capitulo 10

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Me encontraba dentro del enorme centro comercial intentando con todas mis fuerzas entrar en unos hermosos jeans negros, era frustrante, mis caderas y mis nalgas estaban agrandándose provocando que mi ropa me haya dejado de quedar.

—Pero si apenas tengo tres meses —me quejé para mí misma.

Cuando el botón definitivamente no cerró yo me resigné, solté un suspiro y me vi obligada a pedir una talla más grande, mientras observaba como la cajera escaneaba el código de barras del pantalón una cabellera rubia se posó a mi lado, inmediatamente coloqué los ojos en blanco.

—¡Oh Faith! No te había visto —dijo Madison con tono inocente—. ¿Qué haces en el almacén de mi madre?

—Comprando ¿Qué más haría aquí? —le contesté de mala gana.

—¿Y Chris? ¿Cómo está?

—¿Te importa?

La cajera soltó una risita.

—Simplemente mándale mis saludos.

—Lo siento, no puedo hacer eso —me acerqué un poco a ella—, él sabe que tú tienes algo que no debes tener y no está muy feliz por eso —le susurré.

—¿Qué? ¿La esclava? ¡Por favor! es solo un accesorio, me gusta el modelo, eso es todo.

—Entonces cómprate una nueva y ya ¿No crees? Eso de usar las joyas que te dan tus ex novios es patético ¡Digo! Si es que Chris y tú de verdad fueron novios.

—¡Aquí está su compra señorita! —interrumpió la cajera tratando de calmar el ambiente.

Recibí la bolsa de papel y crucé la puerta, de repente una alarma empezó a sonar, un vigilante se me acercó y me pidió abrir la bolsa, una blusa talla XS estaba metida en mi compra, cosa que yo obviamente no había pedido, miré a Madison, maldita zorra.

—Tendremos que llamar a la policía —dijo Madison observándome fijamente.

—Adelante —le contesté tranquila.

—Señorita, creo que no es necesario esto —le dijo el vigilante.

—¿Por qué? Ella se iba a robar algo, vaya usted a saber si lo hizo en otro lado.

Yo enseguida subí la ceja ¿Pero quién se creía ella? ¡Zorra!

—Yo sugiero que llame a la policía y revisemos las cámaras de seguridad, si como dice la señorita yo me robe eso, se supone que se debe ver —sugerí yo con tranquilidad.

El vigilante intercambió miradas con Madison, pero la mujer se veía tan tensa ante mi proposición que solo empezó a tartamudear.

—No se preocupe —le sugerí yo—. No tengo ningún inconveniente con esperar ¿Cierto Madison?

—Llámelos, cuando lleguen resolvemos.

—Si claro...

El vigilante dudó un poco mientras sacaba un teléfono, se lo quedó mirando y después me miró.

—Lo siento, puede retirarse señorita.

Madison lo miró con el ceño completamente fruncido.

—¿Disculpe? ¡Yo le estoy dando una orden! Llame ya mismo a la policía o lo haré yo.

—Tal vez la cajera lo metió en la bolsa sin querer —alegó el hombre.

—¿La está defendiendo?

—El señor tiene razón, lo que supuestamente me robé fue devuelto y probablemente la mujer de la caja se confundió, el artículo fue devuelto así que ¿Qué gracia tiene seguir discutiendo?

sumidos por el placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora