Capitulo 13- Un barco pirata

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  • Dedicado a Aitta
                                    

Cuando Edgar llego a su habitación se tumbó en su cama. Había sigo un día agotador pero al parecer Morfeo no quería llevárselo con él al reino de los sueños. Lo que acababa de ocurrir no se le iba de la cabeza.

Él, acariciando a Sami por todo el cuerpo; ella gimiendo cada vez que se hundía en su fuero más interno, la manera en la que ella le había tocado, con esa admiración, con necesidad, pasión y con ganas, muchas ganas.

Había sido la experiencia sexual más gratificante que había tenido, no recordaba ninguna ocasión donde se hubiera sentido así. La confianza que tenía con ella y la necesidad habían hecho que lo que acababa de ocurrir, hacía apenas unos minutos, fuera algo digno de tenerlo presente por muchos años.

Estuvo horas y horas despierto pensando en lo mismo. Aburrido ya de dar vueltas en la cama fue al cuarto de los bebes. Si no podía dormir, al menos haría que los demás durmieran. A Neizan y a Noa les quedaba poco para despertarse y pedir comida, y si se la daba él Sami no tendría que despertarse y podría descansar más.

Cuando se quiso dar cuenta el sol ya entraba por la ventana de la habitación de los bebes. Había pasado la noche en vela y sin darse cuenta. Nunca le había pasado esto. Las horas de sueño era algo que el respetaba desde siempre, pero hoy algo le había impedido cumplirlas. Sami.

-¿Qué haces aquí?-pregunto ella desde la puerta de la habitación.

Solamente llevaba la camiseta del pijama y por ello y a pesar de no haber dormido nada, un enorme deseo de volver a tenerla entre sus brazos invadió a Edgar.

-No podía dormir y tú estabas cansada así que me he hecho cargo de los niños- contesto mientras la miraba fijamente.

-Pues ya estoy yo aquí, así que te puedes marchar- dijo de manera cortante.

-Falta cambiar a Neizan, si quieres lo hago yo mientras te duchas- se ofreció.

-No- sonó brusca –Márchate Edgar ya me ocupo yo, es mi hijo.

Ante la actitud tan extraña de Sami, Edgar se marchó tal y como había pedido. Al pasar por al lado de ella quiso darle un beso en la frente como hacia cada mañana desde que la conocía pero ella se retiró de su lado impidiéndolo. Él se extrañó y una sensación de que algo malo había ocurrido se posó en su mente.

Mientras se duchaba analizaba todo lo ocurrido. Era muy extraño que Sami estuviera de esa manera. ¿Qué había ocurrido? Después de acostarse juntos ella se había mostrado igual que siempre, no lo había rechazado. ¿Por qué ahora sí? ¿Qué estaba pasando en la cabeza de su amiga? Fuera lo que fuese, deseaba con todas sus fuerzas que el hecho de haber tenido sexo entre ellos no perjudicara o fuese la causa. Pero algo dentro de él le decía que sí que lo era.

Mientras se secaba y se vestía seguía con el mismo tema. Le dolía estar así con ella. No podía soportarlo. Ya se había quedado solo hacía dos años con el fallecimiento de sus padres. Después la relación con su novia se había distanciado, pero eso no había dolido ni la mitad. Sami se había convertido en su confidente, en su tesoro más preciado. A su lado la sensación de soledad desaparecía, sentía que ya no estaba solo, que había alguien más con él en el mundo, que pasara lo que pasara ella estaría con él. Pero no, ahora mismo había desaparecido de su lado, estaba más distante que nunca, volvía a estar completamente solo.

Necesitaba despejarse y desaparecer. Huir del problema durante un rato. Le dolía la cabeza. Así que hizo lo primero que se le paso por la cabeza. Fue a su habitación, abrió el primer cajón de la mesita de noche y saco las llaves de su moto. Se puso su chaqueta de cuero, cogió el casco y fue decidido a marcharse de ahí, por lo menos durante unas horas.

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