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Eri en cuanto salió de su habitación fue al jardín, por fin fue a ver a los cachorros, no lo quería hacer

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Eri en cuanto salió de su habitación fue al jardín, por fin fue a ver a los cachorros, no lo quería hacer. Pero le fue imposible, después de todo debía cuidarlos y esa vez sería necesario, ya que dependerían de ella. Los pequeños tardarían en crecer, pero no podían estar todo el tiempo encerrados, ni siquiera conocían el exterior, ya llegaría su hora. Su estómago gruñía. Ya habían pasado días desde la última vez que había comido algo, por lo que decidió dejar a los cachorros por un momento e ir al comedor y pedir algo de comer a los sirvientes. No tardó mucho en llegar, pero su hambre la tenía distraída que no se dio cuenta que Nate estaba sentado en su mismo lugar de siempre. Tenía el semblante serio, y su mirada estaba ida.

Estaba ensimismado, ni siquiera se percató de su presencia, por lo que simplemente se sentó en frente y se mantuvo en silencio. Ella creía que no se había percatado de su llegada, pero no fue así, debido a que, en cuanto se sentó el levanto la vista y la vio directamente a los ojos. Su ojos mostraban compadencia e inseguridad, algo no marchaba bien.

—Buenos días —pronunció él.

—Buenos días —por un momento se sintió sonrojada.

Había recordado que él durmió con ella, pero al parecer eso no era importante en ese momento.

En menos de un minuto habían servido un gran banquete. Nate no se había sorprendido por la hambruna que tenía Eri, en realidad se lo esperaba, ella estaba muy delgada y tenía bolsas oscuras en los ojos, se había preocupado mucho. Por lo que decidió que prepararan todos los días bastante comida por si en algún momento ella decidiera cesar su hambre. En cuánto ella terminó de comer, pensó una razón coherente para iniciar la conversación y llegar al punto al que quería llegar. Él carraspeó su garganta para llamar su atención, lo cuál no tardó en recibir.

—Eri —la llamó —¿que opinas de ser reina? —soltó.

Ella no sabía que responder, nunca se había pasado por su mente serlo, y menos con el mal ejemplo que recibió.

—Bueno… —se detuvo a pensar —En realidad, no me imagino serlo.

—¿Segura?

Ella negó.

Él suspiró decepcionado.

—Eri… —hizo una pausa cuestionándose  —mejor dicho, Gindy. Hay un asunto importante que debo comunicarte —dijo al fin –—.He recibido noticias de Jumbel. Seré breve con lo que diré a continuación —miró por un momento la expresión de ella antes de continuar —: Quieren que reines Jumbel.

—¿Qué? —dijo incrédula.

—Eres heredera de Varely Kenji, ella era la verdadera reina, y por lo tanto, tú eres su hija, por lo cuál es un puesto que te corresponde —reiteró —.No puedes negarte por el
momento. En cuánto cumplas los veintiún años tendrás permitido decidir si seguirás tu reinado o dejarle a otro el puesto. Hasta entonces, debes convertirte en reina —sentenció.

Eternos finales © ✔️Libro #0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora