Dulce tentación [#3]

evelynxwrites tarafından

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Él la ve como su mejor amiga. Ella lleva años enamorada de él. Él dibuja. Ella escribe. Y el maravilloso arte... Daha Fazla

SINOPSIS
PROLOGO
capitulo 1
capitulo 2
capitulo 3
capitulo 4
capitulo 5
capitulo 6
capitulo 7
capitulo 8
capitulo 9
capitulo 10
capitulo 11
capitulo 12
capitulo 13
capitulo 14
capitulo 15
capitulo 16
capitulo 17
capitulo 18
capitulo 19
extra: tara&owen
capitulo 20
capitulo 21
capitulo 22
capitulo 23
capitulo 24
capitulo 25
capitulo 26
capitulo 27
capitulo 28
capitulo 29
epilogo I
epilogo II
PLAYLIST

capitulo 30

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evelynxwrites tarafından

MADELEINE

<<Tengo que decirle>> pienso. Sé que lo supone, porque en un par de ocasiones se lo di a entender de forma implícita, pero necesito estar segura de que lo sabe. Coloco las manos sobre su pecho, procurando tener un momento antes de continuar.

—Ty es... Es la primera vez que hago esto —advierto, para que se haga la idea de que tal vez sea realmente mala.

—Pero quieres hacerlo, ¿no? ¿O lo imaginabas de otra forma? —pregunta. A pesar de que hablamos, sus manos no dejan de tocar mi cuerpo. Se mantienen pegadas a mi cintura.

—No. Quiero decir, sí. Si quiero hacerlo —pronuncio, ligada a una fuerte sensación de seguridad—. Lo imaginé contigo —completo, mordiendo mi labio ligeramente. Nunca pensé en los típicos detalles, no imaginaba una habitación repleta de flores ni tampoco un hotel de lujo. Lo único que deseaba era la persona indicada y la tengo, sí que la tengo. No quiero esperar un minuto más.

Tyler sonríe transmitiendo calma, acaricia mi barbilla y con su pulgar delinea el borde mis labios.

—Si quieres detenerte, solo tienes que pedirlo —deja en claro, siendo la última señal que esperaba para dar rienda suelta a lo que se aproxima. Es tranquilizador saber que se detendrá si en algún momento mis inseguridades obligan echarme hacia atrás... Pero no pasará, porque el amor que tenemos es más fuerte.

Tomo la delantera y reinicio el beso que quedó expectante justo antes de la conversación. Su agarre, nuevamente en mi cintura, me presiona hacia él.

Es dulce percibir el modo en que sus dedos tiemblan ligeramente al intentar bajar la cremallera del vestido. Reconozco que es extensa, inicia al comienzo de la espalda y acaba llegando al final de mis caderas. Así que, para facilitar la tarea, me despego y giro, dándole la espalda. Por unos segundos, anhelo con locura volver a percibir su tacto sobre mí. No me da tiempo a desearlo más. Tyler lleva mi larga cabellera hacia un costado y sus piernas rozan las mías, mientras sus manos encuentran con seguridad el cierre y lo deslizan hasta que mi espalda queda al descubierto. Con parsimonia, sus manos pasean a través de mi cintura y se abren camino hasta los hombros, procurando que la prenda de vestir caiga. Todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se disparan.

En la pared de la habitación, cuelga una tira de pequeñas de luces que dejamos encendidas y, aunque transmiten un leve destello, tengo que tomar coraje suficiente antes de voltear, luciendo tan solo ropa interior. Nunca me había mostrado ante alguien de esa forma, pero los ojos de Tyler se encienden, en señal de que le gusta lo que ve. Aún de pie, se quita las zapatillas y baja a la altura de mis plataformas, para ayudar a quitarlas. Luego de hacerlo, me sorprende el camino de besos húmedos que proporciona al subir, lentamente, primero por el interior de mis muslos, pasando por mi abdomen, el inicio de mis pechos y, finalmente, encontrando mi boca.

Permanezco estática, consumida por un fuego poderoso habitándome con tanta furia, que me hace temblar. Continúo el beso y decido que tengo que hacer algo, incluso siendo una completa inexperta en lo que acontece. Deslizo las manos por su torso, llego al inicio de su pantalón y desprendo el botón, después, deshago la cremallera e impulso la prenda hasta hacerla caer. Él se ocupa de dejarlo a un lado y entonces, vuelve hacia mí. Me sostiene, para dejarme sobre la cama que está detrás. Recostada, respiro hondo, tratando de controlar los nervios y lo sostengo por cuello para besarlo otra vez, impidiendo que se aleje.

Lo quiero cerca. Lo quiero tan cerca como sea posible.

Al mismo tiempo, sus manos exploran ansiosas bajo la superficie del sostén, causándome un torbellino de sensaciones que se concentran en la parte baja de mi vientre. Tras profundizar el beso, toma una leve distancia y se hunde en mi cuello, consiguiendo incrementar el cosquilleo. Entre jadeos y caricias que se tornan cada vez más atrevidas, Tyler me desprende el sostén y lo quita con tranquilidad, dando tiempo a retractarme. Y aunque una parte de mí, desesperada, quiere cubrirse de inmediato y acabar con todo, me opongo. La inseguridad pierde sentido cuando visualizo su rostro y recuerdo que se trata del chico en el que deposité mi confianza y nunca me defraudó.

Estoy a salvo con él.

Sus labios descienden a mis pechos, besa uno y da mordiscos suaves, luego pasa al otro, repitiendo la acción, al mismo tiempo que sus dedos estimulan el que quedó libre. La sensación es tan avasallante, que destierra cualquier tipo de inseguridad momentánea.

Quiero esto. Lo deseo tanto.

Sin miedo, doy inicio a otro beso intenso y me atrevo a avanzar con una mano, rozando su erección. Él emite un jadeo y comprendo que le gusta, por lo que continúo el trabajo, me adentro bajo su bóxer y atrapo su miembro con mi mano. Tyler me da una mirada, entre excitado y sorprendido, y yo le sonrío, percibiendo mis mejillas sonrojadas, a causa del calor y un tanto de vergüenza. No soy una experta, pero sé que esto lo debemos disfrutar ambos. No quiero quedarme en la cama simplemente dejándome hacer.

—¿Lo estoy haciendo bien? —me inclino a preguntar, todavía moviendo la mano de arriba hacia abajo, intentando seguir un ritmo. Él asiente mientras percibo como su erección se incrementa, da la impresión de que está abrumado por la intensidad y eso me enciende aún más.

—Perfecto para ser una principiante —alcanza a murmurar cuando le doy un descanso. Entonces, me sorprende al tomar mis manos y elevarlas por encima de mi cabeza—. Toca devolver el favor —sonríe con cierta malicia sobre mis labios, su respiración agitada se mezcla con la mía.

Lo primero que hace, es quitarme la última prenda interior que me queda y la ansiedad que me produce aquel simple movimiento es desesperante. Inquieta, bajo la mirada para averiguar hacia donde se dirige y noto que sus dedos se acercan peligrosamente a mí sexo húmedo. Sin querer evitarlo, mis caderas se arquean, esperando su toque.

Sus dedos atacan, se hunden en mi sexo y frotan al encontrar mi punto más sensible. De manera inevitable, empiezo a gemir al compás de sus movimientos, sumergiéndome en una marea de placer y espasmos que soy incapaz de controlar. Una marea que toca su punto más alto y se desborda, haciéndome sentir que estoy flotando en un universo que desconocía.

Todavía intento recuperarme de aquel torbellino, cuando sus labios encuentran nuevamente los míos, Tyler toma mi cabeza, besándome con ternura. Mis pechos erguidos entran en contacto con la suave piel de su torso y al mismo tiempo, percibo su creciente erección entre mis piernas. Y lo sé, el momento está llegando. Le hago saber que estoy lista, posicionando los dedos al extremo de su bóxer y tirando la prenda hacia atrás, en un afán de deshacerme de ella. Él se encarga de finalizar la tarea y seguido, se extiende hasta encontrar un condón en la mesita de noche.

Me da una mirada antes y asiento, animándolo a seguir.

—Hazlo ya —menciono, porque de algún modo, soy consciente de que lucho contra una inseguridad que ahora mismo no está, pero podría aparecer. Simplemente no quiero arruinar esto.

Él sonríe divertido ante el pedido.

Rasga el paquete, se coloca el preservativo y se acomoda entre mis piernas, apuntando su miembro hacia mi entrada. Respiro hondo, y en un intento desesperado por acercarlo, rodeo su cintura con mis piernas, lo impulso hacia a mí.

Sin embargo, Tyler es paciente, por lo que baja los besos hacia mis pechos, provocando que el deseo de sentirlo en mi interior sea aún más grande.

—Tienes que decirme si duele o quieres que me detenga —me mira, demostrando que lo hará pronto. Su erección roza mi sexo, lo que me termina de enloquecer. Creo que además de ser considerado, está jugando. Por la forma en que se mueve, está intentando llevarme al límite.

—Sí, lo sé —acaricio su cabello, detrás de la nuca—. ¿Puedes hacerlo ya? —pido, mi cuerpo encendido por la excitación viva.

En respuesta, él echa una sonrisa encantadora y cumpliendo mis expectativas, encaja sus manos en mis caderas.

Lo hará.

Se inclina, besa dulce y sutilmente mis labios, y lo hace.

Comienza a adentrarse con una lentitud que consigue aumentar mi ansiedad, a pesar de la pequeña incomodidad que experimento, algo que suponía sentir, porque es la primera vez. No obstante, a medida que mi cuerpo se acostumbra, empieza a sentirse mejor.

Él deja de besarme, me contempla con los ojos repletos de una mezcla ideal entre ternura y malicia, y reanuda el acto con energía, aumentando la velocidad del movimiento de las caderas y desistiendo de poner pausa entre cada penetración. Presa de una ola de placer, mis dedos se hunden en su espalda, estoy nuevamente al límite.

Finalmente, alcanzo el orgasmo y él permanece un poco más dentro de mí, hasta que llega a su punto máximo y lo observo siendo consumido por esa sensación tan arrolladora y adictiva.

☽♡☽♡☽♡☽

La claridad de la mañana colándose por la ventana golpea con suavidad mi rostro hasta despertarme. Restriego mis ojos, hundida en medio del colchón, entre las sábanas blancas y medianamente desechas de la cama de Tyler. No está a mí lado, pero todo a mí alrededor huele a él. Me siento extraña al darme cuenta que no llevo ninguna prenda, pero extraña en un buen sentido. Podría amanecer cada mañana aquí, de esta manera y no me importaría.

Pequeños retazos de la noche anterior se muestran en mi cabeza. Sonrío para mí misma, mientras me cubro la cara con las manos, regodeándome de una felicidad innata. No lo soñé. Pasó y superó mis expectativas.

Todavía repleta de ilusión, escucho los sonidos que provienen de la cocina. Debería esperar aquí, pero la ansiedad no me lo permite. Salgo de la cama, tomo prestada una camiseta de Tyler que saco de su armario, luego paso por el baño, cepillo mis dientes y acomodo mi cabello con las manos. Finalmente, dirijo mis pasos hacia la cocina.

Tyler está de espaldas, preparando el desayuno, mientras tararea una canción a un volumen que apenas puedo percibir. Vuelvo a sonreír, derretida por su encanto natural. Solo viste un pantalón de chándal gris y no lleva camiseta, su torso desnudo me llama a tocarlo. Ligera, rompo la distancia que prevalece y lo sorprendo rodeando su cadera por detrás.

—¿Necesitas ayuda? —pregunto, después de notar como me recibe con una sonrisa.

Niega.

—Se suponía que iba a sorprenderte. Sé que amaneces hambrienta, Maddie —musita divertido y tiene razón, necesito desayunar bien por las mañanas para funcionar. Damon dijo una vez que heredé de él esa costumbre. Me pongo en puntas de pie y le dejo un beso en la mandíbula.

—El problema es que ahora no es suficiente con la comida. También te quiero a ti —mis comisuras se elevan inocentemente e incluso, me sorprendo de mí misma al encontrarme hablando en doble sentido.

Entonces, Tyler abandona lo que está haciendo y se voltea, sostiene mi cara y me besa suave en los labios.

—¿Eso te alcanza para dejarme terminar el desayuno?

—Servirá por unos minutos —aseguro, separándome. Le doy un último vistazo, es tan intensamente hermoso que, el hecho de que seamos tan cercanos, no evita que siga poniéndome nerviosa ante su presencia. Juego con el extremo de mi cabello, envolviendo un mechón en mi dedo índice y balanceándome sobre mis talones—. Te espero en la cama.

☽♡☽♡☽♡☽

TYLER

Dejo la bandeja con los restos del desayuno sobre el escritorio y diviso la carpeta que prepararé durante las dos semanas que descansé en casa de Damon. Se suponía que serían dos semanas de calma, pero han sido caóticas en diversos sentidos.

Mi padre se marchó hace tiempo, pero los viejos días que pasé con él, se reinstauraron en mi memoria. Entendí que su maltrato dejó secuelas inalterables. Depositó actitudes y costumbres en mí, que recibí e incorporé, porque mi personalidad era una especie de lienzo en blanco: no había ningún color, ninguna figura, ninguna dirección. Desconocía mi verdadera identidad y necesitaba sentir que era alguien.

Sin embargo, entendí que me distingo de él. Cometo errores, pero soy capaz de remediarlos –o al menos lo intento-, tengo malos pensamientos, pero mi voluntad para contraponerme es más fuerte. Lo que él trató de manipular, se vuelve cada vez más lejano y está mutando a una sombra casi imperceptible.

Me convertí en alguien ajeno a él.

La vida me colocó en otro sitio, donde mi hermano mayor me mostró posibilidades que desconocía. Y en medio de ese proceso complicado, encontré a Madeleine. La persona que me llevó lejos del pasado, la que sin saberlo alejó cualquier partícula tóxica de mí y me mostró una nueva luz.

Su cabello pelirrojo resalta entre el blanco de las sabanas, me encanta ese contraste de colores. Me encanta su cuerpo encajando entre mis manos, mis labios probando su piel, la sonrisa angelical que pone cuando me ve regresar a la cama con el cúmulo de papeles.

—¿Qué traes ahí? —curiosea.

—Ya lo verás —digo jugando con su paciencia. Me incorporo sentado en la cama y sin perder tiempo, se acomoda sobre mí, colocando las piernas, una a cada lado. Aquel simple roce provoca una corriente de calor que se expande a través de mi cuerpo. Tengo que ejercer un enorme control para retomar lo que se suponía que iba a mostrarle.

—¿Ya puedo ver? —insiste, ubicando sus manos en mis hombros.

Río levemente a causa de su infantil curiosidad e inicio a sacar el conjunto de hojas que yacen dentro de la carpeta.

—Hace un par de semanas, dijiste que a tus poemas les faltaba algo —explico, entregando los papeles para que pueda contemplar lo que hice—. Para mí están perfectos, pero me tomé el atrevimiento de agregar dibujos —sus ojos se abren de par en par, ilusionados mientras descubren lo que hice. Los dibujos están compuestos por un simple trazo negro, que da forma a imágenes abstractas de personas que reflejan los sentimientos transmitidos por las palabras—. Me inspiré en nosotros para algunos —señalo el que está mirando, se trata de una pareja que se contempla con la cabeza erguida, él es más alto y ella le llega al pecho.

Maddie permanece en silencio, pero aprecia el dibujo paseando sus dedos por encima, con delicadeza, como si temiera dañarlos.

—Hiciste arte, Ty. No sé qué decir —dice y seguido, nos funde en un abrazo. Entonces, comprendo lo afortunado de que soy. Encontré el amor en su forma más pura. Quiero esto para siempre—. Deberías usar esto para presentar en alguno de tus trabajos... Es precioso. De verdad —ella acaricia un costado de mi cabello, hasta la parte trasera de la oreja. Aquel cosquilleo trae más calma.

—No. Son exclusivamente para ti —aseguro, envolviendo su cintura—. Además, tengo que decirte otra cosa sobre el dibujo —me animo a expresar ese tema. Es una idea que apareció en mi cabeza mientras pensaba en casa de Damon y la verdad, siento que debo ir tras ella. Maddie será la primera en saberlo.

—Dime.

—Voy a cambiar de carrera —anuncio, ella eleva las cejas, sorprendida—. No me malinterpretes, amo el dibujo y se me da bien, pero cuando tuve que elegir que estudiar... Fue tan repentino. De pronto se me abrió un abanico de posibilidades que jamás en la vida imaginé, fue... Abrumador. Elegí lo que parecía lo indicado.

—¿Y ahora?

—Este año tuve la posibilidad de conocerme mejor. Estoy seguro de lo que elegí —admito, ella muestra su expresión expectante a saber lo que decidí—. Psicología —revelo—. ¿Qué tal? ¿Me ves ahí? —pregunto, inquieto por saber lo que está pensando.

Ella asiente de inmediato.

—Te veo a donde sea que estés feliz.

Sus ojos están fijos en los míos y corrompo esa conexión para inclinarme y besarla en los labios.

—Solo quiero pedirte un favor. No dejes de lado el dibujo porque quiero que diseñes todas las portadas de mis libros. Bueno, si es que llego a publicar algún día —demuestra su espíritu soñador por excelencia. Aquello también me enloquece. Cuando se deja ver en su estado natural, no tiene miedo de mostrar que sus sueños no poseen límites.

—Vas a publicar mil libros si así lo quieres y yo voy a ilustrarlos a todos —prometo. Ella sonríe emocionada, su frescura completa mis partes vacías.

Descubrí que hay tres cosas que me apasionan en el mundo: el dibujo, la psicología y ella. Le quito los papeles de las manos, dejándolos sobre la mesita de noche para que no estorben cuando regreso a sus labios y cuelo las manos por debajo de la camiseta. Deslizo los dedos por los costados de su abdomen y ella invade el ambiente con carcajadas.

—Lo siento. Es que me haces cosquillas —se justifica, cargando una ternura que le fluye hasta por los poros y que consigue transmitirme al instante. Beso el contorno de sus mejillas entre carcajadas. Aquello, me lleva a experimentar una felicidad que no había sentido nunca. Siento que lo tengo todo: una familia, amigos y la chica que amo riendo entre mis brazos.

Tomo una pequeña distancia, sencillamente apreciando lo que está pasando.

—Gracias, Maddie —ella observa un tanto confundida—. Gracias por estar conmigo y haberte quedado cuando las cosas se pusieron difíciles.

Ella suspira, sus ojos repletos de paciencia y amor se pasean sobre mí.

—Hicimos un pacto una vez, ¿recuerdas?

Asiento de manera instantánea.

Estamos lejos de casa, pero nos tenemos el uno al otro —pronunciamos al unísono. Aquella frase lo resume todo, somos nosotros en la máxima expresión.

Dejo el pasado, abrazo el presente y espero que el futuro me encuentre así siempre:

Al lado de la persona que comenzó siendo mi dulce tentación y acabó pintando mi mundo de colores, les dio sentido a mis pensamientos y sin saberlo, tomó mi mano ayudándome a hallar una dirección.

La que me enseñó sobre amor y sueños, y escribió poesías sobre mis cicatrices.

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