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Todos los vampiros siguieron a aquella figura con los ojos mientras murmuraban. Un aroma a sangre inundó el lugar.
—Catrina Lianann —expuso la silueta parándose frente a la celda. Se hizo un corte en la yema de un dedo con ayuda de una daga, pintó con sangre una línea en el piso y sacó a Catrina. Nadie mostró señales de querer detenerlo.
Algo la tenía inquieta, algo no cuadraba, estaba tan confundida que no pudo siquiera forcejear cuando le ponía los amarres. Le pasaba la vida frente a ella, una parte quería gritar y pedir por ayuda que tal vez no le brindarían, la otra parte solo le decía "ten un poco de dignidad y deja de lloriquear".
El cazador la sacó de los calabozos y ambos caminaron por un corredor hasta llegar a un cuarto vacío. La habitación estaba iluminada por algunas velas electrónicas y el pequeño foco parpadeante de una máquina con café barato y quemado. Los sillones eran amplios y se veían muy cómodos. Parecía más una sala de descanso que algún cuarto de tortura.
El cazador le soltó la cuerda de metal que la apresaba y se quitó la capa que le cubría la cara.
Estaba boquiabierta, por unos minutos no supo qué hacer, se sentía abochornada. ¿Cómo no se dio cuenta? ¿Cómo no identificó ESE aroma?
—¿Israel?
—¡Sabía que algo tramaban! Cuando salí y vi las camionetas regresé por ti, pero la redada ya había empezado— se acercó él abrazándola fuerte.
—Entonces... —balbuceó ella. Su control colapsaba, no conseguía apartar la mente de su aroma, del ritmo de sus palpitaciones y de cómo se sentiría morder aquellos labios llenos de vida.
—Cuando al fin te encontré, te llevaban. Sin pensarlo, le quité su atuendo a un cadáver, noté que eran muchos y que tenían mucha diferencia en sus habilidades.
Son varios grupos de cazadores, se me ocurrió que quizá apenas se unieron y aún no se conocen todos, tuve razón. Para que no me reconocieran tuve que hacerme esto —mostró una herida en su costado.
—¿Por qué?
—Los cazadores no tienen aroma a menos que sean heridos. No podía arriesgarme a que me identificaran, tienen algunos vampiros con sentidos agudos en sus filas. No te preocupes, es un punto no vital, estaré bien si me ayudas a cerrarla.
Catrina tuvo que enterrarse las uñas en la palma y dejar de jalar aire, su control se desvanecía poco a poco.
—¿Es con... saliva? Israel, yo no puedo. No podré controlarme —balbuceó ella, recordaba como Jack había cerrado sus heridas en el parque, pasando la lengua por su cuello.
Él negó. Tomó su mano ensangrentada y la puso sobre su herida unos segundos, cuando la retiró solo la sangre y la rasgadura en su ropa quedaron como evidencia.
—El virus de la sangre no me afectará así, lo deshará mi cuerpo en unos días. Se usa saliva para cerrar la piel de víctimas sin transformarlas en caso de que estén al borde de la muerte —explicó él—. Verás, no he sido completamente honesto contigo Catrina. Es algo que me avergüenza un poco. Estoy obsesionado con todo lo que tiene que ver con este mundo. Me he infiltrado en bases de datos y reunido información por más de tres años. Sé perfectamente cómo trabajan las tribus Sinne, en especial la dinastía del sol. Conozco de memoria este lugar, así como otros siete escondites.
Mi abuelo pertenecía a las tribus Sinne, pero fue expulsado tras rehusarse a fabricar un virus anti-vampiros y de control de vampiros que podía llegar a afectar humanos. Desde entonces, mi familia les sigue la pista para asegurarnos que no se corrompan.
—Si eso es verdad, si sabías del peligro ¿Por qué arriesgarte por mí? —preguntó Catrina.
—No iba a dejar que te capturaran tan fácil ¿Quién me visitaría en las noches?
Catrina se alegró un poco, pero volvió a pensar en que el destino le había brindado muchas oportunidades de confesar a Israel sobre todo lo que sentía por él. ¿Qué tal si en ese momento hubiera muerto? Sonaba a una prioridad extraña, pero tenía que decirle.
—Israel, también necesito ser honesta contigo. No sé qué vayas a hacer con esto, solo quiero que lo sepas, ¡solo eso! —Catrina tembló, era peor que enfrentarse contra una docena de cazadores con estacas.
—¿De qué quieres hablar? —Israel se sentó en la mesita de té mientras dejaba al lado la capa.
Catrina recorrió el piso con la mirada.
—Es difícil para mí, desde hace mucho—suspiró. Su corazón latía agitado—, desde hace mucho, varios años, en realidad, me... gustas. No como amigo, como algo más. Te quiero demasiado y no puedo vivir otro día sin que lo sepas.
Se quitó un peso de encima, sin embargo, el peso volvió cuando quedaron ambos en silencio por unos minutos. Era tan horrible que Catrina bajó la mirada de nuevo y cerró los ojos con fuerza.
—¿Qué... qué opinas? —preguntó rompiendo el silencio. Fuera lo que fuera, era mejor saberlo.
—¿Desde hace mucho? ¿No ha cambiado nada? —preguntó él con voz grave.
Catrina negó.
—¿Sentías lo mismo cuando vivías?
Ella asintió.
Israel se puso serio, le tocó la mano y la acarició solo para después depositarla de nuevo en el sillón.
—Siento si te di la idea equivocada, es... es que yo no te veo así —declaró él con un tono tan simple que Catrina sintió que alguien la había estacado o algo parecido.
Su sonrisa nerviosa desapareció. Sentía su cara derretirse de vergüenza, se asfixiaba.
—Oh... lo entiendo, gracias. —balbuceó Catrina antes de salir, tratando de no parecer afectada en lo absoluto.
—¡¿A dónde vas?! —preguntó Israel rápidamente cubriéndose con la capa.
—A buscar ayuda, los demás siguen apresados—contestó sin mirarlo, quería alejarse de él rápidamente y necesitaba un pretexto.
—¡Estás en un nido de cazadores! Dejé abierta la puerta de la celda y mi sangre fue la suficiente para aguantar un rato. Saldrán solos.
—Tengo que ir a asegurarme.
—¡No! Vámonos ya. —añadió antes de que escucharan pasos.
—Dime algo —exigió ella pensando y tratando de no llorar, pero era muy difícil, tan difícil que no contuvo algunas lágrimas—. ¿Qué era lo importante que me querías decir cuando me hablaste aquel día por teléfono?
—Por favor Cat, eso ya no importa ahora.
—¡A mí me importa! —dijo ella mirándolo directamente a los ojos.
Israel tomó aire. Tardó un poco en contestar. Catrina deseó poder leer sus pensamientos, pero le era imposible.
—Quería saber... si Solange... si Solange salía con alguien.
Ella no quiso saber más, se sentía humillada. Salió del cuarto de golpe, pero de inmediato algo chocó contra ella.
Era Jack. Catrina se dejó caer como plomo, sin embargo, él la atrapó y sostuvo cerca de su pecho.
—¿Por qué siguen aquí?
Sus ojos azules brillaban como zafiros en aquella oscuridad, traía los labios ensangrentados al igual que las manos y la camisa. Su herida en el estómago se había cerrado por completo.
Muchos murciélagos, polillas, e incluso tres lobos le pasaron de lado y salieron violentamente con una extraña niebla, siguiéndolos y desapareciendo de vista. Otros vampiros corrían hacia la salida.
Catrina dudó en preguntar, pero aquello la dejó demasiado impresionada como para ignorarlo.
—Los murciélagos y los... balbuceó ella— ¿eran...?
Jack giró los ojos como si aquello fuera muy obvio.
—Sí, vampiros.
—¿Cómo es que...?
—Habrá tiempo para una tranquila plática después. Ahora no es el momento. —él intentó reincorporarla, pero ella no lo dejó y se prendió de su casaca.
—¿Y Torn? —preguntó Catrina diciendo lo primero que se le ocurrió. Había algo reconfortante en sentirse entre los brazos de Jack, ese abrazo distraía deliciosamente la amargura de su corazón. Se sentía patética buscando consuelo en ese ser detestable, pero no le importaba en ese momento.
—Acaba de conocer a un vampiro y, por tanto, se le borró Julieta de la mente.
—¿Y qué haces tú aquí?
—Sabía que él te sacaría, no obstante, aún podía sentirlos aquí. Supuse que algo iba mal — pronunciando "mal" al tiempo que le echaba una mirada antipática a Israel y volvía a intentar reincorporar a su protegida.
—Ah —las piernas de Catrina tambalearon un poco.
—¿Qué pasa?—preguntó Jack aumentando la fuerza de su abrazo— ¿Le hiciste algo? —le preguntó a Israel en un siseo hostil.
—No —negó él.
—No es nada, hay que salir —susurró ella. Jack la contempló confundido, pero aun así, siguió a su lado y al ver la cara de Israel, sonrío con satisfacción.
—¿Y los cazadores? —preguntó Israel tras ellos.
—Deliciosos.
Israel jadeó y asintió con dificultad. Los tres subieron las escaleras hacia la puerta, Catrina salió sin soltar a su creador, quien optó por levantarla en brazos. Quería estar junto a él mientras su corazón latiera en aquella sinfonía deliciosa, distrayéndola de todo pensamiento.
—Tengo que irme ya. Suerte. ¡Gracias por la hermosa velada! —se despidió Israel en tono algo hostil después de salir.
Catrina lo vio partir, su corazón no podía estar más lastimado. Con cierto esfuerzo se separó de Jack y caminó hacia la otra dirección.