojos algo sorprendida y preocupada a la vez para tomar a mi hermano en brazos. La mujer gritó un nombre dentro de la casa y oí pasos, como si alguien bajara a ayudarla.
Estaba viéndolo todo con mis propios ojos y no había forma de que esto no fuese real. De que esto fuese mentira. Un sueño, un ilusión, o simples jugarretas de la magia. Tenía la verdad frente a mis ojos. James corrió de vuelta al auto para abrir la puerta trasera y sacar a una de ambas bebés del auto, para volver dónde la mujer ya tenía los brazos vacíos para recibir al segundo niño. Al segundo nuevo huérfano. A dos de tres hermanos. Pero desafortunadamente, el tercero de sus tres hijos jamás llegaría al orfanato.
—¡Allá está! —gritó alguien desde la esquina. Moví mi cabeza para ver de quién se trataba, pero solo logré ver a un hombre de quizá treinta y algo de años que no conocía para nada.
—¡Corran! ¡Atrápenlo! —vociferó otro de los que apareció corriendo por la calle.
De pronto, eran unas seis o quizá siete personas las que corrían hacia él. Mi corazón comenzó a latir mucho más rápido de lo normal y tuve un estúpido impulso de salir a ayudarlo. De que no sucediera lo que sea que estaba por suceder. Yo no sabía gran parte de lo que había pasado y por lo que veía en estas ultimas horas, James no nos odiaba. Lejos de eso y por el contrario, nos amaba. Así que se merecía mi apoyo.
Pero apenas saqué un pie fuera de mi escondite, recordé que no debíamos cambiar nada. Ni deshacer, ni evitar. Las palabras de Bernarda, de Nathan, de Irina e incluso de todos los Clarke que en algún momento recordaron que eso era lo último que debíamos hacer, aparecieron en mi mente, dejándome en claro que no debía moverme de mi lugar. Estaba allí para saber la verdad, no para cambiarla.
James notó que lo estaban persiguiendo y volvió a dejar a la bebé en su asiento. Dio un portazo y se subió a tropezones al volante. Dos de los tipos corrieron a una velocidad inhumana hacia él mientras que otro dio un golpe con su puño en la parte de atrás del auto, abollándolo un poco. Abrí la boca, entendiendo que sin duda eran sobrenaturales y cabía la posibilidad de que mi padre estuviese intentando ponernos a salvo de alguien. Tal como Elena le dijo.
Hizo rugir el motor y al segundo de pisar el acelerador, ya se estaba alejando a toda velocidad de la ciudad de Greenwood. Las mujeres del orfanato, las cuales supuse que eran brujas, habían cerrado la puerta del lugar apenas notaron que mi padre huiría de esos tipos y no lograría dejar al tercer niño allí.
A la hermana que nos hizo falta a Renzo y a mi durante toda nuestra vida. A la que no le dieron tiempo de poner a salvo. A mi hermana gemela. Irina.
Noté que el auto siguió el camino que salía por la derecha del orfanato. Y recordaba que la vez que salimos de allí, con Irina desmayada y con Thais hablando hasta por los codos por, Cato nos había dicho que esa calle no tenía salida más que salir a la calle principal. Básicamente, el auto iba a dar una vuelta a la manzana y yo ya tenía la esquina cerca.
Corrí a todo pulmón por detrás del orfanato, esperando que los sobrenaturales no me vieran y si lo hacían, no me relacionaran con James. Porque no sabía si querían asesinar a mi padre, querían secuestrar a sus hijos o simplemente asesinaban a cualquier sobrenatural que encontraran. Pero yo ya no tenía magia, así que no tenía nada que quisieran.
Cuando llegué a la esquina, oí el auto doblando y acercándose a mi. Detrás de un árbol, había una moto apoyada en él. Lo pensé unos segundos, pero luego apreté mis puños y mis labios, replanteándome la idea. Pero al auto se aproximaba y saldría de Greenwood en solo dos cuadras, si lo perdía de vista, no iba a tener idea de a dónde se dirigía.
—Me voy a ir al infierno —mascullé subiéndome a la moto como si fuese mía.
Encendí el motor, apreté el embriague y presioné el acelerador a fondo. Mi cuerpo se movió un poco hacia atrás por la inercia de la velocidad que la motocicleta tuvo al comenzar a moverse, pero cuando tomé la carretera, supe controlarla. Debería agradecerle a Nathan luego por pasar casi cuatro horas enseñándome a conducir la suya.
El auto hizo el recorrido hacia Hills Town, pero no entró en la ciudad. Siguió de largo por más de media hora. Ya no tenía idea de en dónde estaba, pero sabía que con solo envolver mis dedos en el cristal estaría otra vez en el loft de Bastian, era lo único que me dejaba tranquila. Después de media hora más, el auto se adentró en un pequeño pueblo. No tenía ni idea de si aún estaba en Minnesota o había cruzado alguna frontera que no vi.
Entró algunas calles adentro, donde las casas se hicieron más frecuentes y comencé a tomar distancia. Tuve miedo de que se diera cuenta de que lo estaba siguiendo, pero había varios autos y motos pasando por todos lados, y seguro estaba totalmente aterrado por lo que estaba pasando, dudada mucho que se estuviese fijando en mi.
Se detuvo casi en una esquina y se bajó del auto. Me detuve en la moto una cuadra atrás, me bajé y caminé para esconderme detrás de un contenedor de basura. Lo observé y cuando vi que tomaba a Irina en sus brazos para cruzar la calle, noté que la casa a dónde iba, era la casa de la cual mi hermana escapó. La estaba por dejar con su hermano. Tenía que oír.
Caminé como si viviese allí y me escondí detrás del auto que estaba delante del suyo. Para mi suerte, los autos se oían mucho más despacio que cuando entramos en la ciudad. Me asomé por la ventanilla del auto y procuré no tocarlo ni apoyarme porque la alarma podría sonar. La puerta se abrió y quién supuse que era su hermano apareció. Pues eran idénticos, pero James se veía más joven. O tal vez si lo era. Unos cinco años aproximadamente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él con cara de pocos amigos. Como si le estuviese diciendo "¿acaso te invité y lo olvidé?".
—Richard, necesito que cuides de Irina —respondió rápidamente y extendió la bebé hacia su hermano.
Sin embargo, Richard dio un paso atrás, observándola. Lo miró a los ojos y se rio algo sarcástico. Algo me decía que ellos no se llevaban bien, o no se hablaban mucho.
—Estás bromeando —dijo sin dejar de reírse.
—No estoy bromeando. Es en serio. Tengo un clan detrás de mi, temo que puedan hacerle algo —explicó James, meciendo sus brazos de un lado al otro.
—Pero yo no tengo idea de cómo cuidar a una niña, ¿de qué me hablas? —agregó abriendo los brazos, totalmente molesto.
—Te prometo que vendré a buscarla en dos semanas y no la verás nunca más —lo interrumpió antes de que se volviera a negar.
—¿Y dónde está el niño? ¿Tú no tenías un niño?
—Logré dejar a Renzo y a Alison en el orfanato de Greenwood. La hermana de Elena irá por ellos en cuanto esté de vuelta en los Estados Unidos, pero no logré dejar a Irina —explicó trabándose con sus propias palabras.
Entonces sus mensajes tuvieron sentido. James le avisaba a tía Marcia que nos fuese a buscar a Greewood, y nos iría a buscar a su casa cuando pudiese. Cuando no hubiese ningún peligro.
—¿Y qué hay de tu mujer? ¿Por qué no la cuida ella? —preguntó encogiéndose de hombros, queriendo zafar otra vez de la responsabilidad imprevista.
—¡Porque Elena murió durante el parto! —gritó ya furioso.
Richard abrió los ojos y se quedó estupefacto mientras Irina comenzaba a llorar, del susto que le había causado el grito de su padre.
—Lo siento, lo siento. Sh, no llores —le susurró a Irina, meciéndola mientras él también comenzaba a llorar en su lugar para volver a mirar a su hermano, que seguía petrificado—. Murió hace unas horas y yo... No puedo con todo ahora —jadeó llorando.
Richard observó a la bebé que ya se había calmado pero ahora era su hermano quien lloraba. Volvió a verlo a los ojos, suplicándole que accediera a su pedido.
—Por favor, estoy desesperado. Te lo suplico. Haré lo que tu necesites, solo... Por favor —volvió a pedir moqueando en el porche.
Su hermano se pasó la mano por la cara y cambió su peso de pierna, pensando qué hacer. Se lamió los labios, probablemente imaginándose cómo sería tener a una bebé en su casa por quince días.
—¿Solo dos semanas? —preguntó observándolo de soslayo. James asintió con la cabeza repetidas veces. Richard soltó una bocanada de aire y extendió sus brazos. —Dame a la niña —pidió—. Hago esto solo porque entiendo que debe ser un momento de mierda para ti.
—Gracias, gracias —repitió entregándosela junto con un bolso— Allí está todo lo que vayas a necesitar.
—Le pediré ayuda a mi vecina de todas formas —habló tomando a la bebé con algo de asco—. Más te vale que te vea en mi puerta en quince días.
—Te prometo que aquí estaré —dijo James. Pero yo sabía que esa promesa no se cumpliría. Bajó los escalones del porche para volver a su auto, pero su hermano lo llamó.
—James —lo detuvo y él se volteó a verlo. —Lamento mucho lo de Elena. Y no sé que está pasando, pero ten mucho cuidado —advirtió.
—Siempre lo tengo —habló asintiendo con la cabeza y corrió otra vez hacia su auto.
Richard cerró la puerta y no pude ver más nada. James encendió el motor y desapareció de allí, pero yo me quedé sentada en la acera de esa ciudad desconocida para mi. No me moví para subirme a la moto y seguirlo, porque ya no tenía sentido alguno. Ya había visto todo lo que necesitaba, ya sabía la verdad. No iba a seguirlo para ver como lo asesinaban, para ver como nunca volvía por Irina. Para ver como tía Marcia iba por nosotros, pero James no.
Tomé el cristal y cerré los ojos, intentando que las lagrimas en mis ojos no influyeran en mi mente, pensando en el loft de Bastian. Luego de algunos segundos, en los que no sentí para nada el remolino debajo de mi por estar pensando en todo lo que había viso. Abrí los ojos y ya estaba en mi cuarto, igual que varias horas atrás. Pero con la diferencia de que sabía todo lo que había pasado con mi familia.
Y no solo había descubierto que mi padre intentaba protegernos, sino que también nos amaba. Y que si no volvió, fue porque lo asesinaron antes de poder hacerlo.
**
Nota de la autora: PUM! Golpe bajo para todas las que odiaban al padre de Ali. Se imaginaron alguna vez que algo así podía haber pasado? O simplemente creyeron lo que ella creyó?
Gracias por leer, votar y comentar💜
Besos sobrenaturales,
Sofi Garrido✨