El pequeño latino miró a su novio, el cual estaba a unos metros de distancia, entre medio de las personas. Sus miradas se encontraron rápidamente, ambos sonrieron y se sonrojaron a la vez. Lo que había pasado no les causaba nada de pudor, por el contrario, les daba la sensación de que sus sentimientos por el otro se intensificaban cada vez más.

—Sin dudas fue la mejor noche.—Dijo México.
















































Una semana después de aquella noche de pasión y amor intenso, ya había llegado el tan ansiado día del concurso de talentos.
Tanto México como Argentina se habían despertado temprano para destinar todo ese día para su presentación. Teniendo al ruso de chófer, comenzaron por retirar los trajes que iban a utilizar para la presentación y después se dedicaron exclusivamente a practicar el baile una y otra vez.
En el caso de Chile y Perú, ambos practicaron la canción desde muy temprano, pero a diferencia de los otros, el "vestuario" no era un problema, ya que iban a usar un atuendo bastante simple y sobrio.

La última semana, el ruso se había involucrado bastante en la presentación de su novio. Sabía que este no quería aquella ayuda y que pensaba que no la necesitaba, pero era inevitable, era parte de su naturaleza ayudarlo. Era obvio que quería lo mejor para él, además, el amor que le tenía el pequeño latino no era razón suficiente para dejar de lado algunas ideas algo cuestionables que se le ocurrían. En el fondo, ambos eran muy diferentes.

—No puedo creer que ya llegó el día.—Dijo México descansando. Había practicado por horas.
—¡Si! Me muero de los nervios.—Dijo Argentina.
—Es normal estar nervioso.—Dijo Rusia.
—Si, pero yo estoy bastante confiado.—Dijo el mexicano.
—¿En serio?—Preguntó su amigo sorprendido.
—¡Si!—Contestó México.—Hemos practicado demasiado, hemos sido muy dedicados con esto. Lo mínimo es ganar.
—Ya pero no sabemos lo que harán los demás. ¿Qué tal si hay alguien mejor que nosotros?—Dijo el argentino preocupado.
—¡Tienes que tener más confianza! No solo en el baile, si no que también en ti.—Dijo el mexicano.
—Lo sé, lo sé.—Dijo Argentina.—Aún tengo que trabajar en eso.
—Por mi parte estoy seguro que nos irá genial.—Dijo México intentando reconfortar a su amigo.
—¿De verdad lo crees?—Preguntó el argentino.

Su amigo se limitó a asentir con la cabeza con una linda sonrisa en su rostro.

—¿Y tú cómo lo ves?—Preguntó Argentina refiriéndose a la pareja de su compañero.
—Yo les tengo mucha fe.—Respondió Rusia.—Hace mucho que no veía tanta dedicación en una disciplina.
—No sé que tiene tu novio, pero habla muy bonito.—Le dijo el argentino al mexicano.
—¿A poco no? Siempre suena tan correcto y elegante.—Agregó el otro latino.
—¿En qué momento la conversación se desvió a mí?—Preguntó el euro asiático confundido.
—Es el riesgo de estar tanto tiempo con mis amigos.—Dijo México.
—Pues supongo que tengo que aguantarlo, ¿no? Por lo menos no es un gran riesgo, considerando qué hay personas que se llevan fatal con los amigos de sus novios.—Dijo el ruso.
—¡En eso tienes razón!—Dijo el mexicano.
—Increíblemente nos caíste bastante bien.—Dijo Argentina.—Lo cuál es sorpresivo, ya que antes de que estuvieras con México pensábamos que eras un poco raro.
—¿Raro yo?—Preguntó el más alto. No era por juzgar, pero para él aquel grupo de latinos eran los individuos más raros que había conocido jamás, incluyendo a su novio.
—Si, un poco. ¡Pero ser raro no es malo!—Dijo el argentino.—Ser raro es interesante.
—Es normal, no te conocíamos de nada.—Dijo México.
—Y eso que yo pensaba que era bastante común.—Dijo el ruso.
—Tal vez la palabra no es "raro", sino "diferente".—Sugirió el mexicano.
—Si, podría ser.—Dijo Argentina dándole la razón.
—Eso me hace más sentido.—Dijo Rusia.
—Claramente somos muy diferentes.—Agregó México.
—¿Y si seguimos practicando?—Preguntó el argentino de golpe.
—¡Me parece bien!—Dijo el mexicano de manera entusiasta.

CodiciosoWhere stories live. Discover now