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Esperar, ¿cuánto tiempo tenía que hacer eso? días y días eran así, ya estaba infeliz por ello

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Esperar, ¿cuánto tiempo tenía que hacer eso? días y días eran así, ya estaba infeliz por ello. Siempre le decían «Calmate, ya tendrás tu tiempo» ¡Odiosos! No tienen idea de cuánto se tiene que esperar por algo que has anhelado hace muchísimo tiempo. Era una total perdida de tiempo esperar más. No, ya no. Caminaba por los pasillos del castillo, aún no anochecía totalmente, pero no le hubiese importado que fuera de noche, no le temía a los regaños. Esa vez se dejaría impulsar. No sabía muy bien a qué sala ir, pero aunque tuviera que buscar por cada rincón del castillo no se iba a rendir. Por suerte, no debió buscar mucho, después que exploró varias puertas misteriosas, por fin llegó a su destino.

Aunque una vez que lo encontró la valentía que tenía, se esfumó.

—Muy bien —accedió ella —Ya que todo está preparado, incluyendo el plan de contingencia…

—Esperamos eso, su majestad —coincidió uno de los consejeros—, que suerte que tengamos una reina que piense en todo.

—Eso dicen ahora, pero apenas cometa a sí sea un miserable error, dirían que es la peor reina —mencionó el rubio con voz áspera y fría.

—¡Su majestad! —exclamaron ofendidos.

—Yo también soy el rey. Y como rey tengo derecho a decir lo que pienso de las porquerías como ustedes —espetó con desgana y les lanzó una mirada fría.

—¡No puede hacernos tal ofensa! No es-…

—Basta —interrumpió la reina —Esta es una reunión, no un campo de batalla, nadie discute ni se ofende —aseveró mientras le daba una mirada reprochadora a su esposo —si quieren hacerlo más les vale que lo hagan afuera —advirtió con severidad. Miró a los presentes con una mirada gélida y calculadora, iba a darles su veredicto ante el debate, pero se distrajo con algo que yacía en la puerta. No era posible, no podía estar vagando por los pasillos a esa hora, no siendo tan pequeño. —¿Qué haces aquí? —dijo de repente.

El castaño se estremeció, venía determinado a buscar a su madre, pero no esperó que hubieran tantas personas en un sólo lugar ¡odiaba ver muchas personas! le aterraba la idea de ser observado por ojos intimidantes, era una cosa horrible.

—He… —pausó y titubeó con la voz temblorosa —he estado esperando mucho —logró decir —. Mamá, ¿no vendrás a darme las buenas noches? —murmuró y miró hacia el suelo, en serio que le temía a las personas.

—Ahora no puedo —dijo —Como ves, estoy en una reunión, pero ya casi termina. Ve a la cama y espera un poco más —le murmuró. No lo iba a reprender frente a los consejeros, odiaba regañar a su primogénito delante de todos. Ya después se encargaría de él.

El niño asintió y simplemente se fue. ¿Por qué no pudo ser valiente? Iba determinado a decirle a su madre que no podía seguir esperando, pero como siempre, se acobardaba.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora