En el Madrid del 2041, se han muerto todos los adultos. Ha-Neul tiene que sobrevivir a una ciudad llena de psicópatas y a su límite de vida.
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Ha-Neu...
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Jueves, 21/12/2040
10 días para el Corte
¿Qué quieres ser de mayor?
Recorrí con la lengua las comisuras de mi boca mientras pensaba en la respuesta. Pasé la punta del lápiz digital por mi barbilla en signo de concentración.
Quiero trabajar en ciberseguridad, pronuncié en mi mente.
Debajo de mí notaba la mullida hierba llena de tierra húmeda y rocío, empapándome la falda del uniforme escolar. A mi lado descansaba una chica de enmarañado cabello y expresión calmada. Llevaba puestos sus auriculares inalámbricos; cada tanto alzaba la mano y la ondeaba en el cielo al son de la música. Mis mejillas se arrebolaron al momento y sacudí la cabeza en un intento por despejar mis sentimientos.
Debía concentrarme en la redacción.
Piensa, piensa, piensa.
Al pasar unos minutos no pude evitarlo y detuve el tamborileo del lápiz sobre mi pierna. Las ganas me pudieron y me giré hacia la chica para escrutarla con la mayor indiferencia que pude.
Las ondas castañas caían bajo su cabeza, rodeándola como un halo. Siempre se ha dicho de la música que amansa a las fieras. Irene, bajo aquella capa de inocencia envuelta en estilo soft girl ocultaba a una fiera, con todas las mayúsculas.
—Ene —la llamé, sacudiéndola un poco. Ella alzó la vista, me sonrió y se quitó uno de los auriculares. Con un gesto de la cabeza me indicó que hablara. Por un momento se me removió algo en el pecho—. ¿Tú qué quieres ser de mayor? —pregunté, solo para sacarle conversación.
—Me gustaría ser feliz. Y acabar con mi ansiedad —me respondió con aquella delicada voz.
—Me refiero a la profesión. O eso creo —murmuré. Revisé los términos de la redacción que nos habían mandado hacer. Mi vista recorrió la pantalla del portátil sin hallar respuestas. Solté un bufido—. No entiendo la pregunta. ¿Se refieren a la profesión, a las metas?
Irene se incorporó y echó un vistazo rápido a las preguntas. Temblé ligeramente con su cercanía. Aproveché para aspirar el olor de su pelo y disfrutar de aquel instante de felicidad.
—Esta pregunta no tiene sentido —gruñó con exasperación—. Es como preguntarle a un bebé el sentido de la vida. Tú eres tú, y en un futuro eso no va a cambiar. Quizás cambie tu personalidad, pero esa ya es otra pregunta —razonó.
Lo pensé un momento y decidí que no quería ser mayor. Con la edad que tenía ya tenía suficientes problemas. No quería averiguar los que poseería dentro de diez años.
Observé el atardecer que se cernía sobre nosotras en aquel montículo. Solíamos venir a menudo al descampado que dividía el campo silvestre y una autovía aún en construcción. La calma nos rodeaba. Era el lugar perfecto para dejar de pensar en los problemas. Para dejar de oír el bullicio de la ciudad.
