Sus ojos grises son hermosos a la luz de la luna, tienen pequeñas
líneas blancas en el interior como luz de estrellas atrapadas. No sabía
esto sobre sus ojos.Sirenas en la distancia.
—La ayuda está llegando, moy zaychik —digo. Conejita, eso
significa.Ella mueve sus labios.
—Lo sé. Tus extremidades se sienten como de madera, pero pasará.
Cuando los dedos comiencen a picar, sabrás que se habrá pasado.Yo estaba en el extremo receptor de estas drogas, de niño en Moscú.
Antes de que yo fuera un criminal.
Antes de pasar de cazado a cazador.
—Ojalá pudiera matarlo de nuevo, lentamente —le digo—. Si
pudiera, lo haría.Nos estamos quedando sin tiempo, pero me gusta abrazarla. Ella
me mira inexpresivamente, está muy drogada. ¿Cuánto recordará?Quizás nada. Eso sería lo mejor.
La llevo al banco, abrazándola fuerte.
Es incorrecto, la forma en
que la sujeto. Ella no es mía para abrazarla así, como un hombre sostiene
a una mujer que ama, pero cuando eres yo, aprendes a tomar lo que no
es tuyo.Estando parado de pie fuera del escaparate de la panadería,
mirando hacia adentro. Robando migajas.La coloco en el extremo del banco.
Hay un arañazo en un lado de su mejilla. Este no es del hombre
que la atacó esta noche, es de un zorro llevado a la clínica de vida salvaje
que dirige, lo leí en el periódico. Ella tuvo que recibir dos puntos de
sutura.El arañazo parece estar curado, pero de cerca veo que trató de
cubrirlo con maquillaje. Ella se pone rígida cuando extiendo el dedo.Yo sigo la cicatriz.
—Eres tan hermosa.
Ella me mira, congelada ante la luz de mi peligro.
No me paro. No puedo parar.
Remonto toda la cicatriz. Ella piensa
que es fea, pero es un signo de su belleza. Acerco mis labios y la beso.Su
piel es como la seda contra mis labios.La carretera se llena de color rojo.
No hay más tiempo. Me muevo a las sombras cuando llegan los
coches de policía ululando. Escalo la pared y desaparezco en la noche.