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Roier, Mariana y Aldo descansaban en la sala del primero después de un largo día de trabajo en la taquería que habían fundado. El mayor de los tres tenía el capital y los otros dos las ideas para completar, así se formó su pequeño negocio que poco a poco iba tomando nombre.

—Soy un humano sin alma—. Aldo estaba con medio cuerpo sobre el sofá y el resto en el piso, casi como un muñeco de trapo.

—Necesitamos dos cajas de pizza y un par de cervezas para reponernos— Mariana estaba recostado en la alfombra que -según él- era más cómoda que nada.

Roier tenía sus ojos cerrados hasta que un detalle lo hizo despertarse en un salto.

–¿Dónde está Bobby?–

Los siguientes 10 minutos fueron los más caóticos para el trío de hombres pues el niño no aparecía en ningún lado del departamento, incluso buscaron dentro del refrigerador esperando que estuviera escondido ahí.

Justo en medio del pánico la puerta fue tocada y cuando la abrieron se encontraron con el infante en brazos de Jaiden, la vecina de a lado, junto a una gran bolsa de galletas que olían recién horneadas.

—¡Ro appa, hice postre para ti!—. El hombre lo tomó en brazos no sin antes disculparse con la chica que no podía parar de reír por toda la cómica situación.

—No te preocupes, Roier, hace unos días Bobby notó que estaba preparando galletas. Hoy justo volví a hacer y llegó a mi puerta diciendo que me ayudaría—

—Dios mío, ¡Bobby Alt!, ¿Qué te he dicho de la puerta?— le regañó.

—No abrir si es el abuelo.

That's my baby |Spiderbear|Where stories live. Discover now