Capítulo 18

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Mi estómago se revuelve con violencia cuando el hombre de la entrada clava sus ojos castaños en los míos.

Todo se siente incorrecto respecto a él. Es mucho más alto que yo y su masa muscular lo hace lucir mucho más aterrador de lo que ya es. Su cabello está a rape, y la tinta de los tatuajes de su piel sobresale por el cuello y las mangas de su playera. Todo dentro de mí grita que me aleje, pero no puedo mover un solo músculo.

—¿Te comió la lengua el ratón, cariño? —una sonrisa lasciva se dibuja en sus labios—, ¿o es que Stevens no les permite hablar a sus putas?

La repulsión me invade debido a la forma en la que me ha llamado.

—Él no está aquí —me obligo a responder. Sueno firme, pero hay un destello asustado en mi voz.

El tipo chasquea la lengua y niega con la cabeza, pero sé que el pesar en su expresión no es sincero. Realmente, no lamenta que Harry no se encuentre.

—Supongo que tendré que entrar a esperarlo entonces —da un paso dentro del apartamento y mis brazos parecen reaccionar por voluntad propia, ya que arrastran la madera de la puerta para cerrarla. Su mano empuja con brusquedad para impedir que la cierre en sus narices y reprimo un grito de terror.

Es mucho más fuerte que yo, así que no le toma mucho esfuerzo abrir la puerta, a pesar de mis intentos por detenerlo.

—¿A qué le tienes miedo, cariño?, yo solo quiero entrar a esperar a mi amigo.

«¡Por favor, vete!, ¡por favor, por favor, por favor!».

—No volverá pronto —sueno aterrorizada, pero ya no me importa hacerle saber cuán alterada estoy.

—Tengo todo el tiempo del mundo —me regala una sonrisa radiante, pero el gesto no toca sus ojos.

Entonces, camina dentro del apartamento.

Sus pasos lentos y perezosos son amortiguados por la alfombra y su mirada se pasea por la estancia con lentitud.

Luego, me mira por encima del hombro.

—Jamás había estado aquí antes. Es un bonito lugar. ¿Vienes seguido?, ¿eres de sus recurrentes? —habla como si fuésemos los amigos más íntimos.

Me siento asqueada por sus palabras. Me rehúso a pensar que Harry llegó a traer prostitutas a este lugar, a pesar de que llegué a escuchar la voz de una alguna vez.

—Debo admitir que no eres mi tipo —la voz del hombre me saca de mis cavilaciones. Mis ojos encuentran los suyos, y la repugnancia se apodera de mí cuando me mira de pies a cabeza—. Me gustan las mujeres con curvas. No sabía que a Harry le venía bien la pedofilia.

Mi mandíbula está apretada con fuerza y el coraje se cuece a fuego lento en mi torrente sanguíneo. La humillación y la ira parecen mezclarse dentro de mi cuerpo como el peor de los monstruos, pero no me atrevo a decir nada.

—¿Por qué no vienes aquí y me complaces un poco? —se deja caer en el sillón donde besé a Harry por primera vez y quiero gritarle que se levante de ahí. Quiero gritarle que se vaya y no regrese nunca.

—No soy una prostituta —mi voz suena más determinante de lo que espero—. Harry va a tardar. Deberías marcharte ahora mismo si no quieres que llame a la policía.

Las cejas del hombre se alzan con asombro.

—¿Me estás amenazando? —la amabilidad en su tono, se siente equivocada. Es como si hubiera un tinte iracundo debajo de la miel que cubre su voz.

BESTIA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora