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Abril, 1979.

Fue rebajado a pintar murallas, lo que lo entristecía muchísimo. Liú Tian llevaba participando en la oposición dos años y, cuando comenzaba a recibir trabajos importantes, dejando por fin atrás el pintado de murales políticos, fue nuevamente reducido a hacer eso. Tampoco es que pudiese quejarse cuando se había visto envuelto en tantos problemas durante los últimos meses. Liú Tian se había convertido en un peligro para la Organización, por lo que sabía que sus días estaban contados. Por lo que, cuando le indicaron que hasta nuevo aviso solo pintaría murales, aceptó. Pero cuando le pidieron no volver a asistir a reuniones porque podía estar siendo blanco de seguimiento, se sintió herido a pesar de que también aceptó con un nudo en la garganta.

Pensó durante horas en la sangre de su padre manchando el salón de su casa. Sentía que le había fallado, a pesar de que su padre lloraría si se enteraba que Liú Tian se había metido en la oposición. Estaría muy decepcionado de Liú Tian y posiblemente no querría volver a verlo debido al temor de que toda la familia quedase implicada en ese problema político.

Se intentó quitarse esa imagen de la cabeza, en cuclillas a un costado de la estación del metro, sacó las pinturas de su bolso e hizo su peor creación artística. Pero su mensaje solo necesitaba ser directo, no bello.

NO
a la dictadura

Guardó sus cosas con la misma rapidez y enfiló entre las personas para evitar ser descubierto.

Entonces, comprendió que estaba siendo seguido.

Apresuró sus pasos intentando despistarlos. Eran dos hombres que mantenían un ritmo de caminata igual al suyo. Si Liú Tian se detenía, ellos también lo hacían. Si Liú Tian avanzaba rápido, ellos también.

Asustado, ingresó a una tienda con doble entrada y dio vueltas por ella, agachándose entre las tandas de ropa cuando no lo veían. Enfiló de rodillas a unos probadores y cerró la puerta, quedándose pegado al espejo alargado. Respiró con pesadez lo que pareció una eternidad.

Cuando creyó que era prudente salir, se movilizó por los pasillos de la tienda hasta estar en la calle. Se metió por algunos corredores y después por un par de calles. Liú Tian conocía muy bien toda la zona centro de la ciudad como también el sector oriente de ella. Por eso no se extrañó que sus piernas lo llevasen a esas casas adornadas con una bandera en el pilar derecho de ellas.

Comprobó la hora y se acercó a golpear la puerta. Suplicó que el General Gautier ya no se encontrase en casa.

La puerta se abrió después de un rato dejando visible un adormilado Xiao Zhen.

—Hola, gege.

Días más tarde, Liú Tian abandonaría oficialmente la organización.

Días más tarde, Liú Tian abandonaría oficialmente la organización

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Calcomanía (Novela 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora