🌈 T r e s

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CINE VILLAGE

Había perdido la cuenta de las veces que leí las mismas dos palabras en estos dos miserables minutos mientras el párpado inferior de mi ojo derecho amenazaba con empezar a brincar.

Yo no odiaba el cine, me gustaba pasar tiempo ahí, pero lejos del mostrador.

—¿Dos palomitas grandes? —cuestioné de espaldas. Detrás, escuché al niño quejarse en voz alta con su padre y como este echaba un suspiro. No obtuve ninguna respuesta, así que me vi con la necesidad de volver a hablar—: ¿Dos palomitas grandes?

A diferencia de antes, alcé un poco mi voz, siendo firme e intentando transmitir que me estaba cansando del berrinche de aquel pequeño diablillo que no sabía si escoger una palomita grande u otra cosa de dulcería.

—Sí, por favor.

Finalmente, el padre —que parecía no tener la autoridad— me respondió en voz baja.

Eché las palomitas en cada bote y me giré para ponerlos encima del mostrador. El hombre contaba sus billetes mientras el menor revoloteaba su pequeña figura de acción.

—Tienes cara de asco —Jane susurró al oído, poniéndose a mi lado—. Trata de cambiarla, asustarás a los clientes.

Volteé a verla sin ninguna emoción y gruñí empujándola del hombro.

—Largo —siseé.

—No andas de buen humor, ¿eh? —Soltó una risilla—. Oh, espera, jamás estás de buen humor. ¿Por qué odias hoy al mundo?

Caminé hacia la parte donde se encontraban los vasos y cogí dos, la chica me siguió. Me detuve y ella copió mi acción, sus ojos azules esperaban por mi ataque, me conocía lo suficiente para saberlo.

—Porque sigues respirando. —Pasé a su lado y rellené los vasos con el sabor de soda que el señor me había indicado al inicio—. ¿Desea algo más? ¿Agregarle un extra?

—No, así está bien. —Negó sonriendo.

Él arrastró el dinero por el mostrador y tomó con sus manos las cosas para alejarse con su hijo. Le hice una seña a la siguiente persona e intenté hablar. No pude. Jane me interrumpió:

—¿Hoy te vas temprano?

—No —le corté—. Buenas noches, ¿qué va a pedir?

—Uy, qué amable —se burló ella.

Jane era molesta. Es ese tipo de persona que ya nace con la actitud, no se le desarrolla ni la coge de alguien más, es como su maldito don de ser una maldita carga para otros, en esta vida, ella era mi carga, aunque aquello ya venga siendo como un prototipo de lo que es ser Jane Howland, no cabe duda de que se esfuerza de ser más pesada cuando se trata de mí.

Podía quejarme de ella las veces que fuesen necesarias para que quedara en claro lo tanto que me llegaba a fastidiar, sin embargo, no pasaría de eso porque a pesar de todo era una de mis personas favoritas y que jamás querría que se alejase de mí.

Jane era como ese par de zapatos favoritos que ya no te venían, pero de los cuales tampoco querías deshacerte. ¿Si me explico? Son esos zapatos que joden tus pies de lo tanto que te aprietan, y a pesar de ello entre tus opciones no estaría nunca el de tirarlos.

Y sí, la comparaba con unos zapatos porque eran igual de apestosos que ella.

Terminé de escuchar lo que la pareja me indicó sonriente para después permitirme darle una mirada severa a mi prima, torcí mis labios al mismo tiempo que fruncía mi ceño, la chica intentó desaparecer su sonrisa maliciosa, pero ante su fracaso se alejó.

ETERNO #4 [OFICIAL] Próximamente en físico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora