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El sollozo escapó por milésima vez, un sonido que intentó sofocar con la mano crispada sobre su boca. Deseaba fundirse con la densa oscuridad del lugar. Sus ojos ardían, agotados de liberar las lágrimas que por tanto tiempo había contenido. La garganta, áspera y seca, reprimía los gritos que pugnaban por liberarse, ecos de un corazón deshecho.
Su espalda se desplomó contra la fría pared, resbalando hasta tocar el piso sucio de aquel cuarto, su única compañía en ese instante. Flexionó las rodillas, atrayendo los muslos al pecho y la cabeza a las rodillas magulladas por los tropiezos previos.
Las lágrimas seguían su curso por las mejillas enrojecidas. Su cabello, revuelto, estaba pegajoso por restos de huevo crudo y harina que caían en gotas espesas al suelo. Gimió mientras intentaba limpiarse con manos adoloridas, solo consiguiendo esparcir una mezcla pastosa imposible de remover. Mordió su labio inferior hasta sentir la punzada, un dolor menor que, aun así, no pudo evitar la lástima que sentía por sí mismo. Otra vez.
Un toque suave en la puerta de metal lo alertó. Lo ignoró, deseando evitar a cualquiera. Quería hundirse solo en su propio abismo, en un mundo de tranquilidad y seguridad. Ansiaba sentirse a salvo, algo imposible de hallar en ese encierro.
El crujir de la bisagra lo obligó a mirar la única fuente de luz que se colaba por la rendija. Una silueta se proyectó, y una leve sonrisa se dibujó en los labios de Taehyung; sabía bien de quién se trataba.
El cabello azabache asomó primero, y luego pudo distinguir esos ojos redondos, con un destello inconfundible de angustia. Jungkook entró, cerrando la puerta tras de sí y dejando que sus ojos se adaptaran a la negrura para poder encontrarlo.
—¿Bebé?—, la voz de Jungkook, un susurro reconfortante, usó el apodo que le había dado hace tanto. —Vamos, sé que estás aquí. ¿Dónde te metiste? No veo nada
Taehyung carraspeó, logrando llamar su atención.
—N-no deberías e-estar aquí— un sollozo lo interrumpió, guiando la búsqueda del otro. —Ellos... no pueden saber.
—Me importa un carajo, Taehyung.
Sin que pudiera precisar el momento, Jungkook llegó hasta él. Se sentó en el suelo, deslizando un brazo sobre los hombros de Taehyung en un intento de abrazo reconfortante.
—Te amo, Kim Taehyung. Y te juro que ellos lo pagarán muy caro,— prometió. Sus ojos se encontraron.
Una sonrisa, que ofrecía la seguridad que Taehyung tanto había anhelado, atravesó los labios de Jungkook. El corazón de Taehyung latió de una manera inexplicable, esperando que el Alfa sintiera todo lo que él sentía en ese momento. No podía estar más agradecido con Jungkook, el hombre que amó desde el primer segundo que conoció.
Jungkook se levantó tras plantar un breve beso en los delgados labios de Taehyung y caminó hacia la salida. Al cruzar el umbral, su susurro apenas rompió el silencio.
<<"Todo el mundo se enterará de que eres mi Omega, Taehyung.">>
La Ira del Alfa de Alto Rango Jeon caminaba, la furia hirviendo en sus venas, directo a la cafetería de la prestigiosa Universidad de Daegu. Tenía que hacerle pagar al idiota de HyunJin lo que le había hecho a Taehyung. Gruñó, un sonido sordo que asustó a los Omegas y Betas en el pasillo, atrayendo miradas de reproche de sus Alfas, quienes se sentían visiblemente intimidados. Jungkook los ignoró. Su mente estaba fija en una prioridad mucho más importante que la estúpida exhibición de superioridad de otros Alfas.
Sin medir su fuerza, empujó las puertas que daban acceso a la cafetería. Todas las miradas se clavaron en él, pero ya acostumbrado a tanta atención, ni siquiera parpadeó.
Sus ojos negros destellaron con una intensidad azul vibrante, hipnótica y, a la vez, tan aterradora que Alfas y Omegas por igual eran incapaces de sostenerle la mirada. Después de todo, esa era la manifestación de un Alfa de Alto Rango.
—¿Dónde está HyunJin?— La voz fuerte del Alfa resonó sin necesidad de recurrir a la voz de mando, ya superior por naturaleza.
Un Alfa de cabello gris, Namjoon, se levantó y caminó hacia él.
—Ey, ¿Sucede algo, JungKook?
—No tengo tiempo para eso, Nam. Necesito encontrar a HyunJin,— replicó, frunciendo el ceño mientras barría con la mirada cada rincón de la cafetería.
Namjoon suspiró con resignación.
—Está en la biblioteca, ya sabes, probablemente besándose con Jennie.
El pelinegro no esperó más. Se dio la vuelta y se dirigió hacia la biblioteca.
—¡No cometas una estupidez, Jungkook!
Fue lo último que escuchó de Namjoon, quien se quedó suspirando angustiado. No otra vez, pensó el moreno.