BIANCA

1.5K 83 4
                                    

—Sí, gracias —digo yo.

—Deberías… —Susan alcanza y saca un mechón de mi moño—. Me
gustan estas mechas. ¿Hay alguien particular en tu vida?

—¿Qué?

—Pareces diferente. —Ella saca largos mechones de mi moño—. Así
está mucho mejor. Para enmarcar tu bonita cara pecosa. Apuesto a que
las adora —susurra.

Mis mejillas se calientan.

—No hay nadie en mi vida.

Una mentira. Pienso en sus enormes manos tocando mi barbilla
tan suavemente. La forma en que volvió mi cara a su rostro enmascarado.

Tenía que estar jodido para besar mi cicatriz así.

Pero me gustó bastante. Me gustó que él llevara una máscara y mi
cara estuviera descubierta.

—No hay él.

—No puedes engañarme. Todos sabemos que tienes un chico. Lo
entendemos, no querrás alardear de él justo después del extraño ataque
y todo esto.

—¿Esa es la teoría? ¿Qué tengo un novio secreto, pero que estoy
manteniéndolo oculto?

—Debes traerlo una vez que las cosas se tranquilicen. Piensa en
llevarlo por Navidad. Las mejores apuestas dicen que eso es lo que harás.

—Espera, ¿tenéis una porra sobre mí teniendo un hombre nuevo?
¿Sobre mí llevándolo en Navidad?

—No estoy diciendo eso. No quiero afectar tus acciones.

Más flashes saltan. Sonrío solemnemente ante la cámara, a él, allá
afuera. Mirando. Esperando.

De repente la gente se está reuniendo.

El abogado toma el escritorio junto a la chimenea y lee el
testamento. No le lleva mucho tiempo.

La mansión está en un fideicomiso. Mi hermanastro Bennett
Moreland III, la persona más desordenada que jamás he conocido,
obtiene la mitad del dinero de nuestra rama familiar: veintidós millones
y algunas acciones. Mi mitad entra en un fideicomiso. Sólo obtendré los
intereses: varios cientos de miles de dólares al año.

Se oye un jadeo colectivo.

He sido saltada de generación.

Es un jódete final de mi padre, por no ser una buena Moreland.

Después de mi muerte, la otra mitad de la fortuna pasa al pariente
de sangre más cercano. Si tengo hijos.

O si muero antes de tener hijos, todo pasará a Bennett.

Saltada de generación.

Siento los ojos de toda la amplia familia sobre mí. En shock. Con
lástima.

Esto generalmente sucede cuando la persona es rica de manera
independiente o un drogadicto.

Me pongo de pie, odiando los jadeos, los ojos puestos en mí.

Susan me rodea con su brazo.

—Joder. Supongo que tu padre realmente no quería que fuera a los
animales.

—Está bien.

—Joder —dice ella.

—Realmente está bien —le digo yo—. Es un montón de dinero, solo
con los intereses. Irá para mis hijos, si los tengo.

Algo se cruza por detrás de sus ojos.
Preocupación. Entonces ella
lo enmascara con una sonrisa.

—Vamos —dice ella—. Hemos recogido el guante, ahora vamos a
emborracharnos. Estoy por la idea.

—A la mierda esto. —Me río—. Estoy con la idea.

Me muevo hacia las escaleras y los inevitables fotógrafos. Susan se
queda conmigo.

La amplia familia se aglomera alrededor.

Bennett se acerca a mí y me aprieta el brazo.

—Lo siento, Bianca. —Y me mira realmente extraño.

MÁSCARA H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora