Capítulo 6

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NICK


—¿Qué coño le has echado? —le pregunté al imbécil que tenía cogido por la camiseta.

El muy idiota me miraba completamente aterrorizado.

—¡Contéstame! —le chillé maldiciendo el día en que había conocido a mi hermanastra, y también maldiciendo al gilipollas de Zack Rogers por haberla traído a una fiesta como esta.

—¡Joder, tío! —dijo con los ojos abiertos como platos—. Burundanga —admitió cuando lo estampé contra la pared.


Coño... esa era la droga que utilizaban los capullos para poder violar a una tía. Era incolora e indolora y por eso resultaba tan fácil meterla en la bebida sin que te dieras ni cuenta.


El solo hecho de pensar en lo que podría haber pasado me nubló la mente y no me pude controlar. ¿Qué clase de imbécil era capaz de hacerle eso a una chica? Cuando acabara con aquel tipo no le iban a reconocer ni con el carnet de identidad. Aquella noche iba a terminar con los puños hechos una mierda.


Le golpeé tantas veces que perdí la cuenta.


—¡Nicholas, para! —gritaba una voz a mis espaldas. Detuve el puño antes de volver a estamparlo contra la cara de aquel hijo de puta.


—Vuelve a traer esa mierda a una de mis fiestas y lo que te he hecho hoy te parecerá una caricia en comparación —le amenacé cerciorándome de que escuchaba cada una de mis palabras—. ¿Me has oído?


El muy gilipollas se fue tambaleando y sangrando lo más lejos posible de mí.


Me volví y me encontré con una Noah completamente aterrorizada.


Algo se movió en mi interior cuando vi aquella expresión en ella. Mal- dita sea, por muy poco que la soportara y por muchas ganas de matarla que tuviera, nadie se merecía que lo drogaran sin consentimiento. La expresión de terror en su cara demostraba que aquella noche Noah había traspasado su límite.


Me aproximé hacia ella observándola con detenimiento y procurando aminorar un poco mi cabreo. Cuando estuve lo suficientemente cerca, ella reculó unos pasos, se me quedó mirando boquiabierta, asustada y temblorosa...


—¡Joder, Noah! No voy a hacerte daño, ¿vale? —le dije sintiéndome como un delincuente cuando en realidad yo no le había hecho absoluta- mente nada.


Cuando la dejé tirada, supuse que simplemente llamaría a su madre y que se iría con nuestros padres a casa. No se me ocurrió que se subiría al coche del primer imbécil que parara y que vendría directamente a la fiesta menos apropiada para una chica como ella.


—¿Qué me habéis dado? —me preguntó tragando saliva y observándo- me como si fuese el mismísimo diablo.


Suspiré y miré hacia el techo mientras intentaba pensar con claridad. Mi padre me acababa de llamar para preguntarme dónde demonios estaba Noah. Su madre estaba preocupada, por lo que le respondí que la llamaría cuanto antes, que Noah se había venido conmigo a casa de Erik y que en esos momentos estaba mirando una película con su hermana.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora