El Rey Oscuro [En Librerías]

By JessRe

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"El miedo es poder" More

¡El Rey Oscuro en librerías!
Sinopsis 👑
Prólogo 👑
Capítulo 1 👑
Capítulo 2 👑
Capítulo 3 👑
Capítulo 4 👑
Capítulo 5 👑
Capítulo 6 👑
Capítulo 7 👑
Capítulo 8 👑
Capítulo 9 👑
Capítulo 10 👑
Capítulo 12 👑
Capítulo 13 👑
Capítulo 14 👑
Capítulo 15 👑
Capítulo 16 👑
Capítulo 17 👑
Capítulo 18 👑
Capítulo 19 👑
Capítulo 20 👑
Capítulo 21 👑
Capítulo 22 👑
Capítulo 23 👑
Capítulo 24 👑
Capítulo 25 👑
Capítulo 26 👑
Capítulo 27 👑
Capítulo 28 👑
Capítulo 29 👑
Capítulo 30 👑
Capítulo 31 👑
Capítulo 32👑
Capítulo 33 👑
Capítulo 34 👑
Capítulo 35 👑
Epílogo 👑
Extra [01]
Extra [02]

Capítulo 11 👑

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By JessRe

Luca

Mantuve mi mente ocupada en el trabajo al día siguiente. Revisé mis cuentas, próximos eventos y los acuerdos comerciales. Hablé con mi tutor para notificarle que mis estudios estarían en pausa los próximos meses. No podía concentrarme en los exámenes y el estrés me consumía.

Escuché comentarios de que era estúpido estudiar medicina cuando ya me había manchado las manos, pero mi fascinación hacia la carrera no me detuvo. Durante tres años utilicé mis conocimientos para torturar a aquellos que no seguían las reglas que impuse en Palermo. Le salvé la vida a Gian y estaba preparado si surgía cualquier situación grave relacionado a la salud.

También había tomado clases de ruso durante dos años completos y me ayudó a perfeccionar el idioma. Lo hice por ella. Esa maldita frase que susurró cuando le dije que mi único propósito era conquistar su corazón seguía en mi memoria.

Mordí el bolígrafo y di vueltas en mi oficina. No entendía la actitud de Kiara. Ella amaba a Alayna y de repente me dijo todas esas palabras hirientes como si odiara a la mujer que nos devolvió la libertad. Me estaba ocultando información y no iba a descansar hasta descubrir la razón. Alayna no me abandonó porque quiso. La convencieron de que lo hiciera. Nadie me quitaría esa teoría de la cabeza.

—¿Señor? —Fabrizio tocó la puerta y me detuve con una respiración profunda.

Odiaba torturarme a mí mismo, pude ahorrarme tantas cosas si no dejaba la búsqueda de su ubicación en manos de otra persona. Mi recuperación de las balas que recibí en el pecho hacía tres años me costó meses y fui muy ingenuo al creer que podría confiar en terceros mientras sanaba.

—Adelante—Cerré los ojos mientras el dolor de cabeza aumentaba.

No podía seguir con esta incertidumbre. Me volvería loco.

—Puedo volver en otra ocasión si lo desea—dijo Fabrizio—. No lo veo bien.

Forcé una sonrisa y negué.

—Estaré bien. Dime qué se te ofrece y distráeme de la realidad —Me senté en el escritorio, frotando mi rostro—. Perderé la cordura si no concentro mi mente en otra cosa.

—¿Es por ella? —inquirió Fabrizio.

—¿Existe otra persona que me ponga en esta situación? No, solo ella—suspiré—. La vi, Fabrizio. Ayer la vi en el evento, pero huyó de mí. No quiso mirarme en la cara.

—Su reacción es comprensible —murmuró mi hombre más leal—. Alayna es una mujer inteligente y puedo apostar que está al tanto de cómo es su vida actualmente. Usted está casado y tiene un hijo. ¿Cómo cree que le afecta esa noticia?

La desolación hundió mi corazón y volví a cerrar los ojos. Nunca olvidaría su escena de celos cuando me vio con Isadora en la fiesta. Se sentía insegura y me dijo que ella no podría ser el mismo tipo de mujer. ¿Cómo llegó a pensar que esperaba más? Todo lo que deseaba en el mundo era ser feliz a su lado.

—Joder...

¿Qué lograría de todos modos si la encontraba? Quizás ella estaba con alguien más y no me aceptaría con el paquete completo. Tal vez me había olvidado y ya no me amaba como creía.

—Pienso que ambos necesitan hablar seriamente. Solos. Sin que nadie influya—añadió Fabrizio—. Si la encuentra podrá tener la tranquilidad que no ha sentido en tres años.

Desvié los ojos.

—Claramente ella no quiere volver a verme.

—Entonces deberá convencerla.

Maldita mariposa testaruda. La odiaba por hacernos esto e irse sin detenerse un segundo a pensar en mis sentimientos. Si tan solo habláramos con claridad las cosas desde un principio. ¿Por qué permitió que alguien más influyera en nuestra relación? En Londres estaba convencido de que seríamos felices juntos. Dijo que me amaba y sabía con convicción que no mentía.

Ella seguía siendo mía.

—Quiero que esto quede entre nosotros, ¿de acuerdo? —solicité—. Puedo hacerme una idea exacta de dónde puede estar.

Fabrizio asintió.

—Siempre seré leal a usted, señor.

—Bien—Tomé una respiración profunda y me pasé la mano por el pelo—. ¿Cómo está nuestro invitado?

Era momento de centrar mis pensamientos y recordar qué había otros problemas qué resolver. Detecté más fraude en mi cuenta bancaria, pero la suma era una cantidad absurda. Fernando me estaba robando descaradamente y no podía seguir permitiéndolo. Me llevaría a la ruina.

—Aterrorizado. Pidió verlo más de diez veces y amenazó con matarme.

Podía seguir gritando todas las veces que quisiera. No saldría vivo de aquí. Había tolerado suficiente y ya no perdonaría otro robo. Fernando recordaría quién mandaba en Palermo. Al diablo con sus influencias. Tenía pruebas en mi poder que destruiría su carrera política. Él debería estar asustado. Yo no.

"Tu suegro te dará una patada en las pelotas cuando ya no le seas útil"

No me gustaba aceptar que Boticelli tenía razón. Fernando Rossi pronto se pondría en mi contra y necesitaba matarlo antes de que las cosas se salieran de control.

—Lleva a Laika al sótano —ordené—. Tengo un trabajo para ella.

Fabrizio me dio una sonrisa entretenida.

—Su mascota tendrá una indigestión.

—Laika es una perra lista —aseguré—. Ella le dará un pequeño susto.

Fabrizio no replicó. La última vez que Laika atacó a uno de los traidores le arrancó varios dedos de las manos. Se mantenía fiel a mí, mi más leal servidora. La única que nunca me daría la espalda.

👑

Después de darme un baño y cambiarme a uno de mis trajes, me dirigí a la mazmorra. El banquero estaba amarrado a una silla, su nariz rota y camisa manchada de sangre. Laika gruñó furiosamente, ladró y se estiró para llegar a él. Fabrizio sostuvo su correa. Mi víctima se encogió observándome con ojos suplicantes. Me encantaba ver lo que el miedo era capaz de hacerle a las personas y el poder que me otorgaba. Muchos hombres perdieron el honor por culpa del miedo. ¿Qué tan patético era morir de rodillas?

—Sé que me estás robando, Dante. Casi diez millones de euros.

Dante gimió y alejó sus pies de Laika. Ella mordería cuando escuchara una petición de mi parte. Se veía más aterradora que nunca con el collar puntiagudo y saliva en la boca. Estaría muy asustado si no la conociera.

—No sé de qué hablas.

Estúpido.

—Laika —dije y acomodé mi corbata.

La perra reaccionó inmediatamente y clavó todos sus dientes en la pierna del traidor. Me mantuve indiferente mientras lo oí gritar y tratar de defenderse. No podría con ella. En cuestión de segundos sus huesos serían triturados si no la frenaba.

—¿Estás seguro de que no sabes nada?—pregunté de nuevo en voz baja—. La próxima vez será tu brazo o tu rostro.

Dante negó y Laika aplastó los dientes en su pierna derecha. Lo sacudió de un lado a otro mientras gruñía rabiosa. Desde que fue madre era más violenta y sobreprotectora. No solo con sus crías, también conmigo. Nadie me levantaba la voz en su presencia.

—¡Tú ganas! —exclamó Dante con lágrimas en los ojos—. ¡¡Dile que pare!!

Compartí una sonrisa maliciosa con Fabrizio.

—Laika, detente —ordené, pero ella no obedeció—. Basta ya, Laika. Abajo.

La doberman cayó de lado y se giró en su espalda, las cuatro patas en el aire. Fabrizio se acercó para rascar su panza como si fuera lo más normal del mundo. Él no le temía y Laika lo respetaba. Dante lloriqueó de dolor mientras la sangre causada por la mordida manchaba el suelo.

—¿Trabajas para el gobernador? —inquirí—. ¿Qué te hizo tomar esta decisión? Todos saben qué les pasa a los traidores en Palermo. Olvidaste a quien le debes lealtad.

Se dobló en la silla, la mueca dolorosa permaneció en su boca y se le escapó un sollozo. Su pantalón estaba desgarrado y tenía la pierna torcida. Sentiría lástima si no fuera un traidor. No removió nada en mí. Él eligió su final cuando decidió robarme.

—No olvidé a quien le debo lealtad —habló con dificultad—. Accedí trabajar con alguien que me ofreció mucho más.

Controlé la rabia que poco a poco iba tomando impulso. El dinero siempre era la cuestión. Mi duda era en qué lo invertía Fernando. ¿Apuestas? ¿Placeres? Había algo turbio aquí.

—Confírmame si Fernando está detrás de esto—manifesté—. Hazlo ahora o mi doberman destrozará tu cara.

Laika volvió a gruñir como prueba y Fabrizio le quitó el trozo de tela estancado entre sus colmillos puntiagudos.

—Fernando Rossi hace cinco meses exactamente me ordenó que pasara parte de tu dinero a otra cuenta bancaria—explicó Dante—. No me dio muchas explicaciones al respecto y no me atreví a preguntar. Lo lavamos en tus negocios.

Mi mandíbula se apretó. Durante tres años me había asegurado de que mis negocios no se vieran involucrado con nada relacionado a la mafia. Las cadenas de restaurantes al igual que los hoteles estaban limpios de cualquier fraude. Este hijo de puta lo arruinó.

—¿Qué más?

Dante siseó de dolor. Sus ojos me suplicaban porque él ya sabía su final.

—Él tiene sus propios prostíbulos clandestinos y todo lo que he robado los invirtió en la compra y venta de mujeres—informó—. No le importa tus intereses, siempre velará por lo suyo. Eso incluye robarte más dinero y quitarte del medio.

Soné mis nudillos, preparado para lo que venía a continuación. Lo sospechaba, pero no quería llegar a ciertas conclusiones muy rápido. Quise darle el beneficio de la duda y fui decepcionado. El nombre de Fernando Rossi acababa de ser agregado a mi lista de enemigos y próximas muertes. No creía que a Isadora le importaba. Iba a liberarla del parásito de su padre y viviría sin miedo a ninguna represalia.

—¿Eso es todo?

Negó.

—Está planeando algo en tu contra. No me dijo los detalles, pero estuvo asistiendo a reuniones con distintas organizaciones mafiosas.

Luché contra una furia tan oscura que la razón huyó de mi mente. Hacía tiempo dejé de sentir remordimientos por los traidores. Ellos merecían cada ejecución que les había dado. No tuvieron consideración hacia mí y yo no les debía compasión. Si Fernando frecuentaba a otras organizaciones significaba que quería poner a alguien más en el mando de Palermo. Yo había limitado muchos de sus negocios sucios.

—¿Vas a matarme? —preguntó Dante con un sollozo—. Me necesitas.

—Yo no necesito a los traidores.

Saqué el arma que guardaba en la cintura de mis pantalones y apunté su cabeza. Los ojos de Dante se abrieron de par en par y se sacudió en la silla.

—Espera, Luca.

Demasiado tarde.

Disparé su cabeza y murió en dos segundos. Laika siguió jugando en el suelo, Fabrizio no cuestionó mi decisión. No planeaba dejarlo vivo después de todo. ¿Para qué? Iría corriendo con Fernando y le hablaría sobre mi interrogatorio. Además, su muerte serviría como una advertencia a aquellos que esperaban mi caída y mi suegro se vería acorralado.

—Ya sabes qué hacer con el cuerpo, Fabrizio.

Su mirada era oscura mientras observaba al muerto. En las próximas horas iban a declararlo como desaparecido e iniciarían una búsqueda. Nadie haría caso omiso de él. Era un banquero y un contador conocido en Palermo.

—A tus órdenes

—También dile a mi tío Eric que deseo tener una seria conversación con él esta noche. Lo quiero presente sin ninguna excusa.

—Por supuesto, señor.

👑

Alayna

El dije de mariposa brillaba por los destellos de luz que iluminaba el baño. La había contemplado desde hacía minutos, perdiéndome nuevamente en las memorias de aquel día. El día que fui la mujer más feliz del mundo cuando me dio este regalo.

Me permití sentir, rememorando todos los momentos compartidos. Las risas, los besos, su cuerpo contra el mío. La forma en que me abrazaba como si nada más importara. Fui afortunada de experimentar un amor tan puro. Tuve suerte de haberlo conocido cuando creía que estaba perdida y no merecía ser feliz. Amarlo era la primera cosa que pude hacer libremente a pesar de mis miedos.

Lo amaba tanto y lo haría siempre.

—Para siempre —repetí y dejé el collar al borde de la tina mientras me hundía en el agua tibia.

Estuve alerta, esperando que Irina apareciera a ahorcarme como venganza por haber matado a su padre. También llamé a Eloise y le pregunté si estaba bien. No me sentía a gusto con el panorama tan tranquilo y silencioso. No quería confiarme. Las deudas tarde o temprano debían saldarse.

Pensé en la posibilidad de pedirle a Eloise que huyera conmigo, pero ella nunca aceptaría. Tenía una vida feliz en Australia y estaba comprometida. Me odiaría cuando supiera que nuevamente la iba a arrastrar al infierno. Así que empecé el plan que mataría a Irina. Lo correcto era actuar primero para evitar sorpresas.

Viajaría a New York mañana mismo y llevaría a cabo el asesinato. Caleb me dio informes de su ubicación y sus rutinas. Nada podría salir mal. No me importaba si cientos de hombres la acompañaban en cualquier rincón. Desde las alturas era imposible detener la velocidad de una bala. Con Irina muerta muchos de mis problemas estarían resueltos a excepción de los irlandeses. Todavía eran un asunto pendiente.

Regresé a la superficie con un aliento irregular y mis dientes castañearon. Me puse de pie con restos de agua chorreando por mi cuerpo mientras agarraba el collar y me envolvía con una toalla. La buena noticia era que había recuperado la movilidad y las heridas que provocaron la caída ya no dolían. Matar a Irina no tenía que llevarme tanto tiempo. Me pregunté cuál sería la reacción de los hermanos Graham. Había una rivalidad entre ellos, pero me estaba perdiendo de algo más.

Sequé mi cabello, me vestí y después me senté mientras comía el croissant acompañado del café caliente. Esperé pacientemente la llamada de Caleb. Prometió darme nueva información de Irina para entender un poco más cuál era la relación que esa mujer tenía con la mafia irlandesa. No se debía solo a su difunto padre.

El timbre sonó a las diez de la mañana y fruncí el ceño. Ya no me sentía segura desde que Declan había encontrado mi ubicación. Pronto me vería en la obligación de buscar un nuevo lugar dónde quedarme. Pensaba que lo mejor era cambiarme de país. Mastiqué el croissant y caminé a la puerta vestida con una bata y el cabello húmedo. Los portones se abrieron, pero no encontré a nadie afuera excepto una pequeña caja de color rojo.

Qué raro.

Lo agarré con desconfianza y los portones volvieron a cerrarse mientras me dirigía de regreso al salón. Más tarde registraría las cámaras de seguridad, aunque sospechaba que se trataba de algún desconocido. No me tomaba los regalos con buenas intenciones. Esto era una advertencia.

Ni siquiera me estremecí cuando lo abrí y encontré puñados de cabello rojo con manchas de sangre. Estaba acompañada de una pequeña nota con caligrafía perfecta y las huellas de unos labios carmesí.

"Una vida por otra vida, mariposa. Entrega tu cabeza o iré por tu amada pelirroja"

Apreté las manos en puños y lancé al suelo la caja. El fuego se encendió en lo más profundo de mi alma. Predecible. Yo sabía que ella atacaría pronto. Tenía que llegar a Eloise lo antes posible. Viajar a New York quedó descartado. Debía ir a Australia hoy mismo.

Busqué mi celular y marqué su número. Me sorprendió notar que mis manos temblaban por la impotencia.

—Es la primera vez en tres años que decides llamarme —dijo Eloise y pude oír la risa en su voz—. ¿A qué se debe el honor?

Mi corazón seguía acelerado y mi respiración era dificultosa. Cálmate, Alayna.

—Necesito saber cómo estás—Fui directo al grano—. ¿No has notado nada raro estos días?

—Tú y tus paranoias —Se rió—. Estoy perfectamente bien.

—Piensa, Eloise —La presioné—. Mira, no quería preocuparte, pero me he metido en problemas y estás en peligro.

Silencio. La culpa estrujó mi pecho y rogué que no se cumpliera lo que tanto temía. No podía lidiar con su odio.

—¿Qué has hecho? —La tensión era notable en su voz—. Vas a resolverlo, ¿verdad?

—Solo dime si has notado algo raro. Y sí, prometo que voy a resolverlo. No permitiré que nada malo te pase.

—Durante dos días tuve el presentimiento de que un auto me seguía. No quise desconfiar, pero lo vi estacionado fuera de mi casa.

—¿Cuándo sucedió eso?

—Hace dos días —Escuché ruidos de fondo—. No lo he visto ayer ni hoy.

Temblé, la brisa fría que ingresó por la ventana abierta sacudió las cortinas y el miedo se abrió paso. Ella ya hizo su movimiento.

—Tomaré el primer vuelo a Australia.

—¿Está todo bien? —balbuceó—. Alayna...

Me moví a través de la habitación para empacar mis maletas.

—Si ellos quisieran matarte ya lo habrían hecho. Esto es un juego mental que voy a seguir con calma. No salgas de tu casa, ¿de acuerdo? Estaré ahí pronto, duende.

👑

Luca

La incertidumbre no me permitía estar calmado. Una vez más mis luchas se fueron al demonio. Abrieron prostíbulos clandestinos a mis espaldas y mi suegro era un potencial enemigo. Vendía y compraba mujeres en la ciudad. Nunca confié plenamente en él. La guerra había comenzado y no escucharía la voz de nadie más. Solo la mía.

—Me sorprendió saber que solicitaste verme —comentó mi tío y agregó trozos de hielo en su vaso de whisky—. ¿Algo va mal con el trabajo?

Él se aseguraba de que cada cargamento llegara sin ningún inconveniente a Palermo y lo mismo con los envíos al exterior. Cerramos muchos tratos gracias a su paciencia y diplomacia. Era un hombre astuto e inteligente. Varios negocios fueron posibles con su intervención.

Las drogas eran comerciadas a la clase más alta, lo mismo sucedía con las armas y el contrabando se encontraba en su mejor punto. Mi tío fue un gran impulso. Adquirí conocimientos gracias a su sabiduría. Me motivó a ser más rudo en este negocio o todos me pisarían. Era una lástima que ya no confiara en él.

—Muchas cosas van mal —Fui sincero—. Llegó a mis oídos la noticia de que hay prostíbulos clandestinos con menores de edad.

Bebió un trago de whisky.

—No me sorprende.

—¿No te sorprende? —indagué—. Me imagino que hay más proxenetas que obligan a mujeres y niñas. Sabes que nunca estuve de acuerdo, en mi ciudad no.

Enderezó su espalda en la silla.

—¿Y qué harás? ¿Pelear con cada hombre e imponer tu voluntad? Creí que lo entendías, Luca. El negocio no funciona así porque te ganarás más enemigos y no te conviene. Es mejor complacerlos para que estén calmados y se benefician ambas partes.

—Yo no lleno mis bolsillos con las violaciones de niñas.

—¿Pero sí con el tráfico de armas y drogas?

Mi mandíbula pulsó por la cólera.

—No compares porque son situaciones distintas.

Ignoró mi estado de rabia y movió el vaso entre sus dedos.

—Puede que sí, pero no cambia que estén mal de cualquier forma —Entrecerró los ojos —. Piensa en tu hijo, Luca. Él necesita que mantengas el negocio bajo control porque no queremos a ningún bando armando guerras o atacándonos. Mantente neutral en la situación, eres el nuevo jefe de la ciudad y tienes una familia. Estás expuesto a muchos enemigos.

Avancé a la ventana del balcón mientras el vaso en mi mano amenazaba con romperse.

—Alayna mató a mi padre y nos dio la libertad que perdimos—murmuré. Eric no contestó—. Todo lo que soy actualmente es gracias a ella.

—Nadie lo niega, pero también te volviste dependiente de ella. ¿Necesito recordarte todos los contras?

Mi puño tembló con el impulso de enterrarlo en su cara.

—La sigo amando —susurré—. Estoy enamorado de ella como un loco y no puedo olvidarla.

—Lo sé, pero no cambiará que a su lado eras débil, Luca —Se puso de pie—. No pensabas con la cabeza fría cuando estaba cerca. Te convirtió en un pelele.

La furia se disparó a la vez. Vi rojo, destellos de mucho rojo. ¿Cómo podía hablar así de ella? Alayna me enseñó a ser fuerte y me demostró que era importante. Hizo cosas que nadie se atrevía a hacer por mí.

—No, ella fue la primera persona que creyó en mí. Decidió apoyarme cuando nadie más lo hacía y me tendió la mano en un mundo egoísta. Alayna fue mi antorcha en la oscuridad.

—Pero no está aquí y dudo que regrese.

Me giré lentamente y lo miré sobre mi hombro.

—Hace tres años me dijiste que las chicas llegaron a sus casas y tú ayudaste a contribuir con eso —señalé—. Quiero el informe completo, la dirección de cada una.

—Están bajo la protección de testigos. Lo que me pides es imposible.

Mis hombros se tensaron.

—Busca la forma.

Sacudió la cabeza con una sonrisa nerviosa.

—¿Es por ella? ¿A dónde quieres llegar?

Lo enfrenté, el vaso en mis manos estaba tentado a quebrarse.

—¿Hay alguna razón para que no pueda ver los informes?

—¿Por qué la habría?

Lo observé directamente a los ojos. No mostró ni un rastro de emoción, pero sabía que era muy bueno en eso.

—Dímelo tú.

Vació hasta la última gota de su whisky.

—Dame un par de días y lo tendrás —afirmó—. No hay nada que ocultar.

La vena en mi cuello palpitó. Más le valía o conocería lo peor de mí.

—Perfecto.

Quitó el polvo invisible de su chaqueta.

—¿Necesitas algo más?

—No.

—Entonces me iré, mañana tengo mucho trabajo. Te veo pronto, hijo.

Oí la puerta cerrarse mientras continué admirando la noche desde mi ventana. Él siempre había sido un hombre que solo le importaba el dinero y nuestro negocio familiar. ¿Por qué se interesaría por el bienestar de las chicas? Encontrarlas no era algo que se lograba fácilmente. Se necesitaba meses de trabajo. Eric era incapaz de sacrificarse por los más débiles, pero Alayna sí.

Mi celular sonó y respondí después de beber otro trago.

—¿Hola?

—Luca—Era Gian.

—¿Qué sucede?

Percibí el ruido de la música electrónica y risas. Estaba en un club, divirtiéndose como si no existiese mañana. Gian no cambiaría su estilo de vida. Seguía siendo el mismo idiota irresponsable.

—Deberías venir a buscar a tu esposa.

¿Qué podría ir mal con Isadora? Mierda, hoy no la había visto y tampoco hablamos desde nuestro viaje.

—¿Qué pasa con ella?

—Está ebria y la veo muy entretenida con un tipo.

—No tiene nada malo que se divierta —mascullé—. Ella y yo mantenemos una relación abierta.

—¿En serio no te importa?

—No —contesté de inmediato—. Ella es libre de vivir su vida sexual como quiera con otros hombres. No voy a reprocharle nada.

—Deberías venir por ella, pueden aprovecharse de su estado —expuso—. Se puso histérica cuando quise intervenir. Ni siquiera Fabrizio logró tranquilizarla. Está haciendo un escándalo bastante vergonzoso.

Mierda.

—Iré dentro de unos minutos.

—Apresúrate.

Colgué la llamada y me bebí todo el contenido del vaso. ¿Hasta cuando soportaría este infierno que llamaba matrimonio?

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